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TARDE Y MAL, COMO DE COSTUMBRE

F. Javier Blasco*

La Comunidad Internacional (CI) y todos los organismos que la integran, viven, moran o pululan en su entorno son un cumulo de “buenos y grandes propósitos” pero excesivamente lentas o improductivas en sus resoluciones. Resoluciones o decisiones que muchas veces llegan tarde, resultan ineficaces, demasiado descafeinadas o inservibles para paliar los efectos del problema que las suscitó.

De entre todos ellos y dejando a un lado a la ONU, que se lleva el primer premio en ineficacia, destaca la UE; esa costosísima y mastodóntica organización en la que están basadas tantas ilusiones y esperanzas aunque sigue sin cambiar sus ritmos o el guion para decidirse a intervenir con eficacia y rotundidad en lugares o momentos decisivos.

Tradicionalmente, aunque casi siempre a trancas y barrancas, sigue placida y tranquilamente los pasos marcados por el Tío Sam y suele llegar no solo tarde, sino también mal allí donde se esperaba una mayor rapidez o enérgica decisión en asuntos que son propios por afectar a sus intereses, de su incumbencia según sus estatutos, heredados del devenir de las cosas o salpicados por circunstancias vecinas o cercanas.

Se llegó tarde a impedir el vergonzoso Brexit y sus consecuencias tan terribles para tiros y troyanos; no se ha manejado bien ninguna de las sucesivas crisis económicas al introducir peligrosos cambios de criterio; es patente su indecisión con Suramérica o África o ante las crisis de refugiados y la pandemia del coronavirus mostró no solo grandes deficiencias en materia sanitaria, sino en coordinación, cooperación y economía de esfuerzos, así como en la protección de sus gentes y fronteras.

En materia político democrática, bandera que saca y ondea al viento en cualquier ocasión o motivo, dejamos mucho que desear; la ordenes europeas de detención no se aplican entre sus miembros; algunos países como Hungría y Polonia han venido haciendo de su capa un sallo en materia de control de los órganos de la administración de justicia y en su forma de cubrirlos sin que, durante mucho tiempo, se tomaran medidas coercitivas contra ellos. Hecho éste que ha sido vergonzosamente copiado por España, a la que, de momento y mucho me temo que, de forma definitiva, tan solo se le han dirigido unas pequeñas ‘reprimendas’ en formato de recomendaciones a pesar de haber llevado a cabo acciones de dudoso pelaje democrático y muy intrusivas en el sistema de funcionamiento y cobertura democrática de cargos de sus elementos fundamentales.

Asistimos con autentico pavor a los debates sobre seguridad y defensa con los que llevamos años analizando el sexo de los ángeles y cuál sería la posición más conveniente para ser tomados en serio internacionalmente o pudiéramos dotarnos de una posibilidad de intervención o defensa más que suficiente que nos diera consistencia y aumentara nuestra sensación de seguridad basada en capacidades propias y no ser tan dependientes de una dubitativa OTAN que siempre camina de la mano de EEUU sobre un delicado hilo de alambre que, cualquier día, se puede romper.

Llevamos casi un año con la guerra en Ucrania llamando a nuestras puertas y somos incapaces de tomar una acción conjunta lo suficientemente seria a pesar de que dicho conflicto afecta de lleno a nuestros vecinos, las propias fuentes de energía y las soluciones ante las amenazas rusas.

Los ucranios, con su presidente Zelenski a la cabeza, tras ciertas escaramuzas o reacciones de diversas consecuencias, han aprendido la lección de que solo con trajes de invierno, un gran coraje y mucho amor a su tierra, no se puede hacer frente a un mastodonte como es Rusia en manos de un lunático, a quien no le importa sacrificar a miles de sus hombres, la propia economía e invertir lo que sea necesario en armamento con tal de ver satisfecho su ego.

En este contexto y como la ayuda militar exterior había decrecido mucho salvo por parte de EEUU, ha aparecido sobre el tablero la necesidad de que la CI le dote de carros de combate más modernos, potentes y eficaces tipo: Leopard (alemán), Abrams A1 (norteamericano) o el Challenger 2 (británico) entre otros, para hacer frente sin paliativos a la dura contraofensiva que esperan para esta primavera.

