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BOLIVIA, CRISIS CRÓNICA Y PÉRDIDA DE PODER

Waldemar Peralta (El Deber*)

Toda crisis es sinónimo de pérdida de poder. Son situaciones donde irrumpe un cambio negativo, complejo, difícil y por sobre todo inestable. Rompen el sistema político, la sociedad y generan desequilibrios, son procesos políticos desgastantes, de cierre incontrolable. 

Pueden ser crisis agudas, con hechos inesperados difíciles de ser anticipados, como un incendio o un terremoto; o pueden ser crisis crónicas, hechos en diferentes dimensiones que van agravándose como una bola de nieve. Pero en contraste, se abren oportunidades y por ende ganadores, cuando se la gestiona de manera exitosa, destacando los atributos del gobernante.

El profesor Mario Riorda señala que “una crisis y su consecuencia, siempre implica un reacomodo relativo de poder, siempre hay ganadores y perdedores en un proceso traumático”.

El país vive una crisis crónica multidimensional, que se agravó con llegada del Covid-19. Si había alguna certeza con la salida de Morales, fue eclipsada con la llegada de la pandemia, que encontró a Bolivia con enfermedades de base, económicas, sociales, políticas y ahora sanitarias, que adelantaban un desalentador pronóstico.

El desconocimiento de los resultados del referéndum por parte de Morales profundizó la crisis política, que ademas se volvió social, volcando a varios sectores a las calles. Evo deterioró su imagen por hechos de corrupción y su forma autoritaria de gobierno, dilapidando su credibilidad. El incendio de la Chiquitania fue la antesala de la elección, en la cual le robaron la segunda vuelta a Carlos Mesa, producto de un fraude incuestionable por parte del MAS, que derivó en una legítima revuelta popular, originando la salida de Morales.

La llegada de Jeanine Áñez al poder se inició gestionando con relativo éxito algunas variables de la crisis como la social, pacificando el país; la electoral, convocando a elecciones con nuevo TSE; la institucional, con una relación estable con los otros poderes del Estado. 

Esto aportó certezas al juego estratégico y, por ende, credibilidad que cimentó la variable política, con una importante alianza de partidos y de liderazgos locales. Este contexto entusiasmó al Gobierno, que presentó una alternativa de poder. Pero llegó el Covid-19 y la variable sanitaria cambió el juego. Hubo una frágil gestión de la pandemia, errores en el manejo de las “formas de poder” y una débil comunicación gubernamental, de crisis y de riesgo.

Ocurrió lo esperado, se impuso el contexto. La variable sanitaria pasó factura y la unificación del voto se impuso. La regla es la incertidumbre, en 11 meses se dieron estructurales renuncias, que reacomodan las relaciones de poder. 

La de Evo Morales al Gobierno y la de Jeanine Áñez a su candidatura presidencial. Pero no son las únicas, también renunciaron el vicepresidente, gobernadores, alcaldes, asambleístas nacionales, departamentales, concejales y el pasado lunes, tres ministros del actual Gobierno, entre ellos, Óscar Ortiz. Resumen, reacomodo del poder.

En tiempos de Covid-19, el elector tiene el peor humor y ánimo social de los últimos 30 años. Vivimos en incertidumbre por el temor a morir de hambre y de fiebre, en ese orden. Los ciudadanos no creen que las cosas están o estarán bien y, cuando el ánimo es negativo, califican negativamente todo. Un acierto en este contexto cuenta por uno y un error cuenta por diez, razón de las costosas facturas políticas.

La crisis crónica tiende a empeorar, por dos motivos; primero, las posiciones, intereses, influencia y disposición de negociar de los jugadores. Segundo, los escenarios posibles.

Primero, posiciones. En el tablero están el Gobierno actual, Evo, el MAS (que últimamente no son lo mismo), candidatos y partidos; pronto el Gobierno electo, movimientos sociales, liderazgos regionales, empresarios, militares, policía, cada uno de ellos con su propia posición e interés, la mayoria confrontados y con poca o ninguna disposición a negociar.

Segundo, los escenarios. Un contexto económico de dura depresión y contracción de la economía, periodo de ajustes y vacas flacas, producto de la pandemia. El sanitario, similar a EEUU o Europa, una segunda ola de Covid-19. El social, protestas permanentes por diversas demandas, escaramuzas que iniciarán el 18 de octubre si el MAS no se alza con el triunfo, como ya lo dijo el propio Luis Arce, ¿Cómo actuará el Gobierno? En medio, la campaña nacional, que define la variable electoral. Los temas son economía, salud, empleo, miedo al MAS y la agenda pendiente de inclusión, social y regional.

Las alternativas democráticas apuestan a la razón y la emoción, con grupos de electores de raíz, ideológicas, económicas, regionales, clasistas y hasta culturales. 

