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ADIÓS LIBERTAD, ADIÓS

F. Javier Blasco*

Siempre se ha dicho que el que algo quiere, algo le cuesta, que viene a ser más o menos, que nada es gratis, todo tiene un precio, o al menos un peaje o canon que pagar por muy pequeño que este sea. Razonamiento simple y basado en la observación de los hechos que suceden con determinada frecuencia aunque, en los últimos tiempos, dichos peajes vienen siendo más graves, más personales, nos afectan a todos y a la mayor parte nuestras relaciones individuales y colectivas.

Peajes, que muchas veces se traducen en reales restricciones; que pueden venir impuestos por las autoridades, la aplicación de la Ley, la sociedad, el ambiente en el que nos movemos y hasta a veces, las imponemos nosotros mismos como corrección de lo ocurrido o en previsión de que lo acontecido no vuelva a ocurrir, o al menos que de suceder lo haga, con menor intensidad y gravedad que recientemente.

Solemos pensar que a medida que la sociedad crece en conocimiento, desarrollo y tecnología nos volvemos más libres, tenemos más tiempo para dedicarnos a nosotros, a la familia y amigos, a nuestras preferencias y hobbies, pero siento decepcionarle porque, si se analiza críticamente, eso no es verdad.

Muchas veces esas “libertades” personales, sociales y políticas que pretenden vendernos se pueden llegar a convertir en yugos que no solo arrastramos para siempre o durante un largo periodo; incluso en la mayor parte de los casos, hasta pueden cambiar los modos y formas para el desarrollo y el desenlace de nuestra vida cotidiana o habitual.

El legislador, que es quien realmente sostiene la sartén por el mango, tiene por misión fundamental buscar nuestro bienestar, o al menos tratar de conseguirlo. Esa es la teoría, que como principio no está nada mal; pero resulta que en el ejercicio de dicho liderazgo y de tal autoridad, a veces se confunde o se transforma en otra cosa que puede fácilmente definirse como el abuso de autoridad.

Ocultándose o amparándose tras ese aparente papel de protector de la sociedad y, hasta algunas veces, envuelto o con el apoyo de una aureola más grande con el sello de asociación de estados de carácter internacional, los que mandan y rigen los designios de las localidades, las regiones, los estados o de la vida universal legislan o acuerdan hacer algo que, por aquello de estar pensado y presentado, como algo de interés general, por nuestro bien y el de todos los demás, no podemos resistirnos o negarnos a acatar. Acatamiento que puede ser de forma voluntaria o por el temor de ser merecedor de una multa o punición de carácter personal o general.

Ejemplos hay muchos en la vida; lejanos, intermedios o más cercanos y de procedencia muy variada, como aquellos debidos a los cambios o imposiciones en las costumbres sociales; los derivados de la interpretación, desarrollo o aplicación de la religión; las apariciones y puesta en práctica de nuevas tendencias o ideas políticas; las invasiones y las guerras entre los pueblos; las revoluciones; las propagaciones de las enfermedades; el descubrimiento de nuevas partes del mundo, las mejoras en las tecnologías, los modos y medios de viaje; las comunicaciones y en definitiva, todo tipo de desarrollos que aunque nacieron y fueron presentados y hasta aceptados como consistentes mejoras para nuestras vidas; en cierto modo, han venido cambiando o imponiendo nuevas normas de comportamiento u obligaciones, que llegan para quedarse para siempre entre nosotros e imprimen su sello bien diferenciado y peculiar.

De todos los casos posibles, solo quisiera resaltar tres de ellos y no porque sean los más importantes, sino porque crearon cierto tipo de consecuencias o imprimieron un sello muy significativo aunque cada uno con diversa aplicación e intensidad. Para empezar, conviene hablar de la famosa “Ley Seca” en los Estados Unidos de América del año 1920 traída por Andrew J. Volstead, senador republicano por Minnesota, quien promovió la conocida como Acta de Prohibición, una ley que implementó la 18ª enmienda a la Constitución norteamericana. La prohibición, supuso la imposibilidad de vender, producir, importar o incluso transportar alcohol en el país; en definitiva, la abolición radical de todo tipo de alcohol (cerveza, vino, destilados de alta graduación), con ciertas excepciones, como el vino empleado para fines litúrgicos.

El movimiento vino arrastrado por una serie de iniciativas de carácter religioso y social tanto en Canadá como en EEUU durante el último cuarto del siglo XIX entre los protestantes y ciertos movimientos feministas (las propias mujeres), que reclamaban sus derechos para lograr la mejora del comportamiento personal o conyugal de los hombres, usualmente grandes bebedores en aquella época.

Tras años de tensiones, a favor y en contra; finalmente se alcanzó dicha iniciativa que, como ya se ha mencionado, se presentó como algo muy saludable y un paso adelante para la mejora de los comportamientos sociales y los derechos de la mujer. Tanto es así que se llegó a afirmar que “todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno». Frase con la se dirigió el 16 de enero de 1920 el reverendo Billy Sunday a una multitud de unas 10.000 personas que celebraban con él el funeral de John Barleycorn (nombre que se le daba al whisky en el argot norteamericano).

La realidad fue bien diferente y tal prohibición dio origen y pábulo a que rápidamente se produjeran efectos totalmente adversos como enriquecerse ilegal y rápidamente determinados sectores de la sociedad y la economía, al contrabando de whisky con todas sus connotaciones, la expansión y desarrollo del crimen, las mafias y el inicio del negocio de la droga. Miles de familias rotas, negocios por los suelos y toda una serie de grandes conflictos legales.

18 de junio de 1931. En las afueras de Nueva York,  agentes del gobierno destruyen barriles de cerveza clandestina durante la época de la ley seca.

Las reales consecuencias de aquella “noble y sana” iniciativa que afectó a una nación fueron bastante nefastas; las bandas criminales, casi de inmediato, surgieron o se multiplicaron para tomar el control de la industria del alcohol y de otros muchos legales o ilegales negocios más. Brotaron bares clandestinos en todo el país para vender licor ilegal, aumentó la prostitución, el crimen organizado y la extorsión; decenas de millones de personas desobedecieron la legislación y nunca se lograron los objetivos pretendidos con tamaña iniciativa. En 1933, tras el fracaso de la ley, fue derogada, siendo la única vez que una enmienda constitucional ha sido anulada en dicho país.