Tras muchos dimes y diretes, el presidente Biden decidió recientemente mandar 31 carros de combate (número equivalente a un Batallón de carros ucranio) y presionar a su colega alemán a que haga un gesto similar y que, además, permita a países europeos (Polonia y la República Checa entre otros) —que cuentan en sus dotaciones con dicho carro del mismo o anteriores modelos— a mandar estos sin las restricciones contractuales de su empleo fuera del territorio europeo.

Anteayer, se tomó la decisión al respecto y Alemania dotará con una Compañía de dichos carros a Ucrania (unos 12) y los polacos y los checos se aprestan a donar un número indeterminado lo antes posible, así como el Reino Unido ha marcado una fecha muy próxima para que lleguen sus carros. Incluso Marruecos, que no tiene nada que ver en este entierro, ya ha mandado unos 20 carros T-72 recientemente modernizados y sin tanta alaraca.

España y nuestro presidente, especialista en márquetin y en vender humo, ante la precipitación de las decisiones de los demás y por no quedarse atrás —como venía haciendo tal y como se demostró al no acudir y menospreciar la cumbre de Ramstein el pasado día 20 donde se discutieron los apoyos internacionales a prestar— a pesar de la oposición de una parte del gobierno y de los partidos que le sustentan en el cargo, cambió sus reiteradas negativas y justificaciones de obsolencia e inoperatividad de la mayoría de nuestras existencias de ese tipo, a anunciar un apoyo, indefinido en todos los aspectos como el modelo (hay varios), cantidad, recuperación de su operatividad, plazos de entrega, piezas de repuesto, entrenamiento de tripulaciones y personal de mantenimiento.

Está claro que estos movimientos políticos solo suponen una venta de humo, agitar el adormecido público, mostrase dispuesto a cambiar de imagen y no quedarse en el pelotón de cola; cosa que mucho me temo, será así finalmente, porque tanta palabrería y gestos huecos mostrando giros bruscos de opinión, no gustan nada a nadie y menos a nuestros aliados.  

En cualquier caso, las sofisticadas máquinas de guerra actuales no son sencillos juguetes que se arrancan y se sale al campo con ellos sin realizar previamente muchas semanas de adiestramiento, su mantenimiento es difícil y sofisticado y las piezas de repuesto no suelen ser compatibles.

Mezclar tantos modelos en un mismo cesto en manos inexpertas puede suponer que se queden todos fuera de servicio en poco tiempo, salvo que se les adiestre adecuadamente y se mantenga in situ un apoyo en mantenimiento más que adecuado, como exigen los tiempos de guerra; elementos que justifican la exigencia de Zelenski para que los apoyos se centraran en los Leopard, el mejor carro actual.

Mucho me temo que toda esta parafernalia, exigirá demasiados esfuerzos extras y mucho tiempo; tiempo, que no dispone Ucrania, y no será más que otro brindis al sol de la CI para acallar sus insanas conciencias y que algunos políticos, muy cercanos a nosotros, han visto una gran oportunidad en mejorar su imagen personal al cambiar de opinión de forma súbita.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

EN LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO RUSO-UCRANIANO: 2010-2014

Giancarlo Elia Valori*

Kiev, 2014. Manifestantes antigobierno protegen en la plaza de la Independencia, conocida como Maidan. Fotografía De Brendan Hoffman.

Ucrania fue gobernada de 2010 a 2014 por el presidente Viktor Fёdorovič Janukovič y sus partidarios de la región de Donetsk en el este del país. Maniobró entre la UE y Rusia en busca de beneficios políticos. Guiado por consideraciones de urgencia interna, Janukovič ayudó a crear esperanza entre la población para un acuerdo con la UE, para el cual trabajaría. Sin embargo, el presidente ucraniano no obtuvo garantías de la UE de una ayuda financiera sustancial para compensar el daño que sufriría la industria ucraniana como resultado del acercamiento económico con la UE. En vísperas de las elecciones presidenciales, que debían celebrarse a principios de 2015, el tema se volvió vital.

