EL PATO DE LA BODA. LAS REDES DE PESCA DE ARRASTRE.

César Augusto Lerena*

En el mundo y también en la Argentina se discute el uso de las redes de arrastre de pesca y sus eventuales efectos negativos sobre la sostenibilidad de los recursos pesqueros y el medio marino. La preocupación y presión de las organizaciones no pesqueras, dio motivo a que la Unión Europea dictara el Reglamento (UE) 2019/1241 del Parlamento europeo y del Consejo del 20 de junio de 2019 sobre «la conservación de los recursos pesqueros y la protección de los ecosistemas marinos», modificándose una serie de reglamentos y anulándose otros; pero que, a nuestro juicio, si bien es un interesante reglamento que avanza pormenorizadamente en mucho detalle técnico, demostrando un importante trabajo de los expertos; entendemos, que pierde de vista la necesidad de revisar la administración global del recurso desde un enfoque ecosistémico.

El mejor estudio de las partes no hace al todo, más aún, cuando los buques de los Estados de los principales países pesqueros, no se limitan a la explotación de los recursos en sus respectivas Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) sino que avanzan pescando a distancia recursos migratorios y asociados, que integran la cadena trófica de las especies de los Estados ribereños y, es probable, que sin adentrarnos todavía a un análisis más profundo podamos decir que es imposible efectuar una administración ecosistémica sino se ejecutan las acciones necesarias para que en alta mar, conforme lo determina la Convención (CONVEMAR), los Estados de pabellón controlan en forma presencial sus buques, determinan las capturas máximas sostenibles y —afectando a intereses de terceros— acuerden la pesca de los recursos migratorios o asociados con los Estados ribereños y, también, se finalice con la captura de especies que no hayan llegado al máximo desarrollo posible; con aquellas acciones que impidan la ecología trófica; descartando en el mar o en los procesos de transformación; no procesando los residuos en el mar; sustituyendo las especies en el desembarco, etc. y, sin una investigación integral ZEE-Alta mar.

Seguramente, es necesario avanzar en los estudios, como el citado Reglamento lo indica en varios de sus apartados, para arribar a conclusiones certeras como resultado del trabajo de expertos oficiales en conjunto con sus pares de las asociaciones pesqueras; pero, en cualquiera caso, las decisiones que se tomen, no deberían estar influidas por presiones empíricas de organizaciones ambientalistas; que pudiendo estar habilitadas a intervenir, lo deben hacer aportando evidencias científicas y soluciones técnicas compatibles con el aprovechamiento eficiente y sostenible de los recursos.

En principio, es necesario tener pruebas científicas y certezas del daño a los recursos pesqueros y al medio marino que podrían provocan las redes de arrastre, según se de artes destinadas a la captura de especies pelágicas (columna de agua); demersales (cerca del fondo) o bentónicas (fondo) y representativas de todos los océanos, realizados por organismos oficiales, como los Institutos Nacionales de Investigación de cada región, no solo en la ZEE, sino también en alta mar, con apoyo económico de los organismos multilaterales.

Cualquier tratado básico de Biología, podría poner en duda inconsistentes científicas de algunas organizaciones; pero, también la delimitación arbitraria de la CONVEMAR, donde se exigen todo tipo de prácticas, controles e investigaciones dentro de la ZEE y luego de las 200 millas la pesca es libre; entendiéndose  erróneamente que el concepto de “pesca libre” habilitaría incluso la depredación y, donde los controles y estudios realizados son escasos; pese, a tratarse, de un mismo ecosistema, provocando que los resultados de las investigaciones en las ZEE, incluso, sean insuficientes e imperfectas.

Estableceremos como “hipótesis de trabajo” que las redes de arrastre causan daños a la pesca y al medio marino; aunque, diremos rápidamente como contrapartida que, según la FAO (Estado Mundial de Pesca, 2022) el número total de buques en 2020 eran unos 4,1 millones (un 62% motorizados), un 10% menos que en 2015; lo que habría llevado las capturas marítimas de aquel año a 78,8 millones de toneladas, una reducción del 7,6% en relación a 2018 y, el empleo, con 37.882.000 pescadores ocupados en la pesca marítima en 2020 un 5,5% menos que en 2018. Datos suficientemente serios, que no se deberían ser dejados de lado, a la hora de alcanzar con rigor científico una certeza de la hipótesis preestablecida. Hay que armonizar entre la “sostenibilidad” biológica y “la sustentabilidad” empresaria.

Paralelo a ello, decimos, que, a pesar de la disminución de buques citada, el tonelaje de registro bruto (TRB) de los buques (el volumen que incluye bodega, máquinas, camarotes, etc.) aumentó en un 28% (1990-2010) y la potencia KW (la potencia del motor) también aumentó un 45% en igual periodo. Es decir, la capacidad de pesca aumentó, aunque todavía las “estadísticas oficiales” solo puedan estar registrando la baja de buques.

Según la FAO (ob. cit. 2022) “corresponde a Asia la mayor flota pesquera mundial, estimada en 2,68 millones de embarcaciones”, es decir un 65% del total de la flota mundial, de las cuales 564.000 son buques chinos. Por su parte, según FAO, África alcanzó al 23,5%, América al 9%, Europa un 2% y Oceanía un 1%. Aunque en estos últimos porcentuales no estén claros cuántos son motorizados y cuántos no.

