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NEOPENTECOSTALES EN AMÉRICA LATINA: ¿DECLIVE DE LA POLÍTICA PÚBLICA O NUEVOS ACTORES POLÍTICOS DEL SIGLO XXI?

Marianna G. Abrámova*

 

Este artículo ha sido publicado en el Num.1, 2020 de la revista científica trimestral en español Iberoamérica, editada por el Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia (ILA ACR).

 

“Así cambian las cosas. Lo que ayer todavía era religión, hoy ya no lo es; lo que hoy pasa por ser ateísmo, será mañana religión”

Ludwig Andreas Feuerbach. La esencia del cristianismo, capítulo II

 

Introducción

Al inicio del tercer milenio volvió a plantearse el problema de la importancia de la religión dentro de las relaciones sociales. Después de triunfar la secularidad en el siglo XX, en el período postmoderno quedó claro que el pasado racional “deshechizo del mundo” no resultó el fin de la religión. Los retos del mundo globalizado han mostrado que la fuerza de la fe religiosa es directamente proporcional al nivel de inseguridad provocada por la rapidez de los cambios globales en todos los ámbitos de la vida social, y que los individuos han comenzado a crear para sí mismos sistemas pequeños de creencias nuevas que corresponden a sus deseos y experiencias. En tales condiciones de desintegración de las instituciones e ideologías tradicionales, ¿se puede hablar de la política como de un cierto proyecto público, una elaboración de un ideal social conveniente para la sociedad en su conjunto? ¿O en la época postsecular cada quién tiene su verdad y la individualización y subjetivización de la fe y de la esfera social en general han llevado a la desregulación de las prácticas políticas y ahora los individuos no tienen a quién delegar sus nuevas aspiraciones sociales?

Mapa religioso de la América Latina actual: cifras y hechos

Un ejemplo ilustrativo de tales procesos lo encontramos en una América Latina moderna, donde vive casi el 40% de los católicos del mundo. Sin embargo, si desde 1900 hasta 1960 el 90% de la población de los países de la región se consideraba católicos, según el estudio sociológico amplio efectuado en 2014, tan solo el 69% de los encuestados en 18 países latinoamericanos se identificaron dentro del catolicismo [1, p. 4]. En total, desde el año 1970 hasta el año 2014 el número de católicos en América Latina disminuyó el 23%, y el de evangélicos[1] aumentó el 15%, mientras que el número de ateístas alcanzó el 8% [2, p. 23]. Queda en evidencia que la Iglesia Católica pierde su monopolio religioso en los países latinoamericanos. El proceso de la llamada “evangelización” se entiende como la conversión del catolicismo a distintas corrientes protestantes tradicionales (luteranos, baptistas, metodistas, pentecostales) y neoprotestantes, representados en primer lugar por neopentecostales. El número de “evangélicos” difiere según el país. El menor es el de Paraguay (7%) y México (9%), el mayor, en Honduras y Guatemala (41%). En Nicaragua su número ronda el 40%, en Salvador 36%, en Brasil 26%; en Chile, Perú y Venezuela es del 17%, en Argentina y Uruguay 15%, resaltando este último país con el 37% de personas irreligiosas [1, p. 14].

Mientras tanto, según los datos del mismo estudio, el 65% de los evangélicos encuestados se definen como neopentecostales, los que se pueden considerar el grupo más numeroso entre los evangélicos de América Latina [1, p. 8]. Visto dentro de los países latinoamericanos, se dan situaciones diferentes en cuanto al número de neopentecostales: en la República Dominicana, Brasil y Panamá cerca de ocho de diez protestantes pertenecen a la denominación neopentecostal [1, p. 63]. Los índices en crecimiento constante los encontramos asimismo en Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador. El aumento no se observa en Paraguay y México. En Uruguay, Chile y Argentina sube el número de ateos.

¿Cuáles son las causas de la remodelación tan seria del mapa religioso del continente? Como la causa más común de la conversión al neopentecostalismo las personas encuestadas mencionaban el deseo de tener un vínculo más personal con Dios, cambiar el estilo del servicio religioso y encontrar una iglesia que preste más ayuda en la vida cotidiana. Después del Concilio Vaticano II (1962-1965) la Iglesia Católica disminuyó la atención a los aspectos espirituales de su actividad. “…Puede pasar que los fieles no encuentren, en los que desempeñan la actividad pastoral, aquel intenso sentimiento de Dios que deben transmitir con toda su vida”, escribió en 1992 el Papa Juan Pablo II [3]. La base masiva de la nueva religiosidad en América Latina forma la juventud hasta los 25 años [1, p. 5]. Los expertos señalan que los neopentecostales, a la hora de ser encuestados, siempre hacen hincapié en la moralidad, que ha sido exactamente decisiva al convertirse los católicos de ayer a la confesión nueva [2]. Originariamente, la base social del neopentecostalismo eran las capas sociales más pobres y marginales. Los hombres que se suman a esta iglesia a menudo dejan de beber, de jugar juegos de azar y de llevar una vida amoral, estando a la vez convencidos de que la esposa siempre tiene que obedecer al marido. Pero últimamente ha empezado a reclutarse también a los representantes de la clase media, entre ellos, médicos y juristas, que han formado sus propias comunidades eclesiásticas neopentecostales, en particular, en Brasil y Guatemala.

No se puede pasar por alto también las causas culturales de los procesos de “evangelización” masiva. El neopentecostalismo ha absorbido muy exitosamente la música latinoamericana. Los predicadores nuevos se parecen mucho a sus feligreses: a menudo no tienen educación y hablan con sus parroquianos en un lenguaje inteligible para ellos, se visten y comportan como los miembros de la comunidad. Es justamente por eso, que muchos de los predicadores en Guatemala son indígenas maya y en Brasil, afrobrasileños. De lo contrario, en la Iglesia Católica, la mayoría de los curas pertenece a la élite, son blancos o mestizos, a la vez muchos de ellos se envían a América Latina directamente desde Europa en calidad de misioneros. Otro error de la Iglesia Católica que resultó en beneficio del neopentecostalismo en América Latina es la presencia deficiente de los eclesiásticos entre la población: en promedio es un clérigo por 26.000 personas. A su vez, esto favorecía la práctica del eclecticismo religioso constante en Latinoamérica. Los más populares hasta hoy día, son los cultos místicos como la umbanda (Brasil), candomblé (Uruguay), vudú (Haití y la República Dominicana), la santería (Cuba), rastafarismo (Jamaica y las islas del Caribe) y unos cuantos más. Tal integralismo religioso encajó muy armónicamente en los métodos mágico-ocultistas del zombeamiento religioso durante las oraciones colectivas neopentecostales.

“Teología de la prosperidad”: ¿una renovación o pseudoreligiosidad?

Teniendo más de 340 millones de seguidores en todo el mundo[2], la mayoría de los cuales vive en América Latina y África [4], el neopentecostalismo (o el “Movimiento de la Palabra de Fe”) actualmente es la denominación (pseudo)cristiana con el más rápido crecimiento. Los predicadores más conocidos del neopentecostalismo mundial son John Avanzini, Kenneth y Gloria Copeland, Benny Hinn y J. Rock Lee. A pesar de que los expertos subrayan la diferencia de los neopentecostales respecto a otras comunidades religiosas protestantes, sobre todo, las tradicionales [5, p. 15], señalemos que los fundamentos de su doctrina se encuentran en el principio protestante principal: la salvación por medio de la fe personal. Por otra parte, algunos autores consideran el neoprotestantismo en general como “una forma culturalmente neutral del cristianismo” [6, p. 185], lo que supone que se hace atractivo para los representantes de grupos étnicos diferentes que, al haber renunciado a la dura identificación de entia y tradiciones, construyen una nueva identidad religiosa basada en los valores morales universales. De tal manera surgió una identidad religiosa supranacional, cuya esencia se concentra en la “teología de la prosperidad”.

Los neopentecostales, fueron los primeros que lograron crear el “pop cristianismo” de masas para la sociedad de consumo de la cultura televesiva masiva: en Brasil operan cuatro cadenas de televisión 24 horas que transmiten en directo los rezos multitudinarios con música, bailes, show predicadores a los que ya se acostrumbró a llamar “teleevangelistas”. Psicológicamente peligrosas son las prácticas de las “caídas en el espíritu”, “risa santa”, “oración con sufrimiento de dolores de parto” y otras prácticas de histeria severa comunes en las congregaciones neopentecostales.

En el primer Congreso Evangélico Latinoamericano (CELA I) en Buenos Aires en 1949 se adoptó el documento que definía el trabajo para crear el “Cristianismo Evangélico” en la región como una tarea primordial. Los primeros conversos eran los enfermos en las leproserías de Amazonas, personas indigentes, indígenas analfabetas y africanos descendientes de esclavos. En Guatemala, que ahora es el líder en el número de neopentecostales en Latinoamérica, la llegada en 1959 del pastor canadiense Norman Parish (1932-2017) dio comienzo a la tendencia. Él fundó la Iglesia El Calvario, en la que desde el inicio se introducían las innovaciones tecnológicas y litúrgicas (guitarras eléctricas, tambores y bailes)[3]. Las élites latinoamericanas en aquel entonces eran católicas, ya que el catolicismo era una parte de su identidad cultural y nacional. En 1961, en el Segundo Congreso Evangélico Latinoamericano (CELA II), se estableció que el término “Iglesia Evangélica” se usaría en América Latina con referencia a las corrientes y organizaciones protestantes ya existentes y nuevas [2, p. 16].

El auge del neopentecostalismo se produjo en los años 1990 y 2000. El postulado central del neopentecostalismo son los dones espirituales o carismas (dones o bienes de Dios) que le dan al fiel la posibilidad de encontrar la fuerza y el poder para conseguir que se cumplan en este mundo sus deseos más profundos. Dios se reduce a la fuente impersonal de una fuerza mágica debido a la cual un neopentecostal debe prosperar en todos los ámbitos de la vida. El 56% de los neopentecostales en Brasil y el 91% en Venezuela están tienen la certeza de que Dios asegura el bienestar material de los fieles [1, p. 68].

