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DIEZ AÑOS DE GUERRA EN SIRIA Y LA SITUACIÓN ACTUAL. RUSIA Y CHINA

Giancarlo Elia Valori*

En Siria, después de la guerra de una década y aún inconclusa, la escasez de energía resultante de la pérdida de control sobre los principales campos petroleros en el este fue repuesta principalmente por Irán y a través del contrabando desde El Líbano e Irak. Sin embargo, debido a un colapso en los precios del petróleo, el aumento de las sanciones y la presión militar sobre Irán, el programa de entrega se interrumpió.

Otro golpe a la economía siria vino de la crisis financiera en El Líbano: alrededor de una cuarta parte de los depósitos en bancos libaneses pertenecen a empresas sirias, incluidas las asociadas con el gobierno. La introducción de restricciones monetarias en El Líbano ralentizó las transacciones para la importación de bienes esenciales, incluida la compra de trigo, interrumpió la cadena de suministro de piezas de repuesto y componentes y dio lugar a un fuerte aumento de los precios.

En estas condiciones, el gobierno sirio solo puede imprimir dinero, confiar en los préstamos iraníes y obligar a los empresarios sirios a ayudar directamente al Estado. A principios de este año, se puso en circulación un billete de 5.000 libras sirias (unos 3,98 dólares estadounidenses), mientras que la denominación máxima anterior era de 2.000 libras sirias.

En 2011, Siria ocupó el puesto 33 en términos de producción de petróleo, después de Sudán del Sur y por delante de Vietnam. Mientras que en 2011 su cuota de producción fue del 0,4% del volumen mundial, en 2012 esa cifra cayó al 0,25% (cálculos BP Statistical Review of World Energy).

En Oriente Medio, la participación siria antes del estallido de los enfrentamientos armados también era muy pequeña: el 1,2% de toda la producción en la región en 2011 y el 0,75% en 2012 (cálculos BP Statistical Review of World Energy).

El nivel de producción de petróleo en Siria en 2010 fue de 386.000 barriles por día. Con el inicio de la crisis en 2011, la producción cayó a 333.300 barriles, y en 2012 ya era casi la mitad del volumen de 2011, es decir, 182.000 barriles. En el otoño de 2015, Rusia intervino con medios militares en el conflicto sirio: por iniciativa de Bashar al-Assad; los asesores militares rusos fueron desplegados en el oeste del país. Esto cambió todo el curso del conflicto: permitió a al-Assad permanecer en el poder e hizo de Rusia un actor político importante en la región. En ese momento, las relaciones de Rusia con los países occidentales estaban en profunda crisis debido al regreso de Crimea a sus fronteras tradicionales y al estallido de la guerra en el Donbass. La intervención en el conflicto sirio cambió la dinámica de los contactos de Rusia con la comunidad internacional: en particular, la cooperación entre el ejército ruso y los Estados Unidos de América se intensificó y las relaciones con Israel alcanzaron un nuevo nivel (el país judío ha abierto recientemente un consulado en Yekaterinburgo).

Desde un punto de vista táctico, Rusia puede considerarse uno de los beneficiarios del conflicto. La exitosa operación militar de presupuesto relativamente bajo convirtió rápidamente a Rusia en un actor externo clave en la arena siria. Sin embargo, por lo que se puede juzgar, en seis años de participación directa en el conflicto sirio, Rusia no ha desarrollado una estrategia de salida. El alcance de la influencia de Rusia en el régimen sirio también sigue siendo un tema abierto.

La fase activa de la operación militar rusa en Siria duró 804 días, desde el 30 de septiembre de 2015 hasta el 11 de diciembre de 2017. Como resultado de los ataques de la fuerza aérea rusa, más de 133.000 instalaciones terroristas fueron destruidas, incluidas refinerías ilegales de petróleo; 865 líderes de pandillas fueron eliminados y más de 133.000 seguidores fueron neutralizados (4.500 procedían de Rusia y otros países de la Comunidad de Estados Independientes).

En diciembre de 2017, durante una visita a la base aérea de Khmeimim, el presidente Vladimir Putin ordenó la retirada de la mayoría de las tropas rusas del país.

Según el Comité de Defensa y Seguridad del Consejo de la Federación de Rusia, a partir de septiembre de 2018 las bajas rusas en Siria desde el inicio de la operación han ascendido a 112 personas, casi la mitad en el accidente del avión de transporte An-26 (39 personas) y del Il-20 derribado por los misiles antiaéreos de las fuerzas antigubernamentales sirias (20 personas).

Además, Bloomberg y Reuters informaron que cientos de mercenarios rusos fueron asesinados en Siria. El Ministerio de Defensa ruso, sin embargo, no confirmó esas cifras.

Al mismo tiempo, Rusia tiene dos puntos de presencia en la República Árabe Siria. La mencionada base aérea de Khmeimim, donde se despliega un grupo aéreo que, en 2018, incluía 28 aviones de combate de la fuerza aérea rusa y diez aviones de transporte y especiales y nueve helicópteros.

Además, el centro logístico naval se encuentra en el puerto de Tartus. En diciembre de 2019, el viceprimer ministro Yuri Borisov, que supervisó la industria de defensa, dijo que en los próximos cuatro años se planeaba invertir 500 millones de dólares en la modernización de Tartus, cuya gestión se había confiado al primer ministro ruso. Se desconoce el número exacto de personal militar y civil ruso en estos dos sitios.

