A MI NO ME REPRESENTAN

Marcelo Javier de los Reyes*

De cara a las elecciones, les preguntaron a los candidatos —los que el entrevistador ha creído que eran los más significativos— ¿Cuál fue el mejor presidente de la historia argentina?

Por supuesto, los de izquierda —Nicolás Del Caño, Myriam Bergman, Manuela Castañeira— no encontraron ningún referente en toda la historia argentina. Es cierto, afortunadamente no tuvimos un Lenin, ni un Stalin ni un Mao, aunque tuvimos otros… Lo extraño es que la historia demuestra que cuando los de izquierda debieron exiliarse se fueron a París, a Suecia, a España, y los más cercanos a Venezuela y México. Ninguno a Cuba, a la Unión Soviética, Rumania o China.

Javier Milei respondió “la ‘primer’ presidencia de Carlos Saúl Menem”. En principio, hay que recordarle que la Real Academia Española nos dice que “el ordinal primero solamente se apocopa ante nombres masculinos (el primer mes), no ante nombres femeninos (la primera semana, la primera palabra, la primera vez)”. En segundo lugar, ya puedo imaginar que si Milei fuera presidente tendría una tarea fácil, porque le quedaría poco por destruir, pues ya de eso se encargó su “presidente preferido”. Menem destruyó los sectores productivos, la industria (entre ellas la de la Defensa), la marina mercante (ELMA), las Fuerzas Armadas, el sistema ferroviario (“ramal que para, ramal que cierra”) y el listado sigue.

Leandro Santoro, el médico abortista Adolfo Luis Rubinstein —perteneciente a la Unión Cívica Radical, ministro de Salud de la Nación y secretario de Salud 2017 y 2018, durante el gobierno de Macri— y Graciela Ocaña se decantaron por Raúl Alfonsín. Rubinstein agregó que fue “fue el recuperador de la democracia”… quizás si Herminio Iglesias no hubiera quemado el cajón en el acto de campaña del Partido Justicialista de 1983, en la Av. 9 de Julio, ese título hoy le correspondería a Ítalo Lúder, quien en ejercicio provisional de la Presidencia de la Nación, el 6 de octubre de 1975, dictó los decretos 2770, 2771, y 2772, conocidos como los “decretos de aniquilamiento”, redactados durante el gobierno constitucional peronista con el objetivo de “neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos”. Sin embargo, no hubo un padre para esta democracia a la que se llegó por los propios errores del gobierno militar y por la derrota en el Conflicto del Atlántico Sur. Precisamente ni Alfonsín ni los que le sucedieron han podido demostrar que “con la democracia se come se cura y se educa”, sino todo lo contrario.

María Eugenia Vidal —quien fuera vice jefa del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos, que cobró sus honorarios como tal para poder hacer campaña y ganar la gobernación de Buenos Aires, la que perdió en 2019 y por eso opta por postularse otra vez por la ciudad de Buenos Aires— ponderó a Domingo Faustino Sarmiento. También lo hizo Martín Tetaz, aunque agregó que decía probablemente “porque Frondizi entendió cómo funcionaba un sistema económico y cómo transformar económicamente a la Argentina, pero no fue capaz de construir el poder político necesario para mantenerse en el cargo”.

Aquí cabe hacer una digresión. Diego Santilli, quien también fue vice jefe del GCBA, también sigue los pasos de su predecesora Vidal, ya que se presenta como precandidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Esta artimaña de cambiar de jurisdicciones tampoco es ajena a los candidatos kirchneristas que fueron tanto candidatos por Santa Cruz como por la provincia de Buenos Aires.

Guillermo Moreno se pronunció por Néstor Kirchner, para luego ampliar su respuesta por “el ciclo Duhalde – Kirchner”, ese mismo Duhalde que en 2020 reconoció que “Decir que el que depositó dólares recibiría dólares fue un error”.

Ricardo López Murphy, quizás recordando su paso por el radicalismo, fue el único que reconoció a Marcelo Torcuato de Alvear, porque supo rodearse de un buen equipo, ya que se decía que el gabinete lo integraban futuros presidenciales”. Es cierto y es algo que algunos historiadores podrán confirmar.

José Luis Espert y Juan José Gomez Centurión elogiaron el gobierno del presidente Julio Argentino Roca y aquí coincido con el dirigente de NOS, en que Roca “fue el fundador del Estado nacional, el que plasmó una idea de proyecto de Argentina y de Nación que sorprendió al mundo”. En este sentido agrego y reitero que Roca ha sido uno de los pocos presidentes que puede ser considerado un estadista.

