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TIRAR CON LA PÓLVORA DEL REY

F. Javier Blasco*

“Disparar (o tirar) con pólvora del Rey” es una frase bastante antigua y de uso muy frecuente, fundamentalmente, en el ámbito político. Expresión, que se suele utilizar cuando alegremente y sin reparo, se emplean muchos recursos ajenos para cubrir cualquier necesidad social, casi siempre en busca de réditos políticos y sobre todo, si el gasto se realiza aunque suponga un gran estipendio.

Es muy frecuente y relativamente sencillo ver que muchos cargos públicos emplean dichos gastos extraordinarios, que no le son propios, en novedosas y costosas iniciativas o para cubrir exigencias no programadas. Gastos, que ni siquiera pueden salir del remanente presupuestario y que para costearlos, es necesario recurrir al patrimonio ajeno con el consiguiente costo y riesgo para los que finalmente los deben sufragar.  

Supongo que etimológicamente esta frase entró en el acervo popular porque allá en tiempos pretéritos, los reyes europeos pasaban la mayor parte del tiempo guerreando por notoriedad, envidias contraídas, cubrir ambiciones personales, buscando la expansión de sus territorios o por distraerse sin más; sin importarles el hecho de que las guerras en si mismas, así como el empleo o mantenimiento de las tropas tras ellas, nunca ha sido cosa barata y pudiera darse en caso, de que algunos incautos pensaban que era el Rey quien los costeaba de sus arcas personales, sin caer en la realidad por la que siempre es al pueblo liso y llano al que, con mucho esfuerzo y gran sacrifico personal, le tocaba rellenar dichas arcas cuando estas se quedaban vacías demasiado frecuentemente.

Esta tradición y falsa expectativa de solucionarlo todo a lo grande, muy usada antaño y por desgracia, arrastrada hasta nuestros días aunque no se guerree con tanta frecuencia e intensidad, se viene usando con mayor frecuencia, por gobiernos de izquierdas; variopintas coaliciones o asociaciones de países que por contagio o por no quedare atrás, contraen compromisos, a falta de auténticos expertos, sin evaluar sus costes reales y sin conocer el verdadero alcance de las decisiones de tipo económico, social e industrial que, por separado o en coalición, se adoptan con relativa alegría y que en breve, dada su intensidad o gravedad se vuelven contra la política adoptada como un gran y peligroso boomerang.

Es el caso de la inusitada alegría mostrada, sobre todo en Europa, por y para la adopción de drásticas y sangrientas medidas —sobre todo para el bolsillo del contribuyente— en referencia a las necesarias y obligatorias actuaciones individuales y colectivas a adoptar para “hacer frente o evitar los desastres que propicia el nocivo y creciente cambio climático por la abusiva acción del hombre” principalmente, en lo concerniente a la importante reducción en la emisión de dióxido de carbono (CO2).

Tradicionalmente, los grandes productores de este componente químico como China, Rusia, La India y EEUU y alguno más de menor entidad, se vienen resistiendo al embriagador impulso del resto del mundo en aceptar los compromisos que vienen arrastrándose de las pasadas cumbres sobre el cambio climático en Kioto, Madrid o París y algunas otras más.

Aunque algunos han cambiado un tanto su actitud, muchos, siguen sin dar su brazo a torcer totalmente dado que la alternativa al uso del carbón o el gas —en un mundo en el que queda muy bonito y progre declararse “no nuclear” y cerrar las pocas y restantes centrales de este tipo, aunque sea muy “limpia”— es realmente muy costosa, dependiente de variables e incontrolados factores climáticos (viento, sol y lluvia), claramente insuficiente para cubrir las necesidades totales, aún funcionando todas ellas al unísono y a pleno rendimiento; cosa que nunca ocurre, por lo que resultan incapaces de suplir con garantías todo lo que producen los elementos que se pretende cerrar.

En el viejo Continente, la muy joven e inexperta Europa, con la Alemania de Merkel a la cabeza (quizá para evitar que la oposición le comiera la tostada a su partido a la hora de retirarse), lleva años tirando del carro de lo verde, cerrando gran parte de sus centrales nucleares (no así en Francia) y dando pronta fecha de caducidad a las restantes centrales del mismo tipo. España, como siempre, ha sido arrastrada por la alemana modalidad.

