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8 DE AGOSTO. CONMEMORACIÓN DE LA AFIRMACIÓN DEL PABELLÓN NACIONAL EN EL ARA 25 DE MAYO

Marcelo Javier de los Reyes*

El 8 de agosto de 1969 se afirmó el Pabellón Nacional en el portaaviones “ARA 25 de Mayo”, el cual fue incorporado a la Flota de Mar el 28 de septiembre del mismo año.

La Armada Argentina contaba por entonces con el portaaviones “ARA Independencia” —veterano de la Segunda Guerra Mundial que fue incorporado el 4 de noviembre de 1958— pero dado que precisaba reemplazarlo por otro que ofreciera mayores prestaciones operativas, inició las negociaciones que condujeron a la adquisición del portaaviones “Hr.Ms. Karel Doorman (R81)” que pertenecía a la Marina de los Países Bajos, desde 1948. Entre los años 1955 y 1958 fue modernizado, agregándosele una cubierta de vuelo en ángulo y capacidad para operar aviones a reacción, nueva isla, elevadores, catapulta, lugares para aviones y electrónica. El 29 de abril de 1968 sufrió un incendio en la zona de calderas que le ocasionaron daños que se consideraron irreparables. Tras el siniestro fue reparado en Rotterdam.

El Gobierno Nacional autorizó la compra mediante un decreto del 27 de septiembre de 1968.

Hr.Ms. Karel Doorman (R81). Foto: http://www.vlaggeschipsmaldeel5.nl/index.html

Se trataba de un buque que había prestado servicios en la Marina Real del Reino Unido con el nombre de “HMS Venerable”. Este portaaviones ligero de la clase Colossus fue construido en Cammell Laird (Birkenhead), su quilla puesta el 3 de diciembre de 1942, botado el 30 de diciembre de 1943 y terminado el 17 de enero de 1945.

En los primeros días de septiembre de 1969 zarpó del puerto de Rotterdam para arribar a la Base Naval Puerto Belgrano el 28 de ese mes. El ARA “25 de Mayo” fue designado como nave almirante de la Armada.

A fines de 1978, debido a la tensión que se estaba produciendo por el Conflicto del Beagle. el “ARA 25 de Mayo” fue enviado a la zona encabezando una importante flota de buques de superficie y submarinos.

Entre 1980 y 1981 se le introdujeron considerables mejoras para permitir la operación de los Dassault Super Etendard.

En 1982, participando de la “Operación Rosario”, tomó parte del Conflicto del Atlántico Sur. Al momento de ese conflicto los Super Etendard no estaban aún en completo servicio por lo que llevaba ocho McDonnell Douglas Skyhawks, seis Grumman Trackers y cuatro Sikorsky Sea Kings.

Habiendo sido detectada la flota británica, el 1º de mayo se había planificado poner en ejecución la “Operación Banzai”, de la cual participarían las tres nuevas corbetas argentinas de origen francés, las que aprovecharían su velocidad para meterse por el flanco británico y lanzar dos docenas de misiles Exocet desde una considerable distancia. A eso se sumaría un ataque de aviones A4Q con bombas de 500 kg y los Super Etendard con sus correspondiente Exocet. Sin embargo, el plan se frustró debido a que la falta de viento demoró el despegue de los cazabombarderos embarcados y debió anularse ese combate aeronaval.

Por su participación en el conflicto la unidad recibió la condecoración “Operaciones de Combate”.

Entre el 27 de febrero y el 5 de marzo de 1988 llevó a cabo su última navegación operativa. En ese mismo año, el portaaviones llegó a remolque al Astillero Río Santiago donde se comenzaron a realizar tareas de desguace en las salas de calderas y turbinas en el marco de un contrato que se firmaría entre el astillero y la Armada, con la intención de ponerlo a punto. Sin embargo, el 5 de marzo de 1997, por resolución del Jefe del Estado Mayor General de la Armada —en realidad por disposición del presidente Carlos Saúl Menem— el “ARA 25 de Mayo” pasó a la condición de receso temporario para modificación o modernización o la de radiación para su venta.

