EL FENÓMENO DE LA APROPIACIÓN DE TIERRAS POR PARTE DE MULTINACIONALES

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Cousinzeke en Pixabay

Desde 2012, las Naciones Unidas han adoptado directrices voluntarias para la ordenación del territorio y de los bosques para combatir el acaparamiento de tierras. Pero sólo unas pocas personas conocen las directrices, que tienen como objetivo proteger a los pequeños agricultores, particularmente en los países del Tercer Mundo.

Cuando los inversores multinacionales compran campos para sus enormes plantaciones, los residentes pierden su sustento y medios de apoyo y pronto sólo dormirán en sus aldeas. Si tienen suerte, podrían encontrar trabajo con parientes en otro pueblo. Muchos también prueban suerte en la ciudad, pero la pobreza y el desempleo son altos. Lo que queda son aldeas despobladas y las enormes plantaciones de aceite de palma que han devorado tierras de cultivo. La gente ya no puede ir allí a cazar y cultivar plantas u obtener leña. ¡La tierra ya no les pertenece!

El acaparamiento de tierras es el proceso por el cual la mayoría de los inversores extranjeros privan a los agricultores o pescadores locales de sus campos, lagos y ríos. Aunque ha sido ampliamente utilizado a lo largo de la historia, el acaparamiento de tierras —como se utilizó en el siglo XXI— se refiere principalmente a adquisiciones de tierras a gran escala después de la crisis mundial de precios de los alimentos de 2007-2008.

Desde 2000 hasta 2019 cien millones de hectáreas de tierra han sido vendidas o arrendadas a inversores extranjeros y la lista de los países más afectados se puede encontrar aquí a continuación:

Esta inversión también puede tener sentido para el desarrollo de un país, pero no debe privar a las personas de sus derechos: la gente local se muere de hambre mientras se producen alimentos y se convierten en biocombustibles para la exportación justo ante sus ojos.

En 2012, después de tres años de debate, las Naciones Unidas crearon un instrumento para prevenir ese acaparamiento de tierras: los VGGTs (Directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad alimentaria nacional:

http://www.fao.org/docrep/016/i2801e/i2801e.pdf.

Se establecen normas mínimas detalladas para la inversión, por ejemplo, la participación de las personas afectadas o cómo salvaguardar los derechos de los pueblos indígenas y prevenir la corrupción. Formalmente, el documento proporciona una contribución significativa a todas las personas que luchan por sus derechos.

El documento, sin embargo, es bastante críptico. Las directrices deben simplificarse y explicarse. Sólo así los activistas, pero también los agricultores y pescadores, pueden tomar conciencia de sus derechos.

Otros dudan de que se pueda lograr mucho a través de estas directrices porque son voluntarias. Después de todo, las Naciones Unidas tienen poco o ningún voto en el asunto y no pueden hacer más que eso. Si los gobiernos los aplicaran, lo harían como les parezca.

En Bolivia, por ejemplo, ya hay leyes que se supone que impiden el acaparamiento de tierras. En la Amazonía, sin embargo, empresas brasileñas y argentinas están comprando bosques para cultivar soja y caña de azúcar, a menudo con la aprobación y el acuerdo de funcionarios gubernamentales corruptos. Otras directrices probablemente serían de poco uso.

A lo sumo, los activistas ya utilizan las directrices para presionar a sus gobiernos. Junto con otros activistas ambientales y de derechos humanos, establecieron redes: a través de estaciones de radio locales y reuniones de aldeas, informan a la gente del hecho de que tienen derecho a su tierra.

Sin embargo, en muchos países de África y otros lugares, hay una falta de documentación que demuestre la propiedad de la tierra. Originalmente, los líderes tribales distribuían vocalmente los derechos de uso. Pero los líderes de hoy son manipulados para presionar a los aldeanos a vender sus tierras.

Los mayores inversores son los indios y los europeos: están comprando la tierra para cultivar plantaciones de caña de azúcar y aceite de palma. Este fenómeno ha estado sucediendo desde 2008: en ese momento —como se señaló anteriormente— la crisis alimentaria mundial impulsó los precios de los alimentos y los inversores extranjeros, pero también los gobiernos comenzaron a invertir en alimentos y biocombustibles.