Si para los protestantes tradicionales de la generación de los 60s y 70s las ideas religiosas predominantes eran el sufrimiento, la ascesis y el pecado, la generación de los 90s (neopentecostales) creció con ideas del deleite, eliminación del dolor y de la teología de la Resurrección [7, p. 121]. Ésto fue la causa de una amplia popularidad de su “teología de la prosperidad”: el neopentecostal debe ser rico, sano, próspero y dichoso. Si una persona no lo es, ésto evidencia claramente que su fe no es auténtica. Aquí ponemos un ejemplo ilustrativo de una predicación en congregaciones colectivas de neopentecostales: “Ustedes tienen la fe por un dólar y piden algo por 10.000 dólares, y esto no funciona. Ni funcionará… Supongamos que yo quiero conseguir un Rolls-Royce, pero no tengo más fe que para una bicicleta. ¿Qué piensan que voy a recibir? ¡Por supuesto, una bicicleta!” [8]. Los problemas en la vida son ocasionados por la acción de los demonios, por eso la tarea principal de un neopentecostal es librarse de éstos y abrir el camino hacia la prosperidad, la riqueza, etc. Exorcizando demonios, el famoso telepredicador de los años 90 John Wimber exigía que dijeran sus nombres que sonaban como “Lujuria”, “Fealdad,”, “Glotonería” y “Voluptuosidad”. A menudo esto está acompañado de tales fenómenos como caídas, gritos, gemidos, respiración dificultosa, etc [9]. Esta sustitución de las bases teológicas cristianas por la ideología consumista se presenta como el reto más serio en toda la historia del cristianismo tradicional. El neopentecostalismo predica un “buen negocio” en el que Dios se reduce a una especie de “pez dorado” que cumple obedientemente cualesquiera deseos de los creyentes [10]. 

Los neopentecostales en los procesos políticos de América Latina en el inicio del siglo XXI: de marginales a actores políticos

Más aun difieren las posturas de los protestantes tradicionales y neopentecostales hacia la política. Para los protestantes tradicionales en los 60-70 era propio un escapismo político, ellos ignoraban las campañas electorales ya que la comunidad religiosa se contraponía al estado como el engendro de las fuerzas oscuras, de la pecaminosidad del ser humano. En la “teología de la prosperidad” neopentecostal el mundo es un sitio que hay que conquistar y no escapar de él. Por eso las comunidades nuevas están orientadas a reconstruir la vida social y política de la sociedad moderna sobre la base de los valores religiosos bíblicos, así surge la corriente del “reconstruccionismo” [2, pр. 42-43]. Los nuevos creyentes plantean un nuevo proyecto público, en el que los valores morales tienen un significado preponderante. Desde luego, lo propiciaron también ciertos factores objetivos. En los años 2000 en el movimiento neopentecostal se insertó la juventud que buscaba su sitio en nuevas condiciones de la economía global de mercado; aparecieron lemas “reestructurar el país sumergido en el pecado”, hacerlo “un país de Dios”, formar “un gobierno cristiano”, derogar “leyes impías”, imponer un control religioso sobre el sistema de enseñanza, educación y medicina.

¿Que es inconveniente para los neopentecostales en las relaciones sociales modernas? Los neoprotestantes son más conservadores que los católicos latinoamericanos en cuestiones de la “agenda de género”. Del 60 al 66% de los católicos apoyan los medios del control de la natalidad y el divorcio, son más tolerantes que los protestantes hacia el aborto, los homosexuales, el sexo fuera del matrimonio y el consumo de alcohol [1, pр. 24-25]. Al mismo tiempo más del 80% de los neopentecostales se pronuncian en contra de matrimonios homosexuales y más de dos tercios están a favor de prohibir abortos y divorcios [1, pр.71, 74]. Los antiguos católicos, conversos al neoprotestantismo, dicen que buscaban una iglesia que “dé más importancia a la vida moral” (lo dijeron en promedio el 60% de los ex católicos) [1, pр. 38].

El proyecto político público de neopentecostales incluye una cristianización total de la sociedad, sacralización de las instituciones sociales y relaciones públicas, habla de la creación de un “gobierno cristiano” [11]. Esta idea está basada sobre las concepciones teocráticas, escatológicas y mesiánicas de los neopentecostales, apela al sentimiento de insatisfacción con sus condiciones económicas y sociales, que empeoraron notablemente después de las décadas liberales de reformas del mercado y causaron un giro a la derecha en los países de América Latina [12, р. 39].

Sería lógico que los neopentecostales debieran actuar durante las elecciones en un frente unido y votar por sus candidatos pastores. Sin embargo, por el momento esto no ocurre. Un ejemplo llamativo de ello es, otra vez, Guatemala. En 2011 Harold Caballeros López, un pastor famoso, fundador de la iglesia neopentecostal El Shaddai, quien formó una coalición religiosa de partidos y grupos políticos y se postuló a la presidencia de la república. A pesar de su campaña electoral activa logró tan solo un 6,24% de votos [2, р. 48]. Lo mismo pasó en Brasil en 2010 y 2014, cuando la evangélica radical Marina Silva, al presentar su candidatura presidencial, no pudo subir más del número tres en la carrera. Muy remarcable es la experiencia de creación de un partido religioso en Argentina, donde se observó una derrota de los neopentecostales en las campañas electorales de 1993, 1994 y 1995. El investigador principal argentino H. Wynarczyk señala con razón que “las personas en sectores populares puede inducirlas a ser, simultáneamente, pentecostales y votantes del peronismo” [13, р. 57].

Jimmy Morales, presidente de Guatemala

No obstante, ahora la situación está cambiando. Así, la victoria en 2015 en las elecciones presidenciales en Guatemala de un evangélico, profesor de teología y ex actor, Jimmy Morales, y el triunfo en 2018 de un ex militar cercano a los evangélicos, Jair Bolsonaro en Brasil atestiguan una etapa nueva de participación de neopentecostales en los procesos políticos del continente. Cabe destacar que Jimmy Morales y Jair Bolsonaro no se posicionaban como evangélicos “puros”: su lema principal era la lucha contra el sistema podrido de corrupción. Considerándose un “ejército triunfante de Dios”, los predicadores radicales neopentecostales llaman al derrocamiento del corrompido estado actual y proponen la candidatura de Dios al presidente: “El hombre unido a Dios en un vínculo de amor, no necesita ser gobernado por otros seres humanos, sino solo por Dios” [14, p. 28]. Entonces, tal sociedad será libre de corrupción. De esta manera el proyecto de reestructuración de la sociedad conforme a la moral conservadora religiosa se hizo una alternativa al proyecto liberal de globalización de mercado. Empero, en América Latina el actor principal de dicho proyecto es el así llamado “pueblo evangélico” en general, sin diferencias étnicas ni nacionales. En este contexto, en Latinoamérica, empezó a formarse una identidad nueva, para la cual la agenda de moralidad —expresada a través de la religión— es predominante.

Jair Bolsonaro, presidente de Brasil 

Este proceso será prolongado, variable según el país, y por eso los líderes religiosos nuevos, al salir a la arena política de sus países, usan una amplia gama de herramientas y mecanismos para conquistar al electorado. Los neopentecostales involucran a los pintores, actores y deportistas renombrados que, en ocasiones, no comparten sus conceptos teológicos pero empiezan a posicionarse como cristianos. El ejemplo más reciente es la participación del cantante, presentador y miembro del partido Restauración Nacional Fabricio Alvarado en las elecciones presidenciales de Costa Rica en 2018. Jair Bolsonaro cambió siete partidos antes de afiliarse, justamente en vísperas de las elecciones de 2018, al Partido Social Liberal, apoyado por diversas comunidades neopentecostales [15]. La inconsistencia política la muestra también una de las líderes políticas no solo de Brasil, sino de todos los neopentecostales latinoamericanos, Marina Silva, que fue parte del Partido Comunista, del Partido de los Trabajadores, del Partido Verde y del Partido Socialista Brasileño y ahora fundó su propio partido, Rede Sustentabilidade. En la cultura política de los países de América Latina surge también un fenómeno absolutamente nuevo que obviamente tiende a propagarse de forma amplia dentro de los procesos políticos futuros. Es la aparición, en calidad de líderes políticos nuevos, de las esposas de pastores evangélicos, lo que se nota especialmente en los países de América Central y Brasil.

Modelos subregionales de participación de la “teología nueva” en los procesos políticos de América Latina

Tomando en consideración diferentes formas y mecanismos de participación de los neopentecostales en la política, se puede destacar tres modelos principales subregionales: centroamericano, sudamericano y brasileño.

En el marco del primer modelo, aparentemente, sería más probable la creación de partidos religiosos separados o frentes políticos que unirían distintas comunidades evangélicas. La causa principal de tal posición de los neopentecostales consiste en su predominancia numérica en el momento actual: en Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala su número supera el 40% de todos los creyentes. En Guatemala, por ejemplo, en las elecciones presidenciales un candidato evangélico ganó tres veces (en 1982, 1991 y 2016). La última campaña presidencial en Costa Rica (2018) evidencia que tales escenarios pueden hacerse una realidad. En este país, de un sistema democrático muy firme y con tradiciones del sistema bipartidista, apenas llegó al poder un neopentecostal radical con un programa religioso de valores. Los expertos están convencidos de que la causa de tal éxito fue la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto a la legalización de matrimonios homosexuales [16]. Una situación parecida se está desarrollando en Panamá donde, después de aprobar en el año 2016 la ley liberal sobre la educación sexual en las escuelas, los neopentecostales, al haber formulado su programa de interdictos morales, se hacen actores políticos principales del país, aunque sin haber logrado por el momento una ventaja numérica. Por otro lado, los católicos en estos países son principalmente partidarios de comunidades carismáticas, lo que los acerca extraordinariamente a los neopentecostales. Esto hace posible que los católicos y neopentecostales se unan en torno a una agenda orientada a las cuestiones morales y la familia, lo que puede llevar a una dirigencia indirecta de tales coaliciones por líderes evangélicos. En América Central, lo más probable, en los próximos años, es que pueden aparecer presidentes evangélicos que se unirán a evangélicos de diferentes corrientes y a católicos carismáticos en su oposición a la ideología liberal de género [2, р. 83].

