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SOBERANÍA Y PODER AÉREO

Marcos Kowalski*

Con la humilde pretensión de contribuir a contextualizar la Importancia de la Superioridad Aérea para la República Argentina, insistiendo en la búsqueda de generar Inquietud e Interés, así como fomentar cambios de mentalidad en la sociedad y los tomadores de decisión políticos en relación con los nuevos escenarios que la era contemporánea obliga a alcanzar para el ejercicio de la Soberanía garantizando la seguridad y la defensa nacionales.

Podemos definir la Soberanía como la capacidad de ejercer el Estado de Derecho en un territorio a mano de instituciones organizadas en un gobierno efectivo y en un contexto determinado. Esto significa que se debe contar con la capacidad total, para ejercer en forma innegable e irrevocable la voluntad de un Estado, mediante el marco jurídico adecuado, que lo faculte a ejercer su poder en su territorio Nacional, y, sin la interferencia de actores externos, ya sean de carácter público o privado.

Pero para ejercer en forma efectiva la Soberanía los Estados deben contar con los medios y los recursos para hacer valer los derechos y la voluntad Nacional, expresados en su capacidad de Defensa (externa) y de observancia de la ley y fiscalización (interna). Sin esos medios y recursos, puede hablarse de una Soberanía legal o de jure (es decir, expresada por cuestiones normativas y legales abstractas) pero solo con los atributos mencionados puede hablarse del ejercicio de una Soberanía real (de facto), es decir que se cuentan con los medios reales para hacer valer el concepto de soberanía. Los Estados modernos deben contar con ambos atributos, el legal y el fáctico y de esta manera participar más eficientemente en una comunidad internacional que se encuentra en constante interacción e interconexión por la vía aérea.

Solo controlando la soberanía del espacio aéreo se tiene capacidad de influir en tierra y mar y, por tanto, el espacio aéreo es estratégico y vital para la supervivencia de los Estados contemporáneos. Es obvio que aquellos Estados que cuentan con más capacidades de defensa, protección y salvaguarda de su soberanía aérea tienen por definición mayor capacidad de prevenir intervenciones e influencias externas en su espacio aéreo y sus determinaciones y, por lo tanto, también en sus territorios terrestre y marítimo.

Para preservar y salvaguardar la soberanía nacional de carácter integral, es primordial, entonces, proteger y salvaguardar el espacio aéreo y esta es una de las labores principales de las Fuerzas Aéreas. El ejercicio de la soberanía implica el uso de los activos aéreos nacionales para ejercer y mantener el código normativo nacional e internacional en este entorno siendo las Fuerzas Aéreas las que poseen un papel preponderante para efectivizar la soberanía dentro del espacio aéreo nacional frente a actores domésticos o foráneos.

Este es el fundamento a partir del cual es prudente reflexionar sobre las capacidades de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) en materia de Seguridad Integral y Defensa Aérea, siendo la Republica Argentina un actor fundamental, como sujeto de Derecho soberano en el escenario internacional, lo anterior no sólo es prudente y procedente para preservar la integridad como Nación, si no que hace a las relaciones internacionales de nuestro país, para promover un mayor entorno de competitividad, de cooperación y de gestión conjunta en los ámbitos políticos, económicos, sociales y militares de carácter hemisférico, continental e internacional.

Contar con los medios y recursos, que habíamos mencionado, implica desarrollar, gestionar y administrar eficientemente los elementos necesarios para proteger la soberanía nacional en forma integral en un entorno complejo y dinámico. Es entonces oportuno señalar que la Soberanía se ejerce no sólo en nuestro territorio geográfico y marítimo, sino también en toda nave que navegue o aeronave que vuele con bandera argentina, además de los ciudadanos argentinos que puedan estar visitando otros países en todo el mundo, porque todo argentino, toda nave argentina y toda aeronave nacional en vuelo es parte del país y por tanto nos encontramos obligados a defenderlos, protegerlos y salvaguardarlos. Para ello existen diversos caminos y medios, pero nada sustituye la necesidad de contar con una Fuerza Aérea eficiente, fuerte y con proyección global.

Entonces debemos decir que es imperioso para cualquier Nación sobre todo para una nación como Argentina contar con PODER AÉREO. Pero ¿Qué es el poder aéreo? La definición más conocida dice que es la habilidad del uso de una o más aeronaves en el espacio aéreo con fines militares, llegando a cualquier punto sobre la tierra, en defensa de los intereses soberanos de una Nación, mientras que EURAC —el foro que agrupa a los jefes aéreos de 17 naciones europeas—, con una visión más actualizada, define el Poder Aéreo como “la capacidad de proyectar Fuerza militar en el aire o el espacio o desde una plataforma o misil que opere por encima de la tierra”.

