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ÜBER UNITARIO

Iris Speroni (gab: https://gab.com/Iris_Speroni)

El unitarismo se manifiesta en la generación de políticas que permiten, en forma consistente, la transferencia de riqueza desde el interior a la capital.

El jueves 17 de junio pasado se cumplieron 200 años desde el paso a la Inmortalidad de nuestro prócer Don Martín Miguel de Güemes, uno de los artífices de nuestra Independencia.

Lo que debió ser un día de festejo para el país en general y para los salteños en particular, se convirtió, en cambio, en una jornada de bochorno, tristeza y sodomía explícita.

Estas cosas nos pasan cuando elegimos unitarios al frente del gobierno de la Nación.

Los hechos

Presuntamente, el gobierno —federal o provincial, no queda claro— impidió la presencia de integrantes de la “Agrupación Tradicionalista Salta Gauchos de Güemes” a los fogones que todos los años se realizan la víspera del aniversario de la muerte del prócer.

También el gobierno —¿provincial o federal?— no autorizó la presencia de los gauchos durante el acto encabezado por el presidente de la Nación.

En ambos casos se adujeron razones sanitarias. (Distancia social, cuarentena, etc.).

A su vez, la policía provincial permitió el ingreso de militantes oficialistas al acto. Según algunos salteños, gente llevada desde Buenos Aires; información no corroborada.

Se realizó el tradicional desfile ante la ausencia presidencial.

Esto llevó a una sucesión de protestas, renuncias y finalmente coronó con un pedido de disculpas por parte del gobernador a sus coprovincianos.

Mis inferencias (por lo que valgan)

Días antes del acto, hubo rumores de que algunos participantes increparían al presidente por la promulgación de la ley del aborto, entre otras razones.

Responsables de ceremonial y del entorno presidencial tomaron medidas para impedir una situación incómoda para Fernández al ponerlo a distancia de la población salteña; en especial, de las agrupaciones tradicionalistas.

Conclusiones:

    • Los pingüinos son cobardes y vigilantes. Tienen miedo, porque saben que todos los odian. Avisados, tomaron las medidas precautorias del caso.
    • El presidente es un porteño unitario que no sólo no conoce el interior del país, ni sus habitantes, sino que los desprecia desde su pedestal urbano y pseudoeuropeizado.
    • No hay que anunciar lo que uno va a hacer. No se avivan giles.
    • Cuando hay que pelear un lugar, se hace a rebenque, fusta y talero. ¿O tienen los facones de adorno? ¿Vienen tres petimetres de capital y los desalojan de su propio acto? Caballeros, a veces hay que poner el cuerpo.
El militante “Madonna” defiende un lugar frente al palco para su agrupación.

Unitarios

El unitarismo es una corriente de pensamiento que surgió en 1810 y que desde entonces osciló entre auges y depresiones. Lo que va del siglo XXI ha sido un período unitario favorecido por la eliminación del Colegio Electoral en 1994.

El presidente actual es el continuador de Macri en numerosos frentes. Uno de ellos es ser un porteño sobrador que desconoce el resto del país y lo desaira; al igual que los actos patrios, a las FFAA, a la bandera y a la religión[1]. Porque los porteños somos inteligentes y cultos y no brutos y atrasados como la gente del interior que venera a la virgen de Itatí y va al Tédeum.

El desprecio por los actos patrios y los desfiles militares es sólo la exteriorización simbólica de un accionar de gobierno que se comprueba en todas las áreas y es prominente en la economía.

En efecto, desde Duhalde a la fecha tenemos a cada gobierno más unitario que el anterior.

El unitarismo se manifiesta en la generación de políticas que permiten, en forma consistente, la transferencia de riqueza desde el interior a la capital. Más precisamente a Reconquista 266.

Capital Federal

Mecanismos de transferencia de riqueza

Primero: tipo de cambio.

Tipo de cambio bajo = UNITARISMO

Tipo de cambio alto = FEDERALISMO

El tipo de cambio bajo permite pagarle barato lo que produce el interior. El BCRA se apropia de la diferencia entre el monto abonado y el precio internacional. Esos dólares, que en el 2020 fueron 27.359 MM para todo el país, quedan a disposición arbitraria del gobierno nacional. [*Spoil Alert!: se lo regalan a los amigos].

Segundo: inflación. El BCRA emite dinero que se lo apropia el gobierno nacional y los gasta a su discreción, sin supervisión del Congreso de la Nación. La mayor parte de la emisión monetaria queda en manos de la banca.

