AFGANISTÁN, EL GOBIERNO TALIBÁN Y EL PRECIO PAGADO POR PAKISTÁN

Isabel Stanganelli*

Imagen de Chickenonline en Pixabay 

Luego de la conmoción mundial ante el atentado contra los Estados Unidos en septiembre 2001, cuando aún se encontraban registrando el costo en vidas, económico, estratégico, comenzaron los planes para castigar a los supuestos responsables. Esa misma tarde se señaló al villano: Afganistán. Y mientras seguían los recuentos de víctimas, la remoción de escombros, el replanteo de la utilidad de las organizaciones que debieron prevenirlo, evitarlo —y también las que debían crearse—, se iba armando el plan de ataque a Afganistán.

Desde mediados de la década de 1990, Arabia Saudí, Pakistán y Emiratos Árabes Unidos —ya sin los soviéticos en el terreno—, sostenían a los talibán mientras neutralizaban a Irán y la ruta del petróleo desde Asia Central. Además Pakistán continuaba ayudando a grupos armados contra Irán e India. Debido a este soporte foráneo, muchos efectivos de las fuerzas talibán en Afganistán eran extranjeros, destacándose la organización de Al-Qaeda que contaba en sus altos mandos con árabes, uzbekos, chechenos y pakistaníes además de europeos e incluso algunos estadounidenses.

Pero el ataque a Afganistán planeado por Washington en 2001 cambió todas estas estrategias: requería bases y puntos de apoyo en Asia. Y la colaboración de Pakistán era clave. E inmediatamente Washington la solicitó perentoriamente.

Independientemente de la inminencia de una guerra vecina, Pakistán debía actuar de manera opuesta a sus intereses nacionales.

Y tuve ocasión de presenciar este grave dilema. Entre el horror de lo ya ocurrido y las acciones que se estaban preparando como represalia ante lo considerado como un ataque de guerra, la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) invitó al entonces Embajador de Pakistán en Argentina, Dr. Saeed Khalid, a dar detalles de lo que se avecinaba. Sentada a su lado mirábamos a los espectadores, muchos de ellos comunicadores sociales.

El diplomático habló de su Pakistán: su pueblo, su economía, el paso de Alejandro Magno. Obviamente debía abstenerse de hacer comentarios sobre Washington. Entonces lo observé y fue notorio que no podía expresarse libremente. Luego fue mi turno y como académica podía decir todo lo que él debía callar como diplomático. Y lo hice. Luego comenzaron las preguntas. Y recuerdo una respuesta suya: “Accedimos al pedido de los Estados Unidos pero esperamos que su presencia no se extienda… porque cada muerto nos duele”. Era el 18 de octubre de 2001.

La guerra contra el terrorismo

En la primera etapa de la guerra actual, Pakistán perdió margen de maniobra en Afganistán, principalmente con la toma de Kabul por la Alianza del Norte. Irán, Rusia e India lo incrementaron y Estados Unidos tuvo un rol limitado. Por ello, luego del soporte inicial a la Alianza del Norte, se comenzó a desarrollar la idea de colocar a un pashtu moderado en el gobierno, propuesta resistida por Rusia e Irán y especialmente por la Alianza del Norte cuyo su objetivo, además de retener Kabul, era limitar el avance de Pakistán y de Estados Unidos, logrado a través de los talibán.

Irán y Rusia asistían a la Alianza del Norte en su tarea de recuperar gran parte del territorio de Afganistán. La entrada en Kabul era clave. Si se enfrentaban Estados Unidos y Pakistán contra Irán, India y Rusia, la posibilidad de un gobierno duradero en Afganistán se esfumaba, si es que no se desencadenaba una nueva guerra civil e inestabilidad en y con sus vecinos.

La cuestión es que las lealtades afganas nunca respondieron al Estado sino a su grupo étnico, a su versión del Islam (sunnita, chiíta o ismailí) y a los líderes tradicionales de sus propios clanes u tribus, en ese orden. En ese contexto la mitad meridional del país siempre resultó difícil de controlar. Por ello tomar Kandahar era indispensable para la coalición contra el terrorismo —lo que no hizo feliz a Pakistán— y Mazar i-Sharif, ambas ciudades meridionales en territorio relativamente llano, y destruir además los cultivos de opio. Washington dispuso para esta etapa de 30.000 a 40.000 efectivos, en tanto que la Alianza del Norte se ocuparía del resto del país.

