MARTIN LUTHER KING Y UN SUEÑO QUE AÚN NO SE CONCRETÓ

Marcelo Javier de los Reyes*

Martin Luther King (izquierda) y John F. Kennedy (derecha) (Fuente: RollingOut.com)

El 28 de agosto de 1963 el predicador Martin Luther King pronunció un icónico discurso ante el Lincoln Memorial, en Washington, conocido como “I have a dream”. Lo hizo en ese lugar para conmemorar el Decreto de Emancipación firmado por el presidente Abraham Lincoln el 1º de enero de 1863. El 22 de septiembre de 1862 el presidente Lincoln emitió una versión preliminar de la Proclamación de Emancipación, mediante la cual declaraba que los esclavos en los estados o partes de los estados que reclamaban la secesión, serían libres. Cien días después, el presidente emitió la Proclamación de Emancipación que declaraba que “todas las personas mantenidas como esclavos” en la zonas rebeldes “son, y en adelante serán, libres”.

El doctor King iniciaba su discurso diciendo:

Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy en la que quedará como la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestra nación. Hace cien años, un gran americano, cuya sombra simbólica nos cobija, firmó la Proclama de Emancipación. Este importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Llegó como un amanecer de alegría para terminar la larga noche del cautiverio. Pero 100 años después debemos enfrentar el hecho trágico de que el negro aún no es libre. Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación.[1]

Esto acontecía tan solo veintidós años después de otro memorable discurso pronunciado ante el Congreso por otro destacado presidente estadounidense. El 6 de enero de 1941 Franklin D. Roosevelt presentó el Estado de la Unión ante el Congreso, en una memorable disertación conocida como “Discurso de las cuatro libertades” (Four Freedoms Speech). El propio Roosevelt sintetizó los objetivos de Estados Unidos para el mundo de postguerra en “cuatro libertades humanas esenciales”: la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de vivir sin penuria y la libertad de vivir sin miedo.

Era evidente que veintidós años después, los objetivos de Roosevelt no se cumplían ni en su propio país. El doctor King, continuaba su discurso diciendo:

En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue devuelto con el sello de ‘fondos insuficientes’. Pero nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Por eso hemos venido a cobrar ese cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia.[2]

En repetidas oportunidades dijo “Yo tengo un sueño”, “un sueño arraigado profundamente en el sueño americano”, un sueño que aún hoy es tenido y proclamado en diversas partes del mundo, el sueño de “que todos los hombres son creados iguales”.

Martin Luther King. “Yo tengo un sueño” (“I have a dream”) Washington, 28/08/1963

En su último discurso, pronunciado el 3 de abril de 1968 expreso:

¡Yo sólo quiero hacer la voluntad de Dios! Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado, y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allá con ustedes. Pero quiero que ustedes sepan esta noche, que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida.

En ese mismo discurso, antes de ser asesinado el 4 de abril, dijo:

Algo está pasando en nuestro mundo. Las masas de gentes se están levantando. Y donde quiera que hoy estén reunidos, ya sea que estén en Johannesburg, en Sudáfrica; Nairobi, Kenia; Accra, en Ghana; la ciudad de Nueva York, Atlanta, Georgia; Jackson, en Missisipi; o en Memphis, Tennessee, el grito es siempre el mismo: “Queremos ser libres.”

Martin Luther King levantaba la bandera de los derechos civiles en momentos en que los negros eran discriminados en la que se consideraba la principal democracia pero que, junto a los “hispanos”, constituían buena parte de las tropas enviadas a combatir a Vietnam. En ese marco, cuando los trabajadores negros de saneamiento en Memphis se dieron cuenta que cobraban menos que sus compañeros blancos, salieron a la calle portando carteles con la inscripción I am a man.