Un análisis inicial nos permite inferir que no puede atribuirse a este arte de pesca la principal responsabilidad, sino a la aún sobrepoblación de buques a partir de la mayor eficiencia de los existentes y a las más de cuarenta razones por las que podríamos tipificar de pesca ilegal (INDNR) a muchas de las capturas. Por supuesto, dentro de ello, habrá que dar solución a los descartes, como producto de la pesca incidental o a razones comerciales, que de ninguna manera deberían devolverse al mar y, a la captura de mamíferos, aves y tortugas, cuyos aportes hace el Reglamento.

El problema global, lo resume la declaración de Política Pesquera de la Unión Europea de la siguiente manera: «los Estados miembros deberían adoptar medidas específicas, para alinear el número de buques pesqueros comunitarios con los recursos disponibles, a partir del equilibrio entre la capacidad de pesca de sus flotas y la posibilidad de pesca que disponen…»; cuestión, que Global Fishing Watch, se encarga de mostrar la gravedad del desequilibrio existente, al analizar los mensajes de ubicación enviados por los buques pesqueros: «por cada Km2 dedicado el agro, los barcos pesqueros operan cuatro veces más espacio en el mar, cerca del 55% de la superficie oceánica y, contrario a lo que ocurre en las áreas agrícolas, las zonas pesqueras de alta mar, se ubican más allá de las 200 millas de la ZEE, (NdA: es decir fuera de la jurisdicción de las naciones) y tienen un reparto poco proporcional: el 85% de esas capturas las acaparan solo cinco países: China, España, Taiwán, Japón y Corea del Sur» (Álvaro Merino, 07/02/2023) y, nosotros agregamos: diez países se llevan el 65% del total de las capturas del mundo.

También, en un examen del rendimiento tecno-económico de las principales flotas de pesca marítima de veinte países de 2016-2019 en relación al año 2000 se observa un aumento de tonelaje bruto, incrementos sustantivos de esloras y la potencia del motor y menor antigüedad en la flota, verificándose al mismo tiempo una reducción de costos de combustibles y el ahorro de energía debido a avances tecnológicos en las operaciones y los artes de pesca; registrándose avances muy importantes en el aumento de la eficiencia pesquera y la reducción del impacto ambiental de la pesca.

Es decir, teniendo en cuenta lo indicado precedentemente, el número de buques de cada país y sus capturas; contrario a lo que plantea la Unión Europea -si bien limitado a sus miembros- no es posible que «los Estados “deberían” adoptar medidas específicas, para alinear el número de buques pesqueros comunitarios con los recursos disponibles»”, ya que es evidente, que no se trata solo de número de buques, sino de potencia, etc. y que el reparto es inequitativo, muy especialmente fuera de sus jurisdicciones en alta mar, donde unos pocos se hacen de los recursos migratorios de todo el planeta; por lo tanto, no se puede esperar que cada país haga una reducción (que no alcanza) de buques, por ejemplo, sino que ésta —hechos los cálculos pertinentes— debe traducirse en una reducción de capturas, proporcionalmente mayor por quienes están causando mayor esfuerzo pesquero y, aún más, si se trata de pesca tipificada de ilegal, con el tecnicismo o no de “no declarada, no registrada”, ya que cualquiera de sus formas, afecta el stock pesquero y al reparto equitativo de la pesca en los países, las regiones y el mundo, sin tener en cuenta «los intereses y necesidades de toda la humanidad y en particular los intereses y necesidades de los países en desarrollo», como reza el Preámbulo de la CONVEMAR.

Continúa luego, la declaración de la Unión Europea «Cada Estado debería poder elegir las medidas e instrumentos que desea adoptar con el fin de reducir el exceso de capacidad de pesca. Se deja así margen para reducir el arqueo bruto; teniendo en cuenta también, la seguridad y comodidad de los pescadores» (Arie Aalbers “Análisis de límites máximos de Arqueo Bruto y potencia de propulsión”, Unión Europea, 11/2018). Más de lo ya dicho.

En ningún caso esta declaración refiere al uso o no en la pesca de redes de arrastre, aunque las regula y sí “a la flota pescando en relación al recurso disponible”; entonces, podríamos ratificar una primera precisión: hay que reducir la flota de tal forma que arroje resultados ciertos sobre la disminución de las capturas y eliminar la flota que pesca ilegalmente y en ella incluimos -especialmente- la flota que pesca a distancia los recursos migratorios en alta mar originarios de las ZEE de los Estados ribereños sin acuerdos con éstos.

Todo esto requiere un análisis más fino; pero cuando la propia FAO refiere a que hay un 30% de pesca ilegal no hay duda que por el momento el problema no está en la pesca con redes de arrastre, sino a la sobrepesca, la falta de combate a la pesca ilegal y al descarte, que no solo se hace sobre un importantísimo volumen sin control, sino que se desconoce el daño al ecosistema y, cuyas consecuencias nutricionales son gravísimas. Con 300 mil toneladas descartadas por año se podrían alimentar 3 millones de niños todos los días, todo el año, con la mejor proteína.

También habrá que evaluar destinar al consumo humano los 12 millones de toneladas capturadas que se destinan a la fabricación de harinas para consumo animal; esfuerzo que deberían compensar los países más desarrollados.

