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EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO GEOPOLÍTICO: ALGUNOS LINEAMIENTOS A LO LARGO DE LA HISTORIA

Isabel Stanganelli*

La Geopolítica ha mutado sucesivamente sus limitaciones teórico-conceptuales de acuerdo con las etapas, medios y sociedades en que primaron sus respectivos paradigmas. En este recorrido por el que ha sido su origen y desarrollo intentaré incluir los aportes pertinentes al conocimiento y a la comprensión de los fenómenos políticos en un mundo, hoy por hoy, globalizado. Debemos adelantar que existen teorías y conceptos geopolíticos superpuestos y contradictorios en el mismo.

La palabra “Geopolitica” debió sobrevivir a una gran carga negativa desde la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, gran parte de sus contenidos fueron absorbidos por “Relaciones Internacionales”. He podido observar el fenómeno en mi calidad de Geógrafa (Geopolítica) y de Magíster en Relaciones Internacionales. Como éstas últimas estarían incluyendo a la primera, podemos recuperar a la Geopolítica sin dejarlas desprovistas de contenido.

Luego de esta observación es importante destacar el debilitamiento de los Estados —agravado por la pandemia de Covid-19— y la emergencia de elementos y actores perturbadores. El repentino desmoronamiento de la Unión Soviética y el consecuente final de la Guerra Fría implicaron cambios mundiales; no fueron los únicos cambios y ninguno de los paradigmas dominantes de las Relaciones Internacionales demostró ser capaz de predecir esos eventos y nuevas realidades, complicadas con la proliferación de conflictos étnicos, culturales, el creciente rol de las asociaciones regionales, el impacto de la globalización y la revolución de las comunicaciones.

Todo ello obligó a restituir la discusión de las rivalidades relativas al poder al seno de las ciencias geográficas. Las sociedades avanzan sobre la base de contradicciones y observamos un retorno a los nacionalismos, fundamentalismos y particularismos regionales como una reacción —entre otras— de la racionalidad y determinismos occidentales y sus contrapartidas orientales.

Para analizar la competencia por áreas de influencia es necesario identificar a los Estados de mayor magnitud estratégica mundial. Sherman Kent, establece que la magnitud estratégica de un Estado implica además de su situación geográfica y de sus vulnerabilidades, los medios con que cuenta, su voluntad y eficacia en usarlos ante una situación de gravedad —real o imaginaria—, las decisiones de sus pueblos, sus modos de resolución histórica, la característica de sus líderes, sus aliados probables, sus instrumentos no militares de política y estrategia y el potencial bélico del Estado en cuestión[1].

Por alguna razón “…algunos Estados con suficiente capacidad y voluntad nacional de ejercer poder o influencia más allá de sus fronteras, intentan alcanzar una posición de dominio regional o de importancia global”[2]. Para ello se valen de alianzas con otros Estados capaces de producir cambios ventajosos en la situación geoestratégica mundial.

Desde su introducción, el término Geopolítica ha enfrentado numerosas dificultades referidas a su definición. El “Gran Juego Geopolítico” librado entre el Reino Unido y Rusia a fines del siglo XIX nos ilustra cómo diversas teorías geopolíticas acompañaron sus respectivos tiempos históricos.

El concepto no solo resultó contaminado por su uso tendencioso por la Geopolitik alemana de la Segunda Guerra Mundial sino debido a los numerosos significados y connotaciones en su uso actual. Muchas veces es contradictorio, el concepto suele permanecer implícito y referirse a Estados, a sus relaciones y su contexto, otras veces a actores no estatales. Los medios suelen utilizar el término sin definirlo.

En cuanto a las lecturas académicas encontramos tantas definiciones que en última instancia solo reflejan un debate intelectual que no parece tener fin.

También es frecuente la aparición de términos tales como Geopolítica energética, Geopolítica del hambre, Geopolítica del agua, Geopolítica empresarial, etc. que dan testimonio de la validez y vigencia —explícita o encubierta— de la Geopolítica. También es visible a través de conceptos derivados como “aéreas de influencia”, “balance de poder”, “Estados tapón”, “intereses vitales”, “intereses estratégicos” o “near-abroad” (exterior cercano). 

En búsqueda de una definición

A los fines de adoptar una definición apropiada, es conveniente repasar las tendencias más representativas del pasado.

Como una primera aproximación, se debe destacar que los dos conceptos primarios de la Geopolítica de los siglos XIX y gran parte del XX fueron tierra y agua —o continentes y mares—, bases de la representación cualitativa del espacio mundial.

Las talasocracias implican la existencia de una metrópoli y colonias si bien las civilizaciones del mar Negro o del Mediterráneo son muy diferentes a poderes insulares como el Imperio británico y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ejemplos de la vigencia del poder de las flotas marítimas. La expansión colonial de los Estados europeos y luego EEUU ha sido básicamente talasocrática. Su vigencia a cargo de portugueses, españoles, holandeses y finalmente británicos perduró por más de 400 años. La escuela del estadounidense Mahan refuerza esta categoría.

La evaluación de las telurocracias es más reciente: cuentan con un centro y provincias en una “tierra común”. Pueden ser civilizaciones forestales, de las estepas, de las montañas, etc. Son ejemplos pertinentes el Imperio de Genghis Kahn, el de Tamerlán, el califato árabe y hasta el Imperio incaico. Dentro de éstas se destaca la escuela geopolítica del Eurasianismo de Primakov.

 Teorías geopolíticas

Friedrich Ratzel (1844-1904)

Geógrafo y periodista alemán, escribió en 1897 su Geografía Política donde supeditaba las actividades humanas al medio físico: el rigor de los inviernos explicaría el mayor desarrollo de la Europa del Norte ante las afirmaciones acerca de la indolencia del hombre tropical comparado con el industrioso septentrional, que se han utilizado como explicación de las diferencias entre las colonias de Brasil y EEUU. Sostenía que los Estados compartían muchas de las características con los organismos vivientes e introdujo la idea de que un Estado tenía que crecer y extenderse o morir dentro de “fronteras vivientes”. Hoy condenado por su determinismo y por su doctrina tomada como base de una de las páginas más negras de la Historia del siglo XX. Pero fue fiel a las corrientes predominantes de su tiempo y no podía predecir el impacto de sus teorías, consideradas precursoras de las geopolíticas.

Rudolph Kjellen (1864-1922)

Versado en Ciencias Políticas e Historia, en 1899 escribió un artículo sobre la frontera de Suecia —su país—, denominado “La ciencia del Estado en tanto organismo geográfico que se manifiesta a través del espacio en el que fue utilizado por primera vez el término “Geopolítica”. Kjellen la definía como «la teoría del Estado como organismo geográfico o fenómeno en el espacio”. No hay indicación de que conociera la obra de Mackinder y Mahan aunque fue mencionado como asesor de la política exterior del presidente estadounidense Theodore Roosevelt. Entre su abundante producción se encuentra “El Estado como forma viviente” donde establece —bajo fuerte influencia de Ratzel— que los Estados (como organismos sujetos a la ley del crecimiento) nacen, se desarrollan y mueren. Aunque Suecia permaneció neutral, Kjellen promovía formar un frente aliado con Alemania contra Rusia y criticaba a la vieja Ciencia Política por considerar que se limitaba a observar a los Estados y sistemas judiciales e incorporó una nueva teoría con base antropogeográfica —para él, Geopolítica— en la que incluye conceptos como Estado, nación, sociedad y sistema judicial. Para Kjellen, la Historia no era un caos de eventos coincidentes sino que estaba bajo la influencia de reglas geopolíticas.