El segundo modelo que se podría llamar sudamericano, tiene que ver más con la estrategia de alianzas y coaliciones políticas que de partidos particulares y frentes. En esta región, hasta hoy día, no se han logrado consolidarse partidos evangélicos exitosos. Aquí no se presentó ni un solo candidato evangélico que se encontrara cerca de una victoria en las elecciones presidenciales. Partiendo de tal realidad política, los evangélicos sudamericanos prefirieron participar en difirentes partidos políticos ya existentes y poseedores de un electorado tradicional. En el marco de tal táctica los neopentecostales lograron conseguir que en casi todos los partidos de izquierda y derecha hay evangélicos, lo que les posibilitó tener sus representantes propios en parlamentos nacionales. En estos países la “agenda de género” en defensa de los valores cristianos no fue un tema principal de las campañas electorales. Esto se explica en parte con que las leyes de aborto o matrimonio entre personas del mismo sexo ya están aprobadas, por ejemplo en Chile y Argentina [17, р. 49]. La situación en México, a su vez, también tiene su especificidad lo que acerca el país al modelo sudamericano. En este país, en 2018, el candidato presidencial de izquierda Andrés Manuel López Obrador fue apoyado por el sector evangélico, el Partido Encuentro Social (PES). [18, р. 14] Tales coaliciones políticas nuevas hacen posible suponer que la interacción entre la religión y política incluso en México tenderá a fortalecerse.

El tercer modelo, el brasileño, es una combinación del primero y el segundo: aquí se utiliza tanto el propio partido religioso como una “fracción evangélica” dentro de los partidos políticos. El problema serio de los evangélicos brasileños actualmente es su fragmentación y hasta su enemistad; si lograran unirse, se harían el partido religioso más grande de Brasil. Sin embargo, por ahora utilizan el instituto de la “bancada evangélica” en el Congreso, donde por muchas cuestiones votan de forma consolidada con los congresistas católicos o con los que representan regiones rurales. Ellos representan 26 comunidades evangélicas distintas y pertenecen a 23 partidos políticos diferentes [2, р. 86]. De tal manera, en perspectiva cercana en Brasil serán utilizados ambos formatos de participación política de neopentecostales.

Conclusión

El triunfo de la secularidad no ha llevado a la desaparición de la religión. Al contrario, la así llamada “agenda de género”, avanzando desde los países del “vellón de oro” del norte al sur chocó en América Latina contra un obstáculo inesperado en forma del neoprotestantismo que simboliza el rechazo a los matrimonios homosexuales, al aborto, a la eutanasia, a la educación sexual temprana, etc. Los neopentecostales dan respuestas conservadoras a las cuestiones candentes, utilizando al mismo tiempo tácticas psicológicas inapropiadas. Por otro lado, sus proyectos económicos no se distinguen por novedad. Criticando el mercado liberal, ellos propagan los mismos mitos de riqueza y prosperidad, negocio y ganancia. Así, el presidente hondureño actual Juan Orlando Hernández, representante del conservador Partido Nacional de Honduras, es apoyado por la Confraternidad Evangélica de Honduras (CEH) e implementa una política económica liberal, que ha empeorado la situación económico-social, lo que, en combinación con la acentuación del enfrentamiento político y crecimiento de la violencia dio impulso al éxodo migratorio de población [19, р. 90].

En condiciones de la propagación global del absentismo político y de pérdida por parte de los partidos políticos tradicionales de sus bases ideológicas, cuando la diferencia entre la izquierda y la derecha se está desdibujando cada vez más, son las instituciones religiosas las que ganan mayor popularidad y resultan buscadas políticamente. Las agendas “morales” se convierten en agendas “políticas”, y esto se ha hecho una herramienta que ha reiniciado los procesos políticos por todo el mundo. Los países de América Latina van a la vanguardia de dichos procesos.

* Ph.D. (Historia), profesor titular (abramova-m@mail.ru). Facultad de Ciencias Políticas. Universidad Estatal Lomonósov de Moscú, Federación de Rusia.

Bibliografía

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Referencias

[1] Dentro de este término en América Latina se incluyen tradicionalmente múltiples comunidades protestantes y neoprotestantes de orientaciones diferentes. En el presente artículo nos atenemos a tal interpretación. 

[2] Además de América Latina, el neopentecostalismo se difunde a gran escala en India, Corea del Sur y Rusia.

[3] De esta iglesia más tarde provinieron los líderes famosos del neopentecostalismo guatemalteco: Jorge H. López, fundador de la iglesia Mega Fráter (1978), Luiz Fernando Solar, que fundó la Iglesia de Jesucristo la Familia de Dios (1990), Harold Caballeros López, creador de la iglesia El Shaddai en el año 1983. Probablemente el más conocido en el momento es Carlos “Cash” Luna, quien abrió la Iglesia Casa de Dios en 1994.

CUANDO EL VIRUS NOS HAYA CORONADO

Juan José Santander*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

El panorama de fondo es la globalización.

Por panorama de fondo entiendo varios aspectos:

El fondo es como las radiaciones que llegan desde los confines del universo y se atribuyen a las estrellas o astros más viejos o más jóvenes según se vea, recordándonos los rasgos propios del pasado: remoto, inmutable y vigente, constituyendo una continuidad hasta el hoy del presente. Lo que a la vez evoca Die Eule der Minerva de Hegel con su eco en Machado:

Nunca es triste la verdad,

lo que no tiene es remedio

O las perspectivas que aparecen hacia el horizonte tras el sitio de los personajes centrales en la pintura del renacimiento europeo, lo que también cabe a la idea de panorama.

O el bajo continuo en los tratados tradicionales de la música occidental, que determina la configuración de la armonía y guía las voces superiores; más o menos lo que hace la perspectiva desplegándose pero con superposición simultánea de los elementos. Es interesante recordar el nombre que recibe (siglos XVI y XVII) en España: ‘pedal’ —probablemente por el teclado de pedales del órgano— y en Inglaterra: ‘ground’, o sea suelo, ya que manifiesta la sensación de base y apoyo, tal que aunque no se oyera seguía tácitamente determinando el conjunto del acorde, y en cuanto a apoyo, recordemos que la cuerda más grave de la guitarra (también desarrollada en esos siglos) es la bordona, femenino de ‘bordón’ que es el cayado o bastón en que se apoyan los peregrinos en su marcha.

Estas aparentes digresiones apuntan a afianzar la idea de lo que significa fondo en este contexto.

La globalización no es nueva; las de mayor alcance planetario considero que son dos: la época llamada de los Descubrimientos que coincide aproximadamente con el Renacimiento europeo y el siglo XIX, incrementándose sobre todo en su último tercio, también aproximadamente.

Ha habido globalizaciones anteriores: la expansión e influencia del Imperio Romano, la del Islam, y a ambas se las circunscribe al decir que lo son ‘del mundo conocido’. Precisamente ahí está la singularidad de la globalización actual: nunca antes la globalización abarcó e implicó el conocimiento de sucesos lejanos inmediatamente y a efectos prácticos, en tiempo real.

Este saber qué pasa y dónde ahora mismo determina contraposiciones y contrastes a los que el ver simultáneamente confiere una fuerza de impacto intelectual y emocional de una vigencia y fuerza desconocidas por el hombre hasta el presente, teniendo al mismo tiempo en cuenta que ese ver y ese saber dependen para su elaboración por las personas de los rasgos de su cultura, formación, posición social y la propia sociedad tanto en la que vive como en la que fue criado y pueden no ser las mismas, por una parte y, por otra, a que el desarrollo de los medios de comunicación permiten no ser sólo espectador de lo que sucede y vemos que sucede sino también compartir nuestra opinión con otros salvando barreras de distancia, de cultura y hasta de idiomas.

En este marco panorámico con la globalización de fondo surge el corona virus.

Recordemos que ya Eric Hobsbawm, en su Historia del siglo XX y en sus últimas reflexiones y análisis deja planear, a partir de la excepcional e históricamente novedosa —nunca antes registrada— bonanza de los ’70 del siglo pasado —más acentuada en los países llamados occidentales— la amenaza de una reiteración de la crisis de 1929. Y es precisamente con ese episodio que se compara la situación actual. Para Hobsbawm, el crash se origina en la caída sucesiva y provocada en cadena de los intercambios comerciales, al modo del derrumbe de un castillo de naipes, que es precisamente también lo que empieza a columbrarse desde el inicio de la pandemia.

Pasaré revista a ciertos aspectos conflictivos que ya estaban presentes al momento de la aparición del virus y sobre los que éste ha actuado a mi entender como catalizador.

– Finanzas

La crisis financiera de 2008/9 puso en evidencia, a través del escándalo de las hipotecas ‘sub-prime’ lo artificioso y enteléquico de los manejos financieros. El despegue de las realidades económicas que comienza con la introducción del papel moneda que inventó, precisamente para financiarse, la Revolución Francesa y que a través de innovadores métodos cibernéticos de contabilidad en los que los montos son registros que se truecan y transfieren cada vez con menos apego a un fundamento real de valor ha llegado a alcanzar un nuevo culmen —que no será probablemente el último que experimentemos— excepto que una circunstancia imprevisible, como el sacudón que las consecuencias prácticas, efectivas, que en la economía real ha tenido la aparición y difusión hasta ahora imparable —salvo el poco halagüeño horizonte de todos contagiados por ende inmunizados y, diría Bécquer, ‘qué solos se quedan los muertos’— del virus provoque una transformación profunda cuyos rasgos y alcances estimo serán tan imprevisibles como su origen.

Otro aspecto importante de las finanzas es su incidencia en el ámbito bursátil, es decir, donde se manejan y establecen las cotizaciones de los productos y servicios —i.e., su precio— y el valor de las empresas que los producen y ofrecen al mercado. Esta incidencia suele asumir los mismos rasgos ya señalados de divorcio de la realidad entre lo financiero y lo económico, con el agravante crucial de que en este caso afecta directa y a veces perversamente la valoración de la riqueza real, concreta, del trabajo y su producto. Lo que inevitablemente afecta el comercio de esos bienes, cuestión decisiva en las actuales circunstancias.

