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VISIONES GEOPOLÍTICAS CONTRAPUESTAS. UN SIGLO DE PÉRDIDA DE INICIATIVA EUROPEA. (PRIMERA PARTE)

Marcelo Javier de los Reyes*

«Britons wants you». Afiche con la imagen de Horacio Kitchener: “¡Únete al ejército de tu país! Dios salve al rey”, 1914.
Introducción

Los países de Europa dominaron buena parte del mundo hasta comienzos del siglo XX. Se utiliza el concepto de “la paz armada” para denominar la carrera armamentística y el desarrollo de la industria militar —por parte de las potencias europeas— que se llevó a cabo entre el fin de la guerra franco-prusiana (1871) hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914). A comienzos del siglo, la competencia entre las potencias por los espacios desencadenó cuatro crisis internacionales que obraron como precedentes de la guerra que se iniciaría en 1914: la primera crisis marroquí, 1905-1906, que involucró a Francia, España y Alemania; la anexión austríaca de Bosnia-Herzegovina, 1908; el incidente de Agadir en Marruecos, 1911, que también tuvo como escenarios Marruecos y como protagonistas a Alemania y a Francia; y las guerras balcánicas, 1912-1913.

Estas guerras provocaron los siguientes cambios en la región:

    • el imperio turco quedó reducido en los Balcanes a la región en torno a Estambul,
    • Serbia, aliada de Rusia y protectora de los derechos de los ciudadanos eslavos en el seno de Austria-Hungría, se consolidó como el principal Estado de la región;
    • el imperio austrohúngaro, alarmado por el poder que adquiría Serbia, contempló la necesidad de emprender una guerra preventiva como forma de impedir que Serbia provocara un levantamiento general de los eslavos en sus dominios. Para los Habsburgo estaba claro que si ello ocurría, Serbia contaba con el apoyo de Rusia.
    • Alemania estaba dispuesta a acudir en respaldo de Austria-Hungría.
    • lo propio haría Rusia a favor de Serbia y, a su vez, Francia respaldaría a Rusia.

De este modo, estas cuatro crisis permitían comprender como se alinearían las fuerzas de cara a un conflicto y cómo se tensaban las relaciones entre las potencias haciendo casi imposible que la guerra pudiera evitarse.

La emergencia de nuevos actores, como Estados Unidos y Japón, comenzó a revelar que el poderío europeo tenía sus limitaciones. En el caso del Japón, el hecho palpable se aprecia en la guerra con Rusia (1904-1905), a la cual derrotó. Su poder se mantuvo durante la década del 30 y hasta la mitad del 40, y ello se constata en la invasión a las colonias europeas en Asia cuando se produjo la expansión japonesa.

Con respecto a Estados Unidos, su peso y presión sobre la política exterior y sobre la defensa europea se aprecian ya desde el curso de la Primera Guerra Mundial y se mantiene hasta el presente, asfixiando la geopolítica de los países de la Unión Europea y de la de cada uno de los países europeos, aun los que no integran ese bloque.

En los últimos años la dirigencia europea está percibiendo las limitaciones que ello le ha ocasionado y ha tomado conciencia que, de continuar por ese camino, sus decisiones permanecerán bajo la subordinación de los Estados Unidos, o en el futuro de Rusia o de China. Angela Merkel y Emmanuel Macron procuran torcer ese destino.

Mar y Tierra. La mirada puesta en el este.

Carl Schmitt en su libro Mar y Tierra[1], obra editada en 1942, se refiere a las dos bestias de la Biblia, a Leviatán y a Behemot —la del mar y la de la tierra—, para ejemplificar la puja entre el poder naval y el poder terrestre. El dominio de los mares se encontraba hacia fines del siglo XIX en poder del Reino Unido pero la guerra que los Estados Unidos le impusieron a España en 1898, mediante la cual no sólo perdió sus colonias de Filipinas, Guam, Cuba y Puerto Rico sino también su flota de guerra, posicionó a la potencia americana como un nuevo poder naval. Esta conquista coincidía con la geopolítica diseñada por el almirante Alfred Thayer Mahan (1840-1914) en la última década del siglo XIX, quien ponderó el poder naval. Cabe destacar que por esa época el poder naval requería del apoyo de bases estratégicas en tierra como puntos de apoyo para que los buques pudieran abastecerse así como realizar sus actividades específicas, fueran estas militares o comerciales. Estos puntos de apoyo eran cruciales más aun teniendo en cuenta que el combustible utilizado era el carbón. De este modo, se ponía fin al mayor imperio que existió en la historia y los Estados Unidos pasaban a ser una potencia global. Sin embargo, a pesar de que algunos se refieren al “aislacionismo estadounidense” —tema quizás para otro trabajo— debe recordarse la batalla de Derma (1805), en Trípoli, actual Libia, de la que participaron sus marines.

Por esos años el poder naval británico comenzaba a tener un competidor emergente, Alemania, cuya política exterior había cambiado a partir del káiser Guillermo II, imponiendo la Weltpolitik en reemplazo de la Realpolitik desarrollada hasta ese momento por el Canciller Otto von Bismarck con su antecesor, Guillermo I.

Un dato no menor es que tanto el Reino Unido como Alemania tenían grandes reservas de carbón, aunque la segunda no contaba con las mismas bases de apoyo que los británicos supieron conquistar expandiendo su imperio a escala global.

En cuanto a Rusia, su política de expansión hacia el este se inició con la asunción al trono de Pedro el Grande (1672-1725) en 1689[2]. El zar le arrebató a los turcos la zona del mar de Azov, en la desembocadura del río Don, y estableció alianzas con los estados europeos para, precisamente, contrarrestar el poder de los turcos. Del mismo modo, esclareció los límites con Suecia y Polonia en el oeste, lo propio hizo en el sur de sus dominios sobre el río Dnieper y hacia el sudeste, en el Cáucaso, sobre el río Ural, la desembocadura del Volga en Astrakhan y el río Terek[3]. Hacia el este expandió sus dominios sobre Siberia hasta llegar a la península de Kamchatka en 1697. En el plano militar Pedro es considerado el responsable de la modernización del ejército y de la marina de Rusia. Para su organización siguió el modelo europeo y mandó construir una pequeña armada que luego enfrentó a los suecos en el Báltico y a los turcos en el mar Negro en 1696.

La expansión del Imperio ruso también tuvo como protagonista a Catalina la Grande, cuyo gobierno se extendió de 1762 a 1796. La zarina llevó a cabo campañas militares que se dirigieron contra el Imperio otomano, con el objetivo de apropiarse de los puertos cálidos del mar Negro, indispensables para la actividad comercial rusa. En la Guerra Turco-rusa de 1768 a 1774, Rusia conquistó Crimea, anexionada al imperio en 1783. Entre 1787 y 1792 se hizo con todos los territorios ubicados al oeste del río Dniéster, incluido el puerto Ochakov, sobre el mar Negro.

La política imperial de expansión continuó con los sucesores de Catalina la Grande. Hacia Occidente, gracias a las tres particiones de Polonia de 1772, 1793 y 1795, el Imperio ruso obtuvo 468.000 km2 de tierra e incorporó 6 millones de habitantes. Rusia le arrebató a Suecia las islas Åland y toda Finlandia (guerra de 1808 y 1809), a Turquía le ocupó Besarabia (guerra de 1806 a 1812) y en Asia se anexionó Georgia en 1801 y en 1813 ocupó Daguestán y otras áreas. La alianza que las potencias conservadoras realizaron en Europa le permitió a Rusia su expansión hacia en tres direcciones: al suroeste, hacia el Mediterráneo, interfiriendo en las provincias balcánicas de Turquía; al sur, hacia el Cáucaso y Asia central, y al este hacia el Pacífico. La expansión no iría por entonces más allá de las costas del Pacífico y de Alaska, la cual fue vendida a los Estados Unidos en 1867, principalmente debido a las dificultades que implicaban la administración y el aprovisionamiento.

