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CINCO DESCENSOS INQUIETANTES EN LA POLÍTICA INTERNACIONAL

Alberto Hutschenreuter*

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Hace ya un tiempo que las relaciones internacionales se extraviaron, es decir, no sólo se alejaron las posibilidades de configurar algún principio sobre el cual trabajar para forjar un orden, sino que los actores preeminentes e intermedios fueron tensando sus relaciones al punto de encontrarse en una situación de no guerra o confrontación indirecta, como Rusia y Occidente, o de umbral de riesgosas querellas, como China y Estados Unidos, China e India, Israel-Irán, etc.

Desde 2014, cuando Rusia anexó o reincorporó Crimea, la política internacional tomó un curso de descenso que acabó por profundizarse con los seísmos que implicaron la pandemia en 2020 y el «regreso» de la guerra interestatal en febrero de 2022.

Antes de aquel impacto de 2014 no había configuración internacional, pero durante la primera década del siglo hubo cooperación entre los poderes mayores, pues el reto que implicaba el terrorismo transnacional en buena medida los alineó. Por ello, el experto Zbigniew Brezezinski sostuvo que Rusia y China no podían sostener una línea de política exterior sin referirse a la amenaza del terrorismo.

Además, la crisis financiera de 2008 empujó a los poderes a cooperar para salir de lo que fue considerada una crisis superior a la de 1929. Pero desde entonces la cooperación descendió, al punto de que se considera que las políticas de contribución alcanzadas para afrontar dicha crisis fueron el último momento de cooperación internacional.

No obstante, el comercio internacional siguió su curso, convirtiéndose en ese sucedáneo de orden que no es orden, es decir, el comercio se basa en la inconveniencia de la ruptura de ganancias que todos obtienen de él, pero no supone un concepto o pauta internacional que puede verdaderamente anclar las relaciones de competencia, menos hoy cuando los componentes de un orden se han pluralizado, es decir, se volvieron más complejos, pues ya no bastan aquellos conceptos sobre los que se edificaba un orden.

En este sentido, muy pertinentes resultan las consideraciones que hace el experto Andrei Tsygankov en relación con las demandas o exigencias de la política internacional en el siglo XXI.

Sostiene este especialista de origen ruso, que la paz y el orden en el mundo dependerán cada vez más de negociaciones complejas sobre el equilibrio de poder y las diferencias culturales. Es decir, siendo ya el mundo no sólo un sistema completo, sino con varios actores en ascenso, un esquema de orden basado en el equilibrio no sería suficiente si no va acompañado de conocimientos y deferencias en relación con culturas. Es decir, el «poder blando» es un requisito para la construcción de un orden.

Pero la construcción de un escenario así no parece se encuentre cerca, pues lo que predomina es un desorden internacional confrontativo, una situación no solo de discordia, sino de políticas basadas en el interés nacional que corren muy por delante de las políticas de complementación, incluso en aquellos espacios internacionales amplios como el «lote» BRICS, donde el atractivo referente de «sur global» solapa intereses de los miembros más poderosos del heterogéneo grupo.

Tal situación podríamos resumirla en cinco descensos discernibles. Sin duda hay otros, pero intentemos reducirlos aquí.

  1. Descenso de las expectativas.

Hace tiempo que la realidad internacional fue restringiendo expectativas relativas con un curso internacional más previsible y menos inseguro.

Lo único real que queda en términos relativamente esperanzadores es la globalización del comercio, un dato importante porque implica un factor de inhibición de rupturas, pero no un factor infalible, pues se trata de un «orden» apoyado en ganancias económicas que puede no ser suficiente frente a las tensiones geopolíticas. De allí la exigencia de análisis más plurales en relación con el segmento geoeconómico.

De modo que se trata de un descenso que resiste, pues, aunque se advierte sobre la desglobalización, los problemas que afrontan las cadenas de suministro y la fuerza de la reorientación local de la economía; hay enfoques, como el del experto Ian Bremmer, que aseguran que se trata de una pausa, que la economía de China terminó de globalizarse y, por tanto, pronto volverá a ascender el comercio.

