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HIDROCARBUROS, ALEMANIA Y RUSIA: PESE A LAS SANCIONES CONTINÚA LA CONSTRUCCIÓN DE NORD STREAM 2

Isabel Cecilia Stanganelli*

El sistema de gasoductos y los contratos de gas firmados por Moscú fueron un pilar en sus relaciones con Europa occidental durante el último medio siglo, aunque a principios de la década de 1980 las relaciones estuvieron próximas a interrumpirse debido a la intervención de Estados Unidos destinada a impedir la construcción del gasoducto Yamal (originalmente Northern Lights) que, desde Siberia occidental —a 4.500 Kms. de distancia— abastecería a diez países de Europa occidental: Alemania —occidental—, Austria, Bélgica, Finlandia, Grecia, Italia, Francia, Países Bajos, Suecia y Suiza. La intercesión de Japón y de capitales de Estados Unidos para financiar la obra permitieron que desde 1984 Yamal y sus ramales resultara el primer emprendimiento de magnitud entre ambos bloques durante la Guerra Fría. La interrelación energética sobrevivió a la Guerra Fría, al proceso de reunificación de Alemania y a la desunión soviética.

Finalmente la brecha se abrió en 2014, cuando se sumó la crisis política iniciada en Ucrania en noviembre 2013 que culminó en febrero de 2014 con el golpe de Estado condenado por Rusia y elogiado por Washington que derrocó a Viktor Yanukovich. Uno de los primeros actores en reaccionar contra Rusia fue nuevamente Estados Unidos.

Al golpe de Estado se sumó la protección que Rusia siempre reclamó para la población de origen ruso en el exterior, el apoyo inmediato de Washington al nuevo gobierno interino y la voluntad de importantes sectores de Ucrania oriental y Crimea de incorporarse a la Federación, concretada de facto en el caso de Crimea —luego de un plebiscito no reconocido internacionalmente— en marzo 2014.

Washington encabezó la aplicación de sanciones contra individuos relacionados con Rusia, con Crimea y con Vladimir Putin, pronto emulada por los principales líderes de la Unión Europea, además de los de Noruega, Japón, Australia

 

[1].

Pronto se sucedieron sanciones económicas contra bancos y empresas petroleras rusas, a las que se incorporaron otros sectores energéticos y de defensa, sin haber logrado con ello eliminar la guerra civil en Ucrania y afectando en cambio las relaciones políticas y económicas de la Unión Europea, Rusia y otros Estados, ofreciéndonos un panorama similar al de los peores momentos de la Guerra Fría. Por el momento y en líneas generales, solo vemos una Unión Europea cada vez más dependiente en materia de política exterior. Además, en el futuro previsible, Rusia seguirá siendo un proveedor importante de energía europeo pues su gas natural resulta comparativamente más económico.

Entre las opciones nos interesa el gasoducto submarino Nord Stream —de 1240 Kms. e inaugurado en 2011— que parte de Rusia y abastece directamente a Alemania bajo el mar Báltico y desde ahí a Dinamarca, Francia y Países Bajos, además de llegar por el ramal Opal hasta el límite de la República Checa. Su capacidad es de 55.000 millones de m3 de gas/año, volumen que se planeaba incrementar incorporando otros dos ductos, uno de los cuales llegaría hasta el Reino Unido. Esta ampliación fue suspendida en 2015. En 2012 la Comisión Europea exigió a Gazprom una reducción del 50% del combustible enviado por el gasoducto Opal, aduciendo que éste ducto no cumplía con la normativa antimonopolio de la Unión Europea —el Tercer Paquete Energético” (TPE) de 2009—, que prohíbe que la empresa de producción y transporte de hidrocarburos sea la misma —en este caso Gazprom— y establece la libre circulación de gas para todos los Estados de la red de gasoductos. A principios de 2015 la Comisión Europea continuaba postergando la decisión sobre esta restricción.