Otro ejemplo de carácter mucho más general y global, impulsado por las consecuencias de un terrible atentado terrorista, son las restricciones a los vuelos tras el tristemente famoso “11- S del año 2001” sobre EEUU. Atentado, perfectamente calculado y preparado por Al Qaeda que provocó unas cifras de unos 3.000 muertos y más 6.000 heridos.

En concreto, los terroristas secuestraron cuatro aviones de pasajeros en los que previamente, introdujeron personal yihadista, medio entrenado civilmente en el propio EEUU para que finamente, dos de ellos embistieran en los rascacielos conocidos como las Torres Gemelas. A consecuencia del impacto, algo más tarde y sin dar tiempo a su evacuación, cayeron envueltos en sendas nubes de humo y escombros. Otro de los aviones impactó en el Pentágono y el cuarto, que no llegó a alcanzar su objetivo, se estrelló en un campo a las afueras de Shanksville, en Pensilvania.

11-S. Atentado al World Trade Center

Como consecuencia de este terrible atentado, retransmitido en directo por todas las televisiones del mundo, cambió los modos y las formas de viajar, la seguridad y el control en los aeropuertos; el manejo, tipo y capacidad de los equipajes de mano; los pocos elementos líquidos y sólidos a transportar; los utensilios a manejar para las comidas a bordo y toda una serie de medidas de control directas e indirectas sobre el personal y el material a embarcar o durante el vuelo, han cambiado totalmente y con ello nuestra forma de viajar. Lo peor de todo aquello, es que todos estos inconvenientes y quizás alguno más, se han quedado con nosotros para la eternidad y todos los aceptamos sin rechistar como un canon en favor o beneficio de nuestra seguridad personal.

Sin embargo, otros atentados como el que sufrimos en Madrid el 11-M de 2004, terrible aunque de menor entidad que el 11-S, no han sido objeto de grandes cambios en la medidas especiales de seguridad en los transportes púbicos de las grandes ciudades tanto en España, como en el resto del mundo. Hecho extraño este, que pocos se paran a analizar; quizás sea, porque no quedó muy clara su autoría, porque a consecuencia de aquello hubo un gran cambio electoral y puede que al partido beneficiado, el hecho y su razón de ser real no le interesaba mucho airear o porque tras el juicio a los presuntos autores, por mucho que el propio juez quiso alardear y hasta obtuvo ciertos réditos personales, la verdad, es que no se pudo sacar casi nada y quedó mucho por aclarar. La cuestión es que se pasó pronto página y no se apreció entonces, ni se aprecia hoy, algún tipo de cambio en el comportamiento, seguridad ni en la forma de viajar en aquellos medios que se usaron para matar.

11 de marzo de 2004. Atentados en Madrid.

Dicho esto, llegamos al último y más reciente evento que ha servido de alarma, presión y cambio de rumbo en el aspecto social, económico, sanitario y de relación en todo el mundo y del que aún estamos en fases lejanas de poder afirmar que se ha superado ya con lo que las consecuencias y acciones se pueden agrandar; me  refiero claro está a la pandemia provocada por un virus bautizado como COVID-19.

Una pandemia, que por presiones políticas, económicas o espurios intereses políticos o personales se ha tardado en identificar públicamente, a pesar de contar con los medios y organismos bien capaces para su detección y alarma precoz. Fatalmente, cuando ya no había más remedio, se intentó ocultar a varios niveles, pero sobre todo, por países gobernados o en manos de estrafalarios, incompetentes y falsarios gobernantes como en España, Reino Unido, EEUU, Irán y Brasil principalmente.

Imagen de Tumisu en Pixabay

Gobiernos que han tratado de menospreciar y ridiculizar la profundidad de la pandemia; mirar para otro lado; no seguir las recomendaciones internacionales sobre el aislamiento; retrasaron evitar las ocasiones de transmisión o de contagio masivo; aplicaron tarde el necesario control de las fronteras, la preparación y el adiestramiento del personal sanitario, la acumulación de material y la habilitación de suficientes lugares seguros y bien equipados para la lucha contra la más que previsible y grave infección mortal de los últimos tiempos.

Finalmente, a pesar de tanto descubrimiento, adelanto y nuevas tecnologías, hemos tenido que combatir la infección con similares armas que hace siglos, el aislamiento en los hogares y el abandono de nuestros allegados, mayores y enfermos en manos de personal sanitario —más o menos cualificado— o a su libre albedrío, suerte y buena voluntad.

Se nos ha prohibido durante semanas visitar a los seres queridos, sacarles de los focos de muerte, acompañarlos mínimamente en lechos de dolor, velarlos cuando ya han fallecido y enterrarlos con la más mínima dignidad e intimidad familiar.

Con la excusa de evitar mayores calamidades y otro tipo de contagios, todo se ha justificado y hasta permitido sin casi rechistar. Ahora, al llegar el momento de empezar a pedir responsabilidades, nadie quiere hacerse cargo de la suya aunque sea parcial o en su totalidad.

No hay sinceridad, todos sabemos que en mucho países, las cosas no se han podido hacer peor, y encima de llegar siempre tarde y mal, los dirigentes políticos aunque sigan desorientando y toreando a la población con bombardeos de datos falsos y ocultándoles situaciones inverosímiles de alcanzar, aparecen ante los medios con proclamas mesiánicas, empalagosas y falsas palabras auto evaluando de notable la gestión de este mal.

Los graves y duraderos rescoldos de esta larga agonía, no se centran solo en las muchas decenas de miles de muertos que quedan atrás; hay que tener presente las ocasiones laborales truncadas por una mala previsión política, por reaccionar tarde y/o exageradamente para evitar volver a caer en situaciones extremas. En los miles de empresas cerradas o quebradas para siempre, los millones de parados, los obligados cambios en las forma de trabajo. Las limitaciones durante meses o años para disfrutar del solaz o el ocio, de las vacaciones en el mar, los viajes tranquilos o en grupo allende fronteras y sin limitar, las celebraciones multitudinarias, los besos y abrazos y el no podernos quitar esa sensación de pánico que para siempre nos acompañará con un temor desorbitado hacia aquel vecino o amigo al que ya no nos gusta saludar y con el que mantenemos una distancia prudencial o hasta mucho más.