Mientras tanto, y en espera de alguna otra alternativa en ciernes como las centrales de fisión nuclear, en algunos lugares aún se mantiene el pernicioso y costoso uso del carbón para evitar su gran dependencia de la fluctuante, tanto en cantidad como en precios, importación del gas ruso o argelino con el que enfriar sus calurosos lugares turísticos o calentar sus fríos hogares y mover su gran industria mediana y pesada.

Inicial impulso aquel, del que los alemanes ya comienzan a arrepentirse o a calcularlo algo mejor; porque, como listos y buenos calculadores que son, han echado cuentas y empiezan a temblar al ver la que en breve se les avecina para sufragar los costos de la energía por el pago del CO2 emitido según la normativa europea; aunque, para evitar entrar en una espiral de precios como en España, Italia o Portugal, ya llevan tomadas ciertas medidas sobre los grandes impuestos nacionales que la encarecen.

En España, país en el que estamos acostumbrados a la chapuza u ocurrencia del momento, al parche mediático aunque poco meditado o improvisado y a hacer las cosas mal con demasiada frecuencia, nos encontramos en este aspecto en una situación de caos y crisis total. Situación, que supone un hándicap para un gobierno que se pasó bastantes años en la oposición criticando a su antecesor porque la política energética de aquel suponía un gran desencuentro con la sociedad tras subir, en aquellos tiempos, los precios en un pequeño porcentaje y se hartó de hacer vanas promesas de corregirlos seriamente y proteger a los más necesitados de tales desmanes. Promesas, que trató de cumplir nada más hacerse con el poder y que ha olvidado por completo en menos de dos años. A fecha de hoy, y al menos en la Comunidad de Madrid, decenas de miles de familias siguen sin percibir en este 2021 una de las ayudas prometidas por el Gobierno de Pedro Sánchez, el Bono Social Térmico.

Resultado, el precio de la luz, impulsado por diversos factores endógenos y exógenos, es hoy en día cuatro veces más caro que cuando ellos prometían la arcadia energética (en estos días el megavatio llegará a los 200 euros, y al alza, en su hora punta), sube a todos por igual y no respeta ni a los ciudadanos que viven de un pequeño sueldo, una subvención o una pensión, ni tampoco a las pequeñas o medianas empresas, ni a las grandes industrias que consumen grandes cantidades de energía; por lo que incrementos tan importantes como los presentes, suponen una subida de sus precios de producción difíciles de absorber a costa de los cada vez, más reducidos beneficios de las industrias energéticas.

Por si fuera poco, a los mayores costos mencionados hay que añadir el gran incremento del coste de los derivados del petróleo (líquidos y gaseosos) lo que supone un encarecimiento indirecto de los precios de la producción de energía eléctrica y repercuten directamente en los del transporte, mantenimiento del ciclo del frio, el almacenamiento de los productos y su misma distribución. En consecuencia, el IPC sube proporcionalmente a lo anterior, lo que influye directamente en la capacidad y el nivel de consumo de los ciudadanos y a corto plazo, en los compromisos adquiridos por el gobierno para el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios mínimos y pensiones en próximas revisiones. 

Sufrimos un gobierno que a pesar de confesar ser socialista y comunista hasta la medula, vive de, por y para los impuestos. Allá donde atisba un resquicio de donde sacar un céntimo al ciudadano y al pequeño o al gran empresario, se lanzan a su captura incumpliendo con ello su promesa de sólo freír a impuestos a los que más tienen; hoy en día, todos sufrimos su vorágine recaudatoria y sus sucesivos zarpazos.

Ha sido precisamente en el precio a pagar por la energía (de cualquier recibo de la luz, la Hacienda pública recauda casi el 60% de su importe) y de los carburantes, que no por su valor real, donde el gobierno ha encontrado uno de sus mayores filones recaudatorios. Impuestos que, unos son heredados, otros nuevos y la mayoría como resultado de concesiones o pagos a cuenta de ofertas anteriores para imponer determinados cambios en la forma de obtener la energía.

A pesar del enorme bocado que llega a las arcas del Estado por este concepto y en lugar de reducirlos a límites más razonables, tras muchas presiones, tiras y aflojas, el gobierno ha optado por un doble juego; bajarlos temporalmente —cómo mucho hasta abril del año que viene para volverlos a recuperar trascurrida dicha fecha— y meterle un palo a los beneficios de las empresas eléctricas quitándoles una serie de ingresos (posiblemente también temporal), que por cierto, habían sido pactados con ellas hace años a cambio de diversas y costosas inversiones y modificaciones en la red para hacerla más competitiva por su actualización y mayor eficiencia.