Mientras el “ARA 25 de Mayo” estaba amarrado fuera de servicio en Puerto Belgrano, su gemelo de Brasil, el “Minas Gerais”, estaba totalmente activo, en buena medida gracias a que el “25 de Mayo” estaba siendo canibalizado para enviarle piezas y partes al “Minas Gerais”.

Una vergonzosa partida

No hubo ceremonia, no hubo una banda de la Armada para despedirlo. El 24 de agosto de 1998, la que fuera la nave insignia de la Flota de Mar había sido vendida como chatarra por $ 300 mil pesos (en ese momento equivalente a US$ 300 mil).

En silencio, de manera vergonzosa, el “ARA 25 de Mayo”, fue sacado de la Base Naval de Puerto Belgrano el 12 de febrero de 1999.

Su destino era la India, donde debía ser desguazado, hasta donde llegó remolcado por el buque de bandera de Panamá “Suhaili”, con tripulación filipina. La travesía demandó dos meses de navegación. 

Algunas consideraciones finales

El arribo de la democracia pero en especial la década de 1990 fue un moment charnière para las Fuerzas Armadas. La Argentina nunca recuperaría su poder de fuego previo a 1982. El “alineamiento automático” con Estados Unidos, la enajenación y práctica destrucción de la industria de la Defensa, a lo que se sumó la no adquisición de material para las Fuerzas Armadas, en especial para la Fuerza Aérea y la Armada, han sumido a la Nación en un grave estado de indefensión, además de limitar sus responsabilidades en las operaciones de Servicio de Búsqueda y Salvamento (SAR), sin mencionar lo más relevante: la custodia de la Soberanía Nacional tanto en el territorio como en el Atlántico Sur.

La pérdida del “ARA 25 de Mayo” mermó notablemente el sistema de armas de la Nación. Sumemos que la Infantería de Marina carece de anifbios, que el destructor “ARA Santísima Trinidad” se hundió amarrado en el puerto y que el “ARA Hércules” fue convertido en un transporte. Como si no hubiera sido suficiente, la pérdida del “ARA San Juan” significó el fin de las armas estratégicas con que contaba la Argentina. A pesar de los anuncios que el ministro de Defensa realizara el 8 de febrero de 2020, respecto de reparar el submarino “ARA Santa Cruz”, cabe destacar que no lo expresó con énfasis sino que dijo “trataremos”.

La Armada Argentina, que supo tener con orgullo como nave insignia al “ARA 25 de Mayo”, hoy parece haber remplazado un complejo sistema de armas por un patrullero oceánico, el “ARA Bouchard”, “un yate militar”. Basta ver la cuenta de Twitter de la fuerza. Sin palabras…

Fuentes:

Diario de Mendoza

Gaceta Marinera.

Histamar

La Nueva Provincia

La Nación

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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VON MOLTKE: ARTÍFICE DEL ESTADO MAYOR GENERAL

Agustín Saavedra Weise*

El general alemán Karl Helmuth von Moltke, nació con el siglo XIX (1800) y falleció casi en sus postrimerías (1891). Su vida transcurrió por carriles normales. Se destacó como enviado en Turquía y escritor de prestigio. Así siguió su trayectoria, honorable y valorada, pero no mucho más que eso. Su trascendencia histórica no la alcanzaría hasta una edad muy madura: 61 años.

En 1857 se hizo cargo del Estado Mayor General prusiano, institución castrense en descrédito desde la época de las guerras napoleónicas y a la que nadie le daba importancia. Luego de profundos cambios internos que transformaron por completo a esa entidad, hace 140 años von Moltke inició una verdadera revolución, provocando avances cualitativos de enorme importancia en el desarrollo de las campañas militares. Sus acciones contra Dinamarca (1864) y luego las brillantes victorias contra Austria (1866) y Francia (1870), sellaron definitivamente su fama. Este favorable escenario bélico favoreció la creación del imperio alemán, el mismo año y en Versalles.