– Petróleo

Desde 1973/4 el precio del petróleo cobró una resonancia que no tenía en el ámbito internacional. Luego, dos novedades surgieron a partir del alza de ese precio: una, que muchos yacimientos tradicionales se volvieron rentables, como los del Mar del Norte, seguida de otra que fue el desarrollo técnico que permitió explotar los esquistos a través del ‘fracking’, aún más costoso que el anterior pero vuelto rentable por la mencionada alza. La otra es el desarrollo de fuentes alternativas, como los biocombustibles, por un lado y, por otro, las energías renovables: solar, eólica entre otras. De momento, los productores de petróleo a la antigua siguen teniendo primacía porque sus yacimientos les permiten aumentar su producción arrastrando los precios abajo y también porque las industrias que necesitan de esa energía no se han convertido masivamente al uso de esas ‘nuevas energías’ Por otra parte la agotabilidad del viejo recurso ha llevado al resurgimiento de viejos combustibles ya casi abandonados si no olvidados y mucho más contaminantes, como el carbón, y también a que los productores tradicionales —v.gr. Arabia Saudita— se planteen seriamente la necesidad imperiosa de obtener la mayor ganancia en el menor plazo posible, habida cuenta, además, que el horizonte temporal de agotamiento del recurso y/o de su rentabilidad no se cuenta en siglos sino en décadas. La disrupción de las economías y de los intercambios que ocasiona el virus agrega un matiz dramático a estos dilemas, de suyo preocupantes.

Cabe distinguir, por otra parte, el caso de los biocombustibles que, o dedican a la circulación de vehículos muchas veces de placer, productos que podrían ir a la alimentación o, con un efecto igualmente perverso, dedican tierras laborables a cultivos que cumplen ese propósito de ersatz energético restándolas a las dedicadas a producir alimentos. Todo esto para mantener una industria sobre la que el horizonte del agotamiento de las fuentes de combustible hasta ahora utilizadas cuelga su espada de Damocles. Y no tiene remedio, nos recuerda Machado.

Párrafo aparte merece la explotación del hidrógeno, el elemento más abundante en el universo conocido, pero cuya tecnología por costo y sofisticación no ha logrado arraigar —o no se ha permitido que arraigara— en el consumo energético y de combustible con alcance mundial, siendo que constituiría la fuente más barata y menos contaminante de las disponibles a la fecha. Es válido a mi entender preguntarse si el tumulto actual le brindará una oportunidad en el futuro subsiguiente.

– Energía nuclear

Más allá de los desaguisados técnicos del siglo pasado en EEUU y la URSS, un acontecimiento tan imprevisible como el virus sucedió en Fukushima en Japón, manifestando una cierta fragilidad aleatoria en la seguridad de las instalaciones nucleares. No obstante ello, debe considerarse que no es una fuente de energía insegura, si se toman los debidos recaudos, y también que es capaz de un desarrollo del que la explotación de petróleo y gas es incapaz o ha alcanzado su límite, a más del plazo de agotamiento del recurso impostergable por medios técnicos. Pero esta percepción de inseguridad ha determinado un repliegue del uso de esta fuente de energía, cuyo único inconveniente serio es la disposición de sus desechos. Asimismo, la mala prensa que este recurso ha recibido tanto desde el punto de vista de la contaminación —salvo desastres como los señalados y la cuestión de los desechos, menor que en el caso del carbón, el gas natural y el petróleo— como desde el ángulo de la posibilidad del desarrollo armamentístico de esta tecnología —caso Israel-EEUU vs Irán— y los recelos y percepción de riesgos que genera, han arrinconado casi con un sesgo de obsolescencia las posibilidades de utilización práctica y eficiente de la energía nuclear, cuyos usos, recuérdese, abarcan incluso técnicas médicas y terapéuticas entre otras.

– Cambio climático

Como hemos visto tanto en cuanto al petróleo como a la energía nuclear, la cuestión de la contaminación resulta central y en algunos casos decisiva según las políticas que se adopten al respecto. En tal sentido, es indudable —me parece megalomanía pretender sacar de la galera una nueva era geológica y denominarla, en nuestro honor o más bien deshonor, ‘antropoceno’: las consecuencias de la aparición del virus lo muestran de modo palmario— el impacto de la producción de gases de efecto invernadero sobre el clima del planeta es evidente y de continuar así como hasta ahora, catastrófico. Curiosa y singularmente, una de las implicaciones que para la vida cotidiana trajo el virus, como son la cuarentena y la brusca restricción de desplazamientos, generalmente en vehículos propulsados por alguna de las energías mencionadas, han traído consigo una notable disminución de esas emanaciones contaminantes con un resultado manifiesto en una mayor diafanidad del aire en las ciudades o del agua en ríos y lagos, por ejemplo. Es decir que el daño y el impacto nocivo de la contaminación sobre el medio ambiente se demuestra casi como un teorema. Espero que no ensayemos demostrarlo por el absurdo.

Agua

Además de lo que ya se sabía y venía viendo en cuanto a la posibilidad de una escasez de agua potable e incluso simplemente de agua no contaminada ni salobre, el virus viene a plantear la cuestión paladinamente: aparte del aislamiento físico de las personas, la principal prevención conocida y fehaciente contra el virus consiste en la medida higiénica decimonónica (Semmelwiss, Viena, 1846) de lavarse las manos concienzudamente con jabón. Frente a esto, el acceso al agua limpia se vuelve una cuestión de vida o muerte que agrava la del mismo acceso a agua potable, indispensable para la vida, virus o no virus.

Algo tan inocuo y espiritual, intelectual y emocionalmente —¡tan de moda!— como el golf —por lo de competir consigo mismo— supone un consumo de agua para riego de los ‘links’ que se resta —como esas tierras de cultivo destinadas a producir combustibles— a cultivos generadores de alimentos, cuando no ya al consumo de agua de la población —recuerdo escándalos en Fez, Marruecos, por una circunstancia de esta índole a principios de este siglo. Y esto es sólo uno de tantos ejemplos, como el desperdicio de agua, y de alimentos, por la población de las sociedades llamadas desarrolladas.

Pongamos esto en el contexto de tener agua para lavarse las manos y resulta patéticamente lamentable y vergonzoso para la condición humana.

– Intercambios comerciales

Precisamente es éste el clavo donde más duro ha pegado el martillo del virus. A la manera de los naipes mencionados, montemos un parate en la producción determinado por las cuarentenas sobre la necesidad de aplicar recursos a la atención médica de los contagiados y a la prevención del contagio, agreguémosle encima la carta de la interrupción de los intercambios sosteniéndose sobre la de la supresión de desplazamientos, buscando dónde colocar las de la caída brusca del consumo y la de la ociosidad de las ofertas de servicio —exceptuadas aquellas electrónicas—, el as del caos financiero que se insinúa y… se nos cae el castillo, ¡con lo bonito que era!

Parábolas aparte, la situación requiere una seriedad, rigor de pensamiento y análisis y sobre todo, previsión, que en todo el mundo parece que brillan por su ausencia, como ha evidenciado el avance de la pandemia que no deja de recordar a cuando un chico desaprensivamente patea el montículo de un hormiguero. No creo que las hormigas se dediquen a echarse culpas entre ellas, pero sí —y ahí está el parecido— aplican aquello de chacun pour soi et Dieu pour tous.

Y no se diría el momento de —lo han demostrado todos los credos suspendiendo o reduciendo al mínimo los participantes de sus ritos o cibernetizándolos— pensar que Dios va a ayudarnos, si es que existe y le preocupa, si no nos ayudamos nosotros. Entre nosotros.

– Demografía y migraciones

Entretanto, y antes de la irrupción de la pandemia, la demografía ya indicaba tendencias que en unos años o a lo sumo a mitad de este siglo modificarían radicalmente la distribución poblacional en el planeta, con una mengua para prácticamente la totalidad de los países más poderosos y desarrollados, incluyendo a Europa, Rusia y Japón y la excepción de EEUU, fruto principalmente de flujos inmigratorios. Como es de esperar de seres humanos, todos queremos progresar y trataremos de hacerlo —ubi bene ibi patria— en el sitio, país, región, que más posibilidades ofrezca; es decir que es de esperar que esa mengua poblacional será volens nolens compensada con largueza por la inmigración, como el caso de EEUU pone de relieve.

A la vez, y no tanto catástrofes naturales —como podría considerarse el virus— sino conflictos prolongados y sangrientos han impulsado un flujo migratorio importante sobre todo hacia Europa con las peripecias y resultados de conocimiento general. Estos flujos han quedado frenados ahora por el virus, que ha determinado políticas de encierro y aislamiento, confinados a donde se encontraran en el momento de iniciarse estas medidas restrictivas de los desplazamientos, lo que probablemente y en la mayoría de los casos ha tenido el efecto de agravar y hacer más miserable su situación presente. Y hasta esa picardía ha infundido Madre Naturaleza en este virus: la mayor parte de ellos no morirán, así que como en aquel considerado el cuento más breve jamás escrito: Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí.

O sea que éste es un problema que habrá que abordar llegado el momento. Ése que no sabemos cuándo será.

– Terrorismo, variantes internacionales

Como participantes estelares de esos conflictos que han expulsado a tantos del hogar de sus ancestros y su origen hay varios grupos extremistas, terroristas algunos por su métodos y en todo caso cuyo propósito manifiesto es trastocar el orden o sistema establecido y mantenido hasta el presente. Esto no implica justificación alguna ni de atentados ni de masacres, sino una descripción de la realidad que debe asumirse porque, ésa sí, y vuelve Machado: ‘lo que no tiene es remedio’.

Varios de estos conflictos, la nómina de cuyos protagonistas e impulsores resultaría, además de incierta, en exceso prolija, continúan y continuarán cuando y si la crisis de la pandemia haya pasado.

Y como en todos los demás aspectos analizados, se hace más que nunca necesaria una acción global y consensuada de todos los actores internacionales ya que —y ésta es tal vez la lección más importante que aprender ante las consecuencias de la aparición del virus— la globalización es el panorama de fondo de nuestra humanidad, todos nosotros.

El mito del Diluvio, en todas sus variantes, aparte de la lección del castigo, nos enseña que se salva quien está preparado y salva consigo a otras especies y seres vivos, pero también impone otra enseñanza: la historia la escriben quienes duraron para contarla, y la historia, que responde a y por el pasado —ése remoto, inmutable y vigente—, se abre al porvenir de los sobrevivientes.