Al mismo tiempo, Janukovič tuvo que tener en cuenta la presión de Rusia. Rusia mostró primero a Ucrania —en forma de barreras comerciales— las pérdidas resultantes de elegir la UE en lugar de Rusia, y luego —en forma de paquete de ayuda— las ventajas de elegir a Rusia. Como resultado, en noviembre de 2013, Yanukovich suspendió inesperadamente el proceso de firma de un acuerdo de asociación política y económica con la UE. A cambio, recibió generosa ayuda financiera y económica y asistencia de Putin en diciembre.

La decisión tomada en noviembre de 2013 provocó protestas masivas en el centro de Kiev, que casi de inmediato se convirtieron en un enfrentamiento constante en Majdan Nezaležnosti,- Plaza de la Independencia, la plaza central de Kiev, la capital de Ucrania. La mayoría de los manifestantes eran personas comunes que vivían en la pobreza y estaban profundamente afectados por la corrupción desenfrenada en el aparato estatal, en el que también estaba involucrada la familia Janukovič. Para esos ciudadanos, la asociación con la UE parecía una forma de salir de la situación en ese momento y cuando la puerta de Europa se cerró fue un shock para esas personas.

A la protesta civil, conocida como Majdan, se unieron grupos nacionalistas de derecha y pronazis, principalmente del oeste de Ucrania. Según ellos, Janukovič, originario del este, trató de “fusionar” Ucrania con Rusia mediante el engaño, un movimiento al que muchos occidentales eran abiertamente hostiles. Finalmente, las protestas del Majdan fueron apoyadas y financiadas por clanes oligárquicos ucranianos, enojados por el hecho de que Janukovič y sus aliados en Donetsk, habiendo tomado un poder significativo, estaban expandiendo agresivamente sus imperios comerciales a expensas de otros oligarcas. Para ellos, Majdan era un medio para obtener elecciones presidenciales anticipadas y derrocar a Janukovič.

Los acontecimientos en Ucrania no fueron inicialmente el centro de atención de la Administración Presidencial de los Estados Unidos, que se ocupó principalmente de: la situación en el Cercano Oriente y Oriente Medio y Asia oriental; el programa nuclear iraní; la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán; y las relaciones con la República Popular China. Sin embargo, tanto por razones geopolíticas como ideológicas, Estados Unidos había apoyado durante mucho tiempo el movimiento pro-occidental en Ucrania y desconfiaba de los planes del Kremlin para la integración euroasiática. Para evitar que Ucrania entrara en la esfera de influencia rusa, Estados Unidos brindó asistencia a los líderes de la oposición occidental de derecha y alentó abiertamente sus esfuerzos.

A mediados de febrero de 2014, el conflicto en el centro de Kiev se intensificó con renovado vigor y se convirtió en enfrentamientos, lo que llevó a una conclusión predeterminada por terceros. Al principio, parecía que Janukovič había decidido superar el estancamiento dispersando por la fuerza al Majdan, que en ese momento se había convertido en un grupo militante serio, creado sobre la base de la organización nacionalista Pravyj Sektor (el Sector Derecho: un partido político ucraniano de extrema derecha y organización paramilitar). El presidente de Ucrania, sin embargo, detuvo la ofensiva policial y comenzó un diálogo con los líderes de la oposición, que pronto se convirtió en negociaciones sobre concesiones por parte de su gobierno, pero terminó el 21 de febrero de 2014 con la rendición real del presidente. El acuerdo correspondiente entre las autoridades ucranianas y los líderes de la oposición fue “firmado” por los ministros de Asuntos Exteriores de los países de la UE, a saber, Francia, Alemania y Polonia. Pero inmediatamente después de la firma ese documento fue rechazado por el Majdan: sus miembros más radicales exigieron la renuncia inmediata del presidente. Janukovič huyó de Kiev, la policía desapareció de las calles y los alborotadores del Majdan pudieron celebrar su victoria.

