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AFGANISTÁN: CUANDO EN LA GUERRA GANA EL QUE MÁS PIERDE

Alberto Hutschenreuter*

Crédito de la fotografía: Jim Huylebroek para New York Times (helicópteros de Estados Unidos sobre Kabul) 

Tras veinte de años de guerra, en pocas semanas más, en clave recordatoria el 11 de septiembre, Estados Unidos abandonará Afganistán.

¿Fue derrotado el único país grande, rico y estratégico del mundo en el país asiático? No. ¿Ganó Estados Unidos? No. Entonces perdió. Pues su enemigo, principalmente los talibanes, se mantuvo; y con ello negó al oponente la victoria.

Se trata, una vez más, del cumplimiento de la vieja fórmula de pocos pero categóricos términos que explica brillantemente porqué acaba triunfando el “más débil”: “Las fuerzas regulares pierden porque no ganan, las fuerzas insurgentes ganan porque no pierden”.

En la guerra de Vietnam (fines de los 50/principios de los 60-1975), los vietnamitas sufrieron más de un millón de muertos; los estadounidenses, menos de 60.000. En la guerra de Afganistán (1979-1989), los muyahidines perdieron más de 90.000 hombres; los soviéticos, 16.000. En la guerra entre Estados Unidos y talibanes (2001-2021, la guerra más larga y costosa para el poder mayor), hubo (hasta donde se puede saber) más de 45.000 combatientes muertos, mientras que Estados Unidos sufrió 2.500 bajas, sin contar las muertes de efectivos de la fuerza multinacional.

Hay otros casos notables en los que los derrotados han sido poderes preeminentes: Gran Bretaña (dos veces en Afganistán en el siglo XIX), Francia en Indochina y en Argelia en el siglo XX, Holanda en Indonesia, etc.

Acaso lo más curioso en relación con esta modalidad de guerra es que la parte más poderosa nunca termina de aprender la naturaleza de la misma. Aparte del insuficiente conocimiento de las costumbres, tribus e ideas locales, insiste con patrones que difieren de los patrones del oponente. La “derrota” de Estados Unidos en Afganistán se explica, en importante medida, por el enfoque relativo con la legitimidad en la que se apoyan y defienden las partes.

Como muy bien destacan los expertos Thomas Johnson y Chris Mason, una y otra parte en pugna sostienen narrativas diferentes que acaban siendo decisivas en relación con la ruptura de la voluntad de lucha del “invasor”. La legitimidad de los insurgentes afganos, de acuerdo con dichos autores, proviene exclusivamente de dos fuentes: la dinastía y la religión. Pero para Estados Unidos y sus aliados afganos, la legitimidad proviene de elecciones; están convencidos que a partir de ello se logrará la estabilidad.

Se trata de enfoques totalmente opuestos. Algo muy similar sucedió en Vietnam: mientras para los locales la fuente motivadora de lucha se fundaba en el nacionalismo y la unificación, para la fuerza intervencionista se trataba de una guerra para evitar la expansión del comunismo.

Más allá de motivaciones diferentes que implican energías de lucha distintas, en Afganistán y en los otros teatros en los que una de las partes era “menos fuerte”, por detrás y por debajo de las fuerzas regulares propias, aquellas que Ho Chi Minh denominaba “gran guerra”, se despliega el modo revolucionario de guerra o guerra de guerrillas, cuya lógica de lucha difiere de la lógica de la fuerza ocupante en relación con el tiempo, el espacio, el poder de fuego y el número de bajas.

De allí que la permanencia proporciona, la mayoría de las veces, resultados favorables a los locales: hubo un momento en Afganistán, en 2009, cuando el entonces presidente Obama aplicó la “estrategia de incremento” de efectivos, en que los talibanes y otros grupos fueron severamente atacados y debieron retroceder de sus posiciones, “descansando” muchos de ellos en el país que los asiste, Pakistán. Sin embargo, la extensión y la tremenda violencia de la guerra, particularmente en 2014, un “año estratégico” para la reagrupación de los talibanes y los grupos que los apoyaban, llevó a que la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), a cargo de la OTAN, decidiera dar por terminada su misión. Desde entonces, hubo una fuerza más reducida que continuó en el territorio hasta 2021.