Para el final dejé a Cinthia Fernández, quien gracias a su bagaje cultural pudo responder que “si hubiera mejor no hubiésemos estado así”. Quizás su juventud y porque estuvo distraída en otras cuestiones, no conozca mucho de nuestra historia pero lo que debe quedar claro es que mostrar el culo en el “Bailando” no es un mérito para ser candidato a un cargo público, aunque muchas lo han logrado. Por otro lado, y con el respeto que los demás apellidados Fernández me merecen, hoy ya tenemos dos Fernández y quizás por eso estamos así, ¿no es así Cinthia?

Además Cinthia insistió en mostrar los mismos méritos en su spot de campaña frente al Congreso Nacional.

Bueno, glosando a la precandidata a diputada nacional del Frente de Todos por la Provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz, quien dio una respuesta contundente al decir “Es tremendo porque en el peronismo siempre se garchó”, para tranquilidad de Cinthia, en el Congreso también se puede.

He visto que a la gente de NOS no le han gustado ciertas críticas que han recibido de otros políticos —entre ellos los del Frente Patriota— por su acercamiento a Javier Milei. En verdad, me resulta incomprensible ver a Juan José Gómez Centurión y a Victoria Villarroel junto a Milei. Me recuerda al error de la conducción del gobierno militar, quienes dejaron en manos de José Alfredo Martínez de Hoz y de Domingo Cavallo —quien para la desgracia nacional también acompañó al presidente preferido de Milei y a Fernando De la Rúa, quien lo usó como figura de reemplazo de López Murphy— la conducción económica del país. Algo que nos salió muy caro y que seguimos pagando.

Bien, así estamos con los candidatos, todos muy prometedores.

Después de ver estos videos, recordé al gran Luis Landriscina cuando en un programa de Mirtha Legrand afirmó, con esa sabiduría que lo caracteriza, que los candidatos debieran hacer un curso de seis meses para poder acceder a sus cargos, algo que luego amplió en una entrevista en la que le preguntaron “por qué cree que esa proposición ha tenido y sigue teniendo tanta repercusión a pesar del paso del tiempo”.

Luis Landriscina respondió:

Porque la realidad es que hay gente que no ha terminado el colegio secundario y son diputados. Quizá, tengan demasiado “vuelo” porque representan una ideología, o lo que sea… pero yo no los escucho nombrar la palabra patria. Entonces, creo que ellos deberían ver la posibilidad de hacer un curso, por ejemplo, de seis meses, de historia, de rigor histórico. Y que haya cuatro profesores universitarios que les tomen examen y los califiquen para discernir y ver si, verdaderamente, pueden representar a la región de donde dicen venir. Porque lo primero que tienen que saber es qué pasó en su provincia… qué anduvo ocurriendo: si es tucumano, por ejemplo, ¿cómo no va a saber sobre la Batalla de Tucumán o sobre la Batalla de Salta… y quién fue el gestor de eso? Como también qué fue el Éxodo Jujeño. Lo que es hoy la patria se construyó con mucha sangre de gente anónima. Pero hay muchos con nombre y apellido. Manuel Belgrano es uno de ellos, José de San Martín es otro, Lamadrid… pero hay infinidad de gente, como los que defendieron en La Vuelta de Obligado” la dignidad de las cosas de nuestro territorio. O sea que vayan a cumplir su labor con conocimiento y otros valores; que asuman esa actitud que me hizo tan amigo del Dr. René Favaloro: “que les duela la patria”. Que les duela la patria y que sepan que gozan del honor de ser diputados o senadores de la Nación. Por eso, también en un programa de Mirtha Legrand del año pasado, me referí a “honorable”: que trabajan “ad honorem” porque es precisamente un honor serlo, y a la patria no se le cobra. Claro que, en esos casos, al venir de sus provincias, los políticos deben asegurarse el pago de sus viáticos porque abandonan sus actividades para venir a Buenos Aires a cumplir otras tareas, y su familia tiene que seguir comiendo. Pero que no haya derecho a jubilaciones de privilegio, con tan solo dos o cuatro años de servicio, cuando todavía hay gente que se ha “gastado” toda la vida trabajando y aún no ha podido llegar a redondear su propia jubilación mínima.

Creo que no hay nada más que agregar… A los creyentes solo nos queda encomendarnos al Señor.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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ARGENTINA EN EL FONDO DEL MAR Y SIN HIPÓTESIS DE CONFLICTO

César Augusto Lerena*

No podemos asombrarnos de las acciones británicas, tampoco de las de Chile (funcional a esos intereses) ni las de los isleños, que hacen lobby en Europa y conversan con uruguayos, brasileños y chilenos.