Las medidas de control de la población a base de geolocalización y otros medios más sofisticados, los seguimientos y test varios en busca del menor síntoma o cuando una recaída vuelva aunque sea mínimamente a amenazar, las dificultades de paso para el embarque y desembarque en los aeropuertos y puertos, las nuevas incomodidades de los viajes placenteros en pequeñas embarcaciones, en tren o autobús, los cierres temporales de fronteras, las forzadas cuarentenas y la obligación de tener que pagar con el móvil o la tarjeta, aunque sea una mínima cantidad o que por la edad, no lo sepamos o no la queramos usar.

Esa distancia social y el uso del teletrabajo para muchos actos de la vida que de siempre han sido presenciales, cálidos y amables, nos llevarán a ser atendidos por Internet o atados obligatoriamente a maquinas con cintas grabadas que te contestan lo que quieren, te ofrecen de todo menos de lo que necesitas y acabas abjurando de ellas tras media hora de intentar e intentar.

Los miedos a los hospitales o a ser intervenidos por aquello de lo que te pueden contagiar, el uso obligado de la mascarilla para muchos actos de la vida, el implementado distanciamiento social, el cada vez menos uso del dinero y de nada que se pueda tocar, nos llevará sin lugar a dudas a una situación de histeria, de separación entre amigos, vecinos y hasta familiar y, sin duda, a una sospecha y denuncia de todo y todos que ya veremos cómo podrá acabar.

Para colmo de males, y como quien no quiere la cosa, muchos gobiernos y hasta organizaciones internacionales, aprovechan y aprovecharán esta situación de caos y pánico generalizado para legislar a su imagen y semejanza, bajo o por la excusa de nuestra protección colectiva y personal y acabaremos mucho más controlados en todos los actos y hasta en lo que antaño fue nuestra intimidad. Ya hay gobiernos como el británico, que aconseja o prohíbe las relaciones sexuales de parejas que no convivan en el mismo hogar.

Veremos, si finalmente los gobiernos y la sociedad en general, se deciden a aplicar el necesario remedio a la mayor lección aprendida de todo este desastre y maldad; cambiar las normas de juego y de atención a nuestros ancianos, que lo han dado todo y, sin embargo en la mayor parte del mundo, por vivir en residencias o en su casa en soledad, han sido clasificados como material desechable y los primeros a no cuidar.

Esperemos y deseemos que esto no vuelva a ocurrir, porque la vida es muy corta, dura y tenaz; por lo que todo aquello que ahora nos parece necesario, conveniente y hasta lejano, en unos pocos años se le podrá también aplicar a los que hoy defienden —aunque sea de hurtadillas— su necesidad; y entonces, será el momento para aquellos de pensar, que si lo hubieran hecho como debió ser, jamás le tendría que pasar.

* Coronel de Ejército de Tierra (Reserva) de España.  Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas.

Miembro de la SAEEG.

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EL CONFLICTO DEL ATLÁNTICO SUR (PARTE 1). DE LA HISTORIA DE LAS MALVINAS A LOS ANTECEDENTES DEL CONFLICTO DE 1982.

Marcelo Javier de los Reyes*

Uno de los cuatro mapas de las islas Malvinas del siglo XVIII, previas a la ocupación británica, pertenecientes a la colección Pedro de Ángelis de la Biblioteca Nacional de Brasilia, que fueron entregados por la Cancillería de Brasil a la Argentina en 2012.

La guerra de Malvinas fue el conflicto bélico en el que se enfrentaron la Argentina y el Reino Unido por el control de las islas Malvinas entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Para la Argentina se trata de un territorio usurpado por una potencia colonial.

Como el conflicto involucró un espacio geográfico mayor al de esas islas, ya que se extendió a las islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, sería más apropiado hablar del Conflicto del Atlántico Sur.

Comparado con el océano Pacífico, el Atlántico Norte así como con otros espacios marítimos, la zona austral del océano Atlántico puede ser considerada virtualmente un área ausente de conflictos bélicos, a excepción de las batallas navales de la Primera y Segunda Guerras Mundiales y del Conflicto del Atlántico Sur.

Treinta y siete años después de terminada la Segunda Guerra se produjo este enfrentamiento armado que sería el único que se centró en el Atlántico Sur en el siglo XX. Esta guerra se enmarcó indirectamente en un conflicto mayor, la Guerra Fría, por lo cual fue sobredimensionada por los países centrales, llegándose incluso a considerar —hacia el final de ese conflicto—, que una vez derrotadas las fuerzas armadas argentinas por parte del Reino Unido estaría el peligro de que “los militares argentinos dieran un giro prosoviético o que un contragolpe interno cambiara su férreo anticomunismo”[1].

El Conflicto del Atlántico Sur produjo una gran movilización de recursos bélicos por parte del Reino Unido, la mayor luego de la Segunda Guerra Mundial, y contó con el apoyo de los Estados Unidos y del resto de los Estados miembros de la OTAN.

Antecedentes

Las islas Malvinas formaron parte de España conforme a lo dispuesto por los primeros instrumentos internacionales que delimitaron el “Nuevo Mundo”, tras la llegada de los europeos al continente americano en 1492. Estos instrumentos son las Bulas Pontificias y el Tratado de Tordesillas de 1494, acordes con el derecho internacional de la época.

Durante la mayor parte del siglo XVI, sólo navegantes al servicio de España surcaron las rutas marítimas próximas a la costa de América del Sur, en su búsqueda del paso interoceánico. En esa exploración fueron descubiertas las islas Malvinas por integrantes de la expedición de Magallanes en el año 1520 y, a partir de ese momento, toda la región austral de América, incluidas sus costas, mares e islas, quedaron dentro de la jurisdicción de España, lo que fue razón suficiente para que la corona española formulara una protesta cuando marinos de otras naciones se aventuraban en los territorios bajo su soberanía.

En 1655 el Reino Unido ocupó Jamaica (1655) durante el protectorado de Oliver Cromwell, en el marco de la política que se denominó Western Design (“Designio Occidental”), por la que procuraba arrebatarle a España sus posesiones en América, para poder apropiarse de sus riquezas y fortalecer y expandir el protestantismo en detrimento del catolicismo, representado por la corona española. Esta política desencadenó la guerra anglo-española entre los años 1655 y 1660. Jamaica no fue restituida a España y fue utilizada para operar contra las posesiones y navíos españoles.