Tal vez hay que ensayar un pensamiento novedoso, a la manera de:

La primavera árabe se agostó, vino el corona virus y volvió a florecer.

O cualquier otro propósito que creímos mustio, tras esta tempestad renace renovado.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID.

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ÁFRICA SUBSAHARIANA Y EL COVID-19: ESCENARIOS MÁS PROBABLES

Yoslán Silverio González*

En el actual contexto de la pandemia del coronavirus, los medios de comunicación se han centrado en las regiones más afectas: China, Europa occidental y Estados Unidos. Sin embargo, expertos de la Organización Mundial de la Salud han expresado sus preocupaciones sobre lo que podría suceder en el continente africano. Sin ánimo de tener un enfoque “afropesimista” sino objetivo, la situación de África pone a sus habitantes entre los colectivos más vulnerables. Es una región que exhibe las mayores tasas de crecimiento poblacional, donde las problemáticas sociales son resultados de una desigual distribución de la riqueza. Aunque se han observado discretos avances en materia de educación y salud, la región enfrenta graves problemas en estos sectores. El índice de alfabetización es bajo y, en el caso de las enfermedades, ha persistido la incapacidad para eliminar aquellas que no son crónicas. Estos problemas, junto a los conflictos violentos activos, han acentuado la tendencia a la urbanización de la población como parte del proceso migratorio campo-ciudad, haciendo de los centros urbanos verdaderas megalópolis.

África: comportamiento de las variables económicas (2019-2020)

En los últimos años, la región africana se había caracterizado por indicadores macroeconómicos alentadores como resultado de un crecimiento casi sostenido de las principales económicas del continente, incluso por encima de la media mundial. El desempeño “positivo” del Producto Interno Bruto (PIB) había sido posible por el aumento de la inversión extranjera y los proyectos de infraestructuras —en su mayoría de capitales chinos— así como por una estabilidad de los precios de las materias primas. Por primera vez en diez años, las inversiones representaron más del 50% del crecimiento del PIB, mientras que el consumo privado representó menos de 1/3 del mismo. Aun así, el “crecimiento” económico comenzaba a mostrar cifras inferiores: en 2019 se situó en el 3.4%. Esta caída se debió al descenso sostenido de los precios del petróleo desde 2014-15, estabilizados solo de manera coyuntural.

Según un informe del Banco Africano de Desarrollo, esto permitió una proyección del crecimiento de África del 3.9% para el 2020, (3.6% para el África Subsahariana: ASS) y de un 4.1% para el 2021: por debajo de las tasas de los últimos años. Este lento crecimiento se debería a una expansión moderada de las cinco economías más importante de la región: Argelia, Egipto, Marruecos, Nigeria y Sudáfrica que tuvieron como promedio un crecimiento del 3.1%. Este desempeño de la economía africana se debía también al marcado interés de los inversores extranjeros por estas regiones periféricas, donde se estaba produciendo un incremento de la privatización de las ya pocas empresas estatales.

Desde el punto de vista subregional y nacional, los indicadores variaban notablemente. El África Oriental se mantuvo como la subregión de más rápido crecimiento, con un promedio del 5% en 2019, seguido por el Norte de África, con el 4.1%. La tercera subregión más dinámica fue el África Occidental, con el 3.7% (2019) cuando en el 2018 había sido del 3.4%.  En esta área, Nigeria, la principal locomotora económica, debería crecer solo un 2.2% (2020). Se planteaba que la zona del franco CFA mostraría buenos indicadores: del 4.7% (2019) al 4.9% (2020): los países con mejores indicadores serían Costa de Marfil – incremento de la explotación de los recursos minerales y de la agricultura – así como Senegal – debido a la aplicación de la estrategia gubernamental conocida como Plan Senegal Emergente. Por su parte, el África Central creció del 2.7% (2018) al 3.2% (2019) y la subregión del África Austral fue la de peor desempeño: decreció del 1.2% (2018) al 0.7% (2019). Esto se debió, entre otros factores, a las consecuencias devastadoras de los dos ciclones que afectaron la subregión (Idai y Kenneth). Sudáfrica solo crecería al 1.1% (2020)[1]. Sin embargo, otras proyecciones daban un desempeño mucho peor para el caso sudafricano, como se verá más adelante.

De acuerdo con otro informe anual, pero en esta oportunidad de la Brookings Institution (Foresight Africa Report) los cinco países de mayor crecimiento hasta el 2024 serían: Senegal (8.3%), Ruanda (7.9%), Níger (7.3% ), Uganda  (7.2%) y Mozambique (6.9%). Sin embargo, la mayoría de los economistas que participaron en este informe, estaban preocupados con respecto a cómo el cambio climático podría impactar en estos pronósticos económicos: disminución de las cosechas, disminución de la productividad laboral y agrícola, y daños en la salud humana. Todas estas variables podían hacer disminuir el PIB general del continente, lo que nadie había previsto, era la expansión del coronavirus a escala planetaria.

Otro aspecto que incidiría positivamente en estos indicadores era la puesta en pleno funcionamiento del Área de Libre Comercio Continental (AfCFTA, por sus siglas en inglés), prevista para el mes de julio de 2020. La mayoría de los economistas y políticos africanos, estaban muy optimistas en cuanto a los beneficios de la adopción del AfCFTA. Esta iniciativa de integración económica y neoliberal significaría unos 16 mil millones de dólares por motivo al incremento del comercio. Pero para ello, se debería producir un escenario óptimo de liberalización del 100% de las tarifas entre los Estados miembros. De producirse esto, el PIB del continente podría aumentar, en valores reales, de 2.1 trillones (2019) a 3 trillones de dólares para el 2030; es decir, en una década. En este escenario se produciría el incremento de hasta un 33% de las exportaciones intra-africanas y de un 12% del aumento en la generación de empleos[2].

El análisis también debe centrarse en el hecho de que este crecimiento macroeconómico esconde las diferencias entre los países, así como los problemas estructurales y sociales de base, puesto que no significa directamente una modificación del poder adquisitivo de las personas, ni en una modificación de la matriz productiva, caracterizada por una primarización de la actividad económica. En este sentido, el propio informe 2020 African Economic Outlook señalaba que el crecimiento que se ha experimentado en ASS no ha sido inclusivo. Solo 1/3 de los países africanos ha logrado un crecimiento “inclusivo”, al reducir tanto los niveles de pobreza como de desigualdad. A pesar de los progresos económicos en estos países en las últimas décadas, el continente aún está por detrás de otras regiones en “vías de desarrollo”, en áreas como la educación, la salud y en el sector tecnológico.

Otros países con crecimiento económico no han mejorado sus indicadores de reducción de la pobreza, la cual permanece por encima de otras regiones. La pobreza extrema en África afecta al 35% de la población para un total de 395 millones de personas. En esencia, el crecimiento inclusivo – aumento de los niveles de consumo entre las personas pobres y disminución de la inequidad entre los diferentes segmentos poblacionales – ocurrió solo en 18 de los 48 países de ASS.

El informe Dinámicas de desarrollo en África: crecimiento, empleo y desigualdades, creado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) también coincide con el hecho de que África no ha logrado recortar las desigualdades, por lo que no existe una correlación entre el crecimiento del PIB y los indicadores de bienestar. Hay que tener en cuenta la situación del mercado laboral, donde existe una precarización de las condiciones de trabajo, un incremento del comercio informal y por lo tanto, de un alto por ciento de vulnerabilidad de las personas en edad laboral. La proporción de empleo vulnerable en África es del 66%, lo que supone que 282 millones de trabajadores vivan en esta situación. En concreto, los niveles de desempleo superan el 20% en casi todos los países. En Angola, el desempleo estaba en el 30% (2019), en Sudáfrica era del 29% y en Nigeria del 22%. Si se tiene en cuenta el sector juvenil, pues se incrementa notablemente: en Sudáfrica alcanza el 60% de la fuerza de trabajo y en Nigeria el 35%.

En el caso de Sudáfrica, la situación económica se encontraba en un claro deterioro. En 2019 se había proyectado que la economía crecería para el 2020 en 1.7%. Sin embargo, según el Ministro de Finanza de Sudáfrica, Tito Mboweni, la economía crecería solo un 0.9% y la inflación sería del 4.5% (2020). Entre los factores de esta desaceleración se encontraban: la caída de la renta, los persistentes cortes eléctricos y el endeudamiento. En los próximos tres años no se esperaba un crecimiento por encima del 1%. Esta situación ya provocaba el incremento de la protesta social ante la adopción de medidas de ajuste.

El gobierno sudafricano había anunciado el recorte de 160 mil millones de rands (10. 5 mil millones de dólares) para el pago de los empleados del sector público, en los próximos tres años, para reducir la deuda pública; así como recortes en los gastos de los empleados gubernamentales, incluido el uso de vuelos en clase económica para aquellos que tuvieran que viajar por funciones estatales. También se reduciría el pago y la promoción a otros puestos de trabajos, de funcionarios públicos, para el año fiscal 2020, lo que permitiría ahorrar 37 mil millones de rands (2.4 mil millones de dólares). El déficit presupuestario del 2020 se pronosticaba en un 6.8% del PIB, el más grande de los últimos 25 años. Habría igualmente una profundización de las reformas fiscales, de las medidas neoliberales, de la precarización del empleo y aumento de las contradicciones entre los sindicatos y el gobierno[3].

Todos estos indicadores caracterizaban el panorama socioeconómico de África y en particular de la región subsahariana hasta el 2019, así como la proyección del crecimiento económico previo a la crisis generada por la pandemia del Covid-19, cuyos impactos a nivel internacional no tienen precedentes. Las consecuencias negativas para la economía mundial están todavía por ver, pero el escenario más probable es que el mundo vaya camino a una recesión, debido a la paralización de la actividad productiva, el aumento del desempleo, la caída en los niveles de consumo, la quiebra de varias empresas, el cierre de las conexiones aéreas, la caída de los valores de las empresas en las bolsas y el desplome del mercado petrolero.

Toda esta situación tiene su epicentro en los países capitalistas desarrollados, los más afectados por la pandemia, cuyo impacto social —sobre todo el elevado costo en vidas humanos— ha puesto en crisis los sistemas de salud —tanto públicos como privados— y los mismos sistemas políticos de dichos países, cuyos modelos de gestión han quedado completamente desacreditados. Por su puesto, esta situación, hace más difícil la situación en los países periféricos, en particular los africanos.