Podemos ver que la protagonista del Poder Aéreo es la aviación, que ha tenido en el mundo un acelerado desarrollo a partir de inicios del siglo XX, así como su independencia de las fuerzas terrestres y navales. A través del tiempo se ha demostrado que la capacidad de la aviación es el punto de inflexión para ganar o perder una guerra. En efecto, desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el empleo del avión comenzó a deslumbrar a estrategas, políticos y pensadores por su potencial para superar la lógica de la guerra de trincheras que consumía inmensos recursos humanos y materiales. Posteriormente, las batallas aéreas demostraron ser decisivas en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y el ejemplo de los éxitos operacionales alcanzados por la fuerza aérea alemana, la británica o la estadounidense, motivó a las demás naciones a constituir sus propias fuerzas aéreas.

La Superioridad Aérea y Dominio del Aire, en el teatro de la guerra o en el de operaciones, se ha constituido en la primera necesidad en un conflicto por los efectos que produce sobre el adversario. Hoy en todo conflicto es imperioso lograr la Superioridad Aérea que es un estado, momentáneo y temporal de la consecución de la guerra aérea donde en la zona en la que se opera se pueden realizar misiones con posibilidad de éxito. Los aspectos de la Superioridad Aérea podrían resumirse en básicamente tres situaciones o estados, la de paridad aérea, la de superioridad aérea y la de supremacía aérea.

Cada uno de esos tres estados se pueden conseguir en tres áreas generales del espacio aéreo en la batalla; en el espacio aéreo propio, sobre el campo de batalla, o en el espacio aéreo del enemigo.

La paridad aérea significa que ambos bandos pueden efectuar misiones exitosas en el mismo espacio. Superioridad aérea significa que se pueden realizar misiones en cierto espacio aéreo con pocas chances de ser repelidos o evitados por el enemigo, es decir que si un bando gana la superioridad aérea sobre el campo de batalla, entonces puede realizar las misiones con poco peligro de ser evitadas o interceptadas por la aviación enemiga y ésta, por lo tanto, pierde la paridad aérea y no puede realizar misiones con alto grado de éxito.

La supremacía aérea significa que el bando controla TOTALMENTE el espacio de batalla. Si un bando tiene supremacía aérea sobre el campo de batalla significa que prácticamente no existen posibilidades que el enemigo realice las operaciones aéreas propias, siendo casi imposible que pueda desarrollar alguna sobre ese espacio aéreo.

Para que se posibilite la supremacía aérea, incluso una superioridad aérea, es necesario que un país cuente con los medios aéreos apropiados para ese fin y debemos recordar que la Republica Argentina es un país obligado por la Constitución a mantener su soberanía, orden constitucional e integridad territorial, para poder cumplir con ello la Superioridad Aérea debe ser el primer objetivo por alcanzar.

Debemos siempre tener presente que nuestro país tiene las Malvinas e islas del Atlántico Sur ocupadas por una potencia extranjera y que es mandato constitucional demandar su recuperación, entonces, deben volver a instruirse por parte de los políticos a cargo de la administración nacional de turno las hipótesis de conflicto abandonadas en 1983, porque en una eventual guerra no se puede esperar que la iniciativa la tenga el enemigo, para reaccionar posteriormente en defensa. La pregunta sería en ese momento ¿reaccionar con qué? O, en el peor de los casos, ¿ya para qué?, si el enemigo ha sido lo suficientemente capaz de neutralizar nuestro Poder Aéreo.

La Superioridad Aérea como parte del Poder Aéreo, como estamos viendo, juega un papel de primer orden en las guerras, batallas y campañas. Sin importar el modo de la guerra en que un país se involucre, es importante conocer las amenazas presentes y futuras que restringen la capacidad del Poder Militar y en especial las del Poder Aéreo, que es quien debe dar la pauta de libertad de acción a las operaciones conjuntas.

Hoy, el cielo tridimensional y la quinta generación en la tecnología se constituyen en los medios y formas para alcanzar el fin del mejor grado de Dominio del Aire. La tecnología de hoy permite evaluar el alcance de las capacidades de una Fuerza de Superioridad Aérea y, en consecuencia, su grado de ventaja sobre el enemigo. La quinta generación constituye el mayor potencial aéreo capaz de enfrentar amenazas y buscar la supervivencia a la hora de proteger una Nación, tener poder aéreo es costoso, mantenerlo aún más, pero no tenerlo es el peor de los costos; puede significar la perdida de la soberanía. Si se posee el suficiente y necesario poder aéreo para alcanzar la superioridad aérea prevista, los comandantes de tierra y mar pueden y deben sentirse más seguros y protegidos y con total libertad de ejecutar sus operaciones.