Tercero: impuestos federales. Los que más recaudaron en el 2020 son Imp. Ganancias no aduanero ($ 1.371.188.548.-) e IVA no aduanero ($ 1.289.513.561.-). Esto es dinero que pagan todos los argentinos a la AFIP. Una parte el estado nacional redistribuye entre las provincias y la mayoría se la apropia. El resto son no coparticipables con las provincias (aranceles aduaneros, impuesto al cheque, impuestos internos).

En cuanto a los gastos: El rubro más importante es el pago de intereses a la banca, que equivale a la recaudación de IVA, al menos en 2020 (más de un billón continental de pesos). Luego siguen los subsidios a empresas (petróleo, transporte, otros) y sueldos. De estos últimos, el 90% corresponde a agentes que se desempeñan en la capital federal. Quiere decir que se recauda en todo el país y se reparte en las manzanas que van de Casa Rosada al BCRA.

Respecto a los pagos de beneficios de la seguridad social, éstos tienen su propia contabilidad, con ingresos ad-hoc. Si bien los pagos graciables se producen en todo el país, el grueso va a los beneficiaros del conurbano bonaerense y capital.

Sobre este abuso a los pueblos de las provincias y a los estados provinciales (como entes jurídicos distintos al pueblo) nada dicen ni los gobernadores, ni los senadores nacionales ni los diputados nacionales. ¿Por qué será?

Salta

La pérdida de riqueza de Salta en 2020 por tipo de cambio atrasado fue de U$D 460.000.000; esto es, U$D 334 por habitante[2]. Al tipo de cambio blue del viernes 25/06/2021, $ 57.114 por cabeza. A este expolio hay que sumarle los derechos de exportación y el IVA que paga cada salteño toda vez que compra una botella de gaseosa. Quedémonos en diferencia de tipo de cambio.

Señores salteños: el Estado federal les robó a cada salteño en el 2020 el equivalente a $ 57.114 a cada uno. A una familia con dos hijos, Albertico Fernández le robó $ 228.456.-

Tal vez si los salteños lo supieran, el recibimiento hubiera sido muy otro el día 17/06/2021. Y la falta de respeto a Güemes se hubiera convertido en el menor de los agravios: la víscera más sensible es el bolsillo.

Por esta razón imploro a todos los provincianos que difundan provincia por provincia cuánto dinero les saca el gobierno central. Pensar que el gobernador debe humillarse para que le devuelvan el 1% de esa recaudación, rogar la reparación de un puente, o que rehabiliten un puerto, cuando la riqueza la producen las provincias.

 

No dejen nunca más que un porteño con ínfulas les falte el respeto.

Algo mejor: no elijan nunca más a un porteño unitario de presidente.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA). 

Publicado originalmente por Restaurar.org https://restaurarg.blogspot.com/2021/06/uber-unitario.html

 

Referencias

[1] Recordemos a Macri que juega al ping-pong en lugar de concurrir a un acto patrio. Ni Macron se animó a tanto.

[2] Exacción por habitante, memoria de cálculo: https://docs.google.com/spreadsheets/d/1ySyq7foddl6K0fFyY0kTfaWh0-GzpPAW7kSXGXPszYY/edit?usp=sharing

CARACÚ

Iris Speroni*

Para demostrar que se juega en serio.

En Argentina vivimos una disparidad de fuerzas entre distintos sectores, lo que genera un equilibrio político precario.

Consolidar la paz interior” y “promover el bienestar general” son mandatos del Preámbulo por alguna razón. Cuando se logran largos períodos de paz, es cuando surge la prosperidad[1].

Hoy vivimos una “paz interior” precaria por el acentuado abuso de los más fuertes sobre los más débiles. Mal basamento para que el status quo dure. En lo que a mí respecta, Carthāgō dēlenda est y todas esas cosas. Que no quede un cascote mayor a 1 cm3.

Pero eso son sueños.

La realidad es que funcionarios favorecen a unos privados en detrimento de otros. Desde que gobiernan los kirchneristas, los funcionarios gubernamentales sistemáticamente favorecen a los ciudadanos y empresas fuertes contra los ciudadanos y empresas débiles. Lamentablemente el interregno de Macri no cortó ese ciclo. Por débiles, léase “atomizados”. Todos aquellos casos donde decenas de miles poseen un pedacito de la actividad y no defienden sus intereses coordinadamente.