Su teoría abarcaba una verdadera Geopolítica considerada como el territorio natural, con límites, características físicas, producción y capacidad de mantenerse unificado y poderoso (a través de cultivos, comunicaciones y fortificaciones). Como Mackinder, creía que el transporte internacional terrestre se estaba desarrollando a tal velocidad que el poder marítimo quedaría en el pasado. La reedición actual de la Ruta de la Seda en Asia central incluye autopistas y ductos de exportación de hidrocarburos desde Medio Oriente hasta China, momentáneamente más segura que las rutas marítimas para los buques mercantes, superpetroleros y buques metaneros[3].

Kjellen consideraba a la Geopolítica como una amplia ciencia en el límite de la Historia, Geografía y Ciencia Política y al mismo tiempo una ciencia auxiliar de éstas, era un analista y metodólogo, un constructor de sistemas. No encontramos mapas en sus libros.

Alfred Mahan (1840-1914)

El contraalmirante, historiador, estratega y geopolítico estadounidense Alfred Mahan, postuló la importancia estratégica del dominio naval como clave para la dominación mundial. Para ello no solo contaba con el ejemplo del imperio colonial británico de ultramar sino de las experiencias navales de la propia EEUU, que a principios del siglo XIX —1803-1805— “libraba batallas contra los bereberes en el mar Mediterráneo”[4], además de las libradas para mantener la independencia contra el Reino Unido, en 1812. Mahan sostuvo en La influencia del poder naval en la Historia que “Quien domine el mar domina el comercio mundial; quien domine el comercio mundial domina el mundo”[5]. Asignaba tanta importancia al imperio colonial de ultramar como a las rutas marítimas, principalmente las comerciales. Fue un “ardiente propagandista acerca de la expansión de los EEUU hacia territorios y áreas de ultramar”[6]. Consideraba a EEUU como un Estado insular y propuso políticas como la anexión del archipiélago hawaiano, control del mar Caribe y construcción de un canal en Panamá. Roosevelt puso en marcha estas propuestas.

Halford Mackinder (1861-1947)

En Occidente desde fines del siglo XIX las teorías más conocidas fueron las del británico Mackinder. En su The Geographical Pivot of History —publicado en 1904 por la Royal Geographical Society— sostuvo la existencia de un bloque central, pivote o Heartland clave y que quien lo unificara y dominara, dominaría los tres continentes de la “Isla Mundial” —Europa, Asia y África—. La localización del heartland fue siempre ambigua: lo situaba en algún lugar de “Eurasia”, también ambiguamente definida, para justificar el interés en Rusia[7]. Luego de la Primera Guerra Mundial, Mackinder favoreció la creación de Estados-tapón como Polonia o Yugoslavia, para aislar a Rusia y reducir la superficie de Alemania.

The Geographical Pivot of History atrajo la atención tanto de admiradores como de detractores de Mackinder, que lo acusaron de geo-determinista e imperialista. Al respecto Milton Santos señaló que “La educación impregnada de un fuerte patriotismo demandaba de profesores de Geografía que promuevan el colonialismo. (…) Entre los geógrafos colonialistas Mackinder sería el más eficiente”[8].

En 1919 en su Democratic Ideals and Reality[9], Mackinder trasladó el Heartland a Eurasia, basándose en la menor capacidad de penetración de las potencias marítimas y en su temor de que Alemania alcanzara el corazón continental. Esta idea de existencia de una “fortaleza” asiática impenetrable sigue siendo la base de numerosos modelos y la “primera premisa del pensamiento militar occidental”[10]. Desde la desintegración de la URSS, el poderío militar actual —tierra, mar, aire y espacio exterior— parecen sostener la idea de “la fortaleza” delineada con poco rigor académico por Mackinder.

Andrei Evgenievich Snesarev (1865-1937)

Menos conocido que Mackinder, el influyente general y estratega ruso Snesarev, zarista que en 1918 se integró al Ejército Rojo en el distrito militar Turkestán. Autor del libro Afganistán, fue escrito como curso de lectura militar a la espera de órdenes de invadir India vía Afganistán en 1919. La invasión finalmente no ocurrió, pero Snesarev colaboraba con los pashtún contra el Imperio británico en Merv, actual Turkmenistán con posterioridad a la Primera Guerra Mundial. Snesarev —emulando a Mackinder— sostenía que “Quien gobierne Herat, gobernará Kabul y que quien gobierne Kabul, gobernará India”[11]. Consideraba a Afganistán como la puerta de entrada a India y como secuencia para luego arribar al océano Índico. Además afirmaba que existían dos tipos de fronteras: estatales y estratégicas, considerando en este último rango a Afganistán. Andrei Snesarev fue apresado por Stalin en 1930 —bajo cargos de traición—, ejecutado en 1937 y recientemente su figura fue rehabilitada. Considerado precursor de Zbigniew Brzezinski, Snesarev señalaba a esta región como “muy volátil (…) colocada en la periferia de grandes imperios, incluyendo los establecidos por Alejandro Magno y los mongoles”.

Karl Haushofer (1869-1946)

Hemos visto que la Geopolítica tuvo gran interés en Alemania desde principios del siglo XX —con Kjellen— y alcanzó mayor difusión cuando el general alemán Karl Haushofer (1869-1946) adaptó en su libro Der Lebensraum (El espacio vital) algunas teorías de Ratzel y las del Heartland de Mackinder para justificar pseudocientíficamente la expansión territorial alemana durante el Tercer Reich. Este uso de la Geopolítica “llevó a sacrificar la metodología científica en pro de un proyecto grandioso de un poderoso Reich alemán”[12]. Haushofer incorporó los procesos políticos a la definición de la Geopolítica: Haushofer consideraba a la Geografía Política como una parte esencial de la Geopolítica.

Curiosamente la Historia da cuenta de decisiones del régimen nazi que contradicen tanto las teorías de Ratzel como las de Haushofer: la cesión del Tirol del Sur, zona poblada por mayoría germana, a los italianos. Haushofer se suicidó en 1946.

Nicholas Spykman (1892-1943)

En su libro America’s Strategy and World Politics[13] sostuvo que Mackinder había exagerado el potencial del Heartland y que el verdadero poder radicaba en el inner crescent, al que Spykman denominaba “rimland” o perímetro de seguridad, teoría aplicada primeramente a la defensa de EEUU, funcionando como una alerta temprana ante posibles intromisiones. Este rimland al que alude Spykman debía abarcar todo el continente asiático y europeo y grandes extensiones de los mares y océanos adyacentes. Al mencionar la extensión de los Estados no se refería al poder per se de los mismos, sino a su potencial para evitar separatismos.

