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ESCENARIOS COVID-19 Y GEOPOLÍTICA DE LA INFODEMIA

Sunamis Fabelo Concepción*

Imagen de Thomas Ulrich en Pixabay

 

Introducción

La aparición del nuevo coronavirus y la posterior pandemia en que devino la Covid-19, llegó acompañada de la infodemia: se trata de la sobrexposición informativa a que hemos estado expuestos en un ambiente de preocupación, estrés, ansiedad y angustia.  Este fenómeno no ha generado más que desinformación, tras la cual puede advertirse determinada intencionalidad.

En el siguiente trabajo se expone el desarrollo de los escenarios en materia comunicacional en torno a la pandemia Covid-19, desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales. En tal sentido se presenta un acercamiento a lo que pudiéramos llamar la Geopolítica de la Infodemia, muy relacionada con la Geopolítica de la Tecnología. A la hora de gestionar la crisis básicamente se han identificado dos modelos: el asiático y el occidental. Alrededor de ello giran toda una serie de cuestiones que escapan a la coyuntura de la pandemia y que sin lugar a dudas marcarán tendencias en el complejo entramado Comunicación-política-Relaciones Internacionales. 

Escenario Comunicacional antes de la Hora Cero

Antes de la aparición del nuevo coronavirus en la provincia china de Wuhan y desatarse la pandemia a inicios de 2020, el 2019 había dejado abierto el debate sobre una serie de cuestiones que, sin dudas, debían impactar en la agenda internacional de la nueva década en materia comunicacional.

Entre estos temas puede destacarse el desarrollo de la quinta generación (5G) de redes inalámbricas para móviles, liderada por las compañías chinas Huawei y ZTE. En este escenario se ha venido desarrollando un complejo proceso de confrontación, presión y cooperación entre un grupo importante de países, entre los que se destaca, EUA, la UE, Japón, China y Rusia, fundamentalmente, debido a la competencia, rivalidad e interdependencia que condiciona esta cuestión.

Esta quinta generación convirtió la conectividad en una plataforma con lo cual las redes de acceso inalámbrico proporcionan una conectividad sin fisuras, extendida e ilimitada para todas las personas y organizaciones, y por tanto aumentaba significativamente la capacidad del control y procesamiento de datos en tiempo real. Ante este escenario, algunos países expresaron su preocupación ante la factibilidad de que Beijing pueda usar estas redes para ejercer presión o efectuar algún tipo de vigilancia electrónica. Por lo tanto entre los posibles escenarios se barajaba la posibilidad de que cada una de las potencias creara su propio “ecosistema” tecnológico para reducir su dependencia mutua y así obligar a sus aliados a una adhesión incondicional; de manera que en un futuro pudiera emerger uno o diversos telones de acero tecnológicos y, en último término, avanzar hacia una cierta “desglobalización” digital[1].

Este escenario puso de manifiesto una vez más como la competencia geopolítica se ha ido trasladando también al ámbito de la tecnología y las comunicaciones como nueva frontera del poder y escenario de reedición de la Guerra Fría. Sin dudas, esta bipolaridad tecnológica ha comenzado a crear nuevas esferas de influencia. Por si fuera poco, con el 5G todavía en una primera fase de implementación, ya se abría la carrera por el siguiente gran estándar, la Sexta Generación (6G), por parte de Japón, lo cual no solo es expresión de una competencia mundial, sino que de concretarse condicionaría una rearticulación de las alianzas.

El avance tecnológico de China ha sido objeto de críticas por Occidente, bajo la acusación de utilizar herramientas tecnológicas de enorme capacidad en función de represión política. En relación con esto fueron titulares en los últimos meses de 2019 las protestas en Hong Kong y la represión de los uigures en Xinjiang.

Un fenómeno asociado a este escenario es el impacto de la postverdad en el multilateralismo. Según señalan algunos especialistas, la geopolítica de la postverdad ha transformado amenazas y estrategias, en construcciones de alianzas. Rusia y China han tomado la iniciativa para intentar establecer leyes de ciberseguridad que les permitan mantener un mayor control sobre el flujo de información en la red para salvaguardar los intereses nacionales.

Relacionado con este escenario, otro de los grandes retos de inicio de la década fue el empoderamiento digital. Ello ha estado muy relacionado, por una parte, con la preocupación de muchos gobiernos sobre la capacidad desestabilizadora de la desinformación, acelerada por unos cambios tecnológicos que avanzan a mayor velocidad que cualquier intento de regularlos. Por otra parte, debido al hecho de que, cada día más, grandes imperios digitales, a partir del procesamiento de datos y análisis algorítmico, acaban conociendo a las poblaciones mejor que sus gobiernos y han desarrollado una extraordinaria habilidad para escapar a su control.

Desde las revelaciones de Edward Snowden sobre los servicios de inteligencia de los Estados Unidos y el Reino Unido en 2013, hasta los más recientes escándalos protagonizados por Cambridge Analytica y Facebook, la confianza del usuario occidental se ha visto comprometida y la del usuario asiático se ha puesto en alerta. Lo cierto es que, en países asiáticos u occidentales, los sistemas de inteligencia artificial, de una manera u otra, contribuyen al control y la vigilancia de sus ciudadanos, dotando a las fuerzas de seguridad de grandes cantidades de información que puede ser procesada de manera rápida y eficiente.

Como ha podido apreciarse, el escenario comunicacional de la década que se abrió el 1º de enero de 2020, variaría en gran medida, teniendo en cuenta el curso de los acontecimientos que han sobrevenido. Sin embargo, aún en las circunstancias emergentes, las prioridades descritas no solo se mantienen sino que se han desbordado, adquiriendo matices que las ratifican y actualizan y abren nuevos enfoques sobre los mismos debates.

Efecto Wuhan: Geopolítica de la Infodemia

En marzo del 2020, tras una evaluación, la OMS decidió que la COVID-19 puede ser caracterizada como una pandemia. Este hecho desencadenó un contexto de incertidumbre, alta percepción de riesgo y alarma social. A los altos niveles de estrés que provocaba la amenaza de contraer un virus, que estaba evidenciando significativos porcientos de letalidad, se sumó la ansiedad que provocaba el llamado al confinamiento en los hogares. En este contexto se aceleró el consumo de las TICs, y con ello la sobreexposición a información sobre el tema, agregando así al fenómeno de la pandemia el de la “infodemia”, o sea, la sobrecarga de información no fiable que se propaga rápidamente entre la población. La sobreexposición informativa vino acompañada de noticias falsas, bulos, rumores, teorías de la conspiración, por lo tanto, se generó así un ambiente de gran desinformación. La paradoja información-desinformación se ratificó como un instrumento de poder, a través de la cual es posible viralizar el miedo y el desconcierto y sembrar el pánico social, manejado desde grandes monopolios de la comunicación, con intereses muy particulares, alimentados gracias a nuestros propios datos. Es así que esta pandemia amplificó las vulnerabilidades de un mundo conectado física y comunicacionalmente.

Unido a la alarma social y la incertidumbre se generó especulación sobre posibles medidas antes que estas se tomasen, por tanto desconfianza en las instituciones, los gobiernos, acompañado de un discurso de odio, con el objetivo de alimentar la estigmatización de comunidades concretas o agendas políticas concretas. En esta línea, la OMS de conjunto con la OPS consideraron pertinente hacer un llamado a partir de la emisión de un documento alertando sobre este fenómeno asociado a la infodemia: Consideraciones psicosociales y de salud mental durante el brote de COVID-19[2], del 12 de marzo del 2020. A continuación se citan algunos fragmentos del documento que señalan determinadas cuestiones las cuales pueden resultar relevantes teniendo en cuenta el tema que nos ocupa ya que sin dudas tienen una influencia directa en aquellas tendencias que desde los primeros momentos de la pandemia se consideraron podían comenzar desarrollarse:

Este virus no debe asociarse con ningún grupo étnico ni nacionalidad. Demuestre empatía hacia todas las personas afectadas, dentro de un país dado o procedentes de cualquier país. Recuerde que las personas que están afectadas por COVID-19 no han hecho nada malo, no tienen culpa y merecen nuestro apoyo, compasión y amabilidad.(…)

No se refiera a las personas que tienen la enfermedad como “casos de COVID-19”, las “víctimas”, las “familias de COVID-19” o los “enfermos”. Se trata de “personas que tienen COVID-19”, “personas que están en tratamiento para COVID-19”, “personas que se están recuperando de COVID-19” y que, una vez superada la enfermedad, seguirán adelante con su vida, su trabajo, su familia y sus seres queridos. Es importante separar a la persona de tener una identidad definida por COVID-19, para reducir el estigma.

