ESPAÑA ¿LA MADRE PATRIA? 200 AÑOS LLEVÁNDOSE LOS RECURSOS

César Augusto Lerena*

Hacia fines de 1700 España traía negros al Caribe y al Virreinato y se llevaba las mercaderías baratas, producto de la mano de obra esclava que ella proveía. Es decir, nos canjeaba negros destinados a producir materias primas de escaso valor agregado que luego cambiaba por los esclavos. Los esclavos eran el 40% del comercio. Se entendía, éramos una colonia. Hoy, en el 2020, aunque tengamos astilleros, España nos fabrica y vende barcos pesqueros y, sus empresas pesqueras nos extraen ilegalmente nuestros recursos originarios del Mar Argentino, mientras que a nuestras exportaciones les cobra derechos. Apiolémonos, ya no somos Colonia ¿o sí?

Cuando Carlos IV de España se anoticia de una posible invasión inglesa a Buenos Aires, informado de que no tiene con qué defender el Virreinato, los orientales (no chinos, sino los de la Banda Oriental), españoles, criollos y un importante número de esclavos y libertos echan a los británicos en 1806 y 1807. ¿Echan? Bueno, es un decir.

Ahora ¿a quién llamamos hoy, para echar a los británicos y españoles? ¿A los mismos orientales que les prestan los puertos para que hagan la logística de sus buques? Dejaremos para otro día a “nuestros amigos los chinos” para sobrevivir pero, tranquilos, ya nos ocuparemos.

Yo creo que los “Acuerdos de Madrid”, acuerdos firmados en la Madre Patria con la Madre Putativa, nos han enajenado en el sentido más amplio. Sintetizaré un poco la historia, para que entendamos que nada es casual.

En 1713 también en Madrid, España e Inglaterra firman el Tratado de Asiento de Negros, la importación de negros y el Navío de Permiso. Las producciones de Europa se compensan con materias primas y cueros del Virreinato y, junto con el tráfico permitido, surge el ilegal de contrabando de géneros, alcoholes y esclavos. En los años de escasez y hambre en España, la creciente proletarización, el aumento de conflictos con Francia, la aprobación del “Reglamento y los Aranceles Reales para el Comercio Libre de España e Indias” y, con el fin de impulsar la agricultura, España autoriza el comercio con las colonias que favorece —especialmente— a los españoles productores, mayoristas y exportadores. Ya en 1787, en el comercio de cueros a Europa se utilizan los mismos barcos que traen esclavos de África a Montevideo y de ahí a Buenos Aires, Potosí, Paraguay y Valparaíso, y luego son llevados al Alto Perú y, por el Real Permiso de España, se autoriza a la Compañía de Filipinas la introducción en barcos ingleses con bandera española y dos años después y renovada en 1791, con el objeto de aumentar la mano de obra esclava, se autoriza a los españoles y extranjeros a comercializar negros libres de impuestos.

Nos dice la investigadora española Alicia Laspra Rodríguez en su trabajo “La intervención británica en España durante la guerra de la independencia: ayuda material y diplomática” que, desde 1808 y hasta 1815, España recibió de Inglaterra casi 10 millones de libras esterlinas y cientos de millones de esa misma moneda en armamento, pertrechos y suministros bélicos de todo tipo; una ayuda británica a fondo perdido para que la acompañase en su pelea con Francia ¿Tendrá alguna asociación con la Revolución de Mayo de 1810 y la declaración de independencia en 1816? ¿Qué motivo llevó a la pérfida falange de Albión a incidir sobre la Asamblea del XIII para eliminar del himno nacional argentino a aquellas estrofas antiespañolas? pues moderar la autonomía de toda colonia española, aliada en su guerra con Napoleón, aunque bien sabemos hubo apoyo subrepticio.

El contrabando en el Río de la Plata es muy importante en 1808, pero se incrementa en forma notoria por los buques británicos al año siguiente, entre otras cosas, por el Tratado de tarifas preferenciales con España, luego de “libre comercio” y al Tratado que firma el Príncipe Regente de Brasil con Gran Bretaña, todo bajo pretexto de dar salida a los frutos de América y proveerla de víveres y demás efectos europeos (¡!). Nada que no ocurra hoy, como hemos visto.

Y cerraremos esta síntesis. Es conocida la ruptura del embargo mundial a España por parte del Gral. Perón que ayudó a los españoles a alimentarse. Un amigo de Vigo me recordó agradecido que mientras Argentina recibía a su padre como si fuera un nativo, en Francia que no aceptaba la emigración masiva recluía a los refugiados españoles en virtuales campos de concentración. La Argentina recibió más de dos millones de españoles emigrantes (por razones económicas), exiliados (por razones políticas) y refugiados (por guerras) entre 1860 y 1950, intelectuales y analfabetos; instruidos y sin oficio, de todas las políticas (carlistas, progresistas, republicanos, anarquistas, comunistas, liberales y franquistas). Y en la pesca fueron pioneros junto a una mayoría italiana en la actividad de Argentina. En 1990, mientras España tenía gran parte de su flota parada, por obra del Acuerdo Pesquero con la Unión Europea, los empresarios españoles apoyados por la Unión Europea. colocaron en forma muy favorable sus buques en la Argentina, asociados a empresarios nacionales. Hoy varias son empresas de capital español y ocupan los lugares más altos en las exportaciones argentinas. Empresas que sufren el riesgo país, la inflación, el costo interno y generan empleo. Algunas de ellas, adquiridas por capitales americanos y otras que manifiestan estar en serias dificultades económicas.

