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CUBA: VIEJOS Y NUEVOS CONTEXTOS

Alberto Hutschenreuter*

El domingo 11 de julio de 2021 quedará en los registros como una jornada histórica en Cuba. Como ocurriera en 1994, cuando hubo manifestaciones en La Habana, la ola actual de protestas, mucho más extendida que entonces, colocó a la isla del Caribe en el centro de las noticias internacionales.

Si tenemos que plantear un análisis sobre las razones que explican la agitación popular en Cuba, necesariamente hay que considerar la dimensión externa y, obviamente, la interna. Comenzando desde afuera hacia dentro, hay un actor primario en relación con los sucesos: Estados Unidos.

La geopolítica nunca se ha ido, y menos si se trata del actor más grande, rico y estratégico del globo. Para Washington, las plazas de interés territorial o selectivo en el continente suponen tres escalones: primero, Centroamérica y el Caribe; segundo, Venezuela y Colombia; y tercero, el resto del subcontinente, donde se mantiene la apreciación sobre la condición de Brasil como “pivote” regional.

Desde estos términos, más allá del contexto internacional imperante, todo lo que ocurre en ese primer anillo geopolítico forma parte de los intereses vitales estadounidenses; del mismo modo que lo son todas las zonas alógenas para otros actores preeminentes: Europa del este para Rusia, Mar de la China Meridional para China, el Indico cercano para India el Cáucaso del sur para Turquía, etc.

Estados Unidos ha ganado la Guerra Fría; sin embargo, ello no implicó ganancias en relación con Cuba, que continuó bajo un férreo régimen comunista antiestadounidense. Por tanto, la administración demócrata considera que es tiempo de completar aquella victoria, decisión que implica “reactivar” los viejos propósitos estratégicos de los “Documentos de Santa Fe” (de principios de los años ochenta), en los que la potencia mayor se proponía debilitar a la Unión Soviética en todos los puntos del mundo donde este actor mantenía “extensiones” de poder, influencia, recursos, etc.

El presidente Joseph Biden, que combina “genes” ideológicos y geopolíticos de Wilson y Reagan en su proyección exterior, estima que hay que cerrar el ciclo victorioso. De ese modo, no solo acabaría con el ascendente de La Habana sobre los denominados “piratas del Caribe” (Venezuela, Nicaragua y más allá también), sino que restringirá las políticas de “reparación estratégica” que lleva adelante Rusia en la región (se habla de reabrir una base de espionaje en la isla), podrá asimismo “regresar” a Latinoamérica y, finalmente, se encontrará en “igualdad” frente a socios que no se han sumado al bloqueo a la isla y que se encuentran presentes en la economía cubana (Canadá es el principal socio comercial de Cuba).

Sin duda, la eventual profundización de las protestas incrementará las advertencias de Moscú en relación con el principio de no injerencia; y seguramente se tensionará más todavía la relación Estados Unidos-Rusia, pero resulta difícil que este último se comprometa militarmente más allá, sobre todo cuando Siria, Crimea, armamentos, etc. han sobrecargado sus compromisos externos para una economía que se halla en dificultades.

Es importante tener presente que si bien las relaciones La Habana-Moscú se reactivaron durante el período 2014-2020, según el detallado estudio del analista cubano Victor M. Rodríguez Etcheverry, han crecido las reservas de las autoridades rusas sobre la excesiva ideologización del régimen cubano (en diciembre de 2020 se llegaron incluso a cancelar acuerdos entre los dos países, aunque se mantiene el concepto de “alianza estratégica”, la que supone múltiples compromisos rusos en Cuba, desde energéticos hasta turísticos, pasando por transporte, defensa, posicionamiento global, etc.).

Asimismo, un eventual “cambio” en Cuba también permitirá a Estados Unidos contender con China, el nuevo actor preeminente en la región (es el segundo socio comercial de la isla). Sin duda que América Latina ha perdido relevancia estratégica, sobre todo con el vendaval de la pandemia. Pero, como se sostuvo antes, se trata de un área de interés estadounidense con diferentes gradaciones geopolíticas; por tanto, no se puede aceptar que sufra una “colonización” geoeconómica por parte del principal rival del Estado-continental americano.

Más allá del viejo contexto, al que hay que sumar cuestiones como el mal desempeño de la economía cubana (el país atraviesa la peor situación desde la gran crisis de los años noventa), la suba de deudas externas, las sanciones estadounidenses, el deterioro sensible de la “calidad de vida” en la isla (en buena medida debido a la escasez de bienes), las secuelas que viene ocasionando la pandemia, el empuje de las nuevas generaciones y la emergencia de agrupaciones y el mismo fin del liderazgo (el actual presidente ni otro jamás podrán ostentar el ascendente que tuvo Fidel Castro), se agregan hoy el seísmo que implica la conectividad, cuyo principal daño en los regímenes totalitarios es la ruptura de la atomización social, la principal herramienta de control bio-político por parte de tales regímenes.