En cuanto a la posición de las principales empresas petroleras, el director de la petrolera francesa Total, Christophe de Margerie, declaró que Europa debía focalizarse en hacer más seguros los envíos desde Rusia, incluyendo opciones que evitaran a Ucrania y dio como ejemplo Nord Stream, construida para evitar pasar por Ucrania y no para evitar el gas ruso. Cualquier reducción deliberada de importaciones a Rusia resultará en importaciones más onerosas de otros productores cuyos objetivos podrían no gustarnos”, agregó Christophe de Margerie. De Margerie murió en un raro accidente en octubre 2014, cuando su avión chocó con una máquina quitanieves durante el despegue en el aeropuerto moscovita Vnukovo. De Margerie no era partidario de las sanciones de la Unión Europea contra Rusia, sino del “diálogo constructivo” que requiere “la interdependencia económica”.

Rusia —y con antelación la URSS— ha sido uno de los más seguros y estables proveedores de hidrocarburos hacia Europa. Pero se han ido incorporando algunos elementos preocupantes:

  • Europa desea diversificar sus fuentes de aprovisionamiento energético pues considera su excesiva dependencia de Rusia una cuestión de seguridad.
  • Ucrania, como país de tránsito de los ductos, ha causado interrupciones y escasez.
  • En la nueva Doctrina de Seguridad rusa es fuente de preocupación la amenaza de la Alianza atlántica, que considera a los cambios en los precios de los recursos energéticos como una forma de agresión.

Rusia ya poseía terminales de petróleo en el Báltico en San Petersburgo, pero en 2001, cuando se conocieron las intenciones de Washington de incorporar a las Repúblicas Bálticas en la OTAN, el presidente Vladimir Putin aprobó el desarrollo de un mayor puerto en el Báltico ruso, destinado a eliminar las exportaciones rusas a través de Letonia, Lituania y Polonia. En 2005 se negoció el gasoducto Nord Stream entre Vladimir Putin y Gerhard Schröder, estableciéndose que su trayecto uniría el puerto de Vyborg, cerca de San Petersburgo, con Lubmin, cerca de Greifswald, en Alemania oriental, mediante dos tuberías paralelas con un recorrido de 1.220 kms.

La construcción del sistema de ductos del Báltico se inició a finales de ese mismo año, 2005, y debía abastecer hasta el Reino Unido y Estados Unidos previo embarque en buques de gas natural licuado. Como estaba previsto, la primera tubería unió a Rusia y Alemania hacia fines de 2011 y su complementaria en 2012. Ya finalizados los dos ductos, comenzaron a abastecer anualmente a Alemania con más de 55 mil millones de m3 de gas. Moscú esperaba de esta manera ser capaz de vender gas a Europa sin riesgos de conflictos con países de tránsito. Gazprom era propietaria del 51% del emprendimiento, las alemanas E.ON y BASF del 20% y Gasunie de Países Bajos el 9% restante. El porcentaje alemán se reduciría con posteriores prolongaciones del ducto al 15,5%, al incorporarse la francesa GdF SUEZ.

La firma de este emprendimiento fue el último acto de Gerhard Schröder como canciller y provocó protestas del gobierno pro Washington de Polonia, así como del de Ucrania, ya que ambos perdían el control del ducto que fluye de Rusia.

A pesar de sus cercanos nexos con la administración Bush, la canciller Angela Merkel también aceptó el proyecto: “Nuestro objetivo común es una asociación energética basada en la igualdad, orientada a largo plazo. Se trata de ofrecer a las empresas en ambos lados de oportunidades para la cooperación y el crecimiento. De hecho, Nord Stream demuestra el enorme potencial económico arraigado en esta asociación.” Nord Stream es un proyecto energético prioritario de la Unión Europea: hacia 2030 podría proveer 25% de las necesidades energéticas europeas.

Ya entonces la presión sobre la construcción del gasoducto llegó a ser de tal magnitud que en numerosas oportunidades el presidente Putin advirtió que anularía todo el proyecto y exportaría el gas a través de buques metaneros en la forma de gas natural licuado. Alemania era la principal afectada por las dilaciones de Suecia referidas a cuestiones ambientales y la situación llegó a ser delicada entre ambos Estados. A pesar del rechazo rotundo manifestado por Polonia a este emprendimiento, a último momento comenzó a manifestarse interesada en recibir gas de Nord Stream para reducir su dependencia de Belarús. Con otras, las objeciones eran de índole política. De todos modos, hacía décadas que el mar del Norte estaba surcado por tuberías submarinas sin tantas contemplaciones ecológicas.