Cultivado intelectualmente desde su niñez, von Moltke era un dedicado estudioso de la estrategia. Desde su nombramiento en un cargo alicaído y sin prestigio, comenzó con sus radicales transformaciones. Se convirtió en el artífice de lo que son, hasta hoy, los estados mayores generales en todo el mundo: centros de planeamiento estratégico para el mejor resultado de las operaciones militares de ataque, defensa y prevención.

Von Moltke observó cuidadosamente los sucesos de la guerra de secesión norteamericana (1861-1865). Percibió que si bien tanto telégrafo como ferrocarriles ya fueron usados en las campañas de unionistas y confederados, el tal uso no fue muy eficiente. A partir de ahí inició su flamante plan, consistente en una verdadera maximización de la nueva tecnología y esta vez en suelo europeo. Diseñó un nuevo sistema de movimiento de tropas que alteró radicalmente el dogma —arraigado desde que lo impuso Napoleón— de la concentración en un lugar único y por líneas interiores. Von Moltke —con telégrafo y ferrocarriles como base de su seguimiento y control operacional—, optó por transportar grandes masas de soldados en forma separada, pero con la capacidad de agruparse en un punto decisivo, para golpear allí al desprevenido enemigo con la fuerza de un mortal.

Fue en su momento tan revolucionario el esquema de von Moltke que no se le dio total libertad de acción durante las acciones libradas en Dinamarca durante 1864. Aún así, Prusia se alzó con la victoria. En 1866 la historia fue diferente. Esta vez von Moltke contó con la total confianza del Káiser y del Canciller (Primer Ministro) Otto von Bismarck. En la corta guerra contra el imperio austriaco, les asestó un golpe definitivo a éstos en la batalla de Könitggrätz. Mientras el ejército de Austria se concentraba en un solo sitio, las columnas de von Moltke aparecían dispersas y aparentemente sin coherencia alguna; todo era parte de un minucioso diseño previo. Llegado el momento, todas las tropas convergieron sobre el punto de concentración del enemigo y lo sorprendieron por completo. Este crucial triunfo marcó el ascenso prusiano entre los pueblos germanos y disminuyó el de su tradicional contendiente —Austria— por la unidad de los alemanes bajo un solo Estado. A partir de ese momento, las guerras cambiaron, junto con la mentalidad y conducta de los oficiales a cargo de grandes unidades.

Von Moltke emitía “directivas” y dejaba amplio margen de autonomía a sus comandantes. Todo lo planificaba previamente, pero también dijo que una vez iniciadas las hostilidades lo planeado podía irse al “tacho”, por lo imprevisible de las situaciones.

El viejo soldado falleció siendo miembro del Parlamento (Reichstag) alemán, no sin antes pronosticar que las guerras europeas del inmediato futuro serían generalizadas, de matanzas terribles y de larga duración. Lo sucedido en el mundo en el pasado siglo XX, penosamente le otorgó la razón.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

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SOBERANÍA Y PODER AÉREO

Marcos Kowalski*

Con la humilde pretensión de contribuir a contextualizar la Importancia de la Superioridad Aérea para la República Argentina, insistiendo en la búsqueda de generar Inquietud e Interés, así como fomentar cambios de mentalidad en la sociedad y los tomadores de decisión políticos en relación con los nuevos escenarios que la era contemporánea obliga a alcanzar para el ejercicio de la Soberanía garantizando la seguridad y la defensa nacionales.

Podemos definir la Soberanía como la capacidad de ejercer el Estado de Derecho en un territorio a mano de instituciones organizadas en un gobierno efectivo y en un contexto determinado. Esto significa que se debe contar con la capacidad total, para ejercer en forma innegable e irrevocable la voluntad de un Estado, mediante el marco jurídico adecuado, que lo faculte a ejercer su poder en su territorio Nacional, y, sin la interferencia de actores externos, ya sean de carácter público o privado.

