ANTES Y DESPUÉS DEL COVID-19 AL ESTILO DE ERIC HOBSBAWM

Agustín Saavedra Weise*

El historiador inglés Eric Hobsbawm (1917-2012) fue un notable pensador. En 1995 publiqué un comentario sobre su difundida obra La era de los extremos: el breve siglo XX, 1914-1991 y al poco tiempo de su muerte otro artículo alusivo.

Hobsbawm gozó de alta reputación académica y siguió hasta el final de su larga vida publicando ensayos. Él consideró que los siglos debían ser contabilizados en función de acontecimientos singulares que alteraron el rumbo de la humanidad y no necesariamente sobre la base del uno al cien. Un siglo podía tener más o menos de 100 años, en términos políticos, sociológicos y de sentido histórico. Siempre surgen acontecimientos clave que marcan una era.

La caída del Imperio Romano terminó con la Edad Antigua dando paso a la Edad Media. Con la controversia que hasta hoy subsiste, ya sea la toma de Constantinopla por los turcos (1453) o el descubrimiento de América por Colón en 1492, concluyen el medioevo e inician el Renacimiento. En 1789 la Revolución Francesa inaugura otra etapa, anticipándose en once años al inicio cronológico del siglo XIX, del que la toma de la Bastilla para Hobsbawm fue parte fundamental.

Según la interpretación del escritor británico, el siglo XIX terminó recién en 1914 al comenzar la Primera Guerra Mundial. Aquí observamos un siglo socio-político bastante largo: desde 1789 hasta 1914. 25 años extras se suman a los 100 formales del siglo XIX, en lo que se considera fue una etapa signada por doctrinas e ideologías, conflictos, colonialismos, revolución industrial, etc.

Al marcar Hobsbawm el inicio del “verdadero” siglo XX en 1914, consideró que éste concluyó con el colapso en 1991 de la Unión Soviética (1991), un hecho geopolítico impresionante precedido por los no menos espectaculares derrumbe del Muro de Berlín (1989) y la reunificación de Alemania en 1990.

Quedó así un siglo XX políticamente breve: apenas 77 años. Siguiendo la lógica de Hobsbawm este siglo XXI sui generis que lleva desde 1991 hasta 2020 apenas 29 años, tiene ahora otro punto de quiebra dado por el fenómeno de la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en torno al Coronavirus o Covid-19, que tiene a la población planetaria prácticamente recluida desde hace más de un mes. ¿Cómo mediremos las épocas? ¿Será un Antes Coronavirus y un Después Coronavirus como expresó recientemente el columnista Thomas Friedman en el New York Times? ¿O tendremos que concluir —siguiendo la lógica de separar siglos por hechos relevantes— que el siglo XXI fue aún más corto que el pasado siglo XX y ya se agotó?

El siglo más breve de la historia, el pasado siglo XX, nos dejó ese legado y ahora transitamos un siglo XXI que no sabemos si ha terminado abruptamente o sigue aún su curso a la espera de otros inéditos acontecimientos que lo terminen de definir. Lamentablemente Hobsbawn ya no está entre nosotros para dar su propio veredicto en función de su teoría de los siglos sobre la base de grandes hechos y no de años. Sin su genialidad es aventurado definir lo que comienza y lo que termina, pero al menos podemos aseverar que una era sí ha concluido. No sería extraño que Hobsbawm —si viviera hoy— considere que ya ingresamos abruptamente al siglo XXII con el Covid-19 y que el siglo XXI superó en brevedad al siglo XX. El tema queda en suspenso, con un interrogante a futuro…

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/178505_antes-y-despues-del-covid-19-al-estilo-de-eric-hobsbawm

 

EL ATLÁNTICO SUR ARGENTINO OCUPADO POR BRITANIA, ESPAÑA Y CHINA

César Augusto Lerena*

Reconquista de Buenos Aires por las fuerzas regulares e irregulares comandadas por Santiago de Liniers. Rendición del comandante británico William Carr Beresford, 12 de agosto de 1806.

El 2 de febrero de 1825, se firmó el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación” entre el Reino Unido y las Provincias Unidas del Río de la Plata que, luego repitió Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela, transfiriendo la conducción económica y financiera a los británicos. En ese Tratado se estableció una “Perpetua Amistad” —ello no frenó a la pérfida falange de Albión— para que, en forma oscura y traidora, invadiera Las Malvinas en 1833 y se establecieron privilegios, como transformar en inembargables sus posesiones, la libre navegación en mares y ríos, la aplicación de la “cláusula de Nación más favorecida” en todos los negocios, incluso, más de las que podrían recibir las argentinas.