Formación del “nuevo gobierno”

Estados Unidos debió responder ante Pakistán por el avance de la Alianza en Kabul. Una respuesta fue la cumbre de Bonn, que debía consagrar al ex monarca Mohammed Zahir Shah pero que, finalmente, nombró a Hamid Karzai —pashtún— como Presidente interino por seis meses, aunque retuvo su cargo hasta 2004.

La Loya Jirga o parlamento, formado por 21 líderes étnicos, religiosos y tribales, denunció presiones para la elección del gabinete ante el enviado de la ONU —Lajdar Brahimi— señalando que no descansó en la decisión de Karzai sino que fue tomada por la ONU.

El éxito en el proceso de organización institucional requería desarmar a algunos grupos y armar a otros, tarea que requería imparcialidad. Si la ONU y otras organizaciones internacionales fallaban, Pakistán podría apoyar a los pashtún y hacer fracasar la reconstrucción nacional. Era una empresa muy difícil construir un ejército de diferentes milicias que no quieren ir a la guerra y no se quieren entre sí. Pakistán continuaba bajo presión internacional.

¿Reconstrucción de Afganistán?

Las ofertas de ayuda para la reconstrucción del Estado fueron tentadoras. Pero no se trata de Europa —Plan Marshall mediante— o del Japón con su “nueva” Constitución de 1952. Reconstruir la infraestructura afgana —rutas, aeropuertos, plantas de energía y telecomunicaciones— era, sin duda, indispensable. Pero los nuevos ataques a Iraq (2003), postergaron los planes para esta región.

En este contexto se fortaleció un eje chino-ruso, ya institucionalizado a través de la Organización de Cooperación de Shanghai y la firma de un tratado bilateral ya firmado entre ambos Estados en julio de 2001.

El rol de Pakistán fue importante. El esfuerzo por erradicar a los talibán destruyó algo por lo que había trabajado por mucho tiempo. La solidaridad tribal, étnica y religiosa de gran parte de la población pakistaní con los pashtu logró transformar la situación en explosiva. Aun habiendo sido exitosa la misión de apartar a los talibán del gobierno, aparecieron otros extremismos con alianzas más peligrosas que las forjadas por Al-Qaeda

Y a casi 20 años, los que hemos vivido en Asia central, los que hemos seguido de cerca los acontecimientos e iniciativas adoptadas, hemos observado el horror de un Afganistán destruido, que en este 2021 sería desalojado de efectivos extranjeros pero cuyo futuro no está ni cerca de ser claro. Pero Pakistán también ha pagado precios muy altos. Las tribus sedentarias de la frontera con Afganistán han sido bombardeadas, acusadas de colaborar con terroristas. Obras milenarias de la ingeniería humana, acueductos que les permitían una agricultura de subsistencia fueron totalmente destruidos como parte de los primeros ensayos con drones. Sus zumbidos aterradores obligaron al exilio a los sobrevivientes ya sin medios de subsistencia. A la impotencia le siguió la furia. Y fue tal que los combatientes pakistaníes en Cachemira (en litigio con India), abandonaron ese frente de batalla para dirigirse a la frontera con Afganistán.

En mayo 2021 Pakistán descartó la posibilidad de volver a proporcionar sus bases militares a Estados Unidos para futuras operaciones antiterroristas en Afganistán. El ministro de Relaciones Exteriores Shah Mehmood Qureshi estableció que en adelante serán “sólo socios en paz”, que no se unirán a futuras guerras estadounidenses y no se están transfiriendo bases [estadounidenses] a Pakistán aunque Joe Biden ha reconocido que está examinando dónde reposicionar tropas para evitar que Afganistán vuelva a albergar grupos como Al-Qaeda.

