EL IMPARABLE AUGE DE LO FALSIFICADO

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Hoy el “trucherío” está de moda y a la moda. Desde motocicletas hasta relojes, programas de computación, DVD’s, bebidas, carteras y lo que se le ocurra amigo lector, todo lo “trucho” se puede encontrar, comprar y ciertamente, fabricar.

El tema de los productos truchos no sería tan preocupante si no fuera porque muchas veces caen inocentes que pagan por algo como si fuera auténtico y terminan estafados. Asimismo, en otras ocasiones algún incauto compra elementos de alta seguridad —como, por ejemplo, repuestos muy sensibles— que por ser truchos se caen a pedazos al poco tiempo, llegando a provocar accidentes y desgracias personales.

A esta altura es casi imposible parar el “trucherío”, sobre todo porque China, el gran dragón del oriente que ahora camina erguido y cada día crece más, basa gran parte de su expansión internacional en el auge de productos falsificados.

Mientras por un lado Beijing sonríe a los inversores externos, por el otro hace la vista gorda en torno a sus masivas usinas de lo trucho, desde donde salen en serie bienes de toda naturaleza que se distribuyen “urbi et orbe”.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) con sede en Ginebra, calcula que el comercio de bienes dudosos representa cientos de miles de millones de dólares. China lleva el primer lugar en lo de “made in truchiland”, seguida de Filipinas, Vietnam y otros países. Las ganancias son cuantiosas y la lista tiende a crecer, como también las grandes cifras del negocio.

La pelea entre lo auténtico y lo falso sigue y seguirá, pero es una pelea difícil. Hay demasiados intereses de por medio, demasiada confusión y muchos países involucrados. En todo caso, conviene tener un muy buen ojo para no caer en la trampa de lo trucho o, mejor, que un experto lo asesore cuando haga una compra importante, ya que hay algunos detalles y elementos que ni las mejores imitaciones pueden reproducir con fidelidad respecto al original.

Pero la mayoría de los consumidores cae y caerá en la trampa de lo trucho, reconociendo también que muchas veces compran lo que saben que es falso, pero es muchísimo más barato que lo original, obteniendo así algo de “glamour” con poca plata. El caso de las carteras y relojes es el más conocido en este rubro de la apariencia formal y de la apetencia por lo trucho.

Mientras así anda el mundo, nadie logra parar hasta ahora el auge de lo falsificado; parece que nadie lo hará en el futuro cercano. El proceso de “truchificación” se ha transformado —para los productores originales— en una de las pesadillas de este tercer milenio globalizado.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com 

Publicado en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/opinion/el-imparable-auge-de-lo-falsificado_242275

¡SALUD!

 Iris Speroni (gab: https://gab.com/Iris_Speroni)

¿Qué tenemos ahora? Un sistema de salud disgregado y sin política general, excepto la anomia.

Invito a ver o a rever la película “12 monos”.

No ya con la mirada fija en los aspectos de ciencia ficción, sino en el derrumbe de una sociedad otrora organizada, los edificios decrépitos luego de años sin mantenimiento, la suciedad en las calles y el aspecto general de decadencia luego de que se rompiera un sistema interno de funcionamiento en la sociedad.

Y por casa, ¿Cómo andamos?

Hermosos edificios públicos construidos 100 años atrás se ven con paredes descascaradas, persianas oxidadas y puertas sin barniz, escalones de mármol rajados o con un trozo faltante, vitrales reparados de cualquier manera, con vidrios transparentes, cañerías obstruidas. Lo vemos en todos los órdenes: defensa, seguridad, justicia, educación y salud.

Vivimos en un “12 monos” que se fue gestando lentamente. La socialdemocracia que sufrimos desde 1983 a la fecha ha abandonado todas sus obligaciones públicas y ha escatimado fondos al mantenimiento de activos fijos y a la calidad de la prestación de servicios. Paradójicamente, estos “servicios” que nos presta (que no nos presta) el Estado, nos cuestan el doble que hace 40 años atrás. En efecto, hoy el Estado nos sale entre el 46% y el 50% del PBI (según el año), mientras todo lo que existe se hizo y se mantenía con el 25% del PBI.