En octubre de 2010 se inició la etapa de construcción de la sección finlandesa de Nord Stream, a cargo de la compañía suiza Allseas.

En cuanto al gasoducto Opal, ofrece un enlace desde Nord Stream, en el noreste de Alemania hasta la República Checa. Tiene una capacidad de 36 bm3 pero operó a la mitad de su capacidad desde 2011. Recién a fines de 2016 un fallo de la Unión Europea otorgó a Gazprom mayor acceso al gasoducto Opal.

La disputa energética sobre “el tercer paquete energético” —y otros diez litigios pendientes— entre Rusia y la Unión Europea en la OMC quedó paralizada desde diciembre 2019 cuando caducaron los mandatos de dos de sus tres jueces. Estados Unidos lleva dos años bloqueando nuevos nombramientos.

 

Nord Stream 2

A mediados de enero 2021 se reanudaron las obras del gasoducto Nord Stream 2, paralelo al Nord Stream, concebido para asegurar el suministro energético de buena parte del continente y que se ha transformado en un problema a nivel internacional. Luego de los epítetos de Biden contra Putin —quien se burla de la edad del primero (78)—, Biden amenaza con sanciones contra el gasoducto Nord Stream 2. El jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, llamó a todas las entidades implicadas en el controvertido proyecto a que se retiren o enfrentarán sanciones de Estados Unidos. Blinken considera que Nord Stream 2 es un mal negocio para Alemania, para Ucrania y para sus aliados y socios de Europa Central y del Este y que dividirá y debilitará la seguridad energética europea. Además reiteró que Estados Unidos sancionará a cualquier entidad involucrada en su construcción (en Europa).

La construcción de este gasoducto es objeto de una enorme tensión en la Unión Europea, posiblemente relacionada con las crecientes turbulencias entre Washington y Moscú.

 

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas. 

 

Referencia

[1] Para ampliar este tópico véase Stanganelli, I. “Ucraína: As sacións intenacionais, debates e consecuencias internacionais”. En: Tempo exterior, Revista de Análise e Estudos Internacionais. Instituto Galego de Análise e Estudos Internacionais, IGADI, vol. XI, N° 29, Galicia, España. Xulio-Decembro 2014.

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ESTADOS UNIDOS, RUSIA Y CHINA. LA NUEVA ESTRATEGIA DE TENSIÓN.

Giancarlo Elia Valori*

En la noche del 17 de marzo, la diplomacia occidental y analistas políticos de todo el mundo seguían cuestionando las verdaderas razones del brutal ataque verbal del presidente Joe Biden contra su homólogo ruso Vladimir Putin (“un asesino…”), cuando en Anchorage, Alaska, la diplomacia estadounidense arremetió frontalmente contra una delegación china de alto nivel durante lo que se suponía que sería la primera gran cumbre entre Estados Unidos y China desde que la nueva administración asumió el cargo en Washington. presidencial.

Aquellos que habían imaginado que con el fin de la era Trump, las relaciones internacionales de Estados Unidos volverían a las fronteras elegantes de la diplomacia y el “multilateralismo” rápidamente tuvieron que ser informados.

Joe Biden hizo su debut internacional ordenando el bombardeo de una aldea iraquí que albergaría a milicianos chiítas respaldados por Irán.

Entre 22 y 27 personas han muerto como resultado de la acción, no se sabe si fueron guerrilleros o víctimas colaterales. El hecho es que un presidente que ha ordenado fríamente una acción de guerra necesariamente sangrienta, llevada a cabo en el territorio de un Estado soberano, llama a su colega ruso “un asesino” y al mismo tiempo declara que China es un “enemigo estratégico” de los Estados Unidos.

Esta nueva línea de agresión insospechada del nuevo inquilino de la Casa Blanca fue de hecho fuertemente compartida por el nuevo secretario de Estado, Antony Blinken (que era el número 2 de Hillary Clinton cuando se concibió la deshonrada operación de “acercamiento” a las milicias libias, que costó, en 2012, la vida del embajador Chris Stevens), quien en la noche del 17 de marzo abrió la cumbre con los chinos, acusando a Beijing en términos inequívocos de reprimir a la minoría musulmana uigur en Xinjiang, de acciones antidemocráticas en Hong Kong y de “ataques cibernéticos contra Estados Unidos”.