También deben tenerse en cuenta las inversiones en tierras, consideradas seguras desde la conocida crisis financiera. Recientemente las empresas chinas también han estado comprando miles de hectáreas de tierra.

En algunas partes de África, sólo alrededor del 6% de la tierra se cultiva con fines alimentarios, mientras que en las zonas restantes hay plantaciones de aceite de palma. Una vez que las plantaciones crecen dos o tres metros de altura, tienen un efecto devastador en los monocultivos que dependen de la biodiversidad, debido a las enormes áreas que ocupan. También hay contaminación ambiental debido a los fertilizantes: en una aldea, cerca de una plantación dirigida por una empresa luxemburguesa, muchas personas han sufrido diarrea y algunos aldeanos ancianos incluso murieron.

Por consiguiente, la aplicación de los VGGTs debe ser vinculante lo antes posible. Pero con una organización como las Naciones Unidas, ¿cómo podría suceder esto?

No sólo los pueblos indígenas o los grupos locales de pequeños agricultores están siendo privados de todo. También se está perdiendo la tierra común utilizada, así como muchos ecosistemas que siguen intactos: los humedales están siendo drenados, los bosques despejados y las sabanas convertidas en desiertos agrícolas. Los nuevos terratenientes cercan sus áreas y niegan el acceso a los propietarios originales. En la práctica, este es el equivalente del siglo XXI de la contención de la tierra del monasterio en Europa que comenzó en la Edad Media.

La gran mayoría de los contratos se concentran en países más pobres con instituciones débiles y derechos a la tierra, donde muchas personas se mueren de hambre. Allí, los inversores compiten con los agricultores locales. El argumento al que se aferran los defensores de la apropiación de tierras —es decir, que es principalmente tierras sin cultivar que necesitan ser reclamadas— es refutado. Por el contrario, los inversores prefieren áreas bien desarrolladas y cultivadas que prometen altos rendimientos. Sin embargo, no mejoran la oferta de la población local.

Las empresas agrícolas extranjeras prefieren desarrollar los llamados cultivos flexibles, es decir, plantas como la mencionada palma aceitera, soja y caña de azúcar, que, dependiendo de la situación del mercado, pueden venderse como biocombustibles o alimentos.

¡Pero hay más! Si la empresa X del Estado Y compra áreas productoras de alimentos/combustibles, es la empresa que vende a su Estado Y y no al Estado anfitrión Z la que, en cambio, asigna sus beneficios futuros derivados del comercio internacional de Estado a Estado a la mencionada multinacional o empresa estatal del Estado Y.

Además, casi no hay pruebas de que la inversión en tierras creará puestos de trabajo, ya que la mayoría de los proyectos estaban orientados a la exportación. La organización de ayuda británica Oxfam confirma que muchas adquisiciones de tierras tuvieron lugar en áreas donde se cultivaban alimentos para la población local. Dado que los pequeños propietarios locales son generalmente débiles y carecen de educación suficiente, difícilmente pueden defenderse de la apropiación de la tierra que utilizan. Los funcionarios gubernamentales la venden o alquilan, a menudo sin siquiera pagar una compensación.

El acaparamiento de tierras también está presente en la Europa “pasiva”. Rusia, Ucrania, Rumanía, Lituania y Bulgaria se ven afectados, pero también los territorios de Alemania Oriental. Los fondos y las empresas agrícolas de la Europa “activa” y democrática, es decir, Occidente, y los Estados árabes del Golfo son los principales inversores.

Podríamos pensar que los gobiernos de los países afectados tendrían el deber de proteger a su propio pueblo de tales expropiaciones. Todo lo contrario. A menudo apoyan el acaparamiento de tierras. Obviamente, la corrupción a menudo está involucrada. En muchos países, sin embargo, el sector agrícola ha sido penalmente descuidado en el pasado y las multinacionales se están aprovechando de esto con el pretexto de remediar esta situación.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

 

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LA PESCA ILEGAL EN EL ATLÁNTICO SUR DE LOS RECURSOS MIGRATORIOS ARGENTINOS