Desde el punto de vista de la defensa militar, para Spykman la extensión era crítica respecto de la localización de los centros vitales. Mencionaba la defensa de Rusia ante el avance napoleónico, pero podemos agregar la estrategia rusa de traslado de centros industriales al este de los Urales ante el avance de Hitler durante la II Guerra Mundial y la descentralización estratégica militar debida a la Guerra Fría, que dejó importantes instalaciones en otras repúblicas de la URSS, como Kazajstán, Tayikistán, Uzbekistán.

“Nicholas Spykman: el preludio de la contención”. Retaguardia.org. (economía, modelos emergentes), http://www.retaguardia.org/2008/09/12/nicholas-spykman-el-preludio-de-la-contencion

En la comunidad académica se suele minimizar el aporte de Spykman, reduciéndolo a un agregado —inner crescent— al heartland de Mackinder. Pero sus aportes siguen siendo válidos ante las nuevas tecnologías aplicadas a portaaviones, a su alcance ofensivo, sus sitios de emplazamiento y a la división del mundo en comandos estadounidenses.

Estudios posteriores destacan la influencia de ambos geopolitólogos —Mackinder y Spykman— en la estrategia de contención estratégica de EEUU durante la Guerra Fría. En su obra póstuma, The Geography of the Peace[14] sostenía que el control de la cuenca del océano Atlántico Norte era ideal, pero adelantaba el “inevitable crecimiento en importancia del océano Pacífico como ruta clave para el comercio internacional”[15], una de las premisas en la Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU desde 2013. Spykman no es simplemente el autor de la “teoría del rimland”.

Alexander de Seversky (1894-1974)

Era un noble nacido en Rusia —hoy Georgia—. En 1918 arribó a los EEUU destinado a la Embajada de Rusia. Ingresó al Departamento de Guerra estadounidense como ingeniero aeronáutico y experto en bombarderos. En 1942 comenzó a escribir el best seller Victory Through Air Power alertando a la nación sobre la necesidad de defender mejor su espacio aéreo. Afirmaba que se avecinaba una revolución y en consecuencia que EEUU necesitaba respuestas revolucionarias. Pero el gobierno no estaba preparado para comprender que estaba en desventaja respecto de otros beligerantes. Luego de la Segunda Guerra Mundial recibió la Medalla al Mérito de manos del Presidente Truman y en 1952 formó Seversky Electroatom Corporation, empresa dedicada a la protección de EEUU contra ataques nucleares y en extraer partículas radioactivas del aire.

Alexander de Seversky consideraba que, al inicio de la Guerra Fría, estaban equilibrados tanto el poder terrestre como el marítimo y que era la superioridad aérea la que podía romper los cercos establecidos por los poderes continentales y marítimos enemigos y los Estados tapón. Consideraba además la creación de una zona aérea estadounidense que se extendiera a Europa y otra soviética. Independientemente de tener un perfil bien diferente de los académicos analizados previamente en esta investigación, de Seversky logró: a) mantener la primacía de EEUU al incorporar la capacidad de ataques aéreos incorporando una nueva dimensión espacial a la Geopolítica y b) colocarse pragmáticamente en el punto de avance entre el poderío aéreo y el nuclear.

Jaume Vicens Vives (1910-1960)

Para Vicens Vives el nacimiento de la Geopolítica coincidía con la etapa de los imperialismos y reparto del mundo por las grandes potencias del momento y que el ingreso tardío de Alemania a tal reparto produjo la guerra de 1914. En su libro España, Geopolítica del Estado y del imperio define a la Geopolítica como “una interpretación del pasado histórico y del espacio geográfico que sirva para justificar el presente[16].

Al final de España se refiere a las tensiones internacionales y a las fronteras como focos de tensión. Ya vislumbraba que las fronteras rígidas del siglo XIX y principios del XX estaban siendo superadas por el vertiginoso desarrollo de los medios de comunicación. Insiste en la artificialidad de las fronteras: siempre son humanas.

Otro ámbito de su investigación son las causas que han llevado a la expansión económica y el avasallamiento político: la búsqueda de recursos minerales —incluyendo energéticos—. En su momento, mediados del siglo XX, estudiaba la situación de Katanga —República Democrática del Congo— y el uranio y los intentos de secesión de aquella región como parte de un proceso teledirigido por Occidente en una clara actitud neocolonial.

Con una actualidad sorprendente define a mediados del siglo XX la posibilidad de conflictos por el control de las zonas polares y el dominio de las rutas marítimas —incluyendo el bastión Malvinas—.

Yves Lacoste (1929-…)

Yves Lacoste, geógrafo marroquí, contribuyó al renacimiento de la Geopolítica en Francia a partir de la década de 1970, si bien su producción se inició con Los países subdesarrollados (1959) y Geografía del subdesarrollo (1965), con las que entraría en el ámbito de la geografía económica y social.

Lacoste, Ives. Geografía del subdesarrollo. Barcelona: Ariel Geografía, 5ª edición, 1984, p. 74.

Destacada figura de la geografía radical, Yves Lacoste rechazó desde una óptica marxista la geografía tradicional, que definió como una mistificadora, al servicio del sistema e incapaz de dar respuesta a los nuevos problemas del mundo contemporáneo.

Con la revista Hérodote y, más tarde, su obra La Geografía: un arma para la guerra (1976), comenzó un intento de reintroducir el estudio de la ciencia geopolítica en Francia, desembarazándola de su injusta imagen de ciencia nazi.

En su libro Geopolítica: la larga historia de la actualidad (2006) afirma que: “El término Geopolítica, que nos muestra múltiples usos, define de hecho todo lo que concierne con las rivalidades de poder o influencia sobre territorios y sus habitantes: las rivalidades entre grupos políticos de todo tipo – y no sólo entre los Estados, sino también entre los movimientos políticos o los grupos armados más o menos clandestinos – rivalidades por el control o dominación de territorios grandes o pequeños”[17].

Lacoste, Ives. Geografía del subdesarrollo. Barcelona: Ariel Geografía, 5ª edición, 1984, p. 78 y 79.

En la figura precedente los signos de interrogación designan los Estados o grupos de Estados que —según Lacoste— presentaban problemas por formar parte del conjunto geopolítico denominado Tercer Mundo. Estados de la península ibérica o de Europa oriental, aunque no eran parte del Tercer Mundo, se consideraban a menudo como “subdesarrollados”. Por el contrario, Argentina y Uruguay entraban dentro del Tercer Mundo, a la inversa de África del Sur, considerada por muchos autores como un país “desarrollado” (o semidesarrollado). Finalmente, el último interrogante es el de si los Estados socialistas forman parte de lo que se denomina Tercer Mundo.

Peter Taylor (1944-…)

Geógrafo británico, el más influyente en la renovación de la Geopolítica. Disconforme con el enfoque neopositivista imperante, reorientó la disciplina hacia el análisis del sistema mundial. Considera las dinámicas de la economía global, descartando la localización del territorio o su ambiente como factores que condicionan las políticas de los Estados —sostenida por los geógrafos clásicos—. Para Taylor se trata de centros, periferias y semiperiferias imbricadas y dinámicas de acuerdo con las variaciones de la economía capitalista. Establece tres escalas de análisis: sistema-mundo (la realidad), localidad (la experiencia) y el Estado-nación (instancia mistificadora) y establece a la primera como decisiva. Para Taylor, “esta apreciación ingenua de que el espacio es un escenario inalterable, pone de manifiesto una gran ignorancia en torno de la Geografía”[18].