Más allá de lo que pueda suceder en Cuba, este último dato es clave: han pasado más de 50 años desde la brutal represión de la denominada “Primavera de Praga”; pero el presidente Diaz-Canel cree, como sucedió en la entonces Checoslovaquia, que puede ahogar a sangre y fuego cualquier levantamiento o reclamos de reformas en Cuba. En aquel tiempo el mundo era de bloques o esferas de influencias, existía la “Doctrina Brézhnev” (o de soberanía limitada) y no existían las redes. Todos sucedía “muros adentro” y sin posibilidades de ayudas externas. Pero fue la última vez que se recurrió a la fuerza dentro del bloque para aplastar intentos de reformas.

Pero aun suponiendo que se puede atrasar el tiempo, Cuba no tiene un “pacificador externo” contiguo, como lo era la URSS en relación con los países del Pacto de Varsovia, ni tampoco es China. Aquí, donde podrían ocurrir disturbios de escala si se llegaran a plasmar “escenarios de fracaso” por parte del régimen de Pekín (un tema que no siempre se considera), el notable crecimiento económico durante cuatro décadas le ha permitido al régimen disponer de un elemento de “legitimación”, y la pandemia fungió como un acontecimiento que le permitió al régimen “ajustar” el control de la comunicación en un país donde la “modernización”, es decir, el mantenimiento de la igualdad social, ha fracasado.

En breve, en Cuba se darán viejas y nuevas realidades. Será muy difícil para el régimen afrontar la situación con métodos que (salvo en China –que combina leninismo, es decir, represión, y mercado- y en la singular Corea del Norte –que combina aislacionismo, armas nucleares y vecino valedor) no dan resultados. La desaparición de la vieja dirigencia cubana ha sido reemplazada por una nueva capa que continúa aferrada a patrones de disciplina social del siglo XX y que considera que la confrontación granítica sigue siendo entre comunismo y capitalismo.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG.

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VENEZUELA 2021: LA SEGUNDA MUERTE DE CHÁVEZ

Roberto Mansilla Blanco*

Venezuela sigue instalada en una espiral interminable de crisis política e institucional, con complejos escenarios para este 2021 que permitan vislumbrar algún tipo de solución de consensos, al menos a corto plazo.

El pulso político iniciado en enero de 2019 por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó contra el régimen de Nicolás Maduro no ha logrado alcanzar sus puntos más importantes, establecidos en el slogan: “fin de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”. Muy por el contrario, el diagnóstico actual deja entrever fisuras en la plataforma opositora venezolana sobre las estrategias a seguir para salir de Maduro.

Con todo, Guaidó ha logrado un amplio reconocimiento internacional de cerca de 60 países, entre ellos EE.UU. y la Unión Europea, una baza política considerable pero con cada vez menos incidencia en el plano interno venezolano.

Por otro lado, Maduro y su régimen han logrado no sólo mantenerse en el poder sino dar cuenta de una notable resiliencia ante la presión internacional, en particular amparados por el apoyo de potencias globales como Rusia y China con decisión de veto en la ONU, actores emergentes como Turquía e Irán y la alianza estratégica con Cuba, cuyo peso en la política venezolana es decisivo.

Mientras la vacuna contra la COVID 19 ocupará la mayor parte de la atención mundial, al menos durante este 2021, los escenarios que se presentan para Venezuela en este nuevo año han dado un giro significativo. Esto supone un factor que colateralmente favorece los intereses de Maduro, ya que la solución de la pandemia tangencialmente desvía la atención internacional hacia Venezuela y le permite a su régimen mantener el control sobre la población, a través de las medidas sanitarias.

Paralelamente, una perspectiva parece ir cobrando forma en el horizonte: se aprecia una especie de “final de época” del “chavismo”, toda vez en Venezuela comienza a imponer su ritmo una nueva estructura de poder, con Maduro como epicentro.

¿Cambio de ciclo? Del chavismo al madurismo

Más allá de la controversia causada por la legitimidad de las elecciones legislativas realizadas en diciembre de 2020, de la elevada abstención (69%) y del mayoritario desconocimiento internacional a esos resultados, este 5 de enero el “madurismo” recuperó los espacios del poder legislativo para el próximo período 2021-2026.

Con ello, se completa el proceso de concentración de todos los poderes públicos en manos de Nicolás Maduro, afianzando un poder absoluto, desprovisto de equilibrios institucionales que fiscalicen su gestión. A diferencia de la oposición, y a pesar de su elevada impopularidad, el “madurismo” y sus factores aliados en el poder, en especial el estamento militar, no han observado fisuras significativas que pongan en peligro su hegemonía política.