Dicho esto, ¿por qué desde hace años los buques españoles no radicados en la Argentina pescan en forma ilegal e impune en el Atlántico Sur? Todos, por las razones, ya indicadas en mis artículos anteriores realizan pesca INDNR (no declarada no registrada) ¿Por qué las empresas españolas pescan en la ZEE Argentina ocupada ilegalmente por el Reino Unido? ¿Por qué pescan recursos migratorios argentinos en contravención con toda la legislación argentina y, sus declaraciones en el artículo 2º y otros de la CONVEMAR? ¿Por qué las empresas españolas son las primeras licenciatarias británicas en Malvinas y han formado joint ventures con empresas de las islas, por lo que pescan con bandera española y de Malvinas? ¿Por qué propician la construcción de un importante puerto pesquero en Malvinas consolidando a quienes les ocupan Gibraltar? ¿Por qué destinan sólo el 3% de sus buques arrastreros a aguas comunitarias y el 97% lo destinan a caladeros externos (léase, entre ellos el Atlántico Sur), donde manifiestan tener 193 buques de gran porte (80 de ellos palangreros) y, efectúan el 58% de sus capturas? Pesca que se realiza en forma no selectiva y sin control alguno. ¿Por qué se resisten los empresarios españoles a colocar cámaras a bordo? ¿Por qué los empresarios españoles están preocupados por la dificultad de hacer relevos de los tripulantes en Uruguay? ¿Por qué los empresarios pesqueros españoles, a pesar de aumentar el consumo interno de pescado están solicitando nuevos subsidios? ¿Por qué el sector pesquero español tiene gran preocupación frente al Brexit si solo pesca unas 9.000 toneladas en aguas británicas del total de las 922.564 toneladas que dicen que captura? Y ¿por qué esas empresas españolas no se acogen al mismo régimen que las empresas españolas radicadas en la Argentina?

Las noticias de estos últimos días nos indican —ya nos hemos referido— a unos cien buques aparentemente chinos (dos de ellos y uno portugués capturado) dentro de la ZEE Argentina (chocolate por la noticia hace 50 años que lo hacen). Todos bien lejos del área de exclusión impuesta por el Reino Unido. Otro día ampliaremos sobre los chinos, pero, hoy tengo cierta impresión que se estaría aplicando la política del tero “poniendo los huevos en un lado y cantando en otro”.

No perdamos de vista: es clara la sociedad de ayer y de hoy de España y el Reino Unido. Y no nos engañemos es una sociedad política, estratégica y económica. Nosotros sostenemos que hay que americanizar el Atlántico y el Reino Unido lo internacionaliza.

En el día de ayer el Diario La Nación publicó en tapa y a dos páginas “Pesca ilegal. Los Piratas del Siglo XXI. Se llevan U$S 1.000 millones del mar argentino”. Empiezo por decir que, con los propios números de la periodista Ana Belén Ehuletche los dólares son más, aunque, teniendo en cuenta las estimaciones de captura de la FAO y nuestras propias exportaciones los millones de dólares alcanzarían a los U$S 2.600 millones anuales, al menos. Aunque se podría estar desestimando la captura de las especies migratorias fuera de la ZEE o dentro del área de exclusión de Malvinas o el GAP, en tal caso los mil millones dentro del resto de la ZEE ya sería gravísimo y demostrativo de la más absoluta falta de control de las fuerzas militares y de seguridad argentinas.

Llama la atención, también, que el artículo se centra en la pesca clandestina china y solo el titular del Sindicato de la Actividad Naval de Mar del Plata Walter Castro —tal vez con más olfato político— refiere a aquellas empresas españolas, que asociadas con argentinas, “depredaron la merluza y, por ello, 30.000 trabajadores perdieron su empleo”. Aquí se inició el antecedente inédito de que el Estado se debiera hacer cargo de dar planes, a los que hasta ese entonces eran trabajadores, aunque, como es obvio, no existiera la pandemia del COVID-19 ni gripe que se le pareciese.

Ya nos hemos referido varias veces a las muchas de las herramientas disponibles para recuperar soberanía. Supone aplicar una Administración sostenible de un “Estado Marítimo” (Ribereño para CONVEMAR), aplicando la Constitución Nacional, la legislación internacional y nacional en defensa de nuestros derechos sobre los recursos originarios y, de ninguna manera acordar mediante un Tratado Internacional o Pacto Mundial de las Naciones Unidas para un Océano Sostenible o Acuerdo de Nueva York en el que intervendrán los principales depredadores del mar argentino: el Reino Unido, España y China. Todos Estados Ribereños en sus países, pero en el Atlántico Sur Estados de Bandera.

Tal vez, como el 22 de mayo de 1810 que obligó a Cisneros a realizar un Cabildo Abierto. Habría que comenzar a pensar que la Administración soberana del Mar Argentino no se delega, se ejerce, con diplomacia, aplicando la ley y un plan estratégico.

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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SIGNIFICADO DE LA COOPERACIÓN BILATERAL CON HAITÍ

Pedro von Eyken*

 

Un artículo sumamente motivador de Omar Martín Tejada Pérez, integrante de la SAEEG y oficial retirado de la armada peruana, me llevó a enviarle este modesto aporte a Marcelo Javier de los Reyes. Respondo también a la propia invitación de este último para escribir sobre Haití[1].

Primero me interesa recordar, como siempre que hablo de Haití, que fue el primer país del mundo que reconoció nuestra independencia. Sucedió en 1817, cuando el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, envió un agente a dialogar con el presidente de Haití, Alexandre Pétion. El mandatario haitiano estaba interesado en cooperar con la emancipación de los países americanos y era conocida, en ese sentido, su relación con Simón Bolívar, a quien ofreció armas, barcos y soldados para su lucha emancipadora.

Haití fue la primera república negra del mundo y la primera en abolir la esclavitud. Esta liberación impulsó su independencia y en ello Haití sentó un precedente mundial. En el hemisferio occidental, Haití fue la segunda nación en obtener su independencia en enero de 1804, luego de Estados Unidos (1776) y 150 años antes que la mayoría de las naciones africanas. La esclavitud fue abolida en Haití siete décadas antes que en EE.UU. y 90 años antes que en Brasil. Por esos hechos históricos Haití debió pagar un alto precio pecuniario frente a su antigua metrópoli, Francia, y otro político frente a Estados Unidos, que ocupó militarmente el país caribeño de 1915 a 1934. A esos orígenes difíciles como nación independiente en época tan temprana le debe el digno pueblo de Haití buena parte de sus infortunios actuales.