Taylor declaró además que los análisis geopolíticos siempre tuvieron un sesgo nacional: “En el caso de la Geopolítica, siempre ha sido muy fácil de identificar la nacionalidad del autor a partir del contenido de sus escritos”. Taylor relaciona Geopolítica y Relaciones Internacionales: “La Geopolítica ha sido generalmente parte de la tradición realista de las Relaciones Internacionales[19].

Saúl Bernard Cohen (1925-2021)

Este geógrafo estadounidense estableció en 1990 diferentes jerarquías de los espacios mundiales. En primer lugar consideró las mayores rutas comerciales marítimas del mundo, en segundo las terrestres de Europa y en tercer lugar los países de lenguas y etnias comunes (latino, germánico, anglo-americano, chino, eslavo): los independientes (Japón, Tailandia, Indonesia, Filipinas…); los espacios de conflicto (como Medio Oriente y en América latina Colombia, Venezuela, Bolivia) así como espacios de transición (entonces Europa central). Aunque reconoce la existencia de Estados-Potencias, les asigna magnitud en base a la comparación entre sus PBI, el acceso a tecnologías innovadoras, el nivel educativo, sus reservas de energía y cantidad de profesionales. En su libro Geopolitics of the World System[20] define Geopolítica como: “… el análisis de la interacción entre escenarios geográficos y sus perspectivas con procesos políticos. (…) Ambos son dinámicos y se retroalimentan. La Geopolítica da cuenta de las consecuencias de esta interacción”. La definición se focaliza en la interacción dinámica entre poder y espacio. 

Evgeny Primakov (1929-2015)

La crisis que puso fin a la URSS se mantuvo durante la década de los “reformistas ultraliberales”, representados por Boris Yeltsin. En 1997 Evgueni Primakov, ex jefe de la KGB, asesor y luego Primer Ministro, puso en marcha la que se terminó denominando “Doctrina Primakov” donde proponía la formación de un triángulo estratégico China-India-Rusia, eurasianista. Su propuesta fue retomada como parte de la gestión de Vladimir Putin. El objetivo era lograr que Rusia fuera una superpotencia. Consideraba que Occidente intentaba marginar el papel de Rusia en el sistema e infiltrarse en su espacio tradicional de influencia. En los libros de su autoría El mundo después del 11 de septiembre y La guerra en Irak arremete contra Washington, si bien destaca que Occidente tiene otra cultura y que es posible una cooperación limitada y con ventajas mutuas. Su propuesta incluyó modificar la orientación de la política exterior rusa de Occidente a Oriente, hacia un escenario considerado el sitio natural de Rusia. Sostuvo que el alejamiento del escenario asiático en la “década atlancista”, había propiciado que otros actores se aventuraran a penetrar la región, complicando considerablemente toda su problemática.

Primakov señalaba que “Rusia no tiene alternativas, si no mantiene su influencia en Asia Central entonces otros lo harán y será siempre en detrimento de ella…”[21]. La “doctrina Primakov” rectificó la orientación geoestratégica rusa que, en 2007, inició la consolidación del curso geopolítico nacional con la “Doctrina Ivanov” y posteriormente la “Doctrina Putin”. En julio de 2006, en ocasión de la Cumbre del G8 el mensaje de Putin fue claro: “…Occidente tendrá finalmente que aceptar el hecho de que Moscú ha vuelto al escenario mundial…” y proclamó lo que Rusia consideraba como sus tres fortalezas y que serían desde entonces los pilares de su emergencia: administración firme, confianza en sí misma y renovado vigor. En 2008 anunció el estreno de su doctrina de orientación multipolar, donde exhortaba a la construcción de un orden internacional justo, equitativo y respetuoso de las diferencias, al tiempo que hacía votos por la defensa de los valores democráticos. Era también eurasianista.

Tradición geopolítica china

En China por su parte, una larga tradición de más de 700 años de pensamiento estratégico —sin mencionar a los estrategas clásicos—, encuentra en el geopolítico Wei Yuan (1794-1856) y en los trabajos que hoy despliegan varias universidades y centros de estudios superiores, reflexiones geopolíticas elaboradas desde la perspectiva de la potencia marítima y continental china en Asia y en el Pacífico que —después de la transición entre la administración de Jiang Zemin hacia la de Hu Jintao—, se encamina a devenir una potencia de alcance global en la escena geopolítica. Aunque mencionaremos a dos de sus mentores, ellos son parte de equipos que incluyen numerosos académicos de valía. Es importante a tener en cuenta que, a diferencia de Occidente, los analistas aportan sus ideas y sugerencias al gobierno, que evalúa y decide la aplicación de sus teorías. En Occidente es más usual que los especialistas publiquen sus obras sin necesariamente ser parte de las decisiones adoptadas por los gobiernos. De esta manera, los conceptos que veremos a continuación hallan su correlato en las doctrinas oficiales chinas de Seguridad Nacional, Defensa y Militar entre otras.

Jiang Ling Fei

Profesor de la Universidad de Defensa Nacional, su enfoque geopolítico coincide en gran medida con el de Yves Lacoste. Analiza la situación geopolítica a través de las actividades del terrorismo transnacional al que considera reflejo extremista de:

    • las agudas diferencias en la distribución mundial de la riqueza y
    • las diferencias culturales entre el oeste y el este.

Pang Shongying

Académico de las Universidades Qinghua y Renmin, divulga sus investigaciones en The National Interest (Washington DC) y es parte del comité editorial internacional de la revista Globalizations, publicada por Routledge (Londres). Pang considera que un aspecto del ascenso de China como poder mundial radica en el incremento de su soft power (poder suave) en cuestiones regionales y globales, derivado de su cultura, modelos de desarrollo, ideales y política exterior. Estima que existe la posibilidad de transformar el soft power en poder; el rol del desarrollo chino en ejemplo a trasladar a otros países y analiza las implicaciones del soft power chino en su cooperación y competencia con EEUU[22]. Señala que si la Unión Europea no logra detener su declinación, su influencia y posición pueden resultar severamente debilitadas, perdiendo su status de jugador clave. Sostiene que EEUU intentará por todos los medios mantener su liderazgo y hegemonía. En cuanto a China, la crisis de Occidente decidirá su rol. Pang sostiene los principios que China mantiene desde la Guerra Fría: “nunca ser el líder”, “no alineamiento” y “no interferencia”, pero considera que deberían ser más flexibles. Finalmente afirma que existe una brecha entre el mundo dominado por Occidente y el resto y que un mundo gobernado por leyes globales que incluya la participación de China ayudará a superarla. Para ello se requerirá la formación de un nuevo orden internacional.

Conclusiones

La concepción según la cual el poder de un Estado se encontraba estrechamente relacionado con los recursos físicos, económicos, ambientales y geográficos con los que contase, se presenta hoy urgida de revisiones: La evolución conceptual dejó de considerar al Estado como único actor, para incluir y apreciar el poder de otras entidades y actores.