La gran diferencia son los inútiles que nos gobiernan. Caros, ineptos, ladrones. Pero sobre todas las cosas desprecian a “los negros de mierda” a los que deberían educar(nos) y sanar(nos), evitar de que no les/(nos) entren a sus/(nuestras) casas para robar y brindarles/(nos) justicia, ya sea de un problema de medianera o la custodia de un hijo. No lo hacen. Total, para que ocuparse y gastar plata en “esos negros de mierda” (o sea, nosotros). Como dije en varias oportunidades, nuestra casta política nos desprecia.

El sistema de salud

¿Qué tenemos ahora? Un sistema de salud disgregado y sin política general, excepto la anomia. El gobierno de Menem lo provincializó. A todas luces, luego de 20 años, un error que pagamos día a día.

El actual sistema abandonó la prevención y detección temprana de enfermedades. Sólo se ocupa —mal y caro— de curar. Es decir, de lo que las autoridades llaman la salud asistencial. Llegar cuando ya es tarde. Tiene varias ventajas: es caro, lo que autoriza a gastar dinero en insumos. Permite varios quioscos, muchos de ellos con socios proveedores, ya sea las farmacéuticas, ya sea de los otros insumos.

Actualmente tenemos un sistema pseudocompartimentado, con varios vasos comunicantes.

Por un lado las obras sociales sindicales.

Como la formalidad laboral cae en picada en forma sostenida desde el 2002 a la fecha, sólo la mitad de los trabajadores cuentan con esta cobertura. He escrito en varias oportunidades mi disgusto por el trabajo precario, que el presidente de la Nación, Alberto Fernández tanto defiende y quiere acrecentar[1]. El trabajo informal, tan defendido por Fernández et al, deja al trabajador a la intemperie. Con todos los defectos de las obras sociales sindicales, siendo el primero la falta de homogeneidad en la calidad de prestaciones entre los diferentes sindicatos; con todos sus defectos, brinda un servicio inestimable a los trabajadores. Éstas se apoyan en las prestaciones privadas (clínicas) a las que contrata, un punto débil del subsistema.

El otro sector que presta servicios es la salud privada o prepagas. Una deformación de las viejas mutuales de hace 100 años atrás. Es caro y no siempre entrega lo que promete. Es un dolor para la clase media, que desconfía del hospital público. Es un sector social totalmente agredido por las políticas públicas de la socialdemocracia, ya que no cuenta con buenos servicios públicos por lo que debe compensar a su costo. Gran parte de los ingresos de este sector de la sociedad se va en pagar la “prepaga”, el colegio privado de los chicos y las expensas del departamento. Deja poco lugar para el ahorro y la compra de bienes durables; con el agravante de que cuando una persona pierde su trabajo, se queda sin cobertura médica o sin dinero para la prepaga. Una pesadilla.

La paradoja de la socialdemocracia argentina, a diferencia de la europea, es la ausencia de bienes públicos. Europa da hospitales públicos y colegios públicos de más o menos buena calidad. Nosotros tenemos malos servicios, como en Perú, Colombia, Bolivia, México o Sudáfrica. Con la diferencia que esos países tienen un sistema que cuesta el 22% del PBI y acá no. Tenemos costos de país socialdemócrata y servicios de países normales. Lo peor de ambos mundos.

Por último el servicio público de salud. Parte está en manos provinciales y una pequeña fracción en las nacionales, como los hospitales Garrahan y Posadas, las campañas nacionales de vacunación (las ordinarias anuales), los transplantes y pocas cosas más. En las localidades pequeñas sólo hay hospitales públicos o salas de primera atención, ya que la ubicación de clínicas sería antieconómica. Luego está el PAMI, un sistema supuestamente público de administración de salud, pero que subcontrata todas las prestaciones que brinda. El presupuesto nacional de salud también se gasta en subsidios a las OOSS y a las prepagas.

La característica principal de todos los subsistemas es que brindan medicina asistencial y han abandonado en su totalidad la prevención, con la excepción del plan de vacunación de infantes y adolescentes.

Otro gran retroceso ha sido la suspensión del servicio militar donde todos los años se revisaba al 50% de los individuos de 18 años, con lo que se tenía el pulso de la situación sanitaria de la población. No sólo en enfermedades, sino datos nutricionales (altura, peso). Toda esa información hoy no los tenemos.