El Gobierno no tiene hipótesis de conflicto. ¿Qué organismo estratégico argentino debe establecerlo y cuáles son los parámetros? ¿Quién aconseja al Poder Ejecutivo Nacional respecto a su determinación y acciones? ¿No se enteró la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur que en el Atlántico Sur y, su relación con el océano Indico, Pacífico y la Antártida, hay una extensa zona en conflicto con motivo de la militarización del Reino Unido en Malvinas, en una “Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur” que acordaron todos los países de Africa occidental y América oriental? (Res. ONU 41/11 el 27/10/1986).

¿No se enteró esa misma Secretaría de Estado que el Gobierno de Chile planeaba reclamarle a la Argentina espacios marítimos y del suelo y subsuelo de la plataforma continental argentina? Esta Secretaría tiene como función, según la Cancillería (01/09/2021), “todos los temas vinculados a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes en el Atlántico Sur. Diseña estrategias y coordina acciones en el ámbito bilateral y multilateral para la mejor defensa de los derechos e intereses argentinos (…) Entiende además en las políticas y acciones que realiza el Consejo Consultor sobre temas vinculados al Atlántico Sur. Además, tiene a cargo, la planificación y dirección de la política antártica…”.

Entonces, antes de opinar sobre las funciones incumplidas de la secretaría después de casi dos años de la designación de Daniel Filmus y, en medio de la situación de indefensión que vive Argentina, sería bueno que la Cancillería corrija la misión de esa secretaría: no son los espacios marítimos “circundantes” como dice, sino los espacios marítimos “correspondientes”.

En primer lugar, porque así lo precisa la Constitución Nacional y, después, porque si la referida secretaría no reconoce la diferencia entre espacios circundantes y correspondientes, mal puede establecer una política o, tal vez, los funcionarios desconozcan que el Reino Unido de Gran Bretaña no solo ocupa Malvinas y tres o doce millas circundantes, sino que ocupa y explotan 1.639.900 km2 de espacios marítimos e insulares (52% de nuestro mar), además de disputarnos 1.410.367 km2 de la plataforma continental y 965.597 Km2 de la Antártida Argentina.

Es decir, el equivalente a tener en disputa u ocupados espacios que superan al territorio continental argentino desde La Quiaca a Ushuaia. Un médico clínico diría: sin un buen estudio semiológico y un diagnóstico etiológico, es imposible instaurar un buen tratamiento y, mucho menos, establecer un pronóstico. Y ello seguramente lleva a que el secretario de Malvinas no tenga un plan y no pueda cumplir con otra de sus funciones: “entender en las políticas y acciones que debe realizar el Consejo Nacional de Malvinas”.

No es de esperar ningún avance argentino sin diagnóstico certero y sin plan y, es posible que, frente a ello, haya acción alguna, como ha ocurrido hasta hoy. El secretario ha promovido tres leyes sin debate alguno, en la búsqueda de su posicionamiento político interno y con ningún efecto internacional. La primera, una ley de incrementos de multas a la pesca ilegal que no sancionó ni un solo buque fuera o dentro del área de Malvinas, donde las empresas de España -cuyo país reconoció la soberanía argentina en Malvinas- son los principales socios para la consolidación de la ocupación en las Islas.

La segunda, una ley sobre la plataforma continental que ni siquiera sirve para profundizar una cultura marítima entre los argentinos, que no describe los reales alcances de la recomendación de la Comisión de Límites y que no se acompaña de un fortalecimiento económico, físico, militar y de integración de Tierra del Fuego con el continente.

Finalmente, una ley para crear un Consejo Nacional de Malvinas, a cuyos miembros —después de un año— ni siquiera se los convoca presencialmente a discutir una idea. ¿Se puede —en serio— un tema estratégico y de carácter secreto tratar en forma virtual, al acceso de todos los servicios de información del mundo? ¿Y pueden semejantes asuntos de Estado, cuyos resultados podrían influir negativamente en los espacios en disputa y en toda en Argentina, inclusive la Antártida, tratarse con asesores ad honorem, con dedicación parcial, muchos de los cuales no tienen ningún conocimiento en la materia e inclusive están en la antípodas de lo que prescribe la Constitución Nacional? ¿Puede integrar ese cuerpo el abogado Marcelo Kohen, quien en 2018 promovió un plan de dar a los isleños la posibilidad que se autofinancien con recursos argentinos, que su Gobierno ilegal determine quién puede o no radicarse en Malvinas y que, a los treinta años, tengan un referéndum sobre si quieren vivir bajo soberanía británica o argentina? Por citar solo un caso.

