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EL MUNDO QUE SIGUE: LO DESEABLE, LO POSIBLE Y LO TERRIBLE

Alberto Hutschenreuter*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Uno de los hechos más interesantes que ha producido la Covid-19 causada por el coronavirus es la notable cantidad de trabajos sobre el impacto de la misma en las relaciones entre los estados, sobre todo en clave de perspectivas.

Casi como si se tratara del final de una guerra de escala o de algún otro suceso internacional de proporciones, el fenómeno reactivó como pocas veces los debates y la reflexión en todas las dimensiones, desde la geopolítica hasta la tecnológica, pasando por la económica, la cultural, la militar, etc. Es auspicioso que así sea, pues, más allá de la enfermedad, que para algunos ha sido un hecho que obliga a pensar sobre el verdadero punto de partida del siglo XXI, siempre el mundo, su curso y su horizonte necesitan ser deliberados, particularmente cuando desde hace tiempo el “sistema de posicionamiento” del “medio internacional” ha dejado de suministrar datos relativamente propicios y fiables. Claro que a partir del coronavirus el reto es de escala.

Por otra parte, el virus ha vuelto a exponer uno de los déficits que existe en materia de previsión estratégica global. Hubo algunas pocas alertas sobre el riesgo que implicarían los patógenos en el siglo actual, e incluso muy pocos ámbitos de inteligencia nacional elaboraron calibrados informes sobre brotes epidémicos, pero nadie llegó a imaginar que en tan pocos meses la población mundial quedaría sitiada por el virus, se desplomarían simultáneamente las economías (con las secuelas sociales que ello implica) y se abriría un angustiante interrogante sobre cómo continuará la historia a partir de la Covid-19.

Hacía más de setenta años que el mundo no sufría semejante perturbación. Más aún, en algunos segmentos, por caso, disminución del ingreso per cápita y extensión simultánea de la pobreza, hay que ir bastante más atrás de la Segunda Guerra Mundial para hallar precedentes.

En este cuadro, y siempre con el propósito de provocar dudas que empujen a cavilaciones más precisas, resulta útil fragmentar las reflexiones en relación con el curso de las relaciones entre Estados, destacando aquellas situaciones para las que contamos con las experiencias y realidades, lo único que nos proporciona cierto grado de certidumbre, es decir, el escenario de las posibilidades, como así aquellos contextos frente a los que disponemos de alguna experiencia, y aquellos que implican acercarnos a contextos desconocidos.

Pero antes de referirnos a lo posible y lo desconocido, es pertinente decir algo breve sobre aquello deseable o “aspiracional” en las relaciones entre Estados, puesto que se trata de “imágenes” que a veces impulsan expectativas e incluso acciones loables, que duran hasta encontrarse, o más apropiadamente toparse, con la realidad.

Es habitual que lo deseable surja con fuerza tras el final de una confrontación militar de escala, el inicio de un nuevo siglo o tras la desaparición de una era o régimen entre Estados, sobre todo si se trata de un ciclo que termina casi súbitamente, como sucedió con el final del régimen de Guerra Fría.

Pero también lo deseable podría ocurrir si un país o un lote de países ha transcurrido un tiempo en un entorno donde la cobertura y el concepto estratégico militar lo aportaba un ajeno a dicho grupo de países. Concretamente, nos referimos a la Unión Europea, cuyos liderazgos nacionales casi en su totalidad no han vivido la Guerra Fría ni mucho menos la guerra total de 1939-1945, y por ello han desarrollado una cultura jurídica-institucional sobre la que pretenden erigir la Unión Europea no solo en una potencia mayor, sino en paradigma para otros actores y. de esta manera, prácticamente eliminar las posibilidades de confrontaciones militares interestatales.

Pero se trata de un objetivo más formal que real, pues la historia de las relaciones entre Estados no registra casos de “potencias institucionales”, de manera que el deseo europeo, que podría significarle reveses, como de hecho le sucedió cuando hace unos años Europa descartó posibles tensiones mayores entre Estados en su territorio, enfoque que pronto debió revisar ante los sucesos de Ucrania que terminaron con la mutilación territorial de este actor clave de Europa del este, es nada más que un deseo. Es decir, Europa estaba impulsando un esquema de seguridad desechando la geopolítica y finalmente fue la geopolítica la que la recentró en la realidad dejándola en un conflicto nada más y nada menos que con Rusia.

Las aspiraciones de la UE nos remiten a cuando, reflexionando sobre las formas de gobierno, Nicolás Maquiavelo prefería dejar de lado los principados eclesiásticos, pues, para expresarlo en sus propias palabras, “como están regidos por una razón superior a la que la mente humana no alcanza, dejaré de hablar de ellos; porque, siendo exaltados y mantenidos por Dios, discurrir sobre ellos sería un acto de hombre presuntuoso y temerario”[1].

En el sitio de lo deseable, las diferentes “imágenes” internacionales no tienen ni tendrán finalmente lugar, por caso, la “aldea global”; la convergencia entre Oriente y Occidente”; los “Estados virtuales”; la prodigalidad del comercio como orden internacional; el “pacifismo”; el desarme internacional; los voluntarismos multidimensionales; los “bienes de la humanidad”; el “orden onusiano”, etc.

Claro que se trata de pretensiones loables, elevadas y atractivas, y nadie duda de ello; pero en las relaciones entre los Estados estos enfoques son incongruentes con lo real y lo necesario. En un mundo basado en esas categorías prácticamente no habría, entre otras, cuestiones de costo-beneficio ni de pugna de intereses, algo que jamás ha ocurrido. Para dejar de ser deseos y transformarse en situaciones posibles, necesariamente requerirían que se modifique la misma naturaleza del hombre, que no se funda en el desinterés, el altruismo, la audacia o la confianza, sino en sus opuestos. De allí que para considerar el mundo que sigue, indefectiblemente debemos tener presente esta realidad.

Hacia dentro de los estados esos opuestos sufren las limitaciones jurídico-institucionales, incluso el estado es una entidad de dominación que reclama para sí con éxito el monopolio de la violencia legítima, para expresarlo casi en los mismos términos de Max Weber. Ninguna otra lo podría reclamar y si sucediera que otra organización o entidad política lo hiciera estaría desafiando el orden, y si el mismo Estado lo permitiera, estaríamos ante lo que se denomina un “Estado disfuncional”.

Hacia fuera sucede lo contrario, pues son las entidades intergubernamentales las que padecen la interacción de esos opuestos de los hombres al frente de los Estados; porque por más que exista una densidad de instituciones internacionales, nunca se alcanzará un grado de centralización como el que existe hacia dentro de los Estados. En gran medida, es lo que John Mearsheimer ha denominado “la tragedia de los grandes poderes políticos”, cuando concluye que los grandes poderes se temen, se desconfían y siempre compiten entre sí por el poder.

¿Por qué los grandes poderes se comportan de ese modo? Mi respuesta es que la estructura del sistema internacional obliga a los Estados que solo buscan estar seguros a actual agresivamente unos con otros. Tres características del sistema internacional se combinan para hacer que los Estados se teman unos con otros: 1) la ausencia de una autoridad central que se establezca por encima de ellos y pueda protegerlos, 2) el hecho de que los Estados siempre tienen alguna capacidad militar ofensiva, y 3) el hecho de que los Estados nunca pueden estar seguros sobre las intenciones de otros Estados. Ante este temor, que nunca puede ser eliminado, los Estados reconocen que cuando más poderosos sean en relación con sus rivales, mejores serán sus posibilidades de supervivencia. De hecho, la mejor garantía de supervivencia es ser un hegemón, porque ningún otro Estado puede amenazar seriamente a un actor tan poderoso”.[2]

Hay otros autores, por caso, Kenneth Waltz, que sin salir del realismo “rebajan” las condiciones de poder a una determinada suficiencia de capacidades. Pero todos coinciden en que la situación de anarquía entre Estados es la causa central de la competencia y la concentración de poder por parte de los Estados.

De manera que considerar un mundo “por fuera” de esta realidad supone no solo un desacierto, sino un riesgo si de elaborar escenarios se trata. No hay nada más peligroso para un Estado que realizar reflexiones “subestratégicas”, es decir, no ya diagnósticos imprecisos sobre el curso de las relaciones internacionales, sino meditaciones a partir de bases irreales, algo semejante (o acaso peor) que aquellas reflexiones y acciones subestratégicas basadas en situaciones que poco se relacionan con la realidad propia.