Hay tres grandes sectores de la sociedad y de la economía altamente desfavorecidos:

  • los trabajadores en blanco o sindicalizados.
  • las pymes industriales, comerciales, otros servicios no comerciales[2].
  • los productores rurales.

En el caso de los trabajadores en blanco, enfrentamos una situación muy delicada. El sueldo promedio es de US$ 400 (o US$ 230 si uno toma el dólar libre). El mismo nivel que en los aciagos años 2002/2004. Los funcionarios se golpean el pecho con que las personas no pueden comprar carne. Con esos valores ni carne, ni indumentaria, ni pagar la luz.

Ataques a los ingresos de los asalariados:

  • Devaluaciones
  • Impuesto a las ganancias
  • Quita del salario familiar[3] [4].
  • Carga impositiva a alimentos, combustibles[5] y servicios públicos (luz, gas, agua).
  • Impuestos directos a las familias: ABL e impuesto inmobiliario urbano.
  • Fomento del trabajo informal (“movimientos sociales”) por parte del gobierno como mecanismo de debilitamiento de los sindicatos[6].

¿Qué deberían exigir los sindicatos?

  • La reinstauración del salario familiar en los términos de la ley que le dio origen.
  • Eliminar en su totalidad el impuesto a las ganancias cuarta categoría. El salario no es ganancia.
  • La eliminación de todo impuesto a los alimentos, servicios y combustible[7].

Agregaré: oponerse al estímulo estatal del trabajo informal.

El conflicto de la carne

Analicé el discurso del gobierno[8]. ¡Cuánto más fácil sería que la gente gane bien y las cosas valgan lo que tenga que valer!

Sin embargo, creo que es todo mentira. Dicho en buen romance: la preocupación del gobierno por el precio minorista de la carne es la excusa para favorecer al frigorífico A sobre el frigorífico B en la asignación de las exportaciones.

Como me ha dicho un lector, no hay ningún nene de pecho entre los jugadores de exportaciones de carnes vacunas.

De acuerdo.

Si son tan pesados, que se agarren a los tiros, como hacen los peruanos de Lugano, en lugar de ir a llorar a papá Estado para que saque del mercado a los exportadores M, N, Ñ así se quedan con su participación. Por un lado, porque es de maricón. Por el otro, porque es un crimen. Los funcionarios cometen el delito de abuso de autoridad. Y la interacción entre ambos (el frigorífico beneficiado y los funcionarios) es peculado. Y en cuanto a los expulsados del sistema, son víctimas de coacción, les violan su derecho al trabajo y a la libertad de comercio. Más un largo listado de delitos tipificados en el código penal.

Punto a resaltar. Se repiten los protagonistas del último cierre de exportaciones de carnes. El común denominador de ambos conflictos es Alberto Fernández y el mismo frigorífico. Por lo que cualquier acción penal contra Alberto Fernández, Matías Kulfas y Paula Español debería avanzar como trompada en Comodoro Py.

 

Los representantes

Ahora bien, llama la atención la pasividad de los perjudicados en lo que es una acción conjunta de uno o varios frigoríficos supuestamente coludidos con uno o varios funcionarios públicos contra los ingresos de los productores ganaderos (y en segunda instancia contra el público y la Nación). Contra los productores, el perjuicio es inmediato y claro. Contra el público, porque estas maniobras provocarán mayores precios en poco tiempo (lo que ya sucedió con las restricciones anteriores). Contra la Nación porque afecta el nivel general de riqueza al reducir los rodeos ganaderos y daña el buen nombre del país como proveedor alimentario en el exterior.

Todo para favorecer a un frigorífico extranjero y a cadenas de supermercados también extranjeras. No suena razonable.

¿Qué podrían hacer los representantes?

Hablar sobre la plata ajena —como es mi caso ahora— es fácil. Lo difícil es poner la cara y el patrimonio en juego. Hecha esta aclaración:

Contrataría al mejor estudio de abogados penalistas del país para denunciar esta maniobra conjunta de privados y funcionarios contra los productores ganaderos. Perjudica a toda la cadena de producción, desde las cabañas, a la cría, invernada, veterinarios, proveedores, rematadores de hacienda, los trabajadores de la carne y los trabajadores rurales, etc. Además es una maniobra de frigoríficos grandes contra pequeños[9], por lo que estos últimos también pueden considerarse menoscabados por esta acción delictiva.