El contexto es significativo. La nueva ecuación de poder da a entender que el “madurismo” refuerza su poder incluso dentro del propio espacio político de representación “chavista”. La presidencia de esta nueva y controvertida Asamblea Nacional en manos de Jorge Rodríguez y el notorio desplazamiento del poder de Diosdado Cabello, hasta ahora presidente de la igualmente polémica y ya inexistente Asamblea Nacional Constituyente (ANC), definen este rumbo político.

Así, el “madurismo”, salvo cuando la propaganda en clave legitimación así lo requiera, ya no se exhibe necesariamente como el heredero del “chavismo” sino que, más bien, ha “pasado página», cooptando e incluso degradando a miembros del “chavismo originario”, especialmente del sector militar “febrerista” (rebelión de Chávez del 4F de 1992), como es el caso del propio Diosdado pero también de cualquier vestigio de poder de la familia Chávez.

En 2013, poco tiempo antes de la muerte de Chávez, el ideólogo del socialismo del siglo XXI, el sociólogo Heinz Dieterich, vaticinó que Diosdado era “el Stalin de la Revolución Bolivariana” y que Maduro representaba la genuina continuidad del chavismo. Pero el contexto 2021 parece dirimir otra expectativa: el “Stalin” de la revolución más bien parece ser el propio Maduro, quien en sus inicios en la presidencia se presentaba como el “hijo de Chávez”.

La etapa inicial “post-Chávez” definió una especie de reacomodo de poder entre Maduro y Diosdado determinado en gran medida por la necesidad imperiosa de unidad ante la presión internacional. Pero en el contexto actual, esta ecuación parece ir perfilándose calculadamente a favor del primero.

El pasado 4 de febrero, durante los actos por el 29º aniversario del intento de golpe de Chávez de 1992, Diosdado recuperó las esencias propias del “chavismo originario” militar, portando en un acto conmemorativo el uniforme del regimiento de paracaidistas al que pertenecía Chávez. La imagen puede ser alegórica de un posible reacomodo de fichas en el “chavismo-madurismo”, donde Diosdado parece negarse a perder protagonismo.

Por su parte, Maduro ha fortalecido una “oligarquía” financiera y económica, una nueva nomenklatura de poder que dista mucho de los ideales chavistas. La incesante crisis económica venezolana, que sigue provocando la peor crisis humanitaria a nivel hemisférico, con oleadas de venezolanos huyendo a países vecinos, parece estar definiendo al mismo tiempo las bases de una especie de “capitalismo salvaje” vía dolarización, que beneficia claramente a esa denominada “boliburguesía” que inició su andadura con Chávez en el poder pero que definitivamente se ha acomodado con Maduro. El control de la industria petrolera y principalmente la rapaz explotación en el Arco Minero al sur del país, con graves acusaciones de desastre ecológico, son otros de los factores que enriquecen a la “casta madurista”.

En este sentido, Maduro pareciera haber tomado nota en la concreción de una especie de “oligocracia” en el poder, un sistema parecido al de la Rusia de Putin. La crisis de legitimidad de su régimen no parece ser un impedimento tan estratégico como se cree. Los resortes del poder del “madurismo” llevan a concretar síntomas de lo que se ha venido considerando como “autoritarismo competitivo”, pero cada vez más fortalecido por el apoyo militar, la represión de la disidencia (aún existen unos 200 presos políticos en Venezuela, muchos de ellos estudiantes universitarios) y un sistema “hecho a su medida”, especialmente en materia electoral.

Por otro lado, abundan las denuncias de que, dentro de esta estructura de poder, conviven incluso mafias y redes criminales, así como núcleos de apoyo de la guerrilla colombiana y de movimientos islamistas como el Hizbuláh, y que han pasado a controlar incluso porciones territoriales del país como auténticos “feudos”, especialmente en el Arco Minero.

Del mismo modo, la inclusión como parlamentario de Nicolás Maduro Guerra, hijo del actual mandatario, simboliza esa preeminencia “familiar” dentro del nuevo establishment del poder en Caracas. A este núcleo “madurista” debe unirse igualmente el poder de Tarek el Aissami, actual ministro de Petróleo y principal vínculo del “madurismo” con Irán, actual surtidor de gasolina a la maltrecha economía venezolana.

Con una economía “dolarizada” de facto, Maduro parece persuadido a propiciar una incipiente apertura económica, menos agresiva con el sector privado pero que permita el ingreso de inversiones extranjeras, especialmente de sus aliados Rusia, Irán, Turquía y China, entre otros, y que son vitales para mantener la actual nomenklatura de poder “madurista”.

No obstante, ya confirmado su poder prácticamente absoluto, Maduro no desdeñará continuar con el programa “socialista”, con menor interés ideológico pero sí como herramienta de poder. Surgen así expectativas de posibles confiscaciones, principalmente de bienes y propiedades de venezolanos emigrados y de dirigentes políticos en el exilio.