Según la Comisión Electoral Central en 2020 en Siria, 6.424 rusos participaron en la votación de enmiendas a la Constitución rusa.

La experiencia de combate adquirida por el cuerpo de oficiales y suboficiales rusos también es relevante. Durante el período de operaciones antiterroristas en el Cáucaso Norte, los centros de control, planificación, financiación y suministro se ubicaron fuera de Rusia, por lo que la operación en Siria fue necesaria desde un punto de vista político-militar. Si el pseudo-Estado del ISIS con todos los recursos de ese país hubiera surgido en el territorio sirio, habría representado una amenaza mortal para los Estados vecinos, comenzando por los de Europa occidental, al financiar e incrementar las filas de terroristas. Podemos agradecer a Rusia y ciertamente no a Estados Unidos, que ha comenzado a desestabilizar a Siria como última parada de la Ruta de la Seda china.

De hecho, ni la Unión Europea ni los Estados Unidos de América han impuesto sanciones completas contra Rusia debido al conflicto en Siria, sino solo algunas parciales. Las restricciones personales de los Estados Unidos se aplican a doce personas y siete empresas rusas: Tempbank, AKB RFA Bank, Rosoboronexport, Russian Financial Corporation, Global Concept Groups, Promsyryeimport, Maritime Assistance.

Las empresas rusas aún no llevan a cabo actividades a gran escala en Siria. Anteriormente, el Financial Times escribió que la subsidiaria de Stroytransgaz, Stroytransgaz Logistics, asociada con la familia del multimillonario Gennady Timchenko, obtuvo permiso de las autoridades sirias para extraer fosfatos, así como un contrato para administrar el puerto de Tartus para entregas en el extranjero.

Timchenko, sin embargo, ya está sujeto a sanciones estadounidenses y la UE no prohíbe el suministro de fosfatos. Los medios de comunicación también escribieron sobre los intereses del empresario Yevgeny Prigozhin en Siria. Se afirmó que en 2019 el Parlamento sirio aprobó la celebración de contratos para la exploración, el desarrollo y la producción de petróleo con dos empresas rusas: Vilada y Mercury Limited. Novaya Gazeta escribió que ambas compañías estaban conectadas a las instalaciones de Prigozhin, con las que los medios de comunicación habían relacionado previamente las actividades de la Compañía Militar Privada (PMC) de Wagner. El propio empresario negó la existencia de tal conexión. Prigozhin, sin embargo, ya está sujeto a sanciones tanto por parte de la UE como de los Estados Unidos.

Sin embargo, las sanciones están obstaculizando la participación más amplia de las empresas rusas en la economía siria. Durante la visita del ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, a Abu Dhabi, el ministro de Relaciones Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, Abdullah bin Zayed Al Nahyan, se quejó de que la ley “sobre la protección de la población civil de Siria”, la “Ley César”, adoptada en los Estados Unidos de América y en vigor desde junio de 2020, que fortalece las restricciones existentes a los aliados de Siria y las amplía, complica las relaciones del país con Siria e interfiere con el establecimiento de un diálogo. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia calificó esto como una grave interferencia con la provisión de incluso ayuda humanitaria al país.

¿Cuál es la perspectiva de una solución política en el país? Turquía, los Estados Unidos y sus otros patrocinadores mantienen sus intereses en la región, lo que significa que no pueden darse por sentados. Siria ha perdido su soberanía y las decisiones a menudo son tomadas sin ella por Rusia, Turquía e Irán. Por lo tanto, podemos decir que al-Assad ganó la guerra, pero no logró la paz, y la oposición perdió la guerra, pero no perdió la paz. Además, muchos sirios no viven en los territorios controlados por el régimen.

El régimen de Assad continuará dando pruebas de milagros de supervivencia en el contexto de los crecientes problemas económicos, las nuevas sanciones y la lucha de poder en curso en Damasco. En un futuro próximo, el país seguramente no espera ni el pleno restablecimiento de la integridad territorial, ni el regreso de miles de refugiados y desplazados internos, ni un plan a gran escala para la reconstrucción después de los conflictos. Ni los países europeos ni los del Golfo tienen los recursos financieros para hacer esto.

Al mismo tiempo, el gobierno chino se opone firmemente al uso de la fuerza para resolver el problema sirio y ha abogado por una solución política al problema interno. En el proceso de reconstrucción de Siria, China ha presentado la idea de desarrollar la Iniciativa de la Ruta de la Seda y la reconstrucción posterior al conflicto, y ha recibido una respuesta positiva y proactiva del gobierno sirio. La conexión entre la Ruta de la Seda y la reconstrucción posterior al conflicto es una oportunidad histórica para que los dos países logren la interconexión. Sin embargo, la situación interna actual en Siria sigue estando sujeta a muchas incertidumbres y los riesgos de seguridad actuales deben examinarse cuidadosamente, como se señaló anteriormente.

La amistad entre China y Siria tiene una larga tradición y la antigua Ruta de la Seda es un símbolo de este sentimiento mutuo. Después de la fundación de la República Popular China, Siria fue uno de los primeros países árabes en reconocer y establecer relaciones diplomáticas con China.