En este contexto, lo posible en el mundo que seguirá a la pandemia será una continuidad de cuestiones atravesadas por crisis crecientes, como así algunas relativas novedades. Enunciemos y consideremos brevemente diez situaciones-tendencias:

  1. Mantenimiento y deterioro de las crisis entre los poderes preeminentes o conflictos mayores: la principal causa de desestabilidad internacional radica en que los actores que deberían trabajar juntos en relación con la estabilidad y la seguridad se hallan en conflicto entre sí, siendo bajas las posibilidades de superación, pues cualquier disposición de acuerdo de una de las partes podría ser interpretada por la otra como una ganancia propia de poder, por caso, Occidente y Rusia; India-China; China-Estados Unidos, etc.
  2. Estacionamiento relativo (por los efectos de la Covid-19) de los gastos en defensa: en 2019 el gasto militar global registró el mayor aumento en los últimos diez años. En 2020 se cumplieron algunos propósitos de modernización y proyectos en las potencias mayores y en actores de medio alcance. Posiblemente, las necesidades económicas pospandemia restrinjan el gasto durante el 2020 y tal vez en 2021, pero posteriormente se retomarán las inversiones, particularmente en materia de desarrollo de nuevos “armamentos de negación de capacidades del oponente”.
  3. Lateralización de las organizaciones multilaterales y casi desaparición de algunas de ellas por falta de financiación: sumada a la tensión internacional, la falta de orden o régimen internacional aumenta aquellas cuestiones relativas con “el interés nacional primero” y disminuye el compromiso con el multilateralismo. Hace algún tiempo, la demanda de reforma del Consejo de Seguridad de la ONU recreaba expectativas en relación con un más actualizado reparto de poder en ese seno ejecutivo formado por “los que cuentan”; sin embargo, hoy se ha relativizado su verdadero alcance, al tiempo que ha cobrado relevancia la fórmula del bilateralismo dentro del “formato G” (G-20, etc.).
  4. Estacionamiento e incluso fragmentación de la integración y complementación regional: la pandemia puso a prueba la “ensambladura” de la integración en Europa, un caso excepcional de tendencia supraestatal; si bien no se produjo ninguna ruptura, la respuesta al reto del virus fue más en clave nacional que colectiva, e incluso la situación fue oportuna para el despliegue de “poder suave” de Rusia y China en aquellos países más impactados por el coronavirus. En otros territorios de complementación, el impacto disruptivo del virus fue acaso menor que el distanciamiento llevado adelante por sus mismos protagonistas desde bastante antes de la llegada del coronavirus, por caso, el Mercosur.
  5. Creciente formalismo de los denominados “sitios comunes de la humanidad”: una de las manifestaciones de la “reconcentración” del poder de los Estados es la creciente relativización de aquellos sitios comunes y desmilitarizados, por caso, el espacio exterior, hace tiempo convertido en un “territorio” de rivalidades y militarizado (no armamentizado). Por otra parte, la adopción de posturas de defensa del medio ambiente por parte de actores con capacidad global de proyectar poder, encierra una estrategia de afirmación de intereses en determinadas “plazas geopolíticas” del mundo, una “diplomacia medioambiental de intereses”. Finalmente, en un mundo extraviado y bajo creciente desconfianzas, nada asegura que los tratados sobre “bienes de la comunidad internacional” no sufran presiones para ser revisados.
  6. Mantenimiento e incluso descenso de la cooperación internacional en segmentos o temas mayores: una de las causas que “facilitó” la expansión de la Covid-19 fue la falta de compromiso de los Estados con el Reglamento Sanitario Internacional (RSI), esto es, las iniciativas prioritarias que establece la OMS para prevenir a los países ante lo que se denomina una Emergencia de Salud Pública de Preocupación Internacional (PHEIC). Antes, frente a otros brotes, también hubo demoras y desconfianzas[3]. Posiblemente, el temor ante un nuevo escenario de rebrote de un coronavirus más agresivo impulse un mayor compromiso interestatal en materia de información; pero también podría ocurrir que las suspicacias relativas con el verdadero origen del virus refuercen la soberanía estatal en detrimento de la cooperación internacional. Siempre debemos recordar que la cooperación entre Estados nunca estará por encima del “principio de la incertidumbre de las intenciones”.
  7. Estacionamiento y posible descenso de los precios energéticos: no existen demasiadas posibilidades para una suba importante del precio del petróleo; y ello se debe a que la oferta es grande y variada. Existen algunos datos relativos con la capacidad estadounidense para hacer rentable la explotación de petróleo de esquisto, aun con un precio bajo del barril; y por otro lado China se encontraría explorando el petróleo de origen bituminoso[4]. Para Rusia y Arabia Saudita, dos actores en pugna energética, ello será un serio inconveniente y, particularmente para el primero, exigirá acelerar los tiempos de modernización de su economía.
  8. Segmentación tecnológica: el posible curso del mundo hacia un ensimismamiento de los Estados implicará una mayor jerarquización en materia tecnológica y, por tanto, un seísmo geopolítico en términos tecnológicos que podría empujar a determinadas regiones a una mayor irrelevancia geoeconómica-estratégica. Hace poco más de un lustro la CEPAL advirtió sobre el aumento de la brecha tecnológica entre América Latina y los centros de avance tecnológico. Pero ello no solo ocurre en la región, sino, salvando las diferencias, en escenarios como Europa, que importa bienes y servicios digitales de Estados Unidos y China[5]. Muy posiblemente, la pandemia será el hecho fungible para que Europa considere la necesidad de desacoplarse de dichos centros.
  9. Ausencia de configuración entre Estados: la pandemia no va a empujar a los Estados a una gran conferencia sobre ordenamiento internacional. Seguramente se habilitarán canales de información y prevención más fluidos, pero en modo alguno ello implicará un orden. Las configuraciones entre Estados en la historia han sido resultado de una situación de guerra o del final de un régimen de poder, es decir, del final de un ciclo en el que hay vencedores y derrotados. Hoy no estamos ante estas situaciones; peor aún, existe una situación de “desglobalización” con tensiones internacionales mayores, es decir, disminución de interdependencias, más introspección nacional y rivalidades crecientes.
  10. Intensificación de la guerra bajo “nuevas modalidades”: durante las últimas siete décadas no volvió a ocurrir una confrontación militar generalizada, hecho que podría hacer suponer que la violencia se ha reducido en el mundo; sin embargo, en el siglo XXI la guerra es un fenómeno más difuso, más lábil, las mismas líneas que dividen la guerra y la paz se han ido borrando[6], pues las rivalidades entre los Estados escalan a través de medios no necesariamente militares sino a través de “territorios” no mensurables como la red. Pero también puede haber “guerra” entre Estados que no rivalizan, por caso, cuando un actor quiere alcanzar determinados objetivos políticos en la política, la economía, etc., de otro actor, recurriendo para “desresponsabilizarse” de ello a grupos conocidos como “hackers patrióticos”. En breve, las denominadas “guerras híbridas” se desarrollan a través de múltiples medios y pueden llegar a lograr, entre otros, cambios de regímenes políticos sin emplear un solo soldado[7].

En cuanto a lo que podemos denominar “lo terrible” en el mundo que seguirá a la pandemia, básicamente hay dos situaciones que suponen inquietudes mayores, particularmente la segunda.

Por un lado, el comercio entre Estados ha sido y podría ser un sucedáneo de un orden o configuración internacional que no hoy existe. No es lo mismo, pero en el estado de perturbación en que se encuentra el mundo el comercio es prácticamente el único segmento que sirve como inhibidor o amortiguador de conflictos. Si bien el comercio implica conflictos, basta considerar la relación entre China y Estados Unidos, una densa red comercial entre Estados tiende a que sus involucrados la preserven porque una ruptura terminaría siendo muy desventajosa.

Hay fuertes señales relativas con una posible contracción del comercio internacional tras la pandemia. Desde razones fundadas en nuevos dimensionamientos de la economía hasta un gran movimiento de relocalización de compañías de escala, pasando por crecientes enfrentamientos por aranceles, etc., un desplome del comercio internacional sería casi el último impacto a lo que queda del orden liberal de posguerra y, por tanto, a la misma estabilidad internacional. De allí que algunos expertos han priorizado el esfuerzo en pos de salvaguardar los principios de dicho orden[8].

En un contexto de crisis entre los poderes preeminentes, el hundimiento del comercio nos volvería hacia un panorama comercio-económico internacional con algunos inquietantes parecidos a los años siguientes a 1929.

Finalmente, la otra cuestión en clave inquietante tiene lugar en el segmento de las armas nucleares, donde el retiro de los poderes preeminentes de tratados centrales para la mantención del equilibrio nuclear puede dejar al mundo ante un horizonte desconocido.

En alguna medida (y bajo un poder nuclear muy superior), acaso se está dando una situación parecida a la que ocurrió en los años ochenta, cuando se hablaba de posibles escenarios de victoria en el terreno de la competencia nuclear, es decir, ir más allá del equilibrio nuclear con el fin no ya de disuadir al otro de no atacar, sino de persuadirlo en función de su supremacía nuclear, situación que solo ha ocurrido entre 1945 y 1949, cuando Estados Unidos tuvo el monopolio del artefacto atómico.

