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SIRIA Y EL «ATLANTISMO»

Roberto Mansilla Blanco*

La caída del régimen de Bashar al Asad en Siria tras la toma de Damasco por parte de los rebeldes recuerda levemente dos precedentes con desenlaces distintos: el final del régimen libio de Muammar al Gadafi en medio de las hoy inexistentes Primaveras árabes de 2011; y el regreso al poder en Afganistán por parte de los talibanes en 2021.

Desde entonces, la Libia post-Gadafi está sumida en una caótica confrontación entre «señores de la guerra» y crisis humanitaria a las puertas de las costas mediterráneas europeas. Por su parte, Afganistán con el retorno Talibán vuelve al redil del islamismo salafista más radical pero bajo un prisma geopolítico diferente tras la retirada estadounidense y con Rusia y China como actores de mayor influencia regional y global. Ambos contextos, el libio y el afgano, pueden resultar clarividentes a la hora de intentar descifrar qué es lo que le espera a la Siria post-Asad.

No se debe pasar por alto un elemento histórico: la caída del régimen de al Asad pone punto final al predominio de los regímenes nacionalistas, socialistas y panarabistas que, bajo el influjo del nasserismo y del partido Ba’ath, ejercieron una importante repercusión política desde la década de 1950 en países como Egipto, Siria, Irak y Sudán. Visto en perspectiva histórica, lo recientemente ocurrido en Siria marca una nueva etapa.

Obviamente la actual crisis siria implica observar importantes pulsos geopolíticos que deben también analizarse bajo el prisma de las crisis libia y afgana. Más allá de las revueltas populares propiciadas por la denominada Primavera árabe, la caída de Gadafi bajo presión de la ONU y la OTAN significó una pírrica victoria para el «atlantismo» y un revés para Rusia y China, que tenían en Gadafi a un aliado regional. Un revés geopolítico mucho más significativo para Beijing, que tenía en Libia un importante entramado de inversiones petroleras y de infraestructuras.

Por otro lado, el retorno al poder de los talibanes en Afganistán supuso un duro golpe para el prestigio de EEUU y una victoria geopolítica para Rusia y China, que veían con ello alejar la presencia de Washington en sus esferas de influencia en Asia Central. Puede intuirse que, en este caso y tras la caída de Gadafi, Moscú y Beijing le devolvieron el golpe al Occidente «atlantista».

Estos sórdidos pulsos geopolíticos explicarían la crisis actual en Siria. La caída del régimen del clan al Asad (en el poder desde 1970) supone notoriamente una victoria para el primer ministro Benjamín Netanyahu y, tangencialmente, para los intereses «atlantistas» que están a la espera de reconfigurarse ante la toma de posesión presidencial de Donald Trump el próximo 20 de enero de 2025. El duro golpe asestado en Siria al denominado eje chiíta (también propagandísticamente conocido como «Eje de la Resistencia») en Oriente Próximo, manejado desde Teherán con apoyo ruso y chino, abre el compás a una súbita e inesperada recomposición de piezas y de equilibrios geopolíticos en la región.

La reciente tregua de Netanyahu con el movimiento islamista libanés Hizbulá resultó clarividente porque precedió a la espectacular ofensiva de los rebeldes sirios liderados por un hasta ahora desconocido Hayat Tahrir al Sham (HTS), un grupo islamista yihadista cuyo nombre literal es Organización para la Liberación del Levante, antiguo Frente al Nursa y con vínculos con Al Qaeda.

Con presunto apoyo turco, país miembro de la OTAN, aliado del eje sino-ruso con incómodas relaciones con el régimen de al Asad y que tiene intereses estratégicos en Siria a la hora de evitar la posibilidad de un reforzamiento en sus fronteras del irredentismo kurdo, la «nueva Siria» que auguran los rebeldes se asemeja al rompecabezas de fuerzas militares, paramilitares y políticas que han dominado en el Afganistán de los últimos treinta años y en la Libia post-Gadafi. Un delicado equilibrio que no necesariamente augura un marco de estabilidad regional.

El inesperado final de la dinastía al Asad debe medirse igualmente como un notorio revés geopolítico para Rusia, Irán e incluso China, país con importantes inversiones en infraestructuras en ese país árabe. El factor geoeconómico también está presente en la caída de al Asad. Siria aspiraba ingresar en los BRICS, cuya cumbre en Kazán (Rusia) en octubre pasado impulsó toda serie de mecanismos orientados a «desdolarizar» la economía global y procrear alternativas al esquema económico occidental predominante desde el final de la II Guerra Mundial.