El zar Nicolás I instaló sus tropas en Dardanelos, lo que llevó a las otras potencias europeas a percibir la amenaza de Rusia en Oriente Próximo y en los Balcanes. En 1853, tras la invasión rusa de los principados del Danubio —Moldavia y Valaquia—, Turquía le declaró la guerra a Rusia. En la guerra de Crimea (1853-1856), Rusia se enfrentó a una coalición formada por Turquía, el Reino Unido, Piamonte y Francia, sufriendo un duro revés.

A pesar de que el zar Alejandro II debió firmar la paz de París en 1856 —por lo que Rusia fue obligada a abandonar Kars y parte de Besarabia y su posición en el mar Negro quedó neutralizada y el protectorado ruso sobre los principados del Danubio fue suprimido—, Rusia mantuvo el avance en el Pacífico y en el golfo Pérsico. En 1850 se estableció un asentamiento ruso en el estuario del río Amur y la mitad norte de la isla de Sajalín fue ocupada en 1855. Tres años más tarde, toda la región del Amur y el área meridional (donde se fundó en 1860 la ciudad de Vladivostok) quedaron totalmente anexionadas. En la región de Asia central, Rusia extendió sus dominios hasta alcanzar prácticamente la frontera con la India británica, con la anexión de Tashkent (1865), Bujara (1866), Samarcanda (1868), Jiva (1873) y Jojand (1876); Merv fue anexionada en 1884, tres años después de la muerte de Alejandro.

Su política paneslavista la llevó a involucrarse en los problemas internos del Imperio otomano pero las potencias europeas, principalmente el Reino Unido, siempre temerosas de la dominación rusa de los Dardanelos, convocaron al Congreso de Berlín (1878) para revisar el tratado de San Stefano que había resultado de la guerra ruso-turca de 1877–1878. El equilibrio de poder entre las potencias estaba vigente pero la puja por el poder en Medio Oriente, el Cáucaso y Asia Central estaba tomando fuerza.

Años más tarde, en julio de 1890, el gobierno ruso recibió una alarmante noticia: China había comenzado a construir un ferrocarril hasta la periferia del Extremo Oriente ruso con la ayuda de ingenieros británicos[4]. Hasta ese momento el ferrocarril ruso acababa en los Urales, desde donde se podía continuar a través de un camino de postas que se extendía a lo largo de Siberia[5]. Desde el lago Baikal se podía llegar a Vladivostok en barco a través de los ríos Shilka y Amur, pero dependiendo de las estaciones del año, la comunicación regular podía interrumpirse. Este viaje podía demandar al menos 11 meses[6]. La alternativa era por mar, rodeando India, China, Corea y Japón —unos seis meses de travesía— pero cualquier posible conflicto entre Rusia y el Reino Unido, China o Japón dejaría incomunicado el Extremo Oriente con la Rusia Europea[7].

En agosto de 1890, Nikolái Girs, ministro de Asuntos Exteriores del Imperio ruso, declaró que la construcción del ferrocarril Transiberiano era algo “de vital importancia”[8]. La geopolítica se imponía. La construcción de la “Gran Ruta Siberiana”, como fuera denominado oportunamente el Transiberiano, comenzó el 31 de mayo de 1891 y se inauguró en 1904, lo que permitió conectar Moscú con Vladivostok (9.288 kilómetros) e impulsó un gran desarrollo económico y militar durante el imperio y durante el régimen soviético.

La inauguración del Transiberiano causó alarma en otra potencia: el Reino Unido. Cabe aquí recordar el denominado “Gran Juego”, que durante el siglo XIX enfrentó al Reino Unido y al Imperio ruso por el control de Asia Central, el cual estuvo a punto de derivar en un conflicto armado.

Tras el Congreso de Berlín, Chipre pasó a ser colonia del Imperio británico, el cual controlaba las entradas al Mediterráneo, Gibraltar, y el canal de Suez, inaugurado en 1869, además de la isla Malta.

En 1870 el gobierno persa firmó un acuerdo con el barón Julius de Reuter (1816-1899) —nacido en Kassel, Alemania con el nombre de Israel Beer Josaphat, cambiándolo cuando se estableció en Londres en 1845—, fundador de la agencia de noticias Reuter—, por el que le concedía la explotación de las minas petroleras del país durante setenta años. En 1902, otro acuerdo fue suscrito por el entonces gobierno persa con el británico William Knox D’Arcy, al que le otorgó por sesenta años la concesión, explotación y comercialización del petróleo iraní en todo el país, excepto en cinco partes del norte[9].

El descubrimiento de petróleo en Persia en 1908, de la mano de los intereses y del gobierno británico, dio origen a la inmediata fundación de la Anglo-Persian Oil, que en 1954 pasaría a llamarse British Petroleum, y de la cual un gran porcentaje era de la corona británica.

El mencionado incidente de Agadir de 1911 llevó a que Winston Churchill comprendiera que el Imperio alemán estaba dispuesto a disputar la hegemonía en los mares. Poco después fue nombrado primer lord del Almirantazgo, cargo desde el que llevó adelante una audaz transformación de la armada británica: decidió reemplazar el carbón por el petróleo para propulsar los buques, lo cual les proporcionaba una mayor energía y se liberaban de la función de los fogoneros[10].

Pocos días antes del inicio de la Primera Guerra Mundial, el gobierno británico había otorgado a la Anglo-Persian Oil Company el contrato de suministro de petróleo para la Royal Navy.

Otra decisión del Imperio alemán hubo de encender las alarmas en el gobierno británico y, sin duda, fue otro de los verdaderos detonantes de la declaración de guerra del Reino Unido: el proyecto del ferrocarril Berlín – Bagdad. Nuevamente la expansión hacia el este y la competencia entre una talasocracia y una telurocracia, Leviatán y Behemot.

Algunas fuentes consideran que la construcción del ferrocarril habría sido el principal motivo del inicio de la guerra. Bagdad, por entonces, era parte del Imperio otomano. El ferrocarril conectaría Alemania con Medio Oriente, evitando el Mediterráneo y el canal de Suez, ambos bajo control británico. La línea férrea debía extenderse a Basora —hoy la segunda ciudad en importancia de Iraq— lo cual permitiría el acceso de Alemania al golfo Pérsico pero su trazado significaría una amenaza comercial para el Cáucaso, controlado por Rusia, y una amenaza militar para la India, la joya del Imperio británico. Del mismo modo, el ferrocarril permitiría el transporte del crudo hacia Alemania, con lo cual podía obtener combustible para su esfuerzo bélico.

Demoras por cuestiones técnicas y diplomáticas llevaron a que en 1915 el ferrocarril se encontrara a 480 km de su finalización.

Durante la guerra los británicos ocuparon Bagdad y las guerrillas del militar británico Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, atacaron la línea ferroviaria del Hiyaz que entre 1908 y 1916 unió las ciudades de Damasco y Medina, a través de la región del Hiyaz, en Arabia Saudí, con un ramal hacia Haifa, en las costas del mar Mediterráneo. El proyecto original contemplaba conectar Kadıköy con La Meca pero la revuelta árabe, impulsada por los británicos no logró que fuera más allá de Medina.