Situación sanitaria en el continente africano

Los conflictos armados violentos, el terrorismo, la pobreza y el cambio climático, están entre los factores que más inciden en la generación de las crisis humanitarias en África. El impacto social de todos estos elementos ha provocado un alto costo en vidas humanas en lo cual se incluyen enfermedades curables, pero que en el contexto africano se hacen endémicas por la falta de recursos y la voluntad política internacional para solucionarlas. El proceso de privatizaciones como resultado de la imposición de los patrones occidentales del neoliberalismo provocó, entre otros aspectos, la reducción del gasto social y de la capacidad de los Estados en adoptar políticas públicas.

Los sistemas de salud fueron los más afectados, con la disminución de la capacidad hospitalaria, la carencia de personal médico —ya sea por la emigración de médicos y enfermeras fuera del continente[4]— como por las limitaciones en su formación y el encarecimiento de los servicios. La mayoría de países africanos tiene menos de 2 médicos y de 10 enfermeras por cada 10.000 habitantes y según datos de la Comisión Económica para África de la ONU (UNECA), los hospitales tienen una media 1.8 camas por cada 1.000 habitantes [5]. En algunos países las cifras pueden ser peores, por ejemplo, en Níger y Etiopía el promedio es de 0.3 camas por 1.000 habitantes.

Un análisis publicado, en enero de 2020, por Global Health, sobre la distribución espacial y temporal de las epidemias y otras emergencias sanitarias de los últimos tres años, destacaba que 41 países africanos (87% del continente) tenían al menos una epidemia en curso, y 21 de ellos (45%) sufría al menos una epidemia anual, sin tener en cuenta las crisis alimentarias y las hambrunas. Las cinco enfermedades principales que afectan a la mayor parte de la población son el cólera, el sarampión, las hemorragias virales, la malaria y la meningitis, pero también hay que hablar de la incidencia del VIH, sobre todo en los países del África Austral —entre los más afectados están Sudáfrica y Zimbabwe. Además, la desnutrición crónica permanece como una de las causas principales de muerte entre los menores y los que viven en la pobreza extrema. Esta situación forma parte de la cotidianidad sanitaria de África.

Como parte de estos brotes epidémicos de carácter cíclico estuvo la crisis generada por el ébola que afectó a los países del África Occidental entre 2014 y 2016. Estos brotes sorpresivos de enfermedades deterioran, aún más, las condiciones de seguridad humana y tienen serias repercusiones socioeconómicas. Liberia fue uno de los países que estuvieron en el epicentro de dicha epidemia. En septiembre de 2014 se habían reportado unos 5.800 casos, de los cuales Liberia tenía la peor situación, con 1.698 y 871 fallecimientos, seguida por Sierra Leona (1.216 casos y 476 muertes) y Guinea (con 771 infecciones y 498 decesos)[6]. El impacto en la economía se hizo sentir debido a las restricciones de movimientos de personas y servicios, el cierre de las fronteras, la reducción de las actividades agrícolas y la interrupción de los negocios de las compañías extranjeras. Se produjeron pérdidas sustantivas, tanto para el Estado como para los ingresos personales. Las acciones de la comunidad internacional —Organización Mundial de la Salud (OMS) —, incluida la participación de galenos cubanos, permitió la eliminación de la epidemia: “a principios de 2015, Liberia registraba menos de una decena de casos por semana, pero pasaron cuatro meses hasta que pudo ser declarado, el 9 de mayo de 2015, país libre de ébola[7]. Al menos 11.300 personas murieron como resultado de dicho brote de ébola.

Un nuevo brote de ébola estalló desde agosto de 2018 en la República Democrática del Congo (RDC). Según un informe de la oficina de la OMS en la RDC, con cierre 22 de noviembre de 2019, el acumulado de casos fue de 3.301, de los cuales 3.183 fueron casos confirmados y 118 probables. El número total de fallecidos era de 2 198. La mortalidad se situó en el 67% (muy alta). Las zonas de salud de Mabalako y Beni fueron las de mayor incidencia de casos confirmados, informando, respectivamente, el 58% (15/26) y el 31% (8/26) de éstos. Se habían vacunado a un total de 255.061 personas (esto es desde el inicio de la epidemia). Este brote se extendió por unos 20 meses.

El Director Regional de la OMS, Dr. Matshidiso Moeti hizo un llamado a la cautela y la vigilancia, puesto que “todavía no es el final del Ébola en la RDC, debemos permanecer vigilantes en las próximas semanas y más allá”. La OMS elevó la cifra de fallecidos a 2.226 personas en la RDC. La última paciente con ébola fue dada de alta en el centro de atención médica del poblado de Beni, en el este de la RDC, en febrero 2020, cuando ya se comenzaban a reportar los primeros casos de coronavirus en el continente. La experiencia en la lucha contra el ébola en África indicó una mejoría en la respuesta africana a los brotes epidémicos. Según una evaluación de la propia OMS, a pesar de los problemas sanitarios generalizados de África, se ha avanzado mucho en la capacidad de respuesta. La llegada del coronavirus volvió a ser un reto para los líderes africanos y los sistemas de salud.

Evolución de la epidemia del coronavirus en ASS

La expansión de la Covid-19 puso nuevamente en alerta a los gobiernos africanos por las consecuencias que estaba teniendo en China, Europa Occidental y Estados Unidos. Se pensó en un primer momento que la epidemia podría llegar desde China, debido a los fuertes vínculos comerciales que existen entre ambas regiones. Se estima que 2 millones de ciudadanos chinos viven y trabajan en África, así como unos 800.000 turistas de este país visitaban África cada año. También había unos 80 000 estudiantes africanos en China. Todo esto suponía un importante tráfico aéreo. Antes de las restricciones impuestas por el Covid-19 había un promedio de ocho vuelos diarios entre China y ciudades africanas. El temor generó que numerosas compañías aéreas, como Royal Air Maroc, RwandAir y Kenya Airways, cancelaran sus conexiones con Pekín, Guandong y Shangai.

Sin embargo, el primer caso se registró en Egipto, el 14 de febrero, a través de un turista chino y el segundo fue en Nigeria, el 24 de febrero, por un italiano procedente de Milán con destino a la ciudad nigeriana de Lagos, una de las áreas metropolitanas más concurridas del continente. Así Nigeria se convertía en el primer país del África Subsahariana en reportar el virus. A partir de aquí, se repetiría el mismo patrón de contagio: viajeros procedentes de Europa —principalmente de africanos— y luego el inicio de la transmisión local. En las primeras dos semanas —partir de los primeros casos— se comenzaron a adoptar varias medidas.

  • Uganda puso en cuarentena a más de 100 personas que llegaron al aeropuerto internacional de Entebbe, algunas en hospitales de Entebbe y Kampala, y otras fueron confinadas en sus hogares.
  • Zambia destinó dos instalaciones médicas en la capital, Lusaka, para poner en cuarentena a las personas sospechosas; una de ellas era un nuevo hospital de 800 camas financiado y construido con ayuda de China; también había instalado escáneres térmicos corporales en todos los puertos de entrada.
  • Kenia estableció detección obligatoria en aeropuertos, instalaciones de aislamiento y un equipo de respuesta rápida para casos sospechosos.
  • Sudáfrica estableció equipos de respuesta a nivel nacional y provincial, designó a 300 funcionarios de sanidad para el control de puertos de entrada y examinar a todos los viajeros.

En Sudáfrica, país que ya transitaba por una fuerte crisis económica, su presidente Cyril Ramaphosa había establecido el confinamiento —inicialmente por tres semanas— con el despliegue del Ejército en las calles para hacerlo cumplir. Sin embargo, las personas violaban esta medida para salir a comprar suministros, como ocurrió en zonas de Johannesburgo. Con casi 60 millones de personas, la situación sanitaria en Sudáfrica es más complicada puesto que una sexta parte de la población, unos 10 millones de personas, están contagiadas con el VIH, lo que incrementa su vulnerabilidad[8].

Paulatinamente, los gobiernos africanos iniciaron sus esfuerzos por habilitar los laboratorios para hacer los test rápidos. Una treintena de países ya contaban con laboratorios habilitados para dicho fin, por ejemplo, todos los países de África Occidental. También comenzaron a implementar medidas de restricción de entrada de personas procedentes de países con casos confirmados, cancelación de las conexiones aéreas con Europa y Estados Unidos, cierre de las fronteras nacionales, adopción de confinamientos, cuarentenas, restricciones de movimientos de personas —en dependencia de la situación nacional— y la designación de centros de aislamiento. Las medidas de aislamiento son difíciles de aplicar dado que la mayoría de las personas tienen viviendas pequeñas y precarias, viven en condiciones de hacinamiento y tienen que compartir espacios públicos.

La irrupción del virus en África no ha dejado de ser una preocupación para las autoridades sanitarias. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, durante un encuentro con los Ministros de Salud africanos, en Addis Abeba, mostró su preocupación por la potencial expansión de la Covid-19 en estos países caracterizados por tener los sistemas de salud más precarios. A pesar de los problemas de presupuesto, la OMS diseñó un Plan Estratégico de Preparación y Respuesta, con una petición de 675 millones de dólares para apoyar a los países africanos más vulnerables. De igual manera, comenzó a enviar equipos de protección personal a 19 de los países más vulnerables. China también envió material médico para hacer frente al coronavirus en el continente. Según la directora de la OMS para África, la Dra. Matshidiso Moeti, el continente estaba preparado en un 66% para combatir la pandemia, pero de todas maneras son muchos los factores de riesgos que hacen más vulnerables a sus poblaciones, así como la falta de recursos en los hospitales públicos para atender las insuficiencias respiratorias, los fallos multiorgánicos o la disponibilidad de test.

