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LA 24a CUMBRE ANUAL DE LA ORGANIZACIÓN DE COOPERACIÓN DE SHANGHAI EN KAZAJISTÁN: «REFORZAMIENTO DEL DIÁLOGO MULTILATERAL – ASPIRACIÓN A LA PAZ Y EL DESARROLLO SOSTENIBLES».

Isabel Stanganelli*

Foto: Embajada de la República Popular China en Ecuador.

Introducción

Los días 3 y 4 de julio de 2024 se celebró en Astana, capital de Kazajstán, la 24ª Cumbre Anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Esta Organización reconoce su origen en abril de 1996 como «Grupo de los Cinco de Shanghai», formado por China, Kazajistán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán. En 2001 se incorporó Uzbekistán, la organización adoptó su nombre actual e incluyó la «Convención de Shanghái para la supresión del Terrorismo, Separatismo y Extremismo (religioso)». Desde entonces ha buscado dar respuesta a los desafíos mundiales y regionales y al mismo tiempo se preparó para incorporar a los Estados que solicitaran su admisión. Hoy su propuesta es ofrecer alternativas a la hegemonía mundial. Uno de los pilares fundamentales de la OCS es respetar el derecho de cada Estado a elegir su modelo de desarrollo propio. De esta manera la OCS se ha vuelto cada vez más poderosa, sus objetivos se han adaptado en forma muy dinámica a las cambiantes realidades políticas y económicas del mundo y se mantiene dispuesta a encontrar soluciones negociadas, colaborativas y conjuntas entre sus miembros. Estos comparten valores e intentan proteger sus derechos e intereses en un mundo cada vez más multipolar y con situaciones complejas.

Desde sus inicios, la OCS señaló su compromiso ante el rol coordinador de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a apoyar las normas universalmente reconocidas del derecho internacional y a colaborar en la construcción de un sistema mundial multipolar representativo, justo y democrático que permita a los países acceso equitativo a las oportunidades de desarrollo. En las últimas cumbres ha destacado la tendencia en ciertas regiones a la toma de decisiones unipolares que afectan a pueblos libres del mundo. En esta última Cumbre, y en presencia del Secretario General de ONU, se sostuvo la permanencia de esta tendencia.

La Cumbre Presidencial de la OCS en 2024

La presidencia rotatoria de la OCS estaba a cargo de Kazajistán por lo que su presidente, Kasim-Yomart Tokáev, presidió la reunión. A la misma asistieron el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, el presidente de Kirguistán, Sadyr Zhaparov, el primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, el presidente de Tayikistán, Emomalí Rahmón, el presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, el presidente interino de Irán, Mohammad Mokhber, y el representante de la India, cuyos países son Estados miembros de la OCS. Del mismo modo, participaron de la cumbre el secretario general de la OCS y otros funcionarios.

Con estatus de Estados observadores permanecen Afganistán y Mongolia y 14 países revisten como «Asociados en el Diálogo»: Azerbaiyán, Armenia, Bahréin, Egipto, Camboya, Qatar, Kuwait, Maldivas, Myanmar, Nepal, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Turquía y Sri Lanka.

Si consideramos solamente a los diez países miembros permanentes de la OCS, éstos superan el 40% de la población mundial. Con los 16 países restantes, la OCS se acerca al 48% de la población total, representa el 32% del PBI mundial y contiene 20% del petróleo y el 44% del gas del planeta[1].

Cabe destacar que en 2024, además de la reunión del Consejo de Jefes de Estado de los Estados miembros, el foro internacional incluyó una reunión «OCS plus», denominada «Fortalecimiento del Diálogo Multilateral», con los dirigentes de los Estados observadores, el presidente de Turkmenistán (Gurbanguly Berdimuhamedov), invitados de honor y jefes de organizaciones internacionales como el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, representantes de la ASEAN y el Secretario General de la OCS, Zhang Ming.

