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EL GIRO HACIA LA GUERRA FRÍA

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de ANIL OZTURK en Pixabay 

Europa se ha dividido una vez más política, económica y militarmente: Rusia en el este, la OTAN y la UE en el oeste, y los países intermedios —Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y los Estados del Cáucaso— se han convertido en un área de conflicto potencial. Una guerra entre las grandes potencias en Europa que parecía haber permanecido en las páginas de los libros de historia, ha vuelto a ser posible, aunque improbable (debido a cuestiones nucleares).

El equivalente de la acción militar han sido las sanciones económicas y la guerra de información que se ha desarrollado en pleno apogeo. Aunque Rusia y Estados Unidos ya estaban al borde de un enfrentamiento por Georgia en 2008, el episodio fue demasiado fugaz, bastante periférico y quedó sin consecuencias debido al estallido de la conocida crisis financiera mundial y el cambio de administración en Washington con la presidencia de Barack Hussein Obama (2009-2017). Sin embargo, a diferencia de Georgia, Ucrania ha logrado cambiar el sistema de relaciones internacionales más de treinta años después del final de la “primera” Guerra Fría.

El giro abrupto en las relaciones entre Rusia y Occidente se ha producido después de veinticinco años de lentos esfuerzos por ambas partes para construir una relación inclusiva. En los últimos dos años de Mikhail Gorbachev (Secretario del PCUS de 1985 a 1991) gobernando la URSS, Rusia esperaba crear un “hogar europeo común” y un liderazgo mundial conjunto con los Estados Unidos. Pronto quedó claro que ambos postulados, por así decirlo, eran ilusorios. El primer presidente de la Federación de Rusia, Boris Yeltsin (1991-1999), intentó integrar plenamente el país con Occidente a través de la membresía de la OTAN y una alianza directa con los Estados Unidos. Eso tampoco funcionó, especialmente cuando alguien en Rusia se dio cuenta de que su país estaba en peligro de ser literalmente vendido primero y luego colonizado por el poder blando alogénico, por decirlo suavemente.

Después de investigar informalmente a Occidente sobre la entrada de Rusia en la OTAN, el presidente Vladimir Putin (2000-2008, y desde 2012 hasta la fecha) declaró en un discurso pronunciado en alemán ante el Bundestag en 2001 que Rusia había creado una alianza con los Estados Unidos de América, y anunció públicamente la elección europea del país. El tercer presidente, Dmitry Medvedev (2008-2012), pidió un tratado de seguridad europeo, sugirió que Rusia y la OTAN crearan un perímetro de defensa común y buscó activamente “alianzas de modernización” con los países económicamente avanzados de Occidente.

A pesar de los esfuerzos del último Secretario General del PCUS y de los tres primeros presidentes rusos, los líderes occidentales nunca han mostrado ningún interés real en la integración rusa.

Tenían buenas razones para evitarlo. Rusia es demasiado grande para tal empresa, especialmente en términos de asistencia económica necesaria para acercarla al nivel de Europa Occidental y, a pesar de la pérdida del estatus de superpotencia, es demasiado independiente y no tiene sentido de semicolonia, que está en el ADN de una UE que carece —además de las habilidades y los medios necesarios— de un ejército y de la voluntad de construir uno. Además, Rusia posee un enorme arsenal nuclear y una élite que piensa en términos de gran poder y lucha por la igualdad con los Estados Unidos de América. No tiene políticos ni representantes que aspiren a puestos y escaños ricos en Bruselas, Estrasburgo, a nivel nacional o internacional, o a sobornos ricos, como estamos descubriendo estos días.

Rusia sería un aliado demasiado obstinado e incómodo para los Estados Unidos. Finalmente, Occidente no tiene ninguna amenaza externa que requiera que Rusia se una al sistema de alianzas liderado por Estados Unidos porque, en opinión de los intelectuales anteriores, la amenaza proviene precisamente de Rusia, e incluso antes de la crisis ucraniana.

En lugar de integrar a Rusia en su sistema de estructuras internacionales, Occidente trató de dirigirla para crear las instituciones políticas, económicas y sociales que la acercarían a Occidente en términos de cualidades competitivas. Los gobiernos occidentales apoyaron programas orientados al mercado en Rusia, con la esperanza de que pronto se convirtiera en parte de una sociedad subyugada a la globalización dirigida por otros. Antes de la crisis financiera rusa de 1998, el país fue sostenido durante seis años por el “equipo de soporte vital” del Fondo Monetario Internacional. En muchos niveles del aparato estatal ruso, especialmente en su bloque económico, había asesores occidentales. Los Estados occidentales apoyaron a Yeltsin en momentos críticos como el conflicto armado con el Parlamento ruso en 1993 y la campaña electoral de 1996.