Los asesinatos de Martin Luther King —acaecido el 4 de abril de 1968 en Memphis, Tennessee— y el de Robert Kennedy —cuyo atentado ocurrió el 5 de junio en la cocina del hotel Ambassador, falleciendo más tarde, el 6 de junio de 1968 en el Good Samaritan Hospital de Los Ángeles, California— impactaron a la sociedad mundial, pues significaron el fin del sueño de un nuevo mundo.

Sus muertes conmovieron al mundo pero no lo cambiaron. Tampoco lo había cambiado la muerte del presidente John Fitzgerald Kennedy, asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Dallas.

Es importante destacar que el presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln (1808-1865) —al que Martin Luther King homenajeó el 28 de agosto de 1963—, no tuvo como objetivo luchar contra la esclavitud. Howard Temperley, académico de la Universidad de East Anglia, Norwich, cita que Lincoln le escribió a Horace Greeley, director del New York Tribune, dejando en claro cuál era su objetivo:

Mi objetivo principal en esta lucha es salvar la Unión, y no salvar la esclavitud ni destruirla; si pudiera salvar la Unión al precio de no libertar a un solo esclavo, lo haría; si pudiera salvarla libertando a todos los esclavos, lo haría; y si pudiera salvarla libertando a unos y abandonando a otros, también lo haría.[3]

Contrariamente a lo que en general se considera, por sobre todas las cosas Lincoln sólo pensaba en la integridad de la Unión.

Del mismo modo, el “Discurso de las cuatro libertades” puede apreciarse como una expresión de deseos en la “gran democracia mundial”, en la que la muerte de George Floyd parece no haber sido suficiente. Solo cuatro días antes de que se conmemorase este icónico discurso de Martin Luther King, un nuevo hecho de violencia contra un ciudadano negro fue perpetrado por agentes de policía[4]. En un operativo, un agente del departamento de Kenosha, en el estado de Wisconsin en Estados Unidos, le disparó siete veces por la espalda a Jacob Blake, quien estaba desarmado, delante de su familia, cuando éste intentaba subirse a su camioneta. Blake se encuentra internado en grave estado.

La “gran democracia” sigue entregando “al negro un cheque sin valor”, como dijo hace 57 años Martin Luther King. No obstante, la democracia que es citada como modelo, sobre todo por quienes adhieren a los valores del liberalismo, ha tenido un presidente negro, uno, y un solo presidente católico, quien fue asesinado. Un dato curioso en un Estado cuya población es mayoritariamente cristiana (74,54%), siendo el catolicismo la primera minoría religiosa (aproximadamente 24% de la población del país).

Estados Unidos parece ser otro país en el que los bellos discursos de sus presidentes no se concretan en acciones, algo que se pone más en evidencia en otros países y no sólo de nuestra región. El mundo precisa más acción por parte de sus dirigentes, acción encaminada a proporcionarles beneficios y felicidad a sus ciudadanos. Las palabras no bastan y como dijo el doctor King, “algo está pasando en nuestro mundo. Las masas de gentes se están levantando”.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] Martin Luther King. “Tengo un sueño”. El Mundo (España), <https://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/martin-luther-king/texto-integro.html>.

[2] Ídem.

[3] Howard Temperley. “Regionalismo, esclavitud, guerra civil y reincorporación del Sur, 1815-1877”. En: Adams, Willi Paul (comp.). Los Estados Unidos de América. (Historia Universal Siglo XXI, vol. 30). Madrid: Siglo XXI, 1980, p. 99-100.

[4]Violencia policial en EE.UU.: le dispararon 7 tiros por la espalda a un ciudadano negro”. La Voz (Córdoba), 24/08/2020, <https://www.lavoz.com.ar/mundo/violencia-policial-en-eeuu-le-dispararon-7-tiros-por-espalda-a-un-ciudadano-negro>.

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EL BARCO A LA DERIVA

F. Javier Blasco*

Aún recuerdo perfectamente, porque me impresionó mucho, que siendo un joven estudiante de bachillerato, vi una película de 1959, titulada “Misterio en el barco perdido”; trataba de las desventuras de un gran buque carguero a la deriva en mitad del Canal de la Mancha, fustigado constantemente por una grandísima borrasca con vientos huracanados y olas de varios metros que le zarandeaban a su capricho, poniéndolo en peligro y con graves problemas a su supervivencia.