¿Se sorprende la Cancillería que el Gobierno chileno tenga la pretensión de reivindicar 6.000 km2 de plataforma argentina, contrario a lo acordado en el Tratado de Paz y Amistad de 1984? El PEN a través de la Secretaría de Malvinas no tiene un análisis geopolítico. Miremos nuestras Fuerzas Armadas y las de Chile; luego, veamos la desatención argentina en cuestiones marítimas y la desocupación de la Patagonia; la adjudicación hidrocarburífica offshore en manos británicas en el área en conflicto; nuestra tensa relación con los socios del Mercosur; la falta credibilidad en el mundo y, agreguemos en este escenario, la pasividad de la Secretaria de Malvinas que —según las propias manifestaciones de su secretario— tiene como eje de su acción política la búsqueda del diálogo con el Reino Unido y la cooperación (unilateral), cuyos resultados en estos últimos 60 años han sido absolutamente inconducentes.

No nos podemos asombrarnos de las acciones británicas, pero tampoco de Chile, funcional a los mismos intereses, como lo fue durante la Guerra de Malvinas. Argentina presentó todos los documentos sobre sus derechos sobre la plataforma continental ante la Comisión de Límites y firmó el Tratado de Paz y Amistad con Chile en 1984 que delimitó en su artículo 7º, mediante una línea divisoria, los espacios argentinos al este y los de Chile al oeste, según las coordenadas 67º 16’. Y asombra al secretario de Malvinas que no tiene plan, contrario a los 3.200 isleños en Malvinas que avanzan día a día. Hacen lobby en Europa, en el Reino Unido y conversan con uruguayos, brasileños y chilenos. Construyeron un puerto en Georgias del Sur e invierten 85 millones de libras para construir un puerto en Malvinas que desplazará a Ushuaia como acceso principal a la Antártida.

Por su parte los uruguayos atienden en sus puertos el aprovisionamiento, cambio de tripulación, trasbordos, etcétera, de todos los buques que pescan ilegalmente en el Atlántico Sur y Malvinas y proyectan para el 2022 tener un nuevo puerto a esos efectos. Entre otras cosas.

Nos asisten los derechos por el cumplimiento de las obligaciones de la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar y por el Tratado de Paz y amistad con Chile de 1984. Los chilenos tensionan la región y Argentina no tiene hipótesis de conflicto. De lo que estoy seguro es que la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur no tiene plan alguno.

(*) ExSecretario de Estado y experto en Atlántico Sur y Pesca

Nota publicada en El Economista, 08/09/2021, https://eleconomista.com.ar/2021-09-argentina-en-el-fondo-del-mar-y-sin-hipotesis-de-conflicto/

LA YIHAD DESPUÉS DE AFGANISTÁN

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Jeff Kingma en Pixabay 

¿Cómo evolucionará la amenaza global de los yihadistas después de que Afganistán vuelva a estar bajo el mando de los talibanes? Talibán, eso, ¡no lo olvidemos!, son la expresión victoriosa de un pueblo que tiene más de treinta millones de habitantes. Personas que no están en absoluto representadas por esos pocos, que intentan escapar del país y abarrotar el aeropuerto de Kabul, como algunos occidentales de mala fe intentan miserablemente hacer propaganda. Los vietnamitas a finales de los años setenta no eran los pocos balseros, sino los más de cuarenta millones de habitantes que habían liberado al país del extranjero ocupante.

¿Qué forma tomará el radicalismo musulmán hacia las anacrónicas monarquías árabes amigas de los Estados Unidos, hacia los países árabes nacionalistas-seculares? y ¿qué pasa con los países de Occidente?

La respuesta a esta pregunta es particularmente compleja porque, si la confrontación bilateral entre Estados Unidos y la URSS, antes del yijadismo, que reemplazó a la Guerra Fría —como un hombre fantasma de los Estados Unidos— era un contraste entre dos ideologías y dos prácticas políticas que surgieron de la cultura occidental (ley liberal-burguesa-capitalista y ley socialista), hoy en cambio lo que leemos como la “yihad global” no tiene ninguna relación con los esquemas antes mencionados, y esta rareza simbólica, comunicativa, estratégica y política dificulta la comprensión de la ley islámica, cuya “guerra santa”, la yihad, representa su institución jurídica, que las bellas y pastoreadas almas de nuestro mundo occidental hechas de lentejuelas, consideran, en su opinión, fuera de tiempo, para decirlo en palabras del difunto Prof. Giorgio Vercellin, reportado en mi artículo anterior:

“El Islam y el mundo musulmán se presentan en el mismo nivel ‘arqueológico’ (y por lo tanto desprovisto de evolución hasta el día de hoy) a la par con los antiguos griegos y romanos. […] El verdadero problema es que la Sociedad de Historiadores Italianos ha contado el ‘mundo musulmán’, por así decirlo, automáticamente como parte del “mundo antiguo”.