En buena medida, se da un escenario que recuerda al estudiado muy bien por el general francés André Beaufre en su clásica obra escrita hace medio siglo, “La guerra revolucionaria”, cuando un cuerpo expedicionario se encuentra aislado en medio de fuerzas locales a las que combate. Dicho cuerpo afronta cada vez más inseguridad. El territorio abarca dos zonas: una parte pacificadora, en la que se asienta y predomina la fuerza expedicionaria y sus aliados, y la zona de los disidentes o insurgentes. El hostigamiento de estos últimos aumenta. La guerra se prolonga y provoca creciente cansancio. Tras años de lucha, el objetivo de esta guerra de cuño colonial parece irrisorio frente a los costos humanos y económicos. Se busca un arreglo, abriéndose una fase de negociaciones interminables, pero durante las mismas la violencia no solo no cesa, sino que se redobla. Finalmente, la fuerza expedicionaria se retira del territorio y los enemigos toman el poder: ya no hay, entonces, una zona de disidentes.

La descripción se parece más a lo que ocurrió en Vietnam. Pero si bien hay diferencias entre Afganistán y Vietnam, sobre todo en relación con el componente tribal-religioso y el sentido de unidad-ideología, respectivamente, hay fuertes similitudes en el modo de llevar adelante la guerra que, en uno y otro caso, a los que hay que sumar el “Vietnam soviético”, termina siendo letal para la fuerza intervencionista.

Por otra parte, el propósito relativo con luchar contra el terrorismo y evitar que el país se convierta en un Estado terrorista o un territorio funcional para el terrorismo, fue acompañado, una vez expulsados los talibanes del poder en noviembre de 2001, de la reconstrucción material de Afganistán por parte de fuerzas internacionales. Y aquí la cuestión de visiones opuestas de las partes y de la población local vuelve a ser un factor desfavorable para la fuerza intervencionista. Como inmejorablemente ha señalado hace ya unos años el experto José Luis Calvo Albero: “En Afganistán el proceso fue similar (a Irak) y la estrategia de ‘corazones y mentes’ terminó por fracasar, aunque el proceso fue mucho más lento. La población afgana se encontraba en un estado tan mísero que difícilmente podía imaginar condiciones peores a las que ya sufría en 2001. La llegada de los soldados occidentales fue recibida con alegría, no porque trajesen con ellos la libertad y la democracia, sino porque existían fundadas esperanzas en que podían mejorar el paupérrimo nivel de vida. Como ocurrió en Irak, la estrategia de ‘corazones y mentes’ se basó en ideas en lugar de en hechos materiales y, aunque la población afgana esperó durante años una mejora realmente perceptible en sus condiciones de vida, terminaron tan cansados y decepcionados como los iraquíes”.

Y aquí el paralelo ya no es Vietnam, sino lo que podría ocurrir considerando lo que ha sucedido en Irak tras la retirada de los estadounidenses. El analista Ben Hubbard lo advierte en su nota del día de ayer (10 de agosto de 2021) publicada en el New York Times, “As U.S. Leaves Afghanistan, History Suggests It May Struggle To Stay Out”, en la que recuerda que, tras el retiro de las fuerzas de Irak en 2011 por orden de Obama, los yihadistas del Estado Islámico establecieron un territorio extremista que obligó a Estados Unidos a enviar nuevamente fuerzas para combatirlos y expulsarlos. Por ello, más allá de la orden del presidente Biden de poner fin a la guerra más prolongada, este podría ser un escenario posible en Afganistán.

En breve, el inminente desenlace de la situación en Afganistán tras el retiro de Estados Unidos, como así los posibles escenarios de confrontación entre la OTAN y Rusia, para tomar un hecho que sucede en paralelo, tienen un común denominador: la ignorancia y el desprecio de la experiencia histórica por parte de Occidente.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG. 

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LOS HIDROCARBUROS IRAQUÍES A PARTIR DE LOS HECHOS DE 2003

Isabel Stanganelli*

Imagen de David Peterson en Pixabay

Iraq, sancionada por décadas, poseía en 2003 reservas de petróleo probadas de 112 mil millones de barriles, 5º lugar mundial luego de Venezuela, Arabia Saudí, Canadá e Irán. Según la Dirección de Información Energética de Estados Unidos, hasta un 90% del territorio iraquí permanecía sin explorar debido a sanciones económicas y guerras desde 1980.