Pueden elegir un estudio grande o un estudio penal que trabaje en conjunto con otro que cuente con profesionales expertos en derecho administrativo y derecho impositivo. Deberán subcontratar estudios de abogados en Brasil y EEUU.

Gasten. Lo que salga. US$ 100.000 ó US$ 1.000.000 ó US$ 5.000.000. Será la plata mejor invertida del mundo.

No deben litigar sólo acá. En Brasil (donde hay antecedentes) y denunciar ante la SEC y ante la justicia ordinaria de los EEUU si cabe.

En paralelo, una campaña de publicidad y de “opinadores mediáticos” que explique por qué los funcionarios mienten. Que no es cierto que les preocupa el precio del asado para la familia trabajadora sino que defienden intereses de multinacionales contra los abnegados criadores que pasan la noche en vela y bajo la lluvia durante las pariciones. Jugar duro. Usar las palabras que el público entiende y no el lenguaje propio. Citar a Perón y su discurso del 25/10/1973 donde exige 200.000.000 de cabezas de ganado vacuno. Acusar de traidores al mandato del General a los funcionarios. Toda la carne en el asador.

¿Saben por qué hay que hacerlo? No porque el juicio se vaya a ganar. Sólo Dios lo sabe. La Justicia Argentina es randómica en el mejor de los casos[10]. Sino porque es la única manera de que esta casta de funcionarios y empresas entiendan que acá se juega en serio. El facón hasta el caracú.

Si no me creen, fíjense en el sindicalismo argentino. A un trabajador que no gana ni mil dólares por mes le dan un sablazo por impuesto a las ganancias, le quitan el salario familiar y lo amenazan con trabajo precarizado; tras lo cual va al almacén y la mitad es para el Estado.

Al sector rural:

No es por la carne. Es para que no hagan esto con otros productos.

Hoy ya están intervenidos los mercados de la carne, el trigo y el maíz. ¿Cuánto le falta al sorgo, al té y a la cebada?

Recuerden: Cachetada es la primera. Luego, es un derecho adquirido.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA). 

Publicado originalmente por Restaurar.org https://restaurarg.blogspot.com/2021/06/caracu.html

 

Notas

[1] Constitución de la Nación Argentina

Preámbulo

Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.

[2] Queda claro que el comercio es un servicio. Pero quise separarlo de transporte, flete, maestranza y otros.

[3] Contó con el silencio del entonces número 1 de la CGT, Hugo Moyano.

[4] El estado quitó el salario familiar a los trabajadores formales y lo entregó a los trabajadores informales en la forma de AUH. Lo hace con fondos que provienen de un impuesto a la masa salarial formal.

[5] Los impuestos al combustible afectan de dos maneras a los trabajadores: cuando compran combustible (aquellos que tengan auto o moto) y en el precio de los alimentos. En efecto, la participación promedio de los fletes en el costo total del producto es del 20%, el doble de otros países de gran extensión. Esto es porque el 55% del precio del combustible es impuestos. 20% x 55% = 11%. Ésta es la participación de los impuestos vía flete en el precio de cada paquete de garbanzos. A lo que hay que sumar IVA, ingresos brutos, impuesto al cheque, cargas sociales, ABL, inmobiliario, tasa de seguridad e higiene, impuestos sobre servicios, y los impuestos en cabeza de los comerciantes y transportistas. Más algún otro impuesto que se me escape.

[6] La relación de los políticos con los trabajadores informales en detrimento de los formales y los sindicatos es otro tema más que los sindicalistas no abordan. La falta de visión estratégica del sindicalismo argentino con este tema ha llevado a la actual situación de indefensión de sus representados.

[7] Así es en EEUU y en Reino Unido.

[8] Carne y el valor del salario episodio 258.701 bis

[9] El Senador De la Torre acusó a los ministros Duhau y Pinedo de favorecer al frigorífico de propietarios ingleses. De la Torre sostuvo que Duhau recibía mejores precios por su hacienda a cambio (esto último no probado). Terminó con el asesinato del senador Bordabehere a manos del custodio del ministro Duhau.

[10] En dos años, en el peor de los casos seis, Alberto Fernández es historia. Comodoro Py lo esperará.

EL DESORDEN INTERNACIONAL: SEIS ESCENARIOS INQUIETANTES

Alberto Hutschenreuter*

Posiblemente, el estado de desorden que existe en el mundo actual suponga uno de los desafíos más complejos al momento de pensar tendencias y desenlaces. Existen más cautelas, sí, en relación con apreciaciones que impliquen ascensos significativos en materia de cooperación internacional, particularmente entre los poderes preeminentes, como así en cuanto a “certificar” que temas como el comercio conllevan un automatismo en relación con el descenso de conflictos entre Estados.