Así que si las instituciones de la ley musulmana son consideradas obsoletas por aquellos que piensan que su derecho “kantiano” es un valor absoluto que debe tener preeminencia, especialmente con bombas, sobre los valores de la fe y de la moralidad y la economía ética, es obvio que cualquier indicio que venga de Oriente (RP de China y Rusia incluidos) es bestial. Así que no debería sorprendernos que a su vez se nos pague con la misma moneda.

Si la OTAN y el Pacto de Varsovia no fueron superponibles sino que fueran reemplazables, hoy el universo ideológico y político-militar de la yihad no sólo no es superponible al de todas las creencias occidentales y sus políticas, sino que es incluso incomprensible por las razones mencionadas anteriormente. Y esto ha llevado a muchos gobiernos occidentales a creer, de nuevo para usar una metáfora kantiana, que los “tres táleros dorados en la cabeza” eran iguales a los tres táleros dorados que realmente tienes en el bolsillo.

En otras palabras, la confrontación bipolar global occidental con el universo marxista-leninista tenía sus propios códigos, que permitían tanto la distensión como la presión de un lado sobre el otro hasta el borde del estallido de la guerra nuclear, mientras que el marxismo-leninismo era una ideología que prometía superar el capitalismo y reunir, según la frase de Stalin adoptada por Togliatti, “las banderas que la burguesía había dejado caer en el barro”.

En el caso de la yihad global, esta afinidad estructural entre las dos ideologías en contraste global no existe: son dos aspectos completamente diferentes, que no tienen ni madre ni padre en común. Por el contrario, está el rechazo de todo Occidente, tanto en sus variantes socialistas y anticapitalistas como en sus determinantes liberales y capitalistas.

Por lo tanto, es estructuralmente difícil aplicar la clásica e infantil bola de cristal estadounidense a Fukuyama, quien prediciendo el fin de la historia y la paz universal kantiana, ignoró un fenómeno que escapa deliberadamente a estas categorías y a los tiempos de análisis, mientras que la misma incomunicabilidad perceptiva y cultural es parte de la “niebla de guerra” clausewitziana y es utilizada consciente e institucionalmente por la yihad también como una herramienta insustituible de la guerra psicológica.

Pero veamos mejor, sin embargo, cómo utilizar la dinámica estructural del fundamentalismo islámico.

Los grupos yihadistas informales aceptan la ideología islamista radical, genéricamente llamada salafista, es decir, definida por el ejemplo práctico y religioso de los primeros fieles del profeta Mahoma. La relación de los salafistas es con los Hermanos Musulmanes y con la escuela Deobandi, una tradición interpretativa del Islam nacida en la India en la segunda mitad del siglo XIX. Por lo tanto, es un Islam simplificado, que rechaza tanto el Occidente ateo y materialista como la larga tradición, a menudo quietista y dialogante, que caracterizó al Islam del Imperio Otomano.

La yihad no tiene líderes y se adapta rápidamente a la transformación del campo de batalla donde participa activamente en varias partes del mundo y la penetración, con las mismas reglas adaptativas y operativas y, por lo tanto, el máximo de camuflaje, en el mundo occidental de recepción, tanto como una célula aún silenciosa como el núcleo inicial de la yihad en Dār al-kufr, territorio de incredulidad.

La hipótesis de la yihad sin líderes funciona bien en la fase de penetración, adoctrinamiento, entrenamiento de células fundamentalistas, que corresponde al máximo de mimetismo cultural y operativo con el mundo fuera de la célula, mientras que es menos efectiva para describir operaciones sobre el terreno.

La yihad, que también es fundamentalista (y recordemos que el término “fundamentalismo” nació en la tradición sectaria del protestantismo estadounidense), no tiene los tiempos y los mecanismos predictivos, por no hablar de los objetivos, de un movimiento de raíces políticas occidentales, aunque extremadamente minoritario y violento.

Y no olvidemos que sobre la base de la tradición sunita de los comentarios medievales de Ibn Taymiyyah, la yihad, por ley musulmana, es el segundo deber del musulmán después de la Fe (Imán), es un deber colectivo y se refiere a la lucha simultánea contra el enemigo externo (los cruzados aliados con los sionistas) y contra el enemigo interno (los gobiernos árabes nacionalistas y seculares).

Aquí radica la cuestión de la “gran yihad” (el esfuerzo espiritual del individuo para mejorarse a sí mismo) y la “pequeña yihad” contra el enemigo visible y externo, de la que se deduce que los gobernantes corruptos y los “amigos/siervos de Occidente” ya no tienen ninguna propiedad jurídico-religiosa para gobernar la umma (la comunidad global de creyentes).