Iraq se mantuvo como miembro de la OPEP entre 1991 y 2003 pero debido a los embargos no podía volver a las cuotas de la Organización en tanto sus exportaciones permanecieran debajo de los niveles de 1991, por lo que en 2003 le resultaba imperioso el levantamiento de las medidas y recuperar su aporte en la OPEP.

Con anterioridad a la Guerra del Golfo de 1991, la producción era de 3,1 a 3,5 millones de barriles por día (b/d) y se estimaba que podría llegar en 2010 a 6 millones y a 7 millones en 2020.

En mayo de 1997 el Director General de Planificación Petrolera de Iraq estableció que debía recomenzar la actividad en los pozos, atraer capitales extranjeros para el desarrollo de nuevos yacimientos y activar la actividad en el desierto occidental. Un mes después el gobierno abrió rondas de licitaciones y unas 60 empresas extranjeras demostraron interés en participar. El resultado de las licitaciones llevadas a cabo en ese año otorgó yacimientos y áreas de exploración a diversas compañías entre las cuales no ingresaron petroleras estadounidenses.

Obviamente, una vez aseguradas las áreas, las compañías ganadoras se mantuvieron sin realizar inversiones pues el país estaba limitado en sus exportaciones por el programa de la ONU “Petróleo por Alimentos”. A fines de 2002 Saddam Hussein exigió a aquellas compañías que habían ganado las licitaciones que comenzaran a operar o perderían sus franquicias.

Los Estados Unidos y el Reino Unido negaron que el petróleo fuera la motivación para la nueva guerra, aunque el cuidado de los pozos al momento de la invasión resultó evidente. En marzo de 2004 el nuevo gobierno de Iraq estaba dispuesto a revisar los acuerdos firmados en 1997 con la rusa Lukoil —principalmente el yacimiento West Qurna— y con la francesa Total —principalmente el yacimiento Majnoon—, inactivas.

Puede observarse en el siguiente mapa la situación de las compañías petroleras como consecuencia de las licitaciones previas a 2003 de exploración y explotación de hidrocarburos:

Mapa elaborado por la autora.

 

2003. Principales pozos productores, millones de barriles y compañías involucradas 

Majnoon (TotalFinaElf –Francia-)

20.000

West Qurna (Lukoil, Zarubezhneft, Tatneft, Mashinoimport, Rosneft –rusas- y una Cía. Iraquí)

15.000

East Bagdad (Empresas rusas)

11.000

Kirkuk (Zarubezhneft y Tatneft –rusas-)

10.000

Rumaila (Zarubezhneft, Mashinoimport, Rosneft –rusas- y CNCP –China-)

10.000

Nahr bin Umar ( Zarubezhneft, Rosneft–rusas-, Slavneft –Belarús-Rusia- y TotalFinaElf –Francia-)

6.000

Halfaya (BHP -Australia-, CNCP –China-, Corea del Sur y AGIP -Italia-)

5.000

Bay Assan (Zarubezhneft y Tatneft –rusas-)

2.000

Buzurgan

2.000

Khabbaz

2.000

Nasiriya (ENI –Italia-, Repsol –España-)

2.000

Khurmala (Turkish Petroleum Intl. Co.)

2.000

Abu Ghirab

1.500

Ratawi (Petronas –Malasia-, CanOxy –Canadá- y Crescent -EAU-)

1.500

Suba (Rusia, India, Argelia e Indonesia)

700

Al Ahdab (CNCP –China- y Norimco)

S/D

Az Zubayr (Zarubezhneft)

S/D

Como complemento de la infraestructura, en 1975 se construyó el oleoducto Estratégico —o Norte-Sur—, de doble vía, que le permitía transportar crudo del norte hacia el golfo Pérsico (Mina al-Bakr) o del sur a través de Turquía a Ceyhan, en el mar Mediterráneo Oriental. Este trazado respondía al volátil entorno de Medio Oriente y permitía exportar hacia el norte en caso de conflictos en el golfo Pérsico o hacia el sur si la situación no permitía el uso del ducto al Mediterráneo oriental. De todos los ductos, este era el único que tenía permitida la exportación durante la etapa de “petróleo por alimentos”.

Los restantes eran el oleoducto de Kirkuk a la terminal siria Banias con un ramal a El Líbano y dos paralelos a Turquía. Otro conectaba con la red de Arabia Saudí y permitía exportaciones a través del golfo Pérsico y el mar Rojo. Existía un oleoducto a Jordania–Zarqa con una longitud de 300 Kms. y se planeaba ampliarlo con un costo de 120 millones de dólares. Este plan era de gran interés de Stroitransgaz (rusa, habilitada en el Bloque 4) e Indian Oil.