A lo más, como concluye un interesante estudio sobre escenarios, se aprecia que podría mantenerse una convivencia relativamente pacífica entre aquellos poderes mayores que mantienen una profusa interdependencia competitiva en el segmento comercio-económico, es decir, Estados Unidos y China, pero destacando que la misma no acarrearía mejoras. Incluso aquellos expertos que reflexionan desde la esperanza que siempre supone el credo religioso, como por ejemplo el estadounidense César Vidal, se han vuelto cada vez más escépticos en relación con superar por medios políticos y económicos la crisis espiritual que sufren las sociedades.

El planteo o problema central es cómo será la trayectoria de las relaciones internacionales hasta alcanzar algún modo de configuración que implique “anclar” dichas relaciones a un patrón que aleje la discordia entre los Estados y afiance la gestión o concurrencia entre ellos. La experiencia enseña que un mundo desarreglado, es decir, no solo sin consenso entre “los que cuentan”, sino en situación de creciente desavenencia entre éstos, al punto que en algunos el estado es de “no guerra”, difícilmente pueda extenderse por demasiado tiempo. Si los propios órdenes internacionales suelen agotarse cuando se modifica el contexto o desaparecen las bases que lo gestaron y sustentaron, más precaria resultan las situaciones de desorden o desarreglo internacional.

El planteo resulta pertinente, pues, desde la situación en la que nos encontramos, dicha trayectoria difícilmente podría evitar turbulencias mayores o desenlaces altamente disruptivos entre los Estados, a menos que suceda algún acontecimiento internacional de escala, por caso, una gran conferencia o convención que suponga la antesala de acuerdos que trabajosamente, e incluso con dimisiones estratégicas, conduzcan a una configuración, aunque se trata de un acontecimiento que por ahora muy difícilmente ocurra.

Existen muchas realidades que dificultan tal rumbo favorable, algunas de las cuales la pandemia las galvanizó, por ejemplo, el nacionalismo de viejo y nuevo cuño, es decir, aquel reluctante ante el extranjero (cercano y distante), y este que se forja y vigoriza ante la inseguridad que implica lo desconocido, enfermedades contagiosas y globalismo, por citar dos muy presentes. Por otra parte, aunque se trata de una “regularidad” en las relaciones entre Estados, existe una creciente acumulación militar por parte de los países. No obstante, el hecho relativo con que en plena pandemia se haya invertido en el segmento de las armas más que en años anteriores (casi dos billones de dólares, según el informe 2021 del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, SIPRI) es un dato inquietante.

Pero hay otras semejantes o más complejas que aquellas. Consideremos básicamente seis de ellas: lo que podemos denominar “pluralismo geopolítico”; el creciente carácter intransigente de conflictos mayores; el multilateralismo descendente; la creciente configuración internacional “de facto”; la re-jerarquización internacional en contexto de la Covid 19 o de pos-primera ola; y, por último, el (posible) declive de civilizaciones.

En relación con la multiplicidad geopolítica, con ello queremos decir que a las clásicas dimensiones de la disciplina, tierra, mar, aire y espacio ulterior, se suman hoy el ciberespacio (en sus diferentes orientaciones, esto es, geopolítica de la conectividad pacífica, y geopolítica de la disrupción); los “territorios” funcionales a las denominadas “guerra híbrida” y “guerra gris”; la lógica territorial de los actores no estatales; y aquellos socio-espacios que fungen útiles para los actores no estatales, aunque también algunas veces para los mismos gobiernos.

Esta realidad es inquietante, pues la geopolítica tradicional siempre ha implicado (y no hay ninguna razón para que no continúe implicando) intereses aplicados sobre espacios geográficos con fines corrientemente asociados al incremento o a las ganancias de poder; es decir, supone conflictos. Pero los “nuevos temas” de la “geopolítica ampliada” no agregan algo diferente orientado hacia la cooperación (si bien es cierto que la conectividad pacífica supone adelantos en múltiples dimensiones), sino que, en buena medida, expanden las posibilidades de conflictos de nuevo cuño.