Sin embargo, a pesar del hecho de que Yeltsin había demostrado ser un títere de Occidente, Rusia de todos modos decepcionó a su contraparte. Recién recuperada del mencionado incumplimiento causado por los altos precios del petróleo, su economía se volvió dependiente de las exportaciones de energía. El sistema político pasó del caos inicial al gobierno oligárquico y luego al autoritarismo. La sociedad rusa soportó el impacto del cambio radical, experimentó el desempleo y la pobreza —en la época del socialismo era impensable ver a la gente morir de frío en la clandestinidad, ya que ni siquiera tenían sus hogares garantizados por el PCUS— e incluso desarrolló un gusto por la prosperidad para unos pocos, pero nunca desarrolló la necesidad de escuchar servilmente la moral occidental y copiar ciegamente y subordinarse a los sistemas políticos occidentales. En cambio, la gente comenzó a apreciar la estabilidad, es decir, un retorno a la seguridad que ofrecía la difunta URSS y, habiendo tenido suficiente de Gorbachov y Yeltsin, apoyó a Putin. Los liberales, la única categoría de oposición rusa que interesaba a Occidente, seguían siendo una minoría pequeña, aunque abierta. Cada vez que Moscú tosía, tenía el eco en Occidente amplificado en altavoces de millones de vatios. Finalmente, Rusia insistió en mantener su estatus de gran potencia, que para muchos occidentales parecía cosa del pasado. Esto molestó a mucha gente.

Sin embargo, hay que decir que no hubo ningún intento de aislar a Rusia:

1) se le ofreció convertirse en un socio menor y discapacitado de los Estados Unidos, la UE y la OTAN;

2) en 1991, Rusia fue autorizada a retener mediante devolución el asiento de la URSS en el Consejo de Seguridad de la ONU;

3) en 1996 fue admitida en el Consejo de Europa;

4) en 1998 fue admitida en el G8;

5) el Consejo Rusia-OTAN para la Cooperación Militar se estableció en 2002;

6) Rusia estableció una estrecha asociación con la UE, reforzada en 2003 por el concepto de los cuatro espacios comunes (a. el espacio económico; b. el espacio para la libertad, la seguridad y la justicia; c. el espacio para la seguridad exterior; d. el espacio para la investigación, la educación y la cultura);

7) en 2012, Rusia se convirtió en miembro de la Organización Mundial del Comercio e inició el proceso de adhesión a la OCDE;

8) todos los líderes rusos sostuvieron reuniones privadas e informales con sus homólogos estadounidenses y, a su vez, con sus homólogos occidentales.

Al mismo tiempo, sin embargo, se descartó el reconocimiento de Rusia como socio en pie de igualdad de los Estados Unidos de América y su carro de la UE. En Occidente, la Federación de Rusia fue vista —y de hecho todavía se ve— como un actor internacional más pequeño, cuya influencia e importancia estaban disminuyendo. No se trataba de otorgar a Rusia privilegios especiales en forma de esfera de influencia, especialmente sobre los catorce Estados que componían (junto con la antigua República Socialista Federativa Soviética de Rusia, ahora la Federación Rusa) las Repúblicas de la antigua Unión Soviética. La política de Rusia hacia sus vecinos —los Estados bálticos, Ucrania, Bielorrusia, Moldova y las Repúblicas del Cáucaso antes mencionados— ha sido cuidadosamente analizada en busca de elementos “neoimperiales”. Desde la primera mitad de la década de 1990, Occidente ha observado las acciones de Rusia contra los terroristas separatistas en Chechenia y en todo el Cáucaso Norte, considerándolas un indicador de violaciones de los derechos humanos, posible deslizamiento hacia métodos de la era soviética y una influencia excesiva de los militares y los servicios especiales en el país.

Según los Estados Unidos de América y la UE, Rusia debería haber aceptado la decisión de sus antiguos aliados del Pacto de Varsovia de unirse a la OTAN. Para Rusia, eso fue particularmente difícil por dos razones. En primer lugar, Polonia, Hungría y la República Checa (miembros de la OTAN desde 1999), así como Eslovaquia, los Estados bálticos, Rumania y Bulgaria (miembros desde 2004) recibieron lo que Rusia no tenía permitido. En segundo lugar, la expansión de la OTAN fue en contra de las promesas que muchos rusos creían que los zorros occidentales habían hecho al ingenuo e inexperto Gorbachov en 1990: no se permitiría que una Alemania reunificada permaneciera en la OTAN (la República Democrática Alemana se integró en la Alianza Atlántica en el proceso de unificación con la República Federal de Alemania). Los gobiernos occidentales consideraron las protestas de Rusia, sobre la “doble Alemania” en la OTAN como su expansión agresiva, como evidencia de las ambiciones imperiales de Rusia e incluso de sus reclamos sobre Europa Central y Oriental.

Rusia, por otro lado, vio la expansión de la OTAN como una violación de las obligaciones de Occidente.

Si hemos llegado a este punto, hay razones que no radican en el estado emocional del último presentador de noticias, sino que se pierden en la historia reciente que a menudo se olvida para la conveniencia de un solo lado.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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TURQUÍA Y LOS BALCANES. OTOMANISMO POR OTROS MEDIOS.