La característica general de la salud pública (excepto en algunas provincias y excepto en algunas localidades pequeñas) es la falta de respeto al ciudadano. Horas de cola para ser atendido, profesionales mal pagos, situación de huelga permanente en algunos casos, como provincia de Buenos Aires, que hace que los casos caigan en las guardias y no sean seguidos por los consultorios externos. Falta de atención en las internaciones (sábanas limpias, comida saludable, medicación, cociente enfermeros/paciente). Lo de siempre.

Esto sucede por varias razones. La primera es el desprecio total y absoluto de los gobernantes por los gobernados. Por más que el discurso que emiten diga todo lo contrario. Lo importante son las acciones. El desprecio se ve en el estado de los edificios, en los sueldos que le pagan a los profesionales de la salud y en la organización del servicio (horas de espera para —con suerte— ser atendido). La segunda razón: el robo. El Estado gasta fortunas en comprar medicamentos y otros insumos[2]. Un gran negocio entre proveedores del Estado y funcionarios corruptos. Una pena que no gasten (aunque roben) en brindar prevención y buenos servicios asistenciales. Dentro de esta lógica se inscribe la destrucción del sistema de salud mental[3]. Compra de fármacos, derivaciones al sistema privado (en los casos en que se le pueda sacar plata a las familias) y posibilidad de negociados inmobiliarios en los predios donde había hospitales neuropsiquiátricos. En su infinito desprecio a la población fueron incapaces de subirle los sueldos al personal de salud en el 2020, al punto de verse forzados a hacer marchas para que les den unos pesos. Ni con la pandemia rectificaron el rumbo de subfinanciación o mala administración del sistema.

Por esa razón digo que no es sólo peculado, sino desprecio también[4]. O más.

Por el bienestar del Pueblo y el engrandecimiento de la Nación

Nosotros no gobernamos. Nosotros = los que amamos a nuestro pueblo y nuestra Patria. Nosotros = los que no somos socialdemócratas. Socialdemócratas = gente que desprecia a su pueblo, gente sin Patria y sin Dios.

Nosotros no gobernamos. Ni tenemos expectativas de hacerlo a la brevedad. Eso no implica que no debamos pensar qué es lo que hay que hacer.

La salud de la población es una prioridad. Necesitamos un pueblo sano en todos los órdenes, para fortalecer al país, para eliminar cualquier factor de vulnerabilidad, para aumentar nuestras chances de supervivencia, tanto individuales como colectivas.

 

Propuestas

Prevención. El primer paso es la nutrición. No es sólo una cuestión de dinero sino de saber cocinar. Entender cuál es la mejor composición de carbohidratos, lípidos, proteínas, vitaminas y agua. Saber hacer comidas nutritivas y baratas. Hoy miles de familias humildes le dan de comer a sus hijos hamburguesas y salchichas compradas, cuando el kilo de hamburguesa elaborada cuesta más que un kilo de cuadril de la mejor calidad. Generar acceso a formas de cocción alternativas (hornos de barro y cocinas económicas). Los comedores colectivos (merenderos y otros) han hecho un gigantesco daño cultural que habrá que revertir[5]; la mejor manera es que los sueldos sean superiores a US$ 230 y que todos tengan trabajo formal. Agrego que un gobierno nacional debe controlar las porquerías que agregan a los alimentos las plantas elaboradoras y que causan graves daños a la salud de la población, si bien es un envenenamiento lento.

El segundo es la educación física. Volver a tener esa disciplina en las escuelas (hoy hacen que hacen). Conocer el cuerpo. Enseñar destrezas. Generar el hábito que acompañe a nuestra población toda la vida.

El tercero es la higiene. Volver a las campañas públicas (hervir agua y alimentos), la calidad de las bebidas, no abusar de las gaseosas azucaradas. Enseñar todas las enfermedades infectocontagiosas y como prevenirlas (materia obligatoria en la primaria cuando yo era chica). Generar conocimiento del medio a las personas para que sepan defenderse (awareness). Combatir la suciedad a través de campañas masivas. Tanto del propio cuerpo como del barrio.

El cuarto es la prevención con detección temprana. Los niños examen completo, incluido auditivo y oftamológico, para detectar falencias y subsanarlas desde el principio para obtener buenos resultados escolares. Control anual a toda la población. Controles ginecológicos y de próstata para los varones adultos. Todas las mujeres deberían hacerse pap y mamografías a partir de determinada edad. Combatir la obesidad, el alcoholismo y el abuso de drogas como factores de riesgo de la población. La persona es “libre”, pero luego la factura la pagamos nosotros.