Durante la Cumbre se aprobaron más de veinte documentos. Entre ellos:

    1. La Declaración de Astana: adherirse al «espíritu de Shanghai» y el compromiso de construir un nuevo modelo de Relaciones Internacionales basado en el futuro compartido de la humanidad.
    2. La iniciativa de la OCS de solidaridad entre Países para Promover la Justicia, la Armonía y el Desarrollo Mundiales,
    3. La Declaración de la OCS sobre los Principios de Buena Vecindad, Confianza Mutua y Asociación.
    4. Programa de cooperación contra el terrorismo, el separatismo y el extremismo para el período 2025/2027[2].
    5. Una estrategia antinarcóticos 2024/2029.
    6. Estrategias conjuntas en el sector energético, económico y financiero hasta 2030. Estos se relacionan con los «objetivos de desarrollo sostenible» de la agenda 2030 de la ONU pero se diferencian al no imponer ni limitar el desarrollo de los países sino respetar las decisiones soberanas de cada Estado que podrá establecer sus propias metas.[3]

En cuanto al mencionado en primer lugar, el «espíritu de Shanghai», el presidente de China presentó cinco sugerencias[4]:

    1. Construir una comunidad de solidaridad y confianza mutua, principalmente a través de una comunicación estratégica y el intercambio de experiencias entre sus miembros.
    2. Que sea un lugar de paz, tranquilidad y seguridad. Ayudaría la construcción de un Centro Antidrogas, el intercambio de inteligencia y la realización de operaciones conjuntas. Al respecto pidió especial atención a los vecinos de Afganistán para colaborar en su paz y reconstrucción.
    3. Atender a la prosperidad y al desarrollo, proponiendo 2025 como el año del desarrollo sostenible, principalmente atendiendo los proyectos de la Franja y de la Ruta como facilitadoras de intercambios y de avances tecnológicos agrícolas, comerciales, ambientales. Al respecto instó a los miembros a usar el sistema de navegación satelital chino BeiDou (BDS) y que sean parte de la construcción de la Estación Internacional de Investigación Lunar. También promueve en esta sugerencia la capacitación en tecnologías digitales para una mayor eficacia organizativa.
    4. Establecer lazos de amistad y buena vecindad, incluyendo el Foro de Medicina Tradicional, el Foro de Amistad entre Pueblos, campamentos de intercambio juveniles, foros de desarrollo verde, de mujeres.
    5. Construir un mundo de equidad y justicia multipolar, igualitaria, con una globalización económica que beneficie e incluya a todos de forma multipolar y logre una gobernanza global justa y razonable.

Los líderes se mostraron de acuerdo con el devenir de la OCS a lo largo de los años y también aceptaron las propuestas sugeridas para los próximos años y emitieron una declaración sobre los principios de buena vecindad, confianza mutua y asociación así como cooperación en áreas como la energía, inversiones y seguridad de la información[5].

Se destaca que una de las direcciones más importantes y facilitadoras de la armonía en la OCS son los emprendimientos en infraestructura. La Iniciativa de la Franja y la Ruta; el enorme gasoducto Poder de Siberia 2; la Ruta de Transporte Internacional Transcaspiana a través de Kazajstán, el mar Caspio, Georgia, Turquía y el mar Negro; el Expreso Transcaspiano China-Europa que permitió a los productos chinos llegar al mar Caspio a través de Kazajstán[6] o el ferrocarril China-Kirguizistán-Uzbekistán que es prioritario pues Beijing no puede utilizar el Transiberiano como ruta comercial hacia Europa ante el riesgo de ser sancionada.

Ya existe el proyecto de estrategia de desarrollo de la OCS hasta 2035 para lograr una mayor expansión de la cooperación en política, economía, energía, agricultura, altas tecnologías e innovación. Tal proyecto es parte de los planes quinquenales de China hasta ese año. Esta iniciativa ya era parte de la asociación estratégica de ese país y Rusia.

Declaración final

En la declaración final los miembros se comprometieron a aumentar el papel de la OCS en la creación de un nuevo orden internacional democrático, justo, político y económico en consonancia con los principios de la ONU. Están a favor de una solución justa a la cuestión palestina, en contra de las sanciones unilaterales ―occidentales―, se proponen crear un fondo de inversión y apoyan la creación de un banco común de la OCS y también defienden las disposiciones del Tratado de No Proliferación nuclear del que todos son miembros. Ante la situación reinante en Europa, consideran que pueden colaborar en la construcción de una nueva arquitectura de seguridad eurasiática basada en garantías bilaterales y multilaterales, abierta a todos los países euroasiáticos, incluidos los miembros de la OTAN. Como prioridad proponen el retiro de la presencia militar de potencias externas en sus territorios y lograr alternativas a los mecanismos económicos controlados por Occidente, incluyendo el dólar.