En el buque, que se dedicaba encubrir cierto contrabando de armas, debido a una serie de incendios provocados a bordo por cierto tipo de sublevaciones o motines para hundirlo por los efectos del abandono en medio de la borrasca, tan solo quedaba una persona viva, dada previamente por muerta y un cadáver enterrado en la carbonera de la sala de calderas. El vivo, una vez despierto y consciente de la situación de soledad y peligro, luchaba con todo su empeño por combatir contra las inclemencias del tiempo, poner en marcha las calderas para darle presión a los motores de las máquinas y evitar que zozobrara contra unos acantilados que sabía estaban próximos y hacia los que se encaminaba por los efectos de las graves corrientes y la fuerte marea.

Posiblemente, aquella película, a pesar de ser rodada con un elenco de muy buenos y famosos actores, tuviera algunos detractores, no muy buenos efectos especiales, problemas de realización o de otro tipo porque, casualmente, no la he vuelto a ver en las carteleras ni repuesta en las cadenas de televisión, esas que reiteradamente nos traen a la memoria tantas viejas buenas o menos buenas joyas.

En cualquier caso, aquella película me gustó mucho; de lo contrario, no mantendría con total nitidez el gran impacto que me produjo hace algo más de cincuenta años. No recordaría, el efecto que deja en la mente un gran barco a la deriva; abandonado por su tripulación; sin capitán que le dirija o dé las órdenes oportunas para que aquella enorme masa de hierro, entonces quejumbrosa y llena de ruidos extraños en sus dolidas vigas y cuadernas, se pusiera de nuevo en marcha, generara luz y la necesaria energía para que las máquinas y sus potentes bielas de potencia lanzaran fuera el encuadre de la gran zozobra y el pánico que aquellas escenas mostraban con crudeza y proporcionar la posibilidad de meter la nave en el rumbo y la ruta adecuada para salvarla de aquellos peligrosos escollos de los que se sabía de su existencia.

Pues bien, la película acaba bien, como casi todas las de la época; un pequeño remolcador se acerca a la nave, no sin grandes y graves peripecias y con la ayuda de aquel valiente y aparentemente único superviviente en el barco en cuestión, se arregla el desaguisado, se ponen las maquinas en marcha y se salva la nave en el último momento antes de una más que segura y nefasta colisión y con ello, finalmente, se descubrió toda la trama que se pretendía ocultar.

He tenido el atrevimiento de contarles la sinopsis de una película de suspense y acción porque cada día que pasa, tengo una mayor sensación de que España es hoy en día, una gran nave a la deriva; con un gobierno que, como aquel capitán y su equipo de oficiales y tripulación, decidieron abandonar el barco en plena tormenta para ocultar sus problemas (se han ido de largas y lujosas vacaciones en medio de la segunda oleada de la pandemia, a las puertas de la vuelta al colegio, con la economía destrozada, en un país en bancarrota, sin arreglar ni regular nada y dejando que los muchos y variados problemas ya existentes o por llegar crecieran); que se queda a solas, sin mando, a oscuras y al albur de los vientos, las grandes olas y las fuertes mareas que la dirigirán de cabeza a unos teóricos acantilados que serán, sin duda, a su desaparición dada por bastante cierta. Donde alguien queda a bordo —la población en este caso— que solo y sin ayuda de nadie (la oposición), trata de poner algo de luz en las ideas, comprueba las cartas de navegación, piensa en lo que se necesita, se remanga y se pone a la faena para darle presión y potencia al sistema sin importarle los problemas que oculta y los cadáveres que aparecen bajo el carbón en la carbonera.