El principal teatro de operaciones de disputa electoral es Santa Cruz. Esto posiblemente abra tres escenarios electorales: primero, fuerte polarización, un gobierno de vocación democrática que gana en primera vuelta y con mayoría en el Congreso. Segundo, frágil polarización, con segunda vuelta, un gobierno democrático con minoría en el Congreso. Tercero, no existe polarización, alto ausentismo, débil control electoral en bastiones azules, triunfa el MAS en primera vuelta.

Con escenarios tan complejos y posiciones tan confrontadas, ¿cómo generar viabilidad política? El desafío en semejante contexto, pasa por tratar de recomponer el sistema (Estado), que gestione con éxito las variables críticas y la relación de sus actores, negociando por principios y superando posiciones; eso se hace cediendo y acercando intereses entre la razón y emoción, para reducir la complejidad. 

En lo político, debemos unificar el voto, concretar un gobierno democrático y apuntalarlo evitando que fracase, entendiendo que el ciclo del MAS no se clausura con su derrota, sino con un gobierno estable de 5 años, frente a la convulsión que planea Morales y que comenzará más temprano que tarde.

Se requiere mirar el país desde las regiones y sectores, mucha capacidad política para entender las nuevas causas, anticipar escenarios, gerenciar la crisis, construir alianzas, coaliciones, para generar certezas, gobernabilidad y gobernanza, pero por sobre todo, mucha madurez política acompañada de grandeza y humildad. El juego estratégico está abierto.

Publicado originalmente en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/bolivia-crisis-cronica-y-perdida-de-poder_202558     

NEPOTISMO O LOS PELIGROS DE LA FAMILIA

Agustín Saavedra Weise*

 

Se cuenta que el legendario Julio César, mientras era apuñalado en las escaleras del Capitolio romano, observó que su hijo adoptivo estaba entre los asesinos y al morir exclamó: “¡Tú también, Brutus!”. Desde antes de esa época y hasta nuestros días, el ingreso de los familiares a la vida pública de los políticos siempre tuvo ribetes peligrosos.

El nepotismo ha sido y es parte integral de la administración pública en cualquier país del planeta; no hay quien se salve. Los poderosos de turno siempre nombran en cargos oficiales a algunos de sus parientes. La palabra “nepotismo” deriva del latín “nepote”, sobrino en castellano. El término se popularizó para referirse genéricamente al nombramiento de familiares en cargos estatales. El nepotismo sería menos malo si se nombrara parientes por su capacidad. Lo penoso es cuando el parentesco pasa a ser prioridad y de último va la eficiencia. Por otro lado, debe reconocerse que hay parientes “tranquilos” que —eficaces o no— transitan por cargos de prebenda sin mayores problemas y, por tanto, más allá de la irregularidad de sus designaciones, disfrutan de sus “pegas” sin ocasionarle desventuras al soberano de turno.

El inconveniente surge cuando el miembro de la familia en un cargo público se transforma en algo embarazoso para el mandatario, sea este dictador, monarca, presidente o cacique. La historia —antes y después de la tragedia del César— es pródiga en anécdotas de parientes conspiradores y/o creadores de problemas. Quién no recuerda las vicisitudes de Ricardo Corazón de León que, mientras luchaba en las Cruzadas, debía vérselas en Inglaterra con su pérfido hermano Juan. Una ancestral leyenda británica cuenta que el Rey Arturo cayó destruyendo a Camelot, a sí mismo y a su mítico reinado, por las intrigas de su hermana Morgana en combinación con su hijo Mordred. Son innumerables las historias —en la antigüedad y el presente— de líderes caídos en desgracia por causas familiares. También en la Iglesia católica, el Papado cometió muchos actos de nepotismo en el pasado.

Si escarbamos la memoria hacia atrás y hacia el presente, en el país y en el exterior, tanto usted estimado lector como el que escribe, podríamos citar muchos ejemplos más de políticos que se sometieron a los peligros de la familia y pagaron caro por ello.

El nombramiento de parientes es una especie de mecanismo de protección que se remonta a la primitiva formación de tribus y clanes. La designación en ciertas posiciones de familiares cercanos le aseguraba al jefe permanencia y la seguridad de no ser traicionado. No siempre las cosas han sucedido de esa manera, tal como hemos visto. En realidad, el nepotismo puede traer más inconvenientes que ventajas.

El nepotismo nació con la organización social humana y seguramente permanecerá. Existe hasta un país explícitamente nepotista. Tal el caso de Arabia Saudita, donde el nombre del Estado obedece a la familia reinante: los Saud. En otras naciones se intenta ser menos desvergonzados y los casos de nepotismo se los disimula o no son tan notorios, pero, repetimos, no hay quien se salve: la secular regla de gobernar con familiares sigue vigente.

Conviene tener “in mente” los ejemplos de la historia y dosificar el nepotismo. El príncipe que confía en sus parientes quizá hoy no tenga final trágico, pero aun así los peligros de la familia persisten. Un tendal de gobernantes perjudicados a lo largo del tiempo es prueba demoledora de que poner familiares en cargos públicos casi siempre acarrea lamentables consecuencias.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://www.eldeber.com.bo/160511_nepotismo-o-los-peligros-de-la-familia