Minimice el tiempo que dedica a mirar, leer o escuchar noticias que le causen ansiedad o angustia. Busque información únicamente de fuentes confiables y principalmente sobre medidas prácticas que le ayuden a hacer planes de protección para usted y sus seres queridos. Busque actualizaciones de la información una o dos veces al día, a horas específicas. El flujo repentino y casi constante de noticias acerca de un brote epidémico puede hacer que cualquiera se sienta preocupado. Infórmese sobre lo que en realidad está sucediendo, no escuche los rumores y la información errónea. Recopile información a intervalos regulares, del sitio web de la OMS, el sitio web de la OPS y de las plataformas de las autoridades nacionales y locales de salud, a fin de ayudarle a distinguir los hechos de los rumores. Conocer las informaciones fiables pueden ayudar a minimizar el miedo.

Sin dudas, las indicaciones referidas hablan de una alerta frente al fenómeno de la estigmatización en el contexto de la pandemia: el miedo a la otredad y todo lo que en un contexto de emergencia sanitaria puede atribuírsele. El instinto de supervivencia en situaciones extremas, que pueden ser maximizadas y manipuladas por los grandes conglomerados mediáticos, tan propensos a la espectacularización de todo lo que acontece en función de determinados intereses, también reviste una clara intencionalidad. La misma puede o no ser percibida por el ciudadano común, y por tanto es fuente de bulos, rumores y noticias falsas, o en última instancia genera confusión o desconfianza. La “Teoría del Rumor” y el estudio de las “Representaciones Sociales” son importantes referentes teóricos desde la psicología y la sociología desde los que puede abordarse el estudio de este fenómeno.

De manera que, en relación con la pandemia, dentro de las principales narrativas explotadas por los grandes medios de comunicación pueden destacarse tres fundamentales, en las que el ciudadano común es coparticipante y a partir de las cuales dialoga con el entorno que le rodea y explica los acontecimientos que le afectan: Teorías de la conspiración (política y economía), Predicciones apocalípticas (religión) y Teorías ambientalistas (naturalista).

Entre los debates que más han sido polemizados por los medios sobresale el referido al origen del virus y toda una serie de especulaciones en torno al mismo. Entre otras, las más extendidas pertenecen a la teoría de la conspiración y reproducen la confrontación entre tres protagonistas, China, Rusia y Estados Unidos.

Otro de los campos muy sensibles a las percepciones y los rumores, es el económico. Sobre el mismo giran especulaciones que van desde los mercados bursátiles y todo tipo de escenarios futuros hasta la economía doméstica, revertida en el acaparamiento y la amenaza de la escasez.

Así también, en un contexto de emergencia sanitaria es natural que surja el debate sobre quienes están mejor equipados para hacer frente a la pandemia. En medio de la difícil situación sanitaria con el avance de COVID-19, son pocos los países que han tenido respuesta efectiva, a partir de las infraestructuras nacionales de salud, ya sea por la capacidad científico-tecnológica, productiva, el desarrollo de la industria biotecnológica y farmacéutica, los recursos financieros, y el personal altamente calificado o preparado. En este sentido, han sobresalido las posiciones de República de Corea, China, Singapur, Japón, India, Tailandia y Vietnam[3].

Sin embargo, estos debates suelen simplificarse en deliberar entre las estrategias seguidas por las llamadas democracias liberales o los llamados regímenes autoritarios, identificando estos últimos con los asiáticos que, supuestamente pueden imponer medidas mucho más estrictas sobre su población, porque su naturaleza de vigilancia permanente, centralismo y capacidad de control se los permite. Según el filósofo surcoreano Byung–Chul Han, autor de “La Sociedad del Cansancio”, en Asia, especialmente en China, las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa, y también confían más en el Estado. Así también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Apuestan a que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia a las epidemias las combaten no solo los virólogos y epidemiólogos, sino principalmente los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Occidente todavía tiene mucho que aprender. Es así que los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas, según este autor porque la conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente y apenas se habla ya de protección de datos, incluso en Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos[4]. De manera que hay una confrontación y debate sobre modelos políticos en relación con las capacidades disruptivas de la tecnología.

Otro debate que se ha abierto es el del papel del Estado nación y las instituciones en una contingencia como la que se presenta. Por ejemplo en Francia, en Alemania o en Italia, donde se emprendía contra la Europa de Schengen, se pedía el cierre de fronteras desde el primer momento y se alimentaba la idea de la pandemia como una amenaza exterior. Los discursos políticos de la extrema derecha están llenos de ejemplos recientes que vinculan inmigración y amenazas sanitarias (Jaroslaw Kazcynski, Matteo Salvini u Ortega Smith). Las tendencias que a día de hoy se avizoran en este particular describen el reforzamiento del Estado y del nacionalismo, asociado a una política de fronteras, fragmentación y estigmatización, lo cual legitima el discurso y posición de las fuerzas de derecha más radicales en la UE.

En este sentido, es importante apuntar que esta crisis ha manifestado y potenciado el fenómeno de la fragmentación al interior de la UE en diversos aspectos. Uno de ellos es precisamente la posición respecto a China. En el contexto europeo las redes sociales fueron espacios de apoyo social, denuncia y lucha a nivel de las subjetividades. España e Italia, los países más azotados por el virus fueron escenario de este activismo desde las redes, denunciando desde el confinamiento, haciéndose eco de la quema de banderas de la UE como protesta frente a la incapacidad de los gobiernos nacionales y de las instituciones comunitarias para hacer frente a la situación, a la vez que aceptaban y agradecían la ayuda del gigante asiático así como de Rusia y Cuba, sin importar su signo político.

De otra parte, en aras de deslegitimar la cooperación, se ha recurrido en el discurso a presentar una China portadora o creadora del virus, la cual primero utilizaba las redes sociales para censurar información y posteriormente para su reconstrucción de imagen, aduciendo como una vez superado lo peor de la crisis sanitaria se ofrece como aquel que tiene experiencia para saber cómo actuar o como el donante solidario con aquellos que ahora están en el peor momento de la pandemia.

Es así que, desde el discurso político, en algunos casos, también se ha polarizado la gestión de la crisis, sobre todo entre las fuerzas políticas de extrema derecha, de una relativamente reciente emergencia, amparada en un estilo comunicativo de corte populista, ya sea en Europa o en América. En esta última, ante el acceso a una sanidad de calidad muy desigual, se ha puesto de manifiesto la incapacidad de gestionar la crisis de muchos de los líderes representantes de la extrema derecha que han optado por un discurso de escepticismo frente a la grave situación, abogando por la revitalización de la economía y el cese de la cuarentena. Sobresale el caso de la autoproclamada presidenta de Bolivia Jeanine Añez en su comparecencia, quien mientras anunciaba la cuarentena, expresó: “Queridos bolivianos pido a ustedes unirnos en una oración permanente. Este domingo inicia una cuarentena total y pido que podamos realizar un ayuno en oración, arrepentimiento y fe, para que sea nuestra mayor arma de lucha contra esta enfermedad. Que Dios bendiga a Bolivia” Sin embargo, la propuesta de recibir ayuda médica cubana fue rechazada de facto por Añez[5].