Durante todo el siglo XVII, España e Inglaterra firmaron varios tratados destinados a reducir la tensión entre ambas potencias: el Tratado de Londres, Tratado de Paz, Alianza y Comercio (1604); Tratado de Madrid, Tratado de Paz, Confederación y Comercio entre España e Inglaterra (1630); Tratado Secreto entre Carlos Estuardo y Felipe IV (1656); Tratado de Paz y Comercio entre las coronas de España e Inglaterra (1665); Tratado de Renovación de Paz y Alianza y Comercio entre las coronas de España y de Gran Bretaña (1667); Tratado para Restablecer la Amistad y Buena Correspondencia en América entre la Corona de España y de Gran Bretaña (1670), también conocido como “Tratado de Godolphin” (por el diplomático británico); Tratado de Unión y Alianza Defensiva entre las coronas española e inglesa (1680).

Al finalizar la guerra de Sucesión Española, en 1713, fue firmado el Tratado de Utrecht —también conocido como Paz de Utrecht—, constituido por un conjunto de tratados celebrados entre las potencias que se enfrentaron en ese conflicto. A través de uno de ellos el Reino Unido reconoció los dominios de España, salvo Gibraltar y Menorca que fueron tomados durante el conflicto. 

Tratado de Utrecht, 1713

En lo que respecta estrictamente al Atlántico Sur, debe señalarse que las islas Malvinas habían sido exploradas en 1690 por el marino británico John Strong, bautizando con el nombre del Falkland al pasaje que las separa y que es denominado estrecho de San Carlos por la Argentina. Los británicos habían considerado ocupar las islas pero ese proyecto fue abandonado debido a las protestas de España.

En 1764 el navegante francés Louis Antoine de Bouganville tomó posesión de las islas en nombre del rey de Francia y en 1765, las cuales ya eran conocidas por los navegantes y comerciantes de Saint Maló, en la región de Bretaña, Francia, de donde deriva el nombre de Malvinas ya que ellos las denominaron Malouines en homenaje a su ciudad.

Por su parte, el Comodoro Byron hizo lo propio en nombre de Su Majestad británica fundando Puerto Egmont.

En 1766 el rey de Francia reconoció la soberanía española sobre las islas y en 1767 Bouganville se las entregó al primer gobernador español, Felipe Ruiz Puente. Por su parte los británicos se retiraron definitivamente en 1774.

Luego de la independencia argentina, el 6 de noviembre de 1820, el marino y corsario estadounidense David Jewett, al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tomó posesión de las islas Malvinas al mando de la fragata Heroína. Además de afianzar la Soberanía Nacional en las islas, la posesión tenía por objetivo evitar la destrucción de las fuentes de recursos necesarios para los buques que, de paso o recalada forzada, arribaran a las islas para que pudieran aprovisionarse con el mínimo de gastos y molestias, como lo notifica el capitán Jewett a través de una circular.

El 6 de noviembre de 1820, el marino y corsario estadounidense David Jewett, al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tomó posesión de las islas Malvinas al mando de la fragata Heroína.

En 1826 el gobernador argentino Luis Vernet se estableció en Puerto Soledad. En 1831 arribó la goleta estadounidense Lexington que saqueó la colonia argentina provocando un conflicto diplomático con los Estados Unidos.

A fines de 1832 el gobierno de Buenos Aires destinó a las islas la goleta Sarandí al mando del capitán Pinedo.

Orígenes del conflicto

La disputa por la soberanía de las islas Malvinas tiene su origen en la usurpación de las mismas llevadas a cabo por el Reino Unido en 1833, cuando la corbeta inglesa Clio desalojó a los pobladores y a la guarnición argentina, en el marco de su política de dominar los mares. De este modo estableció dominios en puntos clave del planeta, algunos de los cuales continúan bajo soberanía de la corona británica y constituyen enclaves estratégicos:

  • Peñón de Gibraltar. Tras la guerra de Sucesión española se firmó el Tratado de Utrecht por el cual “El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar” (artículo X del tratado).
  • Diego García. Luego de la derrota de Napoleón, en 1815, la isla pasó a manos del Reino Unido,
  • Malta. En 1815, el Congreso de Viena consagró la soberanía británica sobre esta isla desde la cual los británicos, sumado al peñón de Gibraltar, podían dominar el mar Mediterráneo.
  • Hong Kong. En 1842 obtuvo la “cesión a perpetuidad” de la isla luego de atacar a China en la primera Guerra del Opio. En 1997 el Reino Unido transfirió el territorio nuevamente a la soberanía de China.
  • Santa Helena. Esta isla del Atlántico Sur tiene una ubicación geoestratégica entre África y América. Sus instalaciones militares fueron utilizadas durante el Conflicto del Atlántico Sur. Bajo la jurisdicción de las autoridades británicas de Santa Helena también se encuentra la isla Ascensión otro grupo de islas de la cual se destaca Tristán da Cunha.
  • Honduras Británicas (actual Belice). Si bien desde 1763 España le permitió a los ciudadanos británicos iniciar la explotación de la riqueza maderera, recién en 1862 las Honduras Británicas se convirtieron en colonia del Reino Unido.

El Conflicto del Atlántico Sur tiene su origen con anterioridad a la recuperación de las islas Malvinas por parte de la Argentina el 2 de abril de 1982. La Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS) (1988), en su Informe Final, más conocido como Informe Rattenbach, expresa:

El incidente de las Islas Georgias del Sur se originó al desembarcar personal argentino en la Isla San Pedro, izar el pabellón nacional —por propia iniciativa— y no cumplimentar requisitos de inmigración exigidos por las autoridades británicas.

Este hecho se transformó en el elemento desencadenante del conflicto del Atlántico Sur, al producir una reacción británica considerada exagerada, y precipitar la decisión de la Junta Militar de adelantar la operación “Azul”.[2]

El personal al que se refiere el informe pertenecía a la empresa Islas Georgias del Sur S.A. El incidente de las islas Georgias del Sur se desencadenó a partir de una operación comercial privada llevada a cabo por el comerciante argentino Constantino Davidoff, quien firmó un contrato con la compañía escocesa Salvensen Limited en septiembre de 1979 y que caducaba en marzo de 1983.