Moscú cuenta con una base militar en Tartus, en las costas mediterráneas sirias, una importante posición geoestratégica que obstaculiza los intereses «atlantistas» manejados desde Washington. Una Rusia absolutamente concentrada en la guerra en Ucrania y un Irán ocupado en la guerra cada vez menos híbrida y más directa con Israel son factores que igualmente pueden explicar la súbita caída del régimen sirio, en especial a la hora de tomar en cuenta la aparente incapacidad de Moscú y Teherán para asistir a su aliado y mantenerlo en el poder. Tras aterrizar en la capital rusa, el Kremlin concedió el asilo humanitario a Bashar al Assad y su familia.

Por otro lado, Teherán nutría de apoyo logístico y militar a al Asad, siendo éste su principal aliado en la región. Su caída, así como la neutralización por parte israelí del Hizbulá y del movimiento islamista palestino Hamás, deja a Irán en una difícil posición geopolítica a nivel regional, mucho más a la defensiva y sin aliados estratégicos con capacidad para asestar una respuesta asertiva.

El propio Trump arrojó más suspicacias sobre lo que sucede en Siria asegurando que la caída de al Asad se debió porque a Rusia «dejó de interesarle» el suministro de apoyo militar y político a su aliado árabe. Esta declaración, unida al asilo otorgado por Moscú a la familia al Asad, es una clave para nada descartable a la hora de confirmar que, a pesar de las confrontaciones geopolíticas, detrás del final del régimen sirio podría estar operándose un tácito quid pro quo entre Rusia y el Occidente «atlantista».

Con todo, este escenario no descarta la plasmación de pulsos geopolíticos en otras latitudes orientados a disminuir la capacidad de influencia entre uno y otro contendiente. Un caso significativo es la crisis georgiana tras las elecciones legislativas de octubre pasado.

Mientras que el gobierno del partido Sueño Georgiano ha congelado el proceso de negociación para una eventual admisión en la Unión Europea (un evidente triunfo geopolítico para Rusia), en las calles de Tbilisi, la capital georgiana, se presentaba una serie de protestas que parecían recrear un nuevo «Maidán» similar al acontecido en Kiev durante el invierno de 2013-2014 y que implicó la caída del presidente ucraniano Viktor Yanúkovich, pieza estratégica del Kremlin.

 

Desde Europa hasta Asia Oriental

El prudencial optimismo que se ha observado en Occidente tras la caída de al Asad, aparentemente sin percatarse demasiado ante el hecho de que los rebeldes sirios están dominados por un oscuro movimiento yihadista con redes de conexión con Al Qaeda y el Estado Islámico, implica observar cómo la crisis siria define un margen de actuación del «atlantismo» que viene acelerándose en las últimas semanas como política preventiva ante la asunción al poder de Trump, cuyas declaraciones definen la posibilidad de contraer los compromisos de Washington con los intereses «atlantistas».

Estos marcos de actuación se han observado en las últimas semanas desde Europa hasta Asia Oriental. Comencemos por el rocambolesco escenario electoral en Rumanía tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales de noviembre pasado.

El 2 de diciembre la Comisión Electoral validó la victoria de Calin Georgescu, considerado un candidato prorruso. Tres días después, las autoridades electorales en Bucarest desconocieron esos resultados toda vez que en Francia se escenificaba la caída del gobierno del primer ministro Michel Barnier tras una moción de censura impulsada por la ultraderechista Marine Le Pen (conocida por sus lazos con el Kremlin) y la izquierda francesa.

La caída de Barnier muestra a una Europa que observa atónita como el histórico eje franco-alemán, que marcó los cimientos de la UE, se sume en sendas crisis políticas que afectan los intereses «atlantistas» y que cambian los delicados equilibrios de poder de Bruselas con Rusia.

El adelanto de elecciones generales en Alemania para febrero de 2025 es sintomático porque podría confirmar el progresivo ascenso de la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD), señalada como aliada del Kremlin. Así, desde París hasta Berlín el clásico bipartidismo entre socialdemócratas y conservadores se ve alterado ante el ascenso de opciones más populistas y críticos con el establishment europeísta que la actual presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, intenta mantener en pie a toda costa con el apoyo de las fuerzas «atlantistas» vía Washington y la OTAN.

Por otro lado, el cada vez más opaco presidente ucraniano Volodymir Zelenski ha dejado entrever su presunta aceptación de una tregua con Moscú incluso aparentemente aceptando las ganancias territoriales rusas desde que comenzó el conflicto en 2022.

En medio de las tensiones entre Moscú y la OTAN, las expectativas de Zelenski evidenciarían la incapacidad ucraniana y «atlantista» para mantener el esfuerzo militar contra una Rusia demasiado concentrada en varios frentes dentro de sus esferas de influencia geopolítica en su espacio contiguo euroasiático. En caso de eventualmente darse esta tregua ruso-ucraniana anunciada por Zelenski, la OTAN estaría persuadida a observar con atención en qué medida sus intereses en Ucrania no se verán afectados manteniendo firme su apoyo militar a Kiev.