César Augusto Lerena*

Según lo publicado por Clarín (Natasha Niebieskikwiat, 08/03/2021) la organización ambientalista Greenpeace cuenta que «el Atlántico Sur es una zona sitiada y sometida por estas horas a la depredación de los recursos por parte de cientos de barcos extranjeros, la mayoría chinos, pero, también coreanos y españoles que, según un monitoreo efectuado en 2019 ya mostraba signos de agotamiento por la sobreexplotación de los recursos (…) El descontrol pesquero es tal, que a la fecha del monitoreo (…) Greenpeace contabilizó al menos 470 buques extranjeros sobre todo en la zona conocida como Agujero Azul, frente a las costas patagónicas a la altura de Chubut y Santa Cruz (…) mientras que en la Zona Económica Exclusiva Argentina se concentran unos 270 barcos (NdA: suponemos nacionales). Los buques que están el Agujero Azul están extrayendo calamar y otras especies en apenas 5.000 kilómetros cuadrados (…) están acompañados por cuatro buques petroleros —como gigantescas estaciones de servicios— y por ocho buques frigoríficos que, reciben las capturas directamente de los pesqueros para transportarlas al país de destino final, sin pasar por ningún control (…). El Gobierno (…) reforzó las multas para la pesca ilegal (…). El Ministerio de Seguridad y el de Defensa anunciaron mayores controles y, en el caso del segundo, se acaba de crear un Comando Marítimo para combatir los ilícitos. Pero estos, que ya presentaban dificultades por la falta de instrumentos marítimos y aéreos para perseguir infractores, sólo pueden actuar en aguas nacionales (…) Greenpeace busca movilizar a la comunidad internacional para que desde las Naciones Unidas se implemente un Tratado Global por los Océanos que permita la creación de una red de santuarios oceánicos en aguas internacionales y, el «Agujero Azul» sería parte de esta red. Complementario con este tratado, la Argentina ha estado impulsando y liderando un proyecto de ley para la creación de un Área Marina Protegida Bentónica en el Agujero Azul, la cual sería una primera medida para asegurar la protección del Mar Argentino, su rica biodiversidad y sus ecosistemas. La sanción de esta ley está pura y exclusivamente en manos de nuestros legisladores” afirmó Vueso de Greenpeace».

Bueno, empecemos por decir que Greenpeace, logra visibilizar algunas de las cuestiones, como la pesca ilegal, que alguno de nosotros viene denunciando desde hace décadas; en buena hora, pero, para entender esto en toda su dimensión, deberíamos separar la paja del trigo: no importa tanto dónde se produce la pesca ilegal, como decir claramente algo que Greenpeace no denuncia: que esos recursos que se pescan mayoritariamente en forma ilegal, tanto en el área de Malvinas, como en el llamado Agujero Azul y, en general en alta mar más allá de las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) Argentina, son recursos migratorios argentinos que migran en su ciclo biológico desde la ZEE hacia alta mar y desde ésta regresan a la ZEE Argentina si en su trayecto no son capturados antes por estos buques extranjeros que pescan en forma ilegal depredando el ecosistema. La comunidad internacional, como la Argentina, no terminan de tipificar claramente el dominio de estas especies y se limitan a decir que la pesca en alta mar es libre; cuestión, que como me he referido en reiteradas oportunidades es falso, porque la libertad que refiere la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) no es una libertad absoluta y sin límites y, mucho menos puede ser depredadora, porque iría precisamente en contra con el objeto principal de la CONVEMAR, de preservar los recursos pesqueros a perpetuidad.

La Argentina al ratificar la CONVEMAR por Ley 24.543 observó y dejó claro en el art. 2º inc. c): «…El gobierno argentino, teniendo presente su interés prioritario en la conservación de los recursos que se encuentran en su ZEE y en el área de Alta Mar adyacente a ella, considera que de acuerdo con las disposiciones de la Convención cuando la misma población o poblaciones de especies asociadas se encuentren en la ZEE y en el área de la Alta Mar adyacente a ella, la Argentina, como Estado ribereño, y los Estados que pesquen esas poblaciones en el área adyacente a su ZEE deben acordar las medidas necesarias para la conservación de esas poblaciones o especies asociadas en la alta mar. Independientemente de ello, el gobierno argentino interpreta que, para cumplir con la obligación que establece la Convención sobre preservación de los recursos vivos en su ZEE y en el área adyacente a ella, está facultado para adoptar, de conformidad con el derecho internacional, todas las medidas que considere necesarias a tal fin».