A raíz del estallido de la crisis siria en 2011, el gobierno chino tomó la Carta de la ONU y las reglas básicas de las relaciones internacionales como los principios y pasos fundamentales para hacer frente a la crisis siria y se opuso firmemente a la solución militar, que tenía como objetivo precisamente romper la Ruta de la Seda.

En 2018 el enfoque de las relaciones chino-sirias comenzó a cambiar de la guerra civil siria a la reconstrucción posterior al conflicto del país. Con la mejora gradual de la situación interna en Siria y la estabilización de la seguridad, el gobierno chino sugirió fácilmente a Siria que deseaba participar en el proceso de reconstrucción de la posguerra, reanudando así la restauración y el fortalecimiento de la Ruta de la Seda, que el terrorismo hetero-dirigido de Occidente había tratado de interrumpir. El gobierno chino no solo se adhiere a una política de resolución política imparcial de la cuestión siria y participa activamente en las negociaciones del proceso de paz multilateral liderado por la ONU sobre la cuestión siria, sino que también proporciona una gran cantidad de asistencia humanitaria al pueblo sirio de forma gratuita.

La Ruta de la Seda en Siria es de gran importancia geopolítica y estratégica. La construcción de infraestructura, la energía y la cooperación industrial, así como los proyectos de construcción de puertos marítimos son áreas clave de la participación de China en la reconstrucción de Siria. Al mismo tiempo, China también debe abordar los riesgos inciertos de la situación de seguridad interna de Siria y la influencia de los juegos políticos entre las principales potencias.

Aquí yace el trágico pasado reciente de Siria y un futuro deseable de paz y prosperidad.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia. 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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ALIANZA TURCO CATARÍ Y LA DIMENSION IMPERIAL

Marcos Kowalski*

La región que conocemos como “Medio-Oriente”, constituye un puente entre Europa y Asia, con países ricos en hidrocarburos y minerales, y donde la mayoría de su población practica una de las religiones más difundidas de la tierra, el islam. Cuna de una infinidad de civilizaciones precursoras de nuestra cultura, fue, es y posiblemente seguirá siendo, una zona de conflictos, confrontaciones y disputas por la hegemonía, el poder y las riquezas.

Hoy la disputa por ese poder se centra en tres grandes ejes, el árabe, el eje iraní y el turco-catarí. Este último eje, el de más reciente formación en la puja de influencias en la región está compuesto por Turquía y Catar donde aparentemente es Ankara la que desarrolla una política agresiva en toda la zona e, incluso, avanza hacia el Mediterráneo y África del Norte. Si se despliega un mapa de Medio Oriente, Norte de África, Mediterráneo Oriental y Asia Central, es posible apreciar que Turquía está presente en varios de los conflictos de la región.

Hace pocos años Ankara decía tener “cero conflictos con sus vecinos”. Hoy está presente de forma controvertida en Siria, Libia y Nagorno-Karabaj. Tiene serios problemas con los kurdos en su territorio y en Siria, una peligrosa confrontación con Atenas por Chipre y con otros países por recursos energéticos en el mar Mediterráneo. Igualmente, crecen las tensiones con Rusia, Estados Unidos, Israel, la Unión Europea y la OTAN.

Para entender el anhelo expansionista de los turcos debemos recordar que, durante 600 años, con especial auge en los siglos XVI y XVII, el Imperio otomano dominó desde el sureste de Europa hasta los territorios que actualmente son Austria y Hungría, los Balcanes, Grecia, parte de Ucrania, Irak, Siria, Israel, los territorios palestinos y Egipto. Su poderío alcanzaba Argelia en el norte de África y gran parte de la península arábiga.

La relación de Turquía con Catar se remonta a hechos históricos en la península arábiga. Esta península, debido a su tamaño y condiciones climáticas rigurosas estaba habitada casi por la totalidad de la población en sus costas y dividida en tribus gobernadas, durante el siglo XIX, por una suerte de reyes, los sheikhs, los jeques. Fue por aquel entonces que el Imperio otomano trató de conquistar el este de la península.

En 1871 los otomanos enviaron un emisario a Catar, gobernada por la dinastía de Al Thani, quienes aceptaron las condiciones otomanas pasando a convertirse en parte del imperio. Alojó tropas turcas permitiendo que se utilizara el territorio catarí como base de operaciones otomanas en la península. La familia Al Thani ha gobernado el país desde su fundación en 1850 con una serie de sucesiones de poder que no siempre han estado exentas de contratiempos.

También en el mismo siglo XIX, llegó el wahabismo, una forma estricta y conservadora del islamismo, hoy en día la religión oficial de Arabia Saudí, propiciada desde el comienzo por la casa de Saúd, donde se les dio a los wahabitas el control total de la vida social y cultural del reino, lo que significaba que tendrían el control de la educación y del sistema judicial.

Algunos afirman que el wahabismo es «el padre ideológico» del “Estado Islámico”. La dinastía Al Thani de Catar aceptó esta corriente religiosa expansionista y con ambición de dominio de toda la península árabe, tratando de dominar incluso Omán y los actuales Emiratos Árabes donde esta corriente fue rechazada.

