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ASESINO DE BLINDADOS

Comandante Espuela (Revista Tiempo GNA*)

Si bien el francotirador solitario siempre seguirá existiendo, la tendencia actual es que actúen en grupo de hasta 6 tiradores selectos. Con un lanzagranadas de apenas 7 Kg, hasta un novato sin experiencia es capaz de destruir un tanque de última generación. Por ese motivo, algunos ejércitos también le asignan a un grupo de snipers eliminar blindados. Según sea el terreno los métodos cambian.

 

Estos misiles son el dolor de cabeza de los rusos:

FGM-148 Javelin

Ucrania posee unos 300 misiles Javelin antitanque de última generación, capaces de destruir tanques rusos a 4000 metros y les están dando un buen uso. Estos dispositivos son recargables, pesan unos 16 kilos, cuentan con una unidad de lanzamiento y un proyectil de doble cabeza. La primera está pensada para detonar cargas reactivas del blindaje y la segunda para perforar la coraza. La ojiva del Javelin, puede perforar tanques modernos impactando desde arriba donde su blindaje es más delgado. Es ideal para emboscar tanques a distancias considerables. También es útil contra las fortificaciones.

FMG – 148 Javelin. Destructor de tanques modernos.
FIM-92 Stinger

Se trata de un misil perseguidor portátil tierra aire. Está equipado con buscadores infrarrojos y ultravioletas. Su alcance máximo es de 5000 metros y es ideal para derribar helicópteros o aviones que vuelen a baja altura. También puede ser usado para objetivos terrestres.

Antiaéreo FIM – 92 Stinger. Asesino de helicópteros.
Misiles antitanques de otras guerras: RPG-7

Por ser liviano se hizo famoso en las últimas guerras como destructor de blindados y de bunkers. Los afganos seleccionaban posiciones elevadas próximas a un camino y cavaban pequeñas trincheras en forma de triángulo apuntando al pasaje. Conformaban un equipo de dos tiradores de RPG-7 con abundante proyectiles y protegidos por tiradores selectos. Sin importar lo bien enmascarada que estuviera la posición, la tierra era humedecida para evitar que con el disparo se levantara una nube de polvo que delatara al tirador. Cuando se aproximaba una columna de tanques, con los lanzacohetes destruían el primer y último vehículo para restringir el movimiento. En el momento que la infantería desembarcaba para atacar, se encontraban con minas terrestres y entraban en acción las ametralladoras neutralizando a los soldados. Como los afganos estaban en un terreno elevado, a las tropas les era difícil avanzar, pero si la situación se volvía insostenible, se retiraban por sendas seleccionadas de antemano. Los afganos son muy adictos al RPG y al AK 47. Sembrar un par de minas antitanques y dejar tierra fresca sobre ellas, para que el conductor no observe nada anormal detendrá el blindado.

RPG-29

Se trata un lanzacohetes ruso con doble cabeza de combate superior al RPG-7, que destruye blindajes reactivos. El primero elimina la protección y el segundo puede perforar hasta 900 mm. En la guerra de Irak dañó seriamente tanques como el Challenger inglés y el Abrams A1 norteamericano. Los miembros de Hezbollah lo usaron contra los Merkava israelíes, que resultaron muy dañados muriendo sus tripulaciones. Analistas militares estiman que esta organización guerrillera habría destruido al menos una división de blindados de las siete con que cuenta el ejército israelí.

Tácticas para combatir blindados en localidades

Los tanques son mucho más vulnerables en las áreas urbanas que en campo abierto y más que en otra ocasión deben moverse con el apoyo coordinado de la infantería. Ello es debido a que los vehículos pueden ser emboscados fácilmente en cualquier esquina o lugar donde hay ruinas. Ningún tanque tiene una visión completa e incluso los modernos tienen muchos ángulos ciegos, lo que facilita un ataque por sorpresa. El equipo caza tanques normalmente está casi a ras del suelo donde puede verse la mayor parte de la calle, ocasionalmente también pueden estar en una terraza. De antemano deberán establecer las salidas de escape, para alejarse en caso que falle el tiro y el cañón del tanque los esté buscando, ídem de los soldados que deben proteger el blindado. El ocultamiento del tirador con su arma garantiza su supervivencia. Cuando el vehículo se acerca, se deberá calcular el peso, la velocidad y el tiempo que tardará en estar a tiro del lanzacohetes. El impacto del proyectil de carga hueca lo destruirá, pero de errar el tanque arrasará los edificios donde se sospeche partió el disparo. Por eso la importancia de tener salidas preestablecidas. A falta de lanzacohetes una variante es enterrar varios proyectiles de artillería y esperar a que el tanque pase por encima. Si los contactos eléctricos funcionan en el momento justo, quedará destruido como ha sucedido en Yugoslavia, Chechenia o Irak. El añejo cocktel Molotov rara vez puede ser efectivo con los tanques modernos, la manera más segura es lanzarlo desde un piso alto para que caiga sobre el compartimento del motor y el combustible incendiado lo inutilice.