Cristian Beltrán*

28 de junio de 1389, punto de inflexión en la historia de los pueblos balcánicos; las fuerzas otomanas de Murad derrotan a los serbios en el Campo de los Mirlos, Kosovo. Así se dio inicio a la conquista de los Balcanes. Griegos, búlgaros, albaneses, bosnios, montenegrinos, serbios y croatas cayeron bajo dominio otomano no sólo en los terrenos político y económico, sino también cultural y social, comenzaría así la islamización de los cristianos especialmente en Bosnia, Albania y el sur de Serbia. En ese entonces, la fuerza militar y la guerra decidieron la política exterior turcomana hacia Europa. Cinco siglos después, en el XIX, el Imperio Otomano empezaría su retirada de tierras balcánicas bajo el influjo de los levantamientos nacionalistas, hasta su derrota final en la I Guerra Mundial[1].

Sobre el despojo de ese imperio surgió la Turquía moderna y secular de Kemal Ataturk, el padre de la patria turca, más cercana a Europa, a pesar de su tradición islámica, que a Oriente Medio. Tanto es así que Turquía se convirtió en el principal socio político y aliado militar de Occidente durante la Guerra Fría como miembro de la OTAN. A partir de 1991 y tras la caída de la Unión Soviética y la consecuente expansión europea hacia el este, el espacio balcánico comenzó a cambiar. El comienzo del siglo XXI ha marcado un reacomodamiento de piezas en el tablero geopolítico de los Balcanes, la ampliación de la Unión Europea (en adelante UE) hacia la región se estancó con algunos de los estados ya como miembros plenos, Grecia y Croacia y otros en proceso de adhesión como Serbia, Montenegro, Albania o Macedonia. En el caso de Bosnia-Herzegovina, el estado más volátil de la región el proceso de incorporación sigue congelado.

En este contexto, el resurgimiento del poderío turco solo se puede entender a partir la anarquía reinante del sistema internacional caracterizado por disputas a escala global y regional con actores que van desde los EE.UU. hasta China pasando por Rusia, Alemania o Francia. En esta especie de río revuelto, Turquía comenzó a tomar protagonismo a través de una política más activa con su vecino inmediato, los Balcanes, aprovechando la inercia de Europa occidental con respecto a la región, el foco de los EE.UU puesto en Oriente Medio y en China y la posibilidad de ruptura política en Bosnia. La creciente influencia turca en los Balcanes se inició con la llegada de Recep Tayyip Erdoğan (Partido de la Justicia y el Desarrollo) al poder en 2014, como presidente[2]. La nueva concepción de la política exterior turca, hastiada de las interminables negociaciones entre Ankara y la UE para que Turquía acceda de una vez por todas a la comunidad, propició un giro de aquella y un salto del protagonismo turco en el espacio geopolítico circundante. De esta manera, Erdoğan definió a Turquía como un poder regional en ascenso capaz de intervenir como en asuntos internacionales que van desde la inversión financiera en obras hasta ser garante en procesos de paz. El gobierno de Ankara comenzó a prestar especial atención a lo que alguna vez fue el espacio geopolítico otomano, espacio de suma importancia ya que el eje Turquía-Balcanes es vital para el transporte de gas y petróleo desde el mar Caspio hacia Europa. Pero además, Turquía se ha convertido recientemente en un actor clave de la región en otro aspecto como es el de los refugiados de la guerra en Siria; el aluvión de desplazados se ha direccionado hacia Turquía como escala previa a los países de la UE a través de las rutas de Serbia, Bosnia o Albania, en este sentido, el gobierno de Ankara sabe de su importancia como escudo anti inmigratorio o en todo caso como «filtro» de los mismos para llegar al resto de Europa.

Desde esta nueva perspectiva, Turquía ha emprendido recientemente una política decididamente activa en todos los campos sin desprenderse de los lazos que aún tiene con la UE. Una de las causas es la necesidad del gobierno de Ankara de prestar apoyo a los casi 3.000.000 de musulmanes (en Bosnia, Serbia, Albania, Macedonia) que habitan la región y especialmente a los que sufrieron las consecuencias de las guerras en la ex Yugoeslavia. En este sentido Turquía ha iniciado conversaciones con Serbia, pieza clave en el tablero de ajedrez balcánico y cuya historia nacional se cimenta sobre el recuerdo de la guerra con los turcos como señalamos al comienzo, lo que ha significado un paso importante en la estabilidad regional. El gobierno de Ankara se ha presentado como una fuente de financiamiento externo, como señala el portal de noticias Euronews: «en los últimos años Turquía ha multiplicado su presencia en la zona, tanto política como económica. Ha financiado y participado en la construcción de la autopista que une Belgrado con Sarajevo. Tanto la Unión Europea como los países vecinos esperan que se complete este proyecto de transporte por carretera como señal de progreso en estos momentos de tensión»[3]; sino también como mediador en el conflicto entre Serbia y Kosovo, de mayoría musulmana, en este sentido como lo señala el propio Erdoğan en su visita a Serbia: «Hemos hablado durante mucho tiempo sobre temas importantes, sobre la estabilidad en la región. Hemos hablado sobre lo importante que es mantener la paz»[4].