Pero para ejercer en forma efectiva la Soberanía los Estados deben contar con los medios y los recursos para hacer valer los derechos y la voluntad Nacional, expresados en su capacidad de Defensa (externa) y de observancia de la ley y fiscalización (interna). Sin esos medios y recursos, puede hablarse de una Soberanía legal o de jure (es decir, expresada por cuestiones normativas y legales abstractas) pero solo con los atributos mencionados puede hablarse del ejercicio de una Soberanía real (de facto), es decir que se cuentan con los medios reales para hacer valer el concepto de soberanía. Los Estados modernos deben contar con ambos atributos, el legal y el fáctico y de esta manera participar más eficientemente en una comunidad internacional que se encuentra en constante interacción e interconexión por la vía aérea.

Solo controlando la soberanía del espacio aéreo se tiene capacidad de influir en tierra y mar y, por tanto, el espacio aéreo es estratégico y vital para la supervivencia de los Estados contemporáneos. Es obvio que aquellos Estados que cuentan con más capacidades de defensa, protección y salvaguarda de su soberanía aérea tienen por definición mayor capacidad de prevenir intervenciones e influencias externas en su espacio aéreo y sus determinaciones y, por lo tanto, también en sus territorios terrestre y marítimo.

Para preservar y salvaguardar la soberanía nacional de carácter integral, es primordial, entonces, proteger y salvaguardar el espacio aéreo y esta es una de las labores principales de las Fuerzas Aéreas. El ejercicio de la soberanía implica el uso de los activos aéreos nacionales para ejercer y mantener el código normativo nacional e internacional en este entorno siendo las Fuerzas Aéreas las que poseen un papel preponderante para efectivizar la soberanía dentro del espacio aéreo nacional frente a actores domésticos o foráneos.

Este es el fundamento a partir del cual es prudente reflexionar sobre las capacidades de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) en materia de Seguridad Integral y Defensa Aérea, siendo la Republica Argentina un actor fundamental, como sujeto de Derecho soberano en el escenario internacional, lo anterior no sólo es prudente y procedente para preservar la integridad como Nación, si no que hace a las relaciones internacionales de nuestro país, para promover un mayor entorno de competitividad, de cooperación y de gestión conjunta en los ámbitos políticos, económicos, sociales y militares de carácter hemisférico, continental e internacional.

Contar con los medios y recursos, que habíamos mencionado, implica desarrollar, gestionar y administrar eficientemente los elementos necesarios para proteger la soberanía nacional en forma integral en un entorno complejo y dinámico. Es entonces oportuno señalar que la Soberanía se ejerce no sólo en nuestro territorio geográfico y marítimo, sino también en toda nave que navegue o aeronave que vuele con bandera argentina, además de los ciudadanos argentinos que puedan estar visitando otros países en todo el mundo, porque todo argentino, toda nave argentina y toda aeronave nacional en vuelo es parte del país y por tanto nos encontramos obligados a defenderlos, protegerlos y salvaguardarlos. Para ello existen diversos caminos y medios, pero nada sustituye la necesidad de contar con una Fuerza Aérea eficiente, fuerte y con proyección global.

Entonces debemos decir que es imperioso para cualquier Nación sobre todo para una nación como Argentina contar con PODER AÉREO. Pero ¿Qué es el poder aéreo? La definición más conocida dice que es la habilidad del uso de una o más aeronaves en el espacio aéreo con fines militares, llegando a cualquier punto sobre la tierra, en defensa de los intereses soberanos de una Nación, mientras que EURAC —el foro que agrupa a los jefes aéreos de 17 naciones europeas—, con una visión más actualizada, define el Poder Aéreo como “la capacidad de proyectar Fuerza militar en el aire o el espacio o desde una plataforma o misil que opere por encima de la tierra”.

Podemos ver que la protagonista del Poder Aéreo es la aviación, que ha tenido en el mundo un acelerado desarrollo a partir de inicios del siglo XX, así como su independencia de las fuerzas terrestres y navales. A través del tiempo se ha demostrado que la capacidad de la aviación es el punto de inflexión para ganar o perder una guerra. En efecto, desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el empleo del avión comenzó a deslumbrar a estrategas, políticos y pensadores por su potencial para superar la lógica de la guerra de trincheras que consumía inmensos recursos humanos y materiales. Posteriormente, las batallas aéreas demostraron ser decisivas en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y el ejemplo de los éxitos operacionales alcanzados por la fuerza aérea alemana, la británica o la estadounidense, motivó a las demás naciones a constituir sus propias fuerzas aéreas.