Aunque ya venía de largo, desde marzo, España ha entrado en una mayor espiral de zozobra y de mal fario; nada ni adrede podía salir peor de lo que ha sucedido; en muchos casos por falta de previsión, en otros por indolencia y en casi todos ellos debido a la poca o mala calidad y preparación intelectual del personal al mando. Su capacitación e interés son tan pobres o inexistentes, que han ido dejando pasar el tiempo sin adelantarse a las necesidades; despreciaron o se escondieron ante la crudeza de las lecciones aprendidas; perdieron la oportunidad de adaptar la añeja legislación existente a las nuevas necesidades y de cubrir las más que conocidas necesidades de material y personal cualificado, en cantidad suficiente para evitar volver a pasar por situaciones vergonzosas de tener que reconocer la falta de lo necesario y suficiente, tras haber anunciado y garantizado a bombo y platillo, como suele ser su costumbre, que se disponía de lo necesario para hacer frente a cualquier tipo de rebrote o potente oleada que pudiera despuntar (existencias de Remdesivir).

Meses y meses llenos de mentiras, engaños y de propaganda zafia y barata que abochorna a cualquiera dentro y fuera de España menos a ellos mismos a tenor de los auto aplausos que rastreramente se conceden o de una pléyade de palmeros y estómagos agradecidos que pululan en su entorno en busca de un premio, un sueldo o un puesto en la administración que garantice la solución a sus problemas económicos a perpetuidad aunque el susodicho o susodicha, no tengan ni los méritos ni la preparación que para aquellos se precisa y se deban demostrar.

Un mundo donde la llamada nueva política y su forma de actuar, ha dado paso al menosprecio del existente funcionario, aquel que suele estar preparado y capaz de cubrir todo tipo de necesidades porque jamás se ha visto un número tan grande de sobradamente bien pagados asesores que cada uno de estos desenfrenados parásitos dedicados a la política necesita para poder seguir engañando a un público, que por otra parte, parece bien dispuesto a dejarse engañar.

Somos los que más récords negativos hemos logrado acaparar; doblamos y hasta triplicamos a los demás pares con los que nos podamos comparar; a todo se llega tarde y mal; no se ha parado de anunciar diversos tipos de ayudas económicas e incentivos al necesitado ciudadano y a los diversos sectores que pasan por problemas y su posible recuperación no es cosa de días, sino de varios meses o quizá más. Ayudas e incentivos, que tardan mucho en llegar y que a veces se quedan en nada o en la mitad de la mitad.

Iniciativas, anunciadas como novedosas y muy dadivosas sin contar con el respaldo suficiente y real. Para hacer frente a su pago se necesitarán cantidades multimillonarias (prestadas o regaladas) que desde los prestamistas o de la UE deberán llegar una vez sean aprobadas de verdad y cuando la perezosa maquinaria europea se ponga en marcha y encuentren los fondos; por lo que, en su mayor parte, estos llegarán pasados bastantes meses desde que se planteó tal necesidad. Mientras tanto, ha habido que recurrir a la emisión de deuda que por muy poco que suban los crecientes intereses, su monto total ha crecido tanto que estamos llegando a límites jamás sospechados poderse superar.

El endeudamiento al que se está sometiendo al país es tan grande que para su devolución total se precisará o bien de una potente y misericordiosa, aunque nada probable, condonación o de dos o tres generaciones sucesivas, que trabajando sin descanso y sufriendo muchas apreturas puedan, céntimo a céntimo, ir pagando lo que sus abuelos y bisabuelos gastamos alegremente, porque unos ineptos políticos no quisieron hacer caso a los avisos y a ciertas normas externas, que al no sernos impuestas dura y tajantemente, nos dejaron libremente cabalgar hacia el caos, la vergüenza propia y ajena o la asegurada banca rota sin solución de continuidad.