Pero dejemos Europa y concentremos la atención en Asia Oriental. El 3 de diciembre se observó una surrealista escenificación de un intento de golpe de Estado en Corea del Sur, cuando el presidente Yoon Suk-yeol intentó impulsar la Ley Marcial para, horas después, postergarla por el rechazo parlamentario. Esto dio paso a inesperadas protestas en la capital, Seúl, la destitución del ministro de Defensa y la salvación in extremis del propio presidente surcoreano de ser objeto de una moción de censura similar a la de Barnier en París.

El mandatario surcoreano atribuyó su fracasada decisión de imponer la Ley Marcial a una presunta interferencia de Corea del Norte vía parlamentarios opositores. Unos días antes, el ministro de Defensa ruso, Andrei Belousov, estuvo en Pyongyang para reforzar la alianza estratégica militar entre Rusia y Corea del Norte.

En medio de estos acontecimientos, la UE y MERCOSUR rescataban un histórico acuerdo de libre comercio congelado durante 25 años con la intención de eventualmente construir la mayor área de integración a nivel global. A falta de ser ratificado y con no menos críticas sobre su operatividad, el objetivo en Bruselas con este acuerdo buscaría atar compromisos geoestratégicos ante el regreso de un Trump que ya ejerce de presidente anunciando fuertes aranceles proteccionistas, y al mismo tiempo neutralizar el peso geoeconómico y geopolítico de China en América Latina.

Vistos todos estos pulsos geopolíticos, la caída del régimen de Bashar al Asad en Siria no deja de explicar cómo los grandes actores de la política internacional intentan recomponer piezas a su favor ante las incertidumbres que se ciernen con Trump en la Casa Blanca.

Mientras ese Occidente «atlantista» clama por una transición pacífica en Siria surgen ahora tres interrogantes de calado geopolítico. La primera, ¿cuáles serán a partir de ahora las expectativas e intenciones de unos rebeldes sirios dominados por un desconocido grupo yihadista con conexiones exteriores que deberán ahora presumiblemente asumir un nuevo gobierno en un Oriente Próximo cada vez más convulsionado? En segundo lugar, la Siria post-al Asad, ¿se convertirá en la «nueva Libia» o en el «nuevo Afganistán» de Oriente Próximo?

Y finalmente, una tercera interrogante: en este pulso geopolítico entre las grandes potencias, tras la caída de al Asad, ¿se puede especular con una situación similar en la Venezuela de Nicolás Maduro, aliado precisamente de Rusia, China, Irán, Hizbulá y el hoy derribado régimen de Bashar al Asad y que parece estar en la diana de Trump, a tenor de las declaraciones realizadas por el próximo Secretario de Estado, el cubano-estadounidense Marco Rubio? Como en el caso de al Asad en Siria, ¿se verán obligados Moscú y Teherán a eventualmente dejar caer a un aliado como Maduro?

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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LAS RAZONES DE LA GUERRA EN SIRIA (2011-2019)

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Carabo Spain en Pixabay

Han pasado diez años desde que comenzó la guerra civil siria en 2011. Siria ha pasado de la rápida destrucción del país a la de la victoria, recordando Vietnam en las décadas de 1960 y 1970. Muchos, de hecho, se preguntan por qué Siria, un Estado tradicionalmente secular y socialista y multipartidista (también hay dos partidos comunistas representados en el Consejo Popular Sirio, el parlamento en Damasco), no se ha derrumbado, en comparación con los otros dos países socialistas, Irak primero y Libia después, consumidos más tarde por las guerras civiles.

En primer lugar, tenemos que entender por qué Siria es importante.

Geográficamente, Siria está en el corazón de todos los oleoductos desde Oriente Medio hasta Europa. Así que si Estados Unidos hubiera ganado en Siria, habrían sido capaces de controlar la única fuente de energía de Europa. En cambio, hace unos días se da la noticia de que The North, Blue, Turk and South Stream, Yamal y Nord Stream 2 son los gasoductos “no alineados”, los que traen gas a Europa desde Rusia. Y ahora la historia del más temido de todos, el gasoducto que quiere llevar el gas iraní al Mediterráneo pasando a través de Irak y Siria.

Es el mismo gasoducto del que se habían elaborado los protocolos de entendimiento de 2011: al año siguiente los gestores petroleros de Irán, Irak y Siria firmaron un tratado para pasar el crudo de Teherán por los tres Estados al Líbano, y luego a nuestro continente.

Este proyecto eliminó automáticamente el plan estadounidense que prefería el gasoducto Qatar-Turquía (Qatar – Arabia Saudí – Jordania – Siria-Turquía). Cuando Bashar al-Assad optó por el gas iraní, la llamada primavera árabe golpeó Siria y libró una terrible guerra civil. Algunos jefes de Estado europeos recibieron la orden de la Casa Blanca de retirar los honores otorgados al presidente al-Assad. Y personalmente recuerdo que la televisión estatal siria que transmitía por satélite no funcionaba.