La Superioridad Aérea y Dominio del Aire, en el teatro de la guerra o en el de operaciones, se ha constituido en la primera necesidad en un conflicto por los efectos que produce sobre el adversario. Hoy en todo conflicto es imperioso lograr la Superioridad Aérea que es un estado, momentáneo y temporal de la consecución de la guerra aérea donde en la zona en la que se opera se pueden realizar misiones con posibilidad de éxito. Los aspectos de la Superioridad Aérea podrían resumirse en básicamente tres situaciones o estados, la de paridad aérea, la de superioridad aérea y la de supremacía aérea.

Cada uno de esos tres estados se pueden conseguir en tres áreas generales del espacio aéreo en la batalla; en el espacio aéreo propio, sobre el campo de batalla, o en el espacio aéreo del enemigo.

La paridad aérea significa que ambos bandos pueden efectuar misiones exitosas en el mismo espacio. Superioridad aérea significa que se pueden realizar misiones en cierto espacio aéreo con pocas chances de ser repelidos o evitados por el enemigo, es decir que si un bando gana la superioridad aérea sobre el campo de batalla, entonces puede realizar las misiones con poco peligro de ser evitadas o interceptadas por la aviación enemiga y ésta, por lo tanto, pierde la paridad aérea y no puede realizar misiones con alto grado de éxito.

La supremacía aérea significa que el bando controla TOTALMENTE el espacio de batalla. Si un bando tiene supremacía aérea sobre el campo de batalla significa que prácticamente no existen posibilidades que el enemigo realice las operaciones aéreas propias, siendo casi imposible que pueda desarrollar alguna sobre ese espacio aéreo.

Para que se posibilite la supremacía aérea, incluso una superioridad aérea, es necesario que un país cuente con los medios aéreos apropiados para ese fin y debemos recordar que la Republica Argentina es un país obligado por la Constitución a mantener su soberanía, orden constitucional e integridad territorial, para poder cumplir con ello la Superioridad Aérea debe ser el primer objetivo por alcanzar.

Debemos siempre tener presente que nuestro país tiene las Malvinas e islas del Atlántico Sur ocupadas por una potencia extranjera y que es mandato constitucional demandar su recuperación, entonces, deben volver a instruirse por parte de los políticos a cargo de la administración nacional de turno las hipótesis de conflicto abandonadas en 1983, porque en una eventual guerra no se puede esperar que la iniciativa la tenga el enemigo, para reaccionar posteriormente en defensa. La pregunta sería en ese momento ¿reaccionar con qué? O, en el peor de los casos, ¿ya para qué?, si el enemigo ha sido lo suficientemente capaz de neutralizar nuestro Poder Aéreo.

La Superioridad Aérea como parte del Poder Aéreo, como estamos viendo, juega un papel de primer orden en las guerras, batallas y campañas. Sin importar el modo de la guerra en que un país se involucre, es importante conocer las amenazas presentes y futuras que restringen la capacidad del Poder Militar y en especial las del Poder Aéreo, que es quien debe dar la pauta de libertad de acción a las operaciones conjuntas.

Hoy, el cielo tridimensional y la quinta generación en la tecnología se constituyen en los medios y formas para alcanzar el fin del mejor grado de Dominio del Aire. La tecnología de hoy permite evaluar el alcance de las capacidades de una Fuerza de Superioridad Aérea y, en consecuencia, su grado de ventaja sobre el enemigo. La quinta generación constituye el mayor potencial aéreo capaz de enfrentar amenazas y buscar la supervivencia a la hora de proteger una Nación, tener poder aéreo es costoso, mantenerlo aún más, pero no tenerlo es el peor de los costos; puede significar la perdida de la soberanía. Si se posee el suficiente y necesario poder aéreo para alcanzar la superioridad aérea prevista, los comandantes de tierra y mar pueden y deben sentirse más seguros y protegidos y con total libertad de ejecutar sus operaciones.