Por último, hay expectativas cuidadosas con la IA (Inteligencia Artificial), pues, además del reto que supone el posible curso «soberano» de dicha tecnología, las cuestiones habituales de la política internacional, es decir, la ambición, el temor, el poder, etc., podrían trasladarse a la tecnología y continuar la política internacional, es decir, la competencia y la incertidumbre de las intenciones, desde una nueva dimensión.

  1. Descenso de la cultura estratégica.

La predominancia de la rivalidad entre los poderes preeminentes, particularmente entre Estados Unidos y Rusia, ha ido alejando a ambos de lo que en tiempos de Guerra Fría honraron estratégicamente Washington y Moscú: el balance nuclear. Nunca permitieron, a pesar de la pugna, que las fisuras o las ganancias relativas de poder nuclear por parte de uno de ellos significasen un desequilibrio victorioso. Así se explican los tratados sobre eliminación y control de armas.

Pero tras el final del bipolarismo, esa cultura estratégica comenzó a descender. Estados Unidos posiblemente consideró que el duopolio estratégico nuclear lo restringía en el incremento de sus capacidades, que la cogestión estratégica con Rusia ya no era posible, y comenzó a retirarse de marcos regulatorios clave, por caso, el ABM (Tratado sobre Misiles Antibalísticos).

Poco a poco fueron surgiendo preguntas relativas con el verdadero estado del equilibrio nuclear entre ambos, pues las «salidas» de los dos de regímenes podría haber producido desajustes en la ecuación del terror y, por tanto, el mundo se habría acercado al escenario apocalíptico en el que un ataque no tendría (tal vez) respuesta.

Pero, además de esta situación entre los dos mayores concentradores de armas atómicas, los otros actores nucleares han aumentado y mejorado capacidades. De allí que Estados Unidos ha venido pugnando porque China sea parte del New Start, el único tratado entre Estados Unidos y Rusia que queda vigente y que se acerca al final de su fecha prorrogada en 2021.

En este marco, en un reciente trabajo publicado en la última entrega de la revista Foreign Affairs, los especialistas Keir Lieber y Dary Press consideran que el esfuerzo de otros actores nucleares está dirigido a compensar la debilidad de sus fuerzas militares convencionales.

  1. Descenso del respeto de la experiencia.

El pasado contiene las claves sobre qué hacer y qué evitar en materia de relaciones internacionales. Tal vez no se encuentre todo allí, pero seguramente hay lecciones vitales para evitar derivas disruptivas.

Consideremos la guerra en Ucrania, una confrontación entre dos pueblos eslavos que causó decenas de miles de muertos, sumió la región de Europa oriental en una nueva frontera de capacidades cada vez mayores y alejó el diálogo capital entre poderes mayores sobre los que recae la responsabilidad de pensar en una configuración internacional, si es que un orden es todavía posible.

La falla principal de esta guerra no se encuentra tanto en la sensibilidad geopolítica perpetua rusa ni incluso en el afán de la OTAN en llevar más allá la victoria en la Guerra Fría, sino en hacer lugar a la decisión «a todo o nada» por parte de Ucrania, un actor intermedio, de convertirse en parte de la OTAN. En otros términos, se rompió la jerarquía estratégica internacional (entre «los que cuentan»).

La experiencia nos dice que, a menos que exista un propósito solapado por parte de uno de los poderes para lograr ganancias de poder frente a su par con el fin de que este último resulte atrapado y se desangre en guerra, los actores de escala o «iguales estratégicos» tienden a evitar una situación que termine provocando no sólo desarreglos entre ellos, sino que pueda desembocar en una situación de colisión entre ellos.

  1. Descenso del multilateralismo.

Hace bastante tiempo que el denominado modelo institucional en la política internacional fue quedando se rezagado frente al modelo relacional. Dicho en términos algo más actuales, el modelo multilateral ha sucumbido frente al modelo multipolar.

Si bien las relaciones internacionales son, ante todo, relaciones de poder antes que de derecho, hubo muchos momentos donde se lograba una relativa complementación. Margaret MacMillan ha destacado esa situación durante los años veinte del siglo pasado. Incluso en tiempos de rivalidad bilateral existían compromisos para que el orden multilateral consiguiera desplegarse como el bien público internacional capital que es.