Una caída en el precio del petróleo golpearía duramente a la economía interna de Rusia, que depende de las exportaciones de energía, con Washington esperando una caída en una “Unión Soviética”-bis.

Por lo tanto, cuando EIIL y los rebeldes sirios, respaldados por los atentos estadounidenses y europeos, golpearon Damasco, el precio internacional del crudo cayó de 147 dólares por barril a un mínimo de 30 dólares, y la economía rusa sufrió. Al mismo tiempo, la caída del precio del crudo no sólo significó un aumento de la deflación importada, sino que también redujo los precios de otros productos industriales en China. La caída del precio del crudo causó una caída sustancial en los ingresos comerciales de las exportaciones chinas, ya que al pagar también con los bienes, vieron caer su producción nacional.

Más tarde, China y Rusia firmaron un acuerdo de petróleo y gas de 400.000 millones de dólares, y Beijing pagó 25.000 millones de dólares por adelantado a Rusia. En ese momento, Rusia, viendo comprometidos sus intereses derivados de la crisis de los precios del petróleo, entró en el campo de batalla sirio para no permanecer inerte frente a las iniciativas estadounidenses.

Al principio algunos se quejaron de que China había comprado petróleo crudo ruso a un precio tan alto (más de 70 dólares por barril), pero ahora que el precio del crudo ha subido por encima de ese nivel, resulta que fue un acuerdo de ganar-ganar.

Pero volvamos a la guerra civil.

Aunque Siria es chiíta, hay un gran número de sunitas en el país. Después de la llamada primavera árabe, las sunitas Turquía y Arabia Saudí presionaron para infiltrarse en Siria y apoyar fuertemente a la oposición sunita siria supuestamente democrática (Ejército Sirio Libre) que tomó dinero de la retrógrada monarquía wahabí.

Por supuesto, Estados Unidos y sus aliados aprovecharon el fuego para apoyar a quienes luchan contra el gobierno legal de Siria. Damasco fue inicialmente incapaz de hacer frente a la situación. Frente a la escalada, Damasco acudió por primera vez a Teherán, Bagdad y otras fuerzas chiítas para obtener apoyo externo. Irán e Irak ofrecieron ayuda para defender el arco chiíta común, ayudando al gobierno sirio al máximo: en ese momento estalló la verdadera guerra civil siria.

Los regimientos mercenarios (contratistas) y voluntarios de los países occidentales, todos los cuales formaban parte de Isis, también jugaron un papel decisivo. Tenían armas sofisticadas y una eficacia de combate extremadamente fuerte: las fuerzas gubernamentales se defendieron todo lo que pudieron, sin posibilidad de un contraataque. Basta leer La trampa de Ma’lula. Siria, 2013 en Guerra, guerra, guerra de Fausto Biloslavo y Gian Micalessin (Mondadori Electa, Milán 2018).

El ganador del Premio Nobel de la Paz de Estados Unidos, Obama, además de controlar el petróleo para mantener la hegemonía del dólar, amenazó a la Unión Europea kantiana con presionar, sólo para luego fijar los precios del oro negro a voluntad: si Siria caía, Washington podría expulsar a Rusia de Medio Oriente y defender aún más a los amigos de las monarquías e imponer sus precios del petróleo.

En el momento de la casi victoria, la Casa Blanca propuso que la solución a la crisis siria era que Bashar al-Assad renunciara para llevar a cabo el oleoducto Qatar-Turquía, pero la Ciudad Prohibida y el Kremlin votaron en contra, y lo que parecía ser un triunfo, resultó ser un punto de inflexión.

Al principio un gran número de personas ingenuas y formadores de opinión contratados y/o chantajeados creyeron y difundieron en los medios de comunicación los mitos de las elecciones libres y la democracia de Els y los terroristas de ISIS, pero las atroces acciones de estos últimosy los llamados “rebeldes” contra la población civil, cambiaron directamente al pueblo sirio e indirectamente a la opinión pública internacional que llegó a saber, incluso a través de satélites indiscretos, que las declaraciones del graduado de Princeton Webster Griffin Tarpley eran ciertas: “Estados Unidos creó el Estado y utiliza a los yihadistas como su ejército secreto para desestabilizar el Medio Oriente” (22 de febrero de 2015). ISIS en los territorios sirios llevó a cabo el exterminio de chiítas y cristianos, compró y vendió esclavos y colaboró con contratistas occidentales.

Más tarde Rusia, las fuerzas libanesas de Hezbolá, la brigada Al-Quds de Irán y voluntarios chiítas y unidades del ejército de la República Popular Democrática de Corea (Norte) repelieron a las fuerzas dirigidas por Isis y la coalición occidental.

Cuando Isis se retiró, Estados Unidos propuso al Consejo de Seguridad un acuerdo de armisticio en Siria, que fue rechazado conjuntamente por China y Rusia, ya que Isis debe ser expulsado completamente de Siria.