El objetivo de la eventual apertura económica es sortear las sanciones internacionales de EE.UU. y Unión Europea, a la espera de observar cuál será la óptica hacia Venezuela que tendrá el próximo presidente estadounidense Joseph Biden, y si con ello se entierra definitivamente con la “Doctrina Trump” que ha favorecido la transición vía Guaidó.

De este modo, Maduro observa con beneplácito la posición de Biden y de su vicepresidenta Kamala Harris de recuperar la “Doctrina Obama” de apertura gradual con Cuba, lo cual implicaría directamente a Venezuela, tomando en cuenta la asociación estratégica total entre ambos países.

También está el contexto regional. Como sucediera con la vuelta al poder del MAS en Bolivia en octubre pasado y anteriormente del “post-kirchnerismo” en la Argentina de Alberto Fernández, el “madurismo” observaba con interés la posibilidad de un vuelco político en las elecciones presidenciales ecuatorianas de febrero próximo, así como en las presidenciales peruanas de abril, que le permitan recuperar alianzas regionales.

Así, en Ecuador, la atención está fijada en fuerzas de izquierda “post-correistas” como Andrés Arauz, vencedor en la primera vuelta presidencial del pasado 7 de febrero, e indigenistas como Yaku Pérez. En noviembre, Nicaragua irá a elecciones presidenciales, donde se da por descontado otro nuevo período para Daniel Ortega, aliado de Maduro y en el poder desde 2006.

El ex presidente Chávez rememoraba constantemente en sus discursos una fecha: 2021. Es el año que celebra el Bicentenario de la Batalla de Carabobo (1821) que selló la independencia venezolana. Pero en este 2021 de la pandemia, el “madurismo” parece identificar el simbolismo de esa fecha histórica hacia otra vertiente: el de su consolidación en el poder, incluso por encima del propio “chavismo”. En perspectiva, un final de ciclo que ni el mismo Chávez imaginaba.

Los dilemas de Guaidó y la oposición

La eventual consolidación del “madurismo” lleva a otro nombre: Juan Guaidó. Dos años después de su inesperada aparición pública, el aún principal líder de la oposición venezolana se encuentra en un difícil laberinto que acrecienta la precariedad de su posición política.

Mientras Maduro lanzaba sus controvertidas elecciones legislativas en diciembre, Guaidó apostó sus cada vez menos efectivas cartas a una consulta popular “anti-Maduro” de resultados inciertos desde el punto de vista político. Debe igualmente observarse que, a pesar de la posición oficial, existen fisuras internas y críticas dentro de la oposición hacia el liderazgo de Guaidó, al que califican de “ineficaz”.

Ya entrado el 2021, la Asamblea Nacional surgida de las elecciones de 2015 (las últimas reconocidas como legítimas por la mayor parte de la comunidad internacional) renovó a Guaidó en la presidencia por un año más. Pero la situación de Guaidó es sumamente compleja tomando en cuenta que el poder político de facto lo tiene el “madurismo” y que el régimen, a pesar de sus elevados índices de impopularidad, ha tenido éxito en desgastar e incluso desacreditar la imagen de Guaidó.

Guaidó sigue teniendo el apoyo y el reconocimiento de 60 países, pero la realpolitik venezolana y los posibles cambios en el contexto internacional (nuevo gobierno en EE.UU., atención mundial a las vacunas del coronavirus) pueden alterar esta situación.

De hecho, su figura como “presidente interino” pierde gradualmente fuerza en el contexto exterior, así como su “mantra” de hoja de ruta lanzado en 2019 de “fin de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”. De hecho, la Unión Europea lo sigue reconociendo, pero ahora como “interlocutor privilegiado”, un enfoque que denota obviamente un nivel de degradación en cuanto a la posición política e, incluso, del propio liderazgo de Guaidó.

Su “mentor” político, Leopoldo López, logró escapar a España, donde se concentra gran parte del exilio opositor venezolano, con figuras como el ex alcalde metropolitano Antonio Ledezma. Tampoco está Trump en la Casa Blanca, y si bien Biden parece convencido de mantener el apoyo bipartito entre republicanos y demócratas en EE.UU. hacia la causa democrática que impulsa Guaidó, nada parece completamente seguro.

Con la Asamblea “madurista” en funcionamiento, persisten las incógnitas sobre qué sucederá con Guaidó. Muchos sectores “maduristas” buscan revancha y lo quieren ver preso, pero la posibilidad de un audaz exilio es otra alternativa.

Con ello, podríamos observar cómo la oposición venezolana se vería eventualmente persuadida a ensayar una especie de gobierno en el exilio, algo similar al ejemplo de la oposición política al régimen de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, que mantiene un precario gobierno en el exilio precisamente en España, desde 2003 en manos de Severo Moto. El ejemplo del exilio cubano, particularmente en EE.UU., también es una posibilidad que refleje lo que puede suceder con Guaidó y la oposición venezolana.