Como todo lo que suele vendernos el gobierno y sobre todo, su presidente, no solo gira en el entorno de la mentira, casi siempre es provisional, lo suele rectificar y se encuadra en los parámetros de lo que se conoce como “el pan para hoy, pero el hambre del mañana” porque al ser temporal su aplicación, la vuelta a los mismos parámetros transcurrido cierto tiempo, supone simplemente un traslado en tiempo del mismo problema sin haberlo solucionado.

Por otro lado, toda drástica e hiriente medida adoptada contra lobbies o empresas multimillonarias, enlazadas con fuertes inversores o importantes entidades bancarias afincadas en diversos territorios con tendencia al independentismo o la autosuficiencia, legislada de forma precipitada, populista, drástica, en caliente y sin escuchar a todas las partes implicadas, puede y debe tener repercusiones inmediatas o a corto plazo en la estabilidad económica, la seguridad jurídica a futuro, e incluso, también en la estabilidad parlamentaria, dado que aquellos territorios y los partidos políticos de corte nacionalista o separatista que los gobiernan, son contrarios al interés general del Estado, muy recelosos de las empresas en ellos afincadas y hasta, como sucede en este caso, forman parte sustancial de la alcayata en la que se apoya el gobierno de la nación para seguir adelante en su mandato o para aprobar sus necesidades legislativas.

El precipitado Decreto aprobado esta semana por el ejecutivo supone un mazazo a las eléctricas  a base de recortar unos 4.000 millones los beneficios a las eléctricas y dejar de percibir las arcas de Hacienda unos 2.000 millones de euros aunque será de forma provisional, ha tenido una rápida respuesta bursátil en los dos primeros días desde su publicación; dichas compañías ya habían perdido más de 7.500 millones en su cotización.

Todos los gobiernos populistas, que gastan a manos llenas un dinero que no tienen y tiran de dicho recurso como antaño se hacía con la pólvora del Rey, acaban encontrando en esto su talón de Aquiles por lo que, tarde o temprano, los imprudentes y felices tiempos del “pan y circo” se tornan contra ellos, porque al pueblo, por muy vago, comprado o con pocas luces que tenga, cada vez pide más pan y le gusta menos el circo.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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A PERRO FLACO, TODO SON PULGAS

F. Javier Blasco*

Refrán o dicho popular con el que se pretende indicar un hecho —desgraciadamente bastante frecuente en todo tipo de ámbitos sociales, económicos y políticos— que consiste en que las desgracias tienden a suceder, aumentar o acumularse con mayor gravedad en aquellos grupos, personas, países o empresas que previamente están debilitados, son muy vulnerables o se encuentran abatidos.

Es el caso de la OTAN, una Alianza que, bajo la tutela y total mecenazgo de EEUU, surgió tras la Segunda Guerra Mundial para proteger y defender a Europa de las garras del comunismo; que tras la caída del telón de acero, ha tenido que ir adaptando su misión, estrategias y zonas de acción; que por circunstancias varias ha ido ampliando el número de sus componentes hasta llegar a ser demasiado numeroso y muy dispar y, por lo tanto, difícil y a veces imposible de manejar para poner a todos de acuerdo, ya que sus decisiones se toman por unanimidad.

La organización donde las rencillas, los celos, determinados afanes de protagonismo o, por el contrario, un deplorable pasotismo y la unilateral transferencia de responsabilidades hacia el resto de los aliados, ha venido sobreviviendo hasta nuestros días con mucha dosis de voluntad y no sin grandes quebraderos de cabeza por la obsesiva tenacidad de algunos de sus miembros como Turquía, los recelos derivados del Brexit, la diversidad de opiniones, las constantes amenazas de Francia, el grave y casi generalizado incumplimiento de los compromisos en gastos en defensa, sus complicadas transformaciones para la adaptación o reducción de las estructuras de mando y control, así como su complicado proceso para la toma de decisiones.

La Segunda guerra del Golfo (2003), cuando EEUU y Reino Unido decidieron invadir Irak con el señuelo de la existencia de Armas de Destrucción Masiva, sin el respaldo del resto de los miembros y la fuerte oposición de Alemania y sobre todo de Francia, marcó el punto de inflexión y primera gran grieta, nunca cerrada, en la cohesión de la OTAN de las últimas décadas, cohesión que se había mostrado férrea o pétrea cuando Bush hijo invocó el Articulo 5 del Tratado tras los atentados del 11-S (2001).