«Bajo el proyecto de la Profundidad Estratégica (Stratejikl Derinlik) diseñado por Ahmet Davutoğlu (ministro de Asuntos Exteriores entre 2009 y 2014 y primer ministro de Turquía entre 2014 y 2016), Turquía debería convertirse en un actor regional y global de primer orden, para lo cual debería llevar una política de cero problemas en la que la mediación y la buena vecindad serían principios básicos. La base ideológica de esta nueva política se basaba en encontrar los rasgos comunes históricos, religiosos y culturales con los países vecinos y usarlos como una herramienta para profundizar en las relaciones. En esto la diplomacia pública jugó (y juega actualmente) un papel fundamental, ya que desde entonces los Balcanes, pero especialmente Bosnia y Albania, son considerados aliados naturales de Turquía por ser de mayoría musulmana y por su pasado otomano común»[5].

En este contexto Turquía está dispuesta a jugar un rol estratégico en su relación con los pueblos balcánicos y en especial con Bosnia-Herzegovina, en este sentido el presidente turco expreso en un reciento foro económico bosnio-turco que «Como la República de Türkiye, siempre hemos dado una peculiar importancia a las relaciones con Bosnia y Herzegovina. Nuestra política sobre este país siempre ha sido sincera, objetiva, inclusiva y unificadora. En esta geografía, donde los diferentes grupos étnicos y religiosos tienen que convivir, las divisiones étnicas y religiosas no producirán más que dolor y lágrimas…»[6]. Sin dudas que este creciente protagonismo de Turquía en su histórico espacio de interés va de la mano con el estancamiento de las negociaciones entre la UE y Ankara, y es esta situación la que le permite al gobierno turco aumentar su influencia en la región, como señalan Levaggi y Limia: «La “desilusión” del gobierno turco con Occidente no solamente se aplica a sus socios europeos, sino también a EE.UU. y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la que se acusa de apoyar a enemigos que trabajan para “desestabilizar” el país. Como alternativa a su horizonte europeísta, han crecido las voces dentro y fuera del gobierno para explorar una opción “eurasianista”» mediante el fortalecimiento de los vínculos con Rusia y China»[7].

Cabe preguntarnos si los turcos aún están realmente interesados en ser miembros de la UE o en realidad ese contexto le permite erigirse como un actor de peso regional, con más ganancias que pérdidas, a pesar del discurso de su presidente que insta a la UE a que «se deshaga de inmediato de su ceguera estratégica» y haga avanzar el proceso de adhesión de Turquía al bloque en el marco de una «agenda positiva»[8]. Como señala Herrero de Castro, «Turquía se postula, y así debería ser visto, como un renovado y emergente poder regional que ha comenzado el proceso para recrear la hegemonía, la presencia e influencia regional que anormalmente había dejado de ostentar desde el final de la Primera Guerra Mundial. La pregunta no es, hacia dónde va Turquía, sino hasta dónde quiere llegar»[9].

 

* Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Investigador free lance sobre asuntos balcánicos y del Cáucaso. Adscrito a la Cátedra de Historia Contemporánea (2011-2012) en la Escuela de Historia de la misma facultad. Docente dependiente del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. Miembro de la SAEEG.

 

Referencias

[1] La derrota del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial determinó su desintegración territorial y política y el nacimiento de la República de Turquía.

[2] Tras haber dirigido el país como primer ministro durante 11 años, Erdoğan fue elegido presidente en primera vuelta en el verano de 2014. Luego de su elección, declaró que, como consecuencia de ello, «en los hechos, el régimen se volvió presidencial», algo que quedó refrendado por un referéndum en 2017.

[3] «El-presidente-turco-erdogan-promete-su-ayuda-a-serbia-para-promover-la-paz-en-los-balcanes». Euronews, 07/09/2022, https://es.euronews.com/2022/09/07/el-presidente-turco-erdogan-promete-su-ayuda-a-serbia-para-promover-la-paz-en-los-balcanes.

[4] Ídem.

[5] Ortega Sánchez, C. «Diplomacia Turca en los Balcanes». Geopol, 15/10/2022, https://geopol21.com/diplomacia-turca-en-los-balcanes/.

[6] «Erdogan-las-divisiones-etnicas-y-religiosas-no-produciran-mas-que-dolor-y-lagrimas». TRT, 07/092022, https://www.trt.net.tr/espanol/turkiye-1/2022/09/07/erdogan-las-divisiones-etnicas-y-religiosas-no-produciran-mas-que-dolor-y-lagrimas-1876669.

[7] González Levaggi, A, Limia, E. «El “outsider”: Turquía y la utopía europeísta». Nuso.org, Nº 270, julio – agosto 2017, https://nuso.org/articulo/el-outsider-turquia-y-la-utopia-europeista/.

[8] «Erdogan-las-divisiones-etnicas-y-religiosas-no-produciran-mas-que-dolor-y-lagrimas». Op. cit.

