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POR UN EJÉRCITO QUE GARANTICE LA INTEGRIDAD TERRITORIAL Y GUARDE LA TRADICIÓN HEROICA DE QUIENES HICIERON LA PATRIA

Jorge Tisi Baña*

El Ministro de Defensa le propuso ayer al presidente de la Nación la designación como nuevo jefe del Ejército del general de división Guillermo Olegario Gonzalo Pereda, quien reemplazará al teniente general Agustín Humberto Cejas.

Le deseo al señor general el mayor de los éxitos en su gestión, que asumirá en un difícil momento y frente a una situación por demás compleja.

Quien no se hace grandes ilusiones, tiene muchas menos posibilidades de sufrir grandes desilusiones.

Coincidentemente con esta noticia, el diario Página 12 informa hoy que Alberto Fernández derogó, casualmente ayer, el decreto del ex presidente Mauricio Macri del 15 de noviembre de 2018, que contemplaba la creación de una reserva natural en Campo de Mayo, (medida que yo critiqué fuertemente desde este humilde muro), y en cambio dispuso que se cedan dos fracciones de ese terreno, que está en manos del Ministerio de Defensa, a la Secretaría de Derechos Humanos, que conduce Horacio Pietragalla, para conformar allí un nuevo Espacio de Memoria. Memoria falsa, trucha y sesgada.

En el barrio, cuando éramos chicos, a estas cosas las llamábamos mojadas de oreja o tocadas de “traste”. Gestos innecesarios, porque ya no se puede humillar más a las Fuerzas Armadas. Seguir atacando lo poco de dignidad que todavía les queda es, en definitiva, seguir socavando uno de los pilares fundamentales del Estado Nacional, cuyos oficiales y suboficiales emigran en grandes cantidades a la Policía de la Ciudad en busca de mejores salarios y prestigio social. Ojalá me equivoque, pero puede suceder que alguna vez las necesitemos, y entonces todos los gobiernos, del de Alfonsín para acá, deberán responder a las demandas que Dios y la Patria les formulen por no haber cumplido con el mandato del preámbulo de nuestra Constitución que dice “proveer a la defensa común”.

Pero a nadie se le mueve un pelo, ni de un lado de la grieta, ni del otro. A mí sí, y eso que me quedan pocos.

Me sigo preguntando cuándo serán espacios de la memoria los sitios donde estuvieron secuestrados Aramburu, Larrabure, Sallustro, Ibarzábal, Etchegoyen o los hermanos Born; o dónde fueron asesinadas las miles de víctimas del terrorismo, militares, policías y civiles. Dónde fueron muertos Genta o Sacheri. Los lugares donde estallaron las bombas que segaron las vidas de Paula Lambruschini, del comisario Villar, del general Cardozo. El sitio dónde fue asesinado el general Caceres Monié o el general Sánchez. Los sitios dónde se perpetraron sangrientos atentados, como los del Comedor de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal, la Secretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa, el cine del Círculo Militar, o el aeropuerto Benjamín Matienzo de Tucumán dónde fue volado un avión Hércules que transportaba gendarmes. La esquina de Junín y Rawson en Rosario, dónde Montoneros perpetró la llamada Masacre de Rosario contra un colectivo colmado de Policías que venían de dar seguridad a un partido de fútbol. El lugar dónde cayó asesinada junto a su padre María Cristina Viola. Toda la Provincia de Tucumán, que estuvo a pasos de ser declarada Zona Liberada por el ERP. El lugar donde se produjo la célebre matanza de Ezeiza, donde peronistas de derecha y de izquierda celebraron con un festín de muertes la llegada definitiva de su líder a la Argentina. O el lugar dónde fueron asesinados Vandor, Rucci, Coria… O las unidades militares que fueron atacadas por el ERP y Montoneros. Y tantos miles de lugares y víctimas más que han sido barridos debajo de la alfombra mientras se pone la basura encima de la mesa, y no sólo eso, se le rinde pleitesía.

¿Por qué no hay un memorial que recuerde donde cayeron mis amigos Rodolfo Berdina, Diego Barceló o Ernesto García y en cambio me tengo que fumar una estación de subte que se llama Rodolfo Walsh?

Y a esa porquería la llamamos Memoria. Y al relato lo llamamos Verdad y a la Venganza sin fin la llamamos Justicia. Y nadie dice nada.