Todo parece una cuestión de mejorar la administración pesquera a nivel mundial, entre otros, regular y controlar mejor la pesca en áreas consideradas sobreexplotadas, ya que, según la FAO, las áreas biológicamente sostenibles en 1974 alcanzaban al 90% y en el 2019 se redujeron al 64,6%; aunque, según esta misma fuente las poblaciones biológicamente sostenibles representaron el 82% de los desembarques, es decir un aumento con relación a 2017 que hace presumir una mejora en el manejo del recurso, lo que la propia FAO confirma: «las poblaciones más abundantes se gestionan de manera eficaz» (ob. cit. pág. 16); aunque para precisarlo habría que constatar, si no se esconden en estos porcentuales los descartes que, como es obvio, no llegan al desembarco. En cualquier caso, es evidente que la presión sobre el recurso aumentó y que, de los aproximadamente 45 millones de toneladas que se pescaban en 1980 con destino humano, hoy con 78 millones se captura un 75% más, solo unos 2 millones de toneladas menos que 2015.

Ante la presencia de un eventual tope en las capturas y la demanda de proteínas creciente, la pregunta que cualquier funcionario del sector se hace es: ¿cómo aumentar la producción para generar más producto, más industria y más empleo? la respuesta parecería ser aumentar la eficiencia; permitir un mayor desarrollo de las especies para capturar más gramos por unidad; agregar el mayor valor posible; buscar acuerdos entre los Estados de pabellón y ribereños para aprovechar en forma sostenible y “sustentable” las especies que migran a alta mar y seguramente, como está ocurriendo, incrementando la producción de acuicultura, que hoy alcanza al 50% del total mundial producido.

El ordenamiento general de ello, no alcanza con acciones individuales de los países, sino que requiere un acuerdo internacional, que incluya el control presencial en todos los buques, de modo de garantizar que las medidas de regulación no queden en los papeles. Y estos controles, cuando se trate de alta mar, deberían ser realizados por terceros idóneos, para evitar informaciones que no se ajusten a los procesos acordados.

Ya hemos dicho, que es imposible una administración ecosistémica con la dicotomía biológica que establece la CONVEMAR donde se obliga a hacer controles en la ZEE y se libera la pesca en alta mar. Es sabido, que una administración ecosistémica va de lo global a lo particular (un área, una especie, un arte de pesca). Gestiona el ecosistema y dentro de éste, a las especies y sus interrelaciones ecológicas y alimentarias; pero también los efectos socioeconómicos vinculados a la explotación de los recursos. Ello implica, una visión integrada del manejo de las aguas y los recursos, teniendo por finalidad su conservación y uso sostenible de modo equilibrado. Comienza por satisfacer las necesidades nutricionales, sociales y económicas de la humanidad a partir de asegurar el equilibrio del ecosistema a perpetuidad. Esto, incluye el análisis de todos los procesos, funciones e interacciones entre los componentes y recursos del ecosistema e involucra el manejo de las especies y de otros servicios y bienes ecosistémicos. No debe perderse de vista que el ser humano y sus hábitos alimentarios y culturales son componentes integrales del ecosistema, no es suficiente con suprimir los efectos negativos sino se asegura la alimentación de la población, junto con la sostenibilidad de las especies. No alcanza con asegurar una mayor sobrevida a otras especies, sino se asegura primero la sobrevida a los hombres, mujeres y niños que se alimentan de estos recursos. Solo la reducción de buques ha producido una pérdida de 2 millones de empleos y, obvio, ello supone dificultades alimentarias.

Aunque resulte duro, no se puede esperar reducir la población humana para dar mayor sustento a las tortugas, por ejemplo. Hay que lograr con mejores acuerdos; mayores controles; nuevas tecnologías; vedas en las áreas de reproducción; optimizando el aprovechamiento y sostenibilidad de las especies para asegurar la alimentación de una población humana que crece, junto a una regulación equilibrada del resto de las especies, para que se pueda seguir atendiendo las necesidades alimentarias de las personas, en un equilibrio biológico, donde el cuidado del resto de las especies, no obligue a controlar la natalidad humana.

En los océanos Pacífico Suroriental y Atlántico Suroccidental, el enfoque ecosistémico citado implica además tener muy en cuenta la legislación aplicable de Latinoamérica y el Caribe que da preminencia a “aspectos sociales, económicos, tecnológicos, productivos, biológicos y ambientales” donde, incluso, la pesca forma parte de los programas de seguridad alimentaria del país, cuyo consumo de productos pesqueros accede en promedio a los 10 Kg per cápita por año, un 50% por debajo del consumo promedio mundial.

Cuando hay sobrepesca, incluso hasta la pesca selectiva puede ser perjudicial, ya que, al ser más eficiente este arte de pesca para hacerse de un determinado recurso objetivo, hay una mayor presión sobre el stock de ese recurso específico.

Y en estas discusiones teóricas, que muchas veces se ventilan, deberíamos poner el acento en una administración ineficiente del recurso y la falta de políticas y controles insuficientes y no perder de vista que esta actividad genera recursos económicos a los Estados, desarrollo poblacional e industrial a las regiones más inhóspitas y el empleo a 37.882.000 de pescadores, sin tener en cuenta los operarios que trabajan en la transformación, empleos indirectos, además de los efectos saludables a los pueblos y el mantenimiento de los hábitos culturales ancestrales. La insostenibilidad ataca la actividad presente y la futura de las generaciones venideras.