Con o sin exilio a la vista, otra expectativa puede anunciarse en este incierto 2021: la posibilidad de un nuevo cambio de dirección dentro de la oposición venezolana, con nuevas figuras que podrían traducir una etapa “post-Guaidó” y “post-Leopoldo López”.

En la órbita de este posible cambio de dirección en las filas opositoras surgen dos líderes ya conocidos: María Corina Machado y el ex candidato Henrique Capriles Radonski. En los últimos meses, ambos han sido fuertes detractores de la estrategia de Guaidó y nunca ocultaron sus intenciones para eventualmente sucederlo. Pero está por ver si sus estrategias serán de aggiornamiento pragmático con el “madurismo” o de apostar por acciones más radicales.

Machado defiende la radicalización en la calle sin negociación con un régimen que califica “usurpador y criminal». Por su parte, Capriles Radonski ya abrió con anterioridad algunas líneas de diálogo con el “madurismo” y parece ser el líder opositor elegido por figuras internacionales, como el Alto Comisionado de Política exterior, Josep Borrell, y del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, a la hora de iniciar una negociación pactada con Maduro.

Toda vez, la dirigencia opositora venezolana se ve igualmente fragmentada al tener a varios de sus representantes en la cárcel como presos políticos del régimen.

A comienzos de 2021, Maduro lanzó una especie de oferta política y electoral en clave de negociación internacional: celebrar unas elecciones regionales “libres y transparentes” para final de año, bajo el formato que exige la comunidad internacional, con tal de obtener el reconocimiento a su mandato hasta 2025. En las filas opositoras, fue precisamente Capriles Radonski el que se lanzó al ruedo prácticamente avalando esta táctica “madurista”.

Toda vez, la posibilidad de ensayo de un gobierno en el exilio, con López y eventualmente Guaidó como principales operadores, repercutirá en el seno interno de la oposición dentro de Venezuela. Está por ver si la unidad opositora seguirá inquebrantable o, más bien, se produciría una posible ruptura entre sectores opositores, tanto en el exilio como en Venezuela, sobre las estrategias a adoptar para salir de Maduro.

Mientras aparecen informaciones sobre presuntas tramas de corrupción en el entorno de Guaidó, la incertidumbre sobre esta nueva etapa gravita en el entorno opositor venezolano. Con un Guaidó visiblemente debilitado, la oposición se expone en este incierto 2021 a perpetuar sus dilemas en cuanto a la posibilidad de un nuevo cambio de liderazgo y de estrategias.

El contexto exterior: esperando a Biden

Finalmente, está la negociación internacional para una salida electoral, pacífica y de consenso en Venezuela. Es el escenario deseado por la mayor parte de la comunidad internacional, en particular la Unión Europea, el Grupo de Lima y muy posiblemente por la próxima administración Biden.

Pero sus posibilidades son escasas, incluso inciertas, toda vez los canales de diálogo entre el “madurismo” y la oposición son prácticamente nulos o, como mucho, testimoniales y se prevé una mayor radicalización del poder absoluto de Maduro.

De hecho, en diciembre pasado, antes de la reciente oferta de elecciones regionales libres a cambio de permanecer en el poder hasta 2025, Maduro reafirmó un reto electoral y político a la oposición: la posibilidad de impulsar un referéndum revocatorio en su contra para 2022, tal y como lo establece la Constitución Bolivariana, cuando se cumpla la mitad de su mandato, iniciado en enero de 2019 pero no reconocido por la mayor parte de la comunidad internacional.

Maduro no parece, por tanto, persuadido a seguir cualquier recomendación de solución electoral alternativa a la crisis política e institucional venezolana que venga desde el exterior. El apoyo de Rusia, Irán y especialmente de Cuba le ha servido a Maduro para sortear el aislamiento internacional sin perder capital político ni realizar concesiones democráticas audaces.

Del mismo modo, la comunidad internacional que reconoce a Guaidó se verá igualmente amortizada tomando en cuenta que el escaso peso político interno de la dirigencia opositora, y el poder de facto en manos del “madurismo”. La presión internacional puede ser intensa, tomando en cuenta la posibilidad de una ampliación de la represión política contra dirigentes opositores y medios de comunicación afines por parte del régimen “madurista”. Pero mucho dependerá también de la debida atención que la administración Biden tenga hacia el dossier venezolano, y cuál será finalmente su estrategia más elaborada.

Pero mucho también dependerá de qué tan relevante seguirá siendo la crisis venezolana para la atención de las principales potencias mundiales, especialmente en un 2021 signado por las vacunas de la pandemia y las consecuencias socioeconómicas de la misma.

Sea como sea, la crisis venezolana dista mucho de albergar alguna solución satisfactoria y de consensos en el plano interno. Dependerá, en gran medida, de la presión internacional ante un régimen “madurista” desacreditado en el exterior pero afianzado de facto en el plano interno.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE.UU. y América Latina.