Por su parte, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro en su posición de subordinación a Washington, inicialmente calificó la pandemia de “gripecita” y ha seguido haciendo campaña contra las medidas de cuarentena decretadas por algunos gobernadores de Estados, como Joao Doria en Sao Paulo o Wilson Witzel en Río de Janeiro. La campaña anti-cuarentena de Bolsonaro, que reza “Brasil no puede parar”, llevó a la jueza Laura Bastos Carvalho de Río de Janeiro a ordenar al gobierno brasileño “abstenerse” de promover actitudes de rechazo de las medidas de confinamiento[6].

Por su parte el presidente Donald Trump, también ha dado un enfoque político al tema, al identificar la pandemia como “el virus de China”. Así también, la crisis ha reforzado su discurso de fronteras, antiinmigrante, así como el llamado a reactivar la economía del país. En otro orden de cosas, se ha politizado el tema sobre las investigaciones para encontrar una vacuna, a lo cual se ha dado la connotación de carrera, y se ha asociado a teorías de la conspiración. Sin embargo, Washington ha aceptado la ayuda de China, Vietnam, Rusia. No obstante, en medio de la contingencia sanitaria, ha recrudecido el bloqueo económico y comercial contra Cuba, obstaculizando el envío de ayuda (especialmente material médico indispensable para manejar la crisis) desde estos mismos países y otros a La Habana, lo cual ha complicado significativamente la situación de la isla, que se ha visto obligada a encontrar alternativas mucho más costosas y en tiempo récord.

De manera que, en cuanto a las salidas de la crisis, en sentido general, se manejan dos cuestiones: Integración-cooperación o salvaguarda de los Estados-nacionales-proteccionismo. A ello se suman diversos análisis sobre los impactos de la crisis que también bipolarizan los modelos a seguir: capitalismo o comunismo (renovado[7]); lo cual, respectivamente se combina con los binomios libertad-democracia o control-autoritarismo. Así también, se tiende a confundir estado de excepción con excepcionalidad permanente. En general de lo que se ha tratado es de simplificar y sintetizar así análisis mucho más complejos sobre el futuro de modelos sociales o políticos y su lugar en la posible conformación de un nuevo orden mundial.

Tras la desinformación (aparente) que se genera en un ambiente de sobreexposición informativa (aparentemente desorganizada), hay cálculo predictivo de respuesta (estrategia) y por tanto hay intencionalidad. Sin dudas este contexto ha sido propicio para solventar contradicciones y da lugar a que se pueda hablar de una “geopolítica de la infodemia”. Debe tenerse en cuenta que una crisis global como lo es una pandemia, requiere un fuerte liderazgo de acciones globales coordinadas. Y esto constantemente se fractura desde los medios en nombre de las ideologías, entorpeciendo la necesaria coordinación entre los principales actores mundiales.

La posición cooperativa de países como China, Rusia, Vietnam, y Cuba, (por mencionar aquellos que en las representaciones sociales se identifican con la satanización del socialismo o el comunismo), matiza los imaginarios y allí donde la solidaridad, la cooperación surgen como el aliciente para garantizar la sobrevivencia humana, aparecen también intentos por boicotearla y deslegitimarla desde una lógica geopolítica y simplista. En este contexto, sin dudas, grandes expectativas e interrogantes se abren en cuanto a la reconfiguración de la imagen de estos países, que han sido de las naciones que han logrado controlar con mayor eficacia la pandemia tanto en virtud de sus sistemas políticos, económicos y de salud pública nacionales como de su disposición de cooperación y coordinación internacional.

En sentido general, la experiencia de esta pandemia ha modificado el rumbo de los acontecimientos. Aunque aún es pronto para aventurarse a plantear un escenario, la década que recién comienza, está marcada, a día de hoy, por altos niveles de incertidumbre en todas las esferas, ello generará, cambios significativos en el orden mundial y las estructuras de poder, y por ende, realineamientos y construcciones de potentes alianzas.  Sin embargo, en materia comunicacional, el curso descrito por de los debates desarrollados en este contexto permite avizorar algunas cuestiones importantes a tener en cuenta para escenarios futuros. 

Escenarios comunicacionales postpandemia: entre desafíos e incertidumbres

Aventurar cualquier proyección de escenario post-pandemia, a día de hoy, significa invitar a reflexionar sobre el reto de aprender a convivir con desafíos e incertidumbres, inherentes a cualquier cuestión, en coherencia con un mundo indetenible, resultado de procesos de globalización, pero que se han redimensionado en el contexto actual.

La crisis de la Covid-19 ha puesto de manifiesto que la esfera tecnológica ha sido fundamental para que el mundo no se paralice por completo; así como también este ha sido un espacio fundamental en el que se puso de manifiesto la competencia geopolítica. Por tanto, la disputa Tecnológica persistirá, pero podrían considerarse, dentro de los posibles escenarios, nuevas dimensiones y determinados matices en torno a la misma. La carrera por el control de los datos y de la información se perpetúa como la expresión más concreta del poder. Sin embargo, dentro de la competencia coexistirán determinados niveles de cooperación que podrán ir consolidándose a largo plazo.

En otro orden de cosas y muy relacionado con lo anterior, la única forma de consumo que casi con toda seguridad fue beneficiada durante la crisis ha sido Internet, plataforma a partir de la cual fue posible dar curso parcialmente a la “vida cotidiana” a partir de propiciar el teletrabajo, intercambio a nivel internacional de la comunidades científicas para abordar estrategias en aras de manejar la propia crisis, los servicios en cierta medida, la información, el entretenimiento tan importante en un momento donde el llamado es a mantenerse en casa, incluso expresiones de protesta, denuncia en las redes sociales, la cultura, la educación, entre otras experiencias que sin dudas se potenciarán y extenderán en lo adelante.

De manera que la crisis sanitaria multiplicó exponencialmente nuestra dependencia de los dispositivos y de las grandes empresas tecnológicas. La cuarentena ha amenazado la subsistencia de innumerables empresas de entretenimiento, cultura, turismo o moda, al tiempo que ha supuesto la llegada de un enorme capital a las plataformas tecnológicas. Según especialistas[8] en el tema, es probable que la acumulación exponencial de conocimiento complejo durante estos meses en los campos de la biotecnología, la informática, la robótica, la estadística, la ingeniería de sistemas o de datos complete en un tiempo récord la revolución tecnológica que venía desarrollándose.

Es así que se prevé tras la descomunal inyección de dinero y de macrodatos que se está proporcionando a empresas como Google, Amazon, Facebook o Netflix, un importante impulso al desarrollo de la inteligencia algorítmica. Especialmente este escenario se concibe para el sector de la salud en lo que se refiere a la gestión de una epidemia a partir de la informática, lo que otorgaría un descomunal poder de decisión a las máquinas.

En ese sentido, debe destacarse que durante el encierro, los niños y estudiantes en general se están acostumbrando a recibir información y conocimiento a través de las computadoras; se está monitorizando a través del móvil la temperatura o la geolocalización de los afectados por el virus; los abuelos están descargando incluso las aplicaciones a las que eran reticentes; todo el mundo se ha familiarizado con Skype, Google Hangouts o FaceTime y millones de fanáticos del deporte, ante la suspensión mundial de los campeonatos, se han empezado a aficionar a las competiciones de deportes electrónicos[9]. De manera que el cambio en las rutinas marcará los nuevos pulsos del desarrollo tecnológico y su incorporación en la vida cotidiana.

En estos momentos los modelos de gestión con éxito de la epidemia son, sobre todo, los asiáticos. Comparten el uso de aplicaciones de seguimiento de los ciudadanos que han estado en zonas de contagio o que padecen la enfermedad. En general el mundo se prepara  para implementar nuevas estrategias de biocontrol, lo que implica la posibilidad de que los gobiernos accedan a nuestras coordenadas y a  nuestro ADN, o que deleguen parte de sus decisiones en inteligencias artificiales.