Dos hechos que contribuyeron con la Revolución Bolchevique

Durante el año de 1917 dos hechos promovidos desde dos diferentes actores estatales contribuyeron al desenlace del conflicto social que afectaba a Rusia desde fines del siglo XIX y que había derivado en acciones terroristas, como la que ocasionó la muerte del zar Alejandro II, el 13 de marzo de 1881, por parte del grupo terrorista Naródnaya Volia (Наро́дная во́ля “Voluntad del Pueblo”).

La ideología marxista acechaba tanto al Imperio alemán como al ruso desde antes del inicio de la guerra. Cabe recordar que el primer intento revolucionario en Rusia tuvo lugar en 1905.

En 1917, dos de los líderes marxistas rusos se encontraban fuera del país. Lev Davídovich Bronstein (1879-1940), más conocido como Trotsky, distanciado ideológica y personalmente de Vladímir Ilich Uliánov (1870-1924), Lenin, se estableció en Nueva York entre enero y marzo de ese año. El propio Trotsky comentaba acerca de su estadía en esa ciudad:

Mi única profesión en Nueva York fue la de socialista revolucionario. Fue antes de la guerra por la “libertad” y la “democracia”, y en aquellos días, la mía era una profesión tan deplorable como la de un contrabandista. Escribí artículos, edité un periódico e hice discursos en reuniones de trabajadores. Estuve hasta el cuello en el trabajo, y por lo tanto en ningún momento me sentí extranjero”.[11]

Deportado de Francia y de España por sus escritos y actividades contra la guerra, llegó a Estados Unidos como exilado político. Trotsky era conocido como un líder carismático y popular durante la revolución de 1905 y por su oposición a la “guerra imperialista”. Fue recibido por una multitud conformada mayoritariamente por exiliados revolucionarios rusos, inmigrantes judíos, rusos, alemanes y polacos, y la información acerca de su arribo fue publicada en los principales periódicos en inglés, ruso, yiddish y alemán[12].

Una edición de Forward con Trotsky. Cortesía del autor. Fuente: “Trotsky’s New York”. An Interview With Kenneth D. Ackerman, Jacobin, https://www.jacobinmag.com/2016/10/trotsky-new-york-socialist-party-debs-revolution/

Trotsky estaba preocupado por “la actitud del movimiento socialista hacia la guerra y la participación en ésta de Estados Unidos”. El presidente Woodrow Wilson había ganado la elección presidencial de 1916 por haber mantenido a su país fuera de la guerra pero esa habría sido una táctica para la reelección y una conveniencia económica ya que los Estados Unidos estaban involucrados en la guerra abasteciendo a los aliados y obteniendo enormes ganancias. Trotsky escribe en Mi Vida:

[…] las cifras del crecimiento de las exportaciones estadounidenses durante la guerra me asombraron; eran, de hecho, una completa revelación. Y fueron esas mismas cifras las que no sólo predeterminaban la intervención de Estados Unidos en la guerra, sino también el rol decisivo que Estados Unidos jugaría en el mundo después de la guerra.[13]

El 3 de febrero de 1917 el presidente Wilson rompía relaciones diplomáticas con Alemania y Trotsky mantenía su posición contraria a que los Estados Unidos ingresaran a la guerra.

La estadía de Trotsky fue exitosa a pesar de las discrepancias que mantuvo con algunos sectores socialistas. Al tomar conocimiento de la revolución de febrero decidió retornar a Rusia. A finales de marzo partió rumbo a Rusia vía Halifax y la noche anterior fue despedido por unos 800 simpatizantes. Sin embargo, en su regreso fue detenido por los británicos e internado durante un mes en un campo de concentración en Canadá.

Sin embargo, Trotsky no sólo vivió de las conferencias que brindaba en Nueva York sino que fue el recaudador del oro capitalista —aportado por Jacob Schiff (titular de la firma Kuhn, Loeb and Company, quien financió al Japón en su guerra contra Rusia de 1904-1905 porque estaba “enfurecido con los pogromos y políticas antisemitas del zar”[14]) y Felix Warburg (figura clave en la élite judía alemana y de la comunidad judía estadounidense de principios del siglo XX, quien participó en organizaciones como la Agencia Judía, el Comité de Distribución Conjunta Judía Estadounidense y el Comité Judío Estadounidense[15]), entre otros— que permitiría llevar a cabo la revolución.

Trotsky obtuvo en un país capitalista los recursos necesarios para la creación del Ejército Rojo que enfrentaría y derrotaría a los restos de las fuerzas zaristas que aún se mantenían resistiendo.

Poco después de su partida, el 6 de abril, el Congreso de Estados Unidos dio su aprobación para entrar en la guerra.

La mencionada revolución de febrero dejó al imperio en manos de un gobierno provisional integrado por liberales y socialistas con el consentimiento de los bolcheviques. El 15 de marzo el zar Nicolás II debió abdicar. No obstante y a pesar que las tropas alemanas habían tomado buena parte de la Rusia europea, el nuevo gobierno continuaba la guerra. Era imprescindible que Lenin volviera a Rusia.

Desde su exilio en Suiza seguía los acontecimientos de su país y su retorno fue una operación alemana en su búsqueda de forzar la salida de la guerra de Rusia. Sin embargo, el plan fue ideado por el socialista revolucionario ruso Alexander Israel Lazarevich Gelfand (o Helphand; en ruso, Израиль Лазаревич Гельфанд, nacido en Bielorrusia en 1867 fallecido en 1924), más conocido por su seudónimo Alexander Parvus, o simplemente Parvus[16].

La operación se llevó a cabo en lo que se denominó el “tren blindado” o “tren sellado”.

Itinerario del viaje de Lenin en el “tren sellado”. Foto: Michael Pearson, Lenin’s mistress.

El 9 de abril de 1917 Lenin y otros 31 revolucionarios partieron en tren desde la estación de Zúrich en dirección a la frontera alemana. El destino era San Petersburgo, adonde llegó el 16 de abril tras atravesar Alemania, Suecia y Finlandia. No bien llegó a destino, Lenin llamó a la revolución mundial: “Esta guerra entre piratas imperialistas es el comienzo de una guerra civil en toda Europa”[17].

Como puede apreciarse, los “piratas imperialistas” —o capitalistas— desde Estados Unidos y desde otros países como Alemania financiaron la revolución en Rusia.

La cuña en Medio Oriente

Durante el transcurso de la guerra, hubo un acuerdo secreto y una declaración que no solo fijaban las condiciones que habrían de imperar durante la postguerra: sellaron la situación de Medio Oriente desde ese momento. Uno fue el Tratado secreto de Londres, en 1915, mediante el cual Italia ingresó al conflicto del lado de los aliados luego de que le fueran prometidos por Francia y el Reino Unido los siguientes territorios: Trentino, Alto Adigio, Istria, gran parte de Dalmacia, Libia, Eritrea, Somalia y concesiones en Asia Menor (Anatolia turca). Otro fue el Acuerdo Sykes-Picot, en 1916, por el cual y en base al Tratado de Londres, las potencias hicieron sus proyecciones con respecto al reparto de territorios al finalizar el conflicto. Francia y el Reino Unido acordaron el reparto de los territorios del denominado “enfermo de Europa”, el Imperio Otomano, el cual quedaría reducido prácticamente a la región de Anatolia. Finalmente se produjo la Declaración Balfour, en 1917, por la cual el Reino Unido le prometió a las organizaciones sionistas la cesión de parte de Palestina. Este acuerdo no solo fue una traición al esfuerzo de guerra y a la promesa que el gobierno británico les hizo a los árabes que luchaban codo a codo con Thomas Edward Lawrence (1888-1935), “Lawrence de Arabia” sino que también constituye el eje de los actuales conflictos que enfrentan a árabes y palestinos con israelíes.

