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EL FENÓMENO DE LA APROPIACIÓN DE TIERRAS POR PARTE DE MULTINACIONALES

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Cousinzeke en Pixabay

Desde 2012, las Naciones Unidas han adoptado directrices voluntarias para la ordenación del territorio y de los bosques para combatir el acaparamiento de tierras. Pero sólo unas pocas personas conocen las directrices, que tienen como objetivo proteger a los pequeños agricultores, particularmente en los países del Tercer Mundo.

Cuando los inversores multinacionales compran campos para sus enormes plantaciones, los residentes pierden su sustento y medios de apoyo y pronto sólo dormirán en sus aldeas. Si tienen suerte, podrían encontrar trabajo con parientes en otro pueblo. Muchos también prueban suerte en la ciudad, pero la pobreza y el desempleo son altos. Lo que queda son aldeas despobladas y las enormes plantaciones de aceite de palma que han devorado tierras de cultivo. La gente ya no puede ir allí a cazar y cultivar plantas u obtener leña. ¡La tierra ya no les pertenece!

El acaparamiento de tierras es el proceso por el cual la mayoría de los inversores extranjeros privan a los agricultores o pescadores locales de sus campos, lagos y ríos. Aunque ha sido ampliamente utilizado a lo largo de la historia, el acaparamiento de tierras —como se utilizó en el siglo XXI— se refiere principalmente a adquisiciones de tierras a gran escala después de la crisis mundial de precios de los alimentos de 2007-2008.

Desde 2000 hasta 2019 cien millones de hectáreas de tierra han sido vendidas o arrendadas a inversores extranjeros y la lista de los países más afectados se puede encontrar aquí a continuación:

Esta inversión también puede tener sentido para el desarrollo de un país, pero no debe privar a las personas de sus derechos: la gente local se muere de hambre mientras se producen alimentos y se convierten en biocombustibles para la exportación justo ante sus ojos.

En 2012, después de tres años de debate, las Naciones Unidas crearon un instrumento para prevenir ese acaparamiento de tierras: los VGGTs (Directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad alimentaria nacional:

http://www.fao.org/docrep/016/i2801e/i2801e.pdf.

Se establecen normas mínimas detalladas para la inversión, por ejemplo, la participación de las personas afectadas o cómo salvaguardar los derechos de los pueblos indígenas y prevenir la corrupción. Formalmente, el documento proporciona una contribución significativa a todas las personas que luchan por sus derechos.

El documento, sin embargo, es bastante críptico. Las directrices deben simplificarse y explicarse. Sólo así los activistas, pero también los agricultores y pescadores, pueden tomar conciencia de sus derechos.

Otros dudan de que se pueda lograr mucho a través de estas directrices porque son voluntarias. Después de todo, las Naciones Unidas tienen poco o ningún voto en el asunto y no pueden hacer más que eso. Si los gobiernos los aplicaran, lo harían como les parezca.

En Bolivia, por ejemplo, ya hay leyes que se supone que impiden el acaparamiento de tierras. En la Amazonía, sin embargo, empresas brasileñas y argentinas están comprando bosques para cultivar soja y caña de azúcar, a menudo con la aprobación y el acuerdo de funcionarios gubernamentales corruptos. Otras directrices probablemente serían de poco uso.

A lo sumo, los activistas ya utilizan las directrices para presionar a sus gobiernos. Junto con otros activistas ambientales y de derechos humanos, establecieron redes: a través de estaciones de radio locales y reuniones de aldeas, informan a la gente del hecho de que tienen derecho a su tierra.

Sin embargo, en muchos países de África y otros lugares, hay una falta de documentación que demuestre la propiedad de la tierra. Originalmente, los líderes tribales distribuían vocalmente los derechos de uso. Pero los líderes de hoy son manipulados para presionar a los aldeanos a vender sus tierras.

Los mayores inversores son los indios y los europeos: están comprando la tierra para cultivar plantaciones de caña de azúcar y aceite de palma. Este fenómeno ha estado sucediendo desde 2008: en ese momento —como se señaló anteriormente— la crisis alimentaria mundial impulsó los precios de los alimentos y los inversores extranjeros, pero también los gobiernos comenzaron a invertir en alimentos y biocombustibles.

También deben tenerse en cuenta las inversiones en tierras, consideradas seguras desde la conocida crisis financiera. Recientemente las empresas chinas también han estado comprando miles de hectáreas de tierra.