Sólo quiero decir que, en el hipotético y remoto caso de que el relevo del teniente general Cejas respondiera a la también hipotética situación de que se hubiera manifestado en contra de esta resolución ministerial, me hubiera gustado que trascendiera públicamente con un poco más de ruido. Y si ese fuera el motivo, y en mi fuero íntimo quiero creer que sí, en ese caso, y sólo en ese caso, le haría llegar al señor teniente general todo mi reconocimiento y mi solidaridad.

Me permito reformular como cierre mi profundo deseo de llegar a ver un Ejército Argentino que tenga claro para qué está y que cuente con el personal, los medios y el presupuesto necesarios para cumplir con esa razón de ser. Que al mismo tiempo sea garantía de soberanía y de integridad territorial, que custodie el estandarte de las viejas glorias, que vele por el honor de las armas de la Nación y que guarde, renovado, la tradición heroica de quienes hicieron la Patria. Un Ejército que no se avergüence de su pasado, que recupere su dignidad, que se nutra de la sangre de sus héroes y mártires, que se sustente orgulloso sobre los principios, valores y conductas sobre los que fue creado, y que deben permanecer inalterables a través del tiempo: amor a la Patria, honor, disciplina, subordinación, lealtad, sacrificio, valor, desinterés, espíritu de cuerpo y camaradería. 

* Coronel (R) del Ejército Argentino.

LAS FORTINERAS (1878 Y 1885)

Comandante Espuela (Revista “Tiempo GNA”*

Lo que no menciona la historia oficial: la mayoría lo ignora, pero casi la mitad de las fuerzas de frontera fueron mujeres que dejaron todo para vivir, pelear y morir junto a sus hombres. Por la cultura religiosa de la época, la historia casi no menciona a las jóvenes que acompañaron a nuestras tropas en todas sus campañas. Sobre una fuerza efectiva de 6000 hombres, 4000 eran mujeres, las llamaban “las fortineras” y sobre ellas cayó el oprobioso e injusto manto del olvido. Pero el número es demasiado importante para que no se les haga un merecido recuerdo. 

Las fortineras

De postas incendiadas por los salvajes o ranchos perdidos en el desierto, fueron quedando mujeres solas, tras la muerte de los hombres en las luchas con la indiada. Sin protección ni refugio; asimilarse a las tropas y fortines era a veces una forzada solución. Casi todas eran jóvenes analfabetas de bajo nivel social. En su mayoría campesinas gauchas, había negras, mestizas, indias, también mujeres de piel blancas y las bellas eran muy pocas. Algunas buscaban marido, otras ejercer el “oficio más viejo de mundo”, pero en esa aventura ninguna sabía qué destino les esperaba. Allá en la inmensa Pampa, caminaban kilómetros, las más aguerridas portaban sable y estaban integradas en algún escuadrón. ¡Fueron verdaderas heroínas y se les debe tener un gran respeto! 

Jirones de Patria

Cada regimiento tenía un numeroso grupo de mujeres entre novias, esposas y prostitutas. Las jóvenes que se incorporaban a un fortín, perdían sus nombres originales por apodos extravagantes, como: la “Siete Ojos”, la “Cama caliente”, la “Botón Patria’, la “Pasto Verde”, “la Pastelera y la “Pocas Pilchas”; éstas dos últimas figuraron en un parte diario porque se habían trenzado en una pelea. La vida en los fortines fue muy dura, la comida escaseaba, el agua en el desierto era una dicha conseguirla, de día la temperatura en verano podía llegar hasta los 40ºC y en invierno a varios grados bajo cero. La paga rara vez llegaba en tiempo, a veces con retraso de un año y no siempre alcanzaba para todos los soldados. Las mujeres sufrían a la par de los hombres y eran de vital importancia en el apoyo de las operaciones de guerra, se encargaban de atender y cuidar a los heridos y enfermos que no podían valerse por sí mismo. Hacían turnos de centinela en la empalizada o en lo alto del mangrullo oteando la inmensidad de la llanura y cuidaban la caballada para que de noche no fuera robada por el indio.

Cazaban avestruces cuando escaseaba la comida, cocinaban y lavaron la suciedad infinita de sus ropas. También fueron amantes en momentos de mucha crisis, constituían el apoyo moral y físico de sus hombres. Tenían forzosamente que adaptarse a las mismas condiciones que la tropa o morir en la soledad del desierto. Desarrollaron en silencio una y mil tareas como dar a luz y criar a sus hijos en situaciones muy difíciles.

La vida en los fortines

Los fortines del desierto eran un reducto de tierra de una hectárea, rodeados con una empalizada de dos metros de alto, con ranchos de paja y barro en su interior donde no había intimidad. Niños que chillaban, perros que ladraban, harapos que se secaban al sol y un centinela apostado en lo alto de un mangrullo.