[9] Herrero de Castro, R. «La emergencia de Turquía como potencia regional». Real Instituto Elcano, 23/01/2008, https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/la-emergencia-de-turquia-como-potencia-regional-ari/.

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EL “GRUPO ALFA”. ENTRENAMIENTO DEL EQUIPO RUSO “SPETSNAZ”

Revista GNA*

“Spetsnaz” es la abreviatura de “unidad para misiones especiales” y se usa para referirse a las fuerzas de élite de los diferentes cuerpos de seguridad rusos. Los detalles sobre su actual adiestramiento es material secreto y es poco lo que se sabe sobre sus capacidades, excepto que su entrenamiento es uno de los más despiadados del mundo, superior al de los Navy Seals o cualquier otro grupo occidental. Sólo algunas fuerzas especiales de Asia podrían ser equivalentes.

 

Existen distintas unidades de Spetsnaz que no tienen nombres y según la circunstancia se las identifica con un número. Para ingresar al “Spetsnaz Alfa”, se debe soportar un curso infernal de dos años. Las exigencias físicas son tan abrumadoras que la tasa de rechazo durante la selección puede llegar al 95%. El riesgo de vida no cuenta y es justamente aquí donde estriba la diferencia de estos grupos con las fuerzas de Occidente. Existe tanta crueldad que algunos adiestramientos no están permitidos en las fuerzas de la OTAN. Al igual que en Corea del Norte, en el proceso de selección de personal, los índices de mortalidad que tienen son los más altos del mundo, pues realizan pruebas en el mar donde algunos se ahogan y también ejercicios con munición de guerra donde también hay muertos. La rigurosa disciplina llevada a límites incomprensibles en la cultura occidental, señala la otra diferencia. 

Formación militar especial

Al recluta ocasionalmente se lo somete a temperaturas extremas calientes y frías, así como entornos húmedos, secos y sucios. La privación de alimentos se programa en ocasiones para simular escenarios de la vida real. El entrenamiento puede llegar al límite de toda resistencia humana, correr 10 Km con una mochila cargada con piedras, dormir en la nieve y nadar en agua fría son ejercicios rutinarios.

Los instructores no admiten que exista alguien que no resista y sin descansar los obligan a nuevas pruebas físicas por lo que el estado de salud debe ser excepcional. La amistad durante esos dos años no existe y a veces suelen ocurrir rivalidades entre los alumnos. Cuando los instructores lo advierten, promueven una pelea entre ellos, para comprobar el estado físico y definir liderazgos donde el vencedor obtiene puntaje. Ello ocasiona que se lesionen el uno al otro, se rompan costillas, dedos y narices. Una pelea a golpes no es vista como una falta de disciplina sino parte del entrenamiento.

La preparación para el combate físico, con o sin armas es básica en un Spetsnaz. Todos deben dominar el arte de la pelea con cuchillo y su exigencia es tal, que al cabo de 24 meses estará en condiciones de enfrentarse con un cinturón negro en artes marciales. El gobierno soviético gastaba enormes sumas en el desarrollo de paracaidismo como deporte porque es una actividad muy útil en la guerra.

En el curso de entrenamiento, cada integrante Spetsnaz hace no menos de 40 saltos en paracaídas, están entrenados para actuar atrás de las líneas enemigas y librados a su suerte. El tiro de alta precisión asociado al enmascaramiento individual son otras de sus capacidades, igual que la navegación terrestre, preparar demoliciones, armado de trampas explosivas, inteligencia de combate, comunicaciones, etc.

Son hábiles en el armamento de dotación como el que puede usar el enemigo. La supervivencia en cualquier geografía no tiene misterios, pero dentro de la misma organización existen grupos con mayor especialización en montaña y otros en zonas boscosas.

Las relaciones dentro de las unidades de Spetsnaz son muy similares a lo que ocurre en una manada de lobos. La loba líder protege a los cachorros enfermos o heridos. Ella sólo mata a los más débiles y protege al resto. Al eliminar los ineptos la loba, preserva la pureza y la fuerza de su descendencia, permitiendo únicamente vivir al fuerte. Los lobos de Spetsnaz, en el combate cuando ven a un compañero débil en sus decisiones lo matan”.

Estudian las características culturales y lingüísticas básicas para operar en determinados países. Todos deben aprender al menos dos idiomas para el caso que capturen prisioneros y llevan una libreta impresa con frases en distintos idiomas. La primera frase es en ruso y al lado está la traducción en inglés, alemán, francés y otros idiomas. La última frase dice: “Si no dices la verdad te vas a arrepentir”. En otros casos todas estas preguntas están resumidas en un pañuelo de tela sintética y cada soldado del grupo lleva uno. Una persona que hable el idioma del enemigo se lo valora y todos los grupos de combate llevan un traductor. El entrenamiento mental es fundamental y si el recluta supera estas pruebas, en la fase siguiente al Spetsnaz se le enseña “disfrutar” del dolor en los interrogatorios, donde el objetivo es capacitarlos para soportar y hasta disfrutar con la tortura. Se le enseña a lidiar con los incendios porque el fuego es un compañero constante en la guerra que está siempre presente y a veces durante el entrenamiento sale con sus ropas chamuscadas de adentro de un vehículo.