Por el momento el espacio aéreo y terrestre de Pakistán solo se utiliza para transportar suministros militares no letales a Afganistán y facilitar el proceso de retirada de tropas estadounidenses en curso.

De todos modos, los últimos 20 años se sumaron a décadas previas de guerras. Ninguna intervención logró pacificar al país, invento del colonialismo británico que también pagó con guerras.

Y como burla del destino, luego de 20 años de guerra para derrocar a los antaño demonizados talibán, ahora se confía en que sean ellos quienes logren pacificar el país.

 

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas. 

©2021-saeeg®

 

LA RETÓRICA OFICIALIZADA TUERCE LOS SIGNIFICADOS

Abraham Gómez R.*

“¿Llegaremos, alcanzaremos a ser una Venezuela íntegra?

Fuimos siempre tan jóvenes, tan a punto de adquirir carácter,

rasgos decisivos, nitidez que nos acecha el riesgo de continuar

siendo una incesante acumulación de fragmentos, de parcialidades sin integración…”

José Balza. Pensar a Venezuela. Pág. 6

 

De todos es bastante conocido que cada término tiene una curiosa historia; y algunas veces, dando rienda suelta a la imaginación, un inmenso caudal de relatos adquiere cierta síntesis en un solo étimo. Con un único vocablo, usted adquiere un espectro de posibilidades de decir y enunciar.

Así también, se conoce que una palabra empleada con falsedades; pronunciada con extravagancia o embadurnada, para que diga lo que no le corresponde, constituye un camino oculto o riesgoso.

Aunque los códigos lingüísticos se encuentren en permanente dinamismo; operando —según las épocas— con variaciones y cambios; si no se precisa qué es lo que desean decir, corren a contrapelo de la realidad. Recordemos que el lenguaje es un fenómeno social, que debe calzar con lo que tal hecho social envuelve.

Acaso no nos ha sucedido que, no obstante, lo que queremos percibir se halla muy cerca de nosotros como para juzgarlo, sucede que la neoretórica —que trata de construirse desde las esferas gubernamentales— altera y tergiversa los significados, y los hace “saber distintos”.

Cada vez se aprecia menos pronunciable el discurso socio-político dominante.

Prevalece un clima que lo enreda todo.

Las palabras comunes con las que quisiéramos intentar definir las cosas, o por lo menos irlas llamando por sus nombres, se han vuelto vacías.

Por eso los enunciados oficialistas en su mayoría son falsos.

Nos queda la sensación de que hay que aprender de nuevo a pensar y a escribir.

Pareciera que “las respuestas no siguen a las preguntas, el saber no sigue a la duda y las soluciones no siguen a los problemas” (Larrosa, dixit).

El uso indiscriminado y abusivo de los vocablos no sería tan grave si éstos no fueran instrumentos para llegar a conocer, analizar e interpretar la realidad. Por supuesto que los significados de las palabras son senderos abiertos para conocer el mundo.

Toda la descripción anterior viene con el certero propósito, porque escuchamos en los disímiles escenarios que monta “el Proceso” que nos encontramos en una interesante etapa de emancipación, gesta patriótica para liberarnos de los imperios, con nuestras propias posibilidades y potencialidades.

Que es como decir: hay una acción para quedar liberados de un poder o procurarnos una nueva independencia frente a algo. Tamaña desfachatez.

Prestemos atención al término mancipium, que es una herencia idiomática legada por el latín.

Mancipium define toda cosa tomada, agarrada de la mano. Sostenida con fuerza; ejerciendo sobre ella cualquier símbolo que represente autoridad.

Pues bien, no es necesario profundizar en discusiones intelectuales, o académicas de alto nivel para percatarnos que las decisiones que se vienen dando en los últimos años en nuestro país a lo que menos apunta, precisamente, es a una emancipación: a desplazar hacia fuera, a desligarnos de las estructuras poderosas que nos tienen atrapados para imponer sus designios, ajenos a nuestra propia identidad.