Pero que debe considerarse al elegir un avión de combate que pueda disputar el espacio aéreo a un eventual enemigo hoy, en el caso concreto de Argentina, con una Fuerza Aérea casi inexistente por desidia o desinterés político, con pilotos con muy bajos sueldos, con materiales vetustos y que se mantienen en vuelo por un esfuerzo impresionante de las tripulaciones, tanto de vuelo como de tierra, la Fuerza Aérea Argentina es una sobreviviente, que viene perdiendo capacidades desde hace décadas.

Un estado de crisis permanente, propiciada por una clase política, solo preocupada por disputas intestinas agonales, no ha podido en su despropósito construir hasta la fecha una base estructural que permita una arquitectura política superadora para retomar el camino perdido hace muchas décadas.

Los políticos no saben o no quieren hacer resurgir la Argentina que siempre fue, han llevado al Estado argentino y a las Fuerzas Armadas a un declive permanente y la Fuerza Aérea Argentina no ha podido recuperar ni mínimamente la capacidad de combate perdida, encontrándose además con serias restricciones en las pocas capacidades, incluyendo el transporte, que posee, reduciéndose hoy a una pequeña cantidad de aviones, muchos ya vetustos, milagrosamente en condiciones de operar.

Es indudable, que, con el estado de cosas actuales, la reconstrucción de un poder militar creíble y con cierta capacidad disuasiva requiere un consenso entre los actores políticos y una continuidad. En ese aspecto el proyecto de ley FONDEF (Fondo Nacional de la Defensa) que asigna el cero coma treinta y cinco por ciento (0,35%) del total de los Ingresos Corrientes previstos en el Presupuesto Anual Consolidado para el Sector Público Nacional para el año 2020, el cero coma cinco por ciento (0,5%) para el año 2021, cero coma sesenta y cinco por ciento (0,65%) para el año 2022, hasta alcanzar el cero como ocho por ciento (0,8%) para el año 2023, manteniéndose este último porcentaje para los sucesivos ejercicios presupuestarios, si bien es todavía insuficiente representa por lo menos un marco jurídico para el financiamiento en la recuperación de las capacidades bélicas de la Nación.

En lo que a la Fuerza Aérea Argentina se refiere, en un ambiente donde los países de la región tienden a adquirir aeronaves de combate de cuarta y quinta generación, que tienen un alcance, con sus armas, más lejos que el horizonte, superando el campo visual y con capacidad de combate como vectores para lanzar armas inteligentes.

Debemos concebir, la necesidad y con independencia del tipo de combate que se requiera, propender a disuadir mediante una superioridad aérea, con competencia de respuesta más allá del campo visual, además de una serie de capacidades que son, a nuestro juicio, esenciales e inalterables, tanto para el piloto como para el avión.

En el caso de los pilotos, son imprescindibles una alta capacidad de gestión, concentración y reacción inmediata para detectar las amenazas del combate. Parte de estas capacidades podemos decir que, en Argentina, se está logrando mediante el entrenamiento que proporcionan la Escuela de Aviación Militar y el Curso de Estandarización y Procedimientos para Aviadores de Combate (CEPAC) que cuenta con aviones de entrenamiento como los Beechcraft T-6 Texan II e IA-63 “Pampa” que son modernos y hacen que la capacitación resulte buena.

IA-63 Pampa III

La gran carencia es la falta de capacidad aérea de combate, aun cuando el esfuerzo operativo de la FAA, permite que permanezcan en servicio los viejos A-4AR. Está claro que el sistema no tiene mucho tiempo más de vida útil, siendo ya hoy insuficiente en número y capacidades para el control del espacio aéreo, que no puede ser completado por la última versión de un entrenador como es el “Pampa”. En definitiva, las capacidades de hoy de la FAA no alcanzan para proporcionar un control efectivo del espacio aéreo nacional.