La Unión Africana (UA) y su Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África (Africa Centres for Disease Control and Prevention, Africa CDC) han organizado la respuesta continental para el combate a la Covid-19. En el mes de febrero se nombró a John Nkengasong, como director del CDC de África y a Samba Sow, como Director General del Centro para el Desarrollo de Vacunas en Malí. El Dr. John Nkengasong, Director del Africa CDC hizo un llamado a la creación de un Fondo para la lucha contra la Covid-19 (Continental anti-COVID-19 Fund), por parte de los Estados miembros, con un monto de 12.5 millones de dólares. También planteó la necesidad de que se favorezca el comercio de productos farmacéuticos y médicos que para el caso de África son importados[9]. Ya se habían producido algunos hechos por parte de Estados Unidos de adjudicarse cargamentos médicos que iban con destino a otros países.

Las medidas tomadas a tiempo por parte de los países africanos posibilitaron cierta ventaja frente a la expansión del coronavirus, por eso todavía en África no se evidenciaba un alto nivel de contagio. Además, existió un desfasaje de más de un mes entre el agravamiento de la situación en Europa y en África. En una de sus primeras reflexiones sobre el Covid-19 en África, el embajador cubano ante la UA, Ángel Villa comentaba que si bien en el continente no había —hasta esa fecha— reportes masivos de transmisión autóctona, las cifras podrían ser espeluznantes a partir de su realidad socio-económica. Villa señalaba además que a pesar de las políticas implementadas, los gobiernos no tenían la posibilidad de brindar atención médica ante un posible aluvión de contagiados[10].

Sin embargo, el hecho de que todavía en ASS no se estuviesen dando las cifras de infectados como en Estados Unidos y en los países de Europea Occidental, no significaba que la situación estuviese controlada en el continente.  En el primer mes ya se reportaban casos en 40 países africanos, lo que apuntaba a un porcentaje exponencial de contagio. En la siguiente gráfica se observa el incremento de casos en el mes de marzo. Solo en la tercera semana del mes (del 16 al 22), los casos positivos se cuadruplicaron: pasaron de 102 a 408 y la tendencia siguió siendo esa.

Gráfico. Casos diarios positivos a la Covid-19 reportados en África (del 13 de febrero al 25 de marzo de 2020)[11]

El 22 de marzo llegó a la capital etíope un cargamento de ayuda humanitaria procedente de China para el combate a la Covid-19 en el continente. El envío incluía más de 1.5 millones de test rápidos y 100 toneladas de otros insumos médicos ofrecidos por la Jack Ma Foundation y Alibaba Foundation. A través del Africa CDC se iban a distribuir 20 mil test de diagnóstico rápido para cada país africano, unas 100 mil mascarillas médicas y mil trajes de protección[12]. China ha sido un importante colaborador internacional, sin embargo los insumos todavía no eran suficientes. De acuerdo a las cifras oficiales del propio centro de la UA, con fecha del 26 de marzo, el virus se había extendido a 46 países del continente, siendo Sudáfrica el más afectado, con 709 casos, seguido por Egipto con 402; Argelia con 264; Marruecos con 170, y Burkina Faso y Túnez, con 114 cada uno.

Tabla. Situación epidemiológica en África hasta el 6 de abril de 2020[13]

 

Hasta el 6 de abril solo cuatro países no reportaban casos confirmados. La subregión más afectada era el norte de África, con Egipto y Argelia con la mayor cantidad de casos. En segunda posición estaba el África Austral, donde Sudáfrica tenía la peor situación epidemiológica. Para el 7 de abril ya se reportaban 10 mil casos positivos y 1 080 personas fallecidas. Estos datos son solo aproximados puesto que, debido a las limitadas capacidades de los Estados para la realización de los test rápidos, las cifras oficiales estaban por debajo de los casos reales. A dos meses de los primeros casos (23 de abril de 2020) se habían realizado solo 500 mil análisis para un promedio de 325 por un millón de personas. (325 x millón de habitantes). Hasta esta fecha la pandemia era un hecho en los principales centros urbanos, pero en la medida que el contagio penetrara los poblados del interior y las zonas rurales más apartadas, se hacía más difícil su control.

En la última semana del mes de abril los contagios se incrementaron en un 43%. Solo Lesoto y Las Comoras no tenían casos confirmados. Esta situación confirmaba las alertas de los expertos de la OMS sobre la rapidez del contagio en África. Para el 23 de abril ya se reportaban 26.134 personas confirmadas con el coronavirus, de ellas 1.234 habían perdido la vida y 7 mil se habían recuperado. Los países más afectados seguían siendo Sudáfrica (con 3.635 casos y 65 muertos), Egipto (con 3.490 casos), Marruecos (3.397) y Argelia (con 2.910 casos y 400 muertes). Incluyendo a Nigeria, estamos en presencia de las cinco mayores economías del continente, las que más aportan al PIB general de África (60%) y las más afectadas, por lo que las repercusiones económicas a lo interno de estos países repercutirán en cada una de las subregiones en las que estos se encuentran.

El continente africano tiene todas las condiciones para eventualmente convertirse, en el mediano plazo, en el cuarto epicentro de la pandemia, después de la primera fase en China, cuando surgiera; luego Europa Occidental y un tercer momento en las Américas, con Estados Unidos concentrando el mayor número de casos. Los factores de riesgo que potencian la expansión del Covid-19 en África apuntan a un escenario probable de que la pandemia aquí pueda alcanzar proporciones alarmantes con fuertes consecuencias sociales y económicas.

Entre los factores que más pueden incidir en una rápida propagación de la actual pandemia se encuentran la extrema densidad de población en las zonas urbanas con una periferia con condiciones higiénicas bien deteriorada sin acceso a agua potable para poder cumplir con las medidas sanitarias y donde existen enfermedades bases que pueden complicar la estabilidad de los pacientes una vez contagiados: la desnutrición crónica, el VIH, etc. Por ejemplo, la malnutrición crónica tuvo una incidencia del 10% de la población en Etiopía y Nigeria en 2016.

Todo esto es un resultado de la pobreza extrema, de las condiciones en las zonas rurales, donde también hay comunidades nómadas que se desplazan de una región a la otra para su sustento diario. Las medidas de confinamiento afectan a las personas que viven en la extrema pobreza y a aquellos que tienen trabajos informales y que tienen que ganarse su sustento con lo que puedan ganar en el día: la llamada “economía de subsistencia”. Esto hace prácticamente imposible para ellos poder permanecer por mucho tiempo en situación de confinamiento. Por ello, ya varios países se han planteado relajar estas medidas de aislamiento social. Por ejemplo, Zimbabwe y Níger han planteado que no tienen recursos para prolongarlas indefinidamente.

Gráfico. Factores de riesgo que potencian la expansión del Covid-19 en África

En el caso de las zonas rurales un factor positivo pudiera ser la poca densidad de población y el aislamiento que existe entre muchas de las comunidades. Sin embargo, los flujos migratorios irregulares, característicos de ASS, ponen en riesgo a estas poblaciones que llegan a países en los cuales no tienen acceso a los sistemas de salud.  Una situación muy particular tienen las personas en los campos de refugiados, muchas veces en condiciones de hacinamiento, así como los desplazados internos por conflictos armados, que no permite que se puedan adoptar medidas de prevención con esas personas[14]. Muchos centros de salud en zonas afectadas por conflictos se han cerrado a causa de la violencia y los niveles de inseguridad[15].

Teniendo en cuenta los elementos expresados hasta el momento, cuáles serían los escenarios más probables del impacto del Covid-19 en el corto y mediano plazo.

Escenarios más probables del impacto socioeconómico del Covid-19 en ASS

La mayoría de las proyecciones del impacto del nuevo coronavirus en la economía, indican que el mundo va camino a una recesión como resultado de la paralización de las actividades productivas, de la caída del consumo y del comercio internacional, lo que ha puesto en jaque a los países desarrollados. La tendencia general siempre ha apuntado a que las crisis generadas en estos países tienen efectos devastadores para las naciones subdesarrolladas, en particular para los africanos. Por lo tanto, aunque los líderes políticos de la región logren controlar la expansión del coronavirus, las repercusiones de la crisis económica tendrán un impacto significativo sobre sus países, por lo que no se trata solo de una crisis sanitaria sino económica y social.

Achim Steiner, administrador del PNUD, señala que la creciente crisis de la Covid-19 “amenaza con golpear desproporcionadamente a los países en desarrollo, no solo como una crisis de salud a corto plazo sino como una devastadora crisis social y económica en los meses y años venideros[16]. La Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para África de la ONU (UNECA), Vera Songwe, planteó que las naciones africanas necesitarían un estímulo económico de emergencia de 100.000 millones de dólares que le permita adoptar medidas de prevención y apoyar a los frágiles sistemas de salud[17].

Ante este panorama internacional, se producirá una fuerte afectación sobre los indicadores que aportan al crecimiento económico. La región podría perder la mitad de su PIB, con un decrecimiento del 3.2% al 2%. Varios factores incidirán en estos indicadores. Se plantea que los países africanos pueden perder hasta el 35% del valor de sus exportaciones e importaciones, en comparación con el 2019[18], tras las alteraciones en las cadenas de suministro internacional como resultado de la reducción de la actividad productiva e industrial en los principales socios económicos del continente (los países europeos, China y Estados Unidos). También en ello incidirá la paralización del comercio intrarregional, producto del cierre de las fronteras.

Habrá una marcada reducción de los fondos a la Ayuda Oficial al Desarrollo y de otros programas de colaboración procedentes de los países miembros de la Unión Europea o de los Estados Unidos, debido a la crisis por la que estos países están atravesando. También los flujos de inversión extranjera directa se ven reducidos (hasta un 15%), poniendo en peligro los programas en ejecución y los proyectos aprobados. De igual manera, el volumen de remeses hacia África se verá afectado. Por lo tanto, se contraen los mercados financieros, las monedas nacionales pierden valor y se incrementa la inflación. En este sentido, la UA dispondrá de menos recursos para hacer frente a la pandemia de la Covid-19.

Los países productores y exportadores de petróleo son los más afectados por el descenso de los precios del barril de crudo y la inestabilidad en el mercado. Los precios del petróleo han oscilado entre los 11 y 25 dólares por barril, por lo que se reducen los presupuestos nacionales de dichas naciones. De acuerdo con la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA) la región podría sufrir pérdidas por un valor de 65.000 millones de dólares como resultado de la crisis en el sector petrolero. “La CEPA considera que la pandemia podría generar una caída pronunciada de las ganancias por exportación de combustibles de África, calculadas originalmente en 101.000 millones de dólares para 2020. Como ejemplo, el organismo regional de la ONU citó el caso de Nigeria, donde el COVID-19 podría reducir entre 14.000 y 19.000 millones de dólares las exportaciones de crudo este año[19]. Entre los países más perjudicados por el descenso de los precios del petróleo se encuentran Argelia, Angola, Nigeria, Camerún, Chad, Guinea Ecuatorial, Gabón, Ghana, Sudán, Sudán del Sur y República del Congo[20].