La respuesta de Jang Jei Chi, jefe de relaciones exteriores del Partido Comunista Chino, a su vez se salió de los rieles de la cortesía diplomática: “Estados Unidos —respondió el diplomático chino— utilizó su fuerza militar y hegemonía financiera para aplastar a otros países… abusan de la llamada doctrina de seguridad nacional para obstaculizar el comercio e incitar a otros estados a atacar a China… Tienen que abandonar esta mentalidad de la Guerra Fría. Esta no es la manera de tratar con nuestro país, la cooperación puede beneficiar a ambas partes, pero debemos seguir el protocolo diplomático”.

La cumbre terminó con un vago acuerdo preliminar sobre la lucha contra el cambio climático, no sin otra “desviación” de los cánones de la diplomacia, cuando Blinken canceló abruptamente la cena con la delegación china en un gesto que los invitados encontraron innecesariamente grosero e irrepetible.

La cumbre de Anchorage, sin sentido, también afectará negativamente el problema de las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte.

La red tejida por Donald Trump para convencer a los líderes norcoreanos de iniciar un proceso de desnuclearización real del país se ha vuelto cada vez más evanescente desde que el presidente estadounidense, a mitad de su mandato, demostró que estaba más interesado en su reelección que en las relaciones internacionales, hasta el punto de que su secretario de Estado, Mike Pompeo, regresó de un papelón en Roma donde no había sido recibido por el Papa Francisco, evidentemente irritado por la injerencia estadounidense en las relaciones entre el Vaticano y China, también hizo una innecesaria antesala en Pyongyang, cuando el líder norcoreano Kim Jong Un se negó a recibirlo.

Aquellos que esperaban un cambio de música con la nueva administración presidencial, tuvieron que cambiar de opinión.

Si el problema de una Corea del Norte equipada con armas nucleares y portaaviones modernos se considera un problema real, entonces Foggy Bottom debe reconocer que su solución pasa por Beijing, porque sin sólidas garantías chinas, Kim Jong Un difícilmente abandonará su estrategia de autodefensa atómica.

Por tanto, parece muy difícil para el nuevo Secretario de Estado reabrir el canal de diálogo con Corea del Norte, insultando duramente a un invitado de la delegación china en territorio estadounidense, mientras Estados Unidos —en el silencio de la nueva administración— es atravesado por una ola de protestas por la violencia que sufren los estadounidenses de origen asiático.

Incluso los rusos, tras el frío ataque lanzado por televisión por Biden contra Putin, reaccionaron con una firmeza indiferente: el embajador en Washington fue llamado a Moscú —una medida apenas menos grave que la ruptura de las relaciones diplomáticas— y Putin se contentó con ironizar sobre la salud y estado mental de su colega estadounidense, mientras que su canciller, Sergey Lavrov, absteniéndose de comentar las acusaciones del presidente estadounidense, prefirió ir a Beijing el 21 de marzo para consultas con el presidente Xi Jinping.

En resumen, frente a una administración estadounidense que quiere parecer decididamente más agresiva que la de Trump, que al final de su mandato ha logrado actuar como catalizador de las nuevas relaciones entre Israel y el mundo árabe, Rusia y China están fortaleciendo los lazos y la cooperación, con la creación de un eje que pueda trasladar al este el verdadero centro de gravedad de las relaciones internacionales, sin descuidar la atención geoestratégica que tanto Moscú como Beijing dedican al Mediterráneo.

Mientras que los rusos, de hecho, están firmemente presentes en Siria, donde tienen su sede en el puerto de Latakia y son los principales socios de Damasco en la reconstrucción del país de las ruinas de la guerra civil, los chinos, que tienen la flota comercial más grande del mundo, después de haber dedicado energía e inversiones al teatro africano, han pasado por el Mediterráneo realizando fuertes inversiones en Grecia (se dice que después de haber “conquistado” El Pireo miran cuidadosamente a Palermo y Trieste) y un sólido inicio de contactos con Israel para el uso del puerto de Haifa.