En 2003, ya depuesto el régimen de Saddam Hussein, surgió la posibilidad de otra ruta desde Mosul hasta el puerto de Haifa en Israel septentrional que eliminaría a Rusia como abastecedor de petróleo a Israel. El proyecto del oleoducto a Aqaba —favorito durante la administración Reagan—, que pasaría por Jordania, fue postergado debido a la falta de fondos para su construcción, pero dado que era parte de la “reconstrucción” iraquí, la corporación estadounidense Bechtel revivió este proyecto.

Como consecuencia de la mencionada Guerra del Golfo de 1991, el creciente deterioro de los yacimientos, la falta de repuestos y las vetustas técnicas de recuperación del combustible, producirían una declinación irreversible en la producción si no eran actualizadas rápidamente. A principios de 2002 producían petróleo 24 sobre 73 yacimientos iraquíes.

A pesar de las sanciones, Estados Unidos era el principal mercado para el petróleo iraquí (70%). Sus importaciones —a través de terceros— oscilaban entre 700.000 y un millón b/d de petróleo iraquí, con ExxonMobil, Chevron, Citgo, BP, Maratón, Coastal, Valero, Koch y Premcor como los mayores importadores, generalmente encubiertos[1].

El retorno de los inspectores debería haber permitido en julio de 2002 el levantamiento total de las sanciones. Pero los inspectores no pudieron terminar su trabajo y debieron refugiarse en Chipre la noche previa al inicio de la invasión, sin encontrarse —ni entonces ni después—, rastros de las armas de destrucción masiva en Iraq, principal argumento para justificar la Guerra del Golfo 2003.

Tras la invasión, el gobierno de Estados Unidos quiso abrir la industria a los inversores internacionales y a las multinacionales, pero los trabajadores petroleros se opusieron a ello sosteniendo que la riqueza petrolera de Iraq pertenecía a su pueblo y era el único recurso que podría pagar el enorme costo de reconstruir su país después de décadas de guerra.

En 2013 este era el nuevo “mapa” petrolero:

El fin de la ocupación militar de Estados Unidos no significó que los iraquíes tuvieran pleno control de su petróleo. Algunas de las compañías petroleras más grandes de Occidente, como ExxonMobil, BP y Shell, permanecieron en el nuevo mapa iraquí.

A principios de 2012 BP ya se encontraba en el supergigantesco campo petrolífero Rumaila y Royal Dutch Shell junto con Petronas en el supergigantesco campo de Majnún. También se encuentran CNPC (China) en Rumaila, ExxonMobil con Royal Dutch Shell en Qurna Occidental y se adjudicó a la italiana Eni S.p.A., junto con California’s Occidental Petroleum (Oxy) y Korea Gas Corp. el yacimiento Zubair.

El gobierno de Iraq reportó a la OPEP que en febrero de 2021, produjeron 3,87 millones de b/d barriles de petróleo por día (no los 7 millones previstos en 1990) y podría llegar en 2030 casi a 6 millones b/d según las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía (AIE)[2].

La economía de Iraq depende en 99% de la exportación de hidrocarburos.

En las actuales circunstancias, la posibilidad de una retirada de las compañías petroleras occidentales de Iraq parece remota aunque continúa la resistencia a la presencia de los occidentales. La mayor parte del petróleo iraquí se exporta a través de las terminales del sur, que representan más del 95% de los ingresos estatales. Mercados principales: Rusia, Francia, Suiza y China, que en marzo 2020 logró un nuevo contrato de gas en el campo petrolero de Majnoon, a pesar de la fuerte presencia de Estados Unidos en el país: una de las prioridades de China es proporcionar oportunidades de empleo para los iraquíes en el proyecto, así como la transferencia de tecnología moderna al país de Oriente Medio.