Los otomanos abandonaron la península de Catar en 1915. Desde entonces y hasta los años 70 del siglo XX, los cataríes siguieron una trayectoria comercial y política parecida a las otras monarquías de la península arábiga. También, por entonces, se retiraron los británicos de la península, debiendo los jeques tomar el control sobre sus territorios.

Los jeques de Abu Dabi, Dubái, Ajman, Fuyaira decidieron confederarse y dar lugar a los Emiratos Árabes Unidos mientras que los reyes de Bahréin, un emirato de la costa oriental de la península arábiga y Catar se constituyeron en estados independientes.

En Turquía, tras la desintegración del Imperio otomano en 1918, apareció la figura de Mustafa Kemal Atatürk, quien pese a opiniones encontradas, existe consenso en que fue una de las figuras más importantes del siglo XX. Fue el primer presidente de la República de Turquía y se mantuvo en el cargo durante 15 años con una alta popularidad.

En la actualidad gobierna Turquía Recip Tayyip Erdogan, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), que gobierna desde 2002, adoptando una política exterior cada vez más ambiciosa, con el trasfondo mítico del Imperio otomano. Debemos recordar que durante la Guerra Fría, Turquía era un fuerte aliado de Occidente como miembro de la OTAN y del Consejo de Europa.

Debido a su posición geográfica y sus características culturales, en la que conviven el islam con una fuerte tradición secular, se le consideraba un puente con Oriente a la vez que un muro de contención frente a la influencia de la ex-URSS y, en particular desde septiembre de 2001, del islam político radical. Este esquema, sin embargo, no estuvo exento de problemas. Ankara está enfrentada a Grecia, otro miembro de la OTAN, por la soberanía de Chipre desde que Turquía invadió el norte de esta ex colonia británica en 1974.

A partir de ese año, 1974, con el aparente propósito de encontrar entre los musulmanes apoyo para sus pretensiones sobre Chipre, Turquía se involucra en la “Conferencia Islámica”, una importante organización islámica transnacional aportando financiación.

El gobierno del Estado de Qatar lo ejerce el Emir, quien es el monarca y jefe de Estado del país, así como el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y garante de la Constitución. En 1995 se produjo un golpe de estado en Qatar, donde Hamad Al Thani desplazó a su padre del poder y lo asumió, decidiendo hacer una política muy separada de los otros países árabes de la península.

A raíz de esta posición de Qatar, hoy está sumido en una disputa diplomática con sus vecinos, incluidos Arabia Saudí, Bahréin y Egipto. Esa fue la razón que, para impulsar la posición política catarí, se creó la cadena informativa Al Jazeera. En 2010, comenzó la conocida como “primavera árabe”, una serie de revueltas a lo largo de todo el mundo árabe dese Marruecos hasta Yemen, atribuidas a la popularización de los teléfonos celulares y de las redes sociales y sobre todo al islam.

Es en 2010 también donde Estados Unidos hizo uno de sus tantos giros en su política exterior, priorizando los asuntos de Asia, concentrando sus recursos en la confrontación con China y dejando de lado a Medio Oriente y asignando a Europa un papel mucho menor en la política de Washington que el que venía teniendo hasta entonces, dejando un mayor campo de maniobra para las potencias regionales de esa zona.

Esta situación propició una política mucho más activa por parte de Turquía para poder garantizar sus intereses, en contraposición de los intereses de Arabia Saudí e Irán, prevaleciendo sobre todo su interés en la seguridad, tratando de negar a las demás naciones el acceso a una preeminencia en la región: los turcos aprovechan esta coyuntura para ganar más peso en la zona y Catar va acercándose a Ankara para resguardarse de sus poderosos vecinos.

Hasta ese momento el país predominante en el área era Arabia Saudí. Bahréin, Emiratos y el mismo Catar, se agrupaban en torno al Consejo de Cooperación del Golfo principal foro político regional, que actuaba bajo La influencia de Riad. Con la llegada de las revueltas de la “primavera árabe”, que se supone impulsaban “los Hermanos Musulmanes”, las posturas de los integrantes de este foro comenzaron a diferenciarse.

Arabia Saudí y Bahréin se oponen decididamente a estas “revoluciones”, sin embargo, los cataríes, acompañando a Turquía, decidieron apoyar las revueltas islamistas en Siria, Palestina o Egipto. Desde el 30 de junio de 2013, cuando tuvieron lugar las manifestaciones multitudinarias contra el gobierno egipcio de Mohammed Morsi, que acabaron con el golpe de estado de Abdul Fatah Al-Sisi, Turquía se convirtió en el lugar de refugio para los “Hermanos Musulmanes”.

Muchas de las reuniones que la Hermandad ha celebrado han tenido como central de operaciones Estambul y, como aliado, al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, presidente turco. Esta alianza ha sido utilizada ahora por Ankara, que ha solicitado la ayuda de “los Hermanos Musulmanes” tanto en Catar como en la capital turca, para su campaña contra la demarcación egipcia y griega de sus respectivas fronteras marítimas.

Pero ¿quiénes son los “Hermanos Musulmanes”? La organización llamada Sociedad de los Hermanos Musulmanes, también conocida como Hermandad Musulmana o Hermanos Musulmanes, nació en 1928 en Egipto. Con una red de simpatizantes y miembros de entre medio y un millón de personas en un país de una población total de 80 millones y con una gran influencia internacional, es una de las organizaciones islamistas con mayor presencia exterior. El ideario de esta cofradía nace apoyado en la vuelta al islam primigenio, basado en El Corán y la Sunnah, y en la implementación de la Sharía como única forma de gobierno.