El soldado de infantería generalmente mata a su enemigo a más de 100 metros, nunca le ve la expresión de su cara ni su sangre. Pero las fuerzas especiales a veces tienen que matar en una lucha cuerpo a cuerpo y debe acostumbrarse a ver sangre.

Ejercicios muy reales

Uno de los aspectos más importantes del entrenamiento, es la técnica de supervivencia.

En Rusia hay muchas zonas de miles de kilómetros cuadrados casi sin habitantes y uno de los métodos es dejar caer en paracaídas a un pequeño grupo de tres o cuatro hombres en un lugar desconocido y no hay nada excepto nieve hasta el horizonte. El grupo no tiene mapa ni brújula, cada hombre tiene un fusil AK, con pocos tiros, un cuchillo, una pala y la ración de supervivencia es mínima.

Ellos no saben cuánto tiempo va a tener que caminar (generalmente una semana). En otros ejercicios los reclutas tienen que ingresar a una casa en ruinas, pasarán a centímetros de perros furiosos que los aguardan en cada habitación, escucharán disparos con munición de guerra que silbarán por encima de sus cabezas y habrá explosiones de granadas de mano. Esto ocasiona que el entrenamiento Spetsnaz tenga el índice más alto de bajas en su proceso de selección. Tendrán que arrastrarse por laberintos y todo estará resbaladizo; al principio, ellos no los advertirán, pero es debido a sangre que los instructores vertieron en el suelo. El proceso de familiarizarlos con la vista de la sangre no es en absoluto la intención de convertirlos en sádicos. Se trata simplemente de la realidad de una visión con la que van a tener que convivir en la guerra. ¡Un Spetsnaz no puede temerle a un líquido rojo! ¿Qué pasaría si un cirujano o un carnicero le tuvieran miedo a la sangre? De esa manera los hombres adquieren el hábito de no sorprenderse con sangre en sus manos, en sus uniformes, ni en sus botas y todo se vuelve algo habitual.

En ocasiones los reclutas son llevados a una morgue y forzados a cargar cadáveres para hacerlos insensibles a los muertos y en todo momento los instructores los observan para comprobar las reacciones. En el curso de su carrera habrá cosas horribles que tendrá delante de sus ojos y el objetivo es crear a un soldado inmune al tormento psicológico de la guerra. La mayoría de las personas que carecen de formación militar y nunca han escuchado un disparo en combate, podrán llamar a este entrenamiento inhumano y hasta criminal, pero el objetivo es crear a un soldado inmune a los horrores de la guerra. El resultado es que la reputación de Spetsnaz como grupo de alta eficiencia, es mundialmente conocida entre los especialistas.

En la época soviética hacían reproducciones exactas de importantes objetivos ubicados en otros países; se construían edificios y calles internas representando las mismas situaciones.

Esto servía para practicar incursiones con fuerzas especiales, que a su llegada eran guiadas por agentes secretos que los estaban esperando. Los chinos construían en arena enormes zonas geográficas de cierta nación limítrofe hasta con montañas y caminos existentes para familiarizar a sus fuerzas de elite y a los comandantes de tanques en caso de invasión.

Mujeres en las FF.EE.

No hay mujeres en las unidades Spetsnaz de combate, pero sí en los grupos especiales.

Algunos creen que no superan las 3.000. El hecho que haya un elevado número de personal femenino también obedece a un truco psicológico para el caso que el grupo fuera descubierto; si entre ellos hay mujeres con aspecto inocente se puede disimular su origen de fuerzas especiales. Las obligaciones de las mujeres no son las mismas que las de los hombres, pero pueden saltar en paracaídas para actuar detrás de las líneas enemigas. Son adecuadas para operaciones encubiertas, muy aptas como francotiradoras y pueden eliminar centinelas fácilmente. También son expertas en el arte del disfraz y aparentar ser muy femeninas, pero deben ocultar sus músculos para no despertar sospechas. En ocasiones se hicieron pasar por “esposas” de los hombres Spetsnaz y éstos por simples empleados para el cumplimiento de alguna misión. En tiempo de paz pueden llegar a otro país bajo la apariencia de turistas con sus esposos. Están bien entrenadas, pero no participan en operaciones de riesgo. La brutalidad en el entrenamiento de dos años no es ninguna sorpresa, todas deben ser atletas destacadas idóneas en artes marciales o boxeo como su principal deporte. En el lapso del entrenamiento el deseo de superación siempre genera roces, los instructores al igual que en el caso de los hombres provocan que combatan entre ellas para mejorar el nivel. No son “muñecas de porcelana” y cuando hay una pelea real, lo celebran porque habrá puntaje para la vencedora y les permitirá establecer jerarquías. 

Organización

Están organizados en batallones y grupos con sus propios elementos de inteligencia.