El presente régimen político en Venezuela, se ha encargado de hipotecar el destino y futuro de la nación, tanto a empresas transnacionales como a países con los cuales ha trazado ligazón ideológica. Cuyas funestas consecuencias, denominadas por ellos “estrategias de vínculos internacionales”, ya son suficientemente conocidas: nos encontramos atragantados y comprometidos —agarrados de las manos— con las hordas comunistas-terroristas-fundamentalistas que enervan al mundo.

Entonces, nos preguntamos, de qué emancipación estamos hablando.

Frente a lo anteriormente descrito, cabe destacar el hecho de que nuestra cultura socio-política, siempre ha asumido una impronta civilista, en un irreductible sustrato de democracia y de paz.

Pero, ya no resulta sorprendente para los investigadores sociales la tipología militarista que caracteriza al actual régimen nacional. De nuevo el poder político se encuentra una vez más en los cuarteles.

La verdadera emancipación debe comenzar por erradicar tales despropósitos.

Estamos obligados a emanciparnos de los pensamientos alienantes; con mucha más razón cuando sabemos que en el tramo civilizacional que transcurre se asume el conocimiento ya prácticamente como un “factor de producción”. Emanciparnos de las cartografías mohosas y de las entelequias rancias.

Nos permitimos exponer —con transparencia— que en la actualidad los conocimientos se construyen a partir de las confrontaciones de ideas; además, a partir de las profundas transformaciones subyace la competitividad en tanto estrategia-medio para alcanzar los objetivos. Entonces digamos, qué emancipación, ni qué babosadas.

Emancipémonos si, y rápido de quienes se atreven a sostener que individuo y colectivo jamás serán complementarios. Que son elementos mutuamente excluyentes.

De esa manera de apreciar la realidad debemos emanciparnos.

Emanciparnos de quienes ven malas palabras en expresiones tales como: libre albedrío, libertad de pensamiento y de acción; pluralidad, democracia, diversificación de criterios. Porque para combatir las injusticias sociales y los desequilibrios obscenos de ningún modo hace falta anular al individuo y su lógica conexión con la sociedad.

Vamos a emanciparnos de quienes —en su perverso juego con las palabras— tuercen intencionadamente sibilina la posibilidad de que el ser humano se desarrolle de manera integral.

Jacques Marie Émile Lacan (1901-1981)

El psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Marie Émile Lacan advertía a cada momento a los estudiantes del Mayo Francés de 1968, en los siguientes términos: “Ah, ustedes ¿son revolucionarios? Muy bien. Pues sepan que la revolución siempre está en busca de un amo. No se preocupen, lo van a encontrar”.

Ante tan lapidario aserto, uno llega a concluir: cómo cuesta después emanciparse de los amos.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV).

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/

 

FUTUROS POSIBLES

Iris Speroni* (gab: https://gab.com/Iris_Speroni)

El peor de todos los escenarios, enterarnos después de que todo haya sucedido.

Mientras los políticos nos distraen con entretenimientos varios, las decisiones económicas y políticas corren por otro lado.

Nosotros, los comunes, solamente podemos especular a través de segmentos de información accesible luego de escarbar entre la mugre. O, el peor de todos los escenarios, enterarnos después de que todo haya sucedido.

La cual es nuestra situación más frecuente.

Sucede lo mismo en todo Occidente, por si es consuelo.

Separar lo real de lo que está a la vista requiere un esfuerzo. Quien trabaja de sol a sol o quien para ir a un trabajo de 9 a 5 requiere hora y media de viaje de ida y otro tanto de vuelta, no tiene tiempo para estos melindres.

Voy a dar un ejemplo del pasado para terminar con el presente:

El 2017 fue un buen año para el oficialismo. Con la levadura del BCRA, subió el empleo y el salario. Le permitió a JxC hacer una buena elección de mitad de término. Con ese resultado en la bolsa se dedicaron a dinamitarnos el presente y futuro.

Efectivamente, el 27 de diciembre de 2017 el Congreso de la Nación sancionó el Presupuesto Nacional. El 28 de diciembre a la mañana, el Jefe de Gabinete junto al Presidente del BCRA y los ministros de Economía y Finanzas nos dijeron, muy sueltos de cuerpo que lo aprobado la madrugada anterior estaba escrito en el agua. O dicho en criollo, se pasaban el Presupuesto Nacional por el trasero.

