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UN PASADO COMÚN ENTRE ARGENTINA Y BOLIVIA

Agustín Saavedra Weise

El pasado 9 de julio de 2020 se celebró el 204º aniversario de la independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata, la hermana Argentina de nuestros días. Los historiadores argentinos coinciden en que el haber repelido exitosamente las invasiones inglesas de 1806 fue un primer hito fundamental de lo que después sería la proclamación de la independencia. Del fallido asalto británico a Buenos Aires mediaron cuatro años hasta el 25 de mayo de 1810 y seis hasta el Congreso de Tucumán.

La Revolución de mayo mantuvo la ficción de reiterar lealtad a Fernando VII, rey de España erradicado del poder por Napoleón Bonaparte. El contexto independentista -tanto argentino como íberoamericano- no puede entenderse bien sin la sincronización con lo que ocurría en Europa desde la Revolución Francesa (1789) y antes con la creación de Estados Unidos (1776).

En 1816 las condiciones europeas cambiaron. Tras la derrota de Napoleón en Waterloo (1815), el viejo orden volvió y la restaurada monarquía hispana se endureció con sus colonias. Obviamente, ya no era necesaria la ficción de representar al monarca desplazado; fue así que el Congreso de Tucumán optó por la proclamación de la independencia el 9 de julio de 1816. El Alto Perú (hoy Bolivia) estuvo representado por 6 delegados.

Entre los delegados de las provincias altas a Tucumán destacó José Mariano Serrano, redactor del manifiesto de la independencia argentina. Posteriormente Serrano también estuvo presente en Charcas cuando se creó Bolivia (1825). Tuvo así el raro privilegio de participar en la declaración de dos soberanías. Del Congreso de Tucumán no participaron Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Banda Oriental, hoy Uruguay. Desde 1813 esas provincias estaban enfrentadas con Buenos Aires. Paraguay ya era de hecho un estado independiente y tampoco participó.

A partir del 9 de julio de 1816 se inicia el proceso de consolidación de la Nación Argentina. Otros estados se fueron independizando progresivamente y buscaron su lugar bajo el sol. Todos desecharon la monarquía y decidieron ser republicanos. Hubo guerras y enfrentamientos fratricidas, pero al final, cada país siguió su propio derrotero. En el campo rioplatense, Bolivia, Paraguay y Uruguay —territorios con derecho y legalidad para haber sido un solo país con las Provincias Unidas— optaron por la auto determinación, forjando así sus propias nacionalidades.

El apelativo “Argentina” tiene su origen en el Alto Perú, hoy Bolivia. Como había que llegar a Potosí, dónde estaba la plata (“Argentum” en latín), los aspirantes a nuevos ricos ingresaban por Buenos Aires y desde allí partían hacia las “tierras de argento”, hacia Potosí. El nombre se asentó en la región y de ahí derivó el gentilicio “Argentina” (tierra de la plata). Otro elemento para rescatar es el de las nacionalidades. Hoy se dice “Cornelio Saavedra era boliviano” y Serrano “fue un boliviano que redactó el Acta de independencia”. Lo mismo ocurre en otros contextos. La verdad: en esa época las mezquinas fronteras del presente no existían y tampoco había cabida para nacionalismos estrechos. El pensamiento era continental, continentales eran las presencias y las mentes de los ilustres personajes que forjaron nuestra historia común. No importaba de dónde sean ni nadie se preocupaba por su origen natal, simplemente todos eran americanos parte de las provincias unidas; el resto carecía de valor. A ese pensamiento en grande, volveremos algún día. Y mientras, no debemos olvidar los fuertes vínculos de origen que existen entre Bolivia y Argentina.

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia https://eldeber.com.bo/opinion/un-pasado-comun-entre-argentina-y-bolivia_191616

ALGUNOS PRINCIPIOS ESTRATÉGICOS DEL CAPITÁN LIDDELL HART

Agustín Saavedra Weise*

Sir Basil Liddell Hart

Sir Basil Henry Liddell Hart (1895-1970) fue un destacado oficial británico que llegó al grado de capitán y luego se dedicó a escribir sobre temas militares de diversa naturaleza, los que concitaron la atención de muchos estudiosos del campo castrense como también en los ámbitos político-electorales y empresariales. Uno de los más interesantes trabajos de Liddell Hart ha sido la recopilación de sus entrevistas con los principales estrategas germanos de la Segunda Guerra Mundial en su conocido libro “El otro lado de la Colina – Los generales alemanes hablan”. Al concluir la obra, resume magistralmente su opinión sobre esos oficiales famosos, entre ellos el célebre Mariscal de Campo Erich von Manstein. He aquí lo escrito como reflexión final por el capitán Liddell Hart: “Los generales alemanes de la Segunda Guerra Mundial fueron lo mejor de lo mejor que tuvo el mundo en su profesión. Podrían haber sido aún mejores, si su visión global de los hechos hubiera sido más grande y su comprensión aún más profunda. Pero entonces se habrían transformado en filósofos, ya no hubieran sido soldados”.