En algunas partes de África, sólo alrededor del 6% de la tierra se cultiva con fines alimentarios, mientras que en las zonas restantes hay plantaciones de aceite de palma. Una vez que las plantaciones crecen dos o tres metros de altura, tienen un efecto devastador en los monocultivos que dependen de la biodiversidad, debido a las enormes áreas que ocupan. También hay contaminación ambiental debido a los fertilizantes: en una aldea, cerca de una plantación dirigida por una empresa luxemburguesa, muchas personas han sufrido diarrea y algunos aldeanos ancianos incluso murieron.

Por consiguiente, la aplicación de los VGGTs debe ser vinculante lo antes posible. Pero con una organización como las Naciones Unidas, ¿cómo podría suceder esto?

No sólo los pueblos indígenas o los grupos locales de pequeños agricultores están siendo privados de todo. También se está perdiendo la tierra común utilizada, así como muchos ecosistemas que siguen intactos: los humedales están siendo drenados, los bosques despejados y las sabanas convertidas en desiertos agrícolas. Los nuevos terratenientes cercan sus áreas y niegan el acceso a los propietarios originales. En la práctica, este es el equivalente del siglo XXI de la contención de la tierra del monasterio en Europa que comenzó en la Edad Media.

La gran mayoría de los contratos se concentran en países más pobres con instituciones débiles y derechos a la tierra, donde muchas personas se mueren de hambre. Allí, los inversores compiten con los agricultores locales. El argumento al que se aferran los defensores de la apropiación de tierras —es decir, que es principalmente tierras sin cultivar que necesitan ser reclamadas— es refutado. Por el contrario, los inversores prefieren áreas bien desarrolladas y cultivadas que prometen altos rendimientos. Sin embargo, no mejoran la oferta de la población local.

Las empresas agrícolas extranjeras prefieren desarrollar los llamados cultivos flexibles, es decir, plantas como la mencionada palma aceitera, soja y caña de azúcar, que, dependiendo de la situación del mercado, pueden venderse como biocombustibles o alimentos.

¡Pero hay más! Si la empresa X del Estado Y compra áreas productoras de alimentos/combustibles, es la empresa que vende a su Estado Y y no al Estado anfitrión Z la que, en cambio, asigna sus beneficios futuros derivados del comercio internacional de Estado a Estado a la mencionada multinacional o empresa estatal del Estado Y.

Además, casi no hay pruebas de que la inversión en tierras creará puestos de trabajo, ya que la mayoría de los proyectos estaban orientados a la exportación. La organización de ayuda británica Oxfam confirma que muchas adquisiciones de tierras tuvieron lugar en áreas donde se cultivaban alimentos para la población local. Dado que los pequeños propietarios locales son generalmente débiles y carecen de educación suficiente, difícilmente pueden defenderse de la apropiación de la tierra que utilizan. Los funcionarios gubernamentales la venden o alquilan, a menudo sin siquiera pagar una compensación.

El acaparamiento de tierras también está presente en la Europa “pasiva”. Rusia, Ucrania, Rumanía, Lituania y Bulgaria se ven afectados, pero también los territorios de Alemania Oriental. Los fondos y las empresas agrícolas de la Europa “activa” y democrática, es decir, Occidente, y los Estados árabes del Golfo son los principales inversores.

Podríamos pensar que los gobiernos de los países afectados tendrían el deber de proteger a su propio pueblo de tales expropiaciones. Todo lo contrario. A menudo apoyan el acaparamiento de tierras. Obviamente, la corrupción a menudo está involucrada. En muchos países, sin embargo, el sector agrícola ha sido penalmente descuidado en el pasado y las multinacionales se están aprovechando de esto con el pretexto de remediar esta situación.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

 

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LOS PARAÍSOS FISCALES

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Steve Buissinne en Pixabay

Hasta la crisis financiera de 2008, los paraísos fiscales eran vistos como exhibiciones exóticas, islas del Caribe o fortalezas financieras alpinas frecuentadas por celebridades, gángsteres y aristócratas ricos.

Desde entonces, nos hemos dado cuenta de seis cuestiones que nos hacen pensar:

a) el fenómeno es mucho más grande y central para la economía global de lo que casi nadie había imaginado;

b) se está fomentando el lavado de dinero sucio del tráfico mundial de drogas, un negocio igual al valor del comercio mundial de petróleo y que salvó a muchos de los grandes bancos del mundo de la bancarrota en la crisis financiera de 2008;

c) se desarrolla la financiación del terrorismo, una guerra con “low cost” (“bajo costo”) con un efecto estratégico muy alto;

d) deforma el mecanismo financiero internacional cambiando los datos y los costos de las operaciones, haciéndolos impredecibles;

e) la masa de dinero disponible en los paraísos fiscales hace posible la corrupción masiva que actualmente es endémica en los países en desarrollo como en los del “primer mundo”.

f) los refugios más grandes no están donde pensábamos que estaban.