Con el fin de esta Cumbre culmina el año de dirección de la OCS por Kazajstán y se inicia el de China que designó a la ciudad de Tsingtao como sede de la próxima Cumbre Presidencial 2025.

En palabras de Xi Jinping: «La victoria está asegurada cuando las personas unen sus fuerzas; el éxito está asegurado cuando la gente se une».

 

Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Directora del CEID y Secretaria Académica de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas.

 

Referencias

[1] «Lista de países ordenados por población». PopulationPyramid.net, 2023, https://www.populationpyramid.net/es/población-por-pais/2023/ [consulta: 24/07/2024].

[2] La OCS cuenta con una Estructura Regional Antiterrorista (RATS) con actividades de seguimiento constante.

[3] Considera injusta la imposición por parte de naciones que, en su momento, se han beneficiado de los recursos de otros países.

[4] «Xi Jinping Asiste a Reunión “Organización de Cooperación de Shanghái Plus” en Astaná y Pronuncia Importante Discurso». Embajada de la República Popular China en Venezuela, 07/07/2024, http://ve.china-embassy.gov.cn/esp/zgxw/202407/t20240707_11449406.htm [consulta: 16/01/2025].

[5] «Xi Jinping Asiste a XXIV Reunión de Consejo de Jefes de Estados Miembros de Organización de Cooperación de Shanghái». Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China, 04/07/2024, https://www.mfa.gov.cn/esp/zxxx/202407/t20240707_11449404.html, [consulta: 16/01/2025].

[6] Por Kazajstán pasa el 80% de las mercancías chinas hacia Europa. La nueva Ruta de la Seda sería imposible sin ese Estado como país de tránsito.

 

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PUTIN, LOS TALIBANES Y EL MUNDO ISLÁMICO. REEQUILIBRIOS GEOPOLÍTICOS ANTE LAS TENSIONES CON OCCIDENTE

Roberto Mansilla Blanco* (Artículo para SAEEG)

Kazán, ciudad del suroeste de Rusia donde se celebrará el foro «Rusia y el mundo islámico». Foto: fotostart en Pixabay, https://pixabay.com/es/photos/templo-religi%C3%B3n-kaz%C3%A1n-iglesia-4981094/.

 

En mayo la ciudad rusa de Kazán, capital de la República de Tartaristán, organizará el foro «Rusia y el mundo islámico» en el que participarán, además de actores relevantes China, Irán, Uzbekistán y Pakistán, una delegación del gobierno Talibán de Afganistán. Esta será la sexta edición de este foro inaugurado en 2017.

El evento resulta clave para Rusia, sin olvidar a China, como toma de contacto para reconfigurar sus esferas de influencia y trazar reequilibrios geopolíticos desde Asia Central y el Cáucaso, especialmente con el foco en crear un marco de estabilidad regional en un momento de tensiones en aumento con Occidente por la guerra en Ucrania, principalmente tras la reciente aprobación en Washington de un nuevo paquete de ayuda para Kiev y el envío secreto por parte de EEUU de misiles de largo alcance para atacar objetivos rusos.

Por otro lado, el foro revela las expectativas de Moscú por mantener fluidas relaciones con los países musulmanes y, especialmente, con los musulmanes rusos. Aproximadamente un 7% de la población rusa profesa la religión islámica. La dinámica histórica entre Rusia y las comunidades musulmanas ha registrado episodios violentos que afectaron la integridad y seguridad estatal rusas. Destacan aquí la invasión soviética a Afganistán (1980), las guerras chechenas (1994-2009) y la intervención militar rusa en Siria (desde 2015) en apoyo al régimen de Bashar al Asad y para luchar contra el Estado Islámico (Daesh)

No obstante, la pax rusa en Chechenia y la guerra en Ucrania han permitido al Kremlin irradiar una imagen de normalidad en las relaciones con los pueblos musulmanes dentro de la Federación rusa así como en la imagen exterior ante el mundo islámico a través de la estratégica relación de poder entre Putin y el presidente checheno Ramzán Kadirov, que le permite también a Moscú mantener intacto su dominio en el Cáucaso ruso.