Pero que debe considerarse al elegir un avión de combate que pueda disputar el espacio aéreo a un eventual enemigo hoy, en el caso concreto de Argentina, con una Fuerza Aérea casi inexistente por desidia o desinterés político, con pilotos con muy bajos sueldos, con materiales vetustos y que se mantienen en vuelo por un esfuerzo impresionante de las tripulaciones, tanto de vuelo como de tierra, la Fuerza Aérea Argentina es una sobreviviente, que viene perdiendo capacidades desde hace décadas.

Un estado de crisis permanente, propiciada por una clase política, solo preocupada por disputas intestinas agonales, no ha podido en su despropósito construir hasta la fecha una base estructural que permita una arquitectura política superadora para retomar el camino perdido hace muchas décadas.

Los políticos no saben o no quieren hacer resurgir la Argentina que siempre fue, han llevado al Estado argentino y a las Fuerzas Armadas a un declive permanente y la Fuerza Aérea Argentina no ha podido recuperar ni mínimamente la capacidad de combate perdida, encontrándose además con serias restricciones en las pocas capacidades, incluyendo el transporte, que posee, reduciéndose hoy a una pequeña cantidad de aviones, muchos ya vetustos, milagrosamente en condiciones de operar.

Es indudable, que, con el estado de cosas actuales, la reconstrucción de un poder militar creíble y con cierta capacidad disuasiva requiere un consenso entre los actores políticos y una continuidad. En ese aspecto el proyecto de ley FONDEF (Fondo Nacional de la Defensa) que asigna el cero coma treinta y cinco por ciento (0,35%) del total de los Ingresos Corrientes previstos en el Presupuesto Anual Consolidado para el Sector Público Nacional para el año 2020, el cero coma cinco por ciento (0,5%) para el año 2021, cero coma sesenta y cinco por ciento (0,65%) para el año 2022, hasta alcanzar el cero como ocho por ciento (0,8%) para el año 2023, manteniéndose este último porcentaje para los sucesivos ejercicios presupuestarios, si bien es todavía insuficiente representa por lo menos un marco jurídico para el financiamiento en la recuperación de las capacidades bélicas de la Nación.

En lo que a la Fuerza Aérea Argentina se refiere, en un ambiente donde los países de la región tienden a adquirir aeronaves de combate de cuarta y quinta generación, que tienen un alcance, con sus armas, más lejos que el horizonte, superando el campo visual y con capacidad de combate como vectores para lanzar armas inteligentes.

Debemos concebir, la necesidad y con independencia del tipo de combate que se requiera, propender a disuadir mediante una superioridad aérea, con competencia de respuesta más allá del campo visual, además de una serie de capacidades que son, a nuestro juicio, esenciales e inalterables, tanto para el piloto como para el avión.

En el caso de los pilotos, son imprescindibles una alta capacidad de gestión, concentración y reacción inmediata para detectar las amenazas del combate. Parte de estas capacidades podemos decir que, en Argentina, se está logrando mediante el entrenamiento que proporcionan la Escuela de Aviación Militar y el Curso de Estandarización y Procedimientos para Aviadores de Combate (CEPAC) que cuenta con aviones de entrenamiento como los Beechcraft T-6 Texan II e IA-63 “Pampa” que son modernos y hacen que la capacitación resulte buena.

IA-63 Pampa III

La gran carencia es la falta de capacidad aérea de combate, aun cuando el esfuerzo operativo de la FAA, permite que permanezcan en servicio los viejos A-4AR. Está claro que el sistema no tiene mucho tiempo más de vida útil, siendo ya hoy insuficiente en número y capacidades para el control del espacio aéreo, que no puede ser completado por la última versión de un entrenador como es el “Pampa”. En definitiva, las capacidades de hoy de la FAA no alcanzan para proporcionar un control efectivo del espacio aéreo nacional.

La recuperación de cualquier capacidad operativa en la vida requiere, como es bien sabido, tiempo y persistencia en el esfuerzo. A toda la Argentina hay que reconquistarla en sus valores, pero la capacidad bélica, ante un panorama donde nuestros vecinos recurren a hipótesis de enfrentamientos en la zona y se preparan, tanto en planificación como armamento para tal contingencia, debe ser prioridad y fundamentalmente reconstruir nuestra capacidad de respuesta aérea.