El Reglamento (UE) 2019/1241 avanza en cientos de reglas técnicas, varias de ellas de singular detalle y valor que seguramente podrán ser de aplicación inmediata, aunque entendemos que son subsidiarias frente a la necesidad de resolver primero o en forma simultánea la sobrepesca global y la pesca ilegal. Una definición explicitada en su punto 4 del Reglamento es elocuente: «Este marco debe contemplar la captura y el desembarque de los recursos pesqueros, así como la utilización de los artes de pesca y la interacción de las actividades pesqueras con los ecosistemas marinos».

Las vedas deben estar monitoreadas en forma permanente para que no se transformen en Áreas Marinas Protegidas sin sustento científico y los artes de pesca de arrastre tienen en este reglamento una serie de exigencias que deberán ser cumplidas y aún mejoradas tecnológicamente, pero la cuestión de fondo está en la sobrepesca, la pesca ilegal global y la regulación de la pesca en alta mar con activa participación de los Estados de pabellón y ribereños.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena (Fundada el 21/10/2002), Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana, CESPEL (Fundada el 02/04/1989).

Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021) y de “Pesca Ilegal y Recursos Pesqueros Migratorios Originarios de los Estados Ribereños de Latinoamérica y El Caribe” (2022).

 

LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL (I)

Giancarlo Elia Valori*

Imagen: geralt en Pixabay.

 

Hoy comenzaremos a centrarnos en analizar cómo la inteligencia artificial afecta a los cambios en el orden mundial desde dos puntos de vista, a saber, la estructura y las reglas internacionales. En cuanto a la situación internacional, la Inteligencia Artificial tiene el potencial de influir en el equilibrio de poder entre los países en las esferas económica y militar. Las capacidades de los agentes no estatales también se ampliarán sin precedentes y la competencia internacional en torno a la tecnología será más intensa.

En términos de reglas internacionales, la Inteligencia Artificial tiene el potencial de cambiar la forma y los principios de la guerra e impactar las leyes y la ética internacionales existentes. Los desafíos de seguridad y gobernanza que plantea la tecnología de IA son cuestiones que debe abordar toda la humanidad.

Los países deben considerar el problema desde la perspectiva de construir una comunidad con un futuro compartido para la humanidad y discutir el futuro de las reglas internacionales de IA a partir del concepto de seguridad común.

Hay que decir, sin embargo, que el tema y las cuestiones relacionadas con la Inteligencia Artificial no se derivan de la difusión de Internet y la ciberciencia en los últimos años, sino que se remontan a un largo camino.

En 1950 el matemático británico Alan Turing (1912-1954) propuso el concepto de Inteligencia Artificial. En 1956 se celebró el primer simposio sobre Inteligencia Artificial en Dartmouth, New Hampshire, Estados Unidos, y la IA fue reconocida oficialmente como una ciencia por la comunidad internacional de académicos.

A medida que entramos en la segunda década del siglo XXI, la investigación y el desarrollo de la tecnología de IA aceleraron su ritmo. Hoy, casi setenta años después de los primeros enfoques teóricos, la Inteligencia Artificial es ampliamente utilizada en un número creciente de áreas de producción y vida humana. En algunos campos especializados, está casi al mismo nivel o incluso supera el rendimiento del cerebro humano.

Como una tecnología ubicua con el potencial de transformar la sociedad humana, la Inteligencia Artificial ha sido ampliamente discutida en las áreas de ciencia y tecnología, industria, militar, sociedad y ética, como mencionamos anteriormente. Por lo tanto, ¿tendrá la Inteligencia Artificial un impacto en las relaciones internacionales? ¿Qué tipo de impacto tendrá? Vale la pena explorar algunos de estos temas.

Cabe señalar que la tecnología de IA en sí misma es compleja, difícil de explicar e incierta. Si no eres un experto en el campo, no puedes entrar en su «funcionamiento», pero puedes establecer bases lógicas y morales para discutir esto.

Se intentará analizar la Inteligencia Artificial solo sobre la base de los eventos que han ocurrido en función de ella, o de la tendencia de desarrollo generalmente reconocida por la comunidad académica como que tiene un impacto en las relaciones internacionales, con la esperanza de tratar de explorar la necesidad y la posibilidad de construir una regla común. Ciertamente, hay muchas expectativas exageradas sobre cómo la ciencia y la tecnología afectarán las relaciones internacionales modernas.

Algunas personas, como Alvin Toffler en su libro «La tercera ola», publicado en los Estados Unidos en 1980 y en Italia en 1987, predicen que el mundo futuro estará plagado de riesgos y armas nucleares y al borde del colapso económico y ecológico. También predicen que el sistema político existente se volverá obsoleto rápidamente y el mundo enfrentará una gran crisis.

Tales predicciones a menudo sobreestiman las dificultades que la tecnología causa a los seres humanos, pero subestiman la voluntad humana y la capacidad de resolverlas. Después de la Guerra Fría, en el contexto de la globalización, el multilateralismo se convirtió gradualmente en consenso internacional —al menos hasta el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas— al igual que la eficacia del sistema internacional de no proliferación; el movimiento mundial para hacer frente al cambio climático; y la cooperación cada vez más reforzada entre los países para hacer frente a un nuevo orden ecológico. Lo mismo puede decirse del desarrollo de los movimientos por la paz, que han demostrado consenso y una actitud responsable de la humanidad en la defensa de los valores fundacionales y la respuesta a los desafíos.