Lo más probable que luego del ataque el blindado se retire a un lugar seguro. Si el blindado estuviera aislado, uno o dos hombres saldrán velozmente de sus escondites para adosar minas magnéticas en lugares vulnerables, incluso hasta podrían introducir un caño de hierro dentro del cañón. 

En la Guerra de Chechenia

n diciembre de 1994, el ejército ruso entró en las ciudades de la república separatista de Chechenia. Los defensores dejaban ingresar a las columnas de blindados en una calle y con RPG-7 ocultos a nivel del suelo o desde terrazas, apuntaban a las áreas menos protegidas como la parte de atrás y orugas. Atacaban en exclusividad al primer y al último tanque quitándole a la formación toda movilidad. Se empeñaban en destruir ambos vehículos y luego a los demás. Como a corta distancia los tanques tienen ángulos muertos para sus armas, en contados minutos estaban ardiendo. La labor de los caza-tanques, era protegida por snipers ocultos en edificios que eliminaban a la infantería. Los resultados fueron que, durante el primer mes los rusos perdieron 225 vehículos blindados (sin reparación posible). Los tanques rusos trataban de mantenerse a más de 300 metros de los tiradores de RPG 7, pero no siempre era posible. El equipo caza-tanque combinado con snipers ya sería doctrina.

Un truco viejo que ya se usaba en la IIGM era colocar una bandera enemiga desplegada en el suelo como si estuviera abandonada, pero abajo estaba enterrada una mina antitanque. Lo normal era que el conductor del tanque la aplastara con una oruga. El truco siempre funcionaba.

Una vez más se demostró que para atacar blindados era necesario un equipo coordinado de tiradores de RPG con snipers que eliminaran la infantería que protege al tanque.

 

* Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA 67, marzo de 2022.

DOS DÉCADAS DE IMPACTOS GEOPOLÍTICOS

Alberto Hutschenreuter*

Llevamos apenas poco más de dos décadas en el siglo XXI y ya atravesamos impactos geopolíticos mayores, es decir, disrupciones internacionales desestabilizantes con base o características político-territoriales.

No deberíamos sorprendernos: hace un siglo, la política internacional ya había experimentado la guerra ruso-japonesa, el caos en los Balcanes, la gran catástrofe de 1914-1918, el desafío que implicaba para los países el establecimiento de un régimen revolucionario en Rusia, el derrumbe de cuatro imperios, y el gran desafío que suponía construir un orden internacional tras una guerra (además de una pandemia que causó 50 millones de muertos).

A partir de allí, casi todo el siglo XX estuvo signado por la geopolítica, al punto que, parafraseando una de las principales obras del gran Raymond Aron, fue “un siglo de geopolítica total”: comenzó con una pugna relativa con territorios entre Rusia y un ascendente Japón, y acabó con el gran desplome político-territorial del siglo, la desaparición de la Unión Soviética.

¿Será el siglo XXI otra centuria de geopolítica total? Seguramente, aquellos que conceden a los “nuevos temas” (robótica, redes digitales, inteligencia artificial, comercio, “blockchain”, movimientos y relaciones sociales interestatales, informática, genética, “vida 3.0”, etc.) un lugar de cambio de la historia relativizan la relevancia de la geopolítica (como también de la anarquía internacional y su “regulador”, la guerra), del mismo modo que lo hicieron aquellos que en los noventa vieron el comercio, la tecnología y la globalización como realidades superadoras de los fenómenos internacionales fragmentadores.

Pues bien, ojalá les acompañe la razón y el mundo finalmente marche hacia un auténtico orden mundial-aldeano basado en la confianza, la cooperación y la justicia internacional. Nada amparará más a la humanidad frente a las disrupciones o grandes apagones estratégicos que una configuración u orden internacional, esto es, un régimen de convivencia entre estados que (como nos sugiere la experiencia) más nos aproximará a aquello que denominamos paz.