China, como Israel, de hecho ha salido de la crisis pandémica del Covid 19 y parece inteligentemente orientada a favorecer el renacimiento de la economía internacional después del colapso posterior a la emergencia sanitaria.

En esta situación, en la que los países más avanzados del mundo deberían tratar de implementar esfuerzos conjuntos y sinérgicos para reactivar la economía a nivel mundial, superando viejas y obsoletas vallas ideológicas, Estados Unidos incluso piensa en trasladar la atención de la OTAN hacia el Este, con miras a la confrontación con Rusia y China que parece querer revivir el clima más sombrío y fatal de la Guerra Fría.

Una estrategia de tensión, la inaugurada por el presidente Biden y su secretario de Estado Blinken, a la que Europa mira con evidente vergüenza, a sabiendas de que sólo un enfoque innovador de las relaciones comerciales, financieras y políticas a nivel mundial será capaz de sacar a nuestro mundo de la crisis más grave del siglo.

Una estrategia de tensión que parece miope e injustificada y que no tiene en cuenta el antiguo dicho de que “donde pasan los bienes, los soldados no pasan”.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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CHINA, POLÍTICA EXTERIOR Y CAMBIO CLIMÁTICO

Isabel Stanganelli*

Imagen de marcinjozwiak en Pixabay

La cuestión del cambio climático ha obrado como uno de los disparadores más sólidos a favor de la búsqueda de energías alternativas desde la década de 1980. Numerosas reuniones procuraron alcanzar un acuerdo global sobre el régimen climático posterior a 2012, año de vencimiento del Protocolo de Kyoto mediante el cual los países industrializados se comprometieron a reducir —para el período 2008-2012— sus emisiones colectivas de gases que causan el efecto de invernadero en un 5,2%, respecto a 1990.

El acuerdo fue suscrito en la ciudad japonesa de Kioto el 10 de diciembre de 1997 por 34 países industrializados. Para que el protocolo entrara en vigor, tenía que ser ratificado por los países industrializados causantes del 55% de las emisiones de estos gases pero cuatro de ellos no lo hicieron: Estados Unidos (responsable por el 36,1% de las emisiones entre los países industrializados en 1990), Australia (2,1%), Liechtenstein (0,001%) y Mónaco (0,001%).

Los Estados Unidos argumentaron que esa firma no solo dañaba su desarrollo económico al obligarlos a destinar presupuesto a innovaciones tecnológicas sino que aducía que existían países menos obligados por ser subdesarrollados que contaminaban más. Se refería a Brasil, China, India, México, entre otros. Obviamente Washington no participó del encuentro de la ONU en Japón.

Independientemente de la importancia del tema para la supervivencia de la vida en el planeta, esta cuestión presenta aristas personales. Fui seleccionada con seis meses de anticipación para asesorar a la delegación argentina en Kioto. Las carpetas coincidían con la posición común de nuestros vecinos de América del Sur. Entonces se apersonó la Sra. María Julia Alsogaray como portavoz del entonces presidente e indicó que Argentina firmaría en consonancia con los Estados Unidos. O sea: no firmó. Impotencia de la delegación y obviamente también mía.

Casi 20 años después, la crisis ucraniana de 2014 fue testigo de profundos cambios en los patrones energéticos mundiales. La politización de conflictos previos por el gas natural que importaba desde la Federación de Rusia y en gran parte transportaba hacia Europa occidental, significó arduas negociaciones y finalmente descartó el proyecto de gasoducto South Stream, el 1º de diciembre de ese año, destinado a abastecer a clientes europeos.

Ante esta situación se incrementaron los esfuerzos europeos de búsqueda de otros proveedores. Cabe acotar que estas fuentes solamente podrían sustituir parte de los hidrocarburos necesarios y que luego del accidente nuclear de Fukushima I, Japón, en marzo 2011, esa fuente resultaba controversial.