Un marco de seguridad contra el terrorismo yihadista

La agenda de esta edición está encabezada por la lucha antiterrorista y el narcotráfico, habida cuenta de que Rusia es uno de los destinos claves de las rutas de las drogas desde Afganistán y Asia Central así como uno de los principales objetivos terroristas por parte del yihadismo salafista.

Priorizar en la lucha antiterrorista supone un tema esencial para Rusia, que en marzo pasado fue objeto de un atentado en Moscú con saldo de casi 140 muertos. El Estado Islámico del Jorasán (Daesh-K), una facción del Daesh que lucha también contra los talibanes, se adjudicó la autoría del atentado. La detención por parte de las autoridades rusas de algunos presuntos terroristas de origen tayiko levantó suspicacias, hasta el momento no confirmadas, de posibles incidentes xenófobos y discriminación hacia ciudadanos de esas minorías centroasiáticas, algunos en trámite de obtener la ciudadanía rusa. Crear un marco de normalidad y evitar tensiones interétnicas dentro de la Federación rusa puede, al mismo tiempo, ser uno de los objetivos del Kremlin con el foro de Kazán.

Rusia proscribió a los talibanes en 2003, en medio de la estrategia de la lucha contra el terrorismo impulsada por la entonces Administración de George W. Bush en la Casa Blanca y en un momento álgido de la guerra secesionista en Chechenia y el Cáucaso, donde el yihadismo ha tenido presencia. No obstante, Moscú no ha dejado de estar pendiente de la situación en Afganistán, máxime cuando los talibanes recuperaron el poder en 2021, propiciando la humillante retirada de EEUU dos décadas después de haber desalojado a este régimen del poder en Kabul.

La retirada de Washington supuso un claro triunfo geopolítico para Rusia y China, que con anterioridad venían manteniendo contactos con los talibanes. Los Talibanes han viajado en varias ocasiones a la capital rusa para participar en conferencias sobre la reconstrucción y financiación de Afganistán, un aspecto que certifica los intereses del Kremlin en el país centroasiático. Se especula que en el foro de Kazán, en un gesto diplomático de apertura y normalización de relaciones, Rusia termine sacando a los Talibanes de la lista de organizaciones terroristas.

La realpolitik impone por tanto su ritmo en estas relaciones. Para Moscú, conviene no agitar un pasado marcado por los reveses: como en el caso estadounidense, Afganistán supuso también una humillante derrota militar durante los años de la invasión soviética al país centroasiático (1980-1989), en la que los talibanes, camuflados en torno al movimiento muyahiddin, lucharon contra el invasor soviético.

El foro de Kazán permitirá medir el pulso de las nuevas relaciones centroasiáticas con un panorama internacional repleto de tensiones y volatilidad, desde Ucrania y Oriente Medio hasta Taiwán y el sureste asiático. La presencia de China y Pakistán es significativa tomando en cuenta que Afganistán está en esa área de influencia. Islamabad, potencia nuclear, ha sido un refugio para los talibanes tras su salida del poder de Kabul en 2001.

Por su parte, Beijing también busca equilibrios geopolíticos determinados por la seguridad. Para China, Afganistán es una de las entradas estratégicas de Asia Central para los proyectos de las Rutas de la Seda. Fronteriza con la región autónoma china de Xinjiang, de mayoría uigur, etnia de origen turcomano y religión islámica que cuenta con un movimiento separatista, el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental.

Extirpar la posibilidad de penetración de redes yihadistas y de islamismo radical supone una prioridad de seguridad tanto para las autoridades chinas como rusas. En este sentido, mantener una relación de normalidad y cierta apertura con el talibán se define como una estrategia clave para evitar esa posible penetración. El atentado de Moscú permitió observar el alcance del Daesh-K que coloca a Moscú y Beijing como enemigos por sus contactos con los talibanes. En esa misma ecuación podrían entrar otros países como Pakistán, Uzbekistán, Kirguizistán y Tadyikistán. 