Cuando el 12 de agosto de 1806 orientales y españoles echaron a los ingleses de Buenos Aires, comenzó un largo y silencioso derrotero de ocupación inglesa, con la complicidad de gobernantes y la tolerancia o el interés de los ciudadanos influyentes.

Ello se ratificó en 1933 con el Tratado Roca-Runciman y en las Declaraciones Conjuntas de 1989 en París, convertidas luego, en el Tratado del 14/15 de febrero de 1990, comúnmente llamado Acuerdo de Madrid (sin ratificación del Congreso) y, en el Tratado de “Promoción y Protección de Inversiones” de 1990, complementario del anterior, convalidado por la Ley 24.184.

Estos Tratados terminaron con la Argentina soberana, industrial, tecnológica, científica y dueña de sus recursos naturales y servicios públicos y la devolvieron a sus orígenes de proveedor de granos, transgénica, semilla-dependiente y química-fumigada. La Argentina del monocultivo, con los servicios y los recursos naturales privatizados y el Atlántico Sur Argentino ocupado por la Britania, España y China.

En mi artículo anterior “Los extranjeros invaden el Atlántico Sur y la Patagonia Argentina” dije: “Los británicos ocupan 1.639.900 millones de km2 de territorio marítimo argentino, equivalente a toda la Patagonia y a las provincias de La Pampa, San Luis, Mendoza, Jujuy y Formosa. ¿Es necesario darle más énfasis a esta deshonrosa pérdida de soberanía nacional?

Dije también que desde hace más de 50 años y, con más intensidad desde 1976 los gobiernos argentinos han tolerado la pesca ilegal de un promedio anual de 300 buques extranjeros que se llevaron 44 millones de toneladas por un valor comercial final del orden de los 770 mil millones de dólares, aunque, días atrás la Directora ilegítima de Recursos Naturales de Malvinas Dra. Andrea Clausen, le explicó al Penguin News que “generalmente hay un número grande de poteros y arrastreros, unos 400 de origen chino operando en el Atlántico sur” y, entre ellos, no ha sumado los más de 100 buques españoles y otros que pescan con licencia ilegal británica. ¿Es necesario resaltar que mediante esta pesca ilegal se han llevado unas tres deudas externas argentinas? ¿Esta entrega económica no ha sido exagerada como hipotético pago a la guerra perdida en 1982? ¿Es tal vez una compensación económica a las compras chinas de granos como ocurrió en su momento con la URSS o, como se dijo que ocurrió con Japón, cuando donó a la Argentina el INIDEP?

La misma Dra. Clausen nos “relata” que “todas estas capturas ilegales son muy al norte de la ZEE de Falklands. Y si bien la captura del calamar Illex pertenece a la misma biomasa, la verdad es que las Falklands han tenido una zafra razonablemente positiva con un volumen total por encima de las 60 mil toneladas”. ¡Que notable casualidad! Ni soviéticos ni búlgaros se acercaron a pescar en la zona arbitraria de exclusión británica de Malvinas en oportunidad de los “Acuerdos Marco” y ahora, tampoco los chinos (¿?). Y el Estado Argentino desde hace 40 años tolera que todos estos barcos subsidiados pesquen nuestros recursos pesqueros, los depreden y compitan con los empresarios argentinos con esta materia prima argentina, ingresando sin aranceles en el mercado internacional.

¿Y porque la Argentina nunca ha reclamado sobre la captura de los recursos migratorios argentinos? y no ha hecho cumplir las observaciones explicitadas en el Artículo 2º de la Ley 24.543 (CONVEMAR). Una renuncia vergonzosa a nuestros derechos.

