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GUÍA DEFINITIVA. ¿CÓMO DETECTAR GLORIOSOS NEOLIBERALES Y ZURDOS KEYNESIANOS?

Gonzalo Chávez (El Deber*)

 Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

 Las redes sociales son lo más parecido a un loquero. Con una facilidad enorme se destila veneno y se ametralla con adjetivos de grueso calibre a las personas. En el campo económico, un día uno es un neoliberal vende y compra patria.

A la mañana siguiente es un zurdo y comunista que quiere convertir las iglesias en bares. La ponzoña y vulgaridad es infinita. No sería mala idea instalar aplicativos que detecten ideología. Cuando algún fanático del mercado entra a una red social, se activan fuertes alarmas y, en algunos casos, sueltan fuego para hacer retroceder al Satanás seguidor de Milton Friedman o algún discípulo de Lord Keynes o de un pensamiento heterodoxo en economía.

Edward Amadeo, un economista brasileño, sugiere un método más sencillo que el anterior: cinco preguntas que permiten diferenciar a un neoliberal de un economista heterodoxo.

En este último caso, ciertamente se trata de una definición incompleta para describir a alguien que en la profesión se identifica con Joseph Schumpeter (quien desarrolló importantes teorías sobre el crédito y la innovación tecnológica en el crecimiento), John Maynard Keynes (quien defendió la acción del Estado en los ciclos económicos), Raúl Prebisch (cuya tesis central fue que las distorsiones del comercio exterior exigen la acción del Estado para promover la competitividad de las empresas), y más recientemente con Dani Rodrik (quien sostiene que el desarrollo depende de las instituciones y las políticas públicas). 

Pero veamos las preguntas para dividir a estos dos grupos.

1-¿Qué es lo que limita el crecimiento, la oferta o la demanda? Para un economista neoliberal, las restricciones al crecimiento del producto están dadas por la escasez del ahorro. Si no hay oferta de productos en una economía es porque no existe plata para invertir.

Por lo tanto, se debe atraer ahorro externo, vía préstamos internacionales o inversión extranjera. Un economista heterodoxo invertirá la ecuación y dirá que lo que interesa es el lado de la demanda de bienes. No hay crecimiento porque la gente no tiene recursos para gastar.

Las empresas están paradas, o no se invierte en una economía, porque no hay a quién vender. En estas situaciones, el gobierno debe activar la demanda de productos, bajando la tasa de interés o invirtiendo más (en infraestructura, por ejemplo). Como dice Keynes: “La demanda crea su propia oferta y la inversión genera su propio ahorro”. Este sería el caso de la coyuntura de crisis económica actual.

2-¿Cómo aumentar las inversiones en un país? ¿Con una política industrial o con un mercado de capitales? Para un neoliberal, la forma de atraer inversión es a través del establecimiento de reglas de juego claras, jurídicas y económicas, lo que se conoce en la jerga económica, como “instituciones sostenibles”. El otro mecanismo es el mercado de capitales, que debería canalizar el ahorro hacia la inversión.

La escuela heterodoxa sostiene que el mercado no asigna las inversiones de acuerdo con las necesidades de una economía. Por lo tanto, las políticas públicas son fundamentales, tanto para generar recursos para la inversión como para hacer sostenibles las empresas, todo esto vía sustentación de la demanda. La política pública debe ser complementaria a la acción privada pero no excluirla.

3-¿Expandir las exportaciones con políticas industriales o con la apertura de la economía? La visión neoliberal apuesta a la apertura total del comercio. Es el mercado mundial quien debe decidir lo que un país deberá producir para la exportación y lo que se deberá comprar de afuera. En economías como la nuestra, esto implica vender recursos naturales y comprar productos industrializados.

Para un economista heterodoxo, la política industrial juega un papel central en el estímulo a las exportaciones y en la creación de las condiciones para abrirse a la economía mundial. No hay que abrirse al fósforo, sino que hay que tener una estrategia nacional de atracción de inversiones para mirar hacia el mercado externo.