Este grupo toma caminos divergentes; por un lado, están los que abogan por un movimiento pacífico, cuya actividad se basaría en distintas iniciativas y servicios de carácter social, mientras que la otra rama es más proclive de intensificar la actividad del brazo violento, convirtiéndose en el germen de algunos de los grupos yihadistas de la actualidad

Para Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y muchos países dentro de Medio Oriente, los Hermanos Musulmanes suponen una gran amenaza, “Los Hermanos Musulmanes” mediante una posición de medios aparentemente pacíficos e incluso altruistas, construyendo escuelas e instituciones de ayuda comunitaria, propician acciones que terminan siendo violentas en su intención de la creación de un súper estado islámico.

Cuando Arabia Saudí y sus aliados, entre otros, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos comenzaron en 2017 un boicot contra Catar, que ya terminó, Turquía apoyó al emirato, también a través del envío de alimentos. Lo que une a Turquía y Catar es, principalmente, su buena relación con los Hermanos Musulmanes y la interpretación social revolucionaria del islam.

En Arabia Saudí el Consejo Religioso Saudí, afiliado a la cúpula estatal en Riad, calificó a los Hermanos Musulmanes de “organización terrorista”; además, el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, en octubre de 2018 en el consulado saudí en Estambul, sigue siendo un lastre para las relaciones entre ambos países.

A pesar de que hay cierto intento por parte de los turcos de acercarse y mejorar sus relaciones con los países árabes, sobre todo, con Arabia Saudí y Egipto —que algunas fuentes árabes califican como parte de la estrategia híbrida para toda la región de Ankara, con miras a posicionarse mejor—, sebe destacarse que Turquía está atravesando por una situación interna complicada en lo económico y político.

Las relaciones con Egipto también suelen ser cuando menos complicadas. En 2013, el gobierno turco había criticado duramente el golpe de estado contra el expresidente egipcio Mohammed Mursi, que provenía de las filas de los Hermanos Musulmanes. Mursi fue derrocado por el ejército egipcio y desde 2014 Abdelfatah Al Sisi es presidente.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, también señaló el viernes 7 de mayo de 2021 que su país quería fortalecer la “histórica” amistad con Egipto. El anuncio siguió a conversaciones directas entre altos representantes diplomáticos de ambas naciones; aun cuando el dialogo existe, la situación entre ambos países es complicada.

Turquía ha venido construyendo en las últimas décadas un aparato militar y una industria para la defensa capaz de desarrollar y construir los elementos necesarios para la intervención en distintos escenarios y Catar ha participado financiando no pocos de estos proyectos. En la estrategia expansionista de Turquía, el aparato militar es una parte muy importante.

En el teatro de operaciones de Siria, los turcos, quizás analizando las acciones híbridas de los rusos y su doctrina Gerasimov, ha aprendido a desarrollar un accionar que roza la violación del Derecho Internacional Público, pero que les han están dando resultados, tanto en Siria, como en Libia o Nagorno-Karabaj.

Mientras en el ámbito internacional la relación de Turquía puede ser analizada con cada uno de los Estados. Según algunos analistas la que mantienen los turcos con Rusia ha girado desde el siglo XXI alrededor del control de los Balcanes, el mar Negro, el Cáucaso y la influencia en Medio Oriente.

Aunque tienen posiciones diferentes en varios conflictos, comparten una visión estratégica. Tanto Erdogan como Putin consideran que el mundo es multipolar y que sus países merecen, junto con China y otros emergentes, una cuota de poder mayor frente a Estados Unidos y a Europa.

Francia y Turquía se han enfrentado debido al papel ambiguo de París en Libia. El gobierno de Emmanuel Macron tiene también disputas con Ankara por el acceso a fuentes de energía en el Mediterráneo oriental y el apoyo con venta y suministros de armamento francés a Grecia.

En Libia, a cambio de su apoyo en la constitución de la Tripolitana (hoy Libia está dividida en Cirenaica, de influencia egipcia, Tripolitania, de influencia turca y Fezzan), Turquía ha obtenido del gobierno libio de Trípoli, la creación de una zona marítima exclusiva en el Mediterráneo, con el fin de competir con los proyectos de Grecia y Chipre.

Las relaciones con Estados Unidos son también contradictorias. Estados Unidos y la OTAN tienen en Turquía la importante base militar de Incirlik, desde la cual ha realizado operaciones, entre otras, en Irak y Afganistán. Erdogan ha amenazado con cerrarla.

Así también, en 2019, el gobierno turco se inclinó por adquirir de Rusia el sistema de defensa antimisiles S-400 Triumph, alegando que Washington no le había querido vender misiles Patriot en 2017. Como represalia por esa compra, el Departamento de Defensa estadounidense tomó la decisión definitiva de eliminar a Truquía del programa de aviones de combate F-35.

Con la Unión Europea es improbable que en un plazo medio se negocie la integración de Turquía. Ankara tiene una carta fuerte ante la UE, la presencia de millones de refugiados de Siria y otros países que esperan en su territorio la oportunidad de marchar hacia Europa.