 

Referencias

[1] Hosenball, Mark. “Saddam Oily Deals. Were Americans profiting fron Oil-for Food scams?” Newsweek, 25/01/2005, http://msnbc.msn.com/id/6831548/site/newsweek/

[2] “Producción petrolera de Irak desciende 14% en febrero 2021”. Petroguía (Venezuela), 12/03/2021, http://www.petroguia.com/pet/noticias/petr%C3%B3leo/producci%C3%B3n-petrolera-de-irak-desciende-14-en-febrero-2021

LA IDEA CHINA DE LA SEGURIDAD DE LAS NACIONES PARA UN FUTURO COMPARTIDO

Giancarlo Elia Valori*

1955. Conferencia de Bandung.

Los conceptos generales de seguridad nacional y destino humano se complementan entre sí y juntos forman el camino que los países deben seguir para un futuro pacífico. Tienen una lógica interna cercana y persiguen conjuntamente el valor y el propósito de la “persona” colocada en el desarrollo que debe ser la prioridad de cada gobierno.

Por lo tanto, la situación general de los progresos nacionales y extranjeros de cada país debe coordinarse en beneficio del bienestar de la persona, situado más allá de cualquier Estado.

La seguridad nacional general debe centrarse en la planificación general de la seguridad externa e interior. La paz y el orden internacional, así como el desarrollo común de la humanidad son los intereses estratégicos que deben caracterizar a los miembros de la comunidad internacional.

En lo que respecta a la seguridad internacional, en cambio, la idea de una comunidad con un futuro compartido con la humanidad sólo puede sostenerse mediante la creación de un mundo universalmente seguro, en el que se manifieste el destino no sólo de un país, sino de todos los países.

En otras palabras, una comunidad con un futuro compartido para la humanidad es el objetivo más alto del concepto de seguridad universal. Esto significa poner a la gente en el centro.

En el contexto de la globalización, los flujos de población a gran escala constituyen nuevos desafíos a la seguridad nacional. Están obligados a enfrentarse al más alto nivel. En la futura comunidad compartida, la palabra “destino” no es sólo el destino común y a largo plazo de toda la humanidad, sino también el destino de cada persona. La seguridad personal es el interés fundamental de todos los ciudadanos. Por esta razón, el concepto de seguridad nacional sugiere claramente lograr la seguridad de las personas como objetivo, reflejando plenamente un estilo diferente al impuesto hasta ahora por las bombas necesarias para lograr la democracia y las masacres por fuego amigo y enemigo.

Un constructor de paz, un contribuyente al desarrollo global y defensor del orden internacional debe centrarse, ante todo, en salvaguardar los intereses comunes de todos los pueblos del mundo, y no poner a uno “primero” a expensas de todos los demás.

El desarrollo económico pertenece a la categoría de economía, de estructura. Para un país, en cambio, la seguridad nacional pertenece a la categoría de superestructuras. Por lo tanto, el nivel general de seguridad nacional y el nivel de construcción de una comunidad con un futuro compartido para la humanidad dependen fundamentalmente del progreso igualitario de la estructura y las superestructuras que deben ir de la mano.

Las formas nacionales individuales de gobernanza deben considerar las preocupaciones razonables de los demás países y promover el desarrollo común de todas las personas de acuerdo con sus capacidades y sin imposiciones externas.

En la visión global de la seguridad nacional, la certeza de una política válida, y de sus intérpretes serios, es otro factor fundamental. En particular —cualquier programa de entrevistas políticos y pseudo-intelectuales que lamentablemente abundan en Italia— el mundo actual todavía ve la coexistencia de dos sistemas sociales, el capitalismo y el socialismo (China, en primer lugar), con un fuerte capitalismo basado en las patrias y las “colonias” y un socialismo débil.

Es obvio que los países occidentales (es decir, EEUU+RU+“colonias”) inevitablemente utilizarán cualquier medio para contener el ascenso de la República Popular China denigrando y atacando el sistema político socialista con características chinas.

Si lo pensamos, una de las razones desastrosas y fatales para la desintegración de la Unión Soviética en ese momento fue la estúpida idea desarrollada inicialmente por Jrushchov después de la desestalinización, es decir, tratar de imitar —sin una estructura adecuada— el modelo estadounidense tanto en defensa como en un supuesto consumismo, así como diluyendo el marxismo. Una era tan impensable e injustificada de “evolución pacífica” a largo plazo de la ideología soviética y del sistema socialista como para ser “aceptada” por los países occidentales, que absurdamente fueron llamados como garantes del socialismo (Acuerdos de Helsinki de 1975). Más tarde esto llevó a Gorbachov a ser el primero en abandonar el socialismo e inventar la llamada perestroika (“reestructuración”), que condujo a la conocida implosión —para deleite del mediocre presidente estadounidense, Ronald Reagan— y al fin del socialismo científico europeo. Bajo el liderazgo de Boris Yeltsin y sus boyardos, Rusia apenas se convertía en una dependencia estadounidense. Sin embargo, como la suerte lo haría, el vodka ruso corrió su curso y Vladimir Vladimirovič restauró la dignidad al país. China no cometió ese error y Deng Xiaoping le impidió volver al país de trato desigual