Durante algo más de cuarenta años hemos sido víctimas de nuestro propio auto engaño, estábamos convencidos y creíamos sin fisuras que disfrutábamos de una potente, joven y saneada democracia. Democracia, que era tomada como ejemplo y origen de la envidia ajena en muchos países de nuestro entorno. Que además, teníamos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, que no podía fallar y que afrontaría mejor que nadie cualquier esfuerzo extraordinario que se le pudiera exigir en situaciones de extrema necesidad. Que nuestro sistema de pensiones, más potente y generoso que el mejor de entre nuestros socios y aliados, era tan bueno y eficaz, que hasta podría alimentar y engordar sin descanso una importante hucha para tiempos de flojedad; hucha, que a la hora de la verdad, ha resistido muy poco tiempo y ahora, el sistema se encuentra quebrado y con visos de no poder continuar por el mismo sendero por muchos años más.

Igualmente, creímos que no deberíamos preocuparnos por el acatamiento sin fisuras de nuestra Constitución, la admisión sin vacilar de la Monarquía parlamentaria y el máximo respeto a la separación de poderes, a la libertad de expresión e información porque dichos principios y valores eran los pilares inquebrantables que jamás se podían ni debían derribar. Ahora, sin entrar en muchos detalles, sabemos que nos encontramos en que, de todo aquello tan bonito y necesario, queda muy poco o nada en realidad.

Son muchos los esfuerzos, inclusive dentro del actual gobierno, por tumbar la Constitución, convertir a España en algo diferente y derribar la monarquía como Jefatura del Estado. Con respecto a la administración de justicia fue todo un puro espejismo con intentos de crearnos una sensación de equilibrio y tranquilidad. Sensación, que hoy en día y sin tapujos, se nos antoja como algo demasiado politizado, vano e irreal; basta con ver la mayor parte de las decisiones judiciales de los últimos tiempos, sus sentencias y alegatos completamente variopintos y bien diferentes según sea la persona, partido o región donde se aplique en función del tinte político del juez o de la mayor parte del susodicho tribunal. Alegatos que, hasta sin venir a cuento, siendo muy desafortunados y bastante inciertos, fueron la base y el fundamento de una moción de censura que acabó con un gobierno legalmente establecido y sin sucia mancha extra política que alegar.

Hasta el actual gobierno ha anunciado —sin ningún tipo de recato o contrición— que ha creado una especie de fuerza policial para escudriñar entre las redes para censurar e incluso borrar las críticas al gobierno de los que no opinan parecido a ellos o igual. Sé de lo que hablo, porque yo mismo en este sentido y en más de una ocasión, he visto cercenados mis derechos de libertad de expresión.

La España de hoy en día me recuerda al mismo barco a la deriva que un día vi en aquella película; con las calderas apagadas, sin capitán en el puente de mando, sin oficiales ni tripulación que cumplan sus cometidos, sin luz ni potencia que mueva los elementos básicos de navegación y comunicación; un buque que sufre los azotes del mal tiempo y que solo espera que alguien de fuera lo rescate o que la borrasca amaine por sí sola y pueda salir de ella con el menor daño posible y algo de dignidad.

Una nave que precisa de alguien fuerte y lo suficientemente capaz en la sala de calderas para lograr obtener el necesario vapor que precisa la inmensa y compleja maquinaria del buque, el personal suficiente para usar los sistemas que administran la potencia y el necesario equipo de mando que la gobierne con seguridad, tiento y acierto hacia un buen y seguro puerto donde pueda cobijarse y restañar sus muchas y graves heridas.

Pero no, parece que este sueño que nos podría traer la solución no se va a dar por mucho que todos veamos y sintamos su necesidad. Hoy, tras un mes de vacaciones a todo postín y con determinados y muy precisos miembros del gobierno, desaparecidos o inactivos durante un mayor periodo, ante todo lo que tenemos y se nos viene encima, con un país en banca rota, con las residencias de ancianos amenazadas de nuevo de convertirse en centros de pánico, dolor y muerte, a diez días de la vuelta al colegio, convertidos en auténticos limosneros y con una economía que cruje como las cuadernas del buque de la película, Sánchez retoma su costumbre del Aló Presidente y nos anuncia sus dos “grandes medidas”; apoyar a la Comunidades siempre y cuando estas previamente soliciten el confinamiento total o parcial de sus territorios (nada nuevo ya que esta situación está contemplada en la misma ley que regula el Estado de Alarma de 1981) y poner al servicio de toda España, solamente 2.000 soldados para que en su voluntarioso carácter polivalente y policarburante, cubran las necesidades de varias decenas de miles de “personal cualificado” para que actúen de rastreadores en los lugares donde la pandemia se extiende de forma potente y descontrolada. Hay que ver, de que poco les ha servido tantos días de vaguear.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Reserva) de España.  Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