Por otra parte, rigen sanciones contra las exportaciones e inversiones en tecnologías de vanguardia aplicadas a la exploración y explotación de petróleo ruso que se suman a la violenta caída del precio del petróleo en los mercados internacionales. Esta situación guarda relación con el ingreso de Estados Unidos como país exportador, políticas de la OPEP y reducción de la demanda mundial —notoriamente de China—, entre otras causas.

Los acontecimientos originados en 2014 pusieron en marcha procesos cuya evolución está produciendo cambios en las actividades de producción de energía, en los hábitos de consumo y en las decisiones políticas en el mundo. Han sido muchos los esfuerzos internacionales para intentar revertir el calentamiento planetario. Una de las más importantes iniciativas guardó relación con la sustitución de los hidrocarburos y combustibles fósiles por otras fuentes alternativas de energía. Se han realizado inversiones notorias en fuentes solares, eólicas, mareomotrices, undimotrices y otras. Al mismo tiempo, se enunciaron objetivos para reducir la emisión de contaminantes, tanto en el mundo desarrollado como en el que no lo está. Todos estos objetivos encontraron obstáculos y desacuerdos. En la Cumbre Renovables 2005, realizada en Alemania, así como en las realizadas con posterioridad, tampoco se lograron acuerdos rotundos. En aquel caso se propuso que el 14% de la energía producida en el mundo proviniera de fuentes alternativas. Estados como Brasil y China, en su condición de países subdesarrollados, superaban entonces ese porcentaje en su matriz energética. Se puede destacar la posición de India, que destacó que cumpliría con todos los objetivos establecidos pero que no firmaría ningún acuerdo, pues no deseaba verse obligada por un documento internacional. Estos tres casos se destacan pues en su calidad de países subdesarrollados, los plazos para lograr los objetivos establecidos en Cumbres previas eran más largos y podían contar con ayuda internacional para alcanzarlos. Hemos visto que esta normativa fue cuestionada por Estados Unidos para no adherir a los acuerdos. Los argumentos de Estados Unidos para evitar compromisos fueron emulados por otros Estados.

El hecho es que a pesar de los años trascurridos, la reducción del precio internacional del barril de petróleo vuelve cada vez más costoso el desarrollo de fuentes convencionales y alternativas de producción energética en función de la ecuación costo-beneficios. Solo las mayores petroleras podrían sostenerse diversificándose contando con su capacidad de adaptarse a las nuevas normas del mercado, a la competencia resultante y al respaldo económico que les otorga más tiempo que a otras empresas de menor envergadura.

Mientras Rusia y China adoptaron desde 2014 medidas de cooperación energética, Estados Unidos se aseguró el primer lugar como país exportador de petróleo extra OPEP y varios países europeos están retornando al uso del carbón, si bien en condiciones ambientales menos contaminantes que las históricas.

En estas circunstancias, en 2020, China anunció planes para lograr cero emisiones para 2060. Junto con la exportación de su vacuna Covid-19 constituyen dos manifestaciones de soft power. Volviendo al cambio climático, el Presidente Xi Jinping en la cumbre del Día de la Tierra —22 de abril 2021— del presidente estadounidense Joe Biden, Xi señaló la estrategia esbozada en el 14º Plan Quinquenal de China para limitar el crecimiento del consumo de carbón y lograr la neutralidad del carbono para 2060.

El 20 de abril, Xi se había comunicado con el príncipe saudí Mohammad bin Salman apoyando las propuestas y medidas de Arabia Saudí a respecto. Una semana antes, Xi se reunió con la canciller Angela Merkel y el presidente Emmanuel Macron y acordaron trabajar más estrechamente en el cambio climático. No debería considerarse un gesto geopolítico… pero la diplomacia con Occidente es más que evidente.

Biden sostuvo una continuidad con su predecesor Trump en cuanto a una competencia estratégica con China aunque no descartó cooperar con Beijing en cuestiones transnacionales que requieren una respuesta colectiva —como el cambio climático—. Este tema puede ser una oportunidad para relaciones más benignas entre los mayores poderes y al mismo tiempo cambiar la mirada de Occidente sobre China, apaciguando tanto a la audiencia nacional como a la internacional.

Además, la exportación de fuentes de energía alternativa “made in China” es un objetivo más de inversión china.

 

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas. 

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