Es así que, la geopolítica que se avecina pasa por el papel del ecosistema digital, para lo cual tiene un valor fundamental la soberanía de los Estados. En ese sentido, la efectividad de la experiencia asiática, pasa por la cooperación, signo de su regionalismo abierto y de la coordinación de sus organismos multilaterales, a pesar del amplio marco de diferencias que comparten, lo cual compite con un Occidente mucho más fragmentado. La herencia confuciana que distingue a los asiáticos, que antepone el bienestar de la comunidad frente al individuo, implica elementos de fortaleza ante la nueva situación, evidenciando el contraste cultural, en lugar de las mal llamadas políticas autoritarias[10]. Sin embargo, nunca antes como ahora, los diversos avances tecnológicos que impactan directamente en la vida de las personas reclaman la necesidad de resignificación de la dignidad humana en su cotidianidad compartida con la tecnología, cuestión que se ha mantenido como asignatura pendiente.

En ese sentido uno de los principales desafíos es el cambio tecnológico y su impacto sobre los modelos productivos, en el empleo, por ejemplo. Atravesamos una enorme transformación del mercado laboral, que sin dudas se profundizará. Este cambio se debe a la intervención de la tecnología en el tipo de funciones que desempeñan los humanos en el entorno profesional y esto, a su vez, está alimentando un aumento muy marcado de la desigualdad. El desarrollo tecnológico actual colisiona de manera directa con las funciones que a día de hoy desarrollan seres humanos en el mercado laboral. Este proceso impacta directamente en una rápida precarización de los trabajadores.

A nivel político las tendencias económicas descritas ya estaban produciendo un vaciado del centro ideológico, y un movimiento hacia los extremos del espectro político. Esa polarización se evidencia como una consecuencia directa de la inseguridad y preocupación que genera en múltiples colectivos el proceso de transformación del mercado laboral y la sensación de incertidumbre económica que le acompaña y que la emergencia sanitaria traducida en el confinamiento que impone la cuarentena ha exacerbado. A ello se suma que este escenario también ha remarcado el complejo problema de la brecha digital, y la contradicción de un mundo cada vez más conectado y más desigual en cuanto al acceso: Los desconectados o la otra cara de la geopolítica de la tecnología.

América Latina y el Caribe y África son claros ejemplos de ello. En este contexto la región latinoamericana y caribeña remarca su condición de ser la más desigual del mundo, y el aumento de la dependencia del uso de las tecnologías digitales exacerba tales desigualdades. También existen fuertes desigualdades en la tasa de conectividad según segmentos de ingresos. Aunque se han hecho planes para promover el uso de dispositivos digitales en los sistemas educativos, muchas instituciones educativas no cuentan con la infraestructura de tecnologías digitales necesaria. Además, existen brechas en el acceso a las computadoras y a Internet en los hogares, por lo tanto, los procesos de enseñanza y aprendizaje a distancia no están garantizados. Existen disparidades de acceso a los dispositivos digitales y a Internet de banda ancha entre las poblaciones urbanas y rurales, entre los sexos, entre las poblaciones que hablan o no el idioma oficial (español o portugués), y entre las poblaciones con y sin discapacidades[11].

El caso africano es aún más preocupante sobre estas cuestiones teniendo en cuenta las tendencias que se han ido avizorando más exitosas para enfrentar la cuarentena preventiva y controlar la crisis sanitaria. Cuando hablamos de los avances de la conexión a internet en África, hay muchas diferencias que deben ser tomadas en cuenta. No solo hay una desigualdad por países, en función de los niveles de desarrollo de cada Estado y de las políticas gubernamentales con relación a las inversiones del sector tecnológico. También existen al interior de cada realidad nacional diferencias sociales, de género y muy acentuadas entre el campo y la ciudad con respecto a sus posibilidades de acceso y cobertura de las redes. Por otra parte, África destaca por la escasez noticiosa en determinados escenarios, si se le compara con el volumen de noticias que corren diariamente en internet sobre otras regiones y, sobre todo, si se toma en cuenta la cantidad de acontecimientos políticos y problemas estructurales acumulados en muchos de los países africanos[12].

De manera que la ética de la dignidad debe incorporar también estos grandes desafíos, siendo el punto de partida para luego analizar conceptos centrales, tales como, el derecho a la protección de los datos personales y los principios que éste implica, así como un enfoque específico —en forma genérica— que vincula tecnología y dignidad humana, tal es el caso de internet de las cosas, big data, drones, impresión 3D, protección de datos personales, entre otros.

Es así que, desde la geopolítica de la infodemia y de la tecnología, es posible vislumbrar que entre los principales debates a que se enfrentará el mundo, después de la crisis desatada por la pandemia de la Covid-19, estará el de la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano. Y, por otra parte, el aislamiento nacionalista frente a la solidaridad global. Sin embargo, la cuestión fundamental radica en que en el centro de las políticas públicas debe ubicarse la dignidad humana, para asegurar el pleno respeto y garantía a los derechos humanos. Esta pandemia, a pesar de su terrible carácter letal, tiene el potencial de ser una oportunidad para el cambio y nuestro crecimiento como personas y como sociedades. Sin dudas,  después que todo termine, surgirán nuevos escenarios y nuevas formas de relación. Se habrá construido así una nueva “foto” de la realidad, más completa que la que se tenía previamente a través de un consenso mínimo y una visión compartida de la situación. Esos mínimos acordados serán los nuevos pilares sobre los que se construirán en adelante nuevas formas de la geopolítica de la globalización, y se reconducirá el avance hacia un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible e inclusivo.

* Doctora en Ciencias Históricas (2017, Universidad de La Habana). Máster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales (2011, Universidad de La Habana). Licenciada en Filosofía (2007, Universidad de La Habana). Investigadora y Profesora Titular del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). Ha desarrollado varias investigaciones y asesorías sobre estudios euroasiáticos, euromediterráneos y de comunicación política, especialmente en el campo de la antropología política, en lo referido a representaciones sociales y diálogo cultural. Es autora de numerosos trabajos relacionados con estos temas. Coordina e imparte diversos cursos de grado y posgrado en la Universidad de La Habana y la Universidad de Artemisa. Entre 2007 y 2010 fue investigadora del Centro de Estudios Europeos. (sunamisfabeloc@yahoo.es)

 

Referencias

[1] Oriol Farrés (coordinador). “La creciente rivalidad estratégica China-EEUU y sus ramificaciones regionales”. Anuario Internacional CIDOB, https://www.cidob.org/es/articulos/anuario_internacional_cidob/2019/la_creciente_rivalidad_estrategica_china_eeuu_y_sus_ramificaciones_regionales

[2] “Consideraciones psicosociales y de salud mental durante el brote de COVID-19”. Organización Panamericana de la Salud, https://www.paho.org/es/documentos/consideraciones-psicosociales-salud-mental-durante-brote-covid-19

[3] Ruvislei González Sáenz. “El Covid-19 y su impacto económico en Asia pacífico en el 2020: Casos China y Vietnam”. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG) https://saeeg.org/index.php/2020/04/14/el-covid-19-su-posible-impacto-economico-en-asia-pacifico-en-el-2020-caso-china/

[4] En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. Toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia, a tal punto que mide la temperatura corporal y en el caso de que la temperatura sea preocupante reciben una notificación en sus teléfonos móviles. Se utilizan drones para controlar las cuarentenas. Los proveedores chinos de telefonía móvil y de internet comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los Ministerios de Salud. En Wuhan se han formado miles de equipos de investigación digital que buscan posibles infectados basándose solo en datos técnicos. Basándose únicamente en análisis de macro datos averiguan quiénes son potenciales infectados, quiénes tienen que seguir siendo observados y eventualmente ser aislados en cuarentena. Más información en Byung-Chul Han. La emergencia viral y el mundo de mañana. Sopa de Wuhan. Libro digital. Disponible en Internet. Editorial: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio). Marzo 2020.