Los problemas causados por la tecnología pueden resolverse a través de la evolución continua de la tecnología misma y los seres humanos también deben construir un sistema riguroso de prevención a través de la ética y las leyes. De hecho, cada revolución tecnológica ha acelerado el proceso de globalización, trayendo una serie de cuestiones planetarias a la agenda de la política internacional. Por lo tanto, el mundo al menos se ha vuelto más transparente e integrado que en el pasado. Pero antes de llegar al corazón de la discusión, es necesario aclarar varias cuestiones.

La primera pregunta es la siguiente: ¿de qué Inteligencia Artificial estamos hablando?

  1. ¿Estamos hablando de Inteligencia Artificial en sentido estricto que puede simular el comportamiento humano individual, como el reconocimiento, el aprendizaje, el razonamiento y el juicio?
  2. ¿O estamos hablando de una Inteligencia Artificial general con conciencia autónoma y capacidades de innovación independientes similares al cerebro humano que luego puede establecerse por encima del hombre mismo?
  3. ¿Estamos hablando de una Inteligencia Artificial débil, que existe para resolver tareas específicas, y solo es buena para el reconocimiento de voz e imagen, y para traducir ciertos materiales, como AlphaGo de Google y el traductor inteligente de iFLYTEK? Es decir, ¿un mero camarero?
  4. ¿O seguimos hablando de una inteligencia artificial fuerte, capaz de pensar, planificar, resolver problemas, pensar abstractamente, comprender conceptos complejos, aprender rápidamente, aprender de la experiencia y otras inteligencias artificiales a nivel humano, como el prototipo del niño Mecha David, capaz de experimentar el amor en la película AI (2001), o el robot humanoide Ava en la película Ex Machina (2015) con la conciencia de vivir una vida normal?
  5. ¿O estamos hablando de una superinteligencia artificial, experimentando «singularidad» con capacidades computacionales y de pensamiento que superan con creces al cerebro humano en todas las áreas, incluida la innovación científica, el conocimiento general y las habilidades sociales? (Tal es la definición de superinteligencia del filósofo sueco de la Universidad de Oxford, Nick Bostrom, conocido por sus reflexiones sobre el llamado riesgo existencial de la humanidad y el principio antrópico).

Cuando discutimos el impacto de la IA en las relaciones internacionales e incluso en su modelo, solo podemos limitarnos a la conocida tecnología de IA y sus aplicaciones basadas en big data, aprendizaje profundo, así como potencia de cálculo y algoritmos como sus tres pilares principales. No podemos hablar de futuras tecnologías de IA que aún no se han desarrollado (al menos hasta donde sabemos) como la tecnología de simular las actividades del cerebro al 100% de su funcionamiento total, mientras que hoy sabemos que el cerebro humano solo funciona al 10% en diferentes áreas cada vez y nunca, en su conjunto,  al 100% antes mencionado. La segunda pregunta es la siguiente: ¿puede la Inteligencia Artificial influir en las relaciones internacionales y, por lo tanto, en el orden internacional? Hasta ahora, la respuesta es sí. A lo largo de la historia, la innovación tecnológica y la difusión han revolucionado el destino de uno o más países innumerables veces, cambiando los patrones regionales e incluso la situación mundial. Basta pensar en el impacto de las revoluciones tecnológicas registradas a lo largo del tiempo en el ejército, así como en los métodos de organización del gobierno, en las creencias y, por lo tanto, en la transferencia de poder entre países, con la evolución relacionada de las estructuras de poder.

Alrededor de 1700 a. C. el descubrimiento/invención del carro en batalla cambió la estructura de poder en Mesopotamia, Egipto, India y la región del río Amarillo de China. Por ejemplo, los arios entraron en el norte de la India, y el surgimiento de la dinastía Shang (1675-1046 a. C.) tuvo lugar. Después de 1200 a. C., la aparición y difusión de la tecnología de fundición de hierro permitió a la infantería ordinaria, equipada con armaduras (relativamente baratas) y armas hechas de tal metal, volcar carros, que fueron conducidos por las élites beligerantes opuestas. Sin embargo, no sólo el aspecto militar debe ser considerado. La consolidación del dominio burocrático, es decir, la adquisición previa y el dominio de las estructuras alfabéticas y el cálculo aritmético, hizo posible el surgimiento de imperios agrícolas como Asiria y Persia. En el siglo VII a. C. el número y la tecnología de arqueros a caballo una vez más rompió el equilibrio militar y político en Eurasia, y los pueblos nómadas de la estepa, como los mongoles, ganaron una ventaja sobre la población rural, formando el mayor imperio de todos los tiempos (1206-1368).

Sólo para hacer otro ejemplo más reciente, el surgimiento de la tecnología nuclear cambió el panorama político del mundo moderno y fortaleció aún más la estructura de poder de las principales potencias formadas al final de la Segunda Guerra Mundial, que crearon e impusieron sobre sí mismas el estatus de miembros permanentes en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esas potencias establecen una serie de normas internacionales, como el uso de la energía nuclear con fines pacíficos; el compromiso de los Estados poseedores de armas nucleares con la no proliferación de las armas nucleares y el acceso de los Estados no poseedores de armas nucleares a la tecnología nuclear con fines pacíficos. Al mismo tiempo, promulgaron una serie de acuerdos internacionales como el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, el Mecanismo de Negociación de las Naciones Unidas para el Desarme Nuclear, la Cumbre Mundial sobre Seguridad Nuclear y la Zona Libre de Armas Nucleares del Sudeste Asiático.