En efecto, la ciberguerra y los “espacios” utilizados en la guerras híbridas y grises, por caso, campañas de propaganda y utilización de recursos no militares ni cinéticos, suponen pugnas de poder o rivalidades a través de medios crecientemente sofisticados, pues el factor tecnológico-digital es clave para lograr ventajas internacionales. Pero se trata de una “nueva geopolítica” (más difusa en relación con las formas de guerras) que, a diferencia de la clásica geopolítica aplicada por los Estados en relación con la captura de territorios o proyección de intereses sobre zonas de recursos, puede ser ejercida por Estados “tercerizando” sus acciones por medio de “hackers patrióticos” y fuerzas irregulares, estrategias que implican “técnicas de poder” que “des-responsabilizan” de dichas acciones a un eventual Estado, o bien puede ser llevada a cabo por actores domésticos contra su propio Estado.

En cuanto a la lógica territorial de los actores no estatales como el terrorismo transnacional, la misma continúa siendo aquella que implicó un alcance global contra blancos situados en territorios nacionales altamente seguros, si bien actualmente dicho actor se encuentra en una etapa de (relativo) repliegue estratégico.

Finalmente, la profunda crisis socioeconómica que ha implicado la pandemia está fungiendo como “funcional” para el crimen organizado, que no solamente podría verse favorecido debido a la extenuación de capacidades de los Estados, algo que agudizaría aquello que hace décadas el estadounidense James Rosenau denominó “relocalización hacia abajo de la autoridad del Estado”, sino de lo que podemos denominar “consecuencias delictuales no deseadas de la pandemia”; un fenómeno que hace unos años lo observó muy bien la socióloga mexicana Rossana Reguillo Cruz en relación con el auge de las maras: “Cuando las instituciones se repliegan, otras ‘instituciones’ tienden a ocupar su lugar y los vínculos con el crimen organizado les han dado a estos jóvenes un lugar de pertenencia que no encuentran en la sociedad”. Es decir, la Covid 19 termina creando territorios deletéreos de inclusión social.

Pero, también, determinados gobiernos de cuño populista pueden favorecerse rentabilizando secuelas de la pandemia. Aunque resulte un fenómeno inicuo, el capital político que supone el “pobrismo funcional” representa el territorio de una geopolítica no clásica sino “evanescente” e inficionada, tanto en las ideas como en los hechos, por el fenómeno del relato. En otros términos, se trata de una “geopolítica de la decadencia”.

La geopolítica es acaso el segmento que registra las mayores extensiones. Sin embargo, es importante tener presente que la disciplina no puede desnaturalizarse, es decir, hay fenómenos nuevos que implican otros territorios, pero el fin siempre nos lleva a una relación intrínseca entre intereses políticos y geografía. Hay situaciones más vitales y reales, por ejemplo, los propósitos que tienen los poderes mayores en relación con el espacio ulterior, donde las concepciones nacionales prácticamente no ocultan fines asociados a la seguridad y la militarización; y hay otras en las que dicha relación es más difusa (e incluso posiblemente hasta cuestionable desde la disciplina). Pero en todas hay una situación en la que se suceden política, intereses y territorio.

Existe otra situación relativa con lo que podemos denominar irreductibilidad de los conflictos, un estado riesgoso pues prácticamente se acotan sensiblemente las posibilidades de lograr moderación por medio de negociaciones.

La región de Oriente Medio ha sido siempre la plaza de los conflictos irreductibles, por ejemplo; sin embargo, hay otros conflictos en los que la intransigencia de las partes en liza lo están tornando irreductibles. Concretamente, la situación de tensión que existe entre Occidente y Rusia, una rivalidad que, dado el estado en el que se halla, difícilmente se logren concesiones.

Por caso, ¿es posible suponer que la OTAN se comprometa a reducir significativamente la acumulación militar y renunciar a ampliar la membresía a países del este, como por ejemplo a Ucrania? Por su parte, ¿se puede esperar que Rusia abrace el “pluralismo geopolítico” y sea impasible a lo que suceda en su “vecindad inmediata”, como, por ejemplo, en Bielorrusia?

Es casi imposible responder afirmativamente a estos interrogantes estratégicos. Pero hay que agregar que la situación en Europa del este es una de las cuestiones. Sin duda, la principal; pero existe una canasta de conflictos entre Occidente y Rusia que plantean una nueva rivalidad que dificultan sobremanera hallar salidas, situación que, a su vez, dificulta posibilidades de considerar escenarios de pactos que prefiguren un esbozo de orden internacional.