Ahora no queda nadie dispuesto a creer que Isis y Els luchaban por la libertad y el voto en Siria. El avance de la coalición legitimista y la presión del público estadounidense vieron dónde está la podredumbre y obligaron a la Casa Blanca a abandonar el campo de batalla sirio.

La guerra ruso-estadounidense en Siria ha terminado, pero la situación allí no se ha calmado, ya que las fricciones ruso-turcas pueden reanudarse en cualquier momento.

En última instancia, el rápido ascenso de Turquía en Medio Oriente es el mayor problema y desafío al que se enfrenta Rusia. Por ejemplo, la guerra civil que estalló en Libia también fue secretamente una disputa entre Rusia y Turquía. Ankara ha intervenido abiertamente y no ha tenido miedo de enfrentarse a Moscú. Esta es una necesidad para la expansión del poder turco: el sueño del nuevo Imperio Otomano.

La guerra civil en Libia puede no ser suficiente para que Rusia y Turquía logren hacer frente y resolver sus conflictos estratégico-militares, pero la colisión entre ambos en Siria puede conducir a un conflicto militar directo. Si estalla una guerra entre Rusia y Turquía en Siria, entonces los estadounidenses apoyarían a Erdogan, para tratar de arreglar el oleoducto a su gusto. Las ambiciones de Turquía han comenzado a ampliarse y los neo-otomanos no detendrán su expansión respaldada por Estados Unidos. Si Turquía aumenta la presión y el antagonismo, violará seriamente los intereses de Rusia, reeditando la eterna batalla entre el sultán y el zar.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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LA SITUACIÓN ACTUAL EN SIRIA

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de MichaelGaida en Pixabay

Las perspectivas actuales de Siria ya no son un retorno, aunque laborioso, a un antiguo Estado unitario anterior a 2015, sino la persistencia de un territorio muy fragmentado. Esto, sin embargo, responde a una lógica de la participación futura de varios países en el gran negocio de reconstrucción.

Las operaciones de guerra en el territorio sirio son actualmente requisitos previos para la futura presencia de los diversos actores estratégicos para la reconstrucción. No sólo son meras acciones de guerra para reconquistar un territorio específico, sino también acciones para lograr una hegemonía “postnacional”.

En este sentido, ya en 2005, en su artículo titulado Guerra es paz: en la posguerra nacional, Ulrich Beck habló sobre la relación entre la responsabilidad postnacional y cosmopolita, actualmente típica de Occidente, cuando la guerra se decide en un lugar específico de cosmópolis.

Se libra una guerra, a menudo una guerra sin fin como Estados Unidos está haciendo, pero luego se libra una nueva guerra para aislar el conflicto tipo 1 del resto del sistema global.

Ciertamente, como bien sabemos, las motivaciones de los diversos jugadores que iniciaron la guerra en Siria fueron mucho más inmediatas y terrenales. Sin embargo, si Occidente decide una guerra en su periferia, siempre debe justificarla globalmente, porque ese es ahora su código de acción y la justificación que debe “vender” a su público.

De hecho, cada vez más laboriosamente.

El Este no debe justificar sus guerras. Sólo las paga. China y Rusia, sin embargo, son muy cuidadosas de no difundir los efectos de un conflicto regional al resto del sistema internacional de equilibrios como un incendio forestal.

Israel continúa sus ataques aéreos en Siria, especialmente para evitar fricciones entre Hezbolá, Irán, algunas unidades sirias y sus posiciones clave en los Altos del Golán.

El 11 de septiembre, la Fuerza Aérea israelí y misiles atacaron las estaciones de construcción de misiles en al-Safirah, cerca de Alepo, probablemente en manos de Hezbolá.

En ese caso, fuentes del régimen sirio declararon que la mayoría de los misiles israelíes fueron derribados por las fuerzas antiaéreas sirias.

La Fuerza Aérea israelí también atacó la base T-4, en la provincia de Homs, con una probable salida de aviones israelíes de la base estadounidense de Al-Tanf en la frontera entre Iraq y Jordania.

Además, algunos analistas logísticos militares afirman que los ataques de Israel dirigidos contra las estaciones de misiles de Hezbolá en Siria y en los Altos del Golán han impedido completamente que Irán transporte armas, tanto dentro de la línea Teherán-Beirut como desde esa línea hasta los Altos del Golán.

Se han registrado otros ataques israelíes en Al-Mayadin y Abu Kamal, pero en total ha habido seis ataques israelíes, al menos desde principios de septiembre de 2020.

También había un depósito de municiones en Abu Kamal.

A la espera de los ataques, pero también de la reconstrucción actual del “Califato”, todo esto queda igualado por la solicitud de Bashar el Assad de estrechar las relaciones con Rusia, en una reunión celebrada el 7 de septiembre pasado entre Bashar el Assad, el viceprimer ministro ruso Yuri Borisov y el ministro ruso de Relaciones Exteriores Lavrov, donde los dos países reafirmaron su lucha común contra el «terrorismo», pero subrayaron sus esfuerzos para la reconstrucción de Siria.