Pero ocurre que hoy no sólo el modelo de poder es muy predominante, sino que los propios poderes mayores están empeñados en hacer poco para que ello se modere; aun cuando suceden situaciones donde la amenaza no proviene de ningún Estado o grupo de Estados como sucedió con la pandemia, un fenómeno global que resultó insuficiente para impulsar un nuevo sistema supraestatal de valores.

En este contexto, la diplomacia sufre restricciones, pues el fuerte ascendente de poder interestatal acaba debilitándola aun cuando existen cursos de salida de crisis mayores, como sucedió antes de la invasión rusa a Ucrania.

  1. Descenso de liderazgos.

Esto último, pero también como epítome de todo lo que hemos visto, nos está diciendo que existe un fuerte descenso en relación con liderazgos capaces de poder vislumbrar horizontes en clave de orden e impulsar cursos de acción hacia ellos.

En términos de Henry Kissinger, en el mundo del siglo XXI no hay estadistas ni mucho menos líderes profetas.

Entonces, más que ante un descenso, estamos frente a una ausencia, lo que nos lleva a plantearnos si la complejidad de cuestiones del mundo de hoy más las cuestiones de cuño habitual no están dejando el mundo ante escenarios cerrados, anárquicos y peligrosos. Algo así como un moderno estado de naturaleza en el que todos disponen de confort, conectividad y adelantos sorprendentes, pero saben que están ante peligros que acechan y asechan y nadie sabe cómo evitarlos.

Una típica situación de aquello que Adam Sweidan ha denominado un «elefante negro», es decir, una combinación de un «cisne negro» (un acontecimiento inesperado o improbable de gran impacto) y el gran elefante en el cuarto (un problema visible para todos, del que nadie quiere hacerse cargo aun cuando se sabe que tendrá consecuencias devastadoras).

Frente a esta situación, las conjeturas nos llevan a territorios donde se cruzan lo real y lo ficcional, pues bien podríamos considerar que las capacidades humanas resultan insuficientes para lograr liderar o gestionar, y que solo con la asistencia tecnológica quizá podríamos hacerlo.

Entonces, las preguntas comienzan a ser más que los intentos de respuestas. Porque, por caso, podría ocurrir que la IA, lo que se denomina una IA fuerte o general, nos proporcione cursos de acción correctos siempre y cuando se abandonen patrones arraigados. Es decir, ¿aceptarán los gobiernos situaciones con las que no están de acuerdo? Por caso, el control no humano de las armas estratégicas, o la desconcentración de insumos tecnológicos mayores, por ejemplo, semiconductores, para alcanzar en determinados segmentos de la economía global un mayor dinamismo, seguridad y mejor funcionamiento.

¿Se aceptarán liderazgos no humanos o semihumanos que impulsen decisiones que impliquen renunciamientos relativos con no adoptar nuevas bases o concepciones estratégicas porque ello crearía inestabilidad regional? ¿Sería aceptable ello para una alianza político-militar?

Más allá de los gobiernos, ¿aceptarán las empresas sacrificar ganancias en pos de un orden basado en un mayor reparto internacional de justicia económica?

Esto último resulta interesante, pues ello podría crear un nuevo tipo de rivalidad en las relaciones internacionales: entre las empresas tecnológicas y los Estados, la «tecnopolaridad». De acuerdo con el ya citado Ian Bremmer, se diferencia de las nociones tradicionales de poder global en que la soberanía y la influencia no están determinadas por el territorio físico y el poder militar sino por el control sobre los datos, los algoritmos y los servidores.

Como podemos apreciar, los descensos abordados aquí nos llevan a plantearnos preguntas pertinentes en relación con el mundo que nos aguarda. Ello siempre sucede cuando estamos en una situación de inflexión en la historia. Pero hoy por vez primera nos hallamos más allá de un punto de inflexión. Como dijo un ex funcionario estadounidense, ante cosas que no sabemos que no sabemos.