Ningún funcionario argentino responsable (los Secretarios de Pesca y de Malvinas, entre otros) se ha ocupado de dar cumplimiento a estas observaciones en la CONVEMAR (tampoco a la ley 24.922), lo cual, no solo beneficia a los buques extranjeros depredadores sino muy especialmente a los que pescan en Malvinas y consolidan al gobierno británico en las Islas. Hoy el secretario de Malvinas Daniel Filmus y el Subsecretario de Pesca Carlos Liberman han sido incapaces de iniciar acuerdos consensuados con los sectores empresarios y trabajadores llevando adelante los instrumentos necesarios para terminar con la pesca ilegal que nos aleja de la recuperación de Malvinas, daña el ecosistema pesquero, la economía y el desarrollo poblacional, industrial y laboral del litoral marítimo y muy especialmente el patagónico.

Estoy totalmente a favor de dar sostenibilidad a la explotación pesquera y cuidar el ambiente, pero absolutamente en contra de multilateralizar el área. La Administración de los recursos en el Atlántico Sudoccidental debe estar en manos de la Argentina (y Uruguay en su zona) y, en sus respectivos espacios marítimos de todos los Estados ribereños en cuyas ZEE se originen los recursos. Cuando Greenpeace «busca movilizar a la comunidad internacional para que desde las Naciones Unidas se implemente un Tratado Global por los Océanos que permita la creación de una red de santuarios oceánicos en aguas internacionales (y, amplia) el «Agujero Azul» es parte de esta red y, que la Argentina ha estado impulsando (…) un proyecto de ley para la Creación de un Área Marina Protegida Bentónica en el Agujero Azul» está erróneamente promoviendo asegurar un área de protección de recursos que, luego serán explotados por los buques extranjeros licenciados por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (en adelante Reino Unido) en el área de Malvinas, como ocurre ya con el Área Marina Protegida de un millón de km2 alrededor de las Georgias del Sur y las Sándwich del Sur o el Área Marina Namuncurá, donde las especies migran hacia el área de Malvinas y son explotadas por los buques licenciados por el Reino Unido. ¿Alguien tiene dudas sobre los motivos de la presencia de la patrulla americana y el submarino atómico de Estados Unidos en el Atlántico Sur en estos últimos tiempos? Ocupar un espacio marítimo estratégico y presionar sobre los buques chinos que le dificultan el otorgamiento de licencias británicas (ilegales) pesqueras a los buques españoles, coreanos y taiwaneses en el área de Malvinas.

Que nos quede claro: la cuestión central a abordar es la titularidad de Argentina sobre los recursos migratorios originados en la ZEE. La Argentina tiene suficiente capacidad técnica para administrar los rendimientos máximos sostenibles, instaurar limitaciones y vedas, etc. y no necesita de ningún santuario establecido por organismos multilaterales.

Accesoriamente, pese a lo indicado en Clarín por Natasha Niebieskikwiat, el control en la ZEE es insuficiente y el aumento de multas inocuo; de hecho, desde que el Congreso sancionó el aumento de las multas por la Ley 27.564 del 16/09/2020 la Argentina no aplicó una sola multa a buques extranjeros.

La pesca ilegal ocurre desde hace más de 50 años por parte de buques chinos, españoles, coreanos, taiwaneses, japoneses, rusos, polacos, portugueses, etc. en el Atlántico Sur. A su vez, desde 1982 en Malvinas y con permisos ilegales británicos, pescan, especialmente británicos, españoles y asociados entre ellos, buques que capturan unas 250 mil toneladas anuales, lo que equivale, a un valor del orden de los mil millones de dólares anuales. A su vez, en alta mar, buques extranjeros capturan unas 750 mil toneladas de recursos migratorios originarios de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de dominio del Estado Argentino, lo que, junto a las capturas en Malvinas significan una extracción anual del millón de toneladas de un valor estimado en los cuatro mil millones dólares; es decir, el doble de las exportaciones pesqueras argentinas y, desde 1982, cuando se internacionalizó el Atlántico Sudoccidental, una extracción de productos pesqueros por un valor de 152 mil millones de dólares.