Ankara hizo un pacto con la UE en 2016 para contener a los refugiados a cambio de 6.000 millones de euros. La renovación del acuerdo sobre la contención de los refugiados sirios en territorio turco se ha complicado por el intento de Ankara de relocalizarlos en parte de Siria y las relaciones económicas entre las dos partes están alteradas por la crisis financiera turca.

Es que como expresan muchos observadores europeos, desde la perspectiva de la UE, Turquía tiene una triple identidad: es un socio estratégico de Europa, especialmente en la economía y el comercio, es un adversario en el Mediterráneo oriental y Oriente Medio y un jugador negativo en la OTAN.

Sus acciones militares, complementarias de las políticas (y acciones híbridas), psicológicas, de propaganda o tecnológicas, de campañas expansionistas, están apoyadas en tres pilares, las compañías militares privadas (más o menos integradas por mercenarios), la extraordinaria industria para la defensa y las fuerzas militares propiamente dicha.

Turquía intenta recuperar la influencia del Imperio otomano con imprevisibles consecuencias para el equilibrio internacional. Sectores civiles y militares turcos consideran que su país es una potencia regional emergente con fuertes capacidades demográficas, económicas y comerciales. Tiene fronteras con ocho Estados y el 74% de la población total (84.339.067 personas) profesa el islam sunita.

Entre los turcos, diferentes escuelas de pensamiento, han promovido desde el final de la “Guerra Fría” que Turquía tenga una visión expansiva de sus intereses (la estrategia “Patria Azul”) y compita con las monarquías sunitas del golfo Pérsico por la hegemonía regional.

Entonces, frente al bloque occidental, y con el propósito de reeditar un imperio, se ha erigido una alianza, tradicional, pero fortalecida, formada por Catar y Turquía. Durante el Comité Estratégico Superior Catarí-Turco, celebrado en Doha, en su quinta edición, un ministro catarí, Mohamed bin Abdulrahman Al Thani, ha reafirmado: “Deseo y determinación sinceros de conseguir pasar de las relaciones bilaterales a una asociación estratégica integral”, que permita abrir “nuevas áreas de cooperación”. Por su parte, su homólogo turco, Mevlut Cavusoglu, ha destacado el papel desempeñado por el Comité, que sirve como “un paraguas importante para todos los aspectos de la cooperación bilateral entre los dos países”.

Analizando las relaciones entre ambos Estados, podemos ver, en el ámbito económico que en las cuatro ediciones previas del Comité (la primera tuvo lugar en el año 2015), Catar y Turquía han firmado 45 acuerdos y memorandos de entendimiento. Esto ha venido acompañado por un incremento de las inversiones, tanto de Turquía en Catar como viceversa.

Los datos disponibles arrojan unos 11.600 millones de dólares en fondos turcos destinados a proyectos ubicados en Catar, entre los que sobresale la Copa Mundial de la FIFA 2022. Mientras que las inversiones cataríes en el país euroasiático superaron, ya en 2017, los 20.000 millones de dólares, lo que le permitió al emirato configurarse como el segundo mayor socio inversor de Turquía.

En 2018, Catar volvió a anunciar un nuevo paquete de inversiones, valorado en 19.000 millones de dólares, de los cuales, 650 millones estaban destinados al sector primario (agricultura y ganadería). Por su parte, cabe destacar, también, que el volumen del comercio logró, en el año 2018, la significativa cifra de 2.400 millones de dólares, lo que implicó una duplicación con respecto al año anterior.

En lo que hace a la cooperación militar, en diciembre de 2017, se creó el Comando de la Fuerza Conjunta Combinada Catar-Turquía en la base denominada Tariq bin Ziyad, con capacidad para 3.000 soldados. Desde entonces, ambos países han ido reforzando los programas combinados de dicha cooperación. Ejemplo de ello fue la apertura de un centro turco de simulación de helicópteros en territorio catarí, que permite el entrenamiento de pilotos. La inversión total desembolsada alcanzó los 39 millones de dólares.

Es importante concluir que, además de reforzar los vínculos con el emirato, Turquía persigue una ambición más profunda, como hemos dicho, en el intento de recuperar su influencia, reeditando las viejas glorias del Imperio otomano. En ese sentido viene expandiendo su red de cooperación militar, ha abierto varias instalaciones militares en el extranjero alrededor del mar Rojo, del mar Mediterráneo y del golfo Pérsico, que amplían la proyección de poder regional del país.

Erdogan ha ido ganando control sobre las fuerzas armadas (tradicionalmente seculares) y adoptó una posición radicalizada, pro islam, a partir del intento de golpe en su contra en julio de 2016 con actitudes intervencionistas con motivo de la “primavera árabe”, cuando apoyó a los Hermanos Musulmanes en Egipto y a milicias islamistas contra Bashar Al Asad en Siria.

Pero la crisis económica y financiera y la fuerte presencia de refugiados sirios (3,7 millones) ha deteriorado al partido de Erdogan y le ha dado más peso al Partido de Acción Nacional, nacionalista y de ultraderecha. En la actualidad, se habrían fusionado las escuelas islamistas del PJD con la nacionalista, antioccidental y pro-asiática, en la que coinciden civiles y militares, que propugna la proyección de fuerzas y el establecimiento de bases militares, la reivindicación de derechos marítimos y ganar espacios geográficos, incluyendo varias islas bajo soberanía griega.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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ANÁLISIS A 20 AÑOS DEL 11-S Y PERSPECTIVAS DE UNA NUEVA POLÍTICA IMPERIALISTA.