La operación comercial consistía en el desguace de los puestos balleneros pertenecientes a una empresa británica ubicados en la isla San Pedro.

Las tramitaciones correspondientes se realizaron en el marco del Convenio sobre Comunicaciones de 1971 que permitía los viajes entre las Malvinas y Argentina pero que no incluía a las islas Georgias del Sur[3].

Davidoff visitó Puerto Leith en diciembre de 1981 transportado por el buque ARA Almirante Irizar a los efectos de inspeccionar las instalaciones que había adquirido como chatarra. A su regreso a Buenos Aires Davidoff, quien había viajado con autorización de la embajada británica en Buenos Aires, fue citado por el embajador británico Williams para advertirle que debió haberse presentado en Grytviken antes de dirigirse a Leith para obtener su correspondiente permiso.

En una entrevista que Davidoff brindó a la BBC en 2010, Davidoff dijo que a fines de 1981 visitó al embajador británico en Buenos Aires, habló con las autoridades de las islas Malvinas y firmó un contrato por US$ 270.000 con los propietarios escoceses de la estación ballenera abandonada[4]. Posteriormente, conversó nuevamente con el embajador británico para asegurarse de que ya no había nada más que él debiera hacer. El artículo de la BBC informa que la versión del empresario “está certificada por el informe del Comité Franks, de 1983, llevado a cabo por las autoridades británicas para explicar los sucesos que condujeron al conflicto”.

A fines de febrero de 1982 Transportes Navales informó a la empresa Islas Georgias del Sur S.A. que el personal sería embarcado el día 11 de marzo de 1982 en el buque Bahía Buen Suceso para trasladarlo a Puerto Leith.

Siempre conforme al Informe Rattenbach, el día 3 de marzo de 1982 y luego de tomar conocimiento de los cables procedentes de la embajada británica en Buenos Aires, la Primera Ministra Margaret Thatcher ordenó preparar “planes de contingencia” y consultó al ministro de Defensa acerca de cuánto tiempo le insumiría a los buques de la flota llegar a las islas Malvinas, en caso de ser necesario.

Paralelamente las Fuerzas Armadas argentinas fueron siguiendo la evolución de los acontecimientos y tomando una postura de negociación poco flexible. No obstante dejaron de lado la operación “Alfa” que consistía en aprovechar la operación comercial de Davidoff para realizar el asentamiento de un grupo científico en la isla San Pedro, siguiendo el modelo llevado a cabo en las islas Sandwichs del Sur en 1976[5].

El Grupo “Alfa” se compondría de 15 hombres al mando del teniente de navío Alfredo Astiz y debía permanecer en Tierra del Fuego afectado a la Campaña Antártica en tarea de adiestramiento hasta ser trasladado a Puerto Leith.

El personal de la empresa desembarcó el 19 de marzo en Puerto Leith y según las versiones británicas procedieron a izar la bandera argentina aunque las declaraciones de Davidoff desmienten el hecho y afirma que la bandera ya se encontraba en el lugar. No obstante la bandera fue arriada inmediatamente.

Los operarios de la empresa de Davidoff en las Georgias

En la mencionada entrevista que Davidoff mantuvo con la BBC, afirmó que no había militares entre sus trabajadores, que no izaron la bandera ni cantaron el Himno Nacional. Sostiene que era un acuerdo comercial y, enfáticamente, expresó: “Habría tenido que estar loco para permitir que me lo arruinaran[6]. Todo lo que hacía falta era una llamada de la embajada británica y habría retirado a mis trabajadores, habría cancelado mi contrato”. Agrega que “se podría haber evitado una guerra”. Davidoff insiste en que el Reino Unido dio inicio a la guerra al enviar un contingente militar a enfrentar lo que era un asunto civil[7].

Cuando el personal de Davidoff se encontraba en Puerto Leith, miembros de la British Antartic Survery (BAS) de Grytviken observaron el desembarco e informaron al gobernador Rex Hunt en las islas Malvinas “que un grupo de civiles y militares argentinos había invadido la isla San Pedro”.

Siguiendo instrucciones del Foreign Office el embajador británico en Buenos Aires expresó a la Cancillería Argentina que había recibido órdenes de Londres de presentar un mensaje conteniendo los siguientes puntos: los obreros debían abandonar Puerto Leith y presentarse en Grytviken; se debía arriar la bandera; no se debía interferir en las instalaciones de la B.A.S.; no se debían alterar las señales; no se debía permitir desembarcar personal militar ni se debía permitir llevar armas a tierra.

A ello agregó que el incidente era considerado como “muy serio” por las autoridades de Londres.

La Cancillería respondió que el buque Bahía Buen Suceso no era un buque de guerra sino de transporte y de características comerciales, que saldría de las Georgias el día 21 de marzo, una vez finalizado el desembarco de material, que no había desembarcado personal militar ni se habían llevado armas de guerra, contrariamente a lo informado por la B.A.S.

Del mismo modo informó que las autoridades británicas estaban en conocimiento del viaje del empresario Davidoff ya que el mismo había comunicado sus actividades ante la embajada del Reino Unido en Buenos Aires.

No obstante la Cancillería Argentina intentó restar importancia al hecho y a considerar que las informaciones emanadas desde la B.A.S. en las islas Georgias “habían contribuido innecesariamente a aumentar el tono del incidente”.

La situación tomó un giro preocupante cuando el día 21 de marzo zarpó de Puerto Stanley (Puerto Argentino) el HMS Endurance con la misión de dirigirse a Puerto Leith a evacuar a los trabajadores argentinos, si ello era necesario, a pesar de que el Foreign Office le informó al Encargado de Negocios de la República Argentina en Londres, Atilio Molteni, que “su gobierno estaba satisfecho con las explicaciones recibidas y que confiaba en que el Bahía Buen Suceso dejara las islas el día 22 con el grupo desembarcado, esperando que estos hechos no se repitiesen y aclarando que el Reino Unido no haría, de este incidente, una cuestión mayor”.

Ese mismo día el representante del gobierno argentino en Puerto Stanley (Puerto Argentino) informó que en horas de la noche las oficinas de LADE habían sido violentadas por desconocidos y que en el interior se había colocado una bandera británica sobre una argentina y la inscripción “Tip for Tap, Buggers” (“Ojo por ojo, ladrones”).