La FAO (2016, p. 5/6) estima que al menos el 30% de las capturas en el mundo son ilegales, generando unos 36 mil millones de dólares anuales, lo que lleva a clasificar la pesca ilegal como un problema de seguridad y, si bien, tradicionalmente, la seguridad sólo incluía a los gobiernos contra los ataques extranjeros (Figueiredo, 2010, p. 273), en la actualidad «nuevos enfoques proponen la idea de la seguridad humana” y alcanzan a la supervivencia y el bienestar de las personas. El Informe de la ONU (1994) sobre Desarrollo Humano examina las amenazas a la seguridad de carácter económico, ambiental y social y en el documento sobre la Estrategia Nacional de Seguridad Marítima (2005) se asocia la explotación indebida de los recursos marinos con daños al medio ambiente y a la seguridad económica y, afirma, que la competencia por las poblaciones pesqueras puede dar lugar a conflictos violentos e inestabilidad regional, lo que requiere medidas más agresivas» (L. Vaz Ferreira). Ante la presencia china, los intereses británicos y la parálisis argentina, no debería asombrarnos la presencia de una patrulla y un submarino nuclear de Estados Unidos en el Atlántico Sudoccidental, en consonancia con el reciente (febrero 21) anuncio del nuevo presidente Joe Biden de una Task Force contra China.

Nada más evidente que la pesca ilegal que realiza en el área de Malvinas, donde el gobierno ilegal otorga licencias a entre 100 y 200 buques extranjeros, infringiendo todas las leyes nacionales e internacionales y, la propia indicación de no innovar de la Resolución de las Naciones Unidas 31/49. Por fuera de esta área y más de allá de las 200 millas marinas casi 500 buques pescan igualmente en forma ilegal.

Se entiende como pesca ilegal, y con el tecnicismo de INDNR (ilegal, no declarada, no registrada) a aquella pesca que se realiza infringiendo las leyes nacionales, regionales y/o internacionales; donde no se declaran o se declaran en forma inexacta las operaciones; las que no se ajustan a las reglamentaciones de los Estados o, no pueden controlarse las capturas y/o desembarcos porque los transbordos se efectúan en alta mar; las que reciben subvenciones de los Estados facilitando este tipo de pesca; las que sobreexplotan los stocks disponibles de peces, o no hay forma de determinarlo y otras irregularidades afines.

Pescar en forma ilegal; depredar los recursos pesqueros y desequilibrar el ecosistema del mar argentino, no es solo una cuestión de violación de la soberanía; ni solo un tema económico. Tampoco solo una cuestión social si no, que es atentar contra los derechos humanos de tercera generación: derechos al desarrollo sostenido y a la protección natural del ambiente y de los recursos de las próximas generaciones y, por lo tanto, debe ser tratado y penado como tal. Un grave atentado al ecosistema y a la humanidad, donde la Convención del Mar (CONVEMAR), no podría limitar los derechos de los Estados ribereños —los titulares del dominio de las especies migratorias de la ZEE— ya que sería contrario a su espíritu de asegurar la sostenibilidad de las especies y, donde países como Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Estados Unidos, México, Perú, la Unión Europea, Venezuela, etc., habiendo o no aprobado la Convención, consideran a la pesca ilegal un delito penal o sugieren su aplicación para combatirla, ya que han entendido, que no alcanza con la acción civil para desalentar la pesca ilegal.

La CONVEMAR, en su Preámbulo, manifiesta que los Estados Parte están «…conscientes que los problemas de los espacios marinos están estrechamente relacionados entre sí y han de considerarse en su conjunto» y deben tener en cuenta «…en particular, los intereses y necesidades especiales de los países en desarrollo…» y, en este sentido, la pesca ilegal impide el desarrollo económico, laboral y social de la Argentina y, muy especialmente del litoral patagónico y de Tierra del Fuego, un área estratégica frente a la ocupación británica del área meridional del Atlántico Sudoccidental y los archipiélagos australes.