El punto de vista tradicional indica que la “seguridad” significa la ausencia de amenazas internas, y la seguridad nacional significa la ausencia de amenazas de enemigos extranjeros. Hoy en día, el significado de la “seguridad” se ha expandido considerablemente. El estudioso de la política internacional, Yan Xuetong dice: “La definición de ‘seguridad’ no es miedo, no hay amenaza y no hay incertidumbre”. El significado de la seguridad nacional en la China moderna es más amplio ahora que en cualquier otro momento de la historia.

En comparación con el concepto tradicional de seguridad, la palabra “global” refleja plenamente la idea de que el concepto actual es más completo y sistemático. En consecuencia, la razón por la que todos los países del mundo reconocen la idea de comunidades con un futuro compartido es que esta idea es una receta eficaz para superar el fenómeno de la “fragmentación” global en el mundo actual.

Sin embargo, se trata de interpretar la palabra “global”. La diferencia más significativa entre la perspectiva internacional china y la liberal es que el socialismo en sí mismo tiene un contenido ideológico, histórico y tradicional de integración y se dedica a la búsqueda de la cooperación y la liberación de todos los pueblos de acuerdo con los cinco principios de la Conferencia de Bandung (1955), en la que China siempre ha basado su política exterior.

La perspectiva internacional liberal, en cambio, sólo persigue la globalización aparentemente, pero en realidad es impulsada por los países capitalistas occidentales para servir a sus propios intereses y a sus propias corporaciones multinacionales. Por el momento, los países desarrollados occidentales que se encuentran detrás de Estados Unidos aparecen como una fuerza antiglobalización, porque están descubriendo que la globalización se está desviando cada vez más de su propio gobierno y dominación.

Cuando queda claro que los viejos maestros de África, con la correa de la Casa Blanca, ya no pueden hacer lo que quieran en ese continente, los mencionados políticos y pseudo-intelectuales se instalan, diciendo que los chinos son malos y no respetan los derechos humanos. Porque los chinos quieren quitarles petróleo, diamantes, biocombustibles, agua, etc. (de los antiguos maestros de África), mientras que hasta ayer el Reino Unido, Francia y las multinacionales estadounidenses y belgas, etc., robaban todo lo que podían. Hoy China ha llegado con sus tratados de igualdad de dignidad, y las “colonias” occidentales se están poniendo histéricas.

En este contexto, China mantiene en alto el estandarte de un tipo de globalización que siempre ha respetado a través de los estrictos dictados de los cinco principios de Bandung:

  1. respeto mutuo a la soberanía y la integridad territorial;
  2. no agresión entre sí;
  3. no injerencia mutua en los asuntos internos del otro;
  4. igualdad y beneficio mutuo;
  5. coexistencia pacífica.

Si se lee con atención, son exactamente lo opuesto al infame colonialismo europeo (siglos XIX-XX). Esta es la razón por la que China recibe continuamente un gran apoyo, no sólo de un gran número de países en desarrollo, sino también de países europeos bien establecidos como Alemania, Suecia, etc. Mientras que en Italia las órdenes del torpe Presidente de Estados Unidos hacen posible que un dignatario chino sea recibido en Roma por uno de nuestros rangos inferiores.

En Italia no queremos entender que una comunidad internacional con un futuro compartido para la humanidad es ante todo una comunidad de intereses, especialmente cuando los países del mundo aún no han salido del atolladero de la crisis financiera y el crecimiento económico mundial es lento.

Los países del mundo deben resolver primero los problemas de desarrollo y pobreza, así como reducir las fricciones. Las cuestiones no tradicionales de seguridad mundial, como la seguridad alimentaria, los escasos recursos, las explosiones de población, la contaminación ambiental, la prevención y el control de enfermedades infecciosas, pandemias y delitos transnacionales sólo pueden abordarse con el acuerdo de todos.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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