Las actuales estructuras geopolíticas se encuentran cada vez más marcadas por cuatro conductores fundamentales: el “heartland”, el “reino” geoestratégicamente liderado por Rusia debido a razones históricas y geográficas. El segundo, originado por los objetivos estratégicos de EEUU y los temores nacionales a la hegemonía rusa que los conecta con el “reino” marítimo euroatlántico, liderado por EEUU. Esta oposición hace que la influencia política y el poderío militar en la gran región sean el premio geopolítico de la competencia entre Rusia y EEUU. La tercera es que para China el imperativo radica en su ancestral relación comercial y de transporte por Asia Central.

La afirmación de que el futuro de la humanidad se juega en Asia es cada vez más frecuente. También lo es que el eje geopolítico de la cubeta del Atlántico norte se está trasladando al Pacífico norte. De los resultados dependerá no solo el futuro de la Federación de Rusia, de China o EEUU sino —debido a la magnitud estratégica de los actores mencionados— el del mundo globalizado.

 

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas.

 

Referencias

[1] Sherman Kent. Inteligencia estratégica. Buenos Aires: Pleamar, 1967, p. 59.

[2] Brzezinski, Zbigniew. El gran tablero mundial. Barcelona: Paidós, 1998, p. 49.

[3] La reciente obstrucción del canal de Suez merece ser considerada.

[4] Los piratas bereberes cobraban tributo a los buques que comerciaban a través del mar Mediterráneo. Cuando en 1803 —con Europa bajo las guerras napoleónicas— los tripolitanos tomaron el buque Filadelfia. EEUU envió su flota, bloqueó y bombardeó Trípoli mientras el Cap. William Eaton bombardeaba Derna, a 800 kms de Trípoli. Cuando en 1805 firmaron un tratado por el cual EEUU no pagaría más tributos, iniciativa que no habían tomado las potencias europeas, EEUU retiró su flota. Para más detalles sobre esta primera aventura ultramarina de EEUU puede consultarse: Asimov, Isaac. El nacimiento de los EEUU. 1763-1816. [2ª edición, tomo XII], España: Alianza, 1984, p. 218.

[5] McColl, R.W. Encyclopedia of World Geography. (Vol. 1) New York: Checkmark Books/Facts On File, 2005, p. 408.

[6] Terzago Cuadros, Jorge. Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S. Navy, su contribución como historiador, Estratega y Geopolítico, p. 25, Viña del Mar, Chile, 05/10/2005, Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), http://www.cialc.unam.mx/pdf/mahan.pdf

[7] Mackinder formuló esta teoría en 1904, la revisó en 1919 y nuevamente en 1943. No fue posible encontrar en Internet un documento gráfico que diera cuenta fiel del Heartland de Mackinder 1904, cuando lo localiza entre el río Danubio y los montes Urales. En todos los casos se le adjudica un Heartland que se extiende ampliamente en la ex URSS. La persistencia de esta divulgación “popular” errónea induce a magnificar la hipótesis de Mackinder y sentar perniciosos precedentes geopolíticos.

[8] Milton Santos. Por una Geografía Nueva. Madrid: Espasa Calpe, 1990, p. 31-33.

[9] Mackinder, Halford. Democratic Ideals and Reality. Londres: Greenwood Press, 1919, p. 278.

[10] Taylor, Peter. J. Political Geography. Harlow (Essex, Inglaterra): Longman, 3ª ed., 1993, p. 48.

[11] Hauner, Metan. “What is Asia to Us?” En: Russia´s Asian Heartland Yesterday and Today. London-NY: Routledge, 2013.

[12] Pereira da Silva Gama, Carlos F. “Fontes do Pensamento Geopolítico Alemão (Geopolitik)”. Usina de Letras, 31/08/2003, http://www.usinadeletras.com.br/exibelotexto.php?cod=1554&cat=Teses_Monologos

[13] Spykman, Nicholas. America’s Strategy in World Politics: The United States and the Balance of Power. Original 1942. Transaction Publishers; Edición: New edition (15 de marzo de 2007).

[14] Helen R. (editor) Spykman, Nicholas John; Nicholl (autor). The Geography of the Peace. New York: Harcourt, Brace and Co., 1944, (Serie: Yale Institute of International Studies).

[15] Spykman, Nicholas. Geography and Foreign Policy, I. Yale University, Connecticut, 1938, p. 42.

[16] El primero de los tres grandes bloques en que está estructurado su libro se denomina justamente Geografía política, geopolítica y geohistoria.

[17] Lacoste, Yves. Géopolitique: la longue histoire d’aujourd’hui. París: Larousse, 2006.

[18] Taylor, Peter J. Political Geography and the world economy”. En: Burnett A. y Taylor, P. (eds.), Political Studies from special perspectives. Chichester: John Willey & Sons, 1981, p. 46.

[19] Ibid., p. 84.

[20] Cohen, Saul Bernard. Geopolitics of the World System, Rowman and Littlefield, Maryland, 2003.

[21] Primakov, Evgeny, “La recuperación de Rusia entra en su segunda fase”. En RIANovosti, 28/05/2007 http://www.sp.rian.ru

[22] Pang Shongying. “Global Order Poised between Promise and Chaos. The Role of China”. En Global Research, Junio 19, 2012. https://www.globalresearch.ca/global-order-poised-between-promise-and-chaos/31493

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RECORDEMOS AL GENERAL GUGLIALMELLI EN MEDIO DE LA CEGUERA GEOPOLÍTICA Y ESTRATÉGICA

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General de División Juan Enrique Guglialmelli (1917 – 1983)

El hombre, su carrera y su obra

Juan Enrique Guglialmelli nació en 1917 en San Martín, Provincia de Buenos Aires. Militar de vocación, tuvo como objetivo la defensa del patrimonio de la Nación y su desarrollo económico y social a través de un camino propio —es decir, de un nacionalismo económico— pero en el contexto de una Argentina integrante del Cono Sur.

En nuestro país, la Geopolítica lo tiene como uno de sus grandes mentores, con una trayectoria en relevantes cargos. El general Guglialmelli fue Jefe del Comité de Planes de la Junta Interamericana de Defensa; Jefe de Estado Mayor de la 7ª División de Infantería y del IV Cuerpo de Ejército; Comandante de la 6ª División de Infantería de Montaña, Director de la Escuela Superior de Guerra y del Centro de Altos Estudios y Comandante del V Cuerpo de Ejército de la República Argentina, en cuyo ejercicio pasó a retiro en el año 1968.

En junio de 1970 fue designado secretario del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) pero su paso fue efímero dado que no compartía las políticas liberales implementadas por la conducción económica nacional.

Fundó el Instituto Argentino de Estudios Estratégicos y de las Relaciones Internacionales (INSAR), el cual publicó la reconocida revista Estrategia, en cuyos diversos números se puede apreciar la visión económica nacional y su apoyo a la política industrialista.

El primer número de Estrategia fue publicado en mayo-junio de 1969. El solo hojear la revista, las publicidades de grandes empresas que apostaban por una Argentina industrial y desarrollada —muchas de las cuales ya no existen o fueron erosionadas por años de malas gestiones nacionales—, así como los temas que se abordaban, nos sumergen en un país que ya no existe y que solo quienes contamos con varias décadas podemos recordar a esa Argentina que nos prometía grandezas a pesar de sus convulsiones políticas o, al menos, era lo que percibíamos quienes éramos formados en una Escuela Pública que enseñaba a querer la Patria y sus símbolos nacionales.