Esa conferencia inició una reacción en cadena.

Al informar el jefe de gabinete que bajaba la tasa en pesos de las letras del Central comenzó un efecto Puerta 12 de los fondos de inversiones colocados en pesos con garantía de tipo de cambio (bicicleta). En resumen, el gobierno tenía que sacar dólares de la galera para devolverles a sus amigos de Wall Street (y a sí mismos a través de oscuras empresas inscriptas en Delaware). Anduvo a los trompicones hasta que apareció el FMI y salvó no al gobierno, sino a los fondos de inversión[1]. Por lo cual la pregunta no es ¿dónde está el dinero del FMI? —como inquirió el diputado Kirchner el viernes 28 del corriente— sino ¿qué hizo el gobierno con los dólares que ingresaron desde el 10 de diciembre 2015 hasta el fatídico Día de los Santos Inocentes del 2017?

Puedo responder parcialmente. El BCRA y el Tesoro se endeudaron en dólares para poder venderlos. Sí, así como suena. Aumentar artificialmente la oferta de dólares para que los dólares estuvieran “baratos”. En resumen: se endeudaron para manipular el mercado de cambios[2]. Fue lindo mientras duró y duró hasta que el pueblo votó.

El 2018 implicó caída de actividad, pérdida de empleos, devaluación (ya no estaba el BCRA para vender dólares con el fin de manipular su precio a la baja) e ir a rogar al FMI.

Esto en el universo de lo real.

Veamos el mundo de lo aparente.

El gobierno pidió un préstamo al FMI para salvar a los amigos. Ahora bien, para hacerlo, requiere la autorización del Congreso (art. 75 CN), la que no fue solicitada[3].

¿Qué hizo la oposición y qué podía hacer? Pudo pedir la destitución de los cuatro fantásticos el mismo 28 de diciembre de 2019 por pretender desobedecer el Presupuesto Nacional recién aprobado[4]. No. Se fueron de vacaciones y volvieron en marzo.

Meses después, frente a la negociación con el FMI la oposición podría haber dicho “Pare mano, tallador”, haber comunicado fehaciente y preventivamente al FMI que cualquier deuda que se conviniera sin autorización del Congreso era nula y que no se repagaría en caso de convenirla y pedir juicio político a todos los involucrados. Nada hicieron.

¿De qué se ocuparon todos? Del aborto. El 2018 fue aborto, mañana tarde y noche. En TV, en radio, en la prensa escrita. Un vórtex que succionó a todos (yo incluida, mea culpa) mientras el Ejecutivo cerraba un pacto con el FMI y la oposición miraba para otro lado. Mientras la población perdía puestos de trabajo y quienes conservaron su empleo sufrieron la pérdida del poder de compra de su salario. La realidad pura y dura.

What’s up, doc?

(¿Qué hay de nuevo, viejo?).

¿Y ahora?

El presidente Fernández lo primero que hizo al asumir fue reconocer la deuda con el FMI. Podría haberla repudiado, porque el FMI no respetó el procedimiento obligatorio. No se puede desconocer el dinero ingresado, pero al estar el FMI en falta, se podría haber devuelto sólo el capital (o capital más interés razonable), desconocer todas las comisiones, además de establecer plazos de buena voluntad. (Luego de una puntillosa auditoría que demuestre que el dinero verdaderamente ingresó, lo que no sabemos).

No. Lo primero que hizo fue reconocer la deuda[5].

El gobierno actual sigue todas las políticas del gobierno anterior[6]. Tipo de cambio artificialmente bajo que destruye a la industria nacional, descapitaliza al agro (que podría exportar el triple de los volúmenes actuales) y sigue sin invertir en infraestructura de transporte, de salud o de educación. Listar las similitudes y la continuidad de políticas ministerio por ministerio nos llevaría horas. Hasta usó el mismo slogan que su antecesor “ser el supermercado del mundo”. ¡Ja! El dólar exportador cerró el viernes 28/05/2021 en $ 93,7500 ¿quién va a exportar una caja de medio litro de puré de tomates?