[5] Ver más en: Orietta Hernández Bermúdez. Bolivia en tiempos de la COVID 19. Disponible en: http://www.cubadebate.cu/especiales/2020/04/21/bolivia-en-tiempos-de-la-covid-19/#.Xp84bchKjIW

[6] Ver más en: Anna Ayuso. Desigualdad en América Latina frente a la crisis del coronavirus. Disponible en: https://www.cidob.org/publicaciones/serie_de_publicacion/opinion/america_latina/desigualdad_en_america_latina_frente_a_la_crisis_del_coronavirus

[7] Slavoj Žižek. Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo. Sopa de Wuhan. Libro digital. Disponible en Internet. Editorial: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio). Marzo 2020.

[8] Jorge Carrión. La biología está acelerando la digitalización del mundo. Disponible en: https://www.nytimes.com/es/2020/03/29/espanol/opinion/coronavirus-revolucion-digital.html

[9] Ibídem.

[10] https://www.clarin.com/opinion/geopolitica-digital-campo-nuevas-tensiones_0_NESawN-E.html Citado en: Análisis estratégico sobre el panorama mundial en tiempos de la pandemia, desde la Argentina. Miguel Ángel Barrios y Héctor Daniel González

[11] América Latina se enfrenta a desafíos en la formación de los docentes en materia de TIC. Por ejemplo, en el Brasil en 2018, solo el 20% de los docentes participaron en un curso de educación continua para el uso de computadoras e Internet para la enseñanza. En cuanto al uso de Internet, el 16% informó que la utilizaba una o más veces al día; mientras que el 20% lo hacía una vez a la semana, y el 18% al menos una vez al mes (Comité Gestor de Internet en Brasil, 2019). (Ver más en Informe especial de la CEPAL América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19.Disponible en: https://www.cepal.org/es/publicaciones/45337-america-latina-caribe-la-pandemia-covid-19-efectos-economicos-sociales  )

[12] MSc. Luis Edel Abreu Veranes. África en megabits. Los avances de la conexión a internet en África subsahariana en el siglo XXI y el mundo de las tecnologías de la información.  Artículo inédito.

Bibliografía

Abreu Veranesn, Luis Edel:. África en megabits. Los avances de la conexión a internet en África subsahariana en el siglo XXI y el mundo de las tecnologías de la información.  Artículo inédito.

América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19.Informe CEPAL. Disponible en: https://www.cepal.org/es/publicaciones/45337-america-latina-caribe-la-pandemia-covid-19-efectos-economicos-sociales 

Ayuso, Anna: Desigualdad en América Latina frente a la crisis del coronavirus. Disponible en: https://www.cidob.org/publicaciones/serie_de_publicacion/opinion/america_latina/desigualdad_en_america_latina_frente_a_la_crisis_del_coronavirus

Barrios, Miguel Ángel y González,  Héctor Daniel: Análisis estratégico sobre el panorama mundial en tiempos de la pandemia, desde la Argentina. (Disponible en Internet)

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GLOBALISMO Y PODER BUROCRÁTICO EN EL SIGLO XXI

Adrián Rocha*

The Trial (Orson Welles, 1962)

Analistas y consultores comienzan a pergeñar hipótesis acerca del lugar que le tocará a Estados Unidos y a China una vez que la pesadilla del coronavirus termine o, al menos, se disipe considerablemente. Hay pronósticos de distinto orden y calado: algunos afirman que China será el actor más afectado por la crisis, mientras que otros auguran lo contrario. Tal vez convenga reflexionar primero sobre las capacidades de los estados a la hora de diseñar programas de reactivación y de adaptación para el conjunto de circunstancias que emerja cuando el virus deje de ser una amenaza. También es un momento oportuno para analizar el impacto de esta singular crisis en los derechos civiles, los cuales pueden verse afectados en lo que hace a la seguridad de la información y de movimientos físicos y virtuales de las personas, debido a la fuente de datos que significan los teléfonos móviles y al registro de los algoritmos acerca de nuestra conducta virtual (Virtual Behavior Settings).

En fin, cuestiones que atañen a la privacidad que, como se sabe, viene siendo sometida a estrictos análisis desde que Internet pasó a ser el alter ego del mundo material.

Las capacidades del Estado y el rol del sector privado

Hay tres variables que jugarán un papel decisivo en la gestión de los efectos económicos y sociales de la pandemia: las capacidades burocráticas de los estados, corporaciones y organismos internacionales (entre las que cuentan, fundamentalmente, el cuerpo diplomático y los policymakers); la incidencia de las organizaciones del tercer sector (que pueden establecer canales de comunicación por fuera de la estructura estatal); y la dinámica del intercambio económico y del sector privado (cuánto y cómo se comercie, sobre todo a nivel internacional, y qué proyecciones se efectúen respecto del mercado laboral). Si bien estos tres elementos son siempre relevantes, lo que importa para el análisis actual es la mayor interdependencia que entre ellos se establecerá por constricción de las circunstancias; es decir, la nueva mixtura de gestión que resulte de esa mutua dependencia. La “telaraña” que une a los agentes del sistema podría volverse, por lo tanto, mucho más robusta y pegajosa, lo cual crearía incentivos suficientes para que esos agentes establezcan vinculaciones que, colateralmente, implicarían una mayor distancia para con la sociedad civil.

Aunque hay quienes estiman que el Estado será el principal protagonista en el escenario posterior a la crisis, las tendencias previas al advenimiento del COVID-19 permiten entrever que sector público y sector privado serán, a partir de ahora, igualmente relevantes, ya que si bien el Estado y los organismos multilaterales tendrán el enorme desafío de gestionar los recursos con la mayor eficiencia posible (de allí la importancia de las capacidades burocráticas), la creación de empleo recaerá lógicamente sobre las empresas medianas y, especialmente, sobre las corporaciones, pues el sector público afrontará gastos entre los que seguramente cuenten aquellos destinados a quienes más afecte la crisis pero, por ello mismo, no será un vigoroso generador de empleo ni de riqueza; por el contrario, necesitará extraer más recursos del sector privado. Por lo tanto, deberá elaborar una innovadora ingeniería tributaria y de incentivos para que la productividad y el empleo aumenten.

Globalismo y jaula de hierro

La estructura del comercio internacional, por su parte, acentuará la interdependencia compleja. El globalismo saldrá fortalecido, pero bajo un paradigma impensado. No hay razones para desestimar que el sistema internacional se vuelva más interdependiente. Por eso, los estados que resistan este proceso podrían quedar desfasados, con todo lo que ello implica, pues las brechas productivas y del conocimiento preexistentes se profundizarán. Así, el comercio entre naciones y la capacidad de adaptación de éstas a un mundo que será, contra-intuitivamente, mucho más globalizado, partirán de mayores niveles de competitividad, pues la magnitud de la revolución tecnológica ha transformado definitivamente los patrones de competencia. En ese sentido, es probable que mientras más se cierren las economías, más costos paguen en materia de importaciones y créditos.

Las burocracias públicas y privadas adquieren entonces un rol decisivo como gestoras de articulaciones entre estados, empresas y agentes locales, así como las organizaciones del tercer sector, ya que en sus capacidades de vincular actores de peso en la toma de decisiones residirá la efectiva promulgación de programas productivos interestatales y multilaterales. En este contexto, la diplomacia clásica podría recuperar su papel histórico, pues la distancia entre esos actores decisivos del sistema y las sociedades tenderá a acentuarse, lo cual hará más fuerte el papel de mediadores e intermediarios, de burocracias públicas y privadas. En fin, de los alfiles del sistema.

La otra cara de este acrecentamiento del poder burocrático, en un contexto de auge del bilateralismo, es la consolidación de las camarillas y de los acuerdos cerrados. El espíritu del sistema Metternich parece infundir un clima internacional en el que el secretismo y la Razón de Estado ofician de anfitriones. Un mundo restaurado (1964), tal como llamara Kissinger a la “política del conservadurismo en una era revolucionaria”. Paradojas de la historia: el momento de mayor intercambio de información y apertura comunicacional que jamás se haya conocido encuentra su anverso en la prevalencia de la rancia Razón de Estado, que observa con sigilo y sabiduría la inocencia de los hombres. Acaso deban despejarse las confusiones: realmente contradictorio sería, en una época de publicitación constante de la intimidad, en un mundo que cultiva con empeño lo exotérico, que no existiera una dimensión encriptada o esotérica de lo estatal. La autonomía de lo político, en efecto, parece jugarse hoy en ese campo, mientras las sociedades palpitan las salpicaduras que desde allí drenan hacia ellas.