Es la única fuerza que puede actuar en forma independiente y tienen que cumplir una misión previa de reconocimiento. Tienen un formidable entrenamiento. Una de las pruebas era arrojar a los reclutas a unos 1.000 metros mar adentro, para que nadando llegaran a la costa y algunos morían ahogados. Enterado de ello un oficial de la OTAN sorprendido le preguntó a un instructor ruso sobre ello y éste le respondió:

“Si muere es porque no servía para ser un Spetsnaz”

La conducción de esta fuerza es muy coherente con la actual doctrina rusa:

    • Inteligencia militar muy activa.
    • Alta preparación de combate.
    • Sorpresa.
    • Agresividad y decisión.
    • Persistencia e iniciativa.
    • Coordinación de armas combinadas y operaciones conjuntas.
    • Concentración de las fuerzas. “la masa en el lugar de decisión”.
    • Operaciones en la profundidad del dispositivo enemigo.
    • Mando, firme disciplina y continuo control.
    • Soporte de combate racional.

No son cifras conocidas, pero se calcula la fuerza efectiva en 10.000 hombres. 

El atletismo asociado a tareas de inteligencia

El ejército tiene una enorme cantidad de personal de ambos sexos con una capacidad atlética excepcional, aptos para cualquier deporte olímpico y donde más ocupan su tiempo era en la lucha cuerpo a cuerpo artes, marciales y combate con cuchillo, pues deben operar adentro del dispositivo del adversario donde el encuentro sorpresivo con un enemigo es algo común. No existe un Spetsnaz que no sea atleta de alto nivel. En las olimpiadas internacionales se dan tiempo para reconocer el lugar, obteniendo datos valiosos de inteligencia.

Estudian el terreno, el clima, los hábitos de la población, el idioma, las posibilidades de ocultamiento, los bosques, ríos, montañas y emplazamientos de unidades enemigas, etc. Con frecuencia se afirma que el deporte mejora las relaciones entre los países. Este es un argumento extraño, pues en caso de guerra los Spetsnaz contaban con todas las ventajas pues habían competido en el país que tendrían que operar.

Trucos y secretos

Uno de los trucos favoritos de los Spetsnaz es dejar caer desde grandes aviones muñecos en paracaídas vestidos con uniforme, de tal manera que el enemigo vea la caída, pero por la distancia y el terreno boscoso no pueda llegar rápidamente al lugar de descenso.

Debe hacerse al atardecer o en noche de luna llena, nunca en plena luz del día. Si hay pocas fuerzas disponibles propias, parecerá que ha llegado un gran refuerzo o bien que en esa zona será el ataque principal. Si al mismo tiempo que caen los muñecos explotan algunos petardos, habrá una gran movilización de enemigos hacia ese lugar. Las unidades Spetsnaz no tienen un uniforme que los identifique, tampoco distintivos.

Para hacer más confuso identificarlos a menudo visten ropas de tropas aerotransportadas o de submarinistas con insignias navales. Cada Spetsnaz tiene su propio nombre de guerra o apodo que puede ser transmitido por radio o escrito en documentos, lo que aumenta el secreto.

Antes de actuar detrás de las líneas enemigas, entregará todo lo que no necesita y lo que podría descubrir a qué unidad pertenece. 

El lanzamiento en paracaídas

La mayoría de las operaciones que realizan se basan en el salto de combate desde muy baja altura (100m); pero en caso de fallo no hay tiempo de utilizar el de reserva. Lo aconsejado es que el lanzamiento sea llevado a cabo antes del amanecer, mientras haya estrellas y el sol no haya aparecido. Este es un muy buen momento, para llevar a cabo un ataque sorpresa.

Pero si se debe saltar cerca de un poblado, debe hacerse en el crepúsculo para evitar caer en la torre de una iglesia o entre cables de alta tensión. Una vez en tierra, los paracaídas son enterrados o hundidos en el río o mar. Los que se ocultaban en tierra eran rociados con un producto químico que anulaba el olfato de los perros. También solían adosar una trampa explosiva a ciertos equipos. Al tocar tierra de noche no es fácil organizar una búsqueda a gran escala. Por ello las armas pesadas, se lanzaban en contenedores y para poder localizarlos llevaban unos pequeños emisores que emitían automáticamente. La zona de descenso suele ser el primer lugar donde se producen las primeras bajas; lesiones en las piernas y fracturas son frecuentes cuando se lleva a cabo en un lugar desconocido en completa oscuridad.

Los Spetsnaz no pueden llevar fracturados ni heridos, entonces el jefe debe tomar decisiones muy crueles.

Los códigos Spetsnaz

Los códigos de las fuerzas especiales son simples. Los heridos que no puedan movilizarse por sí mismos, el jefe del grupo obligatoriamente debe eliminarlos para que no sean capturados. Spetsnaz tiene una inyección con una poderosa droga conocida como “muerte bienaventurada”, que rápidamente detenía el dolor y producía un estado de somnolencia feliz. Nada podía poner en peligro la misión y en caso que no lo hiciera podría ser acusado de falta grave.