El plan para el reparto de Medio Oriente entre británicos y franceses tras la derrota del Imperio otomano, según el Acuerdo Sykes-Picot. Fuente: https://recortesdeorientemedio.com/the-sykes-picot-agreement-1916-2/
La postguerra y el período de entreguerras

Francia se impuso con su posición más dura en la mesa de negociaciones, lo que tuvo serias consecuencias en la postguerra y produjo un fuerte resentimiento en los vencidos, fundamentalmente en Alemania. Una vez finalizadas las negociaciones en la conferencia se le presentaron los acuerdos como un hecho consumado a los vencidos. Los alemanes, quienes representaron a la recién fundada República de Weimar, firmaron el 28 de junio de 1919 luego de ser amenazados con una invasión total de su país.

La reconfiguración territorial en Europa, Medio Oriente y Asia Central fue el punto de partida para futuros conflictos. Con el fin de la guerra desaparecieron los imperios austro-húngaro, otomano y alemán, los que se sumaron al ya desaparecido Imperio ruso.

El marxismo no solo avanzaba por Rusia sino también por Europa, particularmente en Alemania. El 9 de noviembre de 1918, tras difundirse que el emperador Guillermo II de Prusia había dimitido —sin que el propio káiser fuera consultado— los comunistas proclamarían la república. Ante este rumor, ese mismo día, el diputado socialdemócrata Philipp Scheidemann se adelantó al Partido Comunista alemán (KPD) y desde el balcón del Reichstag, en Berlín, proclamó la república. Aun sin contar con el apoyo pleno del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), pues varios miembros no estaban de su lado. En la tarde, una gran multitud se reunió ante el Palacio Imperial de Berlín y el líder de la Liga Espartaquista, Karl Liebknecht también proclamó la república y llamó a la creación de una “República libre y socialista de Alemania” y a partir de entonces ondearía “la bandera roja de la República libre de Alemania”[18].

La sociedad alemana se polarizó de manera irreconciliable e izquierda y derecha formaron grupos armados que se enfrentaban en las calles. La extrema derecha sumó a muchos soldados que retornaban del frente de batalla.

El levantamiento espartaquista estuvo al borde de provocar la guerra civil y entre el 8 y el 10 de enero de 1919 se produjo en Berlín una tentativa de insurrección. El levantamiento fue sofocado y “los grupos paramilitares ‘limpiaron’ la ciudad, asesinando a cientos de revolucionarios, entre ellos a los dos íconos del Partido Comunista Alemán, Rosa Luxemburgo (1871-1919) y Karl Liebknecht, arrojando sus cuerpos al canal de Landwehr”[19].

La humillación que sufrió Alemania con su derrota llevó a Karl Haushofer (1869-1946) a desarrollar su teoría del Lebensraum o del “espacio vital” para albergar y alimentar a la —entonces— creciente población alemana. Se trataba de una concepción imperialista que ponía fin a la idea de las fronteras como líneas rígidas para concebirlas como “organismos vivos que se extienden y se contraen, del mismo modo que la piel y otros órganos protectores del cuerpo humano”[20].

Cabe mencionar que Rudolf Hess y Adolf Hitler fueron encarcelados en la Fortaleza de Landsberg durante un año y medio por su participación en el putsch de la cervecería del 8 de noviembre de 1923, a donde Haushofer los visitó en varias oportunidades. Durante el período de entreguerras se fue gestando una amistad entre Rudolf Hess, Adolf Hitler y Karl Haushofer —quien fue oficial del Estado Mayor—, un “extraño triunvirato” como lo denomina el escritor británico Martin Allen, quien se refiere a esta relación en una de sus obras[21]. A principios de la década de 1930, el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei (NSDAP) creó el Arbeitsgemeinschaft für Geopolitik con sede en Heidelberg, “con la finalidad de desarrollar las ideas geopolíticas haushoferianas y asesorar al partido nazi en la toma de decisiones políticas”[22]. Antes de ascender al poder, Adolf Hitler recurrió varias veces al concepto de Lebensraum y ya en el gobierno se constituyó en uno de los pilares de la política del III Reich pero le dio un sesgo ideológico y racial a la definición de la Geopolítica[23].

Mientras las potencias centrales y Europa en general quedaban geopolíticamente encerradas por la Rusia bolchevique y las potencias atlantistas, las corrientes ideológicas se radicalizaron. El comunismo se expandía por Europa a la vez que surgía el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en la República de Weimar —en una Alemania que no había perdido la guerra— y en España emergió el falangismo. Estas ideologías llevaron a la guerra civil española entre 1936 y 1939, en la que se enfrentaron y de la que participaron varios países europeos.

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Citas bibliográficas y notas

[1] Carl Schmitt. Tierra y mar. Una reflexión sobre la historia universal. Madrid: Trotta, 2007, 112 p.

[2] En realidad Pedro el Grande, quien nació en 1672, había asumido el trono a la edad de diez años compartiéndolo con su hermanastro Iván V y bajo la regencia de su hermana Sofía (de 1682 a 1689). Iván padecía de una discapacidad mental y Pedro, a los diecisiete años, junto a un grupo de conspiradores, se hicieron con el gobierno y encerraron a Sofía en un convento, la única que podía disputarle el reinado. Por tal motivo, se toma formalmente el año 1689 como la asunción al trono por parte de Pedro. Iván murió en 1696 y hasta ese año fue co-zar de Pedro.

[3] Eduardo A. Zalduendo. Las seis Rusias. Sociedad, política y economía. Buenos Aires: Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2000, p. 159-160.

[4] Alexéi Volynets. “Por qué Rusia construyó el ferrocarril Transiberiano”. Russia Beyond, 21/01/2017, <https://es.rbth.com/cultura/historia/2017/01/21/por-que-rusia-construyo-el-ferrocarril-transiberiano_685766>, [consulta: 28/10/2020].

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Ídem.

[8] Ídem.

[9] “Especial ‘29 de Estand’, día de la nacionalización de la industria petrolera”. Pars Today (Irán), 19/03/2020, <https://parstoday.com/es/radio/iran-i63167-especial_29_de_estand_día_de_la_nacionalización_de_la_industria_petrolera>, [consulta: 28/10/2020].

[10] Diego Durán y Joaquín Armada. “La Gran Guerra y el petróleo”. En: Historia y Vida, 02/12/2013.

[11] Linda Tenenbaum. “Trotsky en Nueva York, 1917: Un radical en la víspera de la Revolución, por Kenneth D. Ackerman”. World Socialist Web Site, 17/10/2016, [consulta: 20/10/2016].

[12] Ídem.

[13] Ídem.

[14] “Jacob Henry Schiff”. Jewish Virtual Library, <https://www.jewishvirtuallibrary.org/jacob-henry-schiff>, [consulta: 12/10/2020].

[15] “Felix M. Warburg Papers”. Jacob Rader Marcus Center of the American Jewish Archives, <http://collections.americanjewisharchives.org/ms/ms0457/ms0457.html>, [consulta: 12/10/2020].