* Alberto Hutschenreuter es miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

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EL NUEVO ORDEN MUNDIAL: ECONOMÍA Y PAZ

Giancarlo Elia Valori*

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Los cambios globales en el cambio del milenio y la epidemia del siglo están actualmente entrelazados. La economía mundial está luchando por recuperarse y se enfrenta a muchos desafíos complejos. La globalización económica enfrenta a vientos en contra. ¿Hacia dónde se dirige el mundo? ¿Será más abierto o más cerrado que ahora? ¿Cooperación o confrontación?

Esta es la razón por la que es necesario hacer hincapié continuamente en la necesidad de construir una economía mundial abierta. No debe haber restricciones ni cambios de tendencia. Tenemos que estar en el lado correcto de la historia, expandiéndonos implacablemente abriéndonos completamente a todas las innovaciones que podamos controlar como, con suerte, la Inteligencia Artificial ―entre otras― de la que hablaremos más adelante en relación con un nuevo orden económico mundial. Necesitamos construir una comunidad con un futuro compartido para toda la humanidad. El planeta está circunscrito: no hay más terrae nullius ―en el sentido más amplio― que conquistar, o pueblos «educados» a través de la falsa, mistificante e hipócrita «carga del hombre blanco» o varios «destinos manifiestos» adivinadores que se impongan a otros con bombas inteligentes o guerras humanitarias.

Construir una economía mundial abierta es una opción inevitable en línea con la tendencia histórica de desarrollo igualitario, o más bien con la eliminación de los restos coloniales, neocoloniales e imperialistas. La globalización económica igualitaria es el único camino para el desarrollo de la sociedad humana. La globalización económica es históricamente el requisito previo objetivo para el desarrollo de las fuerzas productivas sociales, y el resultado inevitable del progreso científico y tecnológico ha dado un gran impulso al crecimiento económico mundial. Ha favorecido el flujo de bienes y capitales, el progreso de la ciencia, la tecnología y la civilización: de hecho, la Inteligencia Artificial, que parecía ciencia ficción, puede parecer una ucronía, pero es una realidad objetiva.

Los intercambios entre los pueblos están en consonancia con los intereses comunes de todos los Estados. En el mundo actual, un nuevo paso de revolución científica y tecnológica, así como de transformación industrial, demuestra ser cada vez un desarrollo profundo. El sistema de gobernanza global está cambiando profundamente y el modelo internacional se ve afectado, acelerando así el proceso.

Los intereses de todos los países están entrelazados y el destino es compartido. La cooperación y las relaciones mutuamente beneficiosas ―en el caso de las relaciones bilaterales― se están convirtiendo en la tendencia general. La paz, el desarrollo, la cooperación y el beneficio mutuo deberían ser la tendencia de los tiempos actuales, incluso si aún no se logran debido a las necesidades y demandas de la industria de guerra internacional (ver el caso de la guerra entre Ucrania y Rusia).

Después de todo, nadie puede hacer frente en soledad a los diversos desafíos que enfrenta la humanidad, y ningún país puede convertirse geográficamente en una isla cerrada en sí misma, como el Reino Unido que dominó el mundo en el siglo XIX, seguida más tarde por su antigua colonia, los Estados Unidos de América.

La apertura trae progreso y, a la inversa, el aislamiento inevitablemente dejará atrás a quienes la apoyan. Si un país quiere desarrollarse y prosperar, debe comprender, seguir y adaptarse a la tendencia general del desarrollo mundial, de lo contrario inevitablemente será dejado atrás por la Historia. El proyecto deseado de un nuevo orden económico mundial persigue firmemente una estrategia para liberalizar y facilitar el comercio y las políticas de inversión de alto nivel, y promueve la creación de un patrón de contactos y relaciones que vinculen la tierra, el mar, el extranjero, el Este y el Oeste, que son los promotores fundamentales de un enfoque global común de mente abierta. Son los pivotes de una fuente estable de fuerza y poder para el crecimiento económico mundial, regulada por el jus gentium.

La construcción de una economía mundial abierta es un requisito previo ineludible para avanzar y adherirse a los valores comunes de toda la humanidad. Los países tienen historias, culturas, sistemas y niveles de desarrollo diferentes, pero los pueblos de cada Estado persiguen los valores comunes de paz, desarrollo, equidad, justicia, democracia y libertad para toda la humanidad: gens una sumus. El valor común de toda la humanidad encarna el consenso sobre el respeto de los valores de cada civilización humana diferente. Representa la búsqueda común de la humanidad por un futuro mejor y también es un símbolo importante del progreso humano.