Los paraísos fiscales cuestan colectivamente a los gobiernos entre US$ 500 mil millones y 600 mil millones al año en ingresos fiscales perdidos, según estimaciones recientes, a través de medios legales y no legales. De esa pérdida de ingresos, las economías de bajos ingresos representan alrededor de US$ 200.000 millones: un porcentaje más alto del PIB que las economías avanzadas y más de los aproximadamente US$ 150.000 millones que reciben cada año en ayuda exterior para el desarrollo. Solo la sociedad American Fortune tenía alrededor de US$ 2,6 billones en alta mar en 2017, aunque una pequeña porción fue repatriada después de las reformas fiscales de Estados Unidos en 2018.

Las empresas no son los únicos beneficiarios. Individuos escondieron US$ 8.7 billones en paraísos fiscales, estimaba Gabriel Zucman en 2017, un economista de la Universidad de California, Berkeley. Las estimaciones más completas del economista James S. Henry (2016) producen un sorprendente total de hasta US$ 36 billones.

Además, dado que los principales usuarios de los paraísos fiscales son las grandes instituciones financieras y otras multinacionales, el sistema perjudica a las pequeñas y medianas empresas, aumentando la monopolización.

Los gobiernos poderosos también tienen interés: la mayoría de los principales refugios se encuentran en las economías avanzadas o en sus territorios. El índice Corporate Tax Haven de Tax Justice Network se encuentra entre las tres principales Islas Vírgenes Británicas, Bermudas y las Islas Caimán, todos territorios de ultramar de Londres. El índice de secreto financiero sitúa a Suiza, Estados Unidos y las Islas Caimán como las tres principales jurisdicciones para la riqueza privada.

Para comprender mejor por qué las jurisdicciones ricas están en la parte superior de la lista, piense en cuántos africanos ultra ricos esconden activos secretos en Ginebra o Londres, luego considere cuántos suizos o británicos ricos tendrían activos a alguna capital del continente negro. El capital extraterritorial tiende a fluir de los países pobres a los países ricos, con mayor perjuicio a las poblaciones que luego las mafias internacionales convergen en Europa.

Y el sistema offshore está creciendo: ha contribuido a una drástica caída de las tasas impositivas corporativas promedio, que han caído a la mitad: del 49% en 1985 al 24% en 2019. Para las multinacionales estadounidenses, los beneficios corporativos que se trasladaron a paraísos fiscales aumentaron aproximadamente de 5% a 10% de los beneficios brutos en la década de 1990 a alrededor de 25-30% en 2019.

Los principios del sistema internacional de impuestos corporativos han sido establecidos por la Sociedad de Naciones (1920-1946) durante casi un siglo, por lo que hasta hace una década, había pocas restricciones políticas a la expansión de los paraísos fiscales. Sin embargo, después de la ya mencionada crisis de 2008, los gobiernos se vieron presionados a: 1) cerrar grandes déficits presupuestarios, 2) apaciguar a los votantes furiosos por los rescates bancarios financiados por los contribuyentes, y 3) ampliar la desigualdad y la capacidad de las multinacionales y los ricos para escapar de los impuestos.

Los Papeles de Panamá y las Fugas de Luxemburgo han revelado el uso de paraísos fiscales para propósitos a menudo nefastos y han reforzado la presión de hacer algo. La OCDE ha puesto en marcha dos grandes proyectos.

Uno es el Common Reporting Standard, un esquema para el intercambio automático de información financiera a través de las fronteras para ayudar a las autoridades fiscales a rastrear los activos offshore de sus contribuyentes.

Pero el CRS contiene muchas lagunas; por ejemplo, permite a las personas con el pasaporte adecuado solicitar la residencia en un paraíso fiscal, en lugar de en el país donde viven.

Sin embargo, el CRS ha dado algunos resultados. La OCDE estimó en julio de 2019 que 90 países habían compartido información sobre 47 millones de cuentas por valor de € 4,9 billones; que los depósitos bancarios en paraísos fiscales se habían reducido del 20 al 25%; y la divulgación voluntaria antes de la aplicación había generado € 95.000 millones en ingresos fiscales adicionales para los miembros de la OCDE y el G20, que incluye las principales economías de mercados emergentes.

La otra iniciativa fue el proyecto de Base Erosion and Profit Shifting (BEPS), dirigido a multinacionales. Es decir, el esfuerzo de la OCDE por “realinear los impuestos con sustancia económica” sin interrumpir el consenso internacional de larga data en apoyo del principio de libre competencia. Aunque el BEPS mejoró la transparencia de las multinacionales, en última instancia fue visto como un fracaso de la OCDE, especialmente para la economía digitalizada.