Por tanto, la contracara del alejamiento de Estados Unidos de tratados como el ABM, el INF y el de Cielos Abiertos, sería (más allá de lo que finalmente suceda con el único acuerdo sobre armas estratégicas, el START III) una modernización de sus capacidades nucleares con el fin de ir más allá de la “mutua destrucción asegurada”, esto es, lograr un primer (o, de ser necesario, un segundo) golpe incontestable.

Pero esta situación implicaría una nueva carrera armamentista con Rusia, a la que también habría que sumar a China, un país que pronto dispondrá de la triada nuclear, es decir, capacidad para lanzar sus cabezas nucleares desde tierra, mar y aire.

En este cuadro no podemos soslayar a los poderes nucleares que se encuentran fuera del Tratado de No Proliferación, como así aquellas intenciones de actores como Irán y otros que saben que el arma nuclear supone alcanzar la “seguridad absoluta”.

Lo terrible del mundo que sigue se completa con la posibilidad de que actores no estatales logren tal segmento de poderío u otro que implique posible exterminio masivo.

En suma, el mundo que sigue se compone de un contexto de continuidades que podrían acelerarse y de escenarios de inquietud mayor que, mientras los poderes preeminentes no moderen sus conflictos y sus enfoques estado-soberano-nacionalistas para intentar una configuración u orden, lo mantendrán entre una estabilidad endeble y un desequilibro imprevisible. 

* Doctor en Relaciones Internacionales. Su último libro se titula “Un mundo extraviado. Apreciaciones estratégicas sobre el entorno internacional contemporáneo”, Editorial Almaluz, 2019.

Referencias

[1] Nicolás Maquiavelo. El príncipe. Barcelona: Altaya, 1993, p. 44.

[2] John Mearsheimer. The Tragedy of the Great Politics Power. New York, London: W. W. Norton & Company, 2001, p. 3.

[3] Sara Davies. “The Coronavirus and Trust in the Process of International Cooperation: A System Under Preassure”. Ethics & International Affairs, Carnegie Council, February 2020, <https://www.ethicsandinternationalaffairs.org/2020/the-coronavirus-and-trust-in-the-process-of-international-cooperation-a-system-under-pressure/>.

[4] Agnia Grigas. “Covid-19 Spells out new era for energy markets”, Atlantic Council, April 20, 2020. <https://www.atlanticcouncil.org/blogs/new-atlanticist/covid-19-spells-out-new-era-for-energy-markets/>.

[5] D.S. Hooda. “The Trayectory of future wars”. India Today, January 3, 2020, <https://www.indiatoday.in/magazine/cover-story/story/20200113-the-trajectory-for-future-wars-1633246-2020-01-03>.

[6] Andrew Korybko, Guerras híbridas. La aproximación adaptativa indirecta al cambio de régimen. España: Editorial Fides, 2017.

[7] Arsenio Cuenca. “El problema de Europa: la dependencia tecnológica de Estados Unidos y China”. El Orden Mundial, 28 de junio, 2020, <https://elordenmundial.com/dependencia-tecnologica-union-europea/>.

[8] Henry Kissinger, “The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter World Order”, Wall Street Journal Opinion, April 3, 2020, <https://www.wsj.com/articles/the-coronavirus-pandemic-will-forever-alter-the-world-order>.

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CAMBIO CLIMÁTICO Y TERRORISMO EN IRAK EN TIEMPOS DE COVID

Estefanía Belén Ducasse*

 

 Imagen de David Peterson en Pixabay 

Introducción

La pandemia ocasionada por el covid-19, popularmente conocido como coronavirus, es el tema que centralizó los focos de atención en la primera mitad del año 2020. No obstante, incluso antes de que la pandemia se expandiera hacia Europa, Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ubicaba al cambio climático como uno de los puntos más importantes para tratar el presente año. A esto se suma la advertencia de parte de la ONU, en febrero del 2020 sobre el rearme del Estado Islámico (ISIS) para abordar a Irak y Siria.

Irak cuenta con el antecedente de haber experimentado una simil guerra por el agua en el año 2014 mientras se conformaba como campo de batalla del Estado Islámico. Cuatro años más tarde, este grupo terrorista se ve disgregado y pierde varios territorios que había conquistado a lo largo del país. Sin embargo, la situación iraquí podría cambiar con el reagrupamiento de ISIS en busca de su revancha en el establecimiento del califato en Siria e Irak que advierte la ONU. Esto se presenta en el 2020 dentro de un escenario de disconformidad política de la población iraquí y una nueva ola de sequías en su territorio y pone nuevamente como foco de conflicto al agua. De esta forma, Irak se enfrenta con múltiples dificultades para garantizar la seguridad humana de su población. Como resultado, el cambio climático puede contribuir con las condiciones para la nueva conquista de un grupo terrorista en el territorio de Irak. Esto en un contexto de retiro de las tropas de las Fuerzas Armadas pertenecientes a la coalición anti Daesh ubicadas en Irak ante el pedido del parlamento iraquí en enero e impulsado, también, por el riesgo de la pandemia.

Escenario de Irak

La República de Irak se caracteriza por ser un área relativamente fértil dentro de Medio Oriente, una región conocida por su suelo árido. En el siguiente mapa se puede observar la geografía de Irak en la que las llanuras del Tigris y del Éufrates componen un terreno cultivable y con agua abundante. La zona de Chatt el-Arab, donde desembocan los ríos, forma un área pantanosa con abundancia de agua que riega grandes palmerales. Una condición similar la tiene la meseta de Al-Jazeerah que dispone de terreno cultivable pero, a diferencia de las zonas anteriores, sufre problemas de sequía. En contraposición con esto, el norte y noroeste se caracterizan por ser regiones montañosas en correlación con el oeste y suroeste que es desierto[1]. Sin embargo, el aceite crudo de petróleo es la exportación principal del país acaparando casi la totalidad de las exportaciones, Irak posee la quinta mayor reserva de petróleo del mundo y es el segundo mayor productor de la OPEP.

Mapa 1. Geografía de la República de Irak

Fuente: Maps Iraq (https://es.maps-iraq.com/irak-geografía-mapa)

Uno de los factores que tiene gran influencia en las problemáticas y la toma de decisiones de Irak es la amplitud de composición étnico-religiosa de su población. La religión preponderante es el Islam que concentra el 95% de los habitantes del país siendo en su mayoría chií (60-65%), y le sigue la rama sunni (32-37%), el 5% restante se divide en cristianos caldeos y asirios, yazidíes, sabeanos. Cabe destacar que a raíz de la diversidad poblacional del país, desde el año 2005 existe un acuerdo por el que el presidente debe ser kurdo, el presidente del Parlamento suni y el primer ministro shii[2]. A su vez, la población iraquí convive con fuerzas internacionales asentadas dentro de su territorio como las bases estadounidenses y personal de la coalición anti-Daesh, formada por un grupo de países europeos y Estados Unidos para combatir al Estado Islámico.

La economía en Irak progresó luego de la derrota del Estado Islámico por los esfuerzos de reconstrucción, demanda interna y mejores condiciones de seguridad así como mejoró el clima social y político. A pesar de estas mejorías, según UNICEF, uno de cada 4 niños son pobres y el acceso a la electricidad, combustible y agua es muy limitado. La tasa de desempleo es alta, especialmente en mujeres y jóvenes adultos, en un contexto en el que el Estado es el principal empleador[3]. En adición, con la llegada del coronavirus, la economía iraquí se vio estancada por la baja de la producción y la caída del precio del petróleo, con lo que las protestas políticas se mantienen latentes. 

Cambio climático y terrorismo

A pesar de que con el desarrollo de la pandemia se ha hablado sobre el efecto positivo en el cambio climático con la rotura de la “normalidad” en varios Estados, este fenómeno sigue existiendo y continuará avanzando. Diversos expertos enfatizan en el presente y el futuro del cambio climático junto con las consecuencias negativas sobre el suministro de agua y alimentos, sector agrícola y bienestar social, especialmente en Medio Oriente.

Una prueba de los efectos del cambio climático es la situación que tiene Irak respecto al agua. Ya para mediados del 2019 los niveles de los ríos iraquíes se redujeron a menos de una tercera parte de su capacidad normal. Dos de los ríos más importantes del país, Tigris y Éufrates, contienen el 98% del suministro de agua usado para saneamiento, irrigación y como bebida, y se espera que disminuyan su descarga en un 50% hacia el 2030. A su vez, el segundo lago más grande de Irak, el Lago Milh, prácticamente ya no existe[4]. Por ende, los suministros de agua más importantes del país de Medio Oriente están en peligro de agotarse dejando toda el área dependiente de formas secundarias de abastecimiento. Sumado a esto, la calidad del agua restante está deteriorada debido a la salinización que deviene, junto con la evaporación el agua, en la desertificación de un valor estimativo de 92% del territorio iraquí y en la pérdida de 100 km2 de tierra fértil por año[5].