Francia, con su chovinismo y arrogancia peculiares que siempre preceden y acompañan sus actuaciones y decisiones, ya venía arrastrando grandes disconformidades y amenazas de abandonar la estructura militar de la Alianza, tal y como ya hizo efectivo en 1966 con de Gaulle como presidente, aunque siguió perteneciendo a la misma. Cuarenta y tres años más tarde, con Sarkozy en el mismo cargo, se volvió a reintegrar en dicha estructura aunque manteniendo ciertas reservas para no ceder elementos clave como su capacidad de disuasión nuclear.

Es posible que las razones de aquel “desencuentro” estén en dos hechos fundamentales: su interés desde los primeros momentos en que la OTAN ampliara su actuación hacia el Mediterráneo y Oriente Medio y en las más que esclarecedoras palabras de de Gaulle: “Modificar la forma de nuestra alianza sin alterar el fondo” con las que justificaba su decisión que provenía del malestar porque consideraba una “subordinación” de Francia a una “autoridad extranjera”.

Por otro lado, “Francia será más fuerte e influyente. ¿Por qué? Porque los ausentes siempre se equivocan, porque Francia debe codirigir, más que seguir. Porque tenemos que estar ahí donde se elaboran las decisiones y las normas, más que esperar a que nos las notifiquen”, fue la explícita frase con la que Sarkozy anunciaba la reincorporación.

Paralelamente a esta “forzada o forzosa” reincorporación a la Alianza, Sarkozy también quiso recuperar el permanente sueño francés de darle un mayor protagonismo a la UE en la defensa de Europa. Francia ansiaba que una renovada y pujante UE, encabezada por ellos, se implicara mucho más en diplomacia externa, seguridad y defensa; una forma de aumentar su protagonismo.

Esta idea, rápidamente, encontró una clara resistencia en la Alemania de Merkel, quien a pesar de su carácter pacifista al ser obligado por Ley en aquellos tiempos, no quería perder protagonismo ni implicarse en hazañas, que desde el principio consideraba muy costosas, bastante difíciles de ejecutar de forma eficiente y en las que, sin duda, Francia pretendería tomar el mando para someter a Europa a sus deseos de “ordeno y mando” y sobre todo, a meternos por la fuerza sus materiales de defensa en detrimento de las muchas industrias del ramo existentes en casi todos los países de la UE.

El insistente y obsesivo pensamiento sobre la “utilidad” de la OTAN a ojos de los mandatarios franceses es patético y notable; así entre otras cosas, en noviembre de 2019, Macron declaró públicamente a la Alianza en estado de “muerte cerebral” por las actuaciones y amenazas de Trump y animó a Europa a impulsar su unión estratégica.

Los problemas en la Alianza con protagonismo francés se han seguido sucediendo con varios miembros y así, en julio de 2020, París apeló a la OTAN tras un incidente naval, acusando a Ankara de haber atacado una de sus fragatas durante un control de buques sospechosos de violar el embargo de armas con destino a Libia, hecho que Turquía negó automáticamente.

Tras mostrar su descontento, Francia exigió “que los aliados reafirmaran solemnemente su adhesión y su compromiso al respeto del embargo de armas” en dicho país. También solicitó un mecanismo para solventar mucho más rápido los conflictos que el que estaba en vigor en aquel momento.

A pesar de las reticencias, pocos pros y muchas contras al sueño francés sobre Europa y su defensa, París usa cualquier motivo, situación de crisis o mínima tensión para poner de nuevo sobre el tapete la creación de una unidad militar europea —sin definir ni dimensionar— e independiente del actual y poco rentable Euro Cuerpo, asentado en Estrasburgo y que tras bastantes años de existencia ha demostrado ser una maquina muy pesada, difícil de mover por falta de medios para ello, con muchas restricciones de empleo y sin una unidad de doctrina que lo haga eficiente y rápido para todos sus miembros.

Sus recelos y temores se han incrementado más, si cabe, a raíz del Brexit. París siempre ha considerado a Londres como un aliado poco fiable a pesar de ser vecinos y enlazados por un importante cordón umbilical. Saben que los “primos” de EEUU siempre están dispuestos a girar sus miradas al otro lado del charco y seguirles en sus hazañas tal y como viene siendo norma durante muchas décadas. Se lanzaron juntos en Afganistán creando una misión aparte de la OTAN, invadieron también juntos Irak a pesar de las reticencias de los demás y ahora acaban de anunciar una alianza con Australia (AUKUS por las siglas en ingles de los tres).