En ese primer número el general Guglialmelli expone, en “Propósitos y definiciones”, lo siguiente:

Nuestra tarea, en fin, estará orientada por las normas más estrictas de la libertad académica. No renunciará, empero, a una ideología propia que responde a las necesidades de cambio de nuestro tiempo y que exige como datos esenciales de la estrategia nacional:

      • Objetivos nacionales y políticos claros y definidos.
      • Política exterior independiente capaz de obtener la libertad de acción necesaria para el logro de esos objetivos.
      • Colaboración de los distintos sectores de nuestra sociedad y su participación efectiva en el QUE y COMO hacer concretos.
      • Cabal conocimiento de los intereses externos e internos en conflicto con los propios fines perseguidos, sus modos de operar y sus agentes.
      • Un programa de desarrollo económico, social y cultural ejecutado con ritmo acelerado y definido y definidas prioridades, en áreas geográficas rezagadas, sectores básicos de la producción nacional e infraestructura de servicios, en el diálogo social y en una política educacional y de investigación científica y tecnológica al servicio del desarrollo nacional.[1]

Desde una posición mucho más modesta, la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), aspira a poder erigirse como una sucesora en esa tarea.

Su visión

Su conocimiento profundo de la Patagonia, región en la que estuvo destinado durante su carrera militar, lo llevó a ponderar la necesidad de desarrollar esa extensa área de nuestro país.

Frente a la visión de la Argentina “insular”, basada en el análisis de la situación geográfica del país desarrollada por otro de nuestros grandes geopolíticos, el vicealmirante Segundo R. Storni, el general Guglialmelli considera que la Argentina “tiene ‘carácter peninsular’, en la más amplia acepción geopolítica del término. Mantiene en este sentido su condición marítima pero asume, también el rol continental”.

En efecto. Su territorio, al norte de la línea Cabo San Antonio-San Rafael (Mendoza) se articula con la masa terrestre continental “introduciéndose” en ella. Al sur de aquel linde, se prolonga hacia el sur como una cuña entre los grandes océanos. En su extremo austral, esta región incluye los sectores insular y antártico. Debido a esta conformación, nuestro país recibe la influencia del Pacífico (Chile por medio) y del Atlántico, en particular este último, sobre parte de cuyas aguas, plataforma y subsuelo, extiende su soberanía. Teniendo en cuenta, por último la situación de la América del Sur y de la Argentina dentro de ésta, resalta, como lo señaló Storni, su posición periférica y marítima respecto a las masas continentales del Hemisferio Norte.

Todo el espacio argentino se articula con los países vecinos a través de los aspectos geoambientales fronterizos incluidos los medios de integración física (caminos, ferrocarriles, vías fluviales).[2]

En este concepto geopolítico de la Argentina “peninsular” debe considerarse “al mercado interno, apoyado sobre un aparato productivo integrado en lo espacial y sectorial”[3]. El desarrollo de las diversas regiones, cada una aportando sus riquezas a la producción —alimentos, minería, energía, etc.— debe contar con “un sistema de comunicaciones que vincule, además de los puertos, con preferencia a las distintas regiones y sus grandes polos”, lo que permitirá concretar una “estructura económica integrada, independiente y autosostenida, base indispensable para un destino de gran potencia”[4].

En este concepto de la Argentina “peninsular” le otorga gran importancia a los intereses marítimos, lo que lleva a valorar los recursos del mar y el desarrollo —al igual que proponía el vicealmirante Storni— de una Marina Mercante, “con sus beneficios de trabajo e ingreso por fletes y seguros”[5].

Para el general Guglialmelli, la Argentina, en términos geopolíticos es, entonces, “peninsular”: es continental, bimarítima y antártica. Agrega a esto:

Esta conceptuación significa no sólo una situación geográfica, sino también y fundamentalmente, una economía integrada e independiente, un mercado interno en permanente expansión y una irrenunciable vertebración cultural con los países de América del Sur en particular los vecinos y el Perú”[6].

Era consciente de que las grandes potencias y las corporaciones internacionales, o la combinación de éstas con las primeras, procuran mantener la dependencia del mundo periférico, fomentando integraciones regionales en desmedro de la Soberanía Nacional. Como ejemplo de esas integraciones regionales cita la Cuenca del Plata como una prioridad que puede relegar al resto del país.

Otro de los grandes problemas que percibía era la continuación de la Argentina agroexportadora, “el papel de granja”, en tanto que las exportaciones se basaran solamente en productos primarios, cumpliendo así con las exigencias de la división internacional del trabajo. En este sentido, responsabilizó a la generación militar del 66 pero en particular a la contrarrevolución comenzada en marzo de 1967 desde los más altos niveles de la conducción económica. “Porque allí, en esa área, habían hecho pie quienes por filosofía, desaprensión o, lo que es peor, intereses, defendían la persistencia del modelo agroexportador, disimulando sus propósitos con declamaciones retóricas o sólo tibias reformas”[7].

En este punto fue muy crítico de la conducción económica y de la implementación de las rebajas arancelarias:

En nuestra opinión, a pesar de los fines enunciados, sostenemos que se trata de algo más trascendente y peligroso. El de insertar a la Argentina en un ordenamiento externo, basado en la fórmula de Nelson Rockefeller: que cada país se particularice ‘según su mayor eficacia selectiva y mayor eficiencia relativa’. En virtud de tal premisa nuestro papel será especializarnos en las agroindustrias, con las derivaciones para la seguridad nacional que se verán más adelante.[8]

De ese modo, la Argentina continuaba la dependencia trazada durante la generación del 80, es decir, un país exportador de productos agropecuarios e importador de bienes finales. Esto claramente significaba la “subestimación de los sectores industriales ajenos al ámbito rural y deterioro, cuando no liquidación, de nuestra producción de bienes finales”[9].

Por tanto, el general Guglialmelli era un gran defensor de llevar adelante una política industrialista para salir de esta trampa en la que se encontraba nuestro país. En este sentido, ponderaba el desarrollo que habían alcanzado las Fuerzas Armadas y las iniciativas de los generales Enrique Mosconi y Manuel Savio en pos de una industrialización de la Argentina.

Dramáticas reflexiones finales

Nuestro país ha sido dotado de una gran y diversificada riqueza, tanto en su territorio como en su mar territorial. Sin embargo, se precisaba algunos pasos más para alcanzar ese grado de desarrollo que permitiría concretar una “estructura económica integrada, independiente y autosostenida” como proponía el general Guglialmelli.

Hubo un importante avance en el proceso de industrialización y, en buena medida, los generales Mosconi y Savio contribuyeron con ese objetivo. El país desarrolló una importante comunicación a través de carreteras pero, fundamentalmente, con la construcción de una de las más importantes redes ferroviarias del mundo que superaba los 40.000 kilómetros de vía. Los ferrocarriles, nacionalizados durante el gobierno del general Juan Domingo Perón —no viene al caso aquí formular valoraciones sobre esa nacionalización— se constituyeron en un importante medio de transporte de pasajeros pero sobre todo de bienes.