Como consecuencia de la escasez y salinización del agua que viene de la mano de la degradación de la tierra, las tormentas de arena se vuelven más usuales lo que repercute en diversas áreas. Esta situación perjudica, por un lado a la industria de la aviación cuyos vuelos se tornan dificultosos y cuya maquinaria requiere mayor mantenimiento y, por el otro, afecta a la biodiversidad generando pérdidas en la vida silvestre y agricultura.

De esta forma, nuevamente confluyen en el escenario iraquí las amenazas del cambio climático y el terrorismo que, si bien fue en gran parte derrotado en el año 2018, la ONU advirtió sobre el posible resurgimiento de las actividades del Estado Islámico. Se debe considerar que con la aparición de la pandemia algunos grupos terroristas pudieron no hacerse visibles lo que no significa que desaparecieran sino al contrario, estos grupos se verán fortalecidos con el contexto actual. El Estado Islámico incrementó su presencia en redes sociales a causa del retraimiento de las actividades y desde abril recrudeció sus ataques en el territorio iraquí.

Aquí se considera terrorismo a aquellos “actos de violencia cometidos contra personas inocentes o no combatientes, con la intención de obtener fines políticos a través del terror y la intimidación”[6]. En este sentido, el Estado Islámico encontró en Irak un campo susceptible para implantar el califato utilizando las vulnerabilidades causadas por la diversidad en la composición poblacional, por la inestabilidad política y por los antagonismos entre los mismos habitantes.

Con la retirada de las tropas de la coalición anti Daesh a raíz del cese de actividad terrorista percibida en la zona y el coronavirus como valor agregado, el Estado Islámico tiene mayor libertad de acción. Según un informe de Adelphi, el cambio climático funciona como un “multiplicador de amenazas”, es decir, da lugar a un contexto en el que el terrorismo puede crecer debido a dos mecanismos principales: primero, contribuye a crear un ambiente frágil que permite al grupo terrorista operar en forma más libre y, segundo, impacta en forma negativa sobre el sustento de la población local de manera que facilita el reclutamiento de personas a estos grupos[7]. La reducción abrupta del caudal de agua genera la necesidad de abastecerse de este insumo elemental en formas alternativas de manera que ante un Estado que no logra saciar la demanda, un grupo terrorista puede ocupar el vacío de poder. De la misma forma, el impacto del cambio climático sobre el suelo junto con la proliferación de las tormentas de arena dificultan la actividad económica de los sectores más precarios, elemento que los grupos terroristas usan para conseguir integrantes a cambio de solventar sus necesidades.

Estos dos mecanismos se vinculan con tres tipos de relaciones causales entre el cambio climático, terrorismo y radicalización: las “causas instigadoras” se fundan en causas profundas del terrorismo que refieren a la pobreza, desigualdades entre grupos sociales, entre otros; los “factores permisivos” refieren a elementos que facilitan los actos de violencia como los vacíos de poder de un Estado; y los “eventos precipitantes” son los desencadenantes finales del acto de violencia, por ejemplo, un desastre natura[8]. Por ende, estos mecanismos y relaciones causales aglutinan los fundamentos por los que Irak se conforma como un escenario ideal para la proliferación del terrorismo en un contexto de cambio climático. Este Estado de Medio Oriente presenta una inestabilidad política instalada junto con profundas desigualdades económicas y sociales, condiciones que se ven exacerbadas por la vulnerabilidad ocasionada por la falta de agua y la pérdida de recursos y por un Estado que no garantiza la seguridad humana de sus habitantes. Estas causas componen las condiciones propicias para que un grupo terrorista ocupe el vacío de poder, sacie necesidades y aumente sus filas. De esta forma se puede ver que la confluencia de variables que caracterizan la realidad iraquí proporciona las bases para que el Estado Islámico se asiente y busque continuar con su objetivo de establecer un califato.

Tanto el cambio climático como un grupo terrorista como el Estado Islámico no quedan restringidos a límites políticos sino que son amenazas transnacionales. Esto conlleva a que puede tener repercusiones en el ámbito doméstico e internacional, es decir, la realidad producto de los efectos ocasionados por estas amenazas puede generar migraciones masivas hacia otros países e incluso conflictos a raíz de la lucha por los recursos perdidos a causa del deterioro ambiental, por ejemplo el agua. 

Conclusiones

La República de Irak atraviesa una situación doméstica propicia para la proliferación de grupos terroristas y esto se debe, en parte, a los efectos que tiene el cambio climático en el país, lo que no solo afecta al suelo y recursos naturales como el agua sino que repercute en los habitantes. A raíz del cambio climático, se ven truncadas algunas actividades económicas, sumado a la dificultad de obtener insumos básicos como el agua. Por otro lado, la debilidad estatal no garantiza la seguridad humana de su población. En este contexto, los grupos terroristas hacen uso de la disconformidad, necesidades insatisfechas y vacíos de poder para conseguir seguidores al grupo.

Esta condición se ve reforzada con la figura del coronavirus siendo que como efecto colateral de las decisiones tomadas durante la pandemia el precio del petróleo cayó y las actividades del país junto con él. La retirada del Estado Islámico en 2018 junto con el repliegue de las tropas anti Daesh sumado a que la pandemia ocasionó que la población en general se resguarde, devino en el fortalecimiento de este grupo terrorista y el retorno a sus ataques.

En conclusión, el cambio climático junto con un Estado que no puede responder a las necesidades de la población generan las condiciones propicias para la actuación y crecimiento de grupos terroristas. Por otro lado, se da lugar a estudiar otra línea dentro consecuencias de la relación entre ambas amenazas transnacionales como es la generación de un conflicto entre países limítrofes por los recursos y las migraciones masivas en pos de mejores condiciones de vida.

 

* Investigadora en CEMOC – CARI.

 

Referencias

[1] Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores (2017), Ficha país: Irak, <http://www.exteriores.gob.es/Documents/FichasPais/IRAQ_FICHA%20PAIS.pdf>.

[2] Ibídem.

[3] Nordea Trade. Iraq: Economic and Political Overview. Nordea, <https://www.nordeatrade.com/fi/explore-new-market/iraq/economical-context>.

[4] Karasik, T. y Spezia Depretto, J. “Climate Change Is Exacerbating Iraq’s Complicated Water Politics”. ECC Platform Library, 14/08/2019, <https://www.climate-diplomacy.org/news/climate-change-exacerbating-iraq%E2%80%99s-complicated-water-politics>.

[5] Ibídem.

[6] Bartolomé, M. La Seguridad Internacional en el año 10 D.G.(después de la Guerra Fría). Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales, 1999.

[7] Adelphi. Climate change will see terrorism thrive. 2016, <https://www.adelphi.de/en/publication/insurgency-terrorism-and-organised-crime-warming-climate>.

[8] Telford, A. “A climate terrorism assemblage? Exploring the politics of climate change-terrorism-radicalisation Relations”. Political Geography, volume 79, May 2020, 102150, <https://doi.org/10.1016/j.polgeo.2020.102150>.

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EL ASCENSO DE BEIJING Y LA CONFRONTACIÓN SINO-ESTADOUNIDENSE.

Ruvislei González Saez*

 

El mundo actual se encuentra en un momento complejo derivado por múltiples factores. Sin embargo uno de ellos se expresa en la confrontación estratégica entre las dos mayores economías del mundo, es decir, Estados Unidos y China. Todo parecía a finales de 2019 que las relaciones entre Washington y Beijing iban a mejorar cuando se logró concretar la primera fase del acuerdo bilateral generado con posterioridad a los grandes choques comerciales. Sin embargo, el declive de la hegemonía estadounidense reforzada por las acciones unilaterales de la actual administración de Donald Trump, conducen a un mayor nivel de desencuentros entre ambas potencias.

Para entender lo que está sucediendo hoy en el mundo entre las dos grandes naciones, hay que ir más allá de la confrontación comercial y examinar el fenómeno con una perspectiva de trascendencia global y de largo plazo. La economía es la fortaleza de Estados Unidos, pero también de China. La nación asiática es la segunda mayor del mundo en términos nominales y ya en términos de paridad de poder de compra rebasó a Estados Unidos (Tabla 1). Aun cuando en términos nominales su desarrollo es más bajo, ya China actúa como gran potencia. Cuando se llega a un nivel de desarrollo es inevitable la confrontación en distintos planos con la potencia hegemónica. Es un principio del pensamiento geoestratégico. No debe olvidarse que ya Beijing es el principal socio de más de la mitad de los países del mundo y muchos dependen de China como la mayor fuente de sus importaciones.

Tabla 1: Algunos indicadores comparativos entre Estados Unidos y China

Fuente: Elaboración del autor con diversas fuentes, 2020.

El resurgimiento de China como potencia es reciente y por eso su mayor presencia presenta un desafío para Washington, el de acomodar a esta nueva potencia emergente o impedir su ascenso. Lo que pase con estas dos grandes naciones tendrá un enorme impacto en el resto del mundo.