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen de David Mark en Pixabay 

Antes de analizar las consecuencias de los ataque del 11-S. en principio habría que hacer una gran digresión y remontarnos varios años antes de ese día fatídico para comprender la complejidad del tema. Porque ¿cuál fue el desenlace de esos hechos? La ocupación de Afganistán, en la que ya los Estados Unidos estaban involucrados antes del 11-S, ya antes incluso de la invasión de la Unión Soviética con el sostén financiero, en armas y de inteligencia, que se produjo en el marco de la “Operación Ciclón” de la CIA, con la intervención de Arabia Saudí, el Reino Unido, Pakistán y la República Popular China, en el marco de las relaciones originadas a partir de la denominada diplomacia del ping-pong, pergeñada por Henry Kissinger y Richard Nixon. Esto es mencionado por Tim Weiner en su libro Legado de Cenizas. La Historia de la CIA, y por el propio Kissinger en su libro China.

A ello se suman los intereses de las compañías petroleras, principalmente UNOCAL, que desplazó un proyecto de gasoducto que estaba llevando a cabo la empresa argentina Bridas —que ya contaba con derechos exclusivos otorgados por Afganistán y Pakistán—, cuyo presidente era Carlos Bulgheroni, de una extensión de más de 1.400 kms desde los yacimientos de Yaslar, en Turkmenistán —donde operaba Bridas— a Pakistán. UNOCAL debió desentenderse de ese proyecto —financiado por Arabia Saudí— después de los atentados a las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, el 7 de agosto de 1998. Las presiones sobre la petrolera estadounidense fueron tan fuertes que tres días después del 11-S, el ejecutivo de esa empresa difundió un comunicado en el que tomaba distancia del gobierno talibán y que había dejado sin efecto sus proyectos en Afganistán.

Del mismo modo, debe recordarse que, en agosto de 1998, el presidente Clinton ordenó bombardear “bases militares” en Sudán y Afganistán, el mismo día en que la ex becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky debía testificar ante el Gran Jurado Federal sobre sus relaciones con Clinton. También que esa operación militar se llevó a cabo en momentos en que el mundo musulmán se disponía a celebrar el Ramadán. En ese entonces, el embajador de Sudán ante las Naciones Unidas, Elfaith Erwa, anunció que presentaría una protesta ante el Consejo de Seguridad debido a que su gobierno había expulsado a Bin Laden de su país en 1996, precisamente a pedido del gobierno de Washington.

Los atentados de 2001 en Nueva York y Washington fueron la causa de una serie de fuertes cambios, tanto dentro de los Estados Unidos como a escala internacional.

En lo interno se aprobaron leyes restrictivas como la denominada Ley Patriótica, que permitió al gobierno una recolección masiva de datos sobre las comunicaciones entre ciudadanos de Estados Unidos y residentes. Se produjo una fuerte restricción sobre las libertades.

Progresivamente los controles se fueron incrementando conforme se iban incorporando avances tecnológicos aplicados a la recolección de información.

Se llevaron a cabo una serie de medidas secretas por partes de los servicios de Inteligencia que luego fueron reveladas por Edward Snowden, quien hizo público los programas de vigilancia masiva e indiscriminada (PRISMA, Tempora, XKeystore, etc.) llevados a cabo por los Estados Unidos, incluso contra líderes de países aliados.

Se trató de una legislación que permitió el control social institucionalizado. De ese modo, la NSA tuvo carta blanca para la recolección de metadatos telefónicos de millones de ciudadanos que podía almacenar por un período de cinco años.

En materia de Inteligencia se creó el Departamento de Seguridad Nacional y se fusionaron veintidós agencias gubernamentales, incluyendo:

  • el Servicio de Inmigración,
  • la Guardia Costera y
  • la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).

A escala global, cambió la visión que se tenía acerca del terrorismo, fenómeno que existe desde tiempos remotos, pero que a partir del 11-S incorpora el concepto de “terrorismo islámico”, lo que también conlleva a una estigmatización del islam.

La introducción de este concepto, desde lo social, llevó a la estigmatización de los ciudadanos musulmanes e, incluso, derivó en una islamofobia que aún perdura y que se ha desarrollado a partir de las migraciones que, en buena medida, se incrementaron notablemente desde la intervención de los Estados Unidos, de la OTAN y de los países aliados, tanto en Afganistán como en Iraq, Libia y Siria y que afectan directamente a Europa.

En el marco de la Inteligencia, el terrorismo islámico pasó a ser el principal objetivo de los organismos de Inteligencia, por encima de otras amenazas transnacionales como el narcotráfico, el tráfico y trata de personas, el lavado de dinero, etc. En todo caso, se puso el foco en el financiamiento del terrorismo que, en el caso de la población islámica tampoco podía abordarse con precisión por el sistema denominado hawala, una modalidad de transferencia de dinero alternativa, en la que existe un menor nivel de registro o vigilancia. Su uso abarca tanto los envíos locales de dinero como los realizados a gran distancia entre distintos países.