Rusia está más interesada en lograr la hegemonía y beneficiarse del negocio de la reconstrucción que en apoyar militarmente a Assad para que reconquiste plenamente todo el territorio sirio tanto contra la yihad como contra las diversas fuerzas, siempre vinculadas a actores externos. Una operación que es poco probable y de todos modos a futuro y muy cara.

El “Califato” está presente actualmente en varias partes del desierto central sirio.

Ya hubo algunos ataques suicidas de ISIS para recuperar algunos territorios después de la “Batalla de Baghouz” de marzo de 2019, que también puso fin al control del califato sobre Irak. ¿Por qué? Gran parte del dinero que había en Raqqah, la capital del mencionado ISIS, aún está en manos de los diversos líderes regionales que, sin embargo, todavía tienen un vínculo militar y político oscuro, pero probablemente fuerte, entre ellos.

Inicialmente el flujo de dinero fue sobre todo de Raqqah a Abu Kamal, el último puesto avanzado de ISIS antes de la derrota suprema, pero no final. Actualmente, sin embargo, el “Califato” está atacando a Deir-ez-Zor, Raqqah, Homs y Shaddadi, al sur de Hasakah, golpeando tanto al ejército de Bashar el Assad como a las Fuerzas Democráticas Sirias. Hace sólo unos días las fuerzas rusas reconquistaron los depósitos de gas y pozos de Doubayat, al sur de Sukhnah, en la provincia de Homs.

También hubo otros ataques de ISIS contra las milicias chiítas al oeste del Éufrates.

Sin embargo, el más importante fue el ataque de varias tribus (sunni), reunidas por los líderes de la tribu Aqidat, contra las tropas kurdas y especialmente contra las Fuerzas Democráticas Sirias.

Esto ocurrió después de los enfrentamientos en Jajsh Aqidat, pero también hubo una amenaza, ni siquiera demasiado velada, desde la Coordinación Baghouz hasta las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), a fin de obligarlos a disculparse por su comportamiento en la región, especialmente con respecto a los muchos ciudadanos de Baghouz actualmente internados en los campamentos organizados por el FDS liderado por los kurdos. Las tribus realmente cuentan, los ejércitos “extranjeros” menos. Es la lógica del viejo proverbio beduino: “Yo contra mi hermano. Yo y mi hermano contra mi primo. Yo, mi hermano y mi primo contra el extraño”.

Mientras tanto, las Fuerzas iraníes Al Qods apoyan, incluso materialmente, las deserciones chiítas o no chiítas de elementos que ya pertenecen a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), sin que ningún partidario occidental de las FDS acuse el problema.

Las principales tribus kurdas son actualmente siete, con afiliaciones religiosas de diversos orígenes, incluyendo yazidí, yarsanis (la religión kurda más antigua), alevis y obviamente sunitas. En la tradición kurda, sin embargo, también hay una considerable minoría chiíta, los kurdos de Faili, unos 1,5 millones de personas, que se encuentran entre las montañas Zagros y las dos fronteras siria e iraquí, pero ahora también viven en Bagdad, Diyala, Wasit, Missan y Basora.

Siempre han tenido poca afinidad con el Partido Baaz.

A menudo son ricos y ocupan posiciones importantes en las comunidades comerciales de las ciudades donde viven, pero han desempeñado un papel importante en la creación del nacionalismo kurdo.

También están los Shabak, principalmente kurdos iraquíes, que hablan un dialecto iraní y viven en comunidades religiosas (ta’ifa) en el área de Nínive.

Los ancestros de los kurdos Shabak eran casi todos seguidores del místico kurdo Saif-ad-Din Ardabili. Como un hombre vinculado a la orden sufí de Zahed Gilani, la zahedieh, Ardabili creó una tradición mística en gran medida vinculada a la identidad kurda, aunque ninguna orden sufí realmente se unía a estas “apariencias”.

Si no estudiamos las líneas de desarrollo del misticismo islámico, del alauita (que es una expansión moderna del sufismo chiíta) y el misticismo cristiano, no entendemos nada sobre el faccionalismo árabe de Medio Oriente y la verdadera “ruta del incienso” que actualmente separa los diversos territorios del Gran Medio Oriente y no sólo ellos.

Los sufíes, sunitas y chiítas Tariqat conectan áreas muy distantes entre sí: el Cuerno de África se conecta con Irán, desde Sudán hasta el Amazigh del desierto del Magreb, desde la India hasta Egipto.

Cabe recordar que en Turquía las órdenes sufíes fueron prohibidas por Ataturk en 1925, pero siguieron adelante con pocos problemas legales.