La realidad es un salario promedio de US$ 300 y desocupación récord. La realidad es que las actividades que podrían florecer en este contexto de pandemia mundial y que podría ayudar a la prosperidad general son perseguidas por el oficialismo a cambio de hacer “favores” a los amigos para que ganen una participación adicional de mercado[7].

Esto dentro del universo de lo real.

Lo que se ve. El diputado Máximo Kirchner critica la herencia recibida del ex presidente Macri (C5N 28/05/2021). El ex presidente y otros exponentes de JxC hablan mal del oficialismo (luego votan todos juntos en el recinto). Se denuncian mutuamente ante la justicia.

El oficialismo le “vende” a su base electoral que ellos cuidarán sus ingresos, no como Macri, miembro de la patronal; mientras aplican un ajuste feroz y el salario se reduce al mínimo desde 2003. JxC le “vende” a los productores rurales, parte de su base electoral, que JxC vela por sus intereses, no como el FdT que los maltrata (lo cual es cierto), cuando votaron aumentos de impuesto inmobiliario y de derechos de exportación y se hacen los tontones con el tipo de cambio.

Se realimentan mutuamente y nos embroman en equipo.

Durante el 2020 tuvimos covid mañana, tarde y noche por TV, radio, vía pública, prensa escrita. Fue la distracción necesaria mientras todos juntos se apoderaron de nuestro presente y nuestro futuro.

Hasta que no digamos nosotros “pare mano, tallador” y empecemos al menos a limitar los volúmenes de saqueo, estamos a la merced de mediocres, facinerosos y alcahuetes.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA). 

Publicado originalmente por Restaurar.org http://restaurarg.blogspot.com/2021/05/futuros-posibles.html

 

Referencias

[1] Lo que sucedió es una transferencia de riesgo o una sustitución de acreedor. Wall Street volcó en un organismo internacional un mal crédito. Una vez más.

[2] Con eso mataban dos pájaros de un tiro: el dólar barato inflaba la economía y les permitía ganar las elecciones de mitad de término (lo que sucedió) y venderles dólares “baratos” a los amigos.

[3] En realidad el único que nos puede endeudar es el Congreso, quien le da la tarea operativa al Ejecutivo dentro de montos, plazos y tasa de interés preautorizados. El Ejecutivo no puede ir alegremente y endeudarnos. No tiene la potestad (lo que el FMI sabe perfectamente).

[4] La Comisión Bicameral que supervisa a los directores del BCRA podría haber removido a Sturzenegger (como en su momento lo hizo con Redrado). Para los otros tres, la cámara de diputados debió pedir el juicio político. La oposición podría argüir que no tenían los ⅔ necesarios. Verdad. Pero, vamos, es el FdV (luego FdT). Podía juntar 2.000.000 de firmas y exigir el tratamiento en el recinto. Podría haber ido a los canales de televisión y explicar por qué estaba mal lo que hicieron. Podría haber explicado al Pueblo cuánto costaba la bicicleta 2015/2017 y cómo afectaría al bolsillo de todos. O, lo más importante, en forma preventiva podría haber informado al FMI que desconocerían todo crédito no aprobado por el Congreso de la Nación, como exige el art. 75 de la CN.

[5] Está bien la declaración del presidente Fernández de denunciar penalmente al presidente Macri por administración fraudulenta por contraer deuda sin aprobación del Congreso.

Pero parece que el presidente actual se saltó algunas clases en la facultad. Al reconocer la deuda el Congreso, la transforma de nula a válida y reconoce (si bien ex post) el accionar de Macri, lo que vuelve abstracto cualquier denuncia penal. La denuncia quedará sólo en fuego de artificio (lamentablemente)

[6] Bicicleta con seguro de cambio para los bicicleteros.

[7] ¿Cuál es la diferencia entre Caputo que se vendía bonos del Tesoro a sí mismo a través de compañías suyas en Delaware y entre Kulfas-Cafiero-Español que ayudan a un frigorífico extranjero a tener mayor participación en las exportaciones de carne a costa de otros jugadores?

Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales

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