Tales eventos trágicos fueron muy dolorosos para Rusia. Desde el punto de vista de Rusia, Ucrania ha sido un socio débil, frágil y a menudo poco confiable durante veinte años, y creaba problemas para el tránsito de productos del gigante energético ruso Gazprom a Europa (como los italianos nos dimos cuenta y comprobamos hace años). Al mismo tiempo, Ucrania comenzó a transformarse en un Estado dirigido por una coalición de élites prooccidentales y nacionalistas profascistas y antisemitas antirrusos. Según el Kremlin, ese cambio estuvo plagado de dos amenazas: la opresión de la lengua, la cultura y la identidad rusas en Ucrania y la adhesión del país a la OTAN. Putin reaccionó de inmediato: con toda probabilidad, puso en marcha los planes ya desarrollados por Rusia en caso de que Kiev tomara el camino hacia la membresía en la OTAN. Una actitud de la que los servicios de inteligencia estadounidenses ya eran conscientes.

Determinada y caracterizada por la proximidad geográfica, la política rusa hacia Ucrania ganó impulso de inmediato. El principal objetivo de Rusia era evitar que Ucrania se uniera a la OTAN e, idealmente, reorientarla a favor del proyecto de integración euroasiática, cuyo elemento clave era la reunificación del llamado “mundo ruso”. Como parte de ese nuevo “curso proactivo”, Rusia se fijó dos objetivos.

La primera tarea fue proteger Crimea del nuevo régimen. Ese objetivo se logró aislando físicamente la península de Ucrania continental y neutralizando a las tropas ucranianas en Crimea con fuerzas especiales rusas y ayudando a los elementos prorrusos a establecer el control sobre el gobierno local, el Parlamento y las agencias de aplicación de la ley. Rusia alentó un referéndum sobre el estatus de Crimea y lanzó una campaña de propaganda masiva a favor de su reunificación con Rusia. La votación se celebró el 16 de marzo de 2014, con una amplia mayoría a favor de la reunificación. Dos días después, se firmó un acuerdo en Moscú sobre la inclusión de Crimea y Sebastopol en la Federación Rusa. Sebastopol es una ciudad en el territorio en disputa de Crimea con una mayoría de habla rusa. Es reconocida internacionalmente como parte de Ucrania, que la considera una ciudad con un estatus especial, pero en realidad es una ciudad federal de Rusia.

La segunda tarea era la federalización de Ucrania, que impediría la sumisión completa del país a Kiev, haciendo así técnicamente imposible cualquier paso hacia la membresía en la OTAN. El 1° de marzo de 2014, Putin solicitó autorización al Consejo de la Federación para usar tropas rusas en el territorio de Ucrania y la recibió. Las tropas rusas comenzaron a realizar ejercicios en la frontera ucraniana, demostrando así su disposición para una invasión, pero la frontera no se cruzó. El Kremlin presionó al nuevo gobierno en Kiev, impidió que Estados Unidos y la UE intervinieran elevando drásticamente las apuestas y alentó a los aliados políticos de Rusia en las regiones de habla rusa de Ucrania.

Foto: Sputnik / Andrei Stenin.

En el sur y el este de Ucrania, donde la población de habla rusa era la mayoría, comenzaron las manifestaciones masivas exigiendo autonomía regional y estatus oficial para el idioma ruso. Después de las manifestaciones, grupos de milicias organizadas comenzaron a ocupar edificios administrativos y tomar el control de la ciudad. En las regiones de Donetsk y Lugansk, los grupos de milicias celebraron referendos regionales a principios de mayo de 2014 y anunciaron la creación de repúblicas independientes de Kiev. Rusia no ocultó su apoyo a los separatistas, pero se abstuvo de reconocer a las repúblicas y enviar tropas rusas para protegerlas.

Rusia, sin embargo, no logró despertar a todo el sureste de Ucrania para resistir a Kiev. La esperanza de que Novorossiya, predominantemente de habla rusa, que constituía todo el sureste, se separaría de las autoridades que habían defenestrado a Janukovič y creara una federación no se materializó. Las ciudades más importantes —Dnepropetrovsk, Kharkov, Kherson, Nikolaev, Odessa y Zaporozhye— permanecieron bajo el control de Kiev. El gobierno interino de Ucrania también lanzó una «operación antiterrorista» en las regiones de Donetsk y Lugansk, que resultó en bajas significativas en ambos lados y una crisis humanitaria, pero no condujo a la intervención militar rusa.