En enero de 2019 la presa comenzó a agrietarse. La OCDE ha admitido la necesidad de “soluciones que van más allá del principio de libre competencia”. En marzo, Christine Lagarde, entonces directora gerente del FMI, calificó el método cohesivo de control “obsoleto” y “particularmente perjudicial para los países de bajos ingresos”.

Pidió un “replanteamiento fundamental” con avances hacia enfoques basados en fórmulas para la asignación de ingresos. En el mes de mayo siguiente, la OCDE publicó una hoja de ruta en la que proponía reformas basadas en dos pilares: 1) determinar dónde deben pagarse los impuestos y sobre qué base, y qué parte de los beneficios deberían gravarse sobre esa base; y 2) convencer a las multinacionales para que paguen un nivel mínimo de impuestos.

El profesor Reuven Avi-Yonah, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan, dijo que el plan era “extraordinariamente radical” y habría sido “casi inconcebible” incluso hace cinco años.

Pero un cambio radical es factible. La Tax Justice Network considera ahora que sus cuatro demandas clave, inicialmente desestimadas como utópicas, están ganando apoyo mundial: intercambio automático de información financiera transfronteriza, registros públicos de propiedad efectiva de los activos financieros, informes país por país e impuesto unitario con fórmula de distribución.

Pero el impuesto de sociedades es sólo el principio: tenemos que considerar las fuerzas que hacen que el sistema offshore funcione. El ejemplo de Suiza es emblemático. Los políticos de Alemania, Estados Unidos y otros lugares se han enfrentado con Suiza por el secreto bancario, con poco éxito. En 2008, después de descubrir que los banqueros suizos habían ayudado a los clientes estadounidenses a evadir impuestos, el Departamento de Justicia siguió un camino diferente: no se dirigió al país, sino a sus banqueros y bancos.

Suiza ha hecho importantes concesiones en el secreto bancario por primera vez. Se entiende que cualquier respuesta internacional efectiva debe incluir fuertes sanciones contra quienes faciliten los asuntos privados, incluidos los contadores y los abogados, especialmente cuando favorecen actividades delictivas como la evasión fiscal.

Los flujos financieros que buscan el secreto o huyen de los impuestos corporativos exacerban las desigualdades, aumentan la vulnerabilidad a las crisis e infligen daños políticos no cuantificables a medida que el capital secreto se infiltra en los sistemas políticos occidentales, desestabilizándolos con una pobreza creciente y el desempleo. Y a medida que el capital financiero fluye desde los países más pobres a los paraísos fiscales del mundo rico, sigue la migración antes mencionada de los buscadores de empleo, se produce la migración de buscadores de empleo antes mencionada, innecesaria a los ya saturados mercados de llegada.

La red financiera de operaciones de lavado de impuestos favorece la elección de operaciones desleales sin ninguna evaluación moral de los medios que se utilizarán para mejorar el capital.

Habrá quienes exijan la libertad de comercio, pero bastará con incluirlos en la lista de empresas de lavado de dinero que operan en paraísos fiscales.

Cuanto mayor sea el importe de las transacciones financieras, menor debe ser su libertad y autonomía. Será el próximo gran tema internacional, que se resolverá con menos charlas y más hechos.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Nota: traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. 

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EL ESTADO PROFUNDO. EL GOBIERNO EN LAS SOMBRAS.

Marcelo Javier de los Reyes*

Detrás del ostensible gobierno se sienta entronizado,

un gobierno invisible que no debe lealtad,

y no reconoce ninguna responsabilidad hacia la gente.

Destruir este gobierno invisible, frustrar la alianza impía entre

los negocios corruptos y la política corrupta

es la primera tarea de los estadistas de hoy.

Theodore Roosevelt (1858 – 1919)

 

Introducción

Mi querido amigo Agustín Saavedra Weise publicó un artículo titulado “Los gnomos de Zurich y el orden mundial”[1], en el que retoma el tema de otro artículo que había publicado en 2011.

En su escrito, Saavedra Weise nos señala que quien se refirió a los “Gnomos de Zurich” fue el ex primer ministro británico Harold Wilson en los años 50 del siglo XX y, del mismo modo, nos informa que estos “gnomos” no existen solo en esa ciudad suiza sino que están en muchas otras, en las principales urbes. Agregaría que en muchos países podemos encontrar estos grupos de poder integrados por líderes políticos, ejecutivos de grandes empresas transnacionales y otros hombres influyentes que actúan en las sombras, silenciosamente, y que manejan los destinos de un país, de una región e incluso del mundo “como si el planeta y sus inmensos recursos le perteneciera”[2].

Debo confesar que desconocía este nombre para ese grupo de poder que yo conozco con otra denominación: el Estado Profundo.