Una estructura sobredeterminada por dos gigantes

El efecto de las transformaciones tecnológicas en el mercado laboral incitó a muchos economistas a pensar en la posibilidad de un ingreso ciudadano universal. Ese pronóstico, que continúa siendo atinado, deberá pensarse ahora bajo condicionamientos absolutamente distintos respecto de aquellos para los que fue ideado. Asimismo, estados y empresas deberán sentarse seguidamente a una ardua mesa de negociación en la que las asimetrías previas pesarán mucho menos. Es decir, la preponderancia que la esfera administrativa-estatal ejercía sobre algunas áreas será ahora contrapesada por el “efecto igualador” que produzca la crisis. De la misma manera, la autonomía decisora y transnacional a partir de la cual las corporaciones actuaban (mediante la relocalización productiva, por ejemplo) también podría verse afectada. De todos modos, los cambios que se avecinan, por más traumáticos que fueren, no harán que las asimetrías se aplanen entre todos. No se asistirá ni al fin del capitalismo ni al fin del Estado. Es probable que la vinculación entre estados y corporaciones cambie hasta tal punto que algunas de ellas vayan asumiendo un lugar cada vez más sustancioso en la esfera pública, fenómeno que, por cierto, ya viene ocurriendo: las empresas tecnológicas y cibernéticas cuentan hoy con bases de datos equiparables a las de muchos estados, aunque eso no aplica a todos los países por igual, ya que algunos son considerablemente más fuertes que otros (lo suficiente como para debilitar relativamente el poder de esas empresas o para exigirles, cuando menos, un trabajo conjunto).

La disminución de asimetrías que arroje la crisis posiblemente se dé sólo entre Estado y sector privado, en detrimento de la sociedad civil, dentro de la cual se encuentran, técnicamente, las corporaciones. Pero la nueva situación podría producir una alteración, que de alguna manera ya venía registrándose. Es ahí en donde anida el peligro del autoritarismo en el horizonte, pues la mutua implicancia de los aspectos económicos y sociales por parte de ambos actores podría promover, como contrapartida, un reforzamiento de las estructuras de control, en el marco de un debilitamiento pronunciado de las libertades individuales. Esto debería quedar claro: toda preocupación por el mundo que viene debe partir del lugar que en él le toque a las libertades civiles.

Así, esta suerte de reseteo de las condiciones de partida, este aparente “grado cero” de la historia pero sin “velo de ignorancia” ni “posición originaria” (pobre Rawls), sería más bien un reseteo del vínculo entre burocracia y sociedad civil, en perjuicio de ésta. Un reset en el que el despotismo burocrático esbozado por Weber podría asomar mediante una inesperada prestidigitación de la historia: aquella que vincularía, por constricción, burocracias públicas y privadas. Un ambivalente ardid de la razón (de Estado) que ni Karl Löwith leería en clave providencial (allá Hegel).

Resulta evidente que la relación que tiende a consolidarse entre estados y corporaciones estará sobredeterminada por los movimientos de la gran partida de Go que hace pocos años comenzaron a jugar —y ahora sí debe pensarse en ellos— los dos gigantes de la actualidad: China y Estados Unidos, además de Rusia y de la debilitada pero siempre pujante Unión Europea. La tensión entre democracia liberal y autoritarismos se muestra, al fin y al cabo, más vigente que nunca.

 

* Licenciado en Ciencia Política, Universidad Abierta Interamericana (UAI). Analista político internacional en Open Democracy <https://www.opendemocracy.net/>.

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LA HUMANIDAD EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS. DE LA TEOLOGIA A LA INTELIGENCIA.

Marcelo Javier de los Reyes*

El discernimiento es la capacidad de 
distinguir la verdad de la casi verdad.

Charles Spurgeon (1834 – 1892)
Pastor Bautista

 

Introducción

Las comunidades judías y cristianas se encaminan a celebrar sus respectivas Pascuas. Por ello, y por las actuales circunstancias, recordé un pasaje del Antiguo Testamento, quizás el más relevante.

En Éxodo 12, se relata que el Señor les dio a Moisés y Aarón las instrucciones para celebrar la fiesta y la salida de Egipto “el 10 de este mes”, entre las que debían tomar un animal, cordero o cabrito, sin ningún defecto, macho y de un año, el cual debía ser inmolado por toda la asamblea, y con su sangre marcar los dos postes y el dintel de las puertas de las casas donde iba a ser comido. Del mismo modo les advirtió: “Esa noche pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos los primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto”. Quienes tuvieran la marca de sangre en la puerta estarían librados del castigo divino.

Eso ocurriría en una noche pero debía ser recordado por generaciones. Efectivamente, era una sola noche. Las poblaciones actuales verán pasar al “exterminador” durante meses y, en buena medida, el castigo dependerá de la capacidad de sus gobernantes para campear la crisis del coronavirus.

En una nota publicada por The Jerusalem Post su autor dice que algunos “cristianos devotos” creen que el coronavirus es una profecía apocalíptica, y lo demostrarían comparando “las misteriosas similitudes entre los eventos actuales y la profecía del fin del mundo presentada en el Nuevo Testamento en el Libro de Apocalipsis”[1]. El autor de la nota también menciona a los “Cuatro Jinetes del Apocalipsis”… Una vez más, el maravilloso Libro del Apocalipsis o de la Revelación, es tergiversado y desnaturalizado por algunas interpretaciones libres que gustan de utilizarlo en los momentos de catástrofes e incertidumbres.

Bajemos a la realidad

La realidad es que no se trata de un “castigo divino” sino de un grupo de hombres que está jugando a ser Dios en una desenfrenada e ilimitada carrera no sólo irracional sino también carente de toda emoción. Afortunadamente, el mencionado artículo también recoge una opinión que desmiente que se trate del Armagedón y abre la puerta a ciertas teorías, como la que considera que el COVID-19 sería una creación de un laboratorio, más precisamente, un “arma biológica”. Para muchos esto sería una teoría conspirativa… como si la historia no estuviera plagada de conspiraciones…

Es comprensible —ya por incredulidad, ya por ingenuidad, ya por falta de información, ya por la “necesidad salvadora de negar”— que muchas personas no puedan creer que el hombre, creador de los “derechos humanos” y poseedor de grandes virtudes como la caridad y la solidaridad, pueda llevar a cabo acciones de esta naturaleza, aunque hayan leído u oído sobre numerosas guerras. La utilización de armas biológicas ya tuvo lugar en la edad Antigua, hace 3.500 años, por los hititas. Por aquella época se sabía que la oveja portaba la tularemia o fiebre de los conejos, enfermedad infecciosa grave causada por la bacteria Francisella tularensis, que se transmite de los animales a las personas. Este es el primer registro de guerra biológica[2].

Bartolo Luque Serrano nos informa que en 1097, durante las Cruzadas, cuando se llevaba a cabo el asedio a la ciudad de Nicea, en Asia Menor, los Cruzados catapultaron cabezas humanas que no solo tenían por propósito amedrentar al enemigo sino también porque esos objetos “biodescompuestos” provocaban enfermedades[3]. Podrían mencionarse otros ejemplos, como el uso de armas químicas durante la Primera Guerra Mundial —por parte de alemanes y británicos—, la Unidad 731 del ejército japonés que, durante la Segunda Guerra Mundial, experimentó con humanos para desarrollar armas biológicas. Bien, hasta aquí alguien podría argumentar que se trataba de enemigos en una guerra y que ningún gobierno haría semejante experimento con su propia población. Muy bien, es cierto… relativamente cierto.