Si seguimos por el título del artículo de Tejada Pérez, también he visitado un orfanato en Haití, sostenido por la generosidad de seres humanos sensibles que, desde el extranjero, comprenden las necesidades materiales y de afecto de miles de niños haitianos. Las familias extranjeras les cambian totalmente la vida a estos chicos en el más amplio sentido de la palabra cambio.

Seguidamente me extenderé en una digresión sobre el rol desempeñado por la Argentina en la Fuerza de Estabilización de la ONU en Haití (MINUSTAH), antes de pasar al punto focal de mi artículo, la cooperación bilateral.

Tomé contacto con la MINUSTAH cuando llegué a Haití, justo cuando esa Misión se estaba retirando. La Argentina tenía el segundo contingente de fuerzas desplegadas en ese país y un general del Ejército Argentino, Gabriel Guerrero, se desempeñó como Segundo Comandante de la Fuerza Militar (Deputy Force Commander) entre 2012 y 2013.

Con el presidente de Haití, Jovenel Moïse.

Nuestro país aportó tropas de paz durante 13 años (2004-2017), donde quedaron de manifiesto la eficiencia y el profesionalismo con que nuestras Fuerzas Armadas llevaron adelante una política de Estado, las misiones de paz en el orden internacional. Argentina desplegó, en esos años, 12.800 cascos azules, hombres y mujeres, que cumplieron su labor en un país muy vulnerable, devastado en enero de 2010 por un terremoto que se cobró más de 300.000 vidas y dejó sin techo a un millón y medio de personas. Entre otros problemas estructurales que conviven con sus encantos, Haití posee montañas deforestadas, altas tasas de desocupación y analfabetismo, enfermedades endémicas como malaria, dengue y tifus y un enfrentamiento político y social que se acentuó a partir de julio de 2018 y aún continúa. En ese contexto complicado, la pandemia de COVID-19 abre un interrogante preocupante, cuando se escriben estas líneas, debido a la elevada vulnerabilidad sanitaria y hospitalaria del país.

Seis años después del terremoto provocó desolación el huracán Matthew, que atacó con virulencia el sur del país en septiembre de 2016, dejando un saldo de más de 800 muertos y miles de desplazados.

Un párrafo destacado, en el ámbito de la MINUSTAH, merece la actuación del Hospital Militar Reubicable Argentino a cargo de nuestra Fuerza Aérea, que culminó en forma exitosa en septiembre de 2017. En esos días recorrí el hospital y escuché numerosas alabanzas. El hospital asistió al personal de la fuerza de paz pero también dio apoyo sanitario a la población local en emergencias y catástrofes. Llevó a cabo más de 200 mil atenciones médicas.

De 2017 a 2019, la MINUSTAH dio lugar a la Misión de Apoyo a la Justicia de la ONU (MINUSJUSTH), con la que coincidí. En ella deseo subrayar el destacado papel que tuvieron los efectivos de la Gendarmería Nacional Argentina (GNA). Cumplieron un rol destacado y reconocido en ambas Misiones de la ONU. En el caso de la MINUSJUSTH, la satisfacción por el desempeño de los oficiales y suboficiales de nuestra GNA me fue expresamente señalada por un general de la gendarmería francesa y otro de la policía canadiense, que dirigieron sucesivamente el componente policial. Fuerzas de nuestra Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) también participaron.

Idéntico profesionalismo, eficiencia y lealtad debo reconocerle a los efectivos de la GNA que integraron el Elemento de Seguridad (custodia) de nuestra Embajada en Haití. Fueron tres grupos, de 12 a 14 oficiales y suboficiales cada uno, hombres y mujeres que protegieron con celo las vidas de mi esposa, de otros funcionarios y empleados de la embajada y la mía propia. Deben desplazarse a Haití solos, sin sus familias, durante un año. Mi gratitud es para siempre.

Hecha esa importante digresión, deseo abordar el punto focal de este aporte, la cooperación bilateral y comienzo con una frase frontal: la relación bilateral con Haití sin cooperación técnica (a veces también humanitaria) vacía de contenido la relación bilateral. La relación política es muy buena; por ejemplo, el apoyo de Haití a nuestro reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas ha sido claro y permanente. La relación comercial, en especial de las exportaciones argentinas, se ve limitada por el tamaño relativamente pequeño del mercado haitiano. Y la relación cultural, con sus eventos de difusión, depende de la seguridad del país caribeño. Pero si no se impulsa la cooperación técnica, una embajada en ese país carece de sentido.

Entre 2005 y 2016 se desarrolló en Haití, primero en el norte y luego extendido a otras regiones, un proyecto de cooperación bilateral emblemático, ProHuerta, dedicado a mejorar la horticultura familiar y la seguridad alimentaria. El programa, coordinado por el área de cooperación internacional de la Cancillería Argentina y en el que intervenían el Ministerio de Desarrollo Social y el INTA, con ingenieros agrónomos y promotores haitianos, mejoró de forma tangible esa situación en un país esencialmente agrícola. También participaron agencias de cooperación extranjeras. ProHuerta sirvió, además, para mejorar una deficiencia estructural en Haití como la irrigación de agua. Según una encuesta del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria (CNSA) de ese país, publicado en 2015, el 93 por ciento de las familias involucradas en el ProHuerta mejoraron su situación alimentaria. El programa, que cumplía 25 años en Argentina, se desarrolló durante una década en Haití, donde llegó a contar con más de 21.000 huertas, 5.200 granjas, 1.500 promotores y beneficiar a más de 140 mil huerteros familiares.

Lamentablemente, el programa se discontinuó en 2016. En 2018 se intentó relanzarlo con un alcance más modesto y una misión de funcionarios de nuestro Ministerio de Desarrollo Social y dos ingenieros agrónomos del INTA se desplazó a Puerto Príncipe. Mantuvimos reuniones con diferentes agencias gubernamentales y extranjeras, como la española y el Programa Mundial de Alimentos. Se avanzó en un alcance acotado a la seguridad alimentaria de la primera infancia, de interés especial de la Primera Dama de Haití. Pero finalmente no llegó a concretarse nada hasta mi traslado a Buenos Aires, en septiembre de 2019.

