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MAR ÁRTICO: CALENTAMIENTO LITERAL Y GEOPOLÍTICO

Agustín Saavedra Weise*

 

Imagen de 358611 en Pixabay 

Al contrario que su contraparte austral, donde existe un continente helado (Antártida), el Ártico es puro hielo. Y éste ha ido disminuyendo progresivamente debido al calentamiento global. Se ha pronosticado el casi total deshielo ártico para fines del presente siglo XXI, algo realmente catastrófico. El área de influencia del Círculo Polar Ártico incluye a Dinamarca (poseedora de Groenlandia), Estados Unidos (por Alaska), Canadá, Islandia, Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia. Años atrás, Vladimir Putin ordenó desplegar una bandera rusa de titanio en el fondo del Polo Norte, creando conmoción en la comunidad internacional por dicha acción, ejercida por un submarino nuclear.

A falta de un tratado formal como el que sí existe para la Antártida se creó el Consejo Ártico, un foro intergubernamental para fomentar la cooperación, coordinación e interacción entre los estados parte y con la participación de las comunidades indígenas de la región. Ha funcionado bien pero no tiene el poder efectivo de su par antártico; es más un foro de consultas y búsqueda de consensos.

Se calcula que debajo del mar Ártico existen gigantescas reservas de minerales, gas y petróleo. Ahora que el deshielo permite la explotación de algunos de esos recursos y se han abierto varias zonas aptas para nuevas exploraciones, se están creando susceptibilidades de todo tipo. La firma de un Tratado Ártico formal de paz y de cooperación se impone, ya que solamente así se podrá regular la protección del medio ambiente, lograr armonía en la explotación de materias primas e intentar conciliar las diversas pretensiones territoriales sobre el lecho marino. Por otro lado, la Convención del Mar de 1982 deberá ser revisada para lograr acuerdos por el tema de las 200 millas de zona económica exclusiva.

Los expertos vaticinan una crisis mayor —y de proporciones universales— si prosigue el deshielo polar ártico y se liberan materiales tóxicos hacia la atmósfera. Todos los países del área obviamente tienen y tendrán su opinión, pero la verdadera solución (o el conflicto) se dará entre el oso ruso y el águila estadounidense. El Ártico es el punto focal ahora de un posible conflicto ruso-americano. A medida que la capa de hielo ártico se derrite están surgiendo nuevas rutas comerciales de navegación y nuevos desafíos geopolíticos. Rusia ha reconstruido su presencia militar en la zona y EEUU procedió de la misma forma; ambos poseen flotas de rompehielos equipados para la guerra antisubmarina. La OTAN ha expresado preocupación por el aumento de los movimientos navales rusos cerca de la estratégica brecha GIUK (Groenlandia, Islandia, Reino Unido) y hasta China también pretende —por cuenta propia— intentar explotar recursos árticos. El panorama es álgido y cambiante.

Mientras el deshielo avanza han habido incendios forestales, el magnífico oso blanco —símbolo ártico por definición— está al borde de la extinción y otros problemas ecológicos, ambientales y humanos están cada vez más complicados por el cúmulo de intereses económicos surgidos en esa conflictiva zona del mundo. Sin ir muy lejos, cabe hacer notar que las instalaciones rusas de petróleo y gas en el Ártico representan el 45% de su capacidad productiva.

El Ártico sigue en vilo, esta vez hasta con presencia militar. Ojalá se logren entendimientos que brinden tranquilidad a esa región; urge solucionar pacíficamente asuntos pendientes, poder explotar en armonía sus ingentes recursos naturales e intentar detener el desastre ambiental.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Debe, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/mar-artico-calentamiento-literal-y-geopolitico_196173

GUYANA: SER COMO NORUEGA O TIPO VENEZUELA Y MÉXICO

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de David Peterson en Pixabay

Junto con Guyana, también asoman en este 2020 como nuevas potencias petrolíferas Surinam y Mozambique. En esta nota únicamente nos referiremos a la primera nación, pero por analogía lo escrito puede ser válido para las otras dos.

Guyana es un país de habla inglesa ubicado en la costa Norte de América del Sur. Limita además con Brasil, Venezuela y Surinam. Tiene un área de 215.000 km2 con 800.000 habitantes; se independizó de Gran Bretaña en 1966. Se dice que el término “Guyana” proviene de una lengua amerindia y significa “tierra de muchas aguas”.

La multinacional ExxonMobil descubrió petróleo en Guyana el año pasado y poco tiempo atrás, anunció que las reservas estimadas superan ya los 5.000 millones de barriles. Guyana podría duplicar o triplicar su PIB en 10 años. Según informan diversos medios, cuando comience la explotación intensiva del oro negro, el país caribeño podría situarse entre los 10 mayores productores de crudo del mundo en términos per cápita. Claro que los tiempos han cambiado, ahora el petróleo es visto con desconfianza pues el mundo tiende hacia las energías alternativas, pero aun así y bajo un contexto diferente, la nueva riqueza implicará un cambio cualitativo sustancial para Guyana aunque los precios del combustible fósil sigan bajando. Guste o no, ese recurso seguirá siendo codiciado y comercializado durante varias décadas más.

Algunos entendidos no creen que Guyana con su escasa población sea capaz de gestionar racionalmente la lluvia de petrodólares que tendrá en esta década y próxima. El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que la economía guyanesa podría crecer un 86% en 2020, 14 veces más que China.

Pero como nos recuerda la revista Estudios de Política Exterior: “Venezuela es una advertencia de que a veces tener demasiado dinero es peor que no haberlo tenido. El petróleo ha deformado la propia psicología de los venezolanos, quienes creen tener un derecho natural a la gasolina gratis y a una mínima presión fiscal”. Y esto se ha dado en regímenes anteriores, como también en las dictaduras de Chávez y Maduro. Por otro lado, en su época México también tuvo su “boom” petrolero y no lo supo aprovechar. Ambas naciones viven de crisis en crisis, la una con pésimos gobiernos populistas tiránicos y la otra sigue archi dependiente de su gigantesco vecino (EEUU) con millones de mexicanos que cruzan anualmente la frontera buscando trabajo y mejores niveles de vida en el país del norte.

Y mientras esto ocurre, la situación en Noruega es totalmente diferente. El país escandinavo también llegó tarde al reparto petrolero, pero supo administrar el hallazgo de su nueva riqueza en marcos de prudencia y sabiduría. Hoy el régimen democrático de Oslo se jacta de administrar uno de los estados de mayor bienestar y desarrollo en el mundo, donde cada habitante está socialmente protegido desde la cuna hasta la tumba. Asimismo, los excedentes de la riqueza hidrocarburífera son continuamente reinvertidos en lugar de gastarlos imprudentemente. Se planifica el futuro para seguir viviendo bien una vez se acabe el petróleo.

Sí, ojalá la pequeña Guyana se porte como Noruega y no siga los malos ejemplos de México y Venezuela, a quienes de poco y nada les ha servido el auge petrolero, ya que siguen sufriendo los estigmas del atraso y de la desigualdad por haber sido ambos incompetentes a la hora de administrar sus ingentes recursos naturales.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de Diario Nuevo Sur, Bolivia, https://eldeber.com.bo/166801_guyana-ser-como-noruega-o-tipo-venezuela-y-mexico