Relaciones políticas

El peligro actual no es el ascenso de China en sí, sino cómo Estados Unidos reacciona a este progreso y a su consecuente pérdida de hegemonía. Son dos naciones que irán hacia una mayor confrontación. El incremento de las tensiones conducirá a que Estados Unidos busque espacios de concertación política que excluyan la participación China o minimice su presencia. Tal es el caso de la convocatoria a la cumbre del G-7 (ampliada) para septiembre con la participación además de otros países como Corea del Sur, India, Australia, probablemente Brasil y también Rusia. Por mucho que lo intente, es difícil aislar a China en el actual contexto. Lo que provocará es el reforzamiento de la proyección externa de Beijing, en la que puede desarrollar con sus fuertes capacidades el poder inteligente o el suave, mediante asistencias a países que lo necesiten en el actual contexto de pandemia.

No obstante, ambas partes están conscientes de que en el peor de los escenarios deben fomentar el diálogo político. La estrategia de la administración Trump es presionar hasta el límite para llevar contra la pared a la contraparte y que esta ceda. En última instancia el diálogo político es el que permitirá resolver la situación, teniendo en cuenta que la conflagración armada no es el escenario que desea ninguna de las partes.

La confrontación y posición aislacionista de Estados Unidos, genera expectativas negativas y una mayor percepción global de la pérdida de hegemonía estadounidense. En tanto presiona para retirarse de organismos internacionales, China promueve la multilateralidad. Beijing percibe que necesita aumentar la colaboración multilateral en su beneficio y las propias acciones aislacionistas de Trump, acercan a varias naciones a China, incluso algunos de los propios aliados estadounidenses han mejorado el diálogo con Beijing, pese a que no confían en el gigante asiático.

Por otro lado, la promesa de China de aportar dos mil millones de dólares a la Organización Mundial de la Salud, posterior a la suspensión de Estados Unidos, conlleva a un mejoramiento de la imagen china, justo en momentos en que el mundo percibe una drástica proyección negativa estadounidense. A ello deben sumarse los ataques mediáticos occidentales en relación con la calidad de los productos sanitarios y de los intereses de la ayuda china.

Relaciones Económicas

En lo económico, aunque Estados Unidos basa su llamada guerra comercial en el déficit que tiene con China, lo interesante es que el creciente déficit en el comercio de bienes estadounidenses con la nación asiática no es ni siquiera el de los años de este siglo, sino desde 1985. Incluso ya en los años 2000 ese déficit ya se dio durante el período de la administración republicana, de 2001-2008, bajo el gobierno de George W. Bush. Aunque bajo la administración demócrata de Barack Obama hubo un incremento, ya venía sucediendo con más fuerza. Bajo la administración de Trump continuó profundizándose pese a la llamada “guerra comercial”. El problema de Estados Unidos de su déficit con China no se resolverá mediante el establecimiento de aranceles o presiones. Es un tema estructural del modelo económico estadounidense que ya está agotado y que incide también en una crisis no solo económica, sino también política.

Ello no sucede de igual manera con el comercio de servicios en el que Estados Unidos tiene un gran superávit.

Interesante es que el discurso de Trump no refleja claridad y son otros los objetivos presentes. El déficit comercial de Estados Unidos con China es histórico. Pero en la misma que ha crecido el déficit, a su vez ha aumentado el nivel de empleo en los Estados Unidos, fenómeno contrario al discurso del presidente estadounidense (ver gráfico 1). Es necesario buscar pretextos para justificar una confrontación. La potencia hegemónica está en declive y tiene la amenaza de ser suplantada por Beijing. Tiene que actuar fuerte para evitar que se demore a toda costa esa caída estadounidense y ese ascenso chino. Solo que la conducción de Trump acelera el proceso mediante el aislacionismo y sus posturas extremas tanto dentro de su país como fuera.

 

Gráfico 1: Correlación entre el crecimiento del déficit comercial estadounidense con China y el crecimiento del empleo.

Fuente: Meltzer & Chenai, 2019

Las relaciones económicas bilaterales presentan un alto grado de interconexión, e interdependencia mutua, por lo que una confrontación afecta a las dos partes. Las medidas unilaterales estadounidenses perturban también a sus propias compañías radicadas en el gigante asiático. Sin embargo, la nueva Ley de Inversiones de China del 2019, puesta en vigor en el 2020, aumenta la apertura en el sector financiero en el que bancos estadounidenses pueden invertir en bancos chinos. Ello incide en la persistencia de la interconexión sino-estadounidense.

China constituye el tercer mercado para las exportaciones estadounidenses de bienes, después de Canadá y México. También lo es para las exportaciones de servicios luego de Reino Unido y Canadá. De hecho el comercio de servicios de Estados Unidos con China tiene superávits, del cual juegan un papel importante los viajes, educación, puertos y servicios financieros. Si Trump sigue aplicando medidas restriccionistas, puede conducir a reducir los viajes de turistas y la presencia de estudiantes chinos a Estados Unidos, lo que dañará grandemente a las exportaciones de servicios de la primera potencia (Consejo de Negocios Estados Unidos-China, 2020).

En sentido general, Estados Unidos tiene más que perder que China en el mediano y largo plazo, teniendo en cuenta que el mayor crecimiento en las exportaciones de servicios estadounidenses se concentra en China, con incrementos de 229% en el período 2009-2018. Mientras, en el comercio de bienes, como principales fuentes de importaciones de China en el 2019 en primer lugar, más que Estados Unidos, están la Unión Europea (275 mil millones de dólares), Corea del Sur (173,08 mil millones de dólares), Taiwán (172,71 mil millones de dólares), Japón (171,30 mil millones de dólares) y luego la nación americana (122,34 mil millones de dólares) (Consejo de Negocios Estados Unidos-China, 2020).

Estados Unidos decrece como mercado suministrador de China y a la larga decrecerá más (por las posiciones estadounidenses y por decisión china también). El mercado chino hoy y en el futuro puede ser más importante para reanimar la economía estadounidense, a partir del cambio de modelo chino que promueve las importaciones. Sin embargo, la confrontación estratégica es tan fuerte que impide pensar en una correcta recuperación estadounidense, porque los intereses son de sobrevivencia hegemónica y no de recuperación económica. El tema del déficit no es nuevo, ni se resolverá con todas las sanciones que quiera imponer la administración actual. Pero sí puede lograr que mediante la iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), China desarrolle su propio mercado, tanto para exportaciones, como suministrador. Países como Brasil, India, Argentina y otros pueden convertirse en sustitutos de productos agrícolas estadounidenses y así puede suceder en otros sectores. No obstante, aún la dependencia china de algunas mercancías estadounidenses es relevante, en especial las tecnológicas.

El aumento de la influencia comercial china sobre los gobiernos se complementará con la presencia cada vez mayor de empresas y equipos chinos en los sectores tecnológicos, incluidas las redes 5G y las arquitecturas de vigilancia, mientras la posición estadounidense va en detrimento y que solo se limita a presionar a gobiernos, sin ofrecer ninguna respuesta económica, financiera ni oportuna para las naciones implicadas.

Las medidas proteccionistas de Trump involucran dos tipos de costos: a) el mayor costo asociado a las importaciones y b) los costos asociados a las menores exportaciones que ahora enfrentarán medidas de represalia. El primero de esos costos tiene un impacto diferenciado sobre los diversos estados de la Unión, dependiendo de su estructura productiva y comercial. Una confrontación comercial aún mayor con China afectará no solamente a ambos, sino también al resto del mundo, mucho más en el actual contexto de pandemia y crisis global. Por lo que el método más reciente estadounidense no es atacar por lo económico, sino por otras vías para afectar políticamente a China.

Los altos líderes de seguridad estadounidenses, por garantizar sus estrategias, están promoviendo el corte de las cadenas de suministros y los vínculos educativos entre los dos países y ello causará, a corto plazo, quizás una victoria de presión a Estados Unidos, pero al mediano y largo plazo causarán pérdidas significativas a la competitividad estadounidense. Lo peor es que este concepto es manejado por altos cargos en la Casa Blanca e intentan a toda costa retornar las empresas estadounidenses. Las cadenas de suministros globales están formadas por países de todo el mundo con el propósito de maximizar su ganancia y estas se han movido hacia zonas con costos laborales menores. Incluso los datos muestran que las empresas no han hecho gran caso a los políticos al punto que, en 2019, las cifras expresaron que el valor agregado de la industria manufacturera de Estados Unidos al PIB cayó al 11%, el nivel más bajo desde 1947. La Cámara de Comercio advirtió al gobierno que no fuera demasiado lejos con el tema de retirar la cadena de suministro estadounidense de China porque dañaría mucho a los propios Estados Unidos. 