Referirse a los “gnomos de Zurich” o al “Estado Profundo” requiere hablar del “poder” y de la forma en que este se ejerce.

Las decisiones políticas a nivel gubernamental no siempre son públicas o transparentes ni obedecen a los objetivos que se expresan. Por eso se habla de los arcanii imperii, los “secretos del poder” y de los “juegos de poder”, tanto a escala nacional como internacional.

Todas aquellas voluntades que no forman parte de un gobierno ni pertenecen al círculo cercano de un jefe de Estado pero que ejercen una influencia más o menos directa sobre decisiones del poder ejecutivo —y que orientan esas decisiones hacia una u otra orientación— las denominamos factores determinantes de la política, es decir, aquellos que influyen sobre la toma de decisión.

En el marco del “juego de poder”, diversas voluntades entran en pugna, se contraponen y se compensan. De ese juego surgen decisiones que pueden ser consensuadas y otras impuestas por ciertos sectores que no tienen el poder político pero que sí manejan ciertas palancas para imponer su voluntad en función de sus intereses y por sobre el bien común de la sociedad.

En general, esas voluntades políticas no gubernamentales provienen del ámbito económico y financiero, las cuales suelen ejercer mayores presiones sobre los gobiernos democráticos. También las ONGs —muchas de ellas creadas por esos mismos intereses económicos y financieros para mostrar a la sociedad un espíritu altruista— han adquirido una inusitada cuota de poder que, a través de la manipulación de la opinión pública o de la presión que ejercen sobre los parlamentarios, demoran o impiden la toma de decisiones.

El poder

En este punto es relevante tener en cuenta que existen “actores” que manejan los resortes del poder y sus objetivos. No se trata de una entelequia, sino de algo real. A veces, cuando hablamos de esta cuestión, solemos referirnos al “sistema”, como si fuera algo inhumano, un ente que está ahí y que gobierna nuestros destinos como si fuera una entidad divina… y de ahí nuestra resignación, nuestro conformismo.

La cuestión del poder es de suma importancia y ha constituido el tema central de muchos libros, desde Maquiavelo en El Príncipe[3], escrito en 1513, hasta la actualidad, pasando por William Jones en El arte de la manipulación[4], John Kenneth Galbraith con Anatomía del Poder (1984)[5] y La élite del poder (The Power Elite, 1956) de C. Wright Mills[6], sociólogo estadounidense, recordado por estudiar en este libro la estructura de poder en los Estados Unidos.

El tema continúa despertando un gran interés en la actualidad. Esto queda demostrado en otros títulos como el de Noreena Hertz, El poder en la sombra. Las grandes corporaciones y la usurpación de la democracia (2002)[7], Las 48 leyes del poder de Robert Greene[8] y el libro El club de los elegidos: como la élite del poder global gobierna el mundo de David J. Rothkopf[9]. La lista sería infinita.

Rothkopf expresa que es difícil cuantificar el poder y que la riqueza es a menudo una fuente de poder. Realiza un análisis del papel que tiene en nuestras vidas la nueva élite global que nos gobierna. En su libro, que ya tiene algunos años, afirma que “el poder está concentrado en manos de un número notablemente reducido de personas en todo el mundo”. Son “6.000 en un mundo de 6.000 mil millones”, personas muy poderosas que proceden de diversos ámbitos y que dirigen gobiernos, finanzas, corporaciones internacionales, medios de comunicación, movimientos religiosos y, en la sombra, organizaciones criminales y terroristas. Sus decisiones crean o destruyen empleos, delinean el rumbo económico internacional y su poder les permite levantar o provocar la caída de gobiernos. Según Rothkopf debemos prepararnos para un futuro en el que las naciones-estado no serán capaces de garantizar los derechos humanos tal como los conocemos.

Tanto en El Príncipe como en El arte de la manipulación y en Las 48 leyes del poder prevalece la filosofía de que “el fin justifica los medios”.

El “poder” es un término controversial. Para unos es algo repudiable, lo relacionan con la manipulación, el engaño, el autoritarismo, el abuso. Para otros, puede ser un instrumento efectivo para el ejercicio de la autoridad y para influir en la toma de decisiones y, con esto, el logro de resultados organizacionales, que pueden beneficiar a todos sus miembros.