A tal efecto debe adquirirse un tipo de aeronave, con sus respectivos componentes, que provean precisión, legibilidad, funcionalidad, fiabilidad y rendimiento que son y seguirán siendo esenciales para garantizar la superioridad en el enfrentamiento aéreo. Recordemos que, en la actualidad, el combate aéreo por lo general y debido al tipo de armamento con el que hoy deberían estar equipados los aviones es más allá del horizonte (BVR, Beyond Visual Range) con un tipo de armas semiactivas, de guía radar que el piloto lanza a mucha distancia.

Debemos, además, tener en cuenta que la lucha por la superioridad aérea está ahora en dar respuesta a las demandas lógicas del combate más frecuente, el BVR, y, en consecuencia, los avances a nivel ingeniería, construcción, e innovación tecnológica destinados a la mejora de la aerodinámica de un avión han llegado a un periodo de maduración. A la hora de adquirir material aéreo hoy la búsqueda se debe dirigir hacia esa tecnología.

Que un avión pueda acelerar más rápido y tenga más maniobrabilidad, siempre son ventajas sobre el enemigo, es indudable, pero en los combates actuales es mucho más importante que el radar de un avión sea mejor que el del enemigo para, entre otras cuestiones, ser capaz de distinguir aviones a más distancia y ver simultáneamente a todos los objetivos.

Respecto a la aviónica, las nuevas tecnologías integradas a bordo convierten a la aeronave en una plataforma óptima para una amplia variedad de misiones, desde vigilancia, reconocimiento y ataque a guerra electrónica e inteligencia de señales. En la carrera por la superioridad aérea de un avión, un área fundamental es la mejora de los aviones a nivel software y, sobre todo, cómo presentárselo al piloto. Es impensable obtener la victoria sin la superioridad electrónica.

El piloto tiene tanta información facilitada por el software de su avión, que su mayor dificultad es ser capaz de gestionarla por completo y saber qué es lo importante en cada momento, para que la saturación de datos no le suponga en ningún momento una sobrecarga cognitiva, porque cuanto más complicada sea la parte informática de un caza, peor será el combate que realice en vuelo. El avión que se debe seleccionar debe tener una presentación de la información mediante el procesamiento de algoritmos que priorice qué información mostrar, en qué orden y en qué momento para facilitar el análisis y la toma de decisiones por el piloto. De la misma manera, la legibilidad y ergonomía de la instrumentación es un requisito de la mayor importancia.

En cuanto a armamento, es fundamental que las innovaciones vayan muy parejas con los avances en radar pero todo avión, cualquiera fuere su misión, debe tener un sistema de misiles de corto alcance, que junto al cañón y el rendimiento aerodinámico son esenciales para un eventual combate visual. Para el combate más allá del alcance visual, se debe implementar, de ser posible, un misil guiado por radar activo con “alcance más allá del horizonte” (BVRAAM) En definitiva, es fundamental que vayan parejos las innovaciones y alcance en armamento con los del radar de la aeronave.

En un país inmerso en una crisis económica permanente, donde no parece que la administración política del Estado argentino resulte capaz para proveer el bienestar común que se preconiza en nuestra Constitución Nacional, con la desaprensión y el desinterés en materia de Estrategia de Defensa de la mayoría de los políticos, es casi improbable que se reconstruya el Poder Aéreo en estos tiempos, pero los que estamos interesados en el estudio de los conflictos a nivel mundial, preocupados por la indefensión de nuestra Patria, nos vemos en la obligación de advertir las carencias en esta materia y ofrecer alternativas y como decimos al principio contribuir a contextualizar la tremenda importancia que tiene la Defensa Nacional y en este caso el Poder Aéreo.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

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LACALLE POU: UN PRESIDENTE DIFERENTE

Williams Herrera Áñez (El Deber*)

Presidente de la República Oriental del Uruguay, Luis Lacalle Pou. Foto: Presidencia del Uruguay

El 1° de marzo asumió como presidente de la República Oriental del Uruguay Luis Lacalle Pou, en lugar de Tabaré Vázquez del Frente Amplio, coalición que gobernó los últimos 15 años. El joven presidente (52 años) no invitó a su posesión a los mandatarios del denominado socialismo del siglo XXI, rompió con Unasur, busca fortalecer Mercosur e imponer una “diplomacia comercial”, que significa no acercarse a EEUU y alejarse de China o acercarse a China y alejarse de EEUU, sino llegar directo a los dos países.

Ni bien tomó posesión y apenas había terminado de conformar su gobierno, invadía la pandemia del covid-19 y tuvo que tomar decisiones claras y rápidas. Y comenzó a predicar con el ejemplo, dispuso en este sentido que el 20% de los sueldos de los principales servidores públicos, comenzando por el presidente, vayan a un fondo común para apoyar la emergencia sanitaria.