[16] “Alexander Parvus (1867 – 1924)”. Marxists Internet Archive, <https://www.marxists.org/espanol/parvus/index.htm>, [consulta: 15/10/2020]

[17] Joaquín Armada. “El tren de la revolución”. En: Historia y Vida, nº 588, 2017.

[18] Matthias von Hellfeld. “¡Que viva la República!”. Deutsche Welle, 02/06/2009, <http://www.dw-3d.de/dw/article/0,,4280165,00.html>, [consulta 10/06/2009].

[19] Ídem.

[20] Ratzel, Kjellen, Mackinder, Haushofer, Hillon, Weigert, Spykman. Antología geopolítica. Buenos Aires: Pleamar, 1975, p. 92.

[21] Martín Allen El enigma Hess. El último secreto de la segunda guerra mundial al descubierto. Barcelona: Planeta, 2005, 397 p.

[22] Rubén Cuéllar Laureano. “Geopolítica. Origen del concepto y su evolución”. Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM, nº 113, mayo-agosto de 2012, p. 65-66.

[23] Ídem.

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LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA AFGANOS

Giancarlo Elia Valori*

La capacidad de los Servicios de Inteligencia afganos para recopilar información sigue siendo definitivamente escasa. Esto se debe principalmente a la limitada formación específica del personal y al uso muy escaso e incluso indebido de las tecnologías más recientes.

Los Servicios de Inteligencia afganos recopilan información principalmente en las principales ciudades y en las zonas más controladas por el gobierno y esto a menudo lleva a los responsables de la toma de decisiones que utilizan esta inteligencia “complaciente” o retórica a cometer graves errores de evaluación.

La Dirección Nacional de Seguridad (NDS) no difunde correctamente sus noticias en el tradicional “ciclo de información” de un Servicio y, por lo tanto, deja a los responsables de la toma de decisiones con información escasa, incompleta y a menudo inexacta. Establecido en 2001 y fuertemente apoyado por los Estados Unidos, el NDS tiene su sede en Kabul, pero cuenta con el firme apoyo de Alemania, el Reino Unido y, obviamente, los Estados Unidos. Cabe señalar que su primer Director fue Mohammed Arif Sarwari, uno de los líderes del Frente Islámico Unido para la Salvación de Afganistán, es decir, la antigua “Alianza del Norte”.

Fue precisamente el NDS el que en 2015 provocó la caída de Kunduz en manos de los talibanes, que eran, de hecho, una invención de los Servicios de Inteligencia paquistaníes, que buscaban un Afganistán que sólo pudiera desempeñar el papel de “zona profunda” para una posible confrontación nuclear o incluso convencional con la India. Irónicamente, es de los Servicios de Inteligencia paquistaníes que los Estados Unidos recibieron la mayor o casi total cantidad de noticias e información contra los talibanes. Quos Deus perde vult, Dementat.

Además, las relaciones actuales entre el NDS, la Agencia de Seguridad Nacional del Afganistán (NSA, otro Servicio de Inteligencia en Kabul), el Ministerio de Defensa y el Ministerio del Interior muestran muy mala capacidad de comunicación e intercambio de noticias entre ellos, por lo que a menudo llegan tarde a sus operaciones o éstas son inútiles.

O a veces colaboradores voluntarios de quienes los occidentales llamarían el “enemigo”, pero para algunos agentes o ejecutivos de los NDS o de los otros servicios de inteligencia afganos también podrían ser un “hermano islámico”.

A veces ha sucedido.

En el caso de Kunduz, las operaciones talibanes más agresivas se consideraron ineficaces o irrelevantes. Nadie se tomó en serio las noticias provenientes de las “fuentes” más fiables entre los rebeldes. Ningún organismo del Servicio Afgano se tomó en serio ni estudió ni siquiera las operaciones talibanes en Kunduz.

El NDS, sin embargo, se estableció principalmente con el apoyo de la CIA estadounidense.

Pero hay un problema estratégico y conceptual que no debe pasarse por alto: todos los países de la OTAN que participaron o todavía participan en operaciones militares en Afganistán tienen ideas muy diferentes sobre su papel en la guerra contra los “rebeldes” y en el país.

La Misión de Apoyo Decidido (Resolute Support Mission), compuesta por unos 13.000-16.000 soldados de 39 países de la OTAN y de otros países, opera desde Kabul, Mazar-i-Sharif, Herat, Kandahar y Laghman, y se centra principalmente en el entrenamiento de las fuerzas afganas, así como en la consultoría militar y la asistencia, con la esperanza de que las fuerzas afganas locales alcancen un nivel capaz de garantizar al menos una ficticia independencia nacional.

Al menos hasta 2014, un año clave para la nueva relación entre la OTAN y el gobierno afgano, los italianos —que todavía están entrenando muy bien a la policía afgana— fueron especialmente para no disgustar al habitual “Gran Padre” Estados Unidos que el sistema estratégico italiano todavía ve como incuestionable e inexpugnable.

Esta participación “para llevar la democracia” ha brindado algunos efectos positivos a Italia, especialmente en el nivel de inteligencia tecnológica. Pero nunca ha sido suficiente.

Sin embargo, la tonta obediencia y paranoia de los políticos italianos, que se asemejan mucho al personaje de Nando Mericoni interpretado por Alberto Sordi en la película An American in Rome, sigue siendo ampliamente extendida. Los políticos italianos —incluso a partir del texto de la Constitución— no saben nada ni quieren entender las reglas eternas de la política exterior y el pensamiento estratégico.

Ciertamente no se pueden obtener votos, financiación adicional y pequeños favores de la política exterior. Este es el nivel de los políticos italianos, más en los tiempos actuales que en el pasado.

Francia, mientras se quedó en Afganistán, interpretó su presencia en Kabul como una forma de controlar el eje intermedio de Asia para evitar la expansión india, pakistaní, china, iraní e incluso estadounidense.

Los británicos fueron a Afganistán para luchar contra un “terrorismo” del cual —como todo el mundo en Occidente— no conocen las raíces organizativas y doctrinales ni siquiera los propósitos, pero ven como la máxima desestabilización de sus sociedades “multiétnicas” y, por lo tanto, inevitablemente “multipolíticas”.

Este es el terrible caso de una propaganda que sofoca incluso a las clases dominantes que deberían ser inmunes a ella.

Ciertamente, esto ni siquiera era cierto en Afganistán porque el malo, a saber, Osama bin Laden, estaba a menudo en otro lugar. Fue considerado el único cerebro del mencionado “terrorismo islámico radical” —o lo que se pueda definir con esta terminología bastante áspera— y por lo tanto debía ser asesinado, como un ladrón de caballos en el Lejano Oeste. Como ha ocurrido con precisión, el asesinato de Osama bin Laden no cambió nada.

Tuvo que ser asesinado porque había matado ciudadanos estadounidenses. Cierto, bien. Pero la política exterior nunca es la extensión del derecho penal interno de ningún país.

Incluso estaba presente Alemania en Afganistán para contemplar su declive militar, pero sobre todo para demostrar —incluso ochenta años después— que ya no era un país nazi. Como Marx habría dicho, le mort saisit le vif.

En resumen, la variada presencia de la OTAN y de las coaliciones iniciales en la Guerra contra el Terror no tenía ideas claras y probablemente ni siquiera sabía dónde realmente estaban.