Imagen de hairmann en Pixabay

Durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial se creó el complejo ultrasecreto de Porton Down, en Wiltshire, Reino Unido, el cual —desde 2004— es estudiado por el profesor de historia moderna de la Universidad de Kent en Canterbury Ulf Schmidt, quien recibió una subvención del proyecto Wellcome Trust para investigar la historia y la ética del programa de guerra química y biológica en el Reino Unido durante la Guerra Fría. Miles de militares de las fuerzas armadas británicas se ofrecieron como voluntarios para participar en los experimentos secretos sobre los efectos de las armas químicas y biológicas llevados a cabo en ese establecimiento de investigación del gobierno en Porton Down[4]. Se cree que entre 1945 y 1989, unos 3.400 militares participaron en ensayos con agentes nerviosos, pero varios miles más desde su creación fueron sometidos a experimentos con gas mostaza, fosgeno, sarín y otros agentes nerviosos, ántrax, Yersinia pestis (la bacteria de la peste), mescalina, ácido lisérgico y otras drogas. En 1953, los experimentos llevaron a la muerte del militar Ronald Maddison, de 20 años, investigación de la que participó el profesor Ulf Schmidt como experto histórico. El 6 de mayo de ese año se vertieron 200 miligramos de sarín líquido sobre una doble capa de ropa del uniforme del soldado de la Real Fuerza Aérea Británica. A la media hora había perdido el conocimiento y poco más tarde falleció[5].

Muerte del soldado Maddison. Fuente: <https://www.kent.ac.uk/porton-down-project/TS4.jpg>

En Estados Unidos, en 1949, fueron colocadas bacterias inofensivas en el sistema de aire acondicionado del Departamento de Defensa para ver qué efectos producía su exposición sobre los humanos. Entre el 20 y el 27 de septiembre de 1950 un buque de la armada estadounidense se aproximó a la costa de San Francisco y roció una nube de microbios sobre la ciudad. Este experimento fue practicado sobre una población de 800.000 habitantes (“Operación Sea-Spray”). En 1966 otro experimento se llevó a cabo en la estación Broadway del subterráneo de Nueva York, en donde se esparcieron bacterias sustilus varilus.

Habría muchos más ejemplos pero quien quiera seguir creyendo en una dieta basada en murciélagos puede seguir haciéndolo.

“La peor falla de inteligencia en la historia de los Estados Unidos”

Una nota publicada por Foreign Policy considera que el coronavirus es la peor falla de inteligencia en la historia de los Estados Unidos[6]. El autor, Micah Zenko, escribe acertadamente que la mayoría de los líderes carecen de disciplina para formular un análisis basado en el riesgo y pocos son capaces de desarrollar los planes de contingencia necesarios[7]. Agrega algo más interesante cuando afirma que aún más raro es el líder que logra identificar correctamente la principal amenaza con suficiente antelación para desarrollar e implementar esos planes[8]. Una vez más la falla caería sobre quién debe tomar las decisiones y, en este caso, es el propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, un líder que padece incontinencia verbal y que no se cansa de repetir que se trata del “virus chino”. Otro que también falló al momento de tomar las medidas adecuadas ha sido el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, uno de los padres del Brexit, … hoy enfermo de coronavirus al igual que su ministro de Salud[9]. Sin embargo Johnson fue previsor y nombró a su “designated survivor”, Dominic Raab, secretario de Asuntos Exteriores[10]. Dada la gravedad del contagio sería deseable que no haya que designar sucesivos “designated survivors”.

Mi percepción es que la nota de Micah Zenko tiene una seria contradicción entre el contenido y el título porque en el título hace referencia a una “falla de inteligencia” pero en el texto pone el acento en que la responsabilidad recae sobre los decisores, quienes no toman en cuenta la información de inteligencia. Zenko menciona que, frente a otras “sorpresas estratégicas” —Pearl Harbor, la revolución iraní y el 11 de Septiembre—, la actual se produjo por una indiferencia sin precedentes, aún más por una negligencia deliberada.

A mi juicio, estas afirmaciones ameritan una digresión. Con respecto a Pearl Harbor, a todas luces no fue una “sorpresa estratégica”. El capitán de navío Mitsuo Fuchida, quien condujo el ataque a Pearl Harbor, afirmó que luego de analizar la propuesta de Estados Unidos del 26 de noviembre de 1941, el gobierno y el Alto Mando de Japón llegaron a la conclusión “de que la propuesta era un ultimátum tendiente a subyugar al Japón y hacer inevitable la guerra”[11]. La fuerza de tareas japonesa ya estaba rumbo hacia Pearl Harbor y el ataque quedaba supeditado a la mencionada propuesta estadounidense pero el gobierno japonés había decidido continuar con los esfuerzos de paz “hasta el último momento”[12]. Otro dato de interés que proporciona el capitán Fushida es que la decisión de atacar un domingo obedecía a que tenían información de que “la Flota de los Estados Unidos volvía a Pearl Harbor los fines de semana después de los períodos de instrucción en el mar”[13]. Luego agrega que informes de inteligencia sobre las actividades de la Flota del Pacífico retransmitidas desde Tokio, informaban que el día 5 de diciembre el USS Lexington había dejado el puerto y que se estimaba que el USS Enterprise también estaba operando en el mar[14]. Ambas naves eran los portaviones estadounidenses, las dos naves más importantes en Pearl Harbor, las cuales habrían sido sacadas a alta mar debido al conocimiento del ataque japonés.

El mayor testimonio de que el ataque japonés no fue una “sorpresa estratégica” es el libro del contraalmirante estadounidense Robert A. Theobald, titulado The final secret of Pearl Harbor. The Washington contribution to the Japanese attack, publicado en abril de 1954[15]. En su libro el contraalmirante Theobald acusó a la administración del presidente Franklin Delano Roosevelt de no alertar a los comandantes de Pearl Harbor —ocultando la información de inteligencia— sobre el ataque con la intención de llevar a los Estados Unidos a la guerra. En el prólogo de su libro, el contraalmirante Husband E. Kimmel —comandante de la Flota del Pacífico y comandante en Jefe de la Base Naval de Pearl Harbor, quien fue destituido de su cargo y degradado—, expresa:

Los estudios realizados por el Contraalmirante Theobald lo han llevado a la conclusión que estuvimos desprevenidos en Pearl Harbor debido a que los planes del Presidente Roosevelt requerían que no se enviara aviso alguno que alertara la Flota del Pacífico.[16]

Edición del libro del contraalmirante Theobald por el Círculo Militar, Argentina.

Respecto del ataque del 11-S ya se ha hablado y se ha escrito mucho. Casi inmediatamente a los hechos, Thierry Meyssan escribió su libro 11 de septiembre de 2001. La terrible impostura. Ningún avión se estrelló en el Pentágono[17]. Para muchos se trata de un libro que se inserta en las teorías conspirativas pero resulta difícil creer —entre otras cosas— que unos árabes tomaran unas pocas clases de vuelo en avionetas y luego tuvieran la gran capacidad para estrellar grandes aviones de pasajeros contra el World Trade Center. Más insólito resultó que los atacantes eran saudíes y que ello haya motivado invadir Afganistán…

Retornando al tema del coronavirus, resulta extraño que algunas personalidades como Bill Gates hayan podido predecir la pandemia y hacer esta advertencia en enero de 2017, cuando le dijo a la BBC: “Mantengo los dedos permanentemente cruzados para que no nos llegue una gran epidemia como la gripe en los próximos diez años”[18]. Bill Gates fue uno de los que organizó el encuentro Event 201, un ejercicio de simulación en vivo para preparar a líderes públicos y privados para dar respuesta ante una pandemia. Del mismo participaron el Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud, en asociación con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates[19]. Del Event 201 salieron una serie de recomendaciones, lo que daría a la redacción de otro artículo.