Pero los hechos internacionales vividos en estas dos décadas del siglo XXI no nos permiten demasiado suponer que nos encontramos relativamente próximos a un ancla que sujete las relaciones internacionales a ese bien público mundial que es el orden.

Tampoco podemos asegurar que será otro siglo de geopolítica integral. Pero hasta hoy los acontecimientos con base en el factor geopolítico han sido categóricos. Volviendo a Aron, para este autor los órdenes internacionales son órdenes territoriales. Podríamos decir, por tanto, que los desórdenes internacionales implican desórdenes territoriales.

En este sentido, el siglo XXI se inició con un acontecimiento geopolítico mayor: el ataque perpetrado por el terrorismo transnacional sobre el territorio más protegido del planeta, Estados Unidos. El ataque implicó un notable cambio en la naturaleza geopolítica de este actor fáctico o no estatal, es decir, el terrorismo el 11-S alcanzó su mayor resultado desde que en los años noventa abandonó su territorio clásico de acción, el norte de África y Oriente Medio, para proyectarse a cualquier parte del mundo, particularmente al territorio y dominios del por entonces poder predominante del mundo, Estados Unidos, como así a otros sitios apóstatas.

De modo que, si por geopolítica consideramos intereses políticos volcados o proyectados sobre determinados territorios con propósitos relativos con la obtención de ganancias de poder, el ataque el 11-S fue resultado, ante todo, de un cambio de escala en el sentido o nuevo rango territorial de un fenómeno no estatal.

Pero también el siglo XXI comenzó con la ampliación de la OTAN, un hecho de fin de la década del noventa, aunque acaso fue, por lo que ha sucedido después, el primer acontecimiento del nuevo siglo.

La ampliación de la Alianza Atlántica hacia el este y el sur de Europa en términos prácticamente indefinidos explica, en gran medida, la guerra en Ucrania y el estado de “no guerra” entre Rusia y Occidente, pues el acercamiento de la OTAN a la frontera rusa y la ambigüedad de Bruselas en relación con las demandas de Kiev de sumarse a la cobertura política-militar disparó lo que en Rusia denominan “medidas contraofensivas de defensa”, consideradas por el Kremlin ante amenazas externas como la aproximación de alianzas militares a sus fronteras o situaciones internas en las ex repúblicas que puedan afectar el interés nacional de Rusia (dichas amenazas se encuentran en los documentos relativos con la concepción estratégica rusa).

Sin duda que Rusia transgredió el derecho internacional al invadir Ucrania, y hoy se registra en ese país y en los países vecinos de Europa del este un serio descenso de la seguridad humana, e incluso aumentó el riesgo en el nivel de la seguridad estratégica; pero si no se considera que la ampliación indefinida de la OTAN supone la ruptura de la concepción de seguridad indivisible, pues Occidente pretende incrementar su seguridad en detrimento de la seguridad de Rusia, un actor de más alta sensibilidad territorial que cualquier otra potencia preeminente, se deja de lado la clave (básicamente geopolítica) para comprender esta innecesaria crisis y guerra.

Más allá de las advertencias que reputados expertos en Occidente realizaron cuando la OTAN comenzó a extenderse, recientemente analistas y personalidades en Estados Unidos y Europa han remarcado que la situación actual fue resultado de lo que podemos denominar “transgresiones estratégicas y geopolíticas” por parte de Occidente. Por caso, Thomas Friedman prestigioso analista estadounidense, ha sostenido que “Esta es la guerra de Putin, pero Estados Unidos y la OTAN no son enteramente inocentes”. El analista cita largamente a George Kennan, quien en 1998 advirtió que la ampliación de la OTAN era un error estratégico. Por su parte y más recientemente, Javier Solana, ex secretario general de la OTAN (1995-1999) y Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE (1999-2009), sostuvo que “vivimos las consecuencias de sugerir que Ucrania entraría a la OTAN”.

El ascendente político-territorial es tan fuerte en esta cuestión que ha conmocionado al mundo, que la única posibilidad de lograr un cese de fuego en Ucrania radica en la renuncia de Kiev a ser (eventualmente) parte de la OTAN, es decir, alguna forma de neutralidad o neutralización político-territorial del país que elimine toda posibilidad de que Rusia limite al oeste con fuerzas y capacidades de la OTAN.