Estabilidad ante un panorama volátil

Por otro lado, existen otros nudos geopolíticos detrás del foro de Kazán. El contexto de tensión con Rusia por la guerra en Ucrania persuade a Washington a volver a jugar sus piezas en el «patio trasero» ruso (y cada vez más chino) en Asia Central, lo cual implica al mismo tiempo crear un corredor estratégico que busque entorpecer los proyectos de integración regional de Beijing y Moscú.

Países como en Kazajstán, Kirguizistán, Tadyikistán, Turkmenistán y Uzbekistán están avanzando en la creación de una zona de libre comercio bajo el formato del proyecto B5+1, amparado por EEUU. El objetivo de Washington es restar la influencia regional de Beijing y Moscú.

Otro punto caliente son las tensiones fronterizas entre China e India, ambos miembros de los BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), organismos igualmente claves para consolidar la visión multipolar de Moscú. Por otro lado, el Cáucaso está pendiente de la normalización de las relaciones, no menos tensas y que pueden volver a romperse, entre Armenia y Azerbaiyán en torno al enclave de Nagorno Karabaj, actualmente bajo soberanía azerí tras la breve ofensiva militar de Bakú a finales de 2023.

Una ofensiva azerí que trastocó el equilibrio regional y permitió fortalecer una especie de eje regional Moscú-Bakú-Ankara toda vez que son patentes las pretensiones prooccidentales del gobierno armenio de Nikol Pashinyan. Recientemente el Kremlin decidió retirar sus 2.000 efectivos militares en Nagorno Karabaj que permanecían allí desde 2021, cuando estalló otra escaramuza bélica entre Bakú y Ereván.

Siguiendo con el Cáucaso, la Unión Europea aceptó en diciembre pasado abrir negociaciones de admisión con Georgia en un momento de tensión política interna en Tbilisi que denota un apéndice de la confrontación geopolítica ruso-occidental. El gobierno georgiano adoptó un proyecto de ley sobre agentes extranjeros muy similar al que lleva adelante Putin.

En Kazán, Rusia y China tendrán la oportunidad de pulsar la situación en Asia Central y el corredor euroasiático así como medir la solidez de esta alianza geopolítica ante las tensiones in crescendo con Occidente. El contexto evidencia las expectativas de Moscú y Beijing por consolidar sus respectivas esferas de influencia en el espacio euroasiático en un momento de tensiones crecientes con Occidente.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. 

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GEOPOLÍTICA: TODOS LOS INGREDIENTES PARA EL DESASTRE

Isabel Stanganelli*

Yevgeny Primakov, a la derecha, conversando con Henry Kissinger durante el Foro Económico celebrado en San Petersburgo el 21 de junio de 2012. Foto AP.

Mientras Occidente permanece en permanente convulsión, la mayoría de los países asiáticos avanzan progresivamente en sus objetivos de pacificación y aproximación.

Uno de los casos más notables es el de la India que, sin perder su fuerte alianza con Rusia y a pesar de los problemas limítrofes que mantiene con China, está estableciendo lazos constructivos con Beijing. Sin descuidar sus relaciones con los Estados Unidos, no se manifiesta contra sus vecinos continentales. Hasta Pakistán, siempre aliada con China y con cuestiones limítrofes con India, se está acercando a Nueva Delhi.

Hubo quien previó este escenario hace algo menos de tres décadas aunque su teoría tardó en difundirse y mucho menos aceptarse en Rusia y parece evidente que a pesar del tiempo transcurrido Occidente no la contempla.

Algo de historia reciente

Cuando Rusia renació de las cenizas de la Unión Soviética y creía que el concierto de las naciones europeas ―por las que había participado en batallas durante siglos y que hasta costó la vida a la totalidad de la familia imperial (si, incluyendo a Anastasia)― le abriría sus puertas y festejaría su retorno de la mano de su «inofensivo» presidente Boris Yeltsin, el mundo parecía girar en otra dirección. Los festejos por el supuesto fin de la Guerra Fría resultaron tan excesivos en su magnitud y duración que hirieron sensibilidades, al punto que hasta la misma Margaret Thatcher mostró su preocupación: «Por favor, tengan cuidado… Con lo que nos costó hacerla caer…» (se refería a la URSS)[1].