La cooperación técnica bilateral, a partir de 2017, se limitó a un programa de Apoyo a los Derechos Humanos coordinado por el área de cooperación internacional de la Cancillería, que preveía una semana de actividades en Puerto Príncipe y otra en Buenos Aires, con asistencia de especialistas de ambos países y de las Naciones Unidas. Desconozco si existen planes para reactivar Pro Huerta, aunque lo deseo fervientemente. Todos los países con embajada en Haití (son 20 más la Nunciatura Apostólica) mantienen proyectos de cooperación. Hasta Panamá, el más pequeño de los siete países latinoamericanos con representación en Puerto Príncipe, tiene esos programas. En los gobiernos de Brasil y Chile, en los últimos años, se produjeron fuertes cambios de orientación política, de la centro-izquierda a la derecha, pero se mantuvo la cooperación técnica con Haití. También cooperan Cuba, México y Venezuela.

Como no me resigné fácilmente a abandonar la razón de ser primordial de nuestra relación con Haití, en 2019 intenté modestas formas de cooperación puntuales en lugares distantes uno de otro y de la capital. En marzo visité una escuela rural modestísima, llamada Don Diego de Villaguay, de 150 chicos muy humildes, cercana a la frontera con la República Dominicana. La escuelita surgió hace algunos años por iniciativa del Suboficial David Garcés del Ejército Argentino, un hombre con profundo sentido humanitario que prestó servicios en la MINUSTAH y pertenece a la comunidad adventista. No tienen casi nada, falta de todo. Pero entre la ciudad entrerriana de Villaguay —el pueblo y la intendencia municipal— y la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Haití, sostienen como pueden esa escuela que necesita hace tiempo, entre tantas cosas, un equipo electrógeno y algunas computadoras. Pasamos un par de horas inolvidables con mi mujer y los efectivos de GNA que nos llevaron. Dejamos alimentos para varios días. Los pocos maestros que enseñan en todos los grados, cobran un “sueldo” sólo cuando la comunidad de Villaguay envía dinero que se recauda en alcancías distribuidas en la ciudad entrerriana. Sino, enseñan igual. Los conocí. Me comprometí a conseguir algo de lo que pedían, mantuve reuniones semanas después, durante mis vacaciones en Buenos Aires, pero me fui de Haití sin poder regresar con alguna mejora. La comunidad de Villaguay sigue ayudando como puede y ya piensa en recibir algunos chicos, cuando terminen en esa escuelita, para aprender oficios y el idioma castellano con mate entrerriano. Apenas regresé trasladado a la Argentina, visité en esa ciudad a la Intendenta y a algunos medios de prensa.

En abril del año pasado, al regresar a Haití de mis vacaciones, visité la localidad de Corail, ubicada en el extremo sudoeste de Haití. En esa zona con malaria, a siete horas de camino tortuoso, se encuentra un hospital reequipado por la Argentina a través de la UNASUR. En 2013, fue rebautizado “Presidente Néstor Carlos Kirchner” por ese aporte. La entonces presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, mantuvo una teleconferencia con el anterior presidente de Haití, Michel Martelly, para referirse al acto. Si las dos banderas nacionales se encuentran en ese Hospital, atendido por médicos cubanos y haitianos, el embajador argentino debía conocerlo. Un diputado haitiano, perteneciente a la circunscripción de Corail, nos invitó a almorzar junto al director del hospital. Nos pidieron un equipo de odontología y paneles solares para la deficiente energía eléctrica. También me comprometí a hacer lo posible por conseguirlo. Pero me tuve que ir del país cinco meses después.

En la foto siguiente aparecemos mi mujer y yo en el hospital, junto a médicos cubanos y haitianos, alrededor del monolito con las dos banderas y el nombre del ex presidente argentino de 2003 a 2007.

Podría hablar de otros proyectos que suponen mejoras para un país tan vulnerable. Hasta el presidente de Haití, Jovenel Moïse, al despedirse de mí en el Palacio Nacional dos días antes de irme, me preguntó si sería posible conseguir asesoramiento para introducir vacas lecheras por inseminación artificial, a fin de iniciar una industria láctea que Haití no tiene y para que los niños más humildes tengan una copa de leche en las escuelas. Hoy no la tienen.

Si todo lo antedicho no puede conseguirse por la cooperación estatal, como se vio que no pudo ser, estoy seguro que hay instituciones argentinas que podrían colaborar.

La caridad bien entendida empieza por casa, dice un refrán. Nuestro país también tiene necesidades. Pero si nos quedáramos con el refrán, no existiría la cooperación Sur Sur.

No me faltaron ganas sino tiempo. Ojalá otros puedan conseguir lo que yo no pude. Pertenezco al Servicio Exterior y servir también es eso, en ese país entrañable. Algún día volveré a Haití.

 

* Diplomático de carrera, ex embajador argentino en Haití (2017-2019), licenciado y doctorando en ciencias políticas por la Universidad Católica Argentina.

 

Referencia

[1] TEJADA PÉREZ, Omar Martín. «Haití. Una gota de esperanza en medio del desastre, la adversidad y la burocracia. La historia de la reconstrucción de un orfanato», SAAEG, 16 de mayo de 2020, https://saeeg.org/index.php/2020/05/16/haiti-una-gota-de-esperanza-en-medio-del-desastre-la-adversidad-la-burocracia-la-historia-de-la-reconstruccion-de-orfanato/ 

NEOPENTECOSTALES EN AMÉRICA LATINA: ¿DECLIVE DE LA POLÍTICA PÚBLICA O NUEVOS ACTORES POLÍTICOS DEL SIGLO XXI?

Marianna G. Abrámova*

 

Este artículo ha sido publicado en el Num.1, 2020 de la revista científica trimestral en español Iberoamérica, editada por el Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia (ILA ACR).