En contra de las medidas que tomaron la mayoría de los países afectados, el presidente apostó por la libertad con responsabilidad y no impuso ninguna cuarentena estricta. Y ha tenido una respuesta excepcional del pueblo con un resultado de unos 30 fallecidos en total, de modo que Uruguay se ha convertido en un ejemplo en el mundo en relación con el coronavirus. Y para contrarrestar sus efectos económicos perversos, aprobó una serie de incentivos a los emprendedores y a subsidiar el trabajo; hay que apoyar al motor de la economía y por eso ha descartado cualquier idea de aumentar impuestos.

El presidente uruguayo, que se define como un liberal, apuesta por una economía abierta y facilita los grandes emprendimientos en su país. Sin embargo, no quiere que la gente vaya solo a invertir, sino también a vivir y reconoce que tiene una densidad demográfica muy baja (tres millones y medio de habitantes) y, por tanto, ofrece una serie de oportunidades para captar capitales extranjeros que permitan seguir aportando en beneficio de todos los uruguayos.

Antes de asumir el gobierno, el 1 de noviembre ya tenía listo el documento Compromiso por el País, compuesto de 13 “grandes líneas estratégicas”, a saber: un gobierno con las cuentas en orden; un Estado inteligente y transparente; empresas públicas al servicio de la gente; impulso al crecimiento: desarrollo productivo y mejora de la competitividad; inserción internacional: abrir mercados y hacer alianzas; una Policía respetada, una sociedad pacífica; una política de defensa adecuada al siglo XXI; transformar la educación; proteger a los más débiles; agenda de derechos; proteger el mundo del trabajo; cuidar la salud de los uruguayos; y medio ambiente y bienestar animal.

Al margen de tener una agenda muy definida y ser consciente que tiene que honrarla porque después de cinco años que dura el período presidencial, quiere salir a la calle y mirar a los ojos a la gente, Lacalle Pou se proyecta como un presidente diferente, que tiene un apellido que cuidar, directo, sin poses ni acartonamientos. Y está convencido de que la transparencia en lo privado y público, genera confianza y cualquier gesto suyo tiene efectos en la población. Se trata de un consumado deportista (practica varias disciplinas), y ha soltado haber consumido drogas de adolescente, reconocimiento poco común en una personalidad pública.

En estos pocos meses que tiene como presidente, Lacalle Pou ha mostrado una serie de cualidades como gobernante, que devuelven la confianza en la política como el arte de lo posible (muy degradada y prostituida en nuestro entorno). El gobernante uruguayo se proyecta como un estadista y un líder del siglo XXI, que transmite aire fresco, austero, comunicación simple y directa, pisa sobre la tierra, con una agenda muy concreta, determinación y vocación democrática. Un espécimen diferente a toda la manada que hemos tenido en la región en los últimos 20 años.

Nota original de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia https://eldeber.com.bo/opinion/lacalle-pou-un-presidente-diferente_191715  

VIDAS O ECONOMÍA. ¿ES ESA LA CUESTIÓN?

Elio Prieto González*

 

Imagen de zhugher en Pixabay

Para encontrar un grado de conmoción similar al que esta pandemia ha causado a escala global, es común hacer referencia a las guerras mundiales. La primera que terminó en el curso de la llamada Gripe española y la segunda en la que prácticamente no hubo una región del planeta que escapara a sus efectos.

Esta pandemia tiene muchos puntos de analogía con una guerra, pero es bien distinta porque la guerra como epidemia de traumas mata por decenas de millones y destruye los bienes materiales y el hábitat en muchas regiones, pero no en todo el planeta.

Pero, ahora, a diferencia de lo que ha ocurrido en las guerras mundiales, o guerras globales los efectos negativos sobre las economías se producen sobre prácticamente todas. Es un fenómeno que afecta la producción de bienes, el comercio, las industrias de servicios y el empleo, en absolutamente todo el mundo. Países productores de bienes de alto valor, otros con economías primarizadas. La parada ha sido general. Un ejemplo es la merma global de la industria turística que podría alcanzar hasta un 80% en el curso del presente año, según datos de la Organización Internacional del Turismo. 

Pandemia (cuarentena) o caída económica. No existe tal dilema

El daño a las economías al margen de las distintas posibilidades de recuperación, es global, es vertical y es profundo. En un documento del Banco Mundial, se lee que la economía puede caer un 5.2% en 2020, siendo el mayor descenso desde la II GM. El número de economías en las que el PBI per cápita ha descendido no es tan grande desde 1870[1]. Los pronósticos para América Latina son devastadores en especial por el crecimiento de la pobreza.