4-¿Cómo se debe manejar el equilibrio fiscal? Para la escuela neoliberal, mantener déficits públicos es un pecado capital. La política económica debe tener como objetivo prioritario el superávit. Para lograrlo, no se debe escatimar en esfuerzos fiscales y monetarios. Para los heterodoxos, el déficit público debe ser administrable y sostenible. Toleran un déficit, siempre que este sea bajo, y que se lo pueda financiar, especialmente cuando la economía crece vía inversión pública.

5-Para mejorar la redistribución del ingreso, ¿se debe hacer crecer la economía o focalizar los gastos públicos? Un economista neoliberal apuesta a que el crecimiento del producto ayudará a mejorar la distribución del ingreso. Hay que crecer para poder distribuir; para favorecer a los más pobres se debe focalizar los gastos. Los heterodoxos apuestan a las políticas públicas universales, especialmente en países donde la mayoría de la población es pobre. Creen que la mejor política social es el empleo y que se debe apoyar a los sectores productivos sin distorsionar los precios.

Obviamente, la zoología de economistas es mucho más amplia. Están los economistas marxistas, liberales, trotskistas, institucionalistas, y muchas otras hierbas más. Pero con esta pequeña guía espero contribuir a un mejor entendimiento de las escuelas del pensamiento económico y bajar un poco la ignorancia que circula por las redes sociales.

 

* Nota original publicada por El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/guia-definitiva-como-detectar-gloriosos-neoliberales-y-zurdos-keynesianos_201138

SIERRA GRANDE, OTRA FRUSTRACIÓN ARGENTINA O EL DESMANTELAMIENTO DE LA SIDERURGIA ARGENTINA

Marcelo Javier de los Reyes*

 

Foto: Diario Río Negro

Entendemos que la industrialización del país es imprescindible e impostergable como factor de equilibrio económico social.

Grl. Ing. Manuel Savio

 

Días atrás, en un editorial del diario El Deber de Santa Cruz de la Sierra se hacía referencia a la suerte corrida por la planta siderúrgica de Mutún, donde está localizada una de las mayores reservas mundiales de hierro. El editorial alude a que hace cuatro años el gobierno del MAS suscribió un contrato por US$ 422 millones con un crédito chino del Eximbank para la ejecución del diseño, construcción, puesta en marcha y operación de la planta, cuya reactivación estaría a cargo de la constructora Sinosteel de China, encomendándose la fiscalización a Cisdi, otra empresa china. La planta debía estar terminada para procesar 150 mil toneladas de acero desde 2018 y la primera tonelada de acero laminado a partir de 2019, pero a julio de 2020 no ha producido nada[1].

El caso de Mutún recuerda al de Sierra Grande, ciudad localizada al sudeste de la provincia de Río Negro, Argentina. Sus orígenes como poblado se remontan a 1890 pero su suerte habría de cambiar cuando, en 1944, se descubrieron yacimientos de hierro en la región. Hacia 1960 se hicieron estudios de Geología Estructural de los yacimientos Sur y Este de Sierra Grande por parte de la Dirección General de Fabricaciones Militares[2].

A los efectos de explotar los yacimientos de hierro se creó la empresa Hierro Patagónico Sociedad Anónima (HIPASAM SA), de propiedad estatal, la que se estableció en Sierra Grande en 1969. Esta empresa fue el centro del desarrollo de la localidad que llegó a tener una población de 20.000 habitantes, de los cuales más de 1.500 trabajaban en la empresa. Sierra Grande llegó a convertirse en la mina de hierro más grande de América del Sur. La mina sumaba unos 96 kilómetros de túneles y una profundidad de más de 500 metros.

Foto: Diario Río Negro

La creación de HIPASAM SA tuvo su origen en una Argentina que aún contaba con una dirigencia que planificaba estratégicamente el futuro de la Nación. El hierro extraído por HIPASAM era destinado a los hornos siderúrgicos de SOMISA (Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina), empresa siderúrgica estatal argentina creada en 1947 en el marco del Plan Siderúrgico Nacional, impulsado por el general Manuel Savio, quien fuera presidente de SOMISA y fundador de Fabricaciones Militares SE (1941), considerado el padre de la siderurgia argentina. El general Savio afirmaba que “la industria del acero es la primera de las industrias y constituye el puntal de nuestra industrialización y sin ella seremos vasallos”.