Relaciones financieras

En lo financiero, el dólar es la moneda internacional dominante y lo será por un buen tiempo, la que es utilizada como una de las cartas más preciadas por Washington para la confrontación con China. Sin embargo, desde hace más de 10 años, China es el mayor prestamista del mundo. Actualmente presta mucho más que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional juntos y por si fuera poco ha ido creando sus propias instituciones financieras como es el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura (BAII) y el Banco de Desarrollo de los BRICS, así como el Fondo para la Ruta de la Seda, entre otros. Incluso ya bancos chinos han sobrepasado a bancos estadounidenses.

El Banco Comercial e Industrial de China es el mayor del mundo, luego le sigue la Corporación Banco de Construcción de China (uno de los bancos más antiguos de China fundado en 1954), el Banco Agrícola de China. Es decir los tres bancos más grandes del mundo son chinos, luego el cuarto es japonés y el quinto vuelve a ser chino, el Banco de China, mientras en el sexto lugar es el estadounidense Banco de América J.P. Morgan y luego en el noveno lugar el Banco de América (BAC) y en el décimo Wells Fargo (Berger, 2020).

Por otro lado, China es el país poseedor de las mayores reservas internacionales de divisas, con capacidad para hacerle frente a la actual y compleja situación del Covid-19 y la fuerte crisis económica que viene. El gigante asiático a inicios de 2020 poseía 3,399 billones de dólares, mientras el segundo mayor poseedor de reservas es Japón con 1,387 billones de dólares. Estados Unidos se encuentra muy por detrás con 0,129 billones de dólares. Suiza, Hong Kong, Arabia Saudita, República de Corea, entre otros, tienen más reservas que Estados Unidos (FMI, 2020). Ello demuestra que en lo financiero va perdiendo espacios, aunque el dólar sigue siendo la joya de la corona, lo más preciado.

En los últimos años, China se había caracterizado por ser el principal poseedor de los títulos de deuda (bonos del tesoro) de Estados Unidos. Esto suponía un grado de interrelación, en la que el gigante asiático tenía en sus manos un arma para maniobrar ante cualquier eventualidad, pero a su vez, eso le convertía en el principal financista del gobierno estadounidense, incluyendo los gastos del complejo militar. China ha estado financiando indirectamente al propio Departamento de Defensa al comprarle bonos del tesoro estadounidense. Ante la creciente rivalidad, desde 2018, China comenzó a desprenderse de los bonos pasando de esta manera al segundo lugar después de Japón, país que se ubica como el mayor poseedor en el 2020 (ver gráfico 2).

Gráfico 2: Principales poseedor de bonos del tesoro estadounidense en los años 2017 y 2020 en miles de millones de dólares.

Fuente: Elaboración del autor con datos de: http://ticdata.treasury.gov/Publish/mfh.txt, 2020.

La confrontación sino-estadounidense ha tenido muchas repercusiones y ha estado vinculado al impacto en los mercados financieros. En ese sentido, el incremento de la incertidumbre geopolítica provoca que los inversores se interesen por el oro como activo de refugio, a partir del interés de los bancos centrales en especial los de China y Rusia. De hecho, en 2018 se hicieron las mayores compras de metal de los últimos 50 años. La cada vez mayor preocupación china por las acciones estadounidenses le han motivado a desmarcarse del dominio internacional de la economía estadounidense por medio de dos de sus mayores activos: el dólar y los bonos del tesoro.

Entre diciembre y julio de 2019, el Banco Popular de China adquirió más de 70 toneladas de oro. Todo apunta a que esta progresiva reducción de la posesión de bonos del tesoro por parte de China responde, a su deseo de enfrentar a la presión que ejercen los Estados Unidos desde el punto de vista comercial con la imposición de aranceles. El desprendimiento de todos los bonos por parte de China podría conducir a consecuencias muy graves para la economía estadounidense, ya que el país emite bonos del tesoro por valor de un billón de dólares anuales. La maniobra de China podría encarecer el coste de financiación del gobierno estadounidense, extendiéndolo hacia el conjunto de la deuda y asfixiando la tasa de crecimiento de su economía. Pero también le afectaría a Beijing porque una venta a gran escala provocaría una importante depreciación del dólar respecto al yuan, lo que afectaría la competitividad de la economía china y provocaría una desestabilizante fuga de capitales (Pedraza, 2019).

Tema tecnológico en las relaciones

Más allá de la guerra de los aranceles, el objetivo básico de Trump apunta a dificultar el avance chino en materia de ciencia y tecnología. En particular, esta inquietud ha surgido después de conocer la iniciativa Made in China 2025, en la cual China busca construir liderazgo global en 10 áreas críticas, incluyendo tecnologías de información, robótica, aeroespacial, vehículos eléctricos, biotecnologías e inteligencia artificial.

Para ello, la administración Trump propuso actuar en dos ámbitos: a) barreras a la inversión china en empresas estadounidenses de tecnología; b) bloqueo a las exportaciones de alta tecnología dirigidas a China. Para lo primero, el Departamento del Tesoro aplicaría una normativa que prohíbe compra de empresas tecnológicas e impone un techo de 25% a la propiedad de inversionistas chinos en compañías estadounidenses de “tecnologías industrialmente significativas” y ese techo puede variar, en función de consideraciones especiales. A su vez, el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento del Comercio están desarrollando programas para reforzar el control de estas exportaciones, particularmente las dirigidas a China. Estados Unidos se queja de la intervención del gobierno chino en apoyo a sus empresas, mientras el gobierno estadounidense está haciendo lo mismo, solo para frenar a China.

La postura china alega el derecho a poder invertir libremente, sin restricciones administrativas o de índole política. El argumento estadounidense alude al hecho que la frontera entre la inversión privada y el Estado en China sería demasiado tenue y, por ende, cualquier inversión china en Estados Unidos tendría detrás al Estado. De allí que bloquearle el acceso a las tecnologías de punta desarrolladas en Estados Unidos limitaría el avance de la iniciativa Made in China 2025.

El dominio de la tecnología de quinta generación (5G), en el marco de la Cuarta Revolución Industrial, permitirá dar el salto a la nación que la desarrolle. Ello permitió sobresalir a la Inglaterra de entonces como la gran potencia y posteriormente a Estados Unidos. La 5G consentirá el desarrollo del internet de las cosas (IoT), la conducción autónoma, la impresión en tercera dimensión (3D), la industria 4.0, la telemedia, el uso masivo big data. La disputa geopolítica se refiere a la posibilidad de creación y uso de la tecnología como fuente de crecimiento y desarrollo económico, así como de seguridad militar.

En cuanto a los avances tecnológicos y la porción del mercado, solo tres compañías combinadas dominan el 80%, Huawei, Ericsson y Nokia. Tan solo la compañía china domina el 30,1%, mientras Ericsson el 26,4% y Nokia el 22,2%. China lleva la delantera con las patentes esenciales estándar 5G con el 35,1%, mientras Estados Unidos el 14,29%. Incluso Corea del Sur está por encima 21,4% (The Center for Global Studies, 2019). Ya China y Estados Unidos trabajan en investigaciones hacia la 6G.

El conflicto tecnológico se ha centrado en las cuestiones de la 5G y la confrontación con Huawei, sin embargo, poco se habla de las llamadas tierras raras que son indispensables en componentes de los equipos de telecomunicaciones para uso comerciales industriales, pero también militares. En ese sentido, Estados Unidos tiene cinco grandes proveedores, de los cuales China es por mucho el principal. En el 2018, China envió a Estados Unidos 12.557 toneladas métricas (t/m), en segundo lugar Estonia 1.072 t/m, Corea del Sur, 937 t/m, Malasia 860 t/m y Japón 567 t/m. Entre las industrias que utilizan las tierras raras en sus producciones están las de avances electrónicos, equipos médicos, (imanes, baterías, fósforos), turbinas de viento, catalizadores, etc. El 60% del uso en Estados Unidos en el 2018 fue para el desarrollo de catalizadores (Congressional Research Service, 2019). 

Fortalezas de China

En sentido general, la fortaleza china opera más por el lado productivo y comercial. Después de la crisis de 2008, China ha venido aportando entre 30 y 35% al crecimiento anual del PIB mundial; es el principal mercado para las exportaciones de la Unión Europea (UE), Japón, Corea del Sur, Brasil y para el G-20, por lo tanto, un menor crecimiento en China golpeará las exportaciones de todas estas economías. Una recuperación china post-pandemia será decisiva para la recuperación global.

China tiene en la confrontación la fortaleza de que es además el hub de las cadenas de valor asiáticas y el principal socio comercial de más de la mitad de los países y territorios en el mundo. Dados los altos grados de integración productiva en esta zona, el castigo a las exportaciones chinas terminará siendo un castigo a los países asiáticos que aportan partes, piezas, componentes y servicios en la “Fábrica China”, la que finalmente ensambla los productos y los envía al exterior. Cerca del 35% de las exportaciones chinas son de ensamblaje. Por tanto, una guerra comercial con China afectará severamente a Japón, Corea, Hong Kong y Singapur, economías que proveen a China de buena parte de los bienes, insumos y servicios que culminan siendo integrados en la “fábrica china” para ser exportados al mundo.