 

“Así cambian las cosas. Lo que ayer todavía era religión, hoy ya no lo es; lo que hoy pasa por ser ateísmo, será mañana religión”

Ludwig Andreas Feuerbach. La esencia del cristianismo, capítulo II

 

Introducción

Al inicio del tercer milenio volvió a plantearse el problema de la importancia de la religión dentro de las relaciones sociales. Después de triunfar la secularidad en el siglo XX, en el período postmoderno quedó claro que el pasado racional “deshechizo del mundo” no resultó el fin de la religión. Los retos del mundo globalizado han mostrado que la fuerza de la fe religiosa es directamente proporcional al nivel de inseguridad provocada por la rapidez de los cambios globales en todos los ámbitos de la vida social, y que los individuos han comenzado a crear para sí mismos sistemas pequeños de creencias nuevas que corresponden a sus deseos y experiencias. En tales condiciones de desintegración de las instituciones e ideologías tradicionales, ¿se puede hablar de la política como de un cierto proyecto público, una elaboración de un ideal social conveniente para la sociedad en su conjunto? ¿O en la época postsecular cada quién tiene su verdad y la individualización y subjetivización de la fe y de la esfera social en general han llevado a la desregulación de las prácticas políticas y ahora los individuos no tienen a quién delegar sus nuevas aspiraciones sociales?

Mapa religioso de la América Latina actual: cifras y hechos

Un ejemplo ilustrativo de tales procesos lo encontramos en una América Latina moderna, donde vive casi el 40% de los católicos del mundo. Sin embargo, si desde 1900 hasta 1960 el 90% de la población de los países de la región se consideraba católicos, según el estudio sociológico amplio efectuado en 2014, tan solo el 69% de los encuestados en 18 países latinoamericanos se identificaron dentro del catolicismo [1, p. 4]. En total, desde el año 1970 hasta el año 2014 el número de católicos en América Latina disminuyó el 23%, y el de evangélicos[1] aumentó el 15%, mientras que el número de ateístas alcanzó el 8% [2, p. 23]. Queda en evidencia que la Iglesia Católica pierde su monopolio religioso en los países latinoamericanos. El proceso de la llamada “evangelización” se entiende como la conversión del catolicismo a distintas corrientes protestantes tradicionales (luteranos, baptistas, metodistas, pentecostales) y neoprotestantes, representados en primer lugar por neopentecostales. El número de “evangélicos” difiere según el país. El menor es el de Paraguay (7%) y México (9%), el mayor, en Honduras y Guatemala (41%). En Nicaragua su número ronda el 40%, en Salvador 36%, en Brasil 26%; en Chile, Perú y Venezuela es del 17%, en Argentina y Uruguay 15%, resaltando este último país con el 37% de personas irreligiosas [1, p. 14].

Mientras tanto, según los datos del mismo estudio, el 65% de los evangélicos encuestados se definen como neopentecostales, los que se pueden considerar el grupo más numeroso entre los evangélicos de América Latina [1, p. 8]. Visto dentro de los países latinoamericanos, se dan situaciones diferentes en cuanto al número de neopentecostales: en la República Dominicana, Brasil y Panamá cerca de ocho de diez protestantes pertenecen a la denominación neopentecostal [1, p. 63]. Los índices en crecimiento constante los encontramos asimismo en Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador. El aumento no se observa en Paraguay y México. En Uruguay, Chile y Argentina sube el número de ateos.

¿Cuáles son las causas de la remodelación tan seria del mapa religioso del continente? Como la causa más común de la conversión al neopentecostalismo las personas encuestadas mencionaban el deseo de tener un vínculo más personal con Dios, cambiar el estilo del servicio religioso y encontrar una iglesia que preste más ayuda en la vida cotidiana. Después del Concilio Vaticano II (1962-1965) la Iglesia Católica disminuyó la atención a los aspectos espirituales de su actividad. “…Puede pasar que los fieles no encuentren, en los que desempeñan la actividad pastoral, aquel intenso sentimiento de Dios que deben transmitir con toda su vida”, escribió en 1992 el Papa Juan Pablo II [3]. La base masiva de la nueva religiosidad en América Latina forma la juventud hasta los 25 años [1, p. 5]. Los expertos señalan que los neopentecostales, a la hora de ser encuestados, siempre hacen hincapié en la moralidad, que ha sido exactamente decisiva al convertirse los católicos de ayer a la confesión nueva [2]. Originariamente, la base social del neopentecostalismo eran las capas sociales más pobres y marginales. Los hombres que se suman a esta iglesia a menudo dejan de beber, de jugar juegos de azar y de llevar una vida amoral, estando a la vez convencidos de que la esposa siempre tiene que obedecer al marido. Pero últimamente ha empezado a reclutarse también a los representantes de la clase media, entre ellos, médicos y juristas, que han formado sus propias comunidades eclesiásticas neopentecostales, en particular, en Brasil y Guatemala.

No se puede pasar por alto también las causas culturales de los procesos de “evangelización” masiva. El neopentecostalismo ha absorbido muy exitosamente la música latinoamericana. Los predicadores nuevos se parecen mucho a sus feligreses: a menudo no tienen educación y hablan con sus parroquianos en un lenguaje inteligible para ellos, se visten y comportan como los miembros de la comunidad. Es justamente por eso, que muchos de los predicadores en Guatemala son indígenas maya y en Brasil, afrobrasileños. De lo contrario, en la Iglesia Católica, la mayoría de los curas pertenece a la élite, son blancos o mestizos, a la vez muchos de ellos se envían a América Latina directamente desde Europa en calidad de misioneros. Otro error de la Iglesia Católica que resultó en beneficio del neopentecostalismo en América Latina es la presencia deficiente de los eclesiásticos entre la población: en promedio es un clérigo por 26.000 personas. A su vez, esto favorecía la práctica del eclecticismo religioso constante en Latinoamérica. Los más populares hasta hoy día, son los cultos místicos como la umbanda (Brasil), candomblé (Uruguay), vudú (Haití y la República Dominicana), la santería (Cuba), rastafarismo (Jamaica y las islas del Caribe) y unos cuantos más. Tal integralismo religioso encajó muy armónicamente en los métodos mágico-ocultistas del zombeamiento religioso durante las oraciones colectivas neopentecostales.

“Teología de la prosperidad”: ¿una renovación o pseudoreligiosidad?