Por esos años, el descubrimiento de yacimientos de hierro en Jujuy llevó a la construcción del complejo Altos Hornos Zapla, también a cargo del Estado a través de Fabricaciones Militares, dando así inicio a la producción de arrabio en 1945. Inmediatamente finalizada la Segunda Guerra Mundial, una parte de la oficialidad del Ejército Argentino promovió la producción de material bélico fabricado en el país mediante la creación de una fábrica de acero propia. Con ese acero se procedería a la construcción de buques y aviones. Esa producción siderúrgica posibilitó que en la década de 1950 se constituyera un polo de desarrollo en torno a la ciudad de Córdoba, con la instalación de industrias metal-mecánicas, para la producción de motores, automotores, locomotoras y aviones, entre las que cabe mencionar la Fiat —con su filial ferroviaria—, Materfer, IKA (Industrias Kaiser Argentina, 1955) y la transformación de la Fábrica Militar de Aviones en I.A.M.E. (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) y posteriormente en DINFIA (Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas).

La creación de SOMISA originó el desarrollo de los complejos mineros en donde se localizaban los yacimientos de hierro y carbón, en Sierra Grande y Río Turbio.

En 1960 fue inaugurada la planta durante la presidencia del Dr. Arturo Frondizi pero fue privatizada en 1991, cuando el grupo Techint se hizo cargo de la misma durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, responsable del desmantelamiento de áreas estratégicas del Estado Argentino.

Con el cierre de la planta, muchos pobladores de Sierra Grande emigraron, al igual que lo hicieron otros ante el cierre de los ramales ferroviarios, de unidades militares y empresas que daban trabajo a los habitantes de numerosos pueblos y ciudades.

En 1990 SOMISA era una de las empresas de mayor facturación anual del país, la principal productora de acero a nivel nacional, con una relevante presencia en la fabricación de bienes finales. Durante el gobierno de Menem se redujo el personal de planta y se la hizo deficitaria para, finalmente, venderla a un 10% de su valor.

Con respecto a Sierra Grande, la mina fue entregada en 2005, mediante un contrato de concesión por noventa y nueve años, a la firma minera china MCC (MCC – China Metallurgical Group Corp). Desde octubre de 2016, la empresa permanece paralizada debido a que los costos de producción o de logística superan lo que obtendrían como ganancia, por lo que no vende ni en el mercado interno ni exporta. Actualmente, la empresa está totalmente inactiva y sólo hace mantenimiento[3]. El mineral de hierro llegó en su mejor momento a los US$ 160 pero en la actualidad vender al exterior le generaría un déficit de US$ 43 por tonelada.

La empresa tiene un plantel laboral mínimo y el contrato por 99 años representa un gran obstáculo. No existen nuevos interesados en la concesión y al menos la empresa asume el costo del mantenimiento del yacimiento que, de ponerse fin al contrato, pasaría a ser un costo para la provincia[4].

El valor del hierro está sujeto al mercado internacional y de no operarse un cambio en dicho mercado la situación no variará. Sin embargo, no se trata solo del valor de mercado del hierro sino de la destrucción integral de la industria siderúrgica argentina, la que debía abastecer a un sistema ferroviario que fue destruido, a astilleros que no producen y a industrias que ya no existen… porque la economía argentina ha sido deliberadamente reprimarizada.

El pasado 31 de julio se conmemoró el 72° aniversario del fallecimiento del general Manuel Savio. Uno más de los prohombres y visionarios de la Argentina al que le hemos fallado.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] “Mutún, ¿nueva frustración?”. El Deber (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia), 14/7/2020, <https://eldeber.com.bo/189956_mutun-nueva-frustracion>.