La recuperación de cualquier capacidad operativa en la vida requiere, como es bien sabido, tiempo y persistencia en el esfuerzo. A toda la Argentina hay que reconquistarla en sus valores, pero la capacidad bélica, ante un panorama donde nuestros vecinos recurren a hipótesis de enfrentamientos en la zona y se preparan, tanto en planificación como armamento para tal contingencia, debe ser prioridad y fundamentalmente reconstruir nuestra capacidad de respuesta aérea.

A tal efecto debe adquirirse un tipo de aeronave, con sus respectivos componentes, que provean precisión, legibilidad, funcionalidad, fiabilidad y rendimiento que son y seguirán siendo esenciales para garantizar la superioridad en el enfrentamiento aéreo. Recordemos que, en la actualidad, el combate aéreo por lo general y debido al tipo de armamento con el que hoy deberían estar equipados los aviones es más allá del horizonte (BVR, Beyond Visual Range) con un tipo de armas semiactivas, de guía radar que el piloto lanza a mucha distancia.

Debemos, además, tener en cuenta que la lucha por la superioridad aérea está ahora en dar respuesta a las demandas lógicas del combate más frecuente, el BVR, y, en consecuencia, los avances a nivel ingeniería, construcción, e innovación tecnológica destinados a la mejora de la aerodinámica de un avión han llegado a un periodo de maduración. A la hora de adquirir material aéreo hoy la búsqueda se debe dirigir hacia esa tecnología.

Que un avión pueda acelerar más rápido y tenga más maniobrabilidad, siempre son ventajas sobre el enemigo, es indudable, pero en los combates actuales es mucho más importante que el radar de un avión sea mejor que el del enemigo para, entre otras cuestiones, ser capaz de distinguir aviones a más distancia y ver simultáneamente a todos los objetivos.

Respecto a la aviónica, las nuevas tecnologías integradas a bordo convierten a la aeronave en una plataforma óptima para una amplia variedad de misiones, desde vigilancia, reconocimiento y ataque a guerra electrónica e inteligencia de señales. En la carrera por la superioridad aérea de un avión, un área fundamental es la mejora de los aviones a nivel software y, sobre todo, cómo presentárselo al piloto. Es impensable obtener la victoria sin la superioridad electrónica.

El piloto tiene tanta información facilitada por el software de su avión, que su mayor dificultad es ser capaz de gestionarla por completo y saber qué es lo importante en cada momento, para que la saturación de datos no le suponga en ningún momento una sobrecarga cognitiva, porque cuanto más complicada sea la parte informática de un caza, peor será el combate que realice en vuelo. El avión que se debe seleccionar debe tener una presentación de la información mediante el procesamiento de algoritmos que priorice qué información mostrar, en qué orden y en qué momento para facilitar el análisis y la toma de decisiones por el piloto. De la misma manera, la legibilidad y ergonomía de la instrumentación es un requisito de la mayor importancia.

En cuanto a armamento, es fundamental que las innovaciones vayan muy parejas con los avances en radar pero todo avión, cualquiera fuere su misión, debe tener un sistema de misiles de corto alcance, que junto al cañón y el rendimiento aerodinámico son esenciales para un eventual combate visual. Para el combate más allá del alcance visual, se debe implementar, de ser posible, un misil guiado por radar activo con “alcance más allá del horizonte” (BVRAAM) En definitiva, es fundamental que vayan parejos las innovaciones y alcance en armamento con los del radar de la aeronave.

En un país inmerso en una crisis económica permanente, donde no parece que la administración política del Estado argentino resulte capaz para proveer el bienestar común que se preconiza en nuestra Constitución Nacional, con la desaprensión y el desinterés en materia de Estrategia de Defensa de la mayoría de los políticos, es casi improbable que se reconstruya el Poder Aéreo en estos tiempos, pero los que estamos interesados en el estudio de los conflictos a nivel mundial, preocupados por la indefensión de nuestra Patria, nos vemos en la obligación de advertir las carencias en esta materia y ofrecer alternativas y como decimos al principio contribuir a contextualizar la tremenda importancia que tiene la Defensa Nacional y en este caso el Poder Aéreo.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

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