La pesca ilegal no se trata de un hecho aislado, sino de una operación inconsulta y masiva de Estados de Bandera provistos de miles de grandes buques factorías subsidiados que depredan el mar sin control alguno o, en el caso de las licencias ilegales británicas en Malvinas explotan y comercializan productos con base de proteína que se les quita a la Argentina donde la pobreza alcanza al 44%, contrariando por tal razón, uno de los objetos centrales de la CONVEMAR y la FAO.

La CONVEMAR establece una serie de obligaciones a los Estados Ribereños y a los de Bandera que capturan en la ZEE y, ello es absolutamente razonable, porque el ecosistema es único e indivisible y, por lo tanto, la sobrepesca en la ZEE afecta los recursos que migran a alta mar, tanto como la sobrepesca en alta mar afecta los recursos en la ZEE, razón por la cual, los Estados de Bandera en alta mar están obligados a acordar la captura con los Estados ribereños, ya que resulta un absurdo que especies migratorias como el calamar, la merluza y otras especies, que son de dominio de Argentina, por el solo hecho de transponer la línea imaginaria de las 200 millas, transmute, cambie de titularidad y, sea apropiado libremente, por cualquier embarcación extranjera, provocando un grave desequilibrio en el ecosistema argentino.

Por su parte, la libertad de pesca en la Alta Mar a que refiere la CONVEMAR (art. 87º inc. e y el 116º), como he dicho, no es una libertad absoluta, y está acotada a los textos ya citados del Preámbulo de la CONVEMAR y «ejercida por todos los Estados, teniendo debidamente en cuenta los intereses de los otros Estados en su ejercicio de la libertad…» y que entre los deberes del Estado de Bandera (art. 94º) se encuentran «el control de la contaminación marina; el combate a la piratería; la adopción de medidas de cooperación y administración de los recursos vivos (Art. 117/118º); la determinación de las capturas permisibles y la conservación, teniendo en cuenta, la interdependencia o asociaciones de las especies y el esfuerzo de pesca (Art. 119º).

La ZEE y la alta mar deben tratarse como un todo y no es posible que las producciones pesqueras puedan ser sostenidas sin la resiliencia ecológica e integridad del ecosistema. La propia directora de Recursos Naturales de los británicos en Malvinas Andrea Clausen (MercoPress, 07/05/2020), dijo: «generalmente hay unos 400 buques chinos operando en el Atlántico sur (…) todas estas capturas ilegales son muy al norte de la ZEE de Falklands, si bien la captura del calamar Illex pertenece a la misma biomasa…». En palabras británicas una confesión, que ratifica que los recursos de Malvinas migran desde el continente argentino a los archipiélagos argentinos.

La creciente demanda de productos pesqueros incrementó la pesca a distancia en todo el mundo (Pauly; Zeller, 2016), pudiendo, esta expansión provocar enfrentamientos por los recursos en un ámbito tan amplio, donde la soberanía de los Estados ribereños está debilitada. La Argentina es el caso, con la presencia británica, china, española, coreana, etc. El Reino Unido en su Documento de Estrategia de Seguridad Marítima (2014) «expone la necesidad de protección contra las amenazas de su dominio marítimo, incluida la pesca ilegal y, pone a ésta al mismo nivel de otras amenazas, como la delincuencia organizada y el terrorismo, lo que demuestra la gravedad». Ese mismo año, la Unión Europea, incluye a la pesca ilegal, como una amenaza para la seguridad marítima de sus Estados miembros y en 2016 el Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos publicó un informe exclusivo sobre el tema de la pesca ilegal (IUU), y lo definió como una amenaza para la seguridad alimentaria y económica que beneficia al crimen organizado transnacional.

En este escenario resulta central que la Argentina promueva la declaración de dominio de los Estados ribereños de los recursos migratorios que se originan en sus ZEE; declare a la pesca ilegal un delito penal y la incorpore al artículo 186º del Código Penal e inicie las acciones para tipificar de contrabando las exportaciones de productos desde Malvinas. Son hechos gravísimos sobre los que la Argentina debería actuar en forma urgente.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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JOE BIDEN Y SUS PRIMEROS MOVIMIENTOS CONTRADICTORIOS DE POLÍTICA EXTERIOR

Giancarlo Elia Valori*

Joe Biden, presidente de los Estados Unidos. Foto: The White House.