Antes de la presente crisis a raíz de los submarinos a vender a Australia, aparecieron grandes fricciones y de nuevo, propuestas de la “Europa guerrera” como consecuencia del reciente, apresurado y vergonzoso fracaso de la misión y retirada de EEUU y de la OTAN de Afganistán, retirada realizada sin coordinar, al grito de “tonto el ultimo”, y la que de haberse hecho como debería —tiempo hubo tras veinte años de duros y sangrientos combates— no se habría abandonado a tantos civiles y sus familiares que ahora son perseguidos allí por haber colaborado con los países que intervinieron y, por supuesto, no es para ponerse ninguna medalla, tal y como algún insensato político ha hecho apresuradamente.

La súbita y sorpresiva aparición de AUKUS orientada a parar los pies a China en el Pacífico y en el Índico y su primera consecuencia, la anulación de un mega contrato francés para fabricar submarinos de propulsión a gasoil para Australia y sustituirlos por otros atómicos de fabricación norteamericana, ha sido el detonante para que Francia se sintiera cómo aquel joven al que le birlan la novia la noche de su despedida de solteros.

Sentirse y asegurar que han sido “atacados por la espalda” —tal y cómo varios ministros del gabinete de Macron definen la situación— por EEUU, no es más que la exagerada y absurda reacción de un país chovinista que quiere tomar las riendas de Europa tras la salida del Reino Unido y la inminente retirada de Merkel, que tiene una gran industria de armamento y que debe dar salida a sus muchos productos como sea.

El que ante tal situación haya llamado a consultas a sus embajadores en Camberra y Washington, quieran trasladar este problema a la OTAN poniendo en peligro su estabilidad y continuidad y aprovechar la circunstancia para volver a amagar con la necesidad de crear una fuerza europea, lo suficientemente potente para defender al continente al margen de la OTAN, no son más que salidas de pata de banco, rabietas de un niño mal acostumbrado y mimado o simplemente, una maniobra de distracción para tratar de alcanzar una posición de ventaja ante la posibilidad de renegociar el mencionado contrato o buscar un equilibrio a cambio de tamaña pérdida durante la inminente cumbre de la ONU, en la que, sin duda, el tema será tratado por los principales dirigentes occidentales.

Cómo bien es sabido, en EEUU a pesar de los cambios de orientación en las doctrinas de los presidentes que se suceden en el poder, la política internacional y la estrategia nacional no suelen sufrir grandes cambios, todo lo contrario a lo que ocurre en otros países en los que sus gobiernos viven de la revancha y el oportunismo.

Los presidentes norteamericanos, salvo honrosas excepciones, mantienen las líneas maestras definidas por sus antecesores en dichos temas, a sabiendas de que sus órganos de inteligencia y de mando y control de sus importantes fuerzas armadas, a pesar de los errores que de vez en cuando dejan patentes, no se suelen lanzar a la aventura de un cambio radical en geoestratégia.

Desde hace años algunos venimos insistiendo en que EEUU tiene otros intereses más importantes en cartera que la OTAN y Oriente Medio. Ya desde el mandato de Obama y hasta un poco antes, conocemos que últimamente les preocupan otros asuntos como el dominio del Ártico, las Fuerzas Aeroespaciales y evitar que China le releve en el liderazgo mundial y, sobre todo, le coma la tostada en el Pacífico y el Índico.

Para ellos la OTAN ha pasado a un segundo plano, de ahí su insistencia en que sea más autosuficiente y menos dependiente de las fuerzas y dineros norteamericanos. Oriente Medio y sus áreas vecinas como Afganistán es una zona demasiado grande, muy conflictiva, llena de gallos locos dispuestos a ir a la guerra o envolverse en la bandera del terrorismo y el yihadismo para obtener sus objetivos y propósitos.

Europa, sin el Reino Unido de su lado, con una OTAN capi disminuida y constantemente bombardeada por los inalcanzables delirios de grandeza franceses, se deberá resignar a ser un convidado de segunda en una OTAN que, necesariamente y con bastante urgencia, debería reorganizar sus objetivos, misión y áreas de interés e influencia.