Publicado originalmente en https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/el-barco-a-la-deriva

EL RIESGO DE CONTINUAR SIENDO UN “PAÍS DE GEOPOLÍTICA CERO” EN UN MUNDO DE “INTERESES NACIONALES PRIMERO”

Alberto Hutschenreuter*

Aunque existe alguna esperanza relativa con un cambio favorable en las relaciones internacionales a partir del tremendo seísmo que provocó la pandemia, no hay ninguna razón como para pensar que el fenómeno implicará cambios de escala en dichas relaciones. Posiblemente se realizarán “ajustes” relacionados con la mejora de la información y coordinación preventiva sobre aquello que en la jerga del segmento de la sanidad mundial se denomina Emergencia de Salud Pública de Preocupación Internacional (PHEIC); pero nada por ahora cambiará la sustancia de las relaciones entre los estados.

Dicha sustancia es protohistórica y ha sobrevivido a otras situaciones de pandemia a lo largo del pasado, como también a casos de disrupción mayor entre estados, por ejemplo, las guerras mundiales. Por ello, bien podríamos decir que, si contamos con alguna certidumbre constante en las relaciones internacionales, ésta es la de saber que la anarquía entre los estados, la desconfianza (Hobbes decía que los estados asemejaban a “gladiadores apuntándose con sus armas y mirándose fijamente”) y la búsqueda de seguridad por parte de los mismos, son componentes inalterables.

Claro que esos componentes pueden ser moderados o equilibrados, pero para ello es necesario que los estados preeminentes, es decir, “aquellos que cuentan”, alcancen entre ellos lo que se denomina un régimen internacional afianzado, es decir, un conjunto de reglas centrales pautadas y acatadas que permitan una convivencia estable en un entorno internacional relativamente “fiscalizado”.

Pero aun dentro de semejante contexto, aunque con más cautela y desde una mayor deferencia internacional, los estados continuarán desplegando políticas con el propósito de mantener “en condiciones” sus capacidades o autoayuda, pues, como reza uno de los pocos pero infalibles asertos del realismo en la política internacional, aun en el mejor de las condiciones internacionales nunca un estado sabrá cuáles son las verdaderas intenciones de sus rivales.

Pero en el mundo de hoy, y desde hace ya tiempo, no existe régimen internacional ni existen indicios sobre la posibilidad de configuración internacional alguna. Como dato, solo consideremos que los estados sobre los que recae la responsabilidad de pensar un orden no solo están abocados al “interés nacional primero”, que incluye una creciente exaltación y promoción del patriotismo, sino que se encuentran en un estado de paulatina rivalidad y tensión entre ellos. Incluso hay tensiones en ascenso entre potencias medianas, situación que aleja posibilidades de construcción de “ordenes internacionales regionales”, una modalidad que parece considerar Henry Kissinger en su obra “Orden mundial”.

A partir de esta realidad se despliegan otras situaciones que nos anticipan un mundo en creciente estado de discordia: bajo multilateralismo, alta geopolítica, acumulación militar superior, nacionalismos variados, comercio disruptivo, querellas militares mayores, crimen organizado descontrolado, imperialismo de nuevo cuño, soberanías condicionadas, tratados interrumpidos, regionalismo fragmentado, etc.