Mientras tanto el Foreign Office difundía que los trabajadores argentinos habían desembarcado en Puerto Leith sin la documentación correspondiente y los medios de comunicación británicos difundían en grandes titulares acerca de una “invasión argentina a las islas Georgias del Sur”, omitiendo mencionar el incidente acontecido en las oficinas de LADE en Malvinas.

Cuando el embajador británico Williams fue informado por la Cancillería Argentina de que un grupo de los trabajadores continuaba en las Georgias a pesar de que el Bahía Buen suceso había emprendido el viaje de retorno al continente, se incrementó el malestar en Londres y se produjeron emotivas sesiones en el Parlamento y en la Cámara de los Lores. Se le impartieron instrucciones al HMS Endurance para que prosiguiese su misión de evacuar a los argentinos de las Georgias.

El buque HMS Endurance amarrado en el puerto de Mar del Plata, en febrero de 1982, poco tiempo antes del conflicto.

El gobierno argentino decidió el día 23 de marzo llevar adelante la operación de toma de las islas Malvinas a la que se le dio el nombre de “Azul”, proseguir de forma indefinida las negociaciones con el embajador británico, proteger al personal argentino e interceptar al HMS Endurance para evitar que arribara a Puerto Leith a cumplir con su misión. Asimismo decidió que el buque A.R.A. Bahía Paraíso, que se encontraba en esos momentos en las islas Orcadas del Sur, pusiera proa a Puerto Leith.

A pesar de estas medidas y de la intención de ejecutar la operación “Azul” las autoridades argentinas impartieron instrucciones al A.R.A. Bahía Paraíso para que no diera lugar a un incidente bélico y para que no interceptara al buque HMS Endurance si ya había procedido a la evacuación.

Mientras que el embajador británico sostenía que los trabajadores debían trasladarse a Grytviken, la Cancillería Argentina se amparaba en que “no era necesario” por el Acuerdo de Comunicaciones de 1971.

La escalada diplomática y militar que se iba produciendo con el correr de las horas actuaba en detrimento de las negociaciones: el día 24 el gobierno británico instruyó que debían reforzarse las tropas en las Malvinas y para ello embarcó a “marines” en el buque RRS John Biscoe en Montevideo y ordenó que el RRS Bransfield, anclado en Punta Arenas, zapara el día 25 de marzo con destino a Puerto Stanley (Puerto Argentino).

El Reino Unido exageró el incidente de las Georgias y obró, con anterioridad al conflicto armado, utilizando a los medios para ejercer una manipulación sobre la sociedad británica y recurrió a las presiones diplomáticas y a la intimidación militar enviando a la zona a tres buques de guerra —el Endurance, el Briscoe y el Bransfield—, todo lo cual daría la posibilidad de considerar que la escalada del conflicto podría obedecer a un plan previamente delineado. A ello se agrega que el encargado de negocios en la embajada argentina en Londres, Señor Molteni, habría informado acerca del propósito del gobierno británico de prolongar las negociaciones a los efectos de ganar tiempo para preparar la defensa de las islas.

El gobierno militar tenía contemplada la denominada operación “Azul” desde diciembre de 1981 pero, ante la evolución de los acontecimientos, decidió llevarla adelante entre el 1° y el 3 de abril con la intención de ejercer una presión que favoreciera la dilatada negociación acerca de la soberanía pero la apreciación fue incorrecta pues no se contemplaba que el Reino Unido reaccionara militarmente.

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz.

 

Referencias

[1] Ricardo Kirsschbaum, Oscar Raúl Cardoso, Eduardo van Der Kooy y Ana Baron. “Malvinas: las batallas secretas de la Guerra Fría Los documentos que agitaron el golpe prosoviético”. Clarín (31/03/2002) <http://old.clarin.com/suplementos/zona/2002/03/31/z-00215.htm> [consulta: 20/10/2003].

[2] Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS): Informe Final. Conocido también como Informe Rattenbach. Buenos Aires: Ediciones Espartaco, 1988.

[3] Ídem.

[4] Daniel Schweimler. “El vendedor de chatarra que provocó accidentalmente la guerra del Atlántico Sur”. BBC, 05/04/ 2010, <https://www.bbc.com/mundo/economia/2010/04/100405_1503_malvinas_falknads_chatarra_cr >, [consulta: 12/02/2011].

[5] Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS). Op. cit.

[6] Daniel Schweimler. Op. cit.

[7] Ídem.

 

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¿QUIÉN EJERCE EL PODER EN EL ATLÁNTICO SUR? (2da. Parte) “Hay que pegarle al chancho para que aparezca el dueño”

César Augusto Lerena*

La ONU declaró que el día 5 de junio es el Día Internacional de la Lucha contra la Pesca Ilegal, nada mejor entonces para hablar de este tema.

Días pasados, me referí a un acuerdo entre una ONG “sin fines de lucro” denominada OPRAS y, referí, se sería un brazo de CAPECA y, omití decir, que el Acuerdo firmado con Armadores Españoles para cuidarnos de los asiáticos el Atlántico Sur ¡noble tarea!, también lo acompaña la Cámara de Armadores Poteros (CAPA). Bien, “cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”, pero, no prejuzguemos, ya les aportaré suficientes documentos para que cada uno pueda sacar sus conclusiones. Me han llegado un sinnúmero de opiniones y publicaciones que dicen, que se trataría solo de un acuerdo entre españoles, a juzgar por los miembros de OPRAS y las empresas que integran las Cámaras españolas y argentinas. Sabremos más una vez que el subsecretario de Pesca y el secretario de Malvinas opinen, respecto a delegar obligaciones inherentes a un Estado soberano.

Les recuerdo que los buques españoles que pescan a distancia en el Atlántico Sur son tan ilegales como los chinos, por las propias declaraciones de OPRAS y las que yo podría aportar. Probablemente agrupados en la Asociación Española de Buques de Merluceros (ANAMER) y en la Confederación Española de Pesca (CEPESCA), depredan los recursos migratorios argentinos y lo hacen —como ellos mismos confiesan— desde hace 37 años (precisamente, cuando los británicos invadieron Malvinas) con buques congeladores de gran porte y manifestando que en los caladeros externos (entre ellos el Atlántico Sur) tienen 193 buques, el 97% de los arrastreros de su flota, con los cuales, efectúan el 58% de las capturas españolas (IME, 20/5/2020) y, como bien transcribe y opina Walter Castro, del Sindicato de la Actividad Naval de Mar del Plata: “The 2019 Annual Economic Report on the EU Fishing Fleet del Scientific, Technical and Economic Committee for Fisheries (Stecf), según el cual, la de Galicia es —pese a su dimensión y capacidad— la menos rentable de las grandes flotas europeas que, continúan abandonando Galicia, aun dejando su matrícula original de Vigo o Bueu, con destino a caladeros de África y Argentina”. Se repite la historia de 1990, aunque algunos tenemos memoria.