En este contexto, la Unión Europea sostiene una geopolítica extraña o “blanda” fundada en la creencia de que sus normas e instituciones pueden (y deben) ser exportadas, y así “neutralizar” la geopolítica en clave clásica (que es la que predomina en el mundo allende las fronteras de la UE).

En tercer término, el multilateralismo sufre un descenso prácticamente sin precedentes, inquietante porque el mismo se inició bastante antes de la pandemia, aunque la enfermedad sin duda la precipitó. Será complejo re-construir un multilateralismo activo, no solo por las secuelas de desconfianza derivadas de la pandemia, sino porque la denominada “política como de costumbre” en las relaciones internacionales, es decir, las cuestiones relacionadas con la seguridad, la autoayuda, las percepciones, el poder, los intereses, el nacionalismo, etc., seguirá constituyendo el fondo de tales relaciones. Es verdad que “nada será igual” cuando finalmente pase la pandemia, pero ello no implica que nos encontraremos ante temas o situaciones superadoras de lo que viene sucediendo protohistóricamente en las relaciones entre Estados.

Existen múltiples conjeturas, algunas de ellas demasiados sobrevaluadas en relación con las esperanzas centradas en un futuro con “seguridades aseguradas”, por ejemplo, en materia de inteligencia artificial (IA, un entorno pos-humano), o en cuanto a una economía digitalizada. Pero se trata de conjeturas; más todavía, se podría pensar que los resultados terminen siendo totalmente contrarios a los aguardados y, por ejemplo, los Estados, sintiéndose amenazados ante cambios que “relocalicen su autoridad en todas las direcciones”, desplieguen medidas que los vigoricen hacia dentro y hacia fuera, hecho que afectaría más todavía el devaluado multilateralismo.

Quizá resulte pertinente recordar la conjetura estrella de principios de los años noventa: un mundo centrado en el comercio profuso, los bloques geoeconómicos y los regímenes ordenadores del mismo. Treinta años después, no solo nada de ello ha ocurrido, sino que el comercio entre actores mayores, Estados Unidos y China, es una fuente de desavenencias que, de complicarse más, podría provocar trastornos económicos mayores a escala global.

En cuarto lugar, el dinamismo económico de Estados Unidos y China se encuentra, por lejos, adelante de los demás, incluso de la UE, cuyo “desentendimiento” de la geopolítica no solo la priva de estar presente en uno de los segmentos clave de poder internacional, sino que la mantiene en un lugar de dependencia estratégica crónica.

Hay estudios que consideran que, a menos que ocurra una guerra entre estos dos poderes mayores, el mundo ingresará (“de facto”) a un modo u orden bipolar flexible, es decir, Estados Unidos y China proveerán (cada uno) los denominados bienes públicos internacionales, por caso, en materia de bancos, sin que ello suponga, como otrora, la existencia de cerradas esferas de influencia (en todo caso, dicho modelo se basará en una “geopolítica descentralizada”).

En este contexto, podría suceder que el gran emprendimiento geoconómico y geopolítico de Pekín que atraviesa el Asia central, “One Belt One Road” (“OBOR”), provoque tal concentración de participantes e interesados, entre ellos, la UE, que dicho bipolarismo experimente cada vez más crecientes rigideces, como consecuencia de la percepción estadounidense relativa con que su rival podría lograr considerables ganancias de poder.

En quinto lugar, la pandemia apresuró procesos de declinación de países e incluso grandes zonas continentales. Declinación interna e irrelevancia externa son realidades casi contundentes que echaron por tierra algunas conjeturas relativas con países o bloques en ascenso.

Para tomar un caso central, no todos, pero un importante número de países de América Latina se encuentra en un estado de declinación política, social, económica, tecnológica, etc., del que será complejo salir en el mediano plazo. De acuerdo con el Informe sobre el Panorama Social de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el incremento de la pobreza, que fue sensible durante 2014-2019, supondrá tras la crisis de la pandemia un retroceso de más de 10 años y de dos décadas en términos de pobreza extrema. Sin duda ninguna, esta caída de indicadores, prácticamente un seísmo sin precedente, tiene un decisivo correlato en relación con la pérdida de posición de la región en el mundo.

En un trabajo publicado en “Nueva Sociedad” en febrero de 2021, Luis Schenoni y Andrés Malamud nos aportan datos clave en relación con la creciente irrelevancia de América Latina. Los autores demuestran que la región, comparada con otras regiones del globo, se halla en una trayectoria declinante desde hace décadas y que actualmente mantiene esa trayectoria: “La región perdió posiciones en todos los indicadores de relevancia disponibles, proporción de la población mundial, peso estratégico, volumen del comercio exterior, capacidad militar y proyección diplomática”.