Los hechos recientes que terminaron con la captura de un buque chino y otro portugués, dieron motivo a una auspiciante reunión interministerial presidida por el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero, donde participaron además el Jefe de la Armada y el Prefecto Nacional Naval y, si bien es necesario coordinar las acciones de vigilancia y control (léase la acción de la Armada y la Prefectura), lo importante es definitivamente evitar la pesca clandestina y detener —con los elementos que sean necesarios— los buques que pescan los recursos nacionales (y en estos incluyo, a los migratorios), ya que es una vergüenza que estos últimos 40 años solo se hayan capturado 80 buques y multados por un valor de 25 millones de dólares. Para ser más preciso: solo 2 buques capturados por año cuando en la región pescan 300 buques (según la representante británica en Malvinas 400) por año que no solo ingresan a la ZEE Argentina, sino que capturan nuestros recursos migratorios (calamar, merluza, etc.) y, además respecto a las multas citadas me gustaría saber cuánto efectivamente cobró el Estado Argentino y, aún cobradas, igualmente resultarían insignificantes en atención a los valores de las capturas que efectúan estos barcos.

En distintos artículos hemos dado herramientas para terminar con este escarnio, me referiré solo a dos de ellas:

  • Poner toda la flota congeladora a pescar por fuera de las 200 millas, con el combustible libre de impuestos y todas las extracciones que se realicen en esa zona igualmente liberarlas de todo tipo de impuestos. Esta flota debería pescar con el apoyo militar de la Armada Argentina, tratándose de cuestiones que afectan a la soberanía nacional.
  • La Cancillería debería tomar urgente contacto con los países cuyos buques pescan en el Atlántico Sur, en especial con los españoles y chinos, para iniciar caminos de acuerdos empresarios, con la intervención necesaria del sector empresario nacional.

José Prego de Oliver escribió una Oda a la gloriosa jornada de Reconquista de la Ciudad de Buenos Aires el 12 de agosto de 1806: “La atroz muerte con mano descarnada, sus caballos, agita, y el carro estrepitoso precipita sobre una y otra gente encarnizada. Húndese el eje todo en cráneos, en escombros, en sangre, en lodo. Por puntos se ensangrienta la pelea; el español avanza, y horror, y confusión, y estrago lanza. La falange de Albion ya titubea; y a la diestra cuchilla cede por fin, y la cerviz humilla. La hermosa Capital encadenada por los crudos Britanos, viéndose libre, al cielo entre ambas levanta enternecida y prosternada: Sobre los muertos llora, y orna la sien del jefe, vencedora”.

A CASI 210 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO El ATLANTICO SUR ARGENTINO ESTÁ INVADIDO POR BRITÁNICOS, CHINOS Y ESPAÑOLES. ¿Ha quedado claro? La declaratoria de derechos y la administración de la crisis no alcanza. Argentinos de los dichos a los hechos.

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam.

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provin05cia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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RETOMEMOS SEGUROS EL TRABAJO Y LA PRODUCCIÓN

César Augusto Lerena*

Imagen de Couleur en Pixabay

Entiendo que es posible retornar al trabajo si se toman determinadas precauciones para evitar el contagio con CORONAVIRUS COVID-19.

Desde hace 45 años que controlo la calidad y sanidad de la alimentación en industrias urbanas con trabajadores que realizan tareas de gran esfuerzo y otras que operan a 4.500 metros del nivel del mar; centros de entrenamiento de deportistas de alto rendimiento y competencias internacionales de jóvenes atletas; buques pesqueros que navegan en altamar; complejos turísticos de adultos mayores, niños y personas vulnerables. Establecimientos donde se alimentan de 500 a 6.000 personas por servicio. Es decir, de 1.000 a 12.000 personas por día. Mi función ha sido garantizar que las personas que no se contaminen y sufran dolor de cabeza, dolor abdominal, vómitos, diarrea, e incluso se mueran por la ingestión de alimentos con agentes químicos, parásitos, hongos, virus, bacterias e incluso sus esporas tóxicas, ya que hay más de 300 enfermedades que se trasmiten a través de los alimentos.

Para asegurar que no se produzcan contaminaciones se aplican planes HACCP (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control) y, sin entrar en mayores detalles, se le exige al personal el uso de barbijos, el lavado adecuado de manos y el mantenimiento, desinfección y cocción adecuada de los alimentos. El uso de barbijos y el lavado de mano y antebrazos es central para evitar que el operario que trabaja a pocos centímetros del alimento no lo contamine y tampoco las superficies de contacto en la que trabaja (mesadas, utensilios, envases, grifos, picaportes, etc.), de otro modo los accidentes alimentarios serían múltiples y en algunos casos de altísimo riesgo sanitario.

Dicho esto, relacionaré estas prácticas con la forma de evitar el contagio por COVID-19.