Entremos ahora, en algunos detalles del entramado de este “Acuerdo entre empresas”, bajo el marco cuidemos la salud del caladero argentino de OPRAS: El 25 de abril de 2020, el Periodista Gustavo Rachid, tanto en la página “Pesca con Ciencia”, como en CAPA, comienza a hacer su aparición en escena y también lo hace para OPRAS: “La comunicación profesional en el sector profesional en el sector de la industria pesquera” y “La Responsabilidad en el Mar”, donde entre otras cosas hace una apología —sin una debida formación temática— de eventuales acuerdos pesqueros y pondera los efectos de la comunicación por encima de los antecedentes sectoriales, y el 27 de abril dice: “…nuestra declamada soberanía en el Atlántico Sur es objeto de burla por los extranjeros que la violan para adueñarse de nuestros recursos… el Atlántico Sur no empieza ni termina en Malvinas. Comienza en el Paralelo de 5 grados (Brasil) y se extiende hasta el de 60 grados donde se convierte en antártico… es necesario señalar que no sólo la Argentina se ve afectada por esta irracional actividad de explotación irregular y no reglamentada, sino que lo son los tres países ribereños y sus recursos…” y, sugestivamente no refiere quienes son los extranjeros, ni a la parte meridional del Atlántico Sur y, tampoco deja claro, ¿a qué tres países ribereños, refiere?

Por su parte, el 17 de mayo el presidente de OPRAS Eduardo Pucci escribe en “Pesca con Ciencia” el artículo “El Atlántico Sudoccidental – Zona Libre para la Pesca Ilegal” donde entre otras cosas dice: “…la conducta habitual de ciertas flotas pesqueras extranjeras de alta mar que alejados de sus propias aguas peregrinan por el mundo buscando los espacios más productivos y menos controlados para pescar libres de toda obligación que condicione su conducta… conocedores de la debilidad de las normas internacionales y de la indefensión de los estados costeros, abusan de supuestos derechos o libertades… No es biológicamente viable que la pesca ilegal en la región continúe… con la complicidad del silencio gubernamental y del ambiguo secretismo oficial… con evidente desprecio a las normas internacionales y a la legislación del estado ribereño… la tradicional y ecléctica acción política utiliza la ignorancia pública (NdA: Ignorancia Colectiva usa CAPECA en el artículo de byGustavo Rachid del 3 de marzo) para convertir lo irracional en racional, lo ilógico en lógico, la posición ideológica en dogma y el dogma en Política de Estado inopinable, evitando ratificar normas internacionales vinculantes, pese a haber firmado alguna de ellas…” y hace una propuesta de establecer un Área de Pesca Regulada en una franja adyacente a las ZEEs de 150 millas (donde) los terceros países deberán comprender la prioridad del estado costero en el acceso y regulación de los recursos transzonales… en zonas cuyo ordenamiento no alterara la continuidad del reclamo de soberanía sobre las islas en litigio…”. Bueno yo comparto parte de sus manifestaciones, pero habría que hacer algunas aclaraciones: primero, sus comentarios sobre cuestiones ideologías y preocupación como director de OPRAS por el cuidado del recurso, no condice con su calidad de ex funcionario durante el Proceso Militar, el gobierno Radical y el Justicialista, en el que fue el Subsecretario de Pesca de uno de los períodos de mayor sobreexplotación de merluza y pérdida de empleo en el sector. La evolución de Darwin es posible, pero, es razonable comprender la duda: “el que se quema con leche cuando ve una vaca llora”. Segundo, que antes de la firma de cualquier acuerdo con los pesqueros españoles, éstos deberían adherir a la administración argentina 150 millas más allá de la ZEE, tal cual propone y dejar de tomar licencias (etc.) del Reino Unido en Malvinas (podría fundarlo largamente) y, tercero, con el argumento que no alteraría nuestro reclamo de soberanía, congelada por el “paraguas”, el Reino Unido en 1982 ocupaba 11.410 Km2 y tres millas marinas, y hoy ocupa 1.639.900 Km2 de territorio marítimo.

El 27 de mayo de 2020 en la página “Pesca con Ciencia” se publica el artículo “Los calamares de nuestros mares: el caso del Illex argentinus”. Lo de “nuestros” supongo que será un genérico y no una pretensión de apropiarse del Atlántico Sur luego de pescar por 37 años. Si bien no se indica al autor, pero lo imaginamos, es poco serio que escriba alguien con ninguna experiencia; pero, lo más peligroso, es que los errores gruesos y e información distorsionada que contiene, luego se publiquen, sin corrección alguna, en el Portal de CEPA, firmado nuevamente “byGustavoRachid”.

A esta altura uno debería preguntarse si este page creator, en su página “Hemisferios” (ex radio), vinculado a “Ambiente Comunicaciones” y “Pesca con Ciencia”, es el mismo Rachid Rucker renunciado de Prensa por la ministra Garmendía en España, por su pésima relación con la agencia Efe y Europa Press y otras, por el fracaso del “plan Bolonia” y su suspensión del CPI.

Cuando el caballo se pone atrás del carro: histórico marketing a full para lanzar “el acuerdo”.

Este referido artículo —entre otras cosas— dice: El calamar “…este importante recurso es compartido y explotado por varios Estados y encuentra su mayor abundancia en el Océano Atlántico Sur que corresponde a los límites entre Argentina y las Islas Falkland/Malvinas…”. Habría que decirle al autor que las islas se llaman “Malvinas” y los recursos migratorios son explotados ilegalmente por buques extranjeros y su mayor abundancia no “se corresponde a los límites entre Argentina y las Islas Falkland/Malvinas…” ya que no hay límite entre la Argentina Continental y Malvinas, es todo un territorio perteneciente a la República Argentina.