Su libro, “El otro lado de la Colina – Los generales alemanes hablan”, en su versión en inglés.

Liddell Hart en otro de sus libros importantes (Estrategia) señala varias máximas que según él deben ser siempre observadas en todo contexto en el que puede haber un enfrentamiento. Algunas de ellas han sido adaptadas de las que marcó en su época el legendario pensador chino Sun Tzu. Helas aquí: 1) Ajuste su fin a sus posibilidades; la vista clara y el cálculo fresco deben prevalecer. No intente hacer más de lo que puede, mantenga un sentido claro de lo que es posible. 2) El objetivo principal debe estar siempre en su mente mientras adapta su plan a las circunstancias. Reconozca que existen alternativas, pero asegúrese de que todas tengan relación con el fin propuesto. 3) Elija la línea de menor expectativa. Intente ponerse en el lugar de su oponente y trate de imaginar qué curso de acción verá él como el menos probable. Y explote la línea de menor resistencia, siempre que pueda llevarlo hacia su objetivo final. 4) Aproveche la oportunidad, pero no cualquier oportunidad sino la óptima, la mejor posible. 5) Su línea de operaciones siempre debe ofrecer objetivos alternativos; elija un curso de acción único que podría tener varios objetivos posibles y no deje que sus acciones los revelen. Esto pondrá a su contrincante en un dilema, introduzca incertidumbre con respecto a lo que se debe proteger. 6) Asegúrese de que tanto los planes como las disposiciones sean flexibles y adaptables a las circunstancias. Incluya contingencias, tanto para el éxito como para el fracaso. 7) No arriesgue toda su fuerza en un solo golpe, máxime si el enemigo está en guardia y bien ubicado para detenerlo o evadirlo. 8) A menos que su rival sea muy inferior, no lo ataque hasta que éste haya sido desorganizado y desmoralizado; la guerra psicológica debe preceder a la guerra física. 9) No renueve un ataque en la misma línea (o en idéntica forma) después de que haya fallado una vez; esa conducta puede serle fatal. 10) Y si ha perdido y es necesario rendirse, hágalo, es mejor eso que sufrir la destrucción total.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/189698_algunos-principios-estrategicos-del-capitan-liddell-hart

RECORDANDO EL 9 DE JULIO DE 1816

Agustín Saavedra Weise*

Exclusivo para la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG.

 

Este 9 de julio se celebró el 204º aniversario de la declaración de independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata, es decir, de la hermana República Argentina de nuestros días. Nos permitiremos un breve comentario al respecto de ese acontecimiento de trascendental alcance continental en su época.

La mayoría de los historiadores argentinos coincide en que el haber repelido exitosamente las invasiones inglesas de 1806 fue un primer hito fundamental de lo que 10 años después sería la proclamación de la independencia. Durante la fallida invasión británica se comprobó la debilidad de España en la región austral y al mismo tiempo la fortaleza criolla interna, factor que permitió unificar fuerzas propias en torno a Liniers y así rechazar a los invasores en dos oportunidades. De allí, al 25 de mayo de 1810, mediaron cuatro breves años.

La Junta del 25 de mayo de 1810 —presidida por el potosino Cornelio de Saavedra- aún mantuvo la ficción de representar y mantener la lealtad a Fernando VII, el rey de España erradicado del poder en Madrid por las tropas de Napoleón Bonaparte. En realidad, todo el contexto independentista —no solo argentino sino hispanoamericano en general— no puede entenderse bien sin la sincronización con lo que ocurría en Europa en ámbitos políticos e intelectuales. La Revolución Francesa de 1789 había estremecido al viejo continente. Además, ya se tenía el precedente de la liberación de las 13 colonias inglesas de América del Norte, que desde 1776 formaron un nuevo país llamado Estados Unidos de América.

En 1816 las condiciones europeas habían cambiado. Tras la derrota definitiva de Napoleón en Waterloo (1815) se volvió al viejo orden dinástico mediante el célebre Congreso de Viena. La restaurada monarquía hispana se endureció con respecto a los brotes independentistas de sus colonias americanas. Como contrapartida, ya no era necesario usar la ficción de representar al rey español desplazado por los franceses; fue así como el Congreso de Tucumán optó por la proclamación de la independencia el 9 de julio de 1816. Las provincias de la llamada “Liga Federal” y lo que hoy es el Uruguay no participaron por estar en conflicto con las Provincias Unidas, pero sí lo hicieron delegados del Alto Perú y de la región autónoma de Santa Cruz de la Sierra, es decir, lo que hoy forma Bolivia, nombre derivado del libertador venezolano Simón Bolívar, quien permitió la creación del nuevo estado en 1825 ante la indiferencia de los gobiernos porteños de la época que no le dieron mayor importancia geopolítica a este hecho ni al desprendimiento de esos importantes territorios legalmente pertenecientes al Virreinato.