La economía está siendo afectada, pero ¿alguien puede afirmar que con decenas de miles de muertes no ocurrirá lo mismo? En tal caso la indignación de los que consideran la cuarentena dictatorial podría ser sustituida por el pánico. Porque en los procesos autorregulados, no hay otra lógica que la de la teoría de probabilidades y es sabido que no hay probabilidades hacia atrás. Una vez tomado un camino, corregir el rumbo se hace más difícil. Las vidas no pueden reponerse, la economía sí.

Las propuestas y demandas económicas deben ser atendidas, porque son perentorias, pero deben serlo en la medida en que la situación lo permita y es lo que está ocurriendo, a mi entender. Los equipos de trabajo a diferentes niveles desarrollan un monitoreo permanente, para poder informarse de lo que ocurre en los territorios, aportar la información y responder con decisiones políticas con base científica. Esto a veces implica marchas y contramarchas. Requiere ajustarse a los cambios de situación en el país y a las evidencias obtenidas sobre las peculiaridades de esta enfermedad, en una de las mayores carreras por la información científica que puedan recordarse.

En países como China, Corea del Sur y Nueva Zelanda entre otros, ha sido necesario retroceder hacia la cuarentena por rebrotes de la enfermedad. La cinética de los contagios, la dinámica de los aerosoles, la carga viral, la respuesta inmune, son algunas de las variables de este enorme rompecabezas y la conducta humana, no es la menos impredecible.

Nuevos tratamientos se prueban, se aceptan o desechan a un ritmo que es más lento que lo que la urgencia reclama. Las vías de contagio son discutidas y reanalizadas, trascienden los probables mecanismos por los que el virus mata. El público se enfrenta a modos de pensar la realidad que solamente han sido familiares para los que se dedican a la investigación científica. La necesidad de verificar, de confirmar y volver a hacerlo para poder afirmar que un medicamento cura. Eso genera una gran tensión. Las consecuencias en este mundo interconectado y vibrante de desinformación, no habilitan los pronósticos tranquilizadores a plazo fijo y si la incertidumbre.

La pobreza aumenta y la vulnerabilidad al contagio se dispara por las dificultades para mantener el aislamiento social cuando las personas salen a buscar o realizar algún trabajo.

En respuesta a esto, las acciones para disminuir el ritmo de propagación, incorporan dentro de paquetes de medidas, la ayuda económica y alimentaria, tal como ocurre en la Argentina. Cierto es que no a todos puede llegar y que no es un sistema perfecto. No existe tal, pero los resultados de una política orientada a la disminución del número de contagios han sido evidentes. La cuarentena ha logrado que el incremento de casos diarios se mantuviera por semanas en límites aceptables para la capacidad de atención del sistema de salud, que por otra parte, ha experimentado una expansión notable en poco tiempo. El curso de las acciones de la dirigencia, gobierno y buena parte de la oposición ha sido correcto. Ha logrado achatar la curva, lo que significa que se ha ganado tiempo y ahorrado vidas humanas. En la Argentina han ocurrido 31,7 muertes por millón de habitantes. Brasil y Chile se sitúan por encima de 200. El lenguaje de los dirigentes políticos, en esos países, así como el de economistas y comunicadores que les siguen, parece anclado en una visión de los procesos socioeconómicos que se piensan casi como fenómenos naturales. En este discurso se alega que habrá más muertos por el hambre que por la virosis y la actividad económica se propone como enajenada de la vida.

La falsedad de este discurso, es evidente, porque no se toman en cuenta las acciones del Estado tendientes a mitigar los efectos económicos. En muchos medios locales se pretende ignorar que organismos internacionales y medios de prensa de alcance global, mencionan a la Argentina como uno de los países que mejor está gestionando las crisis. Un ejemplo, la OPS ha declarado que la cooperación con Argentina ha permitido que “el país se mantenga por delante de la curva en su capacidad de prueba para rastrear efectivamente la transmisión y tomar medidas”. Hace unos días el New York Times publicó una columna en la que se afirma que “Uruguay, Paraguay y Argentina son los países latinoamericanos que obtuvieron las mejores calificaciones por su respuesta al coronavirus, según una encuesta realizada en la región…, mientras que Brasil fue etiquetado como el de peor desempeño”. Una difusión equilibrada de los errores y aciertos es imprescindible para el ejercicio de la democracia.

Es una función de los gobiernos defender a sus pueblos. La eficacia de las medidas es variable y necesariamente debe ser mejorable. Pero el panorama hay que mostrarlo en la mayor extensión posible. La realidad indica lo contrario, el manejo mediático es hipercrítico y en este juego los perdedores son los que al oponerse en bloque a lo que propone el gobierno, puesto en el rol de villano antidemocrático, se protegen menos, aumentan sus riesgos y el de las personas con quienes se relacionan. El sesgo informativo es muy peligroso para la vida en la pandemia.