El hecho de construir una economía mundial abierta, de fomentar la globalización económica de una manera más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos, de buscar la cooperación en lugar de la guerra y / o la confrontación política, de abrazar la apertura en lugar de la estrechez de miras, de buscar el beneficio mutuo y evitar un juego de suma cero significa promover conscientemente la adhesión a los sentimientos y sentimientos comunes de toda la humanidad.

La práctica ha demostrado que el desarrollo pacífico del mundo es inseparable de la apertura y la tolerancia mutuas. Cualquier unilateralismo e interés propio extremo son totalmente inviables. La participación en «círculos internos» también debe ser totalmente rechazada. Lo mismo es cierto para desencadenar la confrontación a lo largo de líneas políticas ideológicas obsoletas, que en el pasado significaba oprimir a los débiles para que el ganador pudiera tomarlo todo. El particularismo de las autodenominadas élites económico-políticas e ideológicamente imponentes es un callejón sin salida cada vez más estrecho. Creerse depositario de la verdad y querer imponer el propio modelo a los Estados, países y naciones, así como a los pueblos, es un crimen moral y, sobre todo, fáctico.

Sólo con una actitud altamente responsable hacia el futuro y el destino de la humanidad podremos promover la construcción de una economía mundial abierta y practicar la gobernanza mundial con amplias consultas como contribución conjunta a los beneficios compartidos. Apoyar los intercambios y el aprendizaje mutuo entre diferentes fuentes de conocimiento es la forma correcta para que el mundo crezca más. Esto significa estar en el lado correcto de la Historia y continuar promoviendo la construcción de nuevos órdenes mundiales económicos y políticos.

La humanidad está emergiendo actualmente de un período histórico particular. La epidemia de Covid-19 ha afectado de lleno al planeta y hemos sostenido cambios globales no vistos desde hace más de un siglo, como recordatorio de la pandemia de gripe española. Las cadenas industriales y de suministro mundiales se han visto afectadas. A menudo ha habido casos de unilateralismo, proteccionismo e intimidación interestatal, es decir, riesgos e incertidumbres en la comunidad internacional. El mundo, sin embargo, no ha vuelto a un estado de cierre y separación mutuos totales. La cooperación abierta sigue manteniéndose como una tendencia histórica y las posibilidades de beneficios comunes para todos siguen siendo lo que las personas, es decir, los ciudadanos, quieren y desean.

Sobre la base de estos principios, no sólo las personas individuales ganarán impulso para el desarrollo en el futuro, sino que el mundo se beneficiará aún más. Con este fin, por un lado, es crucial establecer una visión general y perseguir firmemente una estrategia mutuamente beneficiosa de apertura para todos. Esto significa globalizarse con una actitud proactiva e insistir en la implementación de una cooperación más amplia entre los Estados, de modo que se pueda alcanzar un alcance más amplio y una conciencia más profunda de la apertura al mundo exterior. Solo tomando medidas en este mundo podremos lograr un mayor nivel de participación.

El sistema de una economía abierta acelerará la construcción de un nuevo modelo de desarrollo con el ciclo doméstico como estructura principal y los ciclos nacionales e internacionales promoviéndose mutuamente, a fin de crear nuevas ventajas en la cooperación económica internacional y la libre competencia.

Por otro lado, necesitamos promover la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales, adherirnos al concepto correcto de justicia e intereses en el comercio internacional, y oponernos a todas las formas de proteccionismo, hegemonismo y mentalidad de Guerra Fría. Esto no solo alienta a los países a aprovechar plenamente sus ventajas comparativas y optimizar conjuntamente la asignación de recursos económicos mundiales, sino que también fomenta la construcción de una cadena de valor global para beneficios compartidos que puede promover un mercado global en beneficio de todas las partes. Esto significa crear un sistema de comercio multilateral y no discriminatorio libre en beneficio de la estabilidad económica mundial, la recuperación posterior a la COVID y el desarrollo sostenible.

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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