No había comodidades, pero cada una atendía a su hombre. Las fortineras, no eran muñecas de porcelana, cuando estaban solas a veces había escándalos pero los Jefes sabían que no podían expulsarlas. Eran la alegría del campamento y disfrutar del amor con ellas evitaba en gran parte las deserciones.

Se habían convertido en la ayuda más poderosa para el mantenimiento de la disciplina y sin ellas la existencia hubiera sido imposible. Los únicos momentos de alegría social eran los ocasionales bailes en el fortín, donde la orden era que todas debían concurrir. Iban felices, algunas pocas bien ataviadas y representaban todo el esplendor del regimiento.

Eran mujeres de carácter fuerte acostumbradas a no pedir permiso para pelear y parte de la diversión era cuando en pleno baile se trenzaban en una feroz pelea con una rival. Siempre lucían sus cicatrices de guerra o de peleas con orgullo. Se decía que cambiaban de hombre pero nunca de regimiento. Cuenta una historia que en cierta fecha Patria cuando se ordenó tocar el Himno Nacional, el Comandante gritó: ¡VIVA LA PATRIA! Aquellos sufridos milicos respondieron con todo el entusiasmo de sus corazones. Hubo asado y las penas fueron sofocadas alrededor de un fogón con algo de alcohol, mientras en la oscuridad las fortineras bailaban con esos hombres que estaban haciendo Patria. Por ello el Ejército fomentaba la presencia de guerreras‑amantes en los fortines, pero por la cultura católica de la época nunca las mencionaron en sus escritos oficiales, igual entraron a formar parte de la Conquista del Desierto.

Vida, sacrificio y heroísmo

La poca agua que podía recogerse se usaba para beber y cocinar, quienes más sufrían esta escasez, eran las mujeres que al igual que la tropa no podían higienizarse. La negra Mamá Carmen Ledesma, llegó a Sargento, Isabel Medina alcanzó el grado de Capitán por su valentía en batalla. Algunas rivalizaban con los milicos más diestros en el arte de amansar un potro y de bolear un avestruz. Eran hábiles en manejar las armas de fuego, cuchillos, lazos, boleadoras y lanzas. Aunque no perdían su condición femenina eran mujeres de pelea, podían batirse cuerpo a cuerpo porque de ello estaba sustentada la propia existencia. Vestían uniforme y combatían jugándose la vida a cada instante.

La Sargento Carmen Ledesma: “En cierta ocasión la patrulla donde iba la Sargento Carmen Ledesma con su hijo soldado, entró en combate con una partida de indios. El entrevero fue feroz. La Suboficial Ledesma repartió sablazos como el más aguerrido de los milicos y no se alejaba de su hijo. Pero los indios lo mataron de un lanzazo. La mujer emitió un grito aterrador que hasta a los mismos indios atemorizó. Saltó de su caballo, se arrojó sobre el indio, lo derribó y se trabó en lucha. Los cuerpos se trenzaron y rodaron en un abrazo mortal, el salvaje nunca había visto tan cerca la muerte en la cara de una mujer. Carmen apuñaló varias veces a su enemigo hasta matarlo, el resto de los indios se alejó y la tropa regresó al Fortín, atrás iba la Sargento Carmen sollozando llevando a su hijo muerto y atada de la cola de su caballo iba la cabeza del salvaje”. 

La historia olvidada

En las ciudades se las llamaba despectivamente “chinas”, “milicas”, “cuarteleras” o “chusma” y eran despreciadas por las damas de la sociedad. Su presencia fue una constante y estaban incluidas en las directivas internas que daba el jefe del fortín.

Cuando terminó la Conquista del Desierto, el Ejército se olvidó de ellas. Muchas se quedaron para siempre en la vieja frontera, algunas hasta más de 40 años. Si tuvieron suerte, el gobierno les entregó alguna parcela que no siempre pudieron sostener. Con la desaparición del indio ya no hubo pagas ni racionamiento para ellas; las fundadoras de pueblos nacidos alrededor de los Fortines. Así fue la vida de la mujer fortinera, una auténtica heroína de apellido anónimo, casi olvidada en los registros de la historia escrita, que tuvo la proeza de sembrar hijos criollos que crecieron en la inmensidad de la Pampa, donde hoy existen ciudades. Esta epopeya se dio en el siglo XVIII no hay abundantes relatos y lo poco que se sabe fue por transmisiones orales de quienes se atrevieron a contar historias por lo que algunas anécdotas interesantes nunca se sabrán. 