Esto fue grave para los países como los nuestros, los de América, que debieron establecer prioridades de defensa y de seguridad, así como hipótesis de conflictos que nos fueron impuestas por las potencias dominantes, sin que nuestros países pudieran definir sus propias prioridades.

La forma de viajar, de desplazarse, también se vio afectada, principalmente en lo referente a los vuelos internacionales. Se tomaron medidas tanto respecto de la seguridad en los aeropuertos, como dentro de los propios aviones.

Los controles dentro del territorio de Estados Unidos llegaron a asumir extremos denigrantes para algunos viajeros. Personalmente recuerdo que fui invitado a dar unas conferencias en Corea del Sur, en 2002, y puse como condición que mi vuelo fuera a través de Europa y no de Estados Unidos.

También se introdujeron medidas de seguridad en el comercio internacional. El gobierno estadounidense implementó la Iniciativa de Seguridad de Contenedores, que establecía que más del 80% de la carga marítima en contenedores que se importaban se preseleccionaba antes de ingresar a los Estados Unidos. Los escáneres se pusieron a la orden del día.

Desde lo que se considera la lucha contra el terrorismo global, esto ha sido un verdadero fracaso porque lo que estaba focalizado se extendió mundialmente como una metástasis.

Recordemos que el DAESH tiene su origen en la prisión de Camp Bucca, en las afueras de Basora, de donde salieron varios de sus líderes, incluido Abu Bakr Al-Baghdadi. A esa prisión fueron trasladados varios detenidos en la cárcel de Abu Graib, tras el escándalo sobre las torturas a que eran sometidos los prisioneros, torturas que también tuvieron lugar en la prisión de Guantánamo, en la cual, en 2019, aún permanecían cuarenta prisioneros, todos musulmanes y la mayoría de ellos encerrados desde hace quince años. Los centros de detención de supuestos terroristas —conocidos y clandestinos— se multiplicaron.

Por otro lado, esto se incrementó con el respaldo a los movimientos de la denominada “Primavera Árabe”. El caso del apoyo a los rebeldes de Siria es ejemplificador.

A todo esto debe sumarse la cuestión que comprometió a varios servicios de Inteligencia y gobiernos europeos por el traslado de supuestos terroristas en vuelos de la CIA a través de Europa, para conducirlos a centros de detención clandestinos.

Las operaciones militares llevadas a cabo bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo internacional, que en verdad escondían otros fines —intereses petrolíferos y gasíferos, eliminación de regímenes que ponían en riesgo a empresas estadounidenses y a la propia economía de Estados Unidos, como la decisión de Saddam Hussein de eliminar el dólar de las transacciones petroleras y reemplazarlo por el euro; a lo que puede añadirse el trazado de los ductos— solo sirvió para convertir al mundo en un sitio más inseguro, con mayor incertidumbre.

Tampoco hubo una cuestión humanitaria, ya que durante la ocupación de Afganistán se incrementó la muerte de civiles como producto de sus bombardeos indiscriminados perpetrados desde drones, matando a ciudadanos que estaban llevando a cabo bodas o funerales. Las explicaciones oficiales, para estos hechos que se dieron frecuentemente entre los años 2004 y 2010, es que siempre se trataba de grupos terroristas.

Aún es reciente para evaluar las verdaderas argumentaciones del presidente Joe Biden sobre el retiro de las tropas de Afganistán, más aún de la forma en que fue llevado a cabo. Pero lo que parecía dejar en claro era el hartazgo de la guerra, manifestado principalmente por el pueblo estadounidense. No obstante, esto no parece ser desmentido cuando las noticias nos informan acerca de la entrada del portaaviones estadounidense USS Carl Vinson (10/09/2021) —uno de los diez portaaviones de tipo Nimitz de Estados Unidos— en aguas del Mar de China, a lo que debe sumarse la presencia del portaviones británico HMS Queen Elizabeth en una base naval cerca de Tokio (lunes 06/09/2021), en lo que consideraría el comienzo de una presencia militar permanente en una clara provocación a China, a la que parecen querer disputarle el poder en Asia.

USS Carl Vinson. Foto: U.S. Navy Photo
HMS Queen Elizabeth. Foto: Royal Navy.

Claramente, desde el Brexit, el establishment del Reino Unido se ha podido liberar de las ataduras de la Unión Europea, y comienza a mostrar su músculo junto a los Estados Unidos, cuyo presidente expresó contundentemente que Afganistán ya no tenía un interés estratégico para la Casa Blanca. El objetivo de los “anglos”, hoy en día, parece ser dominar Asia para frenar a China, las explotaciones petroleras frente al Esequibo, en Venezuela, y el Atlántico Sur —en el que ambas potencias muestran su interés— pero en el caso británico, su objetivo es continuar avanzando sobre el espacio oceánico —usurpado a la Argentina— para asegurarse la proyección hacia la Antártida.

Todo esto significa un serio peligro que algunos de la región no parecen comprender, ni los miembros de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS). Menos comprensible aún es la inacción que las autoridades de la Argentina, gobierno —Cancillería, Secretaría de Pesca y Agencia Federal de Inteligencia— y legisladores, manifiestan ante esta situación, quienes son responsables del estado de indefensión de la Nación.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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