Los albaneses y bekhtashi  fueron tolerados y, de hecho, se volvieron poderosos incluso bajo el régimen de Enver Hoxha.

Actualmente la mayor orden sufí es la Qadiriyyah, vinculada a la tradición del primer sufí reconocido por la tradición islámica, Abd Al Qadir al Jilani, que probablemente era kurdo. Era nuestro año 1000 en Bagdad. Es una orden muy rica, gracias a los canales de finanzas informales árabes, y opera en todas partes.

En Sudán también está el Khatimiyyah, o sea el Mirganiyah, por no hablar de la secta mahdi.

También Omar al Mukhtar, bien conocido por las fuerzas de ocupación italianas en Libia, fue un Qadiriyyah, una orden sufí de la que se originó y desarrolló la sociedad secreta de Tijanijah. Se expandió especialmente entre los Amazigh, en nuestro siglo XVIII, y tenía muchos rasgos sufíes.

Incluso están los Fulani, que también festejan mucho la yihad, pero de una manera diferente de Al Qai’da al-Sulbah y otras organizaciones similares muy recientes.

Si en lugar de estudiar cómo engordar al ganso islámico para hacerlo adicto al ritual occidental místico de la papeleta en una urna, hubiéramos estudiado el esoterismo -incluso el político- de los siete sufíes y las diversas cofradías y hermandades, habríamos tenido muchos menos terroristas y problemas políticos.

Como me dijo un viejo “maestro” sufí afgano, “no nos envíe teléfonos móviles y computadoras. Ya los tenemos y sabemos cómo usarlos mejor que tú. Sólo envíanos a un hombre santo y lo escucharemos con respeto”.

El laicismo materialista destruye, sobre todo, a sus fieles. Pero volvamos a Siria.

En Siria, ISIS continúa sus asesinatos contra los soldados de Assad y las Fuerzas Democráticas Sirias. El general Talal Qassem, un oficial vinculado a Assad, fue asesinado, así como dos oficiales de la 4ª División, apoyados y armados por Irán y Muhammad Jamal al-Jamal, muy cercano a Rusia y líder del Comité Deraa. Los yihadistas también mataron a Muhammad Qasim al-Yunis, reclutador de las fuerzas iraníes y de los Quds en Deraa.

De ahí un nivel significativo de la inteligencia territorial del califato, lo que nos hace suponer que se realizarán operaciones mucho más relevantes en el futuro.

Desde 2019 el “Califato” se ha ido reorganizando, desde al-Sukhna en la provincia de Homs, al-Mayadin, en la zona de Deir-ez-Zor, hasta Ma’adan cerca de Raqqa, hacia el desierto de Al-Suwaida, el de Al-Buqamal, de Al-Mayadin, al-Salamiya y al-Zakf, en la zona occidental del desierto de Anbar.

El triángulo primario del califato es actualmente el que existe entre Al-Sukhna, al-Mayadin y Ma’adan que se supone que cuenta aproximadamente con 45.000 militantes. Hablando de nuevo sobre los generales ba’atistas, Firas Al-Nasaan, ejecutivo del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea Siria, el verdadero núcleo de la inteligencia siria y otros líderes del Servicio de Inteligencia de Assad, también fueron asesinados.

Esto implica una peligrosa penetración de las estructuras sirias por la yihad, que ni siquiera Rusia ha sido capaz de evitar.

Hubo enfrentamientos, políticamente muy peligrosos, entre la 8ª Brigada de Assad, en manos de las fuerzas rusas (como todos los cuerpos operativos del ejército sirio) y algunas tribus beduinas en la provincia de Deraa.

Es evidente que esta provincia ya es un área de profunda penetración del califato, pero también de sus redes financieras, políticas y religiosas que, al parecer, actualmente no son una parte evidente de ISIS.

Por lo tanto, esta inteligencia y porosidad militar del régimen de Assad es extremadamente peligrosa y podría frustrar la pax russica y, sobre todo, los proyectos ya definidos de inversión en la “Nueva Siria”, principalmente por China. Por lo tanto, está claro entender quién está detrás de ella, si hay alguien.

Mientras tanto, Estados Unidos está enviando principalmente drones, que mataron a dos comandantes de “Hurras al-Din”, también conocidos como guardianes de la religión, una organización afiliada a Al Qa’eda, pero también se opusieron a las otras filiales tradicionales de la red de Bin Laden en Siria. Los dos comandantes fueron Sayyaf al-Tunisi y Abu Hamza Al-Yamani.

Guerra con control remoto, es decir, zapping estratégico. No será suficiente.

Las dos operaciones estadounidenses fueron registradas por Rusia en el área de Idlib, pero es probable que el contraste entre esta organización Qaedista y las otras tradicionales no favorezca a Haya’t Tahrir Al-Sham y las redes posteriores de Bin Laden.