¿Por qué se las ignoró?

El General Julio A. Roca sabía la situación y de su importancia para la tropa, pero nunca mencionó oficialmente la existencia de las fortineras y menos aún en los partes de guerra donde participaban, pues la sociedad católica de la época no lo entendería. Para la Iglesia era “pecado de lujuria”, por eso que el Ejército decidió ocultar los servicios de estas heroínas a quienes la Patria tanto les debe. 

Conclusión

Como se comprenderá sin las fortineras, difícilmente Roca podría haber concretados sus planes y país está en deuda con ellas. En el siglo XXI vinieron las feministas con ideas distintas, pero eso es otra historia, lamentable por cierto.

 

* Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA, Nº 62 bis, octubre de 2021.

 

ARGENTINA SE SUICIDA

Revista Tiempo GNA*

El desarme de nuestras FFAA comenzó después de la Guerra de Las Malvinas y sigue sin detenerse. La mayoría de los sistemas de defensa datan de 1974. Esto provocó que muchos de ellos hayan tenido que ser dados de baja por falta de mantenimiento o porque los fabricantes ya no producen repuestos.

El caso más inquietante es el de la Fuerza Aérea que mantiene en tierra una importante cantidad de aeronaves y aquellos que pueden volar sólo lo hacen en días de buena visibilidad por deficiencia en sus medios de navegación.

En la Marina ocurre otro tanto ya que la mayoría de los buques, submarinos y aviones superan los 30 años. Un almirante retirado que conoce de cerca el funcionamiento de la Marina, destacó que: “Ninguna fuerza armada del mundo, aunque sea la más chiquita, puede estar operativa con el actual presupuesto.

Los buques argentinos de guerra más importantes si tuvieran que enfrentarse contra barcos que le funcionan sus sistemas, estarían perdidos”.

El panorama del ejército no es muy diferente pues tiene tecnología de los años 70’ y varias veces los medios periodísticos aludieron que sólo existe munición para dos horas de combate. La situación es tan seria que si las FFAA tuvieran que cumplir su rol de defensa, apenas podrían hacerlo por breves días. Julio Cesar Martínez, quien fuera Ministro de Defensa (2015-2017) mencionó: “La Argentina no puede entrar en combate en forma exitosa ni con Sierra Leona. Ninguna fuerza está en capacidad operativa, no tienen capacitación ni incentivación”.

Para peor el éxodo por los bajos sueldos, ha llevado a cada vez más a experimentados oficiales y suboficiales a pasarse a actividad privada.

Quien fuera vicepresidente de la Comisión de Defensa del Senado, Arturo Vera, resaltó que: ”Toda la infraestructura que tienen las Fuerzas Armadas está destruida. No cuentan con elementos para nada. Aparte de los equipos, no pueden practicar, no tienen armamentos, balas, ni el trato que se merecen”. Este último concepto es muy importante; la guerra es algo muy serio y es obvio que para pelear por el terruño hace falta estar muy motivado. Es decir, contar el afecto del poder político y de la población. ¿Qué pasaría con nuestros muchachos si llegaran verse cara a cara con el enemigo? ¿Después de tantas humillaciones, tendrán la moral de combate necesaria?

El futuro es hoy

Argentina no tiene enemigos naturales, pero sí alimentos para satisfacer a millones de estómagos, eso la hace apetitosa y un adversario puede aparecer amenazante en cuestión de semanas. Queda latente la pregunta ¿En caso de una agresión externa, nuestro país podrá defender sus fronteras o perderá territorio? En el pasado naciones menos atrayentes fueron invadidas, sus tierras repartidas entre los vencedores y en esos casos de nada sirve el Derecho Internacional.

Hoy existen enormes extensiones que hasta un “batallón de abuelas” enemigas podría invadirlo. Variadas y autorizadas voces como las de Rosendo Fraga, Hernan Dobry y Horacio Jaunarena entre otros, se han escuchado sobre el peligro que representa el desarme y algunas de sus frases están en esta nota. La analista Virginia Gamba (Capetown, Sudáfrica) mencionó: “La falta de preparación de los militares en Argentina, su anulación y desarme absolutos, garantizan que el país será un blanco fácil del próximo conflicto, de una naturaleza absolutamente distinta que los anteriores. Considero que el desarme y la desmovilización de las fuerzas armadas argentinas son garantía de la violencia”.

Así como muchos admiran al “Zorro” Julio A. Roca por haber conquistado la Patagonia, esperemos que nuestros nietos no nos odien por la alegre negligencia de esta generación.

* Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA, Nº 61, octubre de 2021.