En función de ello, resultaría inexplicable asumir que después de los antecedentes de la gripe aviar, del SARS (H5N1), del N1H1, y del actual SARS-CoV-2, se considere que la inteligencia no ha tomado sus previsiones. Lo singular es que mientras el brote avanzaba Trump seguía hablando del “virus chino”. Sin embargo, mientras Trump insistía en ello, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, publicó en Twitter un video de Robert Redfield, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en momentos en que se dirigía a un comité del Congreso —el 11 de marzo—, en el que reconoció que algunas muertes por influenza en Estados Unidos se identificaron más tarde como casos de COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus[20]. Del mismo modo, se informó que cientos de atletas del ejército estadounidense asistieron en octubre de 2019 a la ciudad de Wuhan a los Juegos Mundiales Militares. De estos juegos participaron 9.603 deportistas militares procedentes de 104 países y, luego de su celebración, varios estadounidenses fueron hospitalizados por “una extraña neumonía”[21]. Podría afirmarse que, casi en paralelo, se estaba llevando a cabo el ejercicio Event 201.

Algunas reflexiones finales

Ahora, consummatum est, se habla de un “fallo de inteligencia”.

El ataque a Pearl Harbor no fue un fallo de inteligencia, sino un ocultamiento de la información producida por la inteligencia. En este caso la responsabilidad recaería sobre los tomadores de decisión, quienes deciden escuchar a sus servicios de inteligencia o bien desestimar la información que éstos les proporcionan o utilizarla para otros fines. Tampoco lo habría sido el ataque del 11-S.

Es evidente que si Bill Gates se manifestó en enero de 2017 alertando acerca de una pandemia, lo cual fue replicado en medios de todo el mundo, y teniendo como antecedentes los demás casos de enfermedades ya mencionadas, resulta desestimable que los organismos de inteligencia no hayan tenido en cuenta la propagación de una enfermedad que podría derivar en una pandemia. Aún más, los medios han informado que, en el caso de Estados Unidos, en enero, el presidente Trump había recibido advertencias de los servicios de inteligencia, las cuales fueron desestimadas por el mandatario[22].

No obstante, lo más apropiado es que la preparación para un hecho de esta naturaleza haya tenido que ser considerada por los respectivos ministerios de Salud y por los tomadores de decisión al más alto nivel.

Cabe aquí recordar a Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), quien expresó: “A cada época la salva un pequeño puñado de hombres, que tienen el coraje de ser inactuales”.

Quizás haya que reparar en que hay una gran carencia de masa crítica en las respectivas sociedades o, al menos, que quienes la integran no tienen acceso a la toma de decisiones. De este modo, el liderazgo ha sido puesto en manos inexpertas al momento de manejar las crisis. Una mente maliciosa podría pensar que tal vez no se trate de falta de experiencia sino de intencionalidad. Sin embargo, la Historia —a la que deberíamos recurrir más seguido en busca de enseñanzas— deja entornada la puerta a quienes quieran conocer.

El gran desafío a los que nos someten estos tiempos es intentar encontrar la verdad entre la razón y las creencias.

En estas épocas difíciles e inciertas, en los que se hace complejo encontrar la verdad, debemos escudriñar toda la información a la que tenemos acceso. El camino para ello es el discernimiento —asimismo esencial para la toma de decisiones—, es decir, tener la capacidad intelectual para distinguir lo verdadero de lo falso —de la desinformación o de las medias mentiras— para lograr acercarnos a la verdad.

 

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz.

 

Referencias

[1] Omri Ron. “Why do some Christians believe coronavirus is an apocalyptic prophecy?”. The Jerusalem Post, 26/03/2020, <https://www.jpost.com/international/why-do-some-christians-believe-coronavirus-is-an-apocalyptic-prophecy-622425>, [consulta: 26/03/2020].

[2] Siro Igino Trevisanato. “The ‘Hittite plague’, an epidemic of tularemia and the first record of biological warfare”. En: Medical Hypotheses, 69(6):1371-4, February 2007.

[3] Bartolo Luque Serrano. El mundo es un pañuelo: Un paseo pluridisciplinar por la ciencia. Valencia: Publicaciones Universitat de Valencia, 2009, p. 122.

[4] “The History of Biochemical Warfare Research and Human Experimentation, 1945 – 1989”. University of Kent (School of History), <https://www.kent.ac.uk/porton-down-project/>, [consulta: 27/12/2019].

[5] “The History of BiochemicalWarfareResearch and Human Experimentation, 1945 – 1989. Ronald Maddison”. University of Kent (School of History), <https://www.kent.ac.uk/porton-down-project/PortonMaddisonPage4.html>, [consulta: 27/12/2019].

[6] Micah Zenko. “The Coronavirus Is the Worst Intelligence Failure in U.S. History”. Foreign Policy, 25/03/2020, <https://foreignpolicy.com/2020/03/25/coronavirus-worst-intelligence-failure-us-history-covid-19/>, [consulta: 25/03/2020].

[7] Ídem.

[8] Ídem.

[9] “Boris Johnson y su ministro de Salud tienen coronavirus”. La Nación, 27/03/2020, <https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/sorpresa-reino-unido-boris-johnson-tiene-coronavirus-nid2347930>, [consulta: 27/03/2020].

[10] Adam Bienkov. “Boris Johnson has tested positive for the coronavirus. Here’s what happens if he becomes too ill to remain prime minister”. Business Insider, 27/03/2020, <https://www.businessinsider.com/coronavirus-what-happens-boris-johnson-too-ill-prime-minister-covid-2020-3>, [consulta: 27/03/2020].

[11] Mitsuo Fushida. “Yo conduje el ataque sobre Pearl Harbor”. En: Robert A. Theobald. El secreto final de Pearl Harbor (La contribución de Washington al ataque japonés). Buenos Aires: Círculo Militar (Biblioteca del Oficial), julio de 1954, p. 306.

[12] Ídem.

[13] Ibíd., p. 307.

[14] Ídem.

[15] Robert A. Theobald. The final secret of Pearl Harbor. The Washington contribution to the Japanese attack. Nueva York: Devin – Adair Company, abril de 1954, 202 p.

[16] Robert A. Theobald. El secreto final de Pearl Harbor (La contribución de Washington al ataque japonés). Buenos Aires: Círculo Militar (Biblioteca del Oficial), julio de 1954, p. 15.

[17] Thierry Meyssan escribió su libro 11 de septiembre de 2001. La terrible impostura. Ningún avión se estrelló en el Pentágono. Buenos Aires: El Ateneo, 2002, 253 p.

[18] “El mundo es vulnerable a una gran epidemia, le dice Bill Gates a la BBC”. BBC Mundo, 01/01/2017, <https://www.bbc.com/mundo/noticias-38470286>, [consulta: 22/01/2020].

[19] “About the Event 201 exercise”. Center for Health Security (Johns Hopkins University), <http://www.centerforhealthsecurity.org/event201/about>, [consulta: 28/2/2020].

[20] Ben Westcott y Steven Jiang. “Un diplomático chino dice que el ejército de EE.UU. llevó el coronavirus a Wuhan”.  CNN en Español, 13/03/2020, <https://cnnespanol.cnn.com/2020/03/13/un-diplomatico-chino-esta-promoviendo-la-teoria-de-la-conspiracion-de-que-el-ejercito-estadounidense-trajo-el-coronavirus-a-wuhan/>, [consulta: 18/03/2020].

[21] Fernando Navarro. “La teoría china del origen del coronavirus: apuntan a EEUU y los Juegos Mundiales Militares”. El Español, 15/03/2020, <https://www.elespanol.com/deportes/20200315/teoria-coronavirus-apuntan-eeuu-juegos-mundiales-militares/474952717_0.html>, [consulta: 17/03/2020].

[22] “Trump desoyó en enero las advertencias de los servicios de inteligencia sobre la ‘grave amenaza’ del coronavirus”. RT, 21/03/2020, <https://actualidad.rt.com/actualidad/347002-inteligencia-advertir-trump-grave-amenaza-coronavirus>, [consulta: 22/03/2020].

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