Es una configuración estratégica y mental bastante diferente a la de los ejércitos y sistemas políticos occidentales, que por lo tanto son desplazados desde el primer momento por un enemigo que es global y local, y que tiene una cadena de mando desconocida para la tradición estratégica occidental (y para gran parte de la secularizada y nacionalista árabe).

La yihad global obviamente no es una estrategia occidental o incluso oriental como Sun Tzu, en la que los tiempos de guerra son inevitablemente similares pero más cortos que los de la política. Es una institución líder de la ley islámica que, después de la abolición del Califato (3 de marzo de 1924) se reanudó en principio después del colapso de la Unión Soviética, y está dirigida esencialmente contra “los cruzados y los sionistas”.

Y, además, el terrorismo (el arma de los pobres) no es la esencia de la yihad, sino una simple táctica de reciente aplicación, según ese particular modelo jerárquico y de relaciones centro-periferia que hemos descrito anteriormente. La yihad es un proyecto geopolítico que concierne a la unificación político-militar de la umma islámica, en todo el mundo, tanto donde está en la mayoría como donde está en la minoría, con todo lo que sigue contra el Estado de Israel y el poder económico occidental, tratando de crear una relación de sujeción geoeconómica de Occidente hacia el mundo islámico, tanto en el campo petrolero como en el financiero.

Así, el yihadismo ha atraído, y luego lo ha agotado, tanto política como económicamente, al poder global estadounidense en las áreas más adecuadas que han sido el Iraq secular, Afganistán y la Libia socialista de la Jamāhīriyya, mientras que a la Siria secular y socialista han intentado desestabilizarla la Casa Blanca, Occidente y las monarquías árabes aliadas, en función contraria a la Ruta de la Seda china.

Pero la islamización yihadista es actualmente incapaz de definir jerarquías precisas y universalmente reconocibles, y también sostiene que, sin un da’wa —una predicación islamista que concierne a todo comportamiento social— la yihad carece de fundamentos religiosos y legales, y es tan válida como los regímenes islámicos ilegítimos de Taqfiri que ya no siguen las líneas del Corán en la sociedad, en economía, en derecho.

El islamismo se basa en la ecuación democracia = politeísmo, por lo que la esencia misma de la política occidental, en todas sus formas, es taqfir, idólatra y politeísta.

El objetivo estratégico es, por lo tanto, muy claro: el establecimiento de un califato global dividido en diferentes áreas, definidas según la mayoría o ausencia de musulmanes dentro de ellas. Lo que significaría la omisión de los otros fieles del Libro. Y todo esto, quien escribe, lo apoyó diez años antes de la creación de ISIS, montado por los occidentales en clave anti-Assad-Beijing.

Y, en referencia a la lógica occidental de la política y la confrontación bélica, encontramos otra pareja dialéctica que puede ayudarnos a construir un escenario futuro, probable, del yihadismo y sus movimientos. Es el par centralismo-descentralización.

Para Occidente, la descentralización es la devolución pacífica y el federalismo político, pero siempre en una lógica clausewitziana de confrontación militar. Que ve dos o más elementos estatales opuestos entre sí y equivalentes, en una “niebla de guerra” que dura poco tiempo y donde la tríada, siempre clausewitziana, de gobierno, ejército y pueblo se vuelve esencial. En el caso de la yihad, el comportamiento será cada vez más descentralizado y para polos autónomos de muyahidines, con un máximo de autonomía operativa frente a los objetivos occidentales, y la síntesis estratégica se referirá a la propaganda, la gestión de las operaciones relativas a la guerra psicológica antioccidental, y el escaneo, a través de sus redes de comunicación internas, del ritmo y la localización de las operaciones.

Las variables que conducirán a este escenario, que hoy no son materialmente calculables, se refieren a: la proporción de militantes que podrán ponerse en funcionamiento; la persistencia de las redes de cobertura tanto en el Islam como en Occidente; la transición, en el campo occidental, de una competencia regional entre las potencias, que han utilizado el desequilibrio regional de la yihad para adquirir nuevas esferas de interés, a una colaboración activa, en el eje Norte-Sur, contra la yihad global.

Si es cierto que a estas alturas el eje de la “guerra santa” involucra a toda Asia Central (incluida la China Xinjiang Weiwu’er) y el norte de la India, entonces la variable que podría revertir la ecuación estratégica del yihadismo se refiere a la colaboración activa entre Rusia, la República Popular China, la Unión Europea y los Estados Unidos para evitar que el sur (y el este de Asia) del mundo se conviertan en áreas de yihad cuando se produzca la combinación, que favorecería enormemente el fundamentalismo islámico, entre diversas crisis económicas y financieras occidentales (con “colas” chinas y rusas) y la actual derrota de Estados Unidos en Afganistán.