En primer lugar, hay que dar un giro de 360º la aplicación de la cuarentena. Las cuarentenas, no se usan para aislar personas ni animales sanos no sospechosos, puede utilizarse inicialmente en forma reactiva, pero luego debe destinarse solo para enfermos, portadores asintomáticos y sospechosos o, en este caso, para aislar personas de alto riesgo. A mi juicio, las personas habilitadas a circular y trabajar deberían ser testeadas reiteradamente (a cargo del empleador o del Estado según se trate) y, de resultar negativas, iniciar o continuar sus tareas y, si fueran positivas, disponer su inmediata aislación domiciliaria, salvo, si por su compromiso sanitario, debieran derivarse a un establecimiento hospitalario.

En segundo lugar, hay que preguntarse si lavarse las manos y usar barbijo son suficientes para evitar la contaminación el virus. En principio sí. Pero ello dependerá del tipo de barbijo y de la oportunidad, frecuencia y cómo se efectúa el lavado de manos. No es suficiente el uso de cualquier “tapa bocas” porque el virus mide unas 0,2 micras y además debe tapar la nariz. Por lo que toda persona en la calle o lugares de recreación o trabajo debiera usar un barbijo 3M o N95 o de doble capa (60g-40g). El precio final de estos últimos ronda en los $35 y deberían comprarse dos para rotar luego de su lavado diario. Las manos deben lavarse o desinfectarse con alcohol (70% alcohol y 30% de agua) o solución de lavandina (1 litro de agua y 20ml de lavandina: cloro 25g/l) previo al acceso y salida de un transporte o un local.

En tercer lugar, habría que preguntarse si es necesario realizar test y mantener una distancia de 1,5/2 metros. Esto último pudo encontrar algún justificativo cuando no se hacían test y solo se exigía el uso de barbijo al personal médico y afín, probablemente motivado la falta de este elemento, ya que, de haberse usado el barbijo, se hubiese evitado la transmisión de portadores asintomáticos y evitar la contaminación de los sanos. La realización de test es central para sacar de la calle a todo enfermo o asintomático. Ahora, si no se requiere distancia con el uso de barbijo, ello permitiría viajar sentados en el transporte a todos los trabajadores y ello habilitaría el traslado, especialmente desde el AMBA a CABA y viceversa. Los transportes deberían efectuar una desinfección general con solución de lavandina cada ronda.

En cuarto lugar, el acceso a los comercios en general, no tendrían inconveniente alguno, en tanto y en cuanto, los empleados y clientes usen barbijo y previo a su ingreso se desinfecten las manos, debiendo el personal, además, al menos cada dos horas lavarse las manos y antebrazos. En las industrias el personal tendría que usar barbijo y, además de la higiene de manos al ingreso, debería habilitarse un sector para la limpieza profunda de manos y antebrazos cada dos horas. Respecto a los restaurantes y cafés deberían instalar al ingreso un lavamos accionados a rodilla (sin manos) para que los clientes se laven las manos al ingreso y egreso y, el negocio, debería proveerles toallitas desinfectantes para limpiarse la cara. No deberían encontrarse en el local más que una mesa de 0,60m x 0,60m con dos sillas cada una en un radio de 2,25m2 o su equivalente en mesas más grandes. El personal tendría que usar barbijo y, además de higienizarse las manos al ingreso, deberían contar con un sector para la limpieza profunda de manos y antebrazos cada dos horas. Los baños/sanitarios para los clientes se mantendrían clausurados. Los locales de cualquier tipo deberían efectuar una desinfección general con solución de lavandina dos veces por turno, uno de ellos inmediatamente antes del servicio. La práctica de “lavarse las manos antes de comer” hay que llevarla a la práctica antes de entrar al local no en los baños, que generalmente carecen de higiene y es un foco de contaminación.

En quinto lugar, todo el personal que realice tareas diversas (plomeros, albañiles, electricistas, empleadas domésticas, etc.) debe estar provisto de barbijo y efectuar una limpieza de manos, antebrazos y cara antes de ingresar al lugar.

Accesoriamente a todo ello el gobierno debería proveer de guantes descartables, barbijos doble capa y lavandina (2g/litro) a las personas más vulnerables para que tengan acceso a su higiene domiciliaria y en la vía pública. Por supuesto, el gobierno deberá desalentar y penalizar a las personas que circulen o trabajen sin barbijo.

La consigna es salgamos a testear, a relevar la población activa, pongamos a todos los científicos a la búsqueda de tratamientos y vacunas y, a la gente a producir.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales

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