Francia seguirá lanzando sus interesadas peroratas y propuestas con fines industriales y de “Grandeur” o protagonismo y la UE, mientras mantenga a su actual Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell —que entra al trapo en cualquier tema a nada que le enseñen un pañuelo verde en lugar de un capote rojo— seguirá hablando o semi secundando las propuestas francesas a sabiendas que no encontraran mucho respaldo en unos gobiernos que se estrenan, ni otros que deben capear grandes y profundas crisis o aquellos que tienen por norma mirar para otro lado y contentarse con cualquier cosa, siempre que le den réditos electorales.

La AUKUS seguirá su camino de formalización, asentamiento, engrandecimiento, desarrollo y compromiso, admitiendo la entrada a nuevos socios de la zona de interés, aunque es muy posible que la experiencia de la OTAN les sirva de lección y no sean tan permisivos a la hora de aceptar nuevos socios. Mientras China verá como contrarrestar esa “nueva amenaza” que le ha surgido sin esperarlo

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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AFGANISTÁN, PREVISIBLES DERIVAS Y SECUELAS. PARTE I.

F. Javier Blasco*

Hace unos días publiqué en este mismo medio un trabajo titulado “No hay dos sin tres, ni ninguna paz es duradera”; con él pretendí analizar a vuela pluma los prolegómenos, fundamentos y la evolución final de la guerra en Afganistán y la consiguiente crisis tras la puesta en efecto de los planes norteamericanos, pactados con los talibanes, para abandonar el país tras casi veinte años de duros combates, con la implicación de la OTAN. La previsible extensión del tema y las consecuencias de la rápida y nefasta “solución” al conflicto, nos llevan a analizar las primeras consecuencias y la previsión de los efectos a futuro que este convulso movimiento ha propiciado y propiciará. Esta es la primera parte del documento resultante.

Casi en cuestión de horas, tras muchos años de férrea ocupación internacional, Afganistán ante el asombro y la incredibilidad de toda la Comunidad Internacional (CI) cayó de nuevo en manos de los talibanes —muchos de ellos de nueva generación, que han nacido bajo la ocupación y de los que la mayoría nunca han abandonado el país— dando validez a la maldición sobre un hostil e ingobernable territorio al que tras las derrotas británica y rusa en los siglos XIX y XX, se le definió como “el cementerio de imperios”.

Los talibanes, precipitada, falsa o erróneamente calificados de “vencedores” por el representante de la UE para la política exterior, J. Borrell quien cada vez que habla, abre un conflicto, se apresuraron a restablecer su antiguo califato, aunque en esta ocasión y según los poco aireados acuerdos de Doha (septiembre 2020) pretendían aparecer disfrazados con un impostado y fugaz buenísmo, que han prácticamente abandonado en menos de cuarenta y ocho horas. Su postura se irá envileciendo y pronto se traducirá en más graves consecuencias nacionales, regionales e internacionales que las anteriores y, probablemente, marcarán importantes cambios mundiales para los próximos meses, años e incluso lustros, como poco.

Muchos se inclinan a pensar que la situación creada será muy similar a la retirada de EEUU de Vietnam; creo que se equivocan. Tras aquella caída se esperaba el bautizado como “efecto dominó” por el que a Vietnam le seguirían la mayoría de sus entonces inestables vecinos; pero dicho efecto no se produjo por diversas circunstancias y determinados aciertos parciales. En este caso, es muy posible que se produzca, aunque con matices diferenciadores; previsión basada en el grado de arraigo del existente despliegue talibán, de Al-Qaeda y de sus peculiares franquicias en la totalidad o una parte más o menos significativa de sus vecinos del centro y del sur de Asia como Pakistán, China, Irán y los tres tanes pro rusos bajo su paraguas (Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán).

Es de esperar que los intereses de dichos países y los importantes acuerdos comerciales de los talibanes con China, Rusia e Irán traten de impedir que estas ramas fundamentalistas proliferen hasta hacerse incontrolables, aunque es muy probable que conviertan la zona en un amplio santuario donde campen y se entrenen sin problemas los grupos yihadistas de diverso cuño que actualmente actúan en diversas partes del mundo, principalmente en África y Asia.

La crisis de autoridad regional y mundial provocada por esta precipitada y fallida retirada —que claramente apunta a un fallo de la inteligencia civil y militar norteamericana y de la OTAN o a un desprecio político a los informes al respecto— llega justo en un momento en que China y Rusia están afilando sus cuchillos y multiplicando sus actividades para poner a prueba la determinación estadounidense por mantener su status de liderazgo a nivel mundial.