Estamos mejor que otros, pero las situaciones pueden cambiar

En la Argentina no se ha erradicado el virus, no puede lograrse en este lapso y sólo se puede con el aislamiento. Abandonarlo antes de tiempo puede disparar el número de casos y de muertes. Escuché a un manifestante increpar al gobierno porque está esperando que aparezca la cura o la vacuna. En el inventario de teorías, algo nuevo. Se critica al gobierno por hacer lo único que se debe hacer. Esperar todo lo que se pueda soportar con la menor cantidad de muertes.

Entre todos los científicos que opinan sobre la efectividad de las medidas de aislamiento, son seleccionados para ser entrevistados los que están en contra de las cuarentenas, se enfatiza en la parte de sus discursos en los que dicen, pongamos por caso, que al final se sabrá si los resultados serán mejores entre los países que la adoptaron temprano o aquellos que optaron por continuar “apostando a la economía”. La selección de los países a mencionar excluye a los que lograron disminuir las muertes, si se mencionan Alemania, Noruega o Nueva Zelanda es como de pasada. Porque muchos medios relativizan los criterios del éxito del aislamiento. El número de muertes, “no incluye la multi dimensionalidad de los daños producidos por la pandemia”, “ese número no es lo único que hay que evaluar” proponen algún epidemiólogo y muchos economistas convenientemente citados.

Nadie pretende que sea este indicador, el único. Pero nadie debería discutir que es el indicador de éxito más importante. Lo asombroso es que en muchos comentarios de las “redes de arrastre” sociales, muchos que no se autoperciben como desechables, adoptan ese punto de vista.

Las muertes son aceptables. Porque hay que activar la economía. Las medias verdades anulan la relación entre las medidas de reconexión económica y las consecuencias en el número de contagios. No se habla de la marcha atrás. Se privilegia la idea de la nueva normalidad, de la vuelta al tiempo pre pandemia. Los deseos se asimilan a los hechos. Se insiste en aquellos lugares que abrieron cafés y paseos. Detrás de estas aldeas potemkinianas virtuales, hay fotos que se eluden y estadísticas que muestran el resultado fatal de ciertas prisas. En la dinámica de lo posible y lo deseable, empujar en función de lo último es lícito. Educar al público, para sostener la posibilidad de estas aperturas es imperativo. Informar los resultados de las marchas y contramarchas es ético. 

Abrir los cafés y correr es hermoso, pero ¿cuándo?

Ocurre que se pretende disminuir los controles, al punto de que el aislamiento social no constituya un impedimento para la deseada reactivación de la economía. En una situación como la que se ha vivido en regiones con altísimo desarrollo, lo que puede esperarse es la explosión de contagios y de muertes, por el virus y por otras afecciones que serían intratables. La economía no podría recuperarse así. No ha ocurrido en los países donde el golpe de hoz de la pandemia ha sesgado no solo vidas sino, productores y consumidores. Bajo este criterio las sociedades deberían esperar la destrucción de parte de su base funcional y de sectores de la población (en especial los mayores improductivos y menos consumidores) en un rebrote del darwinismo social.

Solo aquellas personas que puedan retirarse de las zonas de alta circulación viral estarían a reguardo en alguna medida. Sin embargo con la propagación del virus y la aparición de olas sucesivas de contagios. ¿Cuántos de los no protegidos deberán morir antes de que la enfermedad se auto limite por el agotamiento de los susceptibles?

En nuestro país, aumenta el número de casos y de muertes en la capital y el Conurbano. Paradójicamente es en este momento en que se agudiza la oposición a la única medida de contención comprobada. Hay reclamos que surgen de la necesidad, los que buscan adaptar los protocolos para trabajar e incorporar actividades que se presumen pueden controlarse mejor. Otros son inconducentes y politizan la cuarentena. Para los primeros hay respuestas, pero las demandas crecen y requieren más, no todos resultan satisfechos y no todos pueden serlo, ni al mismo tiempo.

Terminar la cuarentena antes de tiempo es igual a no haberla tenido

Si planteáramos dos escenarios contrapuestos. En el primero se levanta la cuarentena, se abren los negocios y las fábricas, se libera el transporte en la zona del AMBA, donde es mayor la velocidad de contagios y el número de casos. Por otro lado, a los que no creen, en la pandemia, se les exime de la obligación de distanciarse y usar barbijos.

La consecuencia que debe esperarse es el aumento de los casos, algo que ya ocurrió después de una relajación leve del rigor del aislamiento.