No se trata, claro, del mejor de los mundos ni, por ahora, tampoco del peor; pero sin duda alguna un mundo muy peligroso para los estados, en particular, para los “países de geopolítica cero” (“Pdg-c”), es decir, aquel reducido y raro lote de países que mantienen una condición político-territorial inconcebible, un diagnóstico del mundo generalmente desacertado, una tendencia a anteponer los deseos a los intereses y una débil conciencia nacional frente a las cuestiones de cuño político-territorial[1].

Dicha condición implica que no hay una relación entre la extensión terrestre, aérea y marítima del país, y las capacidades que desarrollan para protegerla. El enfoque del mundo por parte de este tipo de países se funda, la mayoría de las veces, en la falta de un pensamiento estratégico propio, falta que es ocupada por concepciones que se gestan en centros de poder de geopolítica vital; por ello, cuando se consideran situaciones, por caso, la globalización (en sus diferentes manifestaciones), las mismas carecen del necesario análisis relativo con el “factor poder” que se halla en forma latente en esas situaciones. En tercer lugar, dichos actores manifiestan anhelos, es decir, tienden a desplegar actos o políticas sin considerar las intenciones que anidan en otros actores, ni son suficientemente conscientes de que “no existe ningún sitio” donde acudir en caso de necesitar amparo. Finalmente, la atención social sobre aquellas cuestiones que implican política, intereses y territorios suele manifestarse en términos de indiferencia, cuando no abierto desconocimiento; pero lo verdaderamente notable es que a menudo ello sucede entre los propios profesionales.

En relación con esto último, y refiriéndose a la Argentina, el profesor Adolfo Koutoudjian ha advertido recientemente que en 2018 el gobierno reunió consideraciones de intelectuales y pensadores argentinos sobre el futuro del país. Hubo diferentes opiniones de personas ligadas al oficialismo, es decir, “de derecha, de centro y de progresistas”. “Llamativamente, ninguno mencionó al territorio, basamento esencial de la nación en cualquier circunstancia. Tampoco se mencionó el mar, la Antártida, las Malvinas, las regiones, las cuencas hídricas ni nada vinculado a la infraestructura […]. Increíblemente, en enero de este año se recabaron opiniones de intelectuales de hoy, esta vez ligados al actual oficialismo y los grandes medios de comunicación, donde, nuevamente estos pensadores más progresistas y de izquierda se olvidaron del territorio argentino, sus problemas, potencialidades, crisis recurrentes que lo aquejan”[2].

Lo más relativamente cercano a esta extraña técnica de amparo y “poder invertido” es el aislacionismo, un lugar internacional que prácticamente ya ningún país lo ejerce; incluso aquellos que lo puedan hacer desarrollan un importante grado de autoayuda, aun a riesgo de reducir el bienestar de su población, y cuentan con “valedores internacionales” preeminentes.

Hay actores que podrían llegar a desplegar algunas de las condiciones de “Pdg-c”, pero no son estados territorialmente grandes, mucho menos, por supuesto, aquellos que Friedrich Ratzel denominaba “países-continentes”; los mismos suelen tener una ubicación preferente y, generalmente, cuentan con amparos exteriores. Pero aun estos países no llegan a desplegar todas aquellas extravagantes condiciones de carácter “anti-geopolítico”.

La incapacidad de los “Pdg-c” para construir poder nacional o “poder agregado”, es decir, alcance de relevancia en las diferentes dimensiones (económica, social, tecnológica, militar, aeroespacial, energética, diplomática, etc.), coloca a estos actores en un lugar muy inquietante en el mundo de siempre, sobre todo en el mundo que viene, pues en ese mundo de horizonte incierto podrían estar aguardando lógicas de poder que terminen por convertir a la soberanía de dichos actores en una expresión formal.