Rusia no reconoció la legitimidad del gobierno respaldado por Majdan, aunque no rechazó el contacto con sus representantes. Estados Unidos, por otro lado, brindó apoyo político a Kiev con amplia publicidad, como lo demuestran las visitas a la capital ucraniana del entonces vicepresidente Joe Biden (2009-2017), el secretario de Estado John Kerry (2012-2017), el director de la CIA John Brennan (2013-2017) y muchos otros altos funcionarios estadounidenses. Los medios rusos afirmaron que era Estados Unidos quien dirigía las acciones de las autoridades ucranianas.

Rusia tomó una serie de medidas diplomáticas para resolver la crisis en Ucrania y lograr sus objetivos. Sin embargo, la “diplomacia telefónica” entre los presidentes de Rusia y Estados Unidos, así como los contactos entre el ministro de Relaciones Exteriores Sergei Viktorovič Lavrov y el secretario de Estado John Kerry, no produjeron resultados. La Declaración de Ginebra de 17 de abril de 2014 y la hoja de ruta publicada por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) el 8 de mayo de 2014 quedaron en el papel. En cambio, se prestó más atención al envío de tropas rusas a la frontera ucraniana para ejercicios en lo que parecían ser preparativos para una invasión. Se suponía que la presencia de las tropas disuadiría a Kiev de tomar medidas duras contra sus oponentes y demostraría la determinación de Rusia de defender sus intereses.

El 25 de mayo de 2014, las elecciones presidenciales anticipadas se celebraron con éxito en Ucrania, que culminaron con la victoria indiscutible de Petro Porošenko (2014-19), un oligarca y uno de los principales patrocinadores del Majdan. Los radicales, como el partido anteriormente dirigido por Janukovič, no recibieron un apoyo significativo. Era imposible ignorar la elección de decenas de millones de ucranianos y Putin decidió reanudar los contactos con Kiev al más alto nivel. El Kremlin, donde Porošenko era bien conocido, se estaba preparando para interactuar con las élites ucranianas nuevamente, pero bajo nuevas condiciones.

En cuestión de semanas, las medidas tomadas en respuesta a las acciones de Rusia cambiaron radicalmente la naturaleza de la relación de los antiguos adversarios de la Guerra Fría. La política de Rusia causó una reacción extremadamente negativa de los Estados Unidos y sus aliados. Rusia fue considerada un agresor y de hecho fue expulsada del G8, un grupo de grandes países industrializados que volvieron al formato del G7. La UE redujo los contactos con Rusia y la OTAN congeló la cooperación con Rusia. Los líderes occidentales pospusieron las cumbres bilaterales con Putin, aunque pronto se hicieron excepciones. En la Asamblea General de la ONU, durante la votación del referéndum en Crimea, cien Estados se negaron a reconocer el resultado, mientras que solo once países adoptaron la posición opuesta. Ante una condena casi unánime, la delegación rusa suspendió su participación en los trabajos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. El proceso de adhesión de Rusia a la OCDE también se ralentizó. Muchas delegaciones occidentales se negaron a asistir a reuniones internacionales de alto nivel en Rusia, incluida la Conferencia de Seguridad anual en Moscú y el Foro Económico en San Petersburgo.

Estados Unidos, y más tarde sus aliados, impusieron sanciones a funcionarios y compañías rusas que cubren sectores enteros de la industria rusa. Su objetivo era infligir daños a Rusia que la obligaran a hacer concesiones sobre el tema ucraniano e idealmente condujeran a un cambio de régimen, es decir, derrocar a Putin mediante un “golpe de Estado” o un levantamiento popular. Las posteriores oleadas de sanciones, combinadas con el creciente aislamiento político de Rusia, condujeron inmediatamente a una fuerte caída en su mercado de valores, una fuga masiva de capitales y un mayor debilitamiento del rublo. Aunque las relaciones de Rusia con Europa en el sector energético eran demasiado importantes para muchos países de la UE, la tendencia hacia la diversificación de los suministros energéticos en el Viejo Mundo aumentó significativamente. Como resultado, se hizo más difícil para Rusia importar productos de alta tecnología.