Por lo tanto, no debería sorprendernos que no haya diferencia entre el carro de guerra antes mencionado y la Inteligencia Artificial, o el doble uso de la energía nuclear (con fines militares o pacíficos), todos los cuales cambiaron y están cambiando el equilibrio de poder internacional. (1. continuará)

 

Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

©2023-saeeg®

 

LA OTAN, SIEMPRE CONVENIENTEMENTE ÚTIL

Marcelo Javier de los Reyes*

El presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, en la cumbre de la OTAN en Vilna, Lituania, Foto: AFP.

 

«Sin la OTAN, Europa no sólo se volvería vulnerable sino que, casi inmediatamente, también se fragmentaría políticamente. La OTAN garantiza su seguridad y proporciona un cuadro sólido para la unidad europea».

Zbigniew Brzezinski

 

Poco después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los aliados comenzaron a poner sobre la mesa sus diferencias y comenzó lo que se denominó la Guerra Fría. Dos sistemas económicos y dos formas de vida dividían por entonces al mundo: el capitalismo y el comunismo.

El 17 de marzo de 1948 Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y el Reino Unido firmaron el Tratado de Bruselas o «Tratado de colaboración económica, social y cultural y de legítima defensa colectiva», dando nacimiento a la Unión Occidental, la cual incluyó una cláusula de defensa mutua de todos los países firmantes. De esta manera, Bélgica y los Países Bajos dejaron de lado su tradicional neutralidad. El avance del comunismo y la expansión de la Unión Soviética (URSS) atemorizaron a los países del occidente europeo, sobre todo cuando la democracia en Checoeslovaquia fue violentamente interrumpida en febrero de 1948.

Cuando en 1947 el secretario de Asuntos Exteriores británico, Ernest Bevin, le propuso al secretario de Estado, George Marshall, participar de una alianza militar los Estados Unidos se manifestaron renuentes. Estas reservas no se mantendrían por mucho tiempo.

Los Estados Unidos, fortalecido su liderazgo como consecuencia de la guerra, se apropiaron del «mundo occidental» y comenzaron a liderar a los aliados del oeste europeo. El proyecto de una reconstrucción de Europa mediante una unión del oeste y del este del continente bien pronto se mostró como algo irrealizable. La ilusión de una Europa que se constituyera como una tercera fuerza en el orden internacional se desvanecía.

No pasaron cuatro años del fin de la guerra para que el 4 de abril de 1949 se fundara la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de la mano de Estados Unidos —mediante el Tratado de Washington—, sumando a Canadá, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia, a los que en 1952 se incorporaron Grecia y Turquía.

La creación de la OTAN cercenó cada vez más la capacidad de iniciativa de los países europeos, la cual ya se manifestaba desde el fin de la Primera Guerra Mundial[1] [2].

En 1955 se unió Alemania Occidental a la Alianza Atlántica pero también en ese mismo año los países miembros de la URSS crearon el Pacto de Varsovia. El 30 de mayo de 1982 España se convirtió en el miembro número dieciséis de la OTAN.

La Alianza ha debido superar situaciones embarazosas como por ejemplo, el conflicto de Chipre, iniciado a mediados de julio de 1974, tras el golpe de Estado para destituir al presidente, el arzobispo Makarios III, golpe orquestado por la junta militar en Atenas. Lo que parecía un conflicto nacional derivó en uno internacional cuando fuerzas de Turquía invadieron la parte norte de la isla. El gobierno turco fundamentó sus acciones en conformidad con el Tratado de Garantía, promulgado en 1960 por Chipre, Grecia, Turquía y Reino Unido. La invasión llevó a un enfrentamiento armado entre Grecia y Turquía que llegó a paralizar a los mismos europeos ante esta situación desatada en su continente y entre miembros de la misma organización militar.

Hacia el mundo «unipolar»

En 1989 se produjo del derrumbe del Muro de Berlín y en 1991 la implosión de la URSS, desintegración que implicó la inmediata disolución del Pacto de Varsovia, pero que no llevó a la disolución de la OTAN.

En 1991 se le había prometido a Mijail Gorbachov que la OTAN no se expandiría sobre el espacio postsoviético si permitía que la ex Alemania Oriental se incorporara a la Alianza Atlántica. Vladimir Putin siempre mantuvo que la Alianza no estaba cumpliendo con dicha promesa. En 2007, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, Putin arremetió contra los Estados Unidos y advirtió del «peligro» de sus «acciones unilaterales»[3].

El actual secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que una promesa de este tipo «nunca se hizo», pero pronto fue desmentido por la revista alemana Der Spiegel que publicó un documento que confirma que se le había prometido a Gorbachov, en 1991, que la OTAN no se expandiría hacia el este[4]. El artículo publicado el 18 de febrero de 2022 bajo el título «La OTAN no se extenderá ni formal ni informalmente hacia el Este», cita el documento con las palabras del representante de los Estados Unidos, Raymond Seitz, en esa ocasión. Ese documento es al que durante décadas se ha aferrado Rusia para afirmar que «la expansión de la OTAN hacia el este violó los compromisos de Occidente tras la caída del Muro de Berlín. Ahora ha aparecido un documento notable».