En un trabajo titulado “Teoría de las necesidades y la motivación”, el psicólogo estadounidense David McClelland y su grupo se centraron en identificar los factores que, preferentemente, pueden motivar más a cada cual. Como resultado de sus estudios identificaron, como factores de motivación, tres tipos de necesidades:

  • Necesidad de logro. Cuando prevalece el interés por alcanzar objetivos y demostrar competencia o maestría. Las personas que tienen esta necesidad en alto grado, centran su energía en terminar rápido y bien sus tareas. Les gusta recibir retroalimentación específica y expedita sobre lo que hacen. Es típica de investigadores y profesionales especializados.
  • Necesidad de asociación. Personas que disfrutan en alto grado tener relaciones interpersonales afectivas y que se les tenga estimación. Mantener buenas relaciones sociales y experimentar la sensación de comprensión y proximidad son sus preferencias. Están prestos a auxiliar a quienes se ven en problemas y a disfrutar las interrelaciones amistosas con los demás. Característicos de los que se dedican a las relaciones públicas y vendedores exitosos.
  • Necesidad de poder. Las personas en las que prevalece esta necesidad, se interesan por ejercer influencia y control sobre los demás. Disfrutan cuando “están a cargo”. Prefieren ser situados en posiciones competitivas y orientadas al estatus. Tienden a estar más interesados en el prestigio y la obtención de influencia sobre los demás. Característico de dirigentes y líderes, quienes asumen el poder como una vía para la obtención de una visión y objetivos.

Las personas que tienen preferencia por la “Necesidad de poder e influencia”, se identifican con los siguientes comportamientos:

  • Disfruto al competir y ganar.
  • Disfruto estar a cargo.
  • Confronto a la gente que hace cosas con las que no estoy de acuerdo.
  • Gozo al influir en otras personas para que sigan mi camino.
  • Con frecuencia, trabajo para obtener más control sobre los eventos a mí alrededor.

El poder está presente en todos los ámbitos: política, medios, empresas, economía, religión, etc.

John Kenneth Galbraith en su libro Anatomía del Poder expresó que “arrancada la carne que la recubre, queda plenamente al descubierto la anatomía del poder”. Galbraith dice:

Son pocas las conversaciones en que no se introducen alusiones al poder. De los presidentes o primeros ministros se dice que lo tienen o que carecen de él en la medida adecuada. De otros políticos se piensa que están ganando poder o perdiéndolo. De las corporaciones y las organizaciones se afirma que son poderosas, y de las corporaciones multinacionales que lo son peligrosamente. Los directores de periódico, los presidentes de las cadenas de radiodifusión y los más contundentes, resueltos, inteligentes o famosos de sus redactores, columnistas y comentaristas forman asimismo parte del poder.[10]

En el libro El poder en la sombra, Noreena Hertz afirma que de las 100 mayores economías del mundo, 51 son empresas y 49, Estados-nación. A su juicio, pocas son las personas que perciben esta dimensión del poder, que distinguen quienes gobiernan en realidad o la relación que existen entre los medios de comunicación y las grandes corporaciones, así como la forma en que éstas manipulan y presionan a los gobiernos, incluso utilizando herramientas al margen de la legalidad.

La Fundación Global Justice Now ha comparado la facturación de las principales compañías a escala global con el producto interior bruto de los países y ha podido determinar que existen 10 empresas que son más grandes que 180 países. Tomando estos datos, en 2016 la primera economía era la de Estados Unidos y Walmart la décima, detrás de Brasil[11]. Actualmente, China compite por el liderazgo mundial con Estados Unidos y algunas estimaciones consideran que la potencia económica china es mayor que la estadounidense.

El sociólogo y científico político alemán Max Weber (1864-1920) definió al poder de la siguiente manera:

Poder es la posibilidad de imponer la propia voluntad al comportamiento de otras personas.[12]

Cuanto mayor poder se tiene, mayor es la capacidad para imponer esa voluntad y lograr el propósito pretendido.

John Kenneth Galbraith nos señala los objetivos del poder:

Como ocurre con tantas de las cosas relacionadas con el poder, los fines por los que se busca son ampliamente percibidos, pero raramente enunciados. Los individuos y los grupos buscan el poder para promover sus propios intereses, incluyendo, en particular, su propio interés pecuniario. Para extender a otros sus valores personales, religiosos o sociales. Para obtener apoyo a su percepción económica o social del bien público.[13]

Hablar de poder, lo que supone energía o fuerza entendida no solamente como fuerza física sino también moral y fáctica. El poder es el vehículo para lograr un fin, de ahí lo esencial de ese término en el contexto de las relaciones internacionales y de la inteligencia. El poder es la aptitud, la capacidad, la energía, la fuerza o la competencia de que dispone un Estado para cumplir un fin.

La política —nacional o internacional— finca fundamentalmente en relaciones de poder pero conforme a la diversidad de los actores que son protagonistas, este fenómeno por sí solo no alcanza para explicar la totalidad de las interacciones (nacionales o internacionales).