La crisis que puso fin a la URSS en 1991 se mantuvo durante una década, la de los «reformistas ultraliberales», representados por Boris Yeltsin. Negocios millonarios se entregaban por monedas, la corrupción se paseaba en automóviles de última gama y los trabajadores rusos de toda una vida pasaban hambre y morían en la miseria: ya no contaban con envejecer sin privaciones, no había atisbos de sistemas previsionales.

En 1997 fue Yevgueni Primakov (1929-2015), ex director de la KGB, veterano experto en Medio Oriente, asesor y luego Primer Ministro de Boris Yeltsin, quien enunció la que se terminó denominando «Doctrina Primakov» atento a la imagen internacional de declive de Rusia.

Primakov favorecía la formación de un triángulo estratégico China – India -Rusia, iniciativa considerada totalmente descabellada y desestimada. Además de las diferencias culturales, étnicas, religiosas, filosóficas, ideológicas, etc., la relación entre Rusia y China desde la década del ’60 del siglo pasado había sido inexistente.

En consecuencia, los líderes de los círculos de poder, defensores del ultra-liberalismo y de la desregulación, consiguieron apartar a Primakov de la jefatura del gobierno. Cuando en 1999 este sector perdió el poder y las iniciativas occidentales fueron más evidentes (etapa de la guerra en Yugoslavia), su propuesta fue reconsiderada.

Primakov observó a lo largo de esa década que Occidente intentaba marginar a Rusia e infiltrarse en su espacio tradicional de influencia. Sostenía que el mayor alejamiento de Rusia del escenario asiático en la última década del siglo XX, la «década atlantista», había incentivado a otros actores a penetrar la región, complicando considerablemente toda su problemática.

En los libros de su autoría El mundo después del 11 de septiembre y La guerra en Iraq, Primakov invitaba a ser prudente con las decisiones adoptadas por Washington, aunque señalaba que Occidente tenía otra cultura pero sostenía que lograr una cooperación limitada y con ventajas mutuas era posible.

Entre 2003 y 2005 su propuesta incluyó modificar en forma más marcada la orientación de la política exterior rusa de Occidente hacia Oriente, los famosos «180 grados», un escenario cada vez más contemplado como el sitio natural de Rusia.

En julio de 2006, en ocasión de la Cumbre del G8 ─en San Petersburgo y presidida por Rusia─, Putin señaló que: «…Occidente tendrá finalmente que aceptar el hecho de que Moscú ha vuelto al escenario mundial…». Pero para entonces la injerencia de Occidente en cuestiones internas de Rusia ya era muy variada en medios y objetivos.

La «doctrina Primakov» continuó evolucionando rectificando su orientación geoestratégica y a partir de 2007 contó con los aportes complementarios del Ministro de Defensa Sergei Ivanov. Fue la etapa en que Putin comenzó a denunciar el «doble discurso» o «doble rasero» occidental. En 2008 anunció el retorno de Rusia como protagonista del contexto internacional y el estreno de su doctrina de orientación multipolar, en la que exhortaba a la construcción de un orden internacional justo, equitativo y respetuoso de las diferencias, al tiempo que hacía votos por la defensa de los valores democráticos. La evolución de la doctrina eurasianista ya fue visible en la Estrategia de Seguridad Nacional de Rusia para el período 2009-2020.

El hecho de que el presidente Putin viajara entonces a China e India dio pie a que se especulara sobre la organización de ese «triángulo estratégico» para balancear la influencia de Estados Unidos en Asia. Pero luego del asombro inicial, pronto el gesto quedó en el olvido[2].

Hemos visto que esta idea eurasianista y de prudencia ante los Estados Unidos había sido pergeñada por el Primer Ministro Yevgeny Primakov en 1997 ─y considerada irrelevante─. Su pensamiento probó continuar vigente, a pesar de que tanto Rusia como China e India continuaron manifestándose amigas de Estados Unidos y hasta aceptaron tácitamente el avance de la OTAN hacia el este en Afganistán, donde permaneció mas de 18 años…. Consideraban ─por experiencia─ que la presencia de Washington no alcanzaría para eliminar el flagelo del terrorismo en la región y que se requerirían estrategias de seguridad multilaterales que también incluyeran a Rusia, China, India y Pakistán.