Después de la Guerra Fría y del colapso de la URSS, los EEUU prosiguieron su camino de transformación de la Alianza, de globalización y de incremento de su poder militar. Fue el breve período de «dominio unipolar». El pretexto era que el mundo se tornó más peligroso y que hubo un aumento de las amenazas.

Para Brzezinski, la expansión de la UE debía ir acompañada de la expansión de la OTAN durante la post Guerra Fría. Según él, Europa era una especie de «cabeza de puente para Estados Unidos en Eurasia». La OTAN representaba el principal baluarte de la influencia militar estadounidense en Europa. Sin embargo, por esa época algunos de los miembros europeos de la OTAN consideraban que no era necesario mantener los gastos elevados en defensa tras la desaparición de la URSS pero la realidad es que durante la Guerra Fría los europeos se acostumbraron a vivir bajo la protección de los Estados Unidos y a no tomar decisiones por sí mismos.

Bien pronto, la guerra de Yugoslavia —en realidad serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001— resultó muy oportuna a los intereses de los Estados Unidos y sirvió para demostrarles a los europeos que sin su apoyo no se podían resolver los conflictos del continente. Esto favoreció mantener vigente la OTAN e impulsar su expansión hacia el este favoreciendo el avance de la Alianza hacia el espacio postsoviético, incorporando en 1999 a Hungría, Polonia y la República Checa, en 2004 a Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania, en 2009 a Albania y Croacia, en 2017 a Montenegro y en 2020 a Macedonia del Norte.

La existencia de la Alianza parecía ya no tener sentido y en 2019 el presidente francés Emmanuel Macron declaró que Europa debía comenzar a actuar como una potencia si no quería desaparecer. Afirmó que estaban ante la «muerte cerebral» de la OTAN y que la Unión Europea estaba «al borde del precipicio» por la falta de compromiso del presidente estadounidense Donald Trump[5].

Nueva avanzada hacia el este

Luego de Yugoslavia, en 2001, en Afganistán se creó la denominada International Security Assistance Force (ISAF), misión de seguridad multinacional en ese país con un mando conjunto con una notable influencia de Estados Unidos, hasta que se hizo cargo la OTAN. Fue la primera misión fuera de su marco geográfico hasta la fecha y la más prolongada hasta el retiro de tropas en 2021.

Pronto, un nuevo conflicto en Europa recuperó a la OTAN de esa «muerte cerebral» en ese continente, un conflicto que llevaba años en proceso de incubación, que fue insuflado a través de la Revolución Naranja y de la revolución de Maidán: el de Ucrania. La llegada al gobierno de ese país del actor Volodímir Zelenski puso nuevamente sobre la mesa el interés de Ucrania por integrarse a la Alianza, obviamente con el necesario incentivo de la angloesfera y pese a las reiteradas advertencias de Vladimir Putin.

La operación militar especial de Rusia en Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022 no significó el comienzo del conflicto, que ya en abril de 2014 se había iniciado como conflicto armado en el Dombás (Ucrania oriental). No obstante la operación de 2022 sirvió, como la guerra de Yugoslavia o la de Afganistán, para revitalizar la OTAN: en el marco de la cumbre celebrada en Vilna (Lituania), los representantes de la Alianza expresaron que invitarán a Ucrania cuando los aliados «estén de acuerdo y se cumplan las condiciones». Obviamente, esto molestó a Zelensky pero una vez más, la OTAN comandaba.

En tanto la OTAN abastece de armamento a Ucrania, Zelensky solicita cada vez más, llegando a pedir material muy sofisticado que los aliados le van entregando de a poco, en algunos casos pertrechos viejos y fuera de uso como los blindados Leopard que de ninguna manera le ayudarían a derrotar a Rusia aunque si a incrementar la deuda futura con Occidente.

A raíz de la guerra entre Ucrania y Rusia, Finlandia y Suecia solicitaron el ingreso a la OTAN pero ante el bloque de Turquía con respecto a la incorporación de Suecia, en abril de 2023 Finlandia se convirtió en el 31° país miembro de la Organización.

En septiembre de 2022 Zelenski y el presidente y consejero delegado de BlackRock, el mayor gestor de inversiones del mundo —de origen estadounidense—, Larry Fink, se reunieron por videoconferencia para impulsar las inversiones públicas y privadas en Ucrania. Larry Fink le ofreció asesorar a Kiev para captar fondos para la reconstrucción con el propósito de impulsar la descalabrada economía ucraniana[6].

Mediante ese acuerdo, la división BlackRock’s Financial Market Advisory «participará en el diseño de la estructura, el proceso de inversión, la gobernanza y el uso de los ingresos de un fondo de reconstrucción». De hecho, se haría cargo del gobierno ucraniano para facilitar la participación de inversores públicos y privados en la reconstrucción y restauración de la economía de Ucrania. Pero nada será gratis. A los inversores se les ofrece «un rendimiento justo y equitativo».

La guerra no ha terminado pero el 21 de junio de 2023 se dio inicio en Londres a la Conferencia de Recuperación de Ucrania 2023 (CRU 2023), que reunió a un gran espectro de representantes para ayudar a movilizar apoyo financiero y político para la recuperación del país al finalizar la guerra[7].

A modo de conclusión

La OTAN ha logrado sobrevivir a su contraparte, el Pacto de Varsovia, creado por la URSS para enfrentar a la alianza occidental.