Del mismo modo, había desarrollado el transporte fluvial de mercaderías y contaba con una Marina Mercante nacional, particularmente la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA), que llevaba las exportaciones argentinas a todos los puntos del planeta.

Así como el general Giglialmelli expone la fórmula de Rockefeller, cabe aquí mencionar que existió el denominado “Plan Larkin” —elaborado por el general e ingeniero estadounidense Thomas B. Larkin con apoyo del Banco Mundial entre 1959 y 1962—, el cual consistía en una racionalización y modernización de los medios de transporte terrestre y fluvial de nuestro país. Obviamente, el plan apelaba a la reducción de unos 15.000 kilómetros de vías por considerarlos deficientes o improductivos. El plan llegó a la Argentina poco tiempo antes de que fuera derrocado el presidente Arturo Frondizi, quien debió enfrentar a los gremios ferroviarios durante su gobierno. Sin embargo, el plan fue llevado a cabo en los años noventa del siglo pasado por el gobierno peronista/liberal del presidente Carlos Saúl Menem. La Argentina quedó fragmentada y desvinculada con sus políticas de desmantelamiento del sistema ferroviario, fluvial y de la liquidación de la empresa ELMA.

La industria siguió un camino similar a raíz de las concesiones y privatizaciones de sectores vitales de la industria y de la energía.

En una de las críticas que Guglialmelli le formula a Storni, respecto a su visión de la “insularidad”, el general considera que el marino cayó en lo que otro destacado marino denominó “astigmatismo estratégico navalista, primera variedad”. La realidad es que en las últimas décadas la conducción argentina padece de una seria ceguera geopolítica y estratégica que ha provocado un serio y peligroso retroceso de nuestro país, ocasionando la pérdida de poder económico, poder militar y poder diplomático, además de ocasionar un grave deterioro institucional.

En el capítulo dedicado al análisis de si la Argentina es “insular” o “peninsular”, el general Guglialmelli menciona los aspectos negativos que el vicealmirante Storni expone en su libro “Intereses argentinos en el mar”, respecto de por qué los argentinos no tienen una vocación marinera, lo cual sería vital para el desarrollo de la Nación. Al igual que el general Guglialmelli, me gustaría cerrar este artículo reproduciendo una reflexión del vicealmirante Storni:

En nuestra infancia como nación, hemos permanecido poco menos que indiferentes a estos problemas, y la empresa extranjera realizó con el niño incipiente la misión de madre que nutre y educa. Pero si ese estado de cosas hubiera de ser definitivo e imponer un límite a nuestros ideales marítimos, la acción extranjera tomaría el aspecto del impulso generoso que lleva el alimento a la boca del paralítico o de la diestra maniobra del fuerte que explota son compasión al débil”[10].

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] “Propósitos y definiciones”. Estrategia, mayo-junio de 1969, p. 7

[2] Juan Enrique Guglialmelli. Geopolítica del cono sur. Buenos Aires: El Cid Editor, p. 78.

[3] Ibíd., p. 79.

[4] Ibíd., p. 80.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Ibíd., p. 81.

[8] Ibíd., p. 251.

[9] Ibíd., p. 251-252.

[10] Citado por el general Guglialmelli, op. cit., p. 63.

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EL RIESGO DE CONTINUAR SIENDO UN “PAÍS DE GEOPOLÍTICA CERO” EN UN MUNDO DE “INTERESES NACIONALES PRIMERO”

Alberto Hutschenreuter*

Aunque existe alguna esperanza relativa con un cambio favorable en las relaciones internacionales a partir del tremendo seísmo que provocó la pandemia, no hay ninguna razón como para pensar que el fenómeno implicará cambios de escala en dichas relaciones. Posiblemente se realizarán “ajustes” relacionados con la mejora de la información y coordinación preventiva sobre aquello que en la jerga del segmento de la sanidad mundial se denomina Emergencia de Salud Pública de Preocupación Internacional (PHEIC); pero nada por ahora cambiará la sustancia de las relaciones entre los estados.

Dicha sustancia es protohistórica y ha sobrevivido a otras situaciones de pandemia a lo largo del pasado, como también a casos de disrupción mayor entre estados, por ejemplo, las guerras mundiales. Por ello, bien podríamos decir que, si contamos con alguna certidumbre constante en las relaciones internacionales, ésta es la de saber que la anarquía entre los estados, la desconfianza (Hobbes decía que los estados asemejaban a “gladiadores apuntándose con sus armas y mirándose fijamente”) y la búsqueda de seguridad por parte de los mismos, son componentes inalterables.

Claro que esos componentes pueden ser moderados o equilibrados, pero para ello es necesario que los estados preeminentes, es decir, “aquellos que cuentan”, alcancen entre ellos lo que se denomina un régimen internacional afianzado, es decir, un conjunto de reglas centrales pautadas y acatadas que permitan una convivencia estable en un entorno internacional relativamente “fiscalizado”.

Pero aun dentro de semejante contexto, aunque con más cautela y desde una mayor deferencia internacional, los estados continuarán desplegando políticas con el propósito de mantener “en condiciones” sus capacidades o autoayuda, pues, como reza uno de los pocos pero infalibles asertos del realismo en la política internacional, aun en el mejor de las condiciones internacionales nunca un estado sabrá cuáles son las verdaderas intenciones de sus rivales.

Pero en el mundo de hoy, y desde hace ya tiempo, no existe régimen internacional ni existen indicios sobre la posibilidad de configuración internacional alguna. Como dato, solo consideremos que los estados sobre los que recae la responsabilidad de pensar un orden no solo están abocados al “interés nacional primero”, que incluye una creciente exaltación y promoción del patriotismo, sino que se encuentran en un estado de paulatina rivalidad y tensión entre ellos. Incluso hay tensiones en ascenso entre potencias medianas, situación que aleja posibilidades de construcción de “ordenes internacionales regionales”, una modalidad que parece considerar Henry Kissinger en su obra “Orden mundial”.

A partir de esta realidad se despliegan otras situaciones que nos anticipan un mundo en creciente estado de discordia: bajo multilateralismo, alta geopolítica, acumulación militar superior, nacionalismos variados, comercio disruptivo, querellas militares mayores, crimen organizado descontrolado, imperialismo de nuevo cuño, soberanías condicionadas, tratados interrumpidos, regionalismo fragmentado, etc.

No se trata, claro, del mejor de los mundos ni, por ahora, tampoco del peor; pero sin duda alguna un mundo muy peligroso para los estados, en particular, para los “países de geopolítica cero” (“Pdg-c”), es decir, aquel reducido y raro lote de países que mantienen una condición político-territorial inconcebible, un diagnóstico del mundo generalmente desacertado, una tendencia a anteponer los deseos a los intereses y una débil conciencia nacional frente a las cuestiones de cuño político-territorial[1].