La estrategia de seguridad nacional de Moscú, ya expuesta por el Ministro de Defensa Sergei Ivanov en un artículo en el Wall Street Journal en enero 2006 («Rusia must be strong» – «Rusia debe ser fuerte»), estuvo directamente relacionada con los intereses estratégicos y económicos rusos en el amplio escenario que abarca el Cáucaso Meridional, el mar Caspio y las Repúblicas Centrales Asiáticas.

El artículo de Ivanov evidenciaba las prioridades estratégicas de Rusia marcadas pragmáticamente de acuerdo con las necesidades de seguridad de Moscú. «Rusia debe ser fuerte» era un título y al mismo tiempo un programa: la seguridad nacional siempre fue crucial para Rusia y en consecuencia su estrategia militar se focalizaba, y lo sigue haciendo, en responder a los desafíos externos, internos y fronterizos. En otras palabras: Rusia intentó ser desde entonces un poder global relevante y estable, vital para la seguridad mundial y dejar atrás la década perdida de los 90.

Es de particular interés el foco que ponía ya desde entonces Ivanov (y también el Kremlin) en estar «preparados para la posibilidad de un asalto violento al orden constitucional de algunos Estados post-soviéticos y la inestabilidad fronteriza que podrían ocasionar». En consecuencia Moscú debía considerar las implicaciones del «factor de incertidumbre» y el alto nivel de amenazas existentes. Ivanov aclaraba que la incertidumbre incluía los conflictos o procesos políticos o político-militares que pudieran devenir en una amenaza directa a la seguridad de Rusia o afectar la realidad geopolítica de una región de interés estratégico para Rusia. «Nuestra máxima preocupación es la situación interna de algunos miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y las regiones que la rodean». Este es un clásico ejemplo de cómo los grandes poderes ―todos ellos― perciben las amenazas potenciales a sus «esferas de influencia». La posibilidad de interferir en la situación interna de pequeños Estados se justifica ―como en el caso de cualquier potencia― en nombre de la seguridad. La doctrina Primakov-Ivanov sostenía que la promoción del dominio militar-estratégico regional también tiene fines políticos y hasta puede modificar el medio político interno de poderes menores para atender los intereses de los grandes poderes.

La doctrina Primakov-Ivanov sugería que cualquier cambio social o político pro-Occidental de inspiración liberal en países de la CEI, como las revoluciones de colores experimentadas por Ucrania, Georgia o Kirguistán en 2004 y 2005 respectivamente, podría ser considerado inaceptable para los intereses de seguridad regional de Rusia.

La Comunidad de Estados Independientes (CEI) siempre ha sido crucial para la seguridad militar de Moscú y para el control sobre los recursos fósiles y al mismo tiempo se encuentran cada vez más marcadas por cuatro conductores fundamentales. Los dos primeros son las orientaciones geopolíticas básicas de las ex repúblicas soviéticas que pueden ser fuerzas opuestas. Una de ellas relaciona a las repúblicas con el «heartland», geoestratégicamente liderado por Rusia y el otro, originado por los objetivos estratégicos de Estados Unidos y los temores nacionales a la hegemonía rusa que los conecta con el imperio marítimo euroatlántico, liderado por Estados Unidos. Esta oposición hacía que la influencia política y el poderío militar fueran el premio geopolítico en la renovada competencia entre Rusia y Estados Unidos en la gran región.

Los otros dos conductores fueron novedosos. Uno fue la aspiración de los países de la CEI a determinar sus propias agendas de política exterior y de gestión energética y el otro fue la creciente influencia de Beijing.

Primakov no estaba errado.

Más de un observador denominó entonces a este contexto como un «Nuevo gran juego». Desde el punto de vista ruso, la inestabilidad política en la región podía constituir tanto una amenaza ―si podía ser instrumentada por los adversarios de Rusia― como una fuente de oportunidades, como en el caso del separatismo abjasio en Georgia, para debilitar a un Estado pro-occidental.