En términos analíticos, la estrategia global del yihadismo, después de la expulsión de Estados Unidos de Afganistán, es:

  1. a) imponer una red de militantes estructurados, que se transformarán más tarde en califatos locales (ver ejemplos en África, después de la desestabilización de Libia, y las fuertes minorías islámicas en Europa);
  2. b) extender la yihad hacia países islámicos seculares y nacionalistas cercanos a Iraq y Afganistán (y aquí la variable del odio sunita hacia los chiítas se vuelve crucial, hacia Irán; lo que podría, en el futuro, canalizar los intereses comunes de Tel Aviv y Teherán);
  3. c) causar el enfrentamiento final entre la yihad de Medio Oriente y el Estado de Israel, que —sabiamente— se mantuvo fuera de Afganistán.

Una perspectiva que se coordina con el proyecto yihadista con respecto a Occidente, así como a los ahora países musulmanes takfiris, en los que se pueden identificar seis fases:

1) el “despertar islámico” que ha provocado la acción caótica e irresponsable de los Estados Unidos;

2) el reclutamiento masivo en el momento del máximo compromiso estadounidense y occidental en Iraq, Afganistán, Siria y Libia al que corresponde, como red militar de mando-control-gestión, la “yihad electrónica”, que de hecho se ha vuelto masiva en esas fases;

3) el fortalecimiento, para definir un choque con el Islam geográficamente más cercano a Occidente y más secularizado, como Turquía, después de haber fracasado (junto con los occidentales) con Siria (protegida por la fuerza rusa);

4) la verdadera “guerra económica”, que llevaría al ataque constante por el control de la infraestructura petrolera de Medio Oriente y, por lo tanto, al colapso de las monarquías árabes wahabitas, pero aún amistosas con los Estados Unidos;

5) la declaración de un “califato islámico” que cerrará sus relaciones con Occidente y abrirá, con toda probabilidad, lazos económicos con China y las crecientes potencias medias de Asia Oriental (como ya está previsto en el Emirato de Afganistán);

6) la confrontación con Occidente, finalmente, podría transformarse de regional, en los países islámicos y en el Medio Oriente, a global, con la gestión “revolucionaria” de las redes islamistas en Europa y los Estados Unidos.

¿Qué hará estallar estos escenarios yihadistas? Si es cierto que el punto 1) ha ofrecido las condiciones para la acción caótica de Estados Unidos, es igualmente cierto que hasta ahora el yihadismo no ha demostrado, de hecho, una capacidad de síntesis política islamista de las yihads regionales de Asia Central y Medio Oriente.

Es decir, es posible que las yihads chechena, tayika, infrapaquistaní, india, Xinjiang Weiwu’er y afgana no puedan unificarse solo con el pegamento del Islam salafista radical. Los intereses de la yihad de Pakistán, por ejemplo, pueden no coincidir con los de una hegemonía afgana predecible en la yihad de Asia Central, que Irán ha utilizado hasta ahora para cerrar el espacio estratégico de su adversario histórico y religioso, Pakistán.

La variable de intereses objetivos nacionales y étnico-tribales podría hacer que el pegamento qaedista del “Califato de Asia” sea completamente estimulante o puramente ideológico. Y, por supuesto, estamos hablando de intereses nacionales concretos, no de identidades psicológicas o ideológicas nacionales y étnicas. No creemos que el victorioso Emirato afgano esté de acuerdo con la estrategia global del abismo de destrucción de las redes logísticas, esenciales para la supervivencia del país.

Incluso en el caso de la futura confrontación en Turquía, la red yihadista ciertamente podría crear una grave situación de fricción y debilitamiento del antemuro estratégico de Anatolia hacia el área del golfo Pérsico, y hacer del Mediterráneo un “mar de la yihad”. Pero aquí las variables son dos: la falta de homogeneidad cultural y religiosa del islán turco, con la presencia de muchas y fuertes minorías, de las cuales los alevíes son uno de los más numerosos, y la inmensidad de la propia meseta de Anatolia, que necesita una masa de yihadistas no fácilmente reclutada para no decir conquistada, sino solo controlada con operaciones de interdicción. Y añadir el papel de la minoría kurda entre Iraq y Turquía, que ciertamente no tendría ningún interés en abandonar la protección estadounidense para diluirse, sin lograr sus objetivos constituyentes, en el caldero yihadista.