Aquellos que pensaban que el anciano presidente estadounidense, ex vicepresidente de Barack Obama, entraría en el centro de atención internacional como el sabio y moderado estadista que había sido durante la campaña electoral han tenido que revisar su juicio.

Apenas unas semanas después de asumir el cargo, Joe Biden llevó abruptamente a Estados Unidos de vuelta a los escenarios de Medio Oriente con una doble maniobra político-militar que ha despertado una considerable perplejidad y protestas en los Estados Unidos y en el extranjero.

Como señaló el portavoz del Pentágono, John Kirby, la primera medida sorpresa decidida directamente por el presidente fue ordenar un bombardeo aéreo contra dos bases de milicianos que se cree están cerca de Hezbolá e Irán, ubicadas en Siria cerca de la frontera con Irak.

Se informa que entre 22 y 27 personas, ya sean milicianos o civiles, murieron en el ataque, que tuvo lugar durante la noche del 25 de febrero.

La orden de atacar a las milicias pro-iraníes estuvo motivada por la necesidad de Biden de reaccionar a un ataque en Erbil, en el Kurdistán iraquí, a principios de febrero contra una base logística del ejército estadounidense, que resultó en la muerte de un empleado filipino de la base.

Al comentar sobre el incidente, el portavoz del Pentágono Kirby dijo: “Los ataques aéreos han destruido almacenes y edificios utilizados en la frontera por las milicias pro-iraníes Kathaib Hezbollah y Kataib Sayyid al Shuhaba y han transmitido el mensaje inequívoco de que el presidente Biden siempre actuará para proteger al personal estadounidense. Al mismo tiempo, la acción tiene por objeto perseguir deliberadamente el objetivo de desescalar la tensión tanto en el este de Siria como en Irak”.

Aparte del hecho de que suena ambiguo justificar un ataque sorpresa en el territorio de un Estado soberano (todavía) como Siria con la necesidad de “reducir la tensión” en la región, la iniciativa del presidente Biden no ha despertado pocas perplejidades también en Estados Unidos, además de las protestas obvias del gobierno en Damasco.

Mientras que muchos senadores republicanos y congresistas han aprobado las acciones de Biden porque, como ha argumentado el senador republicano Pat Toomey, “Biden tiene derecho a responder con armas a los recientes ataques apoyados por Irán contra intereses estadounidenses”, los miembros de su propio partido no han ocultado sus críticas y perplejidad porque supuestamente el presidente no respetó las prerrogativas exclusivas del Congreso en términos de «acciones de guerra».

El senador demócrata Tim Kane fue muy duro y explícito: “una acción militar ofensiva sin la aprobación del Congreso es inconstitucional”.

Su colega del mismo partido, Chris Murphy, dijo a CNN que “los ataques militares requieren la autorización del Congreso. Debemos exigir que esta Administración se adhiera a las mismas normas de comportamiento que hemos exigido a las administraciones anteriores…

Exigimos que siempre haya justificación legal para todas las iniciativas militares estadounidenses, especialmente en un teatro como Siria, donde el Congreso no ha autorizado ninguna iniciativa militar”.

Con el fin de subrayar la inconsistencia de la justificación de la Casa Blanca de que los ataques iban a “reducir la tensión” en la región, el congresista demócrata Ro Khana intensificó públicamente las críticas diciendo: “Tenemos que salir de Medio Oriente. Me pronuncié en contra de la interminable guerra de Trump y no me callaré ahora que tenemos un presidente demócrata”.

Como podemos ver, las críticas al presidente Biden han sido duras y muy explícitas, marcando así el final prematuro de la “luna de miel” entre la Presidencia y el Congreso que, según la tradición estadounidense, marca los primeros cien días de cada nueva Administración.

La demostración militar de fuerza del presidente Biden parece estar marcada no sólo por las dudas sobre la constitucionalidad planteadas por los principales miembros de su propio partido, sino también por la naturaleza contradictoria de las motivaciones y justificaciones.

Según la Casa Blanca, en vista de la reducción de la tensión en Siria, es necesario enviar bombarderos, sin perjuicio de la necesidad de «transmitir una señal amenazante» a Irán, en el mismo momento en que el propio presidente está declarando que quiere reabrir el «acuerdo nuclear» con Irán, es decir el diálogo sobre la cuestión nuclear abruptamente interrumpido por su predecesor.