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RELEVANCIA DE LA ELECCIÓN DEL 2021 DE LOS CUATRO PILARES DE LA DIRECCIÓN POLÍTICA DE VIETNAM

Ruvislei González Saez*

Nguyen Xuan Phuc nominado para cargo de presidente del país. Imagen: LuatVietnam.

El año 2021 apenas ha llegado a medio término y Vietnam ha vivido importantes momentos que impactarán en el futuro del país y enfocados en el centenario de la independencia en el 2045. Actualmente vive un momento político de gran valor, a partir de la asunción de tres de los cuatro pilares del poder en la nación del Sudeste Asiático este cinco de abril. En el mes de enero, tras la celebración del XIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Vietnam (PCV) fue relegido por tercera vez, Nguyen Phu Trong como secretario general. El líder partidista había sido también desde el 2018 el presidente vietnamita, luego del fallecimiento del Jefe de Estado, Tran Dai Quang.

La XI Sesión de la XIV legislatura de la Asamblea Nacional (AN), ha tenido como prioridad la elección del nuevo presidente de este órgano, el presidente del país y el primer ministro. En ese sentido, el ente legislativo aprobó una resolución el dos de abril acerca del relevo de Nguyen Phu Trong al cargo de presidente para retornar a la premisa de la existencia de los cuatro pilares del poder vietnamita, es decir, el secretario general del PCV, el presidente de la República, el primer ministro y el presidente de la AN.

El pasado 31 de marzo fue elegido como presidente de la AN y titular del Consejo Nacional Electoral el miembro del Buró Político y también secretario del Comité del PCV, Vuong Ding Hue (64 años). El nuevo jefe del legislativo había asumido responsabilidades tanto en el Buró Político del Comité Central del PCV como en el gobierno como viceprimer ministro en el período 2016-2020, entre otras anteriormente.

Luego de la elección del nuevo presidente de la AN, se procedió al relevo del primer ministro y el presidente del país a partir del dos de abril. En ese sentido, el máximo líder partidista Phu Trong presentó el informe para relevar a Nguyen Xuan Phuc del cargo de primer ministro. Finalmente entre varios candidatos, Xuan Phuc fue elegido como nuevo presidente del país (66 años). Su experiencia en el Buró Político del Comité Central del PCV, como viceprimer ministro en el período 2011-2016 y como premier en 2016-2020, es un referente para la labor como nuevo Jefe de Estado para la etapa 2021-2026. El desempeño de Xuan Phuc sobresalió al frente del gobierno en el año 2020 conduciendo a Vietnam como uno de los países más exitosos en el combate a la pandemia de la Covid-19 bajo las directrices del PCV. En los últimos años, excepto el 2020, Vietnam tuvo los niveles de crecimientos más elevados en más de una década, 7,08% en el 2018 y 7,02% del PIB en 2019. Incluso en el 2020, fue la economía de mayor crecimiento en Asia, 2,9% del PIB y una de las 10 del mundo.

Por otro lado, el primero de abril se presentó la propuesta de relevar al primer ministro. Luego de los debates y votaciones por el órgano legislativo fue nombrado Pham Minh Chính (63 años), jefe de la Comisión de Organización del Comité Central del PCV como jefe del Gobierno vietnamita para el período 2021-2026. Pham Minh Chính es Doctor de Ciencias del Derecho, desempeñó otras responsabilidades como viceministro de Seguridad Pública y secretario del Comité del PCV de la Provincia de Quang Ninh.

En el período que se desempeñó como secretario del Comité Provincial del Partido de Quang Ninh, Minh Chính, fue destacado por su capacidad de trabajo, estilo de dirección, así como por el espíritu revolucionario de avanzar en la renovación del país. Ello contribuyó a que la provincia norteña de Quang Ninh alcanzara importantes logros y le convirtió́ en uno de los casos más mencionados en las reuniones de trabajo del gobierno y en los medios de comunicación social. Cuando fue dirigente de la provincia, uno de sus grandes planteamientos fue la sugerencia sobre los mecanismos especiales para la construcción de dos Zonas Económicas en las localidades de Mong Cai y Van Don en el Plan del Desarrollo a largo plazo de la provincia de Quang Ninh.

En sus años como máximo dirigente de la provincia de Quang Ninh, Phạm Minh Chính dejó marcas como líder con atrevidas experiencias renovadoras y eficaces, entre ellas, el programa, devenido en ejemplo para otros territorios del modelo experimental de simplificar y unificar algunos organismos consultivos del Comité́ del Partido con los organismos del Comité́ Popular (Gobierno local) del mismo nivel que tienen funciones y tareas similares. La realización de estas acciones contribuyó fuertemente a la renovación del estilo de dirección del Partido, a la elevación de la eficiencia del funcionamiento del sistema político.