Las relaciones con China en la región también eran complejas. Moscú y Beijing parecían cooperar para asegurarse de que la presencia militar de Washington no fuera permanente (como ocurrió en Uzbekistán en 2005 con la base Karshi-Khanabad, K-2). Ambos poderes incrementaron su colaboración en el contexto de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), ―desde 1996 como Grupo de los Cinco de Shanghai―, con más de 25 años de colaboración. La creación de un marco más integrado de seguridad y económico podía asegurar el ascenso de un partenariato estratégico chino-ruso en Eurasia. Y lo está logrando.

La doctrina de Moscú, ilustrada por Ivanov, nos indicaba que la confrontación entre Rusia y Estados Unidos en Eurasia sería áspera ―a menos que se alcanzara una gran negociación―. A pesar de etapas de gran colaboración, jamás se logró la aproximación a la que estaba dispuesta Moscú.

Mucho se ha escrito en las décadas postsoviéticas sobre ductos de exportación de hidrocarburos y la misma exportación de hidrocarburos, sobre construcción de infraestructura de defensa rusa en Europa, intercambio de programas de investigación y hasta colaboración en la aventura espacial. En todos los casos subyacía mucha suspicacia en términos políticos, que los medios de comunicación se ocupaban de hacer pública a una Rusia «peligrosa». Hubo apoyo occidental a golpes de Estado contra gobiernos democráticos (Ucrania, 2014), presiones, sanciones… Muchas recayeron sobre países asiáticos. Finalmente en 2022 el tercio europeo de Rusia fue rechazado por Europa con la amenazante OTAN en sus fronteras y en cambio bien recibido por gran parte de Asia. ¡Primakov!

A la percepción de la gran mayoría de los países asiáticos que se han visto invadidos, sancionados, ocupados, condicionados, «Ejes del mal», poseedores de armas de destrucción masiva dispuestos a utilizarlas… en el mejor de los casos países utilizados, se suma un elemento geopolítico largamente descuidado por los especialistas: la cantidad de población. En realidad se la tiene en cuenta en relación con la demanda de bienes y servicios, pero no se considera a la población per se.

En abril de 2023 India superó en cantidad de habitantes a China. Tanto una como la otra tienen el mismo porcentaje de población que todo el continente africano: 18%.

La población mundial asciende a unos 8.050 millones de habitantes de los cuales Asia cuenta con el 59% y si le sumamos el 1,4% de rusos europeos resulta que de cada 10 habitantes del planeta más de 6 son asiáticos-rusos. Europa con 747 millones tiene 9,3% de la población. América 1.046 millones, 13% del total de los cuales ―el 4,2% del total― son estadounidenses.

Una guerra que repentinamente costara la vida al 10% de la población de los Estados Unidos o Europa, sin importar que tan rotunda pueda ser la represalia, crearía tal caos social que se verían obligadas a abandonar la batalla. Si ese mismo porcentaje afectara a la población de China, el impacto relativo sería menor y seguiría combatiendo… Sin contar con que ambos tienen aliados, el resultado final no requiere muchos cálculos matemáticos.

Teniendo en cuenta estos cálculos muy básicos, resulta difícil comprender el motivo por el cual la soga se sigue tensando…

* Profesora y Doctora en Geografía/Geopolítica, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales, UNLP. Secretaria Académica de la SAEEG.

Referencias

[1] Ni tanto ni tan poco. Hace un siglo, para la flamante Sociedad de las Naciones, Turquía estaba en el grupo de las naciones «salvajes» en tanto la URSS era considerada una nación «bárbara».

[2] Véase Stanganelli, Isabel. “China y Rusia: dos colosos en busca de nuevos equilibrios”. En Diplomacia. Año 1999, No. 81, ISSN: 0716-193X. Escuela de Derecho, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. https://academiadiplomatica.cl/centro-de-publicaciones/ V Congreso Nacional de Ciencia Política. Academia Diplomática Andrés Bello. Santiago de Chile, noviembre 1999. Expositora con los temas: «Las nuevas relaciones Rusia-China» y «Sistemas de poder Internacional en la posguerra Fría y la política exterior de la Federación de Rusia».

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