Por otra parte, China compra el 60% de las exportaciones estadounidenses de soja; es el principal mercado automotriz, de PC y celulares en el mundo, en tanto las principales empresas estadounidenses y la UE están radicadas en China y podrían verse afectadas por la guerra comercial.

China es además el segundo mayor acreedor de Estados Unidos, por la tenencia de papeles del Tesoro norteamericano y, por tanto, es también el segundo principal financista de los desequilibrios fiscales y externo de la economía estadounidense. La parte china parece estar mejor posicionada que la estadounidense para una guerra de mayor alcance. 

Debilidades de China

El principal impacto de las medidas proteccionistas de Trump en contra de las exportaciones chinas se ha estado sintiendo en las bolsas, toda vez que, luego de tales medidas, las bolsas chinas muestran importantes caídas. El eslabón financiero-bursátil parece ser el eslabón más débil en la jugada china. China es también el principal acreedor de Estados Unidos y, por ende, a través de la compra que realiza de los bonos del Tesoro es también el principal financista del desequilibrio externo de Washington. En teoría, esta posesión de títulos podría ser leída como un arma decisiva de China en esta confrontación. Sin embargo, esta tiene sus límites. Hacer uso de esta peligrosa arma, absteniéndose de comprar bonos o deshaciéndose por grandes cantidades hará caer el precio de dichos títulos de deuda, incrementándose la tasa de interés de los mismos. Esa mayor tasa de interés afectaría adversamente el nivel de actividad en la economía mundial, riesgo al que ni China ni Estados Unidos están dispuestos a correr en este preciso momento de crisis global.

El principal objetivo chino es seguir avanzando en sus estrategias, Made in China 2025, la de 2035 y 2049, momento en que se produciría “el retorno a la normalidad histórica”. Desde esta lógica de largo plazo, el desafío de la política china es administrar el conflicto con Estados Unidos, sin cerrar las puertas a la negociación. El principal reto en la administración del conflicto es evitar shocks macro-financieros desestabilizadores. Un tercer eje, admitiendo que el conflicto será de larga duración, es ampliar el arco de alianzas y asociaciones.

Una restricción por parte de China hacia Estados Unidos es estratégica, incluso para la industria militar, por lo que la búsqueda de otros proveedores resulta de vital importancia para Washington. Ello puede conllevar en caso de países que posean tierras raras y sus gobiernos posean regímenes del no agrado de Estados Unidos puede conducir a intentos de golpes de Estado para posicionarse de tales recursos, como está sucediendo con otro recurso, es decir el litio en Bolivia.

Seguridad y Defensa

En las cuestiones de seguridad y defensa, China ha emprendido un amplio proceso de modernización de sus fuerzas armadas, en particular de su rama naval, la Armada del Ejército Popular de Liberación (AEPL). La prioridad otorgada a la producción y el lanzamiento de nuevas y modernas plataformas ha venido aparejada con un aumento de la importancia relativa de las fuerzas navales en la estrategia de defensa nacional del país. En línea con lo que el pensamiento estratégico sobre el poder marítimo ha venido señalando durante más de un siglo, cabe sostener que los aspectos comerciales y militares del ascenso de China como gran potencia están estrechamente interrelacionados.

En los temas militares, aún Estados Unidos tiene la hegemonía, sin hablar de las cuestiones de gastos, no obstante, las capacidades chinas van en aumento. China avanza como potencia exportadora de armamento y varias de sus empresas se ubican en el ranking de las mayores compañías productoras de armamentos y de servicios militares. Aunque Estados Unidos siga en la delantera con compañías como Lockheed Martin, Boeing, entre otras, ya la Corporación de Industria de la Aviación de China (AVIC) se ubicó como la primera compañías china y la sexta mundial que más venta de armamentos realizó, mientras el Grupo de Industrias del Norte de China (NORINCO) y el Grupo de Tecnologías Electrónicas de China (CETC), se ubicaron en la octava y novena (SIPRI, 2020). Es decir que estas compañías han sobrepasado incluso a rusas y francés y se ubican en la competencia con Estados Unidos.

La tendencia de los gastos militares ha ido en aumento en los últimos años. Estados Unidos impulsan el crecimiento global del gasto militar. Tan solo el incremento estadounidense en el 2019 equivale al total de gastos militares de Alemania en el propio año. Ello se basa en su concepción de retorno de la rivalidad entre las grandes potencias. Lo que evidencia la clara concepción de confrontación con China. Este último es el segundo país de mayor gasto militar, pero por mucho muy por debajo de la nación americana.

En este conflicto debe resaltarse el desarrollo de las armas hipersónicas, las cuales China logró hacer funcionar 600 segundos el reactor para misiles de crucero hipersónicos durante un ensayo terrestre, lo que supera los resultados de las pruebas del avión hipersónico experimental estadounidense X-51 que solo funcionó durante 210 segundos. China ha revelado su arma nuclear más avanzada, el misil balístico intercontinental DF-41, capaz de golpear el territorio estadounidense en 30 minutos y llevar múltiples ojivas nucleares.

En la confrontación de Estados Unidos con Beijing, la región del mar del Sur de China es clave. Es el espacio más inmediato para poder frenar a China, pero es también en el que más confrontación China está teniendo con otros actores. Por lo que avivar el conflicto por cualquiera de las dos partes, le será favorable a Estados Unidos en sus justificaciones, pero lo que más afectados podrán verse con los pequeños Estados y territorios involucrados. En ese sentido, no es casual el acercamiento con de Washington con Taiwán y las políticas relacionadas con seguridad establecidas en el Taiwan Relations Act (H.R. 2479/P.L. 96-8 of April 10, 1979), a la vez del interés de fortalecer los lazos con naciones del Sudeste Asiático que bordean el mar del Sur de China. 

Asuntos particulares estratégicos para Estados Unidos: Tíbet y Xinjiang

Estados Unidos en su proyección contra China, utiliza los temas de derechos humanos para atacar al gigante asiático. Las campañas de subversión y ataques han sido constantes, por lo que el incremento de la confrontación con Beijing llevará a un aumento de la atención a los temas del Tíbet y el Xinjiang. Estados Unidos de manera directa ha venido inmiscuyéndose en los asuntos internos de China y ha venido aplicando una serie de políticas violando la soberanía nacional. En ese sentido el Departamento de Estado desde 2001 ha desarrollado acciones como el Programa Democracia, financiamiento de la agencia National Endowment for Democracy (NED). Por otro lado, el gobierno estadounidense en coauspicio con la Voz de América (VOA) y Radio Libre de Asia (RFA en inglés) provee fuentes externas de opinión, noticias alternativas (montadas), lo traducen al mandarín, cantonés, tibetano e incluso al idioma uigur. A su vez, Estados Unidos aprobó la Ley de Acceso Recíproco al Tíbet del 2018 en la que exige al Departamento de Estado que informe al Congreso anualmente sobre los niveles de acceso que otorga el gobierno chino a diplomáticos, periodistas y turistas estadounidenses a áreas tibetanas de China y las barreras para entrar a estas áreas (Congressional Research Service, 2020).

Hay otras acciones como la Ley de Política Tibetana del 2002, restricciones de exportación e importación, algunas de las cuales se aplicaron en octubre de 2019 con el supuesto pretexto de que fueron mercancías producidas en la región de Xinjiang mediante explotación de la fuerza laboral. Sin embargo, es un pretexto hipócrita cuando sus propias empresas (estadounidenses) realizan producciones bajo trabajos forzosos en países africanos y latinoamericanos. 

Hong Kong:

Según el tratado de devolución firmado en 1984, la ciudad funciona como un territorio semiautónomo, bajo el principio de un país, dos sistemas. Esto le ha permitido gozar de derechos como la libertad de expresión, un sistema judicial independiente y un sistema capitalista que lo hace el centro financiero más importante de Asia. El acuerdo consagrado en la Ley Básica de Hong Kong, garantiza el estatus al menos hasta el 2047. La cuestión de Hong Kong se ha venido complicando desde el 2019 cuando se aprueba la Ley de extradición en abril de ese mismo año. Las protestas pacíficas fueron transformándose en acciones violentas al punto de tomar la Asamblea legislativa y de colocar la bandera colonial. Esta acción fue un claro mensaje para las autoridades de Beijing, pero no de simples manifestaciones, detrás existen otras fuerzas externas que mueven algunos hilos.

Ya en el 2020, la Ley aprobada en Beijing, en la Asamblea Popular Nacional, es decir de Seguridad Nacional para Hong Kong prohíbe cualquier acto de traición, secesión, sedición y subversión contra el Gobierno Popular Central, así como el robo de secretos de Estado. Las organizaciones políticas de Hong Kong no podrán tener vínculos con organizaciones políticas extranjeras, ni estas podrán propiciar actividades en la ciudad.