Por otro lado, en la propia región, Turquía e Irán ya están tratando de llenar el vacío tras el fracaso estadounidense aunque con diferentes perspectivas e intenciones. De ambos países, es Irán el que lo tiene peor debido a la situación de crisis política, económica y sanitaria que padece, lo que le impide aceptar un gran número de refugiados y al hecho de que, aunque ambos son musulmanes, Irán es mayoritariamente chiita y los talibanes son sunníes.

En política, y más en la actual, es muy triste y frecuente ver cómo los dirigentes políticos ante cualquier crisis o problema no suelen asumir las culpas que les corresponden, miran para otro lado y buscan siempre un chivo expiatorio sobre el que verter toda la responsabilidad.

Sólo la canciller Merkel y en menor medida el presidente Macron, han tenido la valentía de asumir su parte de incumbencias en el nacimiento, desarrollo y desenlace del conflicto. Situación que también les ha servido para cuestionarse el seguimiento ciego al Tío Sam en sus corredurías por el mundo. Tema, que pone de manifiesto y en entredicho la capacidad de liderazgo de Europa en el mundo y dentro de ella; liderazgo, que empeorará con vistas a futuro, cuando Merkel abandone la vida política, dejándonos sin una orientación clara ni siquiera para Alemania.

Han sido muy penosas, desagradables y poco afortunadas o sin valor alguno declaraciones iniciales y posteriores de los máximos responsables de EEUU, la OTAN, la UE y la ONU, así como el silencio sepulcral de muchos presidentes de gobierno de países implicados en el conflicto con papeles más o menos discretos, que acostumbran a ponerse medallas cuando todo pinta bien, pero se esconden cuando las soluciones a cualquier crisis son difíciles.

Por lo que respecta a los Organismos Internacionales, a la vista del enorme ridículo actual y mayúsculas ineficacias acumuladas últimamente, deberían replantearse su papel y cometidos en la arena internacional, las misiones asignadas a cada uno de ellos en la CI en función de sus capacidades y posibilidades reales y, de una vez por todas, dedicarse seriamente a repasar con ánimo de cambiarlos sus estatutos, cometidos, misión, mandatos y las zonas de responsabilidad por otros más reales, alcanzables y eficientes.

Todas ellas son unas mastodónticas, muy costosas e irresolutivas organizaciones que fueron creadas en momentos determinados para cubrir unas necesidades precisas y que han mutado “adaptándose y creciendo” a medida que han perdido su capacidad de acción y reacción, con el consiguiente aumento de su costo e ineficacia.

Parece ser que tras veinte años de combates codo con codo, callarse las cosas porque otros pagaban, nadie quiso ser el primero en objetar y en mirar para otro lado, es ahora cuando llega el momento de las lamentaciones y los reproches políticos internos y colectivos por haber aceptado en su día sin más, la invocación y aceptación del artículo 5 de la Alianza para Afganistán y sus planes sucesivos.

Ahora, la casi inesperada —aunque muchas veces anunciada— espantada de EEUU reabre en varios países, sobre todo en Alemania, el debate sobre la excesiva y casi total dependencia europea en política exterior y defensa, aunque posiblemente será difícil encarrilar esta discusión hasta que se sepa quién será el sucesor en su cancillería.

Berlín, consciente de las escasas capacidades y grandes limitaciones europeas, siempre ha sido más reticente que París a la hora de dar pasos hacia una política de defensa europea más independiente de EEUU y ha venido mostrando recelo hacía el concepto de “soberanía estratégica” que viene pregonando reiteradamente Macron. Sin embargo, en pocos días, determinadas autoridades alemanas de mucho peso ya no tienen reparo en hablar claramente de la necesidad de reflexionar sobre el papel en la OTAN de los socios europeos; así como en el reparto de obligaciones y responsabilidades entre todos para dejar de mirar siempre hacia el otro lado del charco.

El incremento de las capacidades y posibilidades de la UE, que era una quimera tras la Segunda Guerra Mundial, hace pensar de nuevo en la posibilidad de aceptar otro tipo de responsabilidades como potencia económica y política, por encima de los intereses nacionales; utópica situación que, como se puede comprobar con bastante frecuencia, no es fácil de superar dentro de la Unión por lo costosa y determinados chovinismos.