Atrás de las líneas enemigas

A pesar del riguroso secreto, se calcula que las fuerzas Spetsnaz estarían en el orden de 10.000 efectivos. Tienen la misión de ejecutar operaciones militares en la retaguardia del enemigo, antes que se produzca un ataque importante. Son adecuados para destruir puestos de comando y objetivos vitales del adversario para cuando se inicie la batalla principal. Pueden bajar en aterrizajes secretos, también en submarinos y barcos mercantes.

Estos últimos pueden desembarcar importantes contingentes, pero los buques pesqueros pequeños son excelentes, pues pueden pasar largas temporadas cerca de una costa sin despertar sospechas y traer de regreso al grupo en caso que se desista la operación. Los aviones de línea son ideales, pues un numeroso grupo especial simulando ser pasajeros, puede capturar por sorpresa el principal aeropuerto del adversario. Luego aterrizarán más aviones con tropas aerotransportadas. En períodos de tensión el enemigo vigila las 24 horas la frontera de su posible adversario, pero suele descuidar el límite fronterizo de países neutrales. Antes de una gran operación, grupos Spetsnaz pueden ocultarse y aparecer de improviso desde territorio de otro país que ni siquiera puede estar advertido. 

Vehículos para los Spetsnaz

Esta fuerza de elite cuenta con motocicletas capaces de operar en terreno quebrado, también vehículos livianos aptos para travesías en terrenos escarpados, pantanos y arena.

Este tipo de vehículos y motocicletas no sólo aumenta la movilidad del grupo; sino que también su potencia de fuego pues el armamento pesado y su munición pueden ser transportados más rápido y más lejos. Todos esos vehículos pueden ser lanzados en paracaídas. 

Refugios

Siempre arman dos refugios, el: “A”, colocando trampas que producen detonación en las sendas de acceso a modo de advertencia si alguien se acercara. Pero preparan otro escondite de reserva llamado “B” por si el refugio principal llegara ser descubierto. Después, el grupo se divide en direcciones diferentes o se procede de acuerdo a la misión, dejando un par de hombres al cuidado del escondite. Al regreso los hombres, primero irán al refugio “B” y si no encuentran a nadie entonces llegarán al “A”. 

Prisioneros

Los grupos Spetsnaz poseen equipos electrónicos para la búsqueda de objetivos. Pero nada se compara con la información que puede dar un prisionero. Un buen interrogatorio permitirá actualizar las cartas topográficas y dar valiosa información. Pero no todos los prisioneros responderán a las preguntas y pueden dar respuestas erróneas. Según un ex Spetsnaz, ningún prisionero resiste más de dos segundos un interrogatorio realizado por ellos. Luego comenzará hablar fluidamente.

Se sabe que los Spetsnaz examinaban a los prisioneros en parejas o grupos más grandes. Si uno parecía saber menos que los otros, podía ser utilizado con fines de “demostración” para animarlos a hablar. Todas las fuerzas especiales del mundo tienen métodos crueles para interrogar, no es que lo hagan por sadismo sino como una forma de obtener información que les puede ahorrar vidas. El asesinato de prisioneros que usan uniforme legítimo es una violación a la convención de Ginebra de 1929 que puede significar la pena de muerte para el responsable. 

Decisiones de comando

Las estaciones militares de radio, depósitos de combustibles y aviones ocultos, siempre son blancos codiciados por las fuerzas especiales.

En algunas ocasiones son objetivos falsos que obran a modo de trampa para capturar a los atacantes, por lo que estarán capacitados para descubrir el engaño. Después de haber encontrado un objetivo real e informado al mando superior, el grupo lo podrá destruir o la misión será derivada a la artillería o al comando aéreo.

Luego los Spetsnaz deberán salir de la zona lo más rápido posible, pues pronto el lugar estará bajo ataque. Pero en caso de descubrir un misil a punto de lanzarse o a un importante comandante enemigo; son blancos que sólo pueden presentarse una sola vez, entonces podrá decidir un ataque pues no tendrá tiempo de pedir autorización. Deberá tomar todas las medidas posibles para destruir el objetivo, incluyendo un ataque suicida. Para ello enviará al sacrificio a un pequeño grupo tratando de hacer mucho ruido, mientras que el ataque principal lo hará en otra dirección en forma silenciosa. Esto puede retrasar al enemigo durante horas, que en una guerra podrían ser lo suficientemente para alterar el curso del conflicto. La velocidad de un ataque muchas veces es sinónimo de victoria.

En algunos ejércitos occidentales se aplican criterios diferentes para medir el éxito de un jefe, valorando más las fuerzas enemigas que han sido destruidas por sus tropas. En el ejército ruso esto es de importancia secundaria, pues el valor de un comandante es juzgado por la velocidad con que sus tropas avanzan.

 

Fuentes:

* Extractado y adaptado al español de “Behind Enemy Lines: tactical Spetsnaz”

* Viktor Suvorov. Publicado en Gran Bretaña 1987 por Hamish Hamilton Ltd.

 

Fuerzas especiales rusas

Russian Spetsnaz- Documental Con Voz (Español)

Artículo publicado en la Revista Tiempo GNA 72, septiembre de 2022.