[2] Navarro, Hernán, 1960. Geología Estructural de los yacimientos Sur y Este de Sierra Grande. Sierra Grande, Provincia de Río Negro. 36p. Rio Negro, Dirección General de Fabricaciones Militares. SEGEMAR (Servicio Geológico Minero Argentino), <https://repositorio.segemar.gov.ar/handle/308849217/3085>.

[3] Ver: Vanesa Miyar. “La mina de hierro de Sierra Grande, sin presente y sin proyectos”. Río Negro, 02/11/2019, <https://www.rionegro.com.ar/la-mina-de-hierro-de-sierra-grande-sin-presente-y-sin-proyectos-1160059/>.

[4] Ídem.

©2020-saeeg®

 

LA RETÓRICA PESQUERA PARA LA TRIBUNA POLÍTICA

César Augusto Lerena*

Imagen de Milena W en Pixabay

El pasado 30 de agosto un periodista del Diario La Nación tituló “La actividad pesquera es la que más creció en la última década y media…. Es muy probable que los datos suministrados al periodista no se hubiesen evaluado adecuadamente o que se haya hecho una interpretación antojadiza o parcial. Por ejemplo, la información que el Subsecretario de Pesca le suministra al medio citado es errónea: “se pescó más en el primer semestre de este año que en igual período de 2019” ya que durante el primer semestre de 2020, no se pescó más, sino menos que 2019 —a pesar de la temporada excepcional de calamar—, como las propias estadísticas indican al pie de la nota de La Nación, y los dólares exportados en igual período bajaron de 875 a 837 millones (Revista Puerto, 29/7/20). Ello, a pesar de que las exportaciones de igual período en 2019 ya habían bajado el 4,2% en volumen y un 10,2% en valor, respecto al 2018 (Pescare.com.ar, 26/8/19). Al respecto nos indica Nelson Saldivia de la Revista especializada Puerto (29/7/20): «La comercialización de productos pesqueros en el exterior experimentó una retracción del 4,3 por ciento entre enero y junio de este año respecto de igual período del año anterior. En el rubro “pescados y mariscos elaborados” se registró una variación negativa del 27,5 por ciento».

No se deduce del artículo citado que la actividad pesquera sea la que más creció en los últimos 15 años (mucho menos en el análisis integral del sector) salvo, que se le limite ese hipotético crecimiento, al solo hecho que el langostino haya representado en 2018 el 61% de las exportaciones y, en el primer semestre de 2020, el 36%. Esta explotación, al momento, no da ninguna sustentabilidad cierta al sector, ya que se trata de un recurso de disponibilidad biológica impredecible en el corto plazo, altamente dependiente del mercado externo y, es así que, de valer 12 mil dólares en 2005 la tonelada, en la actualidad está por debajo de los 5 mil: “En 2019, las ventas del langostino entero cayeron un 10% en volumen, un 25% en divisas y un 15% en el precio promedio en comparación con el 2018. En los primeros cuatro meses de 2020, los precios siguieron desplomándose. El volumen se redujo 40% y el precio promedio un 23%, (…) las empresas no tienen a quién venderle lo que producen” (R. Garrone, Tradenews, 12/7/20).

Al lector desinformado, debemos decirle que en la captura y posterior exportación no influye solo una buena administración del recurso, las habilidades del capitán de pesca, la demanda del mercado y la capacidad negociadora del empresario, sino también, la disponibilidad biológica de la especie, en especial en recursos como el calamar y el langostino que tienen un ciclo de vida anual y dependen de diversos factores climáticos, biológicos, marítimos, etc. Por ello que centrar la sustentabilidad económica y social de este sector en la captura del langostino es altamente peligroso, por la inestabilidad y variabilidad que puede presentar de un año a otro. Ya ha ocurrido, en años donde la merluza era el sostén del sector y, por lo tanto, la caída brusca de las capturas del langostino no alcanzó a poner en jaque al conjunto de la actividad. Además que no podemos dejar de lado que, en el mundo, el 50% de la producción pesquera tiene origen en la acuicultura y maricultura, donde la Argentina tiene un desarrollo insignificante.