La severidad de las medidas deberá corresponder a la severidad de la pandemia, porque al menguar el control, la tendencia alcista debe resultar en mayor ocupación de camas en salas generales y de terapia intensiva, el aumento de la cifra de prestadores sanitarios enfermos y muertos, como se ha visto en Europa y EU. Esto desemboca en la reducción de la capacidad del sistema de salud para tratar los enfermos de Covid y los de otras afecciones, como las respiratorias que siempre son más frecuentes en invierno. Los cánceres, infartos, úlceras sangrantes, cirrosis descompensadas y traumas no podrían ser tratados.

La inmunidad de rebaño es un camino abandonado para esta etapa de la pandemia. Los casos más llamativos son los de Inglaterra y Suecia donde ha sido considerado un error por quienes lo recomendaron. La proporción de aproximadamente 60% de infectados, que se considera necesaria para alcanzarla, sólo en la región del AMBA implicaría 8,8 millones contagios. A partir de una población de 14,8 millones de habitantes (www.buenosaires.gob.ar ›gobierno›que-es-amba). Si consideramos una conservadora tasa de letalidad general, entre 0.5 y 1%[2].  Los muertos probables hasta que, (en caso de alcanzarse) la inmunidad de rebaño pudiera frenar la propagación, podrían ser entre 44.400 y 88.800.

La única certeza continua siendo el aislamiento, alternado con el distanciamiento, cuantas veces sea necesario, hasta el momento en el que se logre una terapia eficaz, o una vacuna. La economía quedara muy dañada en los dos casos. Es un hecho. Los que optaron por la economía, no lograron rescatarla. La diferencia objetiva está en el número de muertes.

Hasta mediados de julio se ha vuelto a un aislamiento más severo. Según palabras del ministro Ginés Gonzalez García “Hemos vuelto a tener la responsabilidad que tuvimos. Mucho más que una medida del Gobierno, es una medida de la sociedad para proteger”.

El virus no va a desaparecer. Pero los tratamientos van a mejorar, ya está ocurriendo. Es cierto que la economía se resiente. Es cierto que hay que actuar para que aquellas regiones donde se pueda reabrir se continúen haciéndolo, mientras que en las que no sea posible, hay que ayudar para que las necesidades sean satisfechas. Es una situación excepcional, requiere una mentalidad y acciones inéditas. Puede parecer ingenuo, pero no hay otra salida.

Las oposiciones  a la cuarentena, al barbijo, al distanciamiento…, las conspiraciones

Existe una oposición a las medidas anti contagio que cuando se expresa muchas veces, muestra su origen absurdo. Descansa en una ignorancia que asombra cuando no molesta. Hay reclamos egoístas, dónde se trastocan las escalas y es lo mismo correr que mantener una familia. Hay protestantes del llano y hay irresponsables que no pueden explicar la raíz de su disgusto porque disfrazan de oposición a las medidas del gobierno la oposición al gobierno.

En ese grupo heterogéneo hay quienes se oponen a las cuarentenas, a las vacunas, a flexibilizar, a no flexibilizar, a las radiaciones, al nuevo orden mundial y a cuánto monstruo esté dando vueltas en las redes. Es bueno para la salud pública que la comunicación sea responsable. Los formadores de opinión, deben serlo, porque las interpretaciones erróneas y los bulos, inducen a conductas nocivas para el conjunto de la sociedad. .

Sin pretensiones de psicoanálisis pareciera que junto a las motivaciones políticas, de algunos anti cuarentena, existe la tentación de buscar certezas fabricando enemigos visibles, sobre todo porque los virus para muchas personas son solo una palabra con un significado simbólico, pero no saben en realidad que son.

Aceptar que un virus ha detenido el mundo, es más difícil que enfrentar una cantidad infinita de enemigos creados al efecto de poner en la otra esquina un contrincante merecido. Digamos uno a la altura. Pareciera que este enemigo no puede ser un virus, que no es más que una molécula de ácido nucleico con unos pocos bits de información, encapsulada dentro de otras y que ni siquiera está viva, aunque se reproduzca en nuestras células.

* El autor es médico genetista. Investigador en Genética Toxicológica y profesor universitario. Centro de Altos Estudios en Ciencias Humanas y de la Salud (CAECIHS). Universidad Abierta Interamericana.

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Referencias

[1] Banco Mundial. Coronavirus: La respuesta del Grupo Banco Mundial ante la emergencia mundial de hacer frente a la pandemia. https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2020/06/08/covid-19-to-plunge-global-economy-into-worst-recession-since-world-war-ii

[2] Nature News. Smriti Mallapaty. How deadly is the coronavirus? Scientist are close to an answer. https://www.nature.com/articles/d41586-020-01738-2