La Junta de Buenos Aires dispuso de diputados para las llamadas “provincias altas” desde su primer congreso constituyente en 1813. Fue así como se tuvieron delegados de Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba, Chuquisaca, Potosí, La Paz y Mizque. Hubo ocho representantes del Alto Perú en 1813 y seis en el Congreso de Tucumán.

Entre los delegados altoperuanos a Tucumán destacó la presencia de José Mariano Serrano, quien posteriormente (1825) también estuvo presente en la asamblea que declaró la creación de Bolivia. Tuvo así este prócer el raro privilegio de participar en la declaración de la independencia de dos países: Argentina y Bolivia. Tras una honorable trayectoria, Serrano falleció (1851) en su Charcas natal.

Acta de Independencia de la República de Bolivia

En las discusiones sobre la futura forma de gobierno Serrano se pronunció por la monarquía atemperada y rechazó la idea de un inca monarca. Asimismo, Serrano redactó el manifiesto de la Independencia, publicado con el nombre de “Manifiesto de las Naciones” y que fue aprobado por el Congreso el 25 de octubre de 1817.

Las provincias que participaron en Tucumán fueron: Buenos Aires, Tucumán, San Juan, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, San Luis, Catamarca, Salta, La Rioja, Córdoba, Santa Fe y los pueblos del Alto Perú. Las provincias del litoral (Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, como así también la Banda Oriental de José Gervasio Artigas) reiteramos que no participaron del Congreso; desde 1813 estaban enfrentadas con el poder central instituido en Buenos Aires.

El Libertador José de San Martín fue una figura relevante que merece citarse por su vital influencia indirecta sobre el Congreso de Tucumán para que se proclame la independencia. Él estaba preparando en Mendoza su expedición a Chile y presionaba a los congresales para que emitan la proclama, dado que no quería iniciar el cruce de los Andes como si fuera un sublevado; deseaba hacerlo como jefe de la expedición militar y libertaria de un Estado soberano

A partir del 9 de julio de 1816 se inicia el proceso de consolidación de la Nación Argentina, al mismo tiempo que los otros flamantes estados —que se iban independizando progresivamente— buscaban también su propio lugar bajo el sol. Todos desecharon la monarquía y decidieron seguir pautas republicanas. Hubo muchos momentos tristes, guerras y hasta enfrentamientos fratricidas, pero en general y al final, cada estado siguió su propio derrotero. En el campo rioplatense, aparte del grueso del conglomerado que terminó consolidándose como República Argentina, marcharon —cada cual por su lado— Bolivia, Paraguay y Uruguay, territorios con todo el derecho y legalidad para haber sido un solo país con la Nación del Plata, optaron por la auto determinación y forjaron con el tiempo sus propias nacionalidades.

Hasta el lindo nombre de “Argentina” es sugestivo y tiene su razón de ser en el Alto Perú. Como había que llegar a Potosí, dónde realmente estaba la plata (“Argentum” en latín), los aspirantes a nuevos conquistadores o nuevos ricos ingresaban por Buenos Aires y desde allí partían hacia las “tierras de argento”, hacia Potosí, la tierra de la plata. Con el tiempo el nombre se asentó definitivamente en la región y de ahí derivó el patronímico “Argentina” (tierra de la plata) aunque no había tal pero sí otras riquezas, sobre todo su enorme potencial agropecuario, de reconocido nivel mundial hasta nuestros días.

Otro elemento para rescatar es el de las nacionalidades. Hoy se dice “Cornelio Saavedra era boliviano” y por Serrano, “fue un boliviano el que redactó el Acta de independencia” y así en otros contextos, con los que al presente son tanto bolivianos como uruguayos y paraguayos. La verdad es que en esa época las mezquinas fronteras del presente no existían, muchos menos había cabida para los nacionalismos estrechos. El pensamiento era continental y continentales eran las presencias de los personajes que han forjado nuestra historia común. No importaba de dónde sean ni nadie se preocupaba por su origen natal, simplemente eran americanos o específicamente rioplatenses, parte de las Provincias Unidas; el resto carecía de valor. A ese continentalismo, a ese pensamiento en grande, deberemos volver algún día. Y mientras, recordemos con afecto sincero un aniversario más de la independencia argentina, factor geopolítico y libertario que gravitó decisivamente sobre el Cono Sur en múltiples aspectos. El suscrito aprendió a querer a la Argentina desde su niñez y juventud, la quiere como a una segunda Patria. Allí también tuve el honor de representar como diplomático a mi país natal, Bolivia. Gloria por siempre a la Nación Argentina, gloria por siempre a las Provincias Unidas del Sud y a quienes las hicieron libres, un ya lejano 9 de julio de 1816.

 

* Diplomático de carrera (jubilado) del Servicio Exterior de su país y ex Canciller. Ex embajador de Bolivia en la Argentina. Fue condecorado con la Gran Cruz del Libertador San Martín y la Gran Cruz de la Orden de Mayo. Socio vitalicio del Jockey Club. Miembro del CEID y de la SAEEG. Ha escrito 15 libros, es politólogo, economista, catedrático universitario y columnista de prensa en medios bolivianos e internacionales.

www.agustinsaavedraweise.com