Teniendo más de 340 millones de seguidores en todo el mundo[2], la mayoría de los cuales vive en América Latina y África [4], el neopentecostalismo (o el “Movimiento de la Palabra de Fe”) actualmente es la denominación (pseudo)cristiana con el más rápido crecimiento. Los predicadores más conocidos del neopentecostalismo mundial son John Avanzini, Kenneth y Gloria Copeland, Benny Hinn y J. Rock Lee. A pesar de que los expertos subrayan la diferencia de los neopentecostales respecto a otras comunidades religiosas protestantes, sobre todo, las tradicionales [5, p. 15], señalemos que los fundamentos de su doctrina se encuentran en el principio protestante principal: la salvación por medio de la fe personal. Por otra parte, algunos autores consideran el neoprotestantismo en general como “una forma culturalmente neutral del cristianismo” [6, p. 185], lo que supone que se hace atractivo para los representantes de grupos étnicos diferentes que, al haber renunciado a la dura identificación de entia y tradiciones, construyen una nueva identidad religiosa basada en los valores morales universales. De tal manera surgió una identidad religiosa supranacional, cuya esencia se concentra en la “teología de la prosperidad”.

Los neopentecostales, fueron los primeros que lograron crear el “pop cristianismo” de masas para la sociedad de consumo de la cultura televesiva masiva: en Brasil operan cuatro cadenas de televisión 24 horas que transmiten en directo los rezos multitudinarios con música, bailes, show predicadores a los que ya se acostrumbró a llamar “teleevangelistas”. Psicológicamente peligrosas son las prácticas de las “caídas en el espíritu”, “risa santa”, “oración con sufrimiento de dolores de parto” y otras prácticas de histeria severa comunes en las congregaciones neopentecostales.

En el primer Congreso Evangélico Latinoamericano (CELA I) en Buenos Aires en 1949 se adoptó el documento que definía el trabajo para crear el “Cristianismo Evangélico” en la región como una tarea primordial. Los primeros conversos eran los enfermos en las leproserías de Amazonas, personas indigentes, indígenas analfabetas y africanos descendientes de esclavos. En Guatemala, que ahora es el líder en el número de neopentecostales en Latinoamérica, la llegada en 1959 del pastor canadiense Norman Parish (1932-2017) dio comienzo a la tendencia. Él fundó la Iglesia El Calvario, en la que desde el inicio se introducían las innovaciones tecnológicas y litúrgicas (guitarras eléctricas, tambores y bailes)[3]. Las élites latinoamericanas en aquel entonces eran católicas, ya que el catolicismo era una parte de su identidad cultural y nacional. En 1961, en el Segundo Congreso Evangélico Latinoamericano (CELA II), se estableció que el término “Iglesia Evangélica” se usaría en América Latina con referencia a las corrientes y organizaciones protestantes ya existentes y nuevas [2, p. 16].

El auge del neopentecostalismo se produjo en los años 1990 y 2000. El postulado central del neopentecostalismo son los dones espirituales o carismas (dones o bienes de Dios) que le dan al fiel la posibilidad de encontrar la fuerza y el poder para conseguir que se cumplan en este mundo sus deseos más profundos. Dios se reduce a la fuente impersonal de una fuerza mágica debido a la cual un neopentecostal debe prosperar en todos los ámbitos de la vida. El 56% de los neopentecostales en Brasil y el 91% en Venezuela están tienen la certeza de que Dios asegura el bienestar material de los fieles [1, p. 68].

Si para los protestantes tradicionales de la generación de los 60s y 70s las ideas religiosas predominantes eran el sufrimiento, la ascesis y el pecado, la generación de los 90s (neopentecostales) creció con ideas del deleite, eliminación del dolor y de la teología de la Resurrección [7, p. 121]. Ésto fue la causa de una amplia popularidad de su “teología de la prosperidad”: el neopentecostal debe ser rico, sano, próspero y dichoso. Si una persona no lo es, ésto evidencia claramente que su fe no es auténtica. Aquí ponemos un ejemplo ilustrativo de una predicación en congregaciones colectivas de neopentecostales: “Ustedes tienen la fe por un dólar y piden algo por 10.000 dólares, y esto no funciona. Ni funcionará… Supongamos que yo quiero conseguir un Rolls-Royce, pero no tengo más fe que para una bicicleta. ¿Qué piensan que voy a recibir? ¡Por supuesto, una bicicleta!” [8]. Los problemas en la vida son ocasionados por la acción de los demonios, por eso la tarea principal de un neopentecostal es librarse de éstos y abrir el camino hacia la prosperidad, la riqueza, etc. Exorcizando demonios, el famoso telepredicador de los años 90 John Wimber exigía que dijeran sus nombres que sonaban como “Lujuria”, “Fealdad,”, “Glotonería” y “Voluptuosidad”. A menudo esto está acompañado de tales fenómenos como caídas, gritos, gemidos, respiración dificultosa, etc [9]. Esta sustitución de las bases teológicas cristianas por la ideología consumista se presenta como el reto más serio en toda la historia del cristianismo tradicional. El neopentecostalismo predica un “buen negocio” en el que Dios se reduce a una especie de “pez dorado” que cumple obedientemente cualesquiera deseos de los creyentes [10]. 

Los neopentecostales en los procesos políticos de América Latina en el inicio del siglo XXI: de marginales a actores políticos

Más aun difieren las posturas de los protestantes tradicionales y neopentecostales hacia la política. Para los protestantes tradicionales en los 60-70 era propio un escapismo político, ellos ignoraban las campañas electorales ya que la comunidad religiosa se contraponía al estado como el engendro de las fuerzas oscuras, de la pecaminosidad del ser humano. En la “teología de la prosperidad” neopentecostal el mundo es un sitio que hay que conquistar y no escapar de él. Por eso las comunidades nuevas están orientadas a reconstruir la vida social y política de la sociedad moderna sobre la base de los valores religiosos bíblicos, así surge la corriente del “reconstruccionismo” [2, pр. 42-43]. Los nuevos creyentes plantean un nuevo proyecto público, en el que los valores morales tienen un significado preponderante. Desde luego, lo propiciaron también ciertos factores objetivos. En los años 2000 en el movimiento neopentecostal se insertó la juventud que buscaba su sitio en nuevas condiciones de la economía global de mercado; aparecieron lemas “reestructurar el país sumergido en el pecado”, hacerlo “un país de Dios”, formar “un gobierno cristiano”, derogar “leyes impías”, imponer un control religioso sobre el sistema de enseñanza, educación y medicina.