La recuperación de la situación sanitaria en China y la reactivación de su actividad productiva, supondrá un incremento de las relaciones del gigante asiático con el continente. La reducción de los niveles de consumo de petróleo en Europa Occidental y Estados Unidos, podría suponer un escenario de incremento de las importaciones de petróleo por parte de China, procedente de ASS. Esta podría ser una alternativa para las exportaciones africanas que tienen a China como uno de sus destinos favoritos.

Entre los sectores que ya están entre los más afectados se encuentra la industria del turismo que genera importantes ingresos para los países africanos. Para 15 países africanos el turismo representa más del 10% de su PIB y para 22 de ellos es más del 8%. En naciones como Seychelles, Cabo Verde y Mauricio el turismo contribuye con más del 25% del PIB nacional y emplea a más del 20% de la fuerza de trabajo. Las pérdidas por la covid-19 en este sector se valoran en 50 mil millones de dólares y en más de 2 millones de empleos directos e indirectos[21].

La suspensión de los vuelos procedentes de Europa e incluso el cierre de las conexiones aéreas entre países africanos repercutirá en este sector. El transporte aéreo en África genera ganancias por 55 mil millones de dólares, 6.2 millones de empleos y contribuye con el 2.6% del PIB continental. Las restricciones a los vuelos afectaran a las compañías Ethiopian Airlines, Egyptair, Kenya Airways y South African Airways[22]. Muy relacionado con ello se encuentra la paralización de la puesta en funcionamiento del Mercado Aéreo Común, iniciativa adoptada por la Unión Africana en el marco del Área de Libre Comercio Continental (AfCFTA).

El AfCFTA entraría en vigor en julio de 2020, pero debido al cierre de las fronteras se va producir en retroceso en su puesta en funcionamiento, al igual que la implementación del Protocolo de Libre Movimiento de Personas que ya tenía varias ratificaciones, pero que sin dudas también será postergado. Por lo tanto, habrá una paralización de los proyectos impulsados por la UA, al menos de los que no contribuyan directamente con hacer frente a la pandemia, que se convierte en el objetivo estratégico principal de la UA y de los Estados más afectados. Los gobiernos se ven obligados a incrementar el gasto en salud, pero la falta de recursos financieros no se los permite, ante la creciente demanda.

A nivel nacional, los impactos económicos no serán iguales, pero las medidas de cuarentena o confinamiento han significado el cierre de los mercados públicos e informales —muy característicos en África— así como de los negocios y por ende en la pérdida de empleos. Se incrementan paulatinamente los precios de los medicamentos y de los productos que cubren las necesidades básicas de la población ante la desarticulación de las cadenas productivas, de los suministros y la alimentación. La disponibilidad de comida se puede ver seriamente comprometida en una región afectada de manera recurrente por ciclos de hambrunas. El mercado laboral tiende a deprimirse y se incrementa el desempleo, sobre todo, entre la población más joven.

Las debilidades estructurales de las economías africanas y los bajos ingresos de la mayoría de la población, no permiten que las medidas de aislamiento social se prolonguen por mucho tiempo, ante la necesidad de buscar trabajo. En el mediano plazo, los gobiernos se verán obligados —ya sea por la presión social como por la económica— a desmontar las medidas de cuarentena, por lo insostenible que se hace la situación desde el punto de vista económico. Este sería el peor de los escenarios, puesto que la pandemia todavía no estaría controlada y por ende se incrementarían los casos de contagios. Los sistemas de salud colapsarían ante la imposibilidad de atender a toda la población afectada debido al reducido número de personal médico, de hospitales e insumos[23]. A diferencia del brote de ébola, que fue regionalizado y afectó a muy pocos países, la pandemia perturba a todos los países de África, en mayor o menor grado, por lo que los países son los que tienen que asumir la mayoría de sus gastos de manera unilateral, sin esperar mucha ayuda procedente del exterior.

Las repercusiones políticas serían a más largo plazo. La agudización de las condiciones socioeconómicas podría pasarles factura a varios gobiernos cuando se produzcan los ciclos electorales previstos en cada uno de los países, si es que las condiciones sanitarias permiten su organización. Por lo tanto, podría darse un escenario donde las elecciones, a diferentes niveles, sean pospuestas, alargando los mandatos presidenciales. Esto sin dudas generaría antagonismos políticos con las fuerzas de oposición y el estallido de crisis políticas como resultado de la presión social. En los países afectados por enfrentamientos armados —ya sean guerras civiles como acciones armadas en determinadas áreas dentro de un país—, las autoridades gubernamentales no puedan implementar las medidas de contención y las poblaciones ya están en condiciones de vulnerabilidad. Estas condiciones validan, una vez más, la tesis del profesor Dr. Silvio Baró sobre cómo las crisis generadas en África son multidimensionales y afectan todos los sectores de una manera interconectada e interdependiente.

* Investigador Agregado/Jefe del Equipo de África. Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), Cuba.

Bibliografía

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Referencias

[1] African Development Bank. 2020 African Economic Outlook. Abidjan, Côte d´Ivoire. Disponible en: https://www.afdb.org/en/documents

[2] Yinka Adegoke. African economies will outperform global growth in 2020 despite a lag from its biggest countries. January 12, 2020. Disponible en: https://qz.com/africa/1783714/african-economies-to-watch-in-2020-debt-and-climate-crisis/

[3] Hassan Isilow. South Africa cuts 2020 economic outlook by half. 27.02.2020. Disponible en: https://www.aa.com.tr/en/africa/south-africa-cuts-2020-economic-outlook-by-half/1746171

[4] Por solo poner un ejemplo, según un estudio de la Organización Internacional para las Migraciones, Ghana tiene la tasa más alta de emigrantes cualificados del África Occidental, con un 46%. Dentro de esta, el sector de la sanidad es el más afectado, puesto que el 56% de los médicos y el 24% de las enfermeras formadas en el país, se encuentran trabajando en el exterior. Ver: Aumenta el número de ghaneses cualificados que buscan trabajo fuera de África. Afrol News, 11 de enero de 2010. Disponible en: http://www.afrol.com/es/articulos/35058

[5] África está a tiempo de evitar catástrofe Covid-19, según ONU. Telesur, 30 Marzo 2020. Disponible en: http://www.cubasi.cu/es/noticia/africa-esta-tiempo-de-evitar-catastrofe-covid-19-segun-onu

[6] Ver: Socio-economic impact of the Ebola Virus Disease in Guinea, Liberia and Sierra Leone. United Nations Development Program, Policy Notes Volume 1, Numbers 1-5, 2014, p.9 y 10. Disponible en: http://reliefweb.int/4B594FCD-4123187/FinalDownloadId-tes/reliefweb.int/files/resources/UNDweb.pdf

[7] Luis Raúl Vázquez Muñoz. “El ébola no perdona, y el juego tenía que ser perfecto”, en: Juventud Rebelde, Suplemento Científico Técnico, 31 de mayo de 2015, p. 3

[8] África, el continente donde la expansión del Covid-19 no ha hecho más que comenzar. 29.03.2020. Disponible en: https://www.rtve.es/noticias/20200329/africa-continente-donde-expansion-del-covid-19-no-hecho-mas-comenzar/2011002.shtml

[9] Communiqué of the Bureau of the Assembly of the African Union Heads of State and Government Teleconference on COVID-19, Held on 26 March 2020. March 26, 2020. Disponible en: https://au.int/en/pressreleases/20200326/communique-bureau-assembly-african-union-heads-state-and-government

[10] Ángel Villa Hernández. África: un continente que merece lo mejor y que pudiera enfrentarse a lo peor. Prensa Latina. Disponible en: https://www.prensa-latina.cu

[11] Unión Africana. Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África (CDC) con fecha del 25 de marzo de 2020.

[12] Africa’s fight against COVID19 receives major boost with Alibaba donation of 1.5 million test kits and 100 tons for infection prevention and control commodities. March 23, 2020. Disponible en: https://au.int/en/pressreleases/20200323/africas-fight-against-covid19-receives-major-boost-alibaba-donation-15

[13] Elaboración propia con datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África (CDC) con fecha del 6 de abril de 2020.

[14] En el continente existen unos 15 millones de personas desplazadas internas y alrededor de seis millones de refugiados (2019).

[15] Patrick Dupoux , Jim Larson , Shalini Unnikrishnan y Wendy Woods. Fighting COVID-19 in Africa Will Be Different. March 26, 2020. Disponible en: https://www.bcg.com/publications/2020/fighting-covid-in-africa.aspx

[16] Citado por: María Victoria Valdés Rodda. COVID-19 en África: Los más necesitados. Bohemia, Cuba, 1ro de abril de 2020. Disponible en: http://bohemia.cu/mundo/2020/04/covid-19-en-africa-los-mas-necesitado/?fbclid=IwAR1IFQ-PdKaeS9rmhKJAo2_-1I-ukLqPWwsDfHF3nvhLSWbD57xMq2VoPhs

[17] África está a tiempo de evitar catástrofe Covid-19, según ONU. Ob. cit., p.1.

[18] African Union. Impact of the coronavirus (covid 19) on the african economy, p. 13.

[19] África podría perder la mitad de su Producto Interno Bruto por la crisis del coronavirus COVID-19. 17 de marzo de 2020. Disponible en: https://news.un.org/es/story/2020/03/1471292

[20] African Union. Impact of the coronavirus (covid 19) on the african economy, pp. 15-17

[21] African Union. Impact of the coronavirus (covid 19) on the african economy, p. 15

[22] African Union. Impact of the coronavirus (covid 19) on the african economy, p. 14.

[23] El coronavirus en África podría ser catastrófico. Fundación Sur, 25/03/2020. Disponible en: http://www.africafundacion.org/spip.php?article36845

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