En los momentos en que todo podría justificar la disolución de la Alianza siempre emergió un conflicto que justificó su existencia. Su objetivo siguió siendo Rusia, que había intentado establecer una relación armoniosa como parte de Europa, a la cual pertenece.

Rusia y el control del este europeo no ha dejado de ser el objetivo de la angloesfera para lo cual ha arrastrado a una Europa cuya dirigencia contribuye en continuar esmerilando su fuerza en el marco de la comunidad internacional. Esta guerra que no debió haber comenzado pero que fue impulsada por la angloesfera y que se niega a que termine, ya que tanto los Estados Unidos como el Reino Unido se oponen a toda negociación que ponga fin al conflicto —recuérdese que en febrero de 2023 el ex primer ministro de Israel, Naftali Bennett, manifestó que Estados Unidos y sus aliados bloquearon un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia—, es un gran negocio para las empresas de energía y de armas. En este sentido no debe soslayarse el sabotaje a los ductos Nord Stream I y II. Europa ha quebrado su dependencia del gas y del petróleo ruso, al menos directamente, pero ha incrementado notablemente los costos de la energía y ha puesto en recesión al motor de la Unión Europea, Alemania, la cual se abastecía energéticamente de Rusia.

Además varios países de Europa Oriental dejarán de lado su viejo armamento soviético y ruso para incorporar material estadounidense o de otros socios de la OTAN.

Esta es una guerra geoeconómica y geopolítica pero, a pesar de lo que los medios occidentales -censura mediante- difunden sobre los efectos de las sanciones a Rusia, los daños no han sido todo lo perjudiciales que esperaban y han puesto a Rusia más cerca de China a la vez que han acelerado procesos como la definición de ciertos países que no adhieren a las sanciones impuestas del mundo occidental, ha impulsado a que varios países soliciten el ingreso a los BRICS y está llevando a una desdolarización de la economía mundial.

No obstante ha logrado dominar a Ucrania y ha generado una ruptura entre los ucranianos y los rusos a la vez que ha ahondado la que existía entre los mismos ucranianos, la que será difícil de superar, es decir, que ha logrado sacar a Ucrania de la órbita de influencia rusa pero a un grave costo que quizás la población ucraniana aún no haya percibido. El país está fuertemente endeudado, de hecho económicamente gobernado por un fondo de inversión, y ha perdido prácticamente su litoral sobre el mar Negro, con lo que ello implica.

No es la primera vez que una intervención militar de la OTAN es seguida por una operación de reconstrucción de postguerra. En cuanto a Europa, su economía ha sido perjudicada, su poder industrial se verá afectado por los altos costos energéticos y seguirá disminuyendo su peso a escala global. En síntesis, Ucrania y la propia Europa resultan las más perjudicadas de esta confrontación. La angloesfera ha dado un paso más en el sometimiento de Europa y ello debido a la falta de decisión de los propios líderes europeos.

Como se ha mencionado, el aceleramiento de los efectos indeseados tampoco favorecerá a la angloesfera, pero como todo imperio arrastrará al resto del mundo en su descenso.

Mientras tanto, Ucrania, como Yugoslavia o Afganistán en su momento, ha servido para que la OTAN continúe justificando su existencia.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] A respecto ver: Marcelo Javier de los Reyes. «Visiones geopolíticas contrapuestas: un siglo de pérdida de iniciativa europea» (Primera parte). Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 18/11/2020,  https://saeeg.org/index.php/2020/11/18/visiones-geopoliticas-contrapuestas-un-siglo-de-perdida-de-iniciativa-europea-primera-parte/.

[2] A respecto ver: Marcelo Javier de los Reyes. «Visiones geopolíticas contrapuestas: un siglo de pérdida de iniciativa europea» (Segunda parte). Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 19/11/2020, https://saeeg.org/index.php/2020/11/19/visiones-geopoliticas-contrapuestas-un-siglo-de-perdida-de-iniciativa-europea-segunda-parte/.

[3]  Marcelo Javier de los Reyes. «2023: Escenarios regionales, escenario global. Repercusiones de los mismos en Argentina». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 30/03/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/03/30/2023-escenarios-regionales-escenario-global-repersuciones-de-los-mismos-en-argentina/.

[4] Klaus Wiegrefe. „Neuer Aktenfund von 1991 stützt russischen Vorwurf”. Der Spiegel, 18/02/2022, https://www.spiegel.de/ausland/nato-osterweiterung-aktenfund-stuetzt-russische-version-a-1613d467-bd72-4f02-8e16-2cd6d3285295.

[5] Henry Samuel and Dominic Nicholls. «Emmanuel Macron left isolated as Nato allies dismiss his claim organisation is ‘brain dead’». The Telegraph, 28/11/2019, https://www.telegraph.co.uk/news/2019/11/28/emmanuel-macron-defends-nato-brain-death-claims-wake-call-alliance/.

[6] Miguel Moreno Mendieta. «BlackRock asesorará gratis a Ucrania para atraer fondos para la reconstrucción». Cinco Días, 19/09/2022,  https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/09/19/fondos_y_planes/1663580842_631559.html.

[7] Burak Bir.  «La Conferencia de Recuperación de Ucrania inició en Londres». Agencia Anadolu, 21/06/2023, https://www.aa.com.tr/es/mundo/la-conferencia-de-recuperaci%C3%B3n-de-ucrania-inici%C3%B3-en-londres/2927575.

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