Estados Unidos y la Unión Europea ven en el movimiento un peligroso intento de recortar libertades y fortalecer la vigilancia sobre los opositores y activistas. Antes que se aprobara la ley, Estados Unidos ya había respondido con contundencia. El propio secretario de Estado, Mike Pompeo, en una reacción ambigua anunció que su país dejaba de reconocer a Hong Kong como un territorio autónomo. La decisión de la Casa Blanca puede tener serias consecuencias en materia económica. Hong Kong, que generaba confianza por las garantías de su enorme y tradicional sector financiero, alberga a más de 1.200 compañías estadounidenses y de acuerdo con la Oficina del Censo estadounidense, solo en el primer trimestre de 2020, Estados Unidos exportó 6.360 millones de dólares en bienes hacia la isla e importó 952 millones. Hong Kong es una pieza que la administración Trump usa en su competencia con China (Castrillón, 2020).

Algunos intentan comparar las acciones de Beijing con la adhesión de Crimea a Rusia en 2014, situación diferente de lugar y contexto. Muchos critican a China por su Ley de Seguridad Nacional y estas críticas, por supuesto, vienen de potencias occidentales. Hong Kong es hoy un factor relevante en la geopolítica de confrontación con China. Beijing tiene claridad de que esta ciudad puede ser objeto de una llamada “revolución de colores”. Detrás de estas movilizaciones, las cuales una gran parte pueden ser genuinas, pero pacíficas, hay otro porcentaje que es más violento y promueve acciones y declaraciones mucho más enfocadas en cambio de régimen. Estos grupos son preparados y financiados por agencias externas. Beijing ha dado un paso que puede ser criticado, pero es correcta en función de proteger su seguridad nacional.

Estados Unidos busca todas las vías posibles para frenar a China en su ascenso. Su pérdida de hegemonía condiciona buscar desestabilizaciones en el gigante asiático ya sea en el Tíbet o Xinjiang. Pero es Hong Kong la clave hoy. Hay fuentes que exponen la presencia de la NED, mediante soporte a grupos de jóvenes en Hong Kong. Ya la NED había intentado con el apoyo a legisladores opositores como Lee Cheuk-yan, jefe de la Confederación de Uniones Comerciales quien recibió fondos para financiar campañas de los “Ocupa”. En marzo del 2019, el vicepresidente Mike Pence se reunió con legisladores hongkoneses opositores en Washington. En mayo, figuras políticas llamadas “pro-democracia” se reunieron con figuras representativas de la NED en Hong Kong. Dos días antes, Martin Lee y su delegación viajaron a Washington para reunirse con el secretario de Estado, Mike Pompeo. Posteriormente sucedieron otras reuniones y acciones en julio y agosto de 2019. Encima los medios de comunicación particularmente la cadena estadounidense Fox News se encargó de transmitir líneas de mensajes. Se unieron Facebook, Twiter, YouTube y Google. Por si fuera poco, en agosto de 2019, Julie Eaden del Consulado General de Estados Unidos tuvo reuniones con jóvenes del Demosisto Party en un hotel de la ciudad (Dimsumdaily, 2019).

Hong Kong es un tema que no es solo del Partido Republicano en Estados Unidos, es bipartidista, porque es el asunto China. La pérdida de hegemonía estadounidense preocupa al establishment de ambos partidos y por tanto Hong Kong es estratégico, por lo que se le está dando gran atención y se profundizará. La subversión, el financiamiento a líderes opositores, las campañas propagandistas y otras acciones que tradicionalmente se realizan contra gobiernos que Estados Unidos tiene intención de destruir. Estas acciones también se realizan contra Venezuela, Cuba, Irán, Siria, etc., y no deben dejar de tenerse en cuenta. Ni la USAID, ni la NED entran a un país con propósitos loables, sino hay un propósito de inteligencia detrás.

A través de los movimientos estudiantiles como Demosisto, el Escolarismo y otros, la NED y el Instituto de la NED (INED, sostenido por la líder del Congreso, Nancy Pelosi del Partido Demócrata), tienen penetrado el sistema de educación total en Hong Kong, desde la primaria, hasta las universidades. Por ejemplo, han invertido dinero en el Centro de Estudios Comparativos de la Universidad de Hong Kong (Pinkstone, 2019).

Creer que es original el movimiento contra Beijing y la independencia de Hong Kong, es una completa ignorancia. Hay que tener claro que las manos de Estados Unidos están introducidas completamente en la ciudad china. No debe descartarse tampoco la presencia británica. Esto es una batalla de inteligencia infiltrada en la sociedad de Hong Kong y con un trabajo fuerte de mediano y largo plazo. Washington no escatimará acciones para lograr los cambios que se propone. No es casual tampoco una mayor atención a Taiwán, mediante la llamada Nueva Ley Taipei.

Los medios manipulan las líneas de mensajes, incluso varios dirigentes estadounidenses, por ejemplo en las protestas de Hong Kong, los manifestantes eran luchadores por la libertad, eran héroes, sin embargo, los manifestantes en Estados Unidos son llamados terroristas, delincuentes y anarquistas. Lo que es una burda y clara manipulación de los intereses del establishment estadounidense. Lo preocupante es que la introducción de las agencias de asistencia como USAID y NED llega con propósitos supuestamente loables para ayudar en temas sensibles como educación, salud, particularmente VIH, combate a la pobreza, etc. Pero detrás hay todo un complejo de inteligencia para reconocer como viven los sectores más desfavorecidos e incidir sobre su pensamiento mediante psicología y más eficientemente asistencia material que es mucho más importante.

Conclusiones

Sin lugar a dudas la confrontación estratégica entre Estados Unidos y China parte de que el primero considera que el segundo es su principal competidor estratégico. Beijing le plantea a Washington el más significativo desafío en su hegemonía global en el actual siglo XXI.

Estados Unidos no percibe a China como un reto con su competencia industrial, sino que ya reconocen que a paridad de poder de compra es la mayor economía del mundo, en términos absolutos es la economía que más contribuye al crecimiento económico global, la mayor nación exportadora y la mayor nación comercial. A su vez, el PIB a precios de mercado muestra aproximadamente la mayor formación de capital fijo y creación de valor industrial, así como otras variables. No obstante, es importante destacar que aún hay elementos muy importantes en los que China aún está muy por detrás. Aún debe pasar un buen tiempo para que Beijing supere a Washington en términos nominales.

Si las tendencias del crecimiento de la nación asiática actual se mantienen, China sobrepasará en todos los sentidos a Estados Unidos como la mayor economía del mundo en el 2030 y posiblemente con la actual pandemia y crisis en menor tiempo. En la misma medida que Washington pueda retrasar ese proceso, será mucho más factible para mantener su hegemonía.

Un decrecimiento de la economía China afectará en primer lugar a China, en segundo lugar a Japón, Rusia, pero en cuarto lugar a los propios Estados Unidos dada la interdependencia.

Estados Unidos y China tienen responsabilidades comunes como el combate a los efectos del cambio climático, gobernanza global multilateral (el hecho que Trump quiera desarrollar una cumbre del G-7 ampliado con Corea del Sur, India, Australia, incluso Rusia y probablemente Brasil sin China es un intento de dividir, mientras China intenta sumar en su concepción de un mundo compartido de mutuo beneficio) y otros asuntos. Sin embargo la confrontación estratégica les aleja por dos caminos y genera tensiones y confusión a nivel global. A la larga obliga a que el resto del mundo tenga que elegir entre uno u otro bando y ello si puede afianzar el resurgir de una probable segunda Guerra Fría, aun cuando ya algunos manifiestan que ya existe.

Estados Unidos aún sigue siendo el país más fuerte económicamente y más poderoso militarmente, pero su declinación es imparable. Hay claridad de que hay pérdida de hegemonía, no se está en discusión de ello, lo que está en discusión es ¿cómo será está pérdida?

La IFR no solo es el programa más importante de la política exterior china bajo el mandato de Xi Jinping, sino el vehículo geoestratégico de la proyección global de China en un momento clave de su resurgimiento como una de las potencias principales del mundo. Sin embargo, su grandioso ascenso en este periodo está chocando con la resistencia cada vez más abierta de Estados Unidos a renunciar a su hegemonía y unilateralismo en los asuntos internacionales. En ese marco, la IFR representa una política inteligente de China para avanzar en su indetenible ascenso, al tiempo que busca minimizar los riesgos asociados con un enfrentamiento abierto con Estados Unidos.

Aun en algunos círculos chinos, especialmente el de negocios, se mantiene el interés por acercarse a Estados Unidos y lo ven como un potencial socio. Sin embargo, esa visión quizás conformada por esos que estudiaron en la nación americana o que por asuntos económicos han estado muy ligados con la nación americana, les impide ver que la gran potencia necesita conservar su hegemonía a toda costa y que el objetivo principal es eliminar todo aquel que se le convierta en una amenaza.

* Centro de Investigaciones de Política Internacional, Cuba.

 

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