Hans Morgenthau dice que “no importa cuáles sean los fines últimos de la política internacional: el poder siempre será el objetivo inmediato”. Advierte que cuando habla de poder se refiere “al control del hombre sobre las mentes y las acciones de otros hombres” y agrega que por poder político se entienden “las mutuas relaciones de control entre los depositarios de la autoridad pública y entre estos últimos y la gente en general”[14].

Por su parte, Bertrand Russell expresó que “de los infinitos deseos del hombre, los principales son los deseos de poder y gloria”[15].

John Kenneth Galbraith distingue tres instrumentos para ejercer el poder y tres fuentes que posibilitan su uso. Los instrumentos serían:

  • poder condigno,
  • poder compensatorio y
  • poder condicionado[16].

El poder condigno implica la existencia de una superioridad por parte del que ejerce el poder que intimida a la otra parte, es decir que el poder se obtiene a través de amenazas. Por su parte, el poder compensatorio lleva a que quien se someta a ese poder lo haga esperando una compensación o recompensa —económica o beneficios de otra índole— por su sumisión. Tanto en uno como en el otro, el individuo es consciente de su sumisión, ya sea por temor o por la obtención de un beneficio.

En tercer lugar considera al poder condicionado que, por el contrario, es logrado a través de la persuasión, es decir que es impuesto de modo tal que el individuo asume naturalmente que esa elección es lo más conveniente pero no advierte su sumisión ante otro.

Con respecto a las fuentes del poder Galbraith distingue las siguientes:

  • personalidad
  • propiedad
  • organización.

La personalidad implica la apariencia física, la rectitud moral, la capacidad intelectual y demás rasgos que hacen que determinado individuo imponga respeto sobre los demás y en buena medida esa apariencia física estaba, antiguamente, vinculada al poder condigno. En la actualidad, Galbraith dice que la personalidad puede ser asociada al poder condicionado en tanto constituye un elemento de persuasión.

La propiedad o la riqueza es una fuente que permite la “compra” de la sumisión por lo que se halla fuertemente vinculado al poder compensatorio pero también, en menor medida, esa autoridad puede llevar a una sumisión condicionada. De tal manera, puede considerarse el ejemplo de empresarios que devienen en políticos y que, por llevar una carrera empresaria exitosa, ciertos sectores de la población los consideran aptos para el ejercicio de cargos públicos. Esta fuente podría denominarse en el ámbito internacional como recursos.

La organización es una fuente fundamental para el ejercicio del poder y se vincula con el poder condicionado. Una buena organización permite el ejercicio de la persuasión y por tanto la imposición de la voluntad sin que el o los sometidos tomen conciencia de tal situación. Por su parte la organización estatal permite hacer uso del poder condigno en la medida que puede aplicar castigos a quienes no acaten su poder.

Si bien se percibe cierta relación entre determinados instrumentos y determinadas fuentes también puede apreciarse la existencia de diferentes combinaciones entre ellos.

El Estado Profundo

El poder puede ser formal, aquel que es ejercido por haber sido nombrado para ejercerlo, pero también se debe reconocer la existencia de un poder fáctico, el cual es definido por el Diccionario de la Real Academia Española en los siguientes términos:

Sector de la sociedad al margen de las instituciones políticas que ejerce sobre aquella una gran influencia, basada en su capacidad de presión; p. ej., la banca, la Iglesia, los medios de comunicación.

Este poder fáctico es también conocido como Estado Profundo. Este concepto, denominado en inglés Deep State, ha sido abiertamente nombrado como el “enemigo” del gobierno del presidente Donald Trump, y se refiere al gobierno que opera en las sombras, al poder real que actúa detrás del poder formal.

En Turquía, donde se considera que tuvo origen el concepto de Estado Profundo —en turco Derin Devlet—, se refiere a las relaciones entre fuerzas de seguridad, mafia y grupos nacionalistas. El concepto de Derin Devlet tuvo su origen en un accidente de tránsito que ocurrió en 1996, ocasión en la que un coche se estrelló contra un camión en la localidad de Susurluk, Anatolia Central. En ese suceso murieron Hüseyn Kocadag, ex jefe de policía de Estambul, Abdulah Çatli, mafioso y líder de la ultranacionalista organización de extrema derecha “Lobos Grises” —a la que perteneció Ali Ağca, quien atentó contra el papa Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981— y buscado por la INTERPOL, quien viajaba con pasaporte diplomático, y su amante Gonca Us, quien fue reina de la belleza. El cuarto ocupante del vehículo, Sedat Bucal, diputado y miembro de las guardias rurales kurdas.

El accidente en Susurluk, Anatolia Central, Turquía, ocurrido en 1996.