Si analizamos a este sector por las capturas de las principales especies, durante el 2005 se desembarcaron 360.741 toneladas de merluza, 146.184 de calamar y 7.470 de langostino, mientras que en 2018 se desembarcó 266.277 toneladas de merluza, 108.300 de calamar y 253.255 de langostino. Respecto a las exportaciones, en 2018 se exportó por valor de US$ 2.140 millones, mientras que estás exportaciones cayeron en 2019 a US$ 1.860 millones y, pese al notable crecimiento de las capturas de calamar en el primer semestre de 2020, todo hace pensar que las exportaciones de 2020 estarán por debajo de 2019, a pesar del esfuerzo de tripulantes que salieron a pescar pese al COVID-19.

Respecto al valor agregado y los volúmenes exportados, eran mayores en 2005 respecto al 2019/20. La Argentina exportaba en 2005 el doble de productos fileteados que hoy y exportaba más filetes que enteros y, ahora, ocurre todo lo contrario. Por otra parte, mantuvo los mismos volúmenes de captura de calamar (2005-2018), cayó en un 26% la producción de vieras al igual que la producción de anchoítas que se redujo en un 70%. Del mismo modo, cayó al 50% la producción de harinas, todo un símbolo de la caída de la mano de obra ya que el residuo de los procesos de elaboración se destina a la fabricación de harina. Los incrementos en valores encuentran su justificativo en las capturas de langostino y merluza negra, de alto precio y bajo valor agregado.

Los desembarques totales se redujeron de 858 mil toneladas en 2005 a 785 mil toneladas en 2018, con el agravante que mientras en 2004 el 55% de las extracciones se realizaban con buques fresqueros y el 45% con buques congeladores, en 2018, estos porcentuales se invirtieron en 49% y 51% respectivamente, motivo por el cual la mayor congelación a bordo fue en desmedro de la producción industrial en plantas en tierra y la consecuente pérdida de empleo.

El bajo valor agregado de las exportaciones argentinas es el modelo que impera desde hace años en la pesca, en especial en estos años, por las mayores capturas de langostino, llevando a transferirle (regalarle) el trabajo argentino a los países reprocesadores y exportadores de Sudamérica y a los importadores europeos y asiáticos. Por ejemplo, a España a quien le exportamos por año unas 50 mil toneladas de langostino entero y 8 mil toneladas de cola de langostino, con una diferencia en la facturación del orden de los 1.500 US$ la tonelada. Y ello, no es un dato menor en materia de pérdida de trabajo argentino, porque el langostino ha pasado de tener una participación del orden del 5% en 2005 al 61% en 2018.

Respecto al consumo interno de pescado se mantiene estacionado en los 6 kg per cápita por año, cuando el promedio mundial anual asciende a los 20 kg. Es decir que los argentinos, consumen menos que los países pobres y los ricos, con efectos muy negativos, no solo por el bajo valor agregado de las materias primas comercializadas, sino también, porque se pierden de consumir un producto que, por su alta calidad proteica y de sus grasas insaturadas, es solo comparable a la leche materna y, por lo tanto, es un alimento insustituible en el desarrollo y mantenimiento de la salud.

Dice el artículo que la pesca no tiene un déficit pesquero (exportación-importación) y ello se debe —como ya he dicho— que tiene un bajísimo consumo interno. Si triplicase el consumo, manteniéndose aún por debajo del promedio mundial, no tendría saldos exportables. Aquello es un defecto y no una virtud. Francia tiene € 1.700 millones de déficit, a pesar de capturar similares números que Argentina y se debe a que los franceses consumen una dieta sana de 34 kg/per cápita/anual de pescados y mariscos, es decir, 28 kilos más que los argentinos. La generación de valor, de empleo y la radicación industrial se duplicarían —al menos— si eso ocurriese.