Quinto. Volver a imponer el servicio militar, ahora para ambos sexos. Tiene varias ventajas. Una es la revisión de la totalidad de la población nacida en Argentina a los 18 años. Luego enseñar —para el que se olvidó de lo que le enseñaron en la escuela— higiene sanitaria, prevención de enfermedades y técnicas de primeros auxilios, entre otros conocimientos de preservación propia y cuidado de la comunidad.

Sexto. Volver a un sistema nacional. Con foco en la prevención y que garantice homogeneidad en la calidad de servicios en todo el territorio. Brindar servicios mejores que los privados para que la clase media vuelva al hospital y se le alivianen los presupuestos familiares. Buenos sueldos para los profesionales. Auditorías en las compras de insumos y licitaciones transparentes. Brindar servicios de salud en las zonas rurales como forma de seducción para que se mude la población de la ciudad a las localidades más pequeñas. Construir tres o cuatro “garrahans” en el interior del país. Derogar la ley de salud mental y volver a tener a nuestros locos bajo cuidado; ellos y el grupo familiar. Tener una política activa de contención y si es posible, recuperación de alcohólicos y drogadictos. Tenerlos durmiendo en las recovas de Leandro N. Alem y Paseo Colón no es, ciertamente, la solución.

Séptimo. Amar a la Patria y a su Pueblo.

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Referencias

[1] Como Alberto Fernández lo ha expuesto en su discurso inaugural el 10 de diciembre de 2019 y repetido las dos veces que habló frente a la Asamblea Legislativa el 1º de marzo del 2020 y del 2021, los “movimientos sociales” son un ariete político contra los sindicatos, la formalidad laboral y en definitiva, el pueblo argentino, ya que los desviste de una organización que mal, regular o bien, los protege.

[2] Los transplantes son un negocio gigantesco, con gastos millonarios en fármacos. De ahí la presión para la ley Justina. El otro punto es gran parte de la “recolección” de los órganos se hace en hospitales públicos, en particular en zonas pobres, como Florencio Varela. Los destinatarios, en su gran mayoría, son tratados en clínicas privadas. Ver los datos públicos del ministerio de salud.

[3] Nota sobre la Ley de Salud Mental de Claudia Peiro.

“La rara Ley de Salud Mental argentina que recela de la psiquiatría y la niega como ciencia médica”, https://www.infobae.com/sociedad/2020/10/25/la-rara-ley-de-salud-mental-argentina-que-recela-de-la-psiquiatria-y-la-niega-como-ciencia-medica/

[4] Un caso claro fue la discusión del aborto. Más allá de la discusión ideológica de Kissinger vs. General Perón, está la cantidad de compras masivas de misoprostol. Los capitostes del radicalismo emitieron un videoclip, integrado en su totalidad por varones sexagenarios u older, donde afirmaban que el aborto era una cuestión de salud, para prevenir la muerte de las mujeres. Es del 2018. Ese mismo año fallecieron 19 mujeres por abortos (sumados los practicados en hospitales públicos y los clandestinos privados). Todos los años fallecen miles de mujeres por cáncer de mama y cáncer de útero. Todos los años mueren casi 300 mujeres por parte, en general por problemas previos no tratados (obesidad, hipertensión, diabetes, Chagas). Nunca, desde 1983, los políticos se ocuparon de la salud de las mujeres, lo que hace el argumento utilizado a favor del aborto lo que es: falso. La UCR gobernó o cogobernó desde 1983 11 años y medio (5,5 Alfonsín, 2 de la Rúa, 4 Macri). Nunca se ocuparon —tampoco lo hicieron Menem, Duhalde, Kirchner, Cristina Fernández o Alberto Fernández— de prevenir enfermedades ginecológicas. Cristina Fernández hizo una campaña contra el HPV, que tenía por fin comprar vacunas. Les hacían análisis de HPV a las jujeñas de la Puna, pero no un pap, o análisis de tuberculosis o Chagas. Lo de siempre, hacer que se hace. Nunca “cuidar” con sinceridad al pueblo.

[5] Si bien han brindado grandes ayudas en tiempos de colapso.

 

Publicado originalmente por Restaurar.org, http://restaurarg.blogspot.com/2021/08/salud.html