Si a esta situación sumamos que desde antes de la pandemia se advertía desde la CEPAL que la región no podía quedar al margen de la “cuarta revolución industrial” y terminar arrastrada por el “tsunami tecnológico”, con la caída de las inversiones y la crisis económica casi integral en 2020 y en lo que va de 2021, será muy complejo incorporar la región a los procesos tecnológicos emergentes más sofisticados, la Internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, la genética, los activos satelitales, los drones, las cadenas de valor, etc., y marchar hacia una evolución social elevada, no ya como sucede en Japón, donde se considera que existe una “sociedad 5.0”, pero sí una comunidad más saneada de lastres como la corrupción, el crimen organizado y los “estilos políticos” orientados al pobrismo y la concentración de poder por el poder mismo.

Finalmente, una situación que tiende a ser eludida, postergada o ignorada. La relativa con las civilizaciones y la posible declinación de las mismas, una cuestión que pareciera de otro tiempo y hasta incluso perimida. Pero se trata de una cuestión que debe ser considerada en clave de procesos prolongados. Por ello, para autores como el sociólogo Krishan Kumar, existen indicios relativos con el regreso, como concepto y como modo de análisis, de la civilización.

Es preciso tener presente que se trata de una cuestión de orden superior a la erosión de poder de un actor o de una civilización. Se trata de pérdida de poder, sin duda, pero acompañada de la declinación de aquellos componentes o activos no necesariamente materiales que resultan clave para ser un centro de gravitación identitaria, política, económica, cultural, militar, etc., y de proyección de influencia y poder más allá de sus fronteras.

No nos referimos aquí a declinación desde una perspectiva de confrontaciones entre civilizaciones, conflictos que tienen lugar en las denominadas “líneas de fallas” intercivizacionales, una conjetura interesante y atractiva para el debate; sino a una situación más compleja y de extensión como es el ocaso de una determinada civilización, una regularidad en la historia, de modo que ello no implica ninguna novedad.

Habitualmente se hace referencia a la civilización occidental como la que se encuentra en un ciclo de declinación; sin embargo, es preciso distinguir la civilización occidental estadounidense y la civilización occidental europea; y es esta última la que podría encontrarse en tal ciclo. De hecho, desde 1945 (o quizá desde 1918) el poder dejó de habitar en Europa, desplazándose desde entonces hacia otros continentes. Nadie comprendió mejor dicha situación que el general Charles de Gaulle cuando en 1945 advirtió que en Europa hubo dos países que perdieron la guerra, mientras que los demás fueron derrotados.

Más de 75 años después, el poder no solamente permanece fuera de Europa, sino que la UE se empeña en desplegar una geopolítica (o más apropiadamente “anti-geopolítica”) de cuño híbrido centrada en intentar proyectar un modelo jurídico-institucional, ambición que ya ha demostrado sus (peligrosos) límites en relación con lo que sucede en la “placa geopolítica” de Europa del este. Pero a esta carencia geopolítica se suman los riesgos que supone el posible declive de su propia civilización, posibilidad por demás inquietante, pues ello podría a su vez implicar el declive y hasta desaparición de la mayor construcción de complementación e integración entre naciones.

Por tanto, si existe un sitio donde está regresando el tema relativo con la civilización, ese sitio es Europa. Si bien las fuerzas que levantan las banderas que vituperan aquello que es “políticamente incorrecto”, desde algunos segmentos políticos la cuestión es advertida, incluso desde lugares como la literatura. Por ello, de la misma manera que tímidamente se han comenzado a abordar cuestiones de geopolítica real y no tanto de “geopolítica blanda”, los europeos no harían mal en volver a tomar los “perimidos” textos de Spengler, Braudel, Toynbee…

En breve, presentamos aquí algunas situaciones que tienen lugar en el confuso mundo del siglo XXI. Las mismas discurren en un contexto de pandemia, pero preceden a la enfermedad; y, en algunos casos, se produjeron aceleraciones a partir de la misma. Además, tienen lugar en un cuadro de ausencia de configuración internacional, de creciente rivalidad entre Estados preeminentes, sin suficientes liderazgos y elites y con el retorno de temas que parecían anclados en el pasado. Un mundo cada vez más complejo para el gran reto que significa pensar tendencias y desenlaces.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG.

 

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