Por cierto, mientras las empresas argentinas desembarcan —según información oficial— unas 800 mil toneladas anuales capturadas en la Zona Económica Exclusiva Argentina (dentro de las 200 millas de la costa), en la Alta Mar, entre 350 y 500 buques extranjeros con o sin licencia británica se llevan anualmente un millón de toneladas de recursos migratorios argentinos. Para ello sus embarcaciones deben trasladarse más de 12 mil millas y nuestros buques pesqueros deberían recorrer solo 200 millas. ¿Porque no lo hacen?, porque los gobiernos de turno nunca llevaron adelante una política de incentivos que promueva la pesca nacional en la Alta Mar y les permita competir con la extracción ilegal extranjera, provocando la gran revolución pesquera en Argentina. La misma que provocaron los pioneros de la actividad cuando trocaron de los barcos costeros, a los buques de altura.

Es poco serio referirse a que el sector tuvo mayor crecimiento que el agrícola, ganadero y minero; ello, sería desconocer la política extractiva iniciada en la década del 90 y es imposible que la pesca, que es un recurso renovable, pero agotable, pueda competir con la ganadería que tiene, no solo un alto consumo interno (55kg per cápita/año) al que hay que agregar, que las exportaciones argentinas de carne vacuna acumuladas de abril de 2019 a marzo de 2020 alcanzaron a las 868 mil toneladas por un valor cercano a US$ 3.192 millones (IPCVA, abril 2020); por su parte, el 37,4% del total de las exportaciones argentinas de 2019 se debió al complejo sojero, maicero y triguero, materias primas que se exportaron por un monto de US$ 24.310 millones, obviamente muy superior a los U$S 1.864 millones de la pesca.

Estos números no desvalorizan la importancia del sector pesquero, pero, referirse a que tenga el mayor crecimiento por sobre otros sectores muy importantes no se ajusta a la realidad y desinforma a funcionarios y lectores desprevenidos. La pesca no es inagotable y si bien puede lograrse un crecimiento, no será posible hacerlo a través de incrementar las capturas en la Zona Económica Exclusiva Argentina, sino mediante una mejor administración del recurso; la eliminación de los descartes; el agregado de valor a las materias primas y, sobre todo, acordar e ir a capturar más allá de las 200 millas.

Finalmente habría que agregar, que siendo en sus orígenes una actividad 100% nacional, hoy siete de las diez primeras exportadoras pesqueras son extranjeras; capitales chinos, estadounidenses, españoles, etc. cuyas casas centrales se hacen de las materias primas argentinas que compiten en el mercado internacional con las empresas nacionales.

Todas tienen en común, lo que sí precisa el citado diario, sufren altos impuestos internos, derechos a las exportaciones, falta de financiación a tasas adecuadas para la renovación de la flota en el país, moras en la reposición de reintegros e IVA, altos impuestos al combustible, etc. Y es verdad también que las empresas exportadoras pesqueras están certificadas en su calidad y sanidad por los organismos técnicos competentes más exigentes del mundo (FDA, Comisión Veterinaria UE, etc.) y aplican Planes HACCP de autocontrol de seguridad alimentaria desde hace más de 20 años.

Si no se Sudamericaniza el Atlántico Sur, no se controla el mar con las fuerzas armadas y de seguridad, no se nacionaliza el flete, no se acuerda y desactivan los puertos uruguayos a las flotas pesqueras ajenas al MERCOSUR, no se combate la pesca ilegal de los recursos migratorios, no se cancelan los vuelos de Malvinas a Chile y Brasil, no se eliminan impuestos a los buques nacionales en Alta Mar, no se declara la emergencia pesquera en Malvinas y no se incrementa el consumo nacional, NO ES POSIBLE ESPERAR EL CRECIMIENTO DEL SECTOR PESQUERO Y LA RECUPERACIÓN DE MALVINAS.

Los profundos cambios que se requieren, para desalentar el avance creciente de los buques extranjeros pesqueros a distancia, que vienen por nuestros recursos, no pueden limitarse a colocar multas a los buques piratas (que además no se capturan ni hay medios para hacerlo), sino que debe aplicarse un nuevo modelo que vaya hacia la captura de todos los recursos del Atlántico Sur y efectúe una administración adecuada para lograr un crecimiento sostenible y sustentable económica, ambiental y social. Está todo por hacerse.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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