En resumen, los movimientos iniciales del nuevo Presidente en la región de Medio Oriente no parecen diferir demasiado de los de sus predecesores que, como él, pensaban que la acción militar —incluso sangrienta y brutal— siempre podría considerarse una opción útil como sustituto de la diplomacia.

Esta acción militar, sin embargo, apenas parece justificable en sus motivaciones si es cierto que el presidente Biden tiene la intención de reducir la tensión en las relaciones con Irán, que se han vuelto cada vez más tensas debido a iniciativas como las de su predecesor, Donald Trump, quien a principios del año pasado ordenó el asesinato del miembro de más alto rango de la jerarquía militar iraní, Qassem Suleimani, que fue tiroteado por un dron cerca de Bagdad.

La otra medida del presidente Biden en un teatro delicado y sensible como el Cercano Oriente, parece al menos inoportuna: fue autorizar a la CIA a desclasificar el informe sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, asesinado en 2018 en las instalaciones del consulado saudí en Turquía.

El informe de la CIA acusa sin rodeos al príncipe heredero Mohammed Bin Salman de ordenar el asesinato del periodista disidente. Su publicación, autorizada por el presidente Biden, ha desatado una tormenta de controversia dentro y fuera de Estados Unidos, poniendo así en duda la relación estratégica entre Estados Unidos y Arabia Saudí, que a lo largo de los años se ha construido minuciosamente con el doble objetivo de contrarrestar la presencia e influencia de Irán en el Líbano, Siria e Irak, así como controlar los impulsos extremistas de socios regionales ricos y peligrosos como Qatar.

El príncipe Bin Salman, ahora firmemente establecido como único heredero al trono saudí, es una contraparte obligatoria de los Estados Unidos.

En vano (e imprudentemente), el presidente Biden ha declarado públicamente su preferencia por un diálogo directo con el rey Salman. 

El Rey, de 85 años, sin embargo, no sólo se encuentra en malas condiciones de salud, sino que también ha dicho claramente a los estadounidenses que tiene la máxima confianza en “su único y legítimo heredero” a quien ya ha delegado realmente la gestión de los asuntos del Reino.

La Administración del presidente Biden, y su nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, nunca han ocultado que prefieren a otro príncipe heredero como posible homólogo, a saber, Mohammed Bin Nayef, que es muy cercano a la CIA gracias a los buenos oficios del ex jefe de los servicios de inteligencia saudíes, Saad Al Jabry. Sin embargo, en el complicado mundo de la Corte Saudí, las cosas no siempre avanzan de la manera simple y directa preferida por los estadounidenses.

Mohammed Bin Najef está actualmente en prisión por cargos de corrupción y por lo tanto está definitivamente fuera de la carrera por el trono, mientras que su enlace con la CIA, Al Jabry, se ha autoexiliado en Canadá para escapar de la “persecución” que cree que ha sido orquestada por los cortesanos saudíes.

Si los Estados Unidos quieren seguir desempeñando un papel en Medio Oriente y posiblemente ejerciendo una función estabilizadora en una región que fue muy desestabilizada por la desafortunada aventura iraquí de George W. Bush, que efectivamente entregó a Irak a los chiítas cercanos a sus “hermanos” iraníes y le dio a Irán las claves para controlar el golfo Pérsico, el Presidente y su Secretario de Estado tendrán que confiar en una buena dosis de realismo político, dejando fuera del diálogo con Arabia Saudí las consideraciones éticas que, aunque justificadas, no parecen apropiadas, también porque Estados Unidos nunca ha parecido haber tenido muchos escrúpulos a la hora de eliminar físicamente a sus “adversarios” con métodos muy apresurados, ya sea un general iraní, dos docenas de milicianos sirios no identificados o sus familiares.

En resumen, las primeras etapas de la Presidencia de Biden no parecen muy prometedoras. Tanto los aliados como los adversarios están esperando que Estados Unidos vuelva al terreno en las zonas más sensibles con pragmatismo y realismo, dos factores que parecen bastante escasos en las medidas preliminares de política exterior de Joe Biden.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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