Mientras tanto, desde 2014 —el año de la retirada real de Afganistán por parte de los Estados Unidos y sus fuerzas de ataque (después de elecciones amañadas, pero en cualquier caso, cada vez que Estados Unidos participa en operaciones en el extranjero, siempre tiene un coitus interruptus)—, los talibanes han comenzado su gran y real campaña para conquistar el territorio y, sobre todo, las “almas” afganas.

En 2015, la OTAN y los Estados Unidos habían planeado mantener 13.000 militares más 9.800 soldados estadounidenses para actividades antiterroristas. Más tarde, sin embargo, la retirada del territorio afgano —casualmente después de la gran Batalla por Kunduz— finalizó en diciembre 2016, aunque dejando operacionales unos 8.400 efectivos.

Actualmente, como en el pasado, el verdadero problema para Afganistán es Pakistán. El general Musharraf, ex presidente pakistaní del 20 de junio de 2001 al 18 de agosto de 2008 (tenga en cuenta las fechas) y autor del golpe militar de 1999, declaró claramente que la Inter-Services Intelligence (ISI), es decir, la estructura de inteligencia única de Pakistán, apoyó y capacitó a todos los grupos terroristas en Pakistán para enviarlos más tarde a Afganistán, con el fin de llevar a cabo ataques “terroristas” contra la OTAN, objetivos occidentales y afganos. En 2015 —un año clave para Afganistán— en una entrevista con The Guardian, Musharraf dijo claramente que el ISI siempre había “cultivado” a los talibanes principalmente para desestabilizar al gobierno liderado por Karzai (un hombre también vinculado a la India) pero, en particular, para llevar a cabo duras acciones contra la India.

Pakistán sigue apoyando a grupos terroristas que operan en Afganistán y en otras partes del mundo, no sólo a los talibanes, sino también a otros grupos.

Rahmatullah Nabil, jefe de la NDS —es decir, el nuevo Servicio de Inteligencia afiliado a la CIA pero totalmente afgano— también mostró oficialmente documentos que demostraban que los fondos concedidos durante mucho tiempo por los Estados Unidos a Pakistán para “luchar contra el terrorismo” se trasladaron al ISI de Pakistán, precisamente para entrenar, reclutar y apoyar el terrorismo.

De ahí que el olvido —por así decirlo— de los gobiernos afganos con respecto a la inteligencia viene de lejos.

En el momento de la invasión soviética, la KGB y el GRU crearon sus dos contrapartes locales, a saber, Khadamar e-Aetela’at Al-Dawlati (KHaD) y Wazeelat e-Amniat-e-Daulati (WAD), respectivamente. Las dos agencias desaparecieron cuando el gobierno de Najibullah cayó en 1992, a la espera de la gran crisis rusa. Como resultado, sin embargo, también el Estado afgano en todas sus formas, colapsó. También las dos agencias vinculadas a los Servicios de Inteligencia soviéticos se evaporaron.

¿Qué había, de todos modos, en los Servicios de Inteligencia Afganos antes de la invasión soviética?

Los primeros gobiernos que llegaron al poder después de la llegada de Rusia, organizaron cuatro agencias: Kargarano Amniyati Mu’asasa (KAM), es decir, el “Servicio de Inteligencia de los Trabajadores”; Da Afghanistan da Gato de SataloAdara (AGDA), es decir, el “Agencia para la Salvaguardia de los Intereses Afganos”, la verdadera herramienta de Amin, y el mencionado WAD y KhAD.

El presidente de la época, Noor Tarakai, tenía poco poder, mientras que Hafizullah Amin se aseguró de que tanto el Partido Comunista (o, más precisamente, el Partido Democrático Popular Afgano) como las Agencias se dividieran en dos, siempre siguiendo la línea política de las facciones Khalq y Parcham.

El Khalq (que significa “masas” o “personas”) fue apoyado directamente por la URSS. Estaba compuesto en gran parte por pastunes y era particularmente popular entre las clases trabajadoras.

El marxismo muy superficial mostrado por la facción era a menudo sólo una manera de defender el mundo pashto de las presiones de otros grupos étnicos.

El Parcham (que significa “bandera”) fue la facción más extendida del partido en las clases urbanas y en las clases medias y altas.

Separación eterna entre las zonas rurales y urbanas, un cruce típicamente clásico y maoísta de toda interpretación práctica y extra occidental del marxismo-leninismo.

El Parcham se reunió laboriosamente con la facción Khalq durante la Revolución de 1978, pero realmente llegó al poder sólo después de la operación soviética, el golpe local o sea la Operación Tempestad 333 del 27 de diciembre de 1979, cuando las divisiones Alfa de la KGB rápidamente tomaron el palacio Tajbeg y asesinaron a Hafizullah Amin. Curiosamente fue el propio Amin quien ordenó el asesinato de su predecesor, Mohammed Taraki. En la fase intermedia de su régimen, Amin también mandó asesinar a muchos afganos y no sólo a sus oponentes conocidos.

¿Un posible giro “camboyano” del comunismo afgano? Probablemente.

En esa coyuntura, la URSS intervino ya que no quería desviaciones ideológicas ni enfoques afganos al comunismo chino, como se practica en Vietnam o, precisamente, en la Camboya de los Jemeres Rojos.

De ahí que se llevó a cabo la Operación Shtorm 333 que, aparte del asesinato de Amin, duró aproximadamente tres meses, para «resolver» definitivamente las cuestiones restantes. Con referencia específica a los servicios de inteligencia afganos, Hafizullah Amin utilizó principalmente la AGSA, pero también el KAM, sólo para afirmar su peso. Ambos organismos recibieron asistencia técnica y capacitación de Alemania Oriental y la URSS.

Sin embargo, la brecha entre los diferentes grupos étnicos es precisamente la clave para entender los servicios de inteligencia afganos antes de las operaciones de Estados Unidos y la OTAN. Creo que, en cualquier caso, el faccionalismo étnico —probablemente se remonta a la antigua fe político-tribal— fue la clave para el funcionamiento de los nuevos Servicios de Inteligencia afganos, incluso durante la ingenua administración occidental.

En enero de 1980, el KHaD reemplazó por completo al KAM.

Además, el KHaD fue colocado fuera de la administración del Ministerio del Interior, dominado por el Khalq y luego inmediatamente transferido a la oficina del Primer Ministro, que más tarde también se convirtió en Ministro de Seguridad Nacional.

Los directores de los Servicios de Inteligencia afganos siempre informaron directamente a la KGB y, en 1987, la situación estándar era que el Servicio de Inteligencia Afgano empleaba a casi 30.000 agentes y funcionarios y más de 100.000 informantes pagados.

Cada elemento del Servicio de Inteligencia Afgano tenía al menos un “asesor” de la KGB detrás. Como también se muestra en Siria, Rusia pagaba pero no confiaba demasiado.

Entre 1983 y 1993, el ISI de Pakistán —establecido por un oficial británico— entrenó, con el apoyo de la CIA, a casi 90.000 muyahidines para enviarlos a luchar contra la URSS en Afganistán.

El KHaD también tenía la obligación legal de “defender el régimen comunista” y “unir a todos los grupos étnicos afganos bajo un solo sistema político”, especialmente en colaboración con el Ministerio de Fronteras y Asuntos Tribales.

De nuevo en la década de 1980, el KHaD siempre tuvo instructores de Alemania Oriental y soviéticos y tuvieron lugar numerosas ejecuciones masivas secretas.