Ya en el cargo de Jefe de la Comisión de Organización del Comité Central del PCV, Pham Minh Chính contribuyó en el proceso de organización partidista y reforzó la motivación de que los cuadros y militantes partidistas expresen justamente lo que piensen y deseen respondiendo a los anhelos de la sociedad y las demandas del país en la actual y compleja situación. Con profundas experiencias, destacada capacidad, personalidad y visión estratégica, contribuirá al logro de los objetivos propuestos en el congreso del Partido en la etapa correspondiente, favoreciendo al desarrollo fuerte y sostenido en el camino de la construcción del socialismo con las características vietnamitas.

En este proceso de elección de los cuatro principales cargos del país para el período 2021-2026, que acaba de concluir este cinco de abril, y que fue iniciado con el XIII Congreso Nacional del PCV con la relección de Nguyen Phu Trong como máximo líder, se destacó también la línea a seguir hacia el futuro inmediato y a largo plazo con una visión estratégica de la construcción socialista. En este magno evento se evaluaron los resultados del cumplimiento de la Resolución del XII Congreso y de los diez años de implementación de la Plataforma Nacional de la Construcción en el período de transición al socialismo de 1991 (modificada y desarrolla en 2011). También se enfocaron en el análisis de los diez años de implementación de la Estrategia de Desarrollo Socioeconómico 2011-2020, los 30 años de implementación de la Plataforma de 1991 y 35 años de implementación de la obra de Renovación (Doi Moi).

En 1985, Vietnam era considerado uno de los 35 países más atrasados del mundo (Banco Mundial, 1985). En 2020 en medio de una compleja pandemia que impactó a nivel global Vietnam fue el país de mayor crecimiento de su producto interno bruto (PIB) con una tasa de 2,9% y una de las 15 economías más dinámicas en los últimos cinco años. A la vez, se prevé que para el 2045 sea una economía desarrollada y se ubique entre las primeras 22 del mundo. Pero para ello el magno evento celebrado definió una serie de elementos a seguir a partir de la compleja situación internacional. En particular, en 2020, la pandemia de Covid-19 impactó negativamente sobre el desarrollo socioeconómico. Sin embargo, el país ha restablecido gradualmente la producción, la comercialización y las actividades socioeconómicas.

Vietnam es el primer exportador mundial de pimienta del mundo. En el 2019 fue el segundo exportador mundial de café después de Brasil y en el 2021 ocupó la misma posición pero en el sector de la madera, superando a Italia y Alemania. Ocupa el tercer lugar en las producciones de calzado por detrás de China e India. Hasta febrero de 2020 la nación asiática fue el tercer exportador mundial de ropa (28 mil millones de dólares) después de China (158 mil millones de dólares) y Bangladesh (33 mil millones de dólares). Ha sido desde 2016 hasta septiembre de 2020, el tercer exportador mundial de arroz, luego de India y Tailandia, a pesar del fuerte impacto de los efectos del cambio climático. A su vez, el país indochino representó la posición 12 como exportador mundial de productos electrónicos y el tercero en el Sudeste Asiático en el 2019. En 2020 el Grupo vietnamita VINFAST inauguró oficialmente su primer auto eléctrico. Es el primer país con internet más barato en el Sudeste Asiático, el sexto en toda Asia y el 12 en el mundo, pero el tercero después de Singapur y Tailandia en avanzar en el desarrollo de la tecnología de 5G.

En medio de estos resultados, el país debe enfrentar muchos desafíos, los cuales fueron reconocidos por el magno evento partidista. En ese sentido, los delegados al XIII aprobaron la resolución de mantenerse firme en el Marxismo-Leninismo y el pensamiento de Ho Chi Minh, aplicándolos constantemente y desarrollándolos con creatividad. A su vez, confirmaron centrarse en los objetivos de independencia nacional y el socialismo.

Los líderes elegidos para el nuevo período deberán trabajar para seguir fortaleciendo la construcción y rectificación del Partido, así como desplegar su naturaleza de clase obrera. Además, elevar la capacidad dirigente de gobernar y la combatividad del Partido; construir este y el sistema político transparente, fuerte, integral, edificar un aparato estatal ligero y eficiente. Ello conduce a trabajar en la elevación de la calidad y reestructuración de cuadros, funcionarios y empleados públicos, especialmente el contingente de cuadros de nivel estratégico, los jefes con cualidades, capacidad y reputación, con estrechos vínculos con el pueblo como factor crucial que determina el éxito de la causa de la construcción socialista y el desarrollo nacional, así como la defensa de la Patria.

Como objetivos estratégicos y específicos, Vietnam se propone para el año 2025 en ocasión del 50º Aniversario de la liberación total de Vietnam del Sur y la reunificación del país, ser un país en desarrollo con la industria orientada a la modernización, superando el nivel de ingresos medios bajos. Para el año 2030, ocasión del centenario de fundación del PCV ser un país en desarrollo con una industria moderna y altos ingresos medios. Mientras que para el año 2045, ocasión del centenario de la fundación de la República Democrática de Vietnam, hoy República Socialista de Vietnam, convertirse en un país desarrollado con altos ingresos.