El accidente puso en evidencia la existencia de vínculos estrechos entre personas tan dispares como un jefe de policía y un miembro de la mafia, quienes compartían el Mercedes negro que se accidentó junto a una ex reina de belleza y a un ciudadano kurdo.

Si bien, cuando se habla del Estado Profundo parecería que es un fenómeno propio de Turquía o de Estados Unidos, la realidad es que puede ser —y debe ser— extrapolado y analizado en diversos Estados ya que en buena parte de los países de la comunidad internacional existe un poder fáctico que puede condicionar fuertemente al poder formal. Ese Estado Profundo puede estar conformado por políticos, empresarios, dueños de medios de comunicación, miembros de las fuerzas armadas o de las fuerzas de seguridad, jefes de organizaciones del crimen organizado, etc., y puede ser encontrado en Argentina, Brasil, China, Grecia, Kosovo, Rusia y una infinidad de países.

A modo de conclusión

Históricamente el poder le permitía al Estado Nación mantener un equilibrio, una armonía entre los diferentes sectores de la sociedad y, en el plano internacional, el equilibrio de poder entre las diferentes naciones garantizaba la paz mundial.

En la actualidad se percibe que los actores privados han adquirido una cuota mayor de poder en detrimento del Estado y ello, básicamente, como consecuencia de las diversas reformas del Estado que se han llevado a cabo, principalmente, en países con gobiernos débiles o con poco sentido nacional. Estas reformas son diseñadas a medida de los intereses de ese poder fáctico o del Estado Profundo. Sin embargo, hace tiempo que se percibe que el avance de las corporaciones económicas también ponen en aprietos a los gobiernos de los países desarrollados.

Esta restricción al poder estatal ha sido producto de la globalización de las medidas económicas tendientes a favorecer la liberalización de los mercados, las transferencias de divisas, de capitales y de bienes, así como de un capitalismo globalizante que fue adquiriendo nuevos y crecientes espacios tras la implosión de la Unión Soviética.

El Estado Profundo es una conjunción de intereses, de poderes en la sombra, que no fueron producto de una elección, que maneja una agenda oculta, que apela a influir en el poder judicial de un Estado (¿lawfare?). En la actualidad no asistimos a golpes de Estado llevados a cabo por militares, sino a “golpes de mercado”, a la utilización del Poder Judicial, a la manipulación de las sociedades por los medios, a un mayor control social, todo un resultado del creciente poder en las sombras. Sin duda, esto constituye una amenaza para la democracia y un gradual cercenamiento de los derechos individuales.

En función de lo expresado, es importante que los Estados puedan contar con una Inteligencia de Estado —no “de gobierno”— capaz de poder escudriñar ese “juego de poder”. Es de incumbencia de la Inteligencia Estratégica tener en cuenta de manera especial a los actores y a quienes ejercen el poder, no solo formal sino también en las sombras.

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz.

Referencias

[1] Agustín Saavedra Weise. “Los gnomos de Zurich y el orden mundial”. SAAEG, 19/04/2020, <https://saeeg.org/index.php/2020/04/19/los-gnomos-de-zurich-el-orden-mundial/>.

[2] Ídem.

[3] Nicolás Maquiavelo. El Príncipe. Madrid: Alianza editorial, 1982, 135 p.

[4] William Jones. El arte de la manipulación. México: Selector, 2005 (22ª reimp.), 195 p.

[5] John Kenneth Galbraith. La anatomía del poder. Barcelona: Plaza & Janes, 1985 (segunda edición), 249 p.

[6] Charles Wright Mills. La élite del poder. México: Fondo de Cultura Económica, 1987 (9a reimp.), p. 390.

[7] Noreena Hertz. El poder en la sombra. Las grandes corporaciones y la usurpación de la democracia. Buenos Aires: Planeta, 2002, p. 263.

[8] Robert Greene. Las 48 leyes del poder. Buenos Aires: Atlántida, 2008, p. 526.

[9] David J. Rothkopf. El club de los elegidos: como la elite del poder global gobierna el mundo. Buenos Aires: Ediciones Urano, 2008, p. 576.

[10] John Kenneth Galbraith. Op. cit., p. 19-20.

[11] Sandro Pozzi. “10 empresas más grandes que 180 países”. El País (España), 30/09/2016, <https://elpais.com/economia/2016/09/29/actualidad/1475150102_454818.html>.

[12] Max Weber. Economía y Sociedad. México: FCE, 1993.

[13] John Kenneth Galbraith. Op. cit., p. 26.

[14] Hans J. Morgenthau. Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano (GEL), 1986, p. 39.

[15] La cita se encuentra en: John Kenneth Galbraith. La anatomía del poder. Barcelona: Plaza & Janes, 1985 (segunda edición), p. 19.

[16] Ibíd., p. 22-24.

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