Alrededor de 60.000 afganos fueron enviados a la URSS entre 1980 y 1984. De nuevo en esos años, unos 10.000 oficiales del KHaD recibieron capacitación especial de la KGB.

En un antiguo documento confidencial, la CIA también estimó que el costo total del compromiso soviético en Afganistán era de más de 15 mil millones de rublos, más 3 mil millones de rublos adicionales para el período en que no ocupaba directamente Kabul.

Dado que actualmente el rublo de 1979 todavía vale 22,26 euros, en principio podemos calcular un gasto de ocupación ruso de 233 mil millones y 930 millones, más los tres mil millones de rublos adicionales.

Los KHaD también crearon milicias tribales en las fronteras, mientras que la KGB organizó las tribus internas por sí sola, principalmente para sabotaje y para propagar dezinformatsjia.

Después del colapso final de la URSS y la llegada de los Estados Unidos, sin embargo, un nuevo Servicio Afgano, el NDS, fue creado inmediatamente.

Estaba compuesto principalmente por antiguos agentes KHaD y muyahidines. De hecho, no había otra población disponible.

El Servicio, sin embargo, era conocido por ser malo o incluso muy malo: sus agentes y analistas fueron seleccionados sólo a nivel tribal o por simple afiliación política.

Nunca fueron a la escuela para educación y entrenamiento. No tenían centros serios de formación y no revisaban profesionalmente sus redes de informantes.

Incluso los Estados Unidos gastaron mucho dinero en Afganistán: la Oficina de Investigación del Congreso ha calculado un gasto de 1,6 billones de dólares en Afganistán e Irak sólo para la “Guerra contra el Terror”.

El Servicio Afgano cuesta a los EE.UU. 6.400 millones de dólares cada dos años.  Y el gasto siempre tiende a aumentar, independientemente de los malos resultados alcanzados.

¿Y China? En primer lugar, China quiere la estabilidad política de Afganistán, que es un país vecino e islámico. En particular, controla Kabul para evitar que el yihadismo uygur encuentre allí un lugar seguro. Evita que los uygures tengan contactos con los talibanes. Ya ha pasado.

Cuando Estados Unidos abandone definitivamente Afganistán todo puede ocurrir, ya que China considera ahora a ese país como un peón esencial en su relación con la India, mientras que —a través de Pakistán— China fortalece sus relaciones con los talibanes, que los chinos consideran como los próximos e inevitables amos de Kabul. Este pronóstico es muy fácil de hacer.

Además, China proporcionó 70 millones al año al gobierno afgano para apoyar sus esfuerzos antiterroristas, mientras que durante mucho tiempo ha habido soldados chinos en Badakhstan y, sobre todo, en el Corredor de Wakhan, donde se dice que China ya ha creado una base militar e incluso ya ha desplegado una brigada del Ejército Popular de Liberación.

China también ha presionado a Kabul para que Afganistán acepte su sistema de posicionamiento satelital, en lugar del GPS desarrollado y administrado por los Estados Unidos.

Algunas tropas chinas, sin embargo, también han estado estacionandas en Tayikistán durante mucho tiempo, de nuevo para proteger el Corredor de Wakhan.

Desde su ascenso al poder en 2014, sin embargo, también Ashraf Ghani ha pensado en mejorar inmediatamente sus relaciones con China para utilizar, en primer lugar, la influencia de China en Pakistán y así evitar el apoyo paquistaní a los talibanes —lo cual es poco probable—, así como asegurar que China comience a invertir significativamente en Afganistán, ahora que la guerra civil e internacional está por finalizar.

El Corredor China-Pakistán, uno de los primeros ejes de la Iniciativa China Franja y Ruta, ahora cuesta 62 mil millones de dólares estadounidenses. También hay una nueva línea ferroviaria que sale del puerto de Gwadar, eje de la proyección de China, y llega a la provincia paquistaní de Baluchistán y más allá.

En 2016, China también firmó un acuerdo con Afganistán para la Iniciativa Franja y Ruta, con la promesa de 100 millones de dólares estadounidenses para proyectos de infraestructura en Afganistán, que aún no se han proporcionado. El comercio entre Afganistán y China es totalmente asimétrico y, hasta que Afganistán esté completamente pacificado —ciertamente por otros y no por China— creemos que la cuestión no será muy relevante, al menos para China. Y hasta que la triangulación entre los talibanes, Pakistán y China —que todavía tiene muchas dudas sobre la fiabilidad de los “estudiantes” paquistaníes que operan en Afganistán (precisamente, los talibanes) ni siquiera está clara, el resurgimiento económico afgano —si es a expensas de China— será lento o improbable.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Nota: traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. 

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QUE NO CUNDA EL PÁNICO, SOMOS CHINOS. LA RESPUESTA DE BEIJING A LA PANDEMIA.

Giancarlo Elia Valori*

En Europa, Estados Unidos, América del Sur, la temida segunda ola de la epidemia de Covid 19 se está extendiendo y genera no solo pánico a nivel de opinión pública e instituciones, sino que comienza a presionar los sistemas de salud y las economías que, con dificultad, comenzaban a recuperar el aliento tras el impacto de la primera ola epidémica que, entre el invierno y la primavera de este año, redujo el ritmo de producción industrial y manufacturera y las tasas de productividad en los sectores del comercio, turismo y restauración, con cifras que sugieren un futuro decididamente oscuro.

En nuestro país, ante el incremento de contagios que, sin embargo, cabe destacar, no significa un incremento en el número de pacientes. El gobierno ha decidido delegar en los gobernadores de las Regiones la activación de procedimientos de limitación de libertades individuales y colectivas en nombre de un “estado de emergencia” que se prolonga desde el pasado mes de marzo y parece destinado a acompañarnos también en los próximos meses. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, un término siniestro y preocupante reapareció en los comunicados oficiales y en las noticias: “toque de queda”.

En los próximos días en Campania y Lombardía estará prohibido circular por las calles de 23.00 a 5.00 horas, mientras que las compras de alcohol y el horario de funcionamiento de los centros comerciales, bares y restaurantes serán limitados. Para completar un escenario de tonos cada vez más dramáticos, la ministra de Salud, Speranza, instó el 20 de octubre a los italianos a “quedarse en casa el mayor tiempo posible” con un cierre voluntario que parece presagiar la adopción de medidas que podrían devolvernos a la última primavera con incalculables daños sociales y económicos.

Toques de queda, encierros, cierres selectivos o generalizados son moneda corriente en estos días, incluso en Francia, Reino Unido, Irlanda y España, países que, como el nuestro, han sufrido el devastador impacto económico de la primera ola y que podrían caer de rodillas ante la nueva emergencia pandémica.

En este punto hay que plantearse una pregunta: ¿qué pasó y qué está pasando en el país donde empezó todo? ¿Cómo están las cosas en esa China que en nuestros medios, obsesivamente centrados en los problemas internos, se menciona solo de manera superficial o de pasada?

“China está cerca”, decía el título de una película de Marco Bellocchio de 1967, que evoca la expansión imparable del verbo maoísta. “China está muy lejos” debemos decir hoy, encapsulados en los estereotipos construidos por la cultura occidental, que nos impiden analizar seriamente su evolución política, económica y social y sobre todo aprender del modelo político-sanitario que ha permitido a los chinos salir con la cabeza en alto por la emergencia de Covid.