Dicha condición implica que no hay una relación entre la extensión terrestre, aérea y marítima del país, y las capacidades que desarrollan para protegerla. El enfoque del mundo por parte de este tipo de países se funda, la mayoría de las veces, en la falta de un pensamiento estratégico propio, falta que es ocupada por concepciones que se gestan en centros de poder de geopolítica vital; por ello, cuando se consideran situaciones, por caso, la globalización (en sus diferentes manifestaciones), las mismas carecen del necesario análisis relativo con el “factor poder” que se halla en forma latente en esas situaciones. En tercer lugar, dichos actores manifiestan anhelos, es decir, tienden a desplegar actos o políticas sin considerar las intenciones que anidan en otros actores, ni son suficientemente conscientes de que “no existe ningún sitio” donde acudir en caso de necesitar amparo. Finalmente, la atención social sobre aquellas cuestiones que implican política, intereses y territorios suele manifestarse en términos de indiferencia, cuando no abierto desconocimiento; pero lo verdaderamente notable es que a menudo ello sucede entre los propios profesionales.

En relación con esto último, y refiriéndose a la Argentina, el profesor Adolfo Koutoudjian ha advertido recientemente que en 2018 el gobierno reunió consideraciones de intelectuales y pensadores argentinos sobre el futuro del país. Hubo diferentes opiniones de personas ligadas al oficialismo, es decir, “de derecha, de centro y de progresistas”. “Llamativamente, ninguno mencionó al territorio, basamento esencial de la nación en cualquier circunstancia. Tampoco se mencionó el mar, la Antártida, las Malvinas, las regiones, las cuencas hídricas ni nada vinculado a la infraestructura […]. Increíblemente, en enero de este año se recabaron opiniones de intelectuales de hoy, esta vez ligados al actual oficialismo y los grandes medios de comunicación, donde, nuevamente estos pensadores más progresistas y de izquierda se olvidaron del territorio argentino, sus problemas, potencialidades, crisis recurrentes que lo aquejan”[2].

Lo más relativamente cercano a esta extraña técnica de amparo y “poder invertido” es el aislacionismo, un lugar internacional que prácticamente ya ningún país lo ejerce; incluso aquellos que lo puedan hacer desarrollan un importante grado de autoayuda, aun a riesgo de reducir el bienestar de su población, y cuentan con “valedores internacionales” preeminentes.

Hay actores que podrían llegar a desplegar algunas de las condiciones de “Pdg-c”, pero no son estados territorialmente grandes, mucho menos, por supuesto, aquellos que Friedrich Ratzel denominaba “países-continentes”; los mismos suelen tener una ubicación preferente y, generalmente, cuentan con amparos exteriores. Pero aun estos países no llegan a desplegar todas aquellas extravagantes condiciones de carácter “anti-geopolítico”.

La incapacidad de los “Pdg-c” para construir poder nacional o “poder agregado”, es decir, alcance de relevancia en las diferentes dimensiones (económica, social, tecnológica, militar, aeroespacial, energética, diplomática, etc.), coloca a estos actores en un lugar muy inquietante en el mundo de siempre, sobre todo en el mundo que viene, pues en ese mundo de horizonte incierto podrían estar aguardando lógicas de poder que terminen por convertir a la soberanía de dichos actores en una expresión formal.

Pasando a situaciones de riesgo latente, no debemos olvidar que existen “nuevos temas” en relación con el alcance de la soberanía de un estado; cuestiones que implican la posibilidad de activar la “responsabilidad de resguardar” más allá de la salvaguardia de los derechos de los pueblos, es decir, hacia segmentos que por una deficiente gestión podrían disparar alarmantes “llamados de atención” por parte de organizaciones o estados, porque se trata de actividades que tienen secuelas (no consecuencias) internacionales. Es decir, en nombre de una “soberanía mancomunada” se podría relativizar sensiblemente la soberanía nacional.

Asimismo, y en buena medida relacionado con lo anterior, la declinante situación socioeconómica de un país podría dar lugar a una situación de “soberanía corrompida” en diferentes segmentos, por caso, energía, cibernética, alimentos, etc. Para expresarlo en términos más precisos, un actor “en apuros financio-económicos” podría ceder a propuestas de un actor preeminente, en principio atractivas y que no entrañan riesgos, para, a cambio de una ayuda económica de escala, convertirse en parte de su afluente economía como “activo suministrador de determinados bienes”[3].

Aumentando el nivel de riesgos, qué otra respuesta que no sea la inacción y el recurso estéril a las organizaciones intergubernamentales podría ofrecer un “Pdg-c”, si una alianza político-militar, para negar un futuro acceso a una potencia rival u otra alianza, decide proyectar capacidades a zonas no soberanas, pero sí adyacentes al territorio de aquel.

Subiendo más todavía el listón de riesgos, no se debería descartar (por su carácter alarmista) la hipótesis relativa con que una potencia mayor directamente ocupe parte del mismo territorio de un “Pdg-c” por cuestiones derivadas de una nueva era de lo que podríamos denominar “globalismo por recursos”, una conjetura que países como Brasil ya se han planteado hace más de tres décadas desde los términos de escenarios posibles de enfrentamientos asimétricos.

No se trata de temas nuevos; sí podría ser novedosa y deletérea la “accionización” sin mayores rodeos que implican los mismos.

En breve, no hay lugar para estatus geopolíticos inconcebibles o “lábiles” en el mundo actual. La opción es construir poder y calificar para ser parte de “países de geopolítica de deferencia”, es decir, países que imponen (cierta) consideración por parte de los actores de geopolítica intensa, que no es lo mismo a que éstos no reparen en nada si tienen que adoptar una decisión inaplazable relativa con sus intereses primero.

La otra opción, la de un enfoque de “geopolítica cero”, deja a los países que la sostienen ante dos opciones: terminar siendo sometidos por otros globales, o tener que convertirse en “protegidos” de un actor geopolítico vital regional[4].

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Profesor de la asignatura Rusia en el ISEN. Profesor en la Diplomatura en Relaciones Internacionales en la UAI. Ex profesor en la UBA y en la Escuela Superior de Guerra Aérea. Autor de varios libros sobre geopolítica. Sus dos últimos trabajos, publicados por Editorial Almaluz en 2019, son “Un mundo extraviado. Apreciaciones estratégicas sobre el entorno internacional contemporáneo”, y “Versalles, 1919. Esperanza y frustración”, este último escrito con el Dr. Carlos Fernández Pardo.

Imagen: contratapa del libro (1)

Referencias

[1] Alberto Hutschenreuter, Un mundo extraviado. Apreciaciones estratégicas sobre el entorno internacional contemporáneo. Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019, p. 161.

[2] Adolfo Koutoudjian, “Argentina: no hay Nación sin territorio”. El País Digital, 17 de junio de 2020, https://elpaisdigital.com.ar/contenido/argentina-no-hay-nacin-sin-territorio/27323 (disponible en red).

[3] Se sugiere consultar el trabajo de Juan José Borrell, Geopolítica y alimentos. El desafío de la seguridad alimentaria frente a la competencia por los recursos naturales. Buenos Aires: Editorial Biblos, 2019.

[4] Ver el pertinente artículo de Carlos Escudé, “Somos un protectorado de Chile y Brasil”. La Nación, Argentina, 24 de enero de 2013, https://www.lanacion.com.ar/opinion/somos-un-protectorado-de-chile-y-brasil-nid1548409/ (disponible).

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