En la esfera militar, Rusia comenzó a ser vista como un adversario de Occidente. La OTAN estaba intensificando una vez más sus esfuerzos para lograr su objetivo original de finales de la década de 1940, por ejemplo, “mantener a los rusos fuera”. El despliegue temporal de contingentes occidentales relativamente pequeños en Polonia, Rumania y los Estados bálticos podría convertirse en bases permanentes para las tropas de la OTAN, incluidas las tropas estadounidenses en la frontera oriental de la Alianza. El sistema de defensa antimisiles de la OTAN, actualmente desplegado en Europa, está abiertamente dirigido contra las fuerzas nucleares rusas. Estados neutrales, como Suecia y Finlandia, están considerando unirse a la OTAN y, si se toma esta decisión, serán aceptados con los brazos abiertos. Así, en la decisiva Cumbre de la OTAN en Gales en septiembre de 2014, la “nueva vieja cara” de la Alianza se presentó a Europa y Rusia.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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YUGOSLAVIA DE AYER Y SERBIA DE HOY: LEGADO Y SUCESIÓN EN LA HISTORIA DE UN EXPERIMENTO TRÁGICO Y SANGRIENTO

Giancarlo Elia Valori*

El 28 de junio de 1948, el “Rudé Právo” —el órgano central del Partido Comunista de Checoslovaquia— publicó la resolución del Kominform expulsando al Partido Comunista de Yugoslavia de su seno, acusando a Tito de política de odio hacia la Unión Soviética y de propaganda trotskista y contrarrevolucionaria.

Un cuidadoso análisis de la profesora Carla Konta de Rijeka nos dice en el ensayo American public and cultural diplomacy in Yugoslavia in the fifty and sixties que la excomunión estalinista de Tito, empujó al líder yugoslavo a recurrir a Occidente en busca de alianzas, apoyo financiero y técnico-militar necesario para la supervivencia del país y su crecimiento. Tan pronto como la gravedad de la crisis soviético-yugoslava se hizo evidente, la lógica de la Guerra Fría llevó a un apoyo inmediato para Belgrado desde el bloque occidental. En los años cincuenta, Yugoslavia se convirtió en el socio “comunista” de los Estados Unidos de América y la gran cantidad de ayuda de Washington, asignada en forma de alimentos, dinero no reembolsable, créditos financieros, aplazamientos de cuotas de crédito y asistencia técnico-militar a través de la CIA (f. 1947), el Programa de Ayuda de Defensa Mutua (f. 1949), etc., transformó al régimen de Tito en un claro aliado de la Casa Blanca, y al mismo tiempo también una quinta columna en el campo socialista en los países en desarrollo.

Por lo tanto, añadiría que Yugoslavia se puso a disposición de Occidente, pero sin afectar a su apariencia socialista. Era natural que para Belgrado fuera esencial mantener la forma de gobierno de un Estado independiente tanto en presencia de sus propios pueblos como en relación con los integrantes del Movimiento de Países No Alineados y del Tercer Mundo. Yugoslavia —en el gran escenario de ficción— actuó en esta dirección no uniéndose a la OTAN, pero al mismo tiempo sin renunciar a los subsidios esenciales para la modernización del ejército que la convirtieron en una de las más poderosas y sólidas del planeta. Hasta el punto de que en 1980, el año en que murió Tito, Yugoslavia era uno de los diez mayores exportadores de armas del mundo. Según datos oficiales, con este comercio se adquirió el 72% de las divisas necesarias para comprar otros armamentos. Y para fomentar las ventas, ya en 1970 se instaló una exposición permanente en Nikinci, un pueblo cerca de Šabac, una ciudad y municipio del distrito de Mačva en el noroeste de Serbia Central, en la frontera con Vojvodina y Bosnia y Herzegovina, ubicada a orillas del río Sava. Allí los compradores potenciales podrían probar las armas incluso en un campo de tiro. Cada año, entre 3 y 400 delegaciones se detenían allí, dos tercios de ellas del extranjero.