¿Que es inconveniente para los neopentecostales en las relaciones sociales modernas? Los neoprotestantes son más conservadores que los católicos latinoamericanos en cuestiones de la “agenda de género”. Del 60 al 66% de los católicos apoyan los medios del control de la natalidad y el divorcio, son más tolerantes que los protestantes hacia el aborto, los homosexuales, el sexo fuera del matrimonio y el consumo de alcohol [1, pр. 24-25]. Al mismo tiempo más del 80% de los neopentecostales se pronuncian en contra de matrimonios homosexuales y más de dos tercios están a favor de prohibir abortos y divorcios [1, pр.71, 74]. Los antiguos católicos, conversos al neoprotestantismo, dicen que buscaban una iglesia que “dé más importancia a la vida moral” (lo dijeron en promedio el 60% de los ex católicos) [1, pр. 38].

El proyecto político público de neopentecostales incluye una cristianización total de la sociedad, sacralización de las instituciones sociales y relaciones públicas, habla de la creación de un “gobierno cristiano” [11]. Esta idea está basada sobre las concepciones teocráticas, escatológicas y mesiánicas de los neopentecostales, apela al sentimiento de insatisfacción con sus condiciones económicas y sociales, que empeoraron notablemente después de las décadas liberales de reformas del mercado y causaron un giro a la derecha en los países de América Latina [12, р. 39].

Sería lógico que los neopentecostales debieran actuar durante las elecciones en un frente unido y votar por sus candidatos pastores. Sin embargo, por el momento esto no ocurre. Un ejemplo llamativo de ello es, otra vez, Guatemala. En 2011 Harold Caballeros López, un pastor famoso, fundador de la iglesia neopentecostal El Shaddai, quien formó una coalición religiosa de partidos y grupos políticos y se postuló a la presidencia de la república. A pesar de su campaña electoral activa logró tan solo un 6,24% de votos [2, р. 48]. Lo mismo pasó en Brasil en 2010 y 2014, cuando la evangélica radical Marina Silva, al presentar su candidatura presidencial, no pudo subir más del número tres en la carrera. Muy remarcable es la experiencia de creación de un partido religioso en Argentina, donde se observó una derrota de los neopentecostales en las campañas electorales de 1993, 1994 y 1995. El investigador principal argentino H. Wynarczyk señala con razón que “las personas en sectores populares puede inducirlas a ser, simultáneamente, pentecostales y votantes del peronismo” [13, р. 57].

Jimmy Morales, presidente de Guatemala

No obstante, ahora la situación está cambiando. Así, la victoria en 2015 en las elecciones presidenciales en Guatemala de un evangélico, profesor de teología y ex actor, Jimmy Morales, y el triunfo en 2018 de un ex militar cercano a los evangélicos, Jair Bolsonaro en Brasil atestiguan una etapa nueva de participación de neopentecostales en los procesos políticos del continente. Cabe destacar que Jimmy Morales y Jair Bolsonaro no se posicionaban como evangélicos “puros”: su lema principal era la lucha contra el sistema podrido de corrupción. Considerándose un “ejército triunfante de Dios”, los predicadores radicales neopentecostales llaman al derrocamiento del corrompido estado actual y proponen la candidatura de Dios al presidente: “El hombre unido a Dios en un vínculo de amor, no necesita ser gobernado por otros seres humanos, sino solo por Dios” [14, p. 28]. Entonces, tal sociedad será libre de corrupción. De esta manera el proyecto de reestructuración de la sociedad conforme a la moral conservadora religiosa se hizo una alternativa al proyecto liberal de globalización de mercado. Empero, en América Latina el actor principal de dicho proyecto es el así llamado “pueblo evangélico” en general, sin diferencias étnicas ni nacionales. En este contexto, en Latinoamérica, empezó a formarse una identidad nueva, para la cual la agenda de moralidad —expresada a través de la religión— es predominante.

Jair Bolsonaro, presidente de Brasil 

Este proceso será prolongado, variable según el país, y por eso los líderes religiosos nuevos, al salir a la arena política de sus países, usan una amplia gama de herramientas y mecanismos para conquistar al electorado. Los neopentecostales involucran a los pintores, actores y deportistas renombrados que, en ocasiones, no comparten sus conceptos teológicos pero empiezan a posicionarse como cristianos. El ejemplo más reciente es la participación del cantante, presentador y miembro del partido Restauración Nacional Fabricio Alvarado en las elecciones presidenciales de Costa Rica en 2018. Jair Bolsonaro cambió siete partidos antes de afiliarse, justamente en vísperas de las elecciones de 2018, al Partido Social Liberal, apoyado por diversas comunidades neopentecostales [15]. La inconsistencia política la muestra también una de las líderes políticas no solo de Brasil, sino de todos los neopentecostales latinoamericanos, Marina Silva, que fue parte del Partido Comunista, del Partido de los Trabajadores, del Partido Verde y del Partido Socialista Brasileño y ahora fundó su propio partido, Rede Sustentabilidade. En la cultura política de los países de América Latina surge también un fenómeno absolutamente nuevo que obviamente tiende a propagarse de forma amplia dentro de los procesos políticos futuros. Es la aparición, en calidad de líderes políticos nuevos, de las esposas de pastores evangélicos, lo que se nota especialmente en los países de América Central y Brasil.

Modelos subregionales de participación de la “teología nueva” en los procesos políticos de América Latina

Tomando en consideración diferentes formas y mecanismos de participación de los neopentecostales en la política, se puede destacar tres modelos principales subregionales: centroamericano, sudamericano y brasileño.