De hecho, la expansión en Turquía, después del cierre del frente iraquí, también es menos probable de lo que los yihadistas imaginan. No debemos pasar por alto, de hecho, la correlación estratégica entre el nacionalismo unitario, que en muchos estados árabes es más profundo de lo que se cree, y la dispersión étnico-religiosa, que no permite una rápida propagación de la yihad global.

Cabe recordar que en el mundo árabe hay varias minorías religiosas no islámicas, atribuibles a tres grupos: cristianos (monofisitas y católicos), judíos y heterodoxos (que incluyen, por ejemplo, las religiones animistas de Sudán), un total de más de 22 millones de personas.

En este contexto, de hecho, paradójicamente, precisamente el “despertar religioso” de los salafistas conectados a la yihad puede conducir al redescubrimiento de las raíces locales, identitarias, étnicas, que diferencian a cada grupo de la metafísica globalista de la yihad de la espada califal.

Por lo tanto, en el nivel de la guerra ideológica y psicológica, precisamente la identidad y el atractivo salafista del Islam pueden ponerse patas arriba dialécticamente: la identidad de las historias de las tribus y de las naciones, además a menudo antes del colonialismo europeo, contra la globalización de la yihad de la espada, opuesta e igual al aplastamiento de la globalización occidental.

También hay que añadir que la desestructuración del sistema del dólar a partir de la zona petrolera (un intento que llevó a la horca a Saddam Hussein, que optó por el euro) y la discontinuidad de los suministros de crudo de las naciones de la OPEP a Occidente, la transición al oro y, en segundo lugar, a una canasta de monedas que sustituye al dólar estadounidense como prestamista de primer y último recurso, sigue siendo una amenaza efectiva. Pero la variable de la estrategia yihadista es: ¿cuánto están realmente conectadas las economías de los principales países de la OPEP a la extracción directa de crudo?

Si la dependencia del petróleo es bilateral, como es bien sabido, entonces la escasez de suministro —natural o causada por el sistema de cuotas de la OPEP— no puede ir tan lejos como para hacer que otras tecnologías energéticas no sean eficientes en el petróleo, ni puede ser en interés del sistema de la OPEP el atraso de la infraestructura occidental derivada del petróleo, que puede extender la vida útil de los pozos y mejorar la tecnología de extracción de petróleo en los países islámicos de la OPEP.

Por lo tanto, hay un interés objetivo del área de la OPEP en la diferenciación financiera, pero al mismo tiempo también un interés en no reducir demasiado el valor relativo del dólar estadounidense. Y, de hecho, las estrategias de la yihad pueden ser útiles en una fase de fricción entre el Islam petrolero y Occidente, pero no pueden volverse estructurales en la relación con los países que son consumidores de petróleo crudo, de lo contrario el valor estratégico del “arma petrolera” en sí disminuirá.

Además, dada la correlación estratégica entre el mercado financiero estadounidense y las relaciones públicas de China, una elección de los yihadistas para convertir el mercado petrolero islámico —una vez que se haya alcanzado el establecimiento del Califato de Medio Oriente— hacia Beijing parece una hipótesis de difícil realización y de efectos geoestratégicos significativos, pero no destructivos.

Así, el yihadismo es capaz de unificar el Sur del mundo en términos “revolucionarios”; es decir, tiene el potencial de convertirse en un actor global en geopolítica y sobre todo en la geoeconomía mundial; tiene la capacidad de obligar tanto a la “plaza” como a los gobiernos islámicos, amigos o no, a tomar decisiones radicalmente antioccidentales y a confrontar con los Estados Unidos, la OTAN y la UE; puede definir, sobre la base del modelo de la vieja “estrategia indirecta” de tradición soviética, acciones de desestabilización estructural de los países europeos y de los Estados Unidos, manipulando y organizando la opinión pública islamista o extremista de estos países, pero no es previsible que pueda convertirse en un califato capaz de incorporar a las medianas potencias islámicas de la OPEP y de insertarse, gestionándola para sus propios fines, en la crisis estructural del poder geopolítico occidental, especialmente de Estados Unidos, en una fase de polaridad no estratégica.

El yihadismo es y previsiblemente será en el futuro un elemento capaz de desafiar y a veces vencer a Occidente en el terreno donde querrá llamar a sus oponentes. Será un elemento de fricción muy fuerte en los equilibrios interárabes y en la gestión de la psicología de las masas árabes; finalmente, podrá con toda probabilidad abrir un nuevo frente en Asia Central y del Sur. Pero no es probable que logre reemplazar el sistema de estados árabes, y siempre tendrá que lidiar con una parte nada despreciable del mundo islámico que no pretende incorporarse o asimilarse a Occidente.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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