Sin embargo, se sabe que la red Hurras al-Din, tiene relaciones estables con los servicios de inteligencia turcos. En 2018 operó para mediar entre el Ejército de Liberación Sirio, en el área de Alepo y Ayat Tahrir al-Sham.

El mencionado grupo pro-turco ha operado recientemente en la zona de Hama y, a veces, en Idlib. La Federación de Rusia ha operado con éxito en Siria, pero, principalmente e indirectamente, organizando las estructuras del Ejército de Bashar el Assad, controlándolo de cerca. El faccionalismo del ejército baazista sirio es bien conocido.

En 2018-2019, el Jefe del Estado Mayor de Bashar el Assad controlaba directamente sólo entre 25.000 y 30.000 soldados y oficiales de un total de más de 200.000.

De ahí la utilidad de las milicias chiítas no sirias, como la libanesa Hezbolá; la iraquí y pakistaní Ali Zulfikar, que se originan directamente de los esfuerzos islamistas de la familia Bhutto; la Brigada Abu Fadl al Abbas, nacida en Siria principalmente para prevenir las actividades yihadistas de profanación de mezquitas chiítas (e iglesias cristianas), así como, obviamente, la Brigada Al Quds del Pasdaran iraní, y finalmente la chiíta afgana Fatimiyoun y los miembros de la Brigada pakistaní Zeinabiyoun.

Rusia necesita firmemente que Irán esté presente en Siria, pero ciertamente no quiere dejar el futuro sirio en manos de Irán.

Todo lo contrario. Muchas señales de inteligencia nos dicen que Rusia sabía algunas operaciones de otros actores regionales contra el Pasdaran y las otras fuerzas lideradas por Irán, pero no levantó un dedo.

Por lo tanto, el plan ruso es tener una fuerza baazista móvil y muy centralizada, con una parte significativa del Cuerpo Especial y una autonomía relativa de Rusia, especialmente en el territorio del sur y del este de Siria, con referencia a las operaciones yihadistas de fuerzas más o menos regulares dirigidas por actores regionales o globales.

Ya en 2015 Rusia había creado el 4º Cuerpo Sirio, con un núcleo del antiguo ejército de Bashar el Assad y una unidad de las Fuerzas de Defensa Nacional dirigidas por Irán, así como algunas brigadas del Partido Baaz.

Por lo tanto, es obvio que, en Siria, el segundo oponente de Rusia es un aliado, a saber, Irán.

Por lo tanto, Putin ha calculado correctamente su ecuación estratégica: Occidente no podía oponerse materialmente a su intervención en Siria.

Parte de su intervención en ese país tenía como objetivo desafiar a Occidente. Por lo tanto, muchas operaciones de la zona antiaérea (A2AD) y el control total del espacio aéreo, así como, particularmente hoy en día, el uso continuo de las empresas militares privadas (PMC) por parte de Rusia, le permiten una mayor flexibilidad en el uso de la fuerza y también para “hacer política” en el territorio.

También está el problema del petróleo, que nunca se puede descuidar. A finales de junio de 2020, la compañía estadounidense Delta Crescent Energy firmó un contrato con las Fuerzas Democráticas Sirias dirigidas por los kurdos, pero también con la garantía de los dirigentes kurdos de que Rusia podría beneficiarse del acuerdo y con posibles oportunidades futuras para que Rusia explorara y extrajera petróleo local.

Erdogan también ofreció a Rusia la oportunidad de modernizar los yacimientos petrolíferos de Deir-ez-Zor, para revitalizar la economía siria.

La compañía Mercury, propiedad de Yevgheni Prigozhin, un empresario amigo personal de Putin, ya opera en el este de Siria, pero, mientras tanto, los agentes de Rusia están permanentemente tratando con el Consejo Tribal Sirio, así como con las tribus pro-iraníes Nawaf al-Bashir.

A diferencia de otros países, Rusia sabe que los Estados de Medio Oriente son composiciones móviles de tribus que son la verdadera entidad política básica.

Esto sucede mientras Estados Unidos sale de la zona de amortiguación siria, es decir, el Corredor de la Paz, o el Mecanismo de Seguridad colocado en el lado sirio de la frontera sirio-turca, y por lo tanto China está entrando en escena.

La ayuda humanitaria de China a Bashar el Assad comenzó en agosto de 2016, pero obviamente China siempre subraya el principio de no injerencia en los conflictos y en los asuntos internos de otros Estados.

Sin embargo, también hay que recordar que China ha mostrado una actitud fría también hacia las operaciones aéreas y de misiles de Rusia en Siria, aunque es un aliado abierto y amigo del régimen de Bashar el Assad.

Irán ha buscado a menudo el apoyo chino para su participación en Siria y también está tratando de entrar en el sistema de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO).

Este apoyo chino continuará también durante la probable futura ofensiva de las fuerzas de Assad en Idlib.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo publicado en inglés el 24/09/2020 y exclusivo para SAEEG. Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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