En el marco del primer modelo, aparentemente, sería más probable la creación de partidos religiosos separados o frentes políticos que unirían distintas comunidades evangélicas. La causa principal de tal posición de los neopentecostales consiste en su predominancia numérica en el momento actual: en Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala su número supera el 40% de todos los creyentes. En Guatemala, por ejemplo, en las elecciones presidenciales un candidato evangélico ganó tres veces (en 1982, 1991 y 2016). La última campaña presidencial en Costa Rica (2018) evidencia que tales escenarios pueden hacerse una realidad. En este país, de un sistema democrático muy firme y con tradiciones del sistema bipartidista, apenas llegó al poder un neopentecostal radical con un programa religioso de valores. Los expertos están convencidos de que la causa de tal éxito fue la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto a la legalización de matrimonios homosexuales [16]. Una situación parecida se está desarrollando en Panamá donde, después de aprobar en el año 2016 la ley liberal sobre la educación sexual en las escuelas, los neopentecostales, al haber formulado su programa de interdictos morales, se hacen actores políticos principales del país, aunque sin haber logrado por el momento una ventaja numérica. Por otro lado, los católicos en estos países son principalmente partidarios de comunidades carismáticas, lo que los acerca extraordinariamente a los neopentecostales. Esto hace posible que los católicos y neopentecostales se unan en torno a una agenda orientada a las cuestiones morales y la familia, lo que puede llevar a una dirigencia indirecta de tales coaliciones por líderes evangélicos. En América Central, lo más probable, en los próximos años, es que pueden aparecer presidentes evangélicos que se unirán a evangélicos de diferentes corrientes y a católicos carismáticos en su oposición a la ideología liberal de género [2, р. 83].

El segundo modelo que se podría llamar sudamericano, tiene que ver más con la estrategia de alianzas y coaliciones políticas que de partidos particulares y frentes. En esta región, hasta hoy día, no se han logrado consolidarse partidos evangélicos exitosos. Aquí no se presentó ni un solo candidato evangélico que se encontrara cerca de una victoria en las elecciones presidenciales. Partiendo de tal realidad política, los evangélicos sudamericanos prefirieron participar en difirentes partidos políticos ya existentes y poseedores de un electorado tradicional. En el marco de tal táctica los neopentecostales lograron conseguir que en casi todos los partidos de izquierda y derecha hay evangélicos, lo que les posibilitó tener sus representantes propios en parlamentos nacionales. En estos países la “agenda de género” en defensa de los valores cristianos no fue un tema principal de las campañas electorales. Esto se explica en parte con que las leyes de aborto o matrimonio entre personas del mismo sexo ya están aprobadas, por ejemplo en Chile y Argentina [17, р. 49]. La situación en México, a su vez, también tiene su especificidad lo que acerca el país al modelo sudamericano. En este país, en 2018, el candidato presidencial de izquierda Andrés Manuel López Obrador fue apoyado por el sector evangélico, el Partido Encuentro Social (PES). [18, р. 14] Tales coaliciones políticas nuevas hacen posible suponer que la interacción entre la religión y política incluso en México tenderá a fortalecerse.

El tercer modelo, el brasileño, es una combinación del primero y el segundo: aquí se utiliza tanto el propio partido religioso como una “fracción evangélica” dentro de los partidos políticos. El problema serio de los evangélicos brasileños actualmente es su fragmentación y hasta su enemistad; si lograran unirse, se harían el partido religioso más grande de Brasil. Sin embargo, por ahora utilizan el instituto de la “bancada evangélica” en el Congreso, donde por muchas cuestiones votan de forma consolidada con los congresistas católicos o con los que representan regiones rurales. Ellos representan 26 comunidades evangélicas distintas y pertenecen a 23 partidos políticos diferentes [2, р. 86]. De tal manera, en perspectiva cercana en Brasil serán utilizados ambos formatos de participación política de neopentecostales.

Conclusión

El triunfo de la secularidad no ha llevado a la desaparición de la religión. Al contrario, la así llamada “agenda de género”, avanzando desde los países del “vellón de oro” del norte al sur chocó en América Latina contra un obstáculo inesperado en forma del neoprotestantismo que simboliza el rechazo a los matrimonios homosexuales, al aborto, a la eutanasia, a la educación sexual temprana, etc. Los neopentecostales dan respuestas conservadoras a las cuestiones candentes, utilizando al mismo tiempo tácticas psicológicas inapropiadas. Por otro lado, sus proyectos económicos no se distinguen por novedad. Criticando el mercado liberal, ellos propagan los mismos mitos de riqueza y prosperidad, negocio y ganancia. Así, el presidente hondureño actual Juan Orlando Hernández, representante del conservador Partido Nacional de Honduras, es apoyado por la Confraternidad Evangélica de Honduras (CEH) e implementa una política económica liberal, que ha empeorado la situación económico-social, lo que, en combinación con la acentuación del enfrentamiento político y crecimiento de la violencia dio impulso al éxodo migratorio de población [19, р. 90].

En condiciones de la propagación global del absentismo político y de pérdida por parte de los partidos políticos tradicionales de sus bases ideológicas, cuando la diferencia entre la izquierda y la derecha se está desdibujando cada vez más, son las instituciones religiosas las que ganan mayor popularidad y resultan buscadas políticamente. Las agendas “morales” se convierten en agendas “políticas”, y esto se ha hecho una herramienta que ha reiniciado los procesos políticos por todo el mundo. Los países de América Latina van a la vanguardia de dichos procesos.

* Ph.D. (Historia), profesor titular (abramova-m@mail.ru). Facultad de Ciencias Políticas. Universidad Estatal Lomonósov de Moscú, Federación de Rusia.

Bibliografía

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Referencias

[1] Dentro de este término en América Latina se incluyen tradicionalmente múltiples comunidades protestantes y neoprotestantes de orientaciones diferentes. En el presente artículo nos atenemos a tal interpretación. 

[2] Además de América Latina, el neopentecostalismo se difunde a gran escala en India, Corea del Sur y Rusia.

[3] De esta iglesia más tarde provinieron los líderes famosos del neopentecostalismo guatemalteco: Jorge H. López, fundador de la iglesia Mega Fráter (1978), Luiz Fernando Solar, que fundó la Iglesia de Jesucristo la Familia de Dios (1990), Harold Caballeros López, creador de la iglesia El Shaddai en el año 1983. Probablemente el más conocido en el momento es Carlos “Cash” Luna, quien abrió la Iglesia Casa de Dios en 1994.

Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales

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