Debe agregarse que este ludus scenicus duró mientras el Muro permaneció en pie. Después de su colapso, Yugoslavia ya no era necesaria para la Casa Blanca, y los pueblos que componían ese Estado, a quienes la propaganda políticamente correcta, ingenua y servil del Partido Comunista Italiano, titista y pro-foibe, afirmaba que se amaban en una especie de paraíso en la Tierra, comenzaron a matarse unos a otros de una manera que en comparación con la guerra entre Rusia y Ucrania es todavía muy pequeña. Recuerdo a los que lo han olvidado: la guerra de independencia de Eslovenia (1991); la guerra de independencia en Croacia, duró cuatro años (1991-95); la guerra etno-religiosa de tres años en Bosnia y Herzegovina entre católicos croatas, musulmanes bosnios y ortodoxos serbios (1992-95); y, por último, la guerra por la independencia de los albaneses de Kosovo que duró dos años (1998-99). La guerra no estaba a las puertas de Europa como lo es hoy, sino en Europa y a poca distancia de nosotros. En total diez años: a partir del 31 de marzo de 1991 al 12 de noviembre de 2001.

En una Europa sin atributos y sin ejército, rica sólo en palabras y moralismo de cuatro brazos por lira, se olvida que las guerras en el corazón de la Yugoslavia socialista se describen como el conflicto armado más mortífero en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Las guerras yugoslavas han estado marcadas por innumerables crímenes de guerra, incluidos el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, la depuración étnica y las violaciones masivas. Las masacres bosnias fueron el primer evento bélico europeo que se clasificó formalmente como genocida en carácter después de los crímenes del Tercer Reich alemán, y muchas figuras clave de la antigua Yugoslavia que lo perpetraron fueron posteriormente acusadas de crímenes de guerra. El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia fue establecido por las Naciones Unidas en La Haya, Países Bajos, para enjuiciar a todos los que habían cometido crímenes de guerra durante los conflictos.

Según el Centro Internacional para la Justicia Transicional, las guerras yugoslavas han causado la muerte de 140.000 personas a pocos kilómetros de las sedes occidentales de los líderes de Europa, mientras que el Centro de Derecho Humanitario estima al menos 130.000 víctimas. Durante sus diez años de duración, los conflictos también han provocado graves crisis humanitarias y de refugiados. Pero hoy tratamos de olvidar un evento favorecido por la impotencia europea y la conveniencia de algunos países de la actual UE que luego, por intereses comerciales, favorecieron y reconocieron la independencia de algunos componentes de Yugoslavia en proceso de decadencia, golpeando la susceptibilidad de Belgrado y el componente serbio.

Pero, ¿qué queda en Serbia de la herencia yugoslava? Después de la secesión entre 1991 y 1992 de cuatro de las seis repúblicas constituyentes de la República Federativa Socialista de Yugoslavia (Socijalistička Federativna Republika Jugoslavija), el Estado sobreviviente, renombrado República Federativa de Yugoslavia (Savezna Republika Jugoslavija), afirmó ser el sucesor de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, pero las repúblicas recién independizadas se opusieron. Al mismo tiempo, los representantes de Belgrado siguieron ocupando el escaño yugoslavo original en las Naciones Unidas, pero los Estados Unidos de América rechazaron a sus antiguos funcionarios y se negaron a reconocerlo. La población y el territorio de la nueva República Federativa de Yugoslavia eran menos de la mitad de la población de la ex República Federativa Socialista de Yugoslavia.