Por supuesto que desde comienzos de siglo y hasta hoy hubo otros numerosos hechos y nuevas situaciones de cuño eminentemente geopolítico, por caso, el establecimiento de Estados Unidos en la zona del Golfo Pérsico cuando en 2003 desplegó capacidades para luchar contra el terrorismo; la proyección de Rusia hacia el Ártico; el impulso de China a través de la “tierra orilla” del sur de Asia y de la masa terrestre de Asia central; la relocalización del terrorismo en zonas de África; la pugna entre las potencias medias regionales en Siria; la reafirmación territorial de los estados en tiempos de la pandemia; la creciente relevancia del territorio virtual como nueva dimensión de la geopolítica; la nueva fase del “imperialismo de suministros”; los crecientes requerimientos de materias primas por parte de la nueva “industria limpia” y las nuevas tecnologías; la posible emergencia de “custodios” de territorios sensibles para el mundo; las alteraciones geográficas con fines relativos con el poder; la creciente importancia de la “geopolítica popular” (que incluye el papel de medios y otros modos de cultura popular); el avance en materia de “geopolítica subterránea” o “vertical”, etc.

Prácticamente, dos décadas de “geopolítica total”. Pero, además, los estudios relativos con escenarios (realizados antes de la actual guerra en Ucrania) son bastante preocupantes. Por ejemplo, el último Informe del Foro Mundial relativo con los “Riesgos globales 2022” y más allá es altamente preocupante en relación con lo que podría aguardar a la humanidad. https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2022

Desde nuestro campo de estudio, la geopolítica prácticamente domina los temas del informe, que remarca la temática medioambiental como el segmento de mayor preocupación. Pero hay dos territorios no menos inquietantes en relación con lo que podría suceder en ellos: ciberespacio y el espacio exterior.

Respecto del primero, se estima que los ataques en territorio digital se multiplicarán sensiblemente en los próximos años. Las acometidas implican las relaciones entre estados, pero también el comercio electrónico. Se considera que para 2024 el valor global del comercio digital ascenderá a 800.000 millones de dólares, es decir, como advierte el analista de “World Politics Review” Stewart Patrick, habrá una mayor superficie para ataques.

En cuanto al segundo, se teme que pueda suceder una crisis en el espacio exterior, “territorio” que ha adquirido enorme relevancia como consecuencia de la cantidad de satélites en órbita. Se estima que en los próximos veinte años podría haber 70.000 satélites, tráfico que expande las posibilidades de incidentes, pero también abre posibilidades para la denominada guerra asimétrica. Asimismo, como bien advierte el autor citado, los marcos regulatorios que existen para el espacio exterior son hoy insuficientes para cuestiones como la explotación de recursos en dicho “territorio”.

Concluyendo, podemos observar tres impactos geopolíticos en poco más de dos décadas. Pero, además, hay otras muchas realidades y situaciones nuevas que responden a la lógica que asocia política, territorio y poder. No sabemos si será otro siglo de “geopolítica total”, pero hasta ahora, la geopolítica, que nunca se fue, mantiene un protagonismo categórico.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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POLÍTICA PACIFISTA UCRANIANA

Comandante Espuela (Revista Tiempo GNA*)

En la ciudad de Kharkiv, en el este de Ucrania, a solo 20 millas de la frontera con Rusia, existe un enorme depósito de tanques pertenecientes al Ejército de dicho país. Un muchacho llamado Pavel Itkin, de 18 años, pudo infiltrarse en el lugar custodiado sin ser visto por los guardias y durante un par de horas fotografió lo que podría ser un cementerio de más de 400 tanques abandonados de la época soviética, que lentamente se iban oxidando. En uno de los galpones fotografió cientos de motores de tanques, repuestos y otras piezas de maquinaria se pudren en el piso de un enorme galpón. Se trataba de lo que fue una próspera planta de reparación de tanques, que fue abandonada después de la caída de la Unión Soviética en 1991.

Se les hacía mantenimiento a los tanques T-64, T-72 y T-80 que eran los tanques de mayor producción de finales del siglo XX.

Ucrania todavía usa esos modelos, con variantes adoptadas por Rusia.

Cianuro en el desayuno

Las políticas pacifistas como eliminar el servicio militar por Ucrania, se paga caro en una emergencia bélica ocasionada por otro país.

Ahí está la prueba, más de 400 tanques oxidados, mientras los vehículos blindados de Rusia avanzan en suelo ucraniano. ¿Valdrá el ejemplo para Argentina?

 

* Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA 67, marzo de 2022.