El calamar, dice que es: “…una gran oportunidad para tender puentes entre dos naciones que históricamente tuvieron una relación ambivalente…”. Sí, son ciertos los desencuentros con el Reino Unido desde antes de 1810 (se supone que también con los españoles), pero, al contrario de lo que opina el autor, la explotación ilegal a través de licencias a buques extranjeros (mayoritariamente a los españoles) en el área de Malvinas, es la peor barrera para buscar fórmulas de acercamiento.

Respecto a la ZEE, dice el artículo “…En el caso de las Islas Falkland/Malvinas por una cuestión técnico-política a esta área se la denomina Zona de Conservación y Administración y, al ser un recurso compartido entre varios Estados, ninguno posee el dominio absoluto del mismo…”. La FICZ (así la llaman) fue autoimpuesta por el Reino Unido y el dominio del recurso es de Argentina (y en su caso Uruguay), pero de ninguna manera de los británicos que lo explotan en forma prepotente.

El calamar, dice el autor, es “…la segunda en importancia luego de la merluza argentina…”. Lo cual es erróneo. Para el gobierno de las islas Falkland, continúa, representa “…el 50% de su PBI, siendo su mayor fuente de ingresos la venta de licencias a buques del Lejano Oriente y España. A su vez, el Illex argentinus es la mitad de las capturas en el área de las Islas Falkland/Malvinas…” Es decir, el propio artículo deja claro el daño que los buques españoles le ocasionan al país, más aún cuando el propio autor aclara que: “…Diversos estudios encontraron que el Illex argentinus juega un papel clave en los ecosistemas del Atlántico Sur. Forma un complejo sistema trófico junto a la merluza argentina y la anchoíta…un vínculo importante en la cadena trófica de los ecosistemas… La pesquería principal del argentinus se compone en un 95% de un solo Stock Patagónico Sur…y, en la práctica el recurso debería ser manejado como un stock único en toda su área de distribución…”. España tiene una muy importante deuda con Argentina por ello, no está para llevarse más, sino para devolver con intereses las explotaciones pesqueras sin habilitación de Argentina.

El artículo refiere al interés de varios países en el recurso y, refiere, a que los españoles solo capturan un 2.54%. Ello no coincide con que España es el destino principal de la captura en las islas.

Continúa el autor: “…Entre el año 1986 y 2005, la Comisión de Pesca del Atlántico Sur demostró que la cooperación bilateral es posible…”. Claro, la Argentina puso toda la estructura humana y física de investigación para garantizar al Reino Unido el otorgamiento de licencias. Y cuando indica que, la “Argentina entendió… su naturaleza compartida…”. El autor no conoce que la Resolución de la ONU 31/49 le indicó al Reino Unido que no podía innovar sobre el territorio ocupado en 1982, por lo tanto, no hay ninguna cesión voluntaria de un recurso de “naturaleza compartida”.

Cuando en el artículo se efectúa un esquema y describe todos los acrónimos británicos, no hace más que señalar los avances del Reino Unido y los graves errores de los gobiernos argentinos (Menem-Cavallo-Di Tella y Macri-Malcorra-Faurie) pero, es muy desagradable, que españoles refieran a Islas Falkland y publiquen este artículo en portales de instituciones argentinas o, entender al recurso, como de “naturaleza compartida” y como “un Estado costero a las Islas Falkland/Malvinas)”. Para España además de aceptar la posición de Gibraltar, es como para las cámaras argentinas, desconocer la cláusula transitoria de la Constitución Nacional, la CONVEMAR y lo prescripto en la Ley 24.922.

El autor profetiza que cualquier esfuerzo de gestión futuro deberá estar orientado al multilateralismo, involucrando en su gestión a todos los Estados con interés en la pesquería…”. Ignora, por lo visto, el tremendo fracaso de los organismos multilaterales en los últimos tiempos; solo una tesis teórica puede sugerir esto. La CONVEMAR y la Ley 24.922, y los gobernantes, salvando unos cuantos, saben, que los recursos se deben capturar, industrializar, generar valor y empleo y, en todo caso, si hubiese excedentes, podrían acordarse a quienes tengan interés.

En el artículo se hace una encendida defensa Organización Regional de Ordenamiento Pesquero (OROP) (idea que apoya Pucci) y por suerte en la Argentina un importante número de expertos impiden la ratificación del Acuerdo de Nueva York. Ya me he referido —sobradamente— porqué las OROP son muy desfavorables a los Estados Ribereños. Como lo indica la CONVEMAR, las consideraciones argentinas efectuadas en esta y lo prescripto en la Ley 24.922, la Argentina debe administrar los recursos en la ZEE y, más allá de ella los recursos migratorios y asociados que, como bien dice el autor, forman parte de único ecosistema trófico. El articulista es un ingenuo inconfesable o responde a una política contraria al interés nacional (para no caer yo en la ingenuidad) cuando dice: “…Considerando los países que ya explotan el recurso, una OROP en el Atlántico Sudoccidental debería estar formada por todos los países costeros la región… las Islas Falkland/Malvinas…”. Y, el autor vuelve a considerar país costero a las Falklands/Malvinas y llama Naciones Pesqueras de Aguas Distantes lo que la CONVEMAR denomina Estados de Bandera, que arbitrariamente separa en relevantes (China, Taiwán, Corea del Sur y España) o no…”. Demostrando quienes nos roban los recursos. En fin, podría escribir horas para referirme al irreverente panfleto que publica CAPA y que promueve byGustavo Rachid en nombre de ésta y OPRAS. Tal vez deba haber una 3ª parte porque me han quedado muchos temas.

Los últimos hechos de flotas chinas (algunos dicen 16 mil barcos) fuera de control de organizaciones regionales, demuestran que las OROP tampoco son efectivas. El ojo el amo…

Este Acuerdo execrable no va a regular el área ocupada por el Reino Unido en Malvinas: “…sin que su extensión afecte a los espacios marítimos susceptibles de disputas o controversias relativas a jurisdicción o soberanía” (sic). Nunca lo hicieron los rusos ni los españoles al servicio de la Reina … británica.

Y ante la ausencia de manifestación contraria a este Acuerdo del Subsecretario y el Consejo Federal Pesquero, reitero: ¿Los españoles nos cuidarán los recursos? y ¿quien ejerce el poder administrador y soberano en el Atlántico Sur?

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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