En 1992, el Consejo de Seguridad de la ONU, mediante la Resolución 777 del 19 de septiembre, y la Asamblea General, mediante la Resolución 47/1 del 22 de septiembre, decidieron no permitir que la nueva RFY se sentara en la Asamblea General con el nombre de “Yugoslavia” sobre la base de que la República Federativa Socialista de Yugoslavia se había disuelto. La República Federativa de Yugoslavia (en 2003 pasó a llamarse Unión de los Estados de Serbia y Montenegro) y fue admitida como nuevo Miembro de las Naciones Unidas el 1° de noviembre de 2000: en mayo de 2006 Montenegro declaró su independencia y Serbia ha seguido ocupando desde entonces la sede de la antigua Unión Estatal de Serbia y Montenegro.

Sin embargo, es bueno volver a la cuestión de la sucesión de la antigua Yugoslavia, para comprender mejor cómo este experimento inaugurado el 1° de diciembre de 1918 (Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos), reconocido oficialmente después de la Conferencia de Paz en Versalles en 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, y fortalecido al final de la Segunda Guerra Mundial en Yalta, fue rechazado y detestado por los pueblos de la antigua Federación hasta el punto de descartar su nombre de la historia.

Las primeras negociaciones sobre la cuestión de la sucesión de la antigua Yugoslavia socialista comenzaron en 1992 en el marco del grupo de trabajo de la Conferencia de Paz para Yugoslavia, que se inauguró el 7 de septiembre de 1991. El acuerdo fue bloqueado inicialmente por la insistencia de la mencionada República Federativa de Yugoslavia (Serbia + Montenegro) para ser el continuador legal y político exclusivo de la Yugoslavia socialista, así como el propietario de todos los activos estatales del anterior gobierno federal socialista, y estaba dispuesto a renunciar a parte de los activos solo como un acto de buena voluntad. La República Federativa de Yugoslavia trató de interpretar la desintegración de la Yugoslavia socialista como un proceso de secesión en serie y no como un desmembramiento completo del estado anterior: pero esta interpretación fue rechazada rotundamente por las otras ex repúblicas yugoslavas.

La Comisión de Arbitraje de la Conferencia para Yugoslavia (comúnmente conocida como el Comité de Arbitraje de Badinter) recomendó una división de activos y pasivos basada en el principio de equidad e incluso se refirió a la Convención de Viena de 1983 sobre la sucesión de Estados en asuntos de propiedad, archivos y deudas del Estado (convención no vigente en ese momento,  firmado por sólo seis Estados miembros, incluida la socialista Yugoslavia). Esta propuesta era inaceptable para la República Federativa de Yugoslavia, lo que motivó al Fondo Monetario Internacional a desarrollar un modelo clave alternativo que incluía el poder económico de las repúblicas y su contribución al presupuesto federal que fue aceptado por todos. La participación clave fue determinada por la República Federativa de Yugoslavia con el 36,52%, Croacia con el 28,49%, Eslovenia con el 16,39%, Bosnia y Herzegovina con el 13,20% y Macedonia con el 5,20%; también se llegó a un acuerdo sobre el oro y otras reservas en el Banco de Pagos Internacionales.

Después del final del bombardeo de la OTAN de Belgrado, Serbia y Montenegro, seguido al año siguiente por el ocaso de Slobodan Milošević (5 de octubre de 2000), los estados sucesores concluyeron su acuerdo. En 2001, con el apoyo de la comunidad internacional, cinco países (Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, la Antigua República Yugoslava de Macedonia —hoy Macedonia del Norte— y la República Federal de Yugoslavia [Serbia + Montenegro]) firmaron el Acuerdo de Sucesión: confirmaron definitivamente que se habían formado cinco estados sucesores soberanos iguales después de la disolución de la antigua Yugoslavia socialista. Este acuerdo entró en vigor el 2 de junio de 2004, cuando el último Estado sucesor lo ratificó. El acuerdo se firmó como un tratado integral que incluía anexos sobre bienes diplomáticos y consulares, activos, intereses y pasivos financieros, archivos, pensiones, otros derechos, así como propiedad privada y derechos adquiridos. En la posterior disolución en 2006 de la Unión de los Estados de Serbia y Montenegro (uno de los cinco estados sucesores antes mencionados) los dos países acordaron la única sucesión serbia de los derechos y obligaciones de su antigua federación.

El trágico legado del “Cielo en la Tierra” yugoslavo fue borrado para siempre.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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