El desastre afgano, consecutivo a los de las guerras en Irak y Siria, que depararon sendas matanzas de civiles a gran escala, nos lleva a preguntarnos por el futuro de organizaciones como la OTAN, que nació en un mundo bipolar a consecuencia de la Guerra Fría y de la amenaza de una potente Unión Soviética, situación que ya no existe como tal.

La Alianza deberá definir su papel en un nuevo orden mundial con actores que no se esperaban o no tenían tanto peligro cuando nació, donde el peso estratégico y económico desde hace años se viene orientando mucho más hacia el Pacífico que al Atlántico, con China como la principal potencia en fricción, aunque sin dejar de lado las intenciones de Putin para recuperar su esplendor y los territorios perdidos tras la disolución de la antigua URSS.

Por tanto, parece haber llegado la hora de que sean los aliados europeos los que decidan si quieren que Europa siga actuando como un anexo militar de Washington desfilando a su cola, o por el contrario, se vuelca en una política de defensa comunitaria, independiente y digna de ese nombre. Porque nadie puede garantizar que los norteamericanos con sus cambiantes políticas, sin consensuar casi nunca, nos puedan llevar en cualquier momento a situaciones similares.

No hay ninguna duda de que en este quilombo, el que se lleva la peor parte tanto interna como externamente es, como siempre, la primera bailarina, EEUU; al ya muy maduro Biden le ha tocado apechugar con toda la responsabilidad, de la que él tiene una parte importante, a pesar de que la idea y los planes de repliegue vienen siendo predicados, diseñados y marcados por Obama y Trump.

Se puede afirmar que son casi irreparables tanto la pérdida de imagen, como su prestigio, el liderazgo mundial en la lucha y expansión de la democracia, así como la pérdida de credibilidad en lo referente al cumplimiento de sus compromisos y en la protección de sus aliados a nada que se recuerde lo pasado en Siria, Irak, Libia, Corea del Sur y Ucrania ente otros. Dudo mucho que EEUU pueda retomar el últimamente decreciente papel que, desde la caída del muro de Berlín venía ejerciendo, sin que nadie osara toserles directamente a la cara.

Tras la caída de Kabul por la precipitada retirada de EEUU después de haberse “gastado” en sus fallidos intentos de reconstrucción democrática, social y de las fuerzas armadas (oficialmente 300.000 soldados) más de 1 billón de dólares, la pregunta sobre el futuro del país y su área de influencia se extiende rápidamente a Oriente Medio. La expansión de los previsibles millones de refugiados, posiblemente trufados de yihadistas disfrazados entre ellos, se extiende a una amplia franja desde Marruecos hasta Pakistán y desde Turquía hasta el golfo incluyendo los países del cuerno de África.

Con cierto grado de probabilidad, todos los rincones de Oriente Medio y el norte de África se verán afectados de alguna manera por el fracaso estadounidense en Afganistán, tras haber mantenido junto a ellos a muchos aliados en la guerra más larga de su historia. Ni que decir tiene, que si los refugiados llegan a dichos confines, el intento de su paso a Europa será más que previsible.

Tras tantos vaivenes en la política norteamericana en Oriente Medio durante los últimos años, es bastante difícil prever el futuro papel de EEUU en la zona en el momento en el que Biden parecía querer limar asperezas con Irán tratando de su vuelta al pacto nuclear entre Irán y la CI conocido por JCPOA por las siglas en inglés, al mismo tiempo que toma posesión de la presidencia del gobierno el ultraconservador Ebrahim Raisi mucho más duro que su antecesor, cuando el país está sumido en la quiebra, está fuertemente azotado por la Covid y coincidente con que el OIEA confirma que Irán ya ha enriquecido uranio al 60%.

El papel y compromiso de EEUU con Irak es ya casi papel mojado o ha quedado en nada como su intervención en Siria; sólo mantienen fuertes lazos con Arabia Saudí, Israel y Jordania quienes, por diversos factores o circunstancias necesitan mantener su cercanía a Washington porque gran parte de su seguridad depende de ellos. Las relaciones de Arabia Saudí y los talibanes arrancan desde muy lejos y pronto se verán cómo evolucionan cuando estos dominan un país entero. Israel se verá obligado a incrementar la diversificación de sus fuentes externas y Jordania empezará a temer quedarse colgado de la brocha.

Se puede afirmar que este ejemplo ha hecho saltar las alarmas y el miedo a nuevos abandonos en países mucho más avanzados y muy necesitados, que realmente basan su supervivencia en los lazos y apoyos norteamericanos, como es el caso de Taiwán.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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