Bajo la dirección del PCV y la acción de los nuevos líderes se propone que Vietnam tenga un crecimiento para los próximos años entre el 6,5 y el 7%, llegando a un PIB per cápita de entre 4.700 y 5.000 dólares. Se inicia un período con una visión de alcanzar el 2025 con un mayor nivel de industrialización en el que el sector industrial de procesamiento y manufactura supere el 25% del PIB y la economía digital sea de alrededor del 20%. Mientras, como propósitos sociales, Vietnam aspira a llegar al 2025 con una tasa de desempleo en las áreas urbanas por debajo del 4%; la tasa de pobreza multidimensional de alrededor de 1 – 1,5% cuando en los últimos años ha logrado sacar alrededor de 40 millones de personas de la pobreza. A la vez, pretende lograr 10 médicos y 30 camas de pacientes/10.000 personas; la tasa de participación en el seguro médico alcanzará el 95% de la población; la esperanza de vida ser de 74,5 años; por citar algunos ejemplos.

Para el nuevo período 2021-2026 en política externa Vietnam continuará con los principios expresados en el Libro Blanco de Defensa de 2019: “Vietnam no se unirá a ninguna alianza militar, no se asociará con una de las partes para oponerse a otra y no permitirá que ningún país extranjero establezca una base militar en el país”. Bajo un enfoque proactivo en el escenario multilateral justo en el momento que asumen los nuevos principales líderes para la próxima etapa, desempeña la posición de presidente rotatorio del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En ese sentido, promoverá la paz y la estabilidad, así como la resolución de conflictos mediante negociaciones, seguirá profundizando su relacionamiento con las principales organizaciones internacionales y especialmente la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).

En el escenario actual Vietnam promoverá los lazos con América Latina y el Caribe, tanto a nivel político-diplomático como económico y comercial. Cuba, seguirá teniendo una gran prioridad, a partir de las profundas relaciones de hermandad que unen a ambos Partidos, Estados y Pueblos. El secretario general del PCV, Nguyen Phu Trong ha visitado Cuba reiteradas veces, primero como presidente de la Asamblea Nacional en 2020 y como líder partidista en 2012 y 2018. En su última gira a la nación caribeña expresó: “Esta no es una visita, sino un regreso para reunirme con mis hermanos”.

Por otro lado, el nuevo presidente Nguyen Xuan Phuc ha tenido siempre una especial atención a las delegaciones cubanas que visitan Hanoi en su condición anterior como primer ministro y continuará manteniendo el estrecho vínculo con Cuba. En tanto, el nuevo jefe de Gobierno, Pham Minh Chính seguirá la línea de la renovación y la profundización del excelente Estado de las relaciones bilaterales, teniendo en cuenta la necesidad de elevar las relaciones económicas al mismo nivel de las políticas. Para ello se cuenta como base la Agenda Económica Bilateral para el período 2020-2025 y el propósito de elevar el intercambio comercial a 500 millones de dólares para ese año que concluye la agenda prevista.

La nueva dirección política profundizará los lazos con la región de América Latina y el Caribe, especialmente con los países con una histórica relación y otros que han venido reforzando los vínculos. En ese sentido, es importante resaltar los casos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, México, Chile, Argentina, Brasil, Perú, Colombia, Uruguay, Panamá y República Dominicana por solo citar algunos casos. En lo económico-comercial Vietnam tiene un acuerdo de libre comercio bilateral con Chile y participa como miembro del Acuerdo Progresivo e Integral de Asociación Transpacífico (CPTPP) junto a Chile, México y Perú en la zona. En las relaciones comerciales Brasil constituye el principal socio comercial, mientras Argentina el segundo y México el tercero; este último con un saldo altamente superavitario para Hanoi. Le siguen Chile, Colombia, Perú y Panamá.

* Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), Cuba. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), Argentina.

 

 

Referencias

  • Banco Mundial. World Development Report ISSN 0163-5085. Washington, USA. 1985.
  • General Department Customs of Vietnam. Statistics of export and import by country-mains exports and imports. <https://www.customs.gov.vn.> [Consulta: 2021].
  • González Saez, Ruvislei. 82. Relevancia del XIII Congreso del Partido Comunista de Vietnam en tiempos de pandemia. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos. <https://www.saeeg.org/index.php/2021/02/05/relevancia-del-xiii-congreso-del-partido-comunista-de-vietnam-en-tiempos-de-pandemia/amp/.> [Consulta: 2021].
  • Ministerio de Defensa Nacional de Vietnam. IV Libro Blanco de Defensa. ISBN: 978-604-57-5163-3. Hanoi, Vietnam: National Political Publishing House, 2019.
  • Aprueban resolución sobre relevo del primer ministro de Vietnam. 2021. <https://es.vietnamplus.vn.> [Consulta: 2021].

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