El 22 de septiembre, en un discurso frente a la Asamblea General de Naciones Unidas, el presidente Trump acusó a China de ser responsable «de esparcir esta plaga por todo el mundo» y, para enfatizar el concepto , llamó al coronavirus el «virus chino». En el mismo lugar, el presidente chino, Xi Jinping, invitó sobriamente a todos los países afectados por la epidemia a seguir el ejemplo de su país y «seguir las direcciones de la ciencia sin intentar politizar el problema».

Los números dicen que el modelo chino es importante y digno de atención. En China, donde todo comenzó en diciembre de 2019, de una población de aproximadamente mil cuatrocientos millones de habitantes, la epidemia de Covid 19 ha causado, hasta la fecha, 4.739 muertes de 90.604 enfermos. En el mismo período en los Estados Unidos, de una población que es aproximadamente una quinta parte de la de China, se registraron 7.382.194 casos de contagio, seguidos de la muerte de 209.382 personas (datos de la revista médica inglesa The Lancet, 8 de octubre de 2020).

El Reino Unido, con una población veinte veces menor que la de China, ha tenido que afrontar cinco veces más infecciones que China y registrar diez veces más muertes.

Estos son los números del pasado 20 de octubre, referidos a toda China: 19 casos de la enfermedad, todos importados del exterior. Se mantuvieron en observación 24 infecciones asintomáticas y 403 casos de hisopados positivos. Todos, excepto uno, importados del exterior (!). Números, como se puede ver, globalmente más bajos ¡aún hoy! que los registrados en una sola región italiana desde el comienzo de la emergencia.

Frente a estas cifras, parece difícil escapar a una simple y doble pregunta: ¿cómo lograron los chinos combatir y controlar la epidemia? Entonces, ¿por qué no seguimos su ejemplo basándonos en su experiencia?

China fue acusada de haber respondido tardíamente a la primera aparición del virus en diciembre de 2019 y de haber informado tardíamente a la OMS (Organización Mundial de la Salud) del inicio de una nueva epidemia. Ambas acusaciones son completamente falsas.

Tras la aparición del nuevo virus, en los últimos días de diciembre, científicos chinos aislaron e identificaron la secuencia del genoma del Covid 19 el 10 de enero de 2020 y pocos días después, tras alertar a la OMS, las autoridades dieron las contramedidas.

Los chinos estaban preparados para la emergencia: desde que en 2002 la epidemia de Sars, un virus similar al Covid 19, había provocado algo más de 700 muertos, pero daños muy graves a la economía por el bloqueo de vuelos, turismo y exportaciones, el gobierno había dado órdenes de preparar planes de contingencia precisos que se activarían con prontitud en caso de nuevas epidemias. Estos planes que no han sido preparados y guardados en un cajón, sino actualizados y probados cuidadosamente, se activaron inmediatamente después de la primera alarma.

Wuhan, la ciudad epicentro de los primeros contagios con sus 12 millones de habitantes, fue inmediatamente puesta en bloqueo total, mientras que en el resto del inmenso país se invitó a la población (sin toques de queda ni estados de emergencia) a seguir las medidas más elementales y efectivas. Prevención y autoprotección: distanciamiento social, uso de máscara, lavado frecuente de manos. En Occidente se ha dicho que China ha reaccionado con tanta eficacia porque está gobernada por un régimen autoritario. En realidad, Confucio es mucho más importante para los chinos que Mao. La filosofía social confuciana que ni siquiera 71 años de gobierno comunista ha logrado eclipsar, con sus bases de respeto por el orden jerárquico natural, hace de los chinos un pueblo naturalmente educado, ordenado y obediente.

Pero sigue siendo la rapidez de la respuesta de las autoridades políticas y sanitarias de Beijing la raíz del éxito innegable en la lucha, primero y luego en la contención de la epidemia.

Como se mencionó, Wuhan fue inmediatamente aislada y sometida a un bloqueo total durante 76 días, mientras que se impusieron cierres selectivos en la provincia de Hubei. En todo el país, se han establecido 14.000 puntos de control de salud en los principales centros de transporte público y dentro de las dos semanas posteriores al brote «oficial» de la pandemia solo en la ciudad de Wuhan, 9 millones de habitantes han sido sometidos a pruebas de hisopado.

Como uno de los principales productores y exportadores de material sanitario, China no se ha encontrado desprevenida en términos de suministros hospitalarios y dispositivos de protección individual: en resumen, sin crisis de máscaras.

Mientras que en Estados Unidos y Europa la gente, a pesar del encierro no parecía inclinada al uso generalizado de máscaras (el presidente Trump las usó en público recién en septiembre pasado), los chinos se adaptaron de inmediato con disciplina a las indicaciones de las autoridades. Todas las cámaras de seguridad de las ciudades han sido “reconvertidas” para controlar el uso de máscaras por parte de los ciudadanos, mientras que drones equipados con altavoces han volado por todas las zonas del inmenso país para comprobar el cumplimiento de sus habitantes con reglas. La agencia estatal Xinhua ha publicado las imágenes tomadas desde un dron en Mongolia Interior, en las que vemos a una mujer mongol estupefacta a la que se dirige el dron diciendo: “Oye, no puedes salir sin una máscara. Úsela de inmediato y cuando llegue a casa recuerde lavarse las manos”. Es un episodio de color pero ciertamente en China no hemos sido testigos del espectáculo de la Movida que los italianos hemos visto en Roma, Nápoles o Milán, espectáculo del que derivan tantos de nuestros problemas estos días.

El 5 de febrero de 2020, se inauguró el primer hospital de Fangcang en Wuhan, una estructura prefabricada dedicada al cuidado de los que no estaban gravemente enfermos, mientras que los hospitales tradicionales estaban reservados para el cuidado de personas gravemente enfermas. El uso de los hospitales de Fancang (se han construido decenas de ellos) permitió limitar la presencia en la familia de personas con síntomas leves pero aún fuentes de contagio a la hospitalización domiciliaria, lo contrario de lo que ocurre en Italia, donde se aconseja a los enfermos leves que se queden en casa y así evitar la rápida propagación del virus desde los hogares. La red de hospitales de Fancang aseguró la disponibilidad de 13.000 camas y fue desmantelada a partir del 10 de mayo de 2020 cuando finalizó la primera ola epidémica en China y no fue seguida por una segunda ola. Para evitar esta última posibilidad, las autoridades chinas han relajado los controles “internos” y han hecho muy estrictas las medidas de control para los que vienen del exterior: En un período en el que en España e Italia los controles para los viajeros entrantes son prácticamente irrisorios, en China todos aquellos que ingresan al país, por cualquier motivo, son sometidos a hisopados y sujetos a cuarentena estrictamente controlada.

En esencia, China primero contrarrestó, luego controló la propagación de la epidemia de Covid 19 con medidas drásticas pero racionales y sobre todo comprendidas y aceptadas por una población educada por Confucio para respetar las jerarquías y la disciplina. China hoy puede ser un ejemplo para el resto del mundo y está ahí para testificar que con medidas rígidas pero inteligentes, incluso las situaciones más peligrosas pueden abordarse con éxito.

Es un ejemplo que conviene estudiar y seguir sin la típica arrogancia del “hombre blanco”, teniendo también en cuenta una circunstancia nada despreciable: mientras la economía de nuestro país y sus socios europeos crece, por así decirlo, desde punto cero (si tenemos suerte), el PIB de Beijing según las últimas encuestas es un 4,9% más que el año pasado.

Hay que aprender de China tanto en términos de gestión de una emergencia sanitaria como en términos de protección del sistema económico.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo exclusivo para SAEEG. Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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