Pasando a situaciones de riesgo latente, no debemos olvidar que existen “nuevos temas” en relación con el alcance de la soberanía de un estado; cuestiones que implican la posibilidad de activar la “responsabilidad de resguardar” más allá de la salvaguardia de los derechos de los pueblos, es decir, hacia segmentos que por una deficiente gestión podrían disparar alarmantes “llamados de atención” por parte de organizaciones o estados, porque se trata de actividades que tienen secuelas (no consecuencias) internacionales. Es decir, en nombre de una “soberanía mancomunada” se podría relativizar sensiblemente la soberanía nacional.

Asimismo, y en buena medida relacionado con lo anterior, la declinante situación socioeconómica de un país podría dar lugar a una situación de “soberanía corrompida” en diferentes segmentos, por caso, energía, cibernética, alimentos, etc. Para expresarlo en términos más precisos, un actor “en apuros financio-económicos” podría ceder a propuestas de un actor preeminente, en principio atractivas y que no entrañan riesgos, para, a cambio de una ayuda económica de escala, convertirse en parte de su afluente economía como “activo suministrador de determinados bienes”[3].

Aumentando el nivel de riesgos, qué otra respuesta que no sea la inacción y el recurso estéril a las organizaciones intergubernamentales podría ofrecer un “Pdg-c”, si una alianza político-militar, para negar un futuro acceso a una potencia rival u otra alianza, decide proyectar capacidades a zonas no soberanas, pero sí adyacentes al territorio de aquel.

Subiendo más todavía el listón de riesgos, no se debería descartar (por su carácter alarmista) la hipótesis relativa con que una potencia mayor directamente ocupe parte del mismo territorio de un “Pdg-c” por cuestiones derivadas de una nueva era de lo que podríamos denominar “globalismo por recursos”, una conjetura que países como Brasil ya se han planteado hace más de tres décadas desde los términos de escenarios posibles de enfrentamientos asimétricos.

No se trata de temas nuevos; sí podría ser novedosa y deletérea la “accionización” sin mayores rodeos que implican los mismos.

En breve, no hay lugar para estatus geopolíticos inconcebibles o “lábiles” en el mundo actual. La opción es construir poder y calificar para ser parte de “países de geopolítica de deferencia”, es decir, países que imponen (cierta) consideración por parte de los actores de geopolítica intensa, que no es lo mismo a que éstos no reparen en nada si tienen que adoptar una decisión inaplazable relativa con sus intereses primero.

La otra opción, la de un enfoque de “geopolítica cero”, deja a los países que la sostienen ante dos opciones: terminar siendo sometidos por otros globales, o tener que convertirse en “protegidos” de un actor geopolítico vital regional[4].

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Profesor de la asignatura Rusia en el ISEN. Profesor en la Diplomatura en Relaciones Internacionales en la UAI. Ex profesor en la UBA y en la Escuela Superior de Guerra Aérea. Autor de varios libros sobre geopolítica. Sus dos últimos trabajos, publicados por Editorial Almaluz en 2019, son “Un mundo extraviado. Apreciaciones estratégicas sobre el entorno internacional contemporáneo”, y “Versalles, 1919. Esperanza y frustración”, este último escrito con el Dr. Carlos Fernández Pardo.

Imagen: contratapa del libro (1)

Referencias

[1] Alberto Hutschenreuter, Un mundo extraviado. Apreciaciones estratégicas sobre el entorno internacional contemporáneo. Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019, p. 161.

[2] Adolfo Koutoudjian, “Argentina: no hay Nación sin territorio”. El País Digital, 17 de junio de 2020, https://elpaisdigital.com.ar/contenido/argentina-no-hay-nacin-sin-territorio/27323 (disponible en red).

[3] Se sugiere consultar el trabajo de Juan José Borrell, Geopolítica y alimentos. El desafío de la seguridad alimentaria frente a la competencia por los recursos naturales. Buenos Aires: Editorial Biblos, 2019.

[4] Ver el pertinente artículo de Carlos Escudé, “Somos un protectorado de Chile y Brasil”. La Nación, Argentina, 24 de enero de 2013, https://www.lanacion.com.ar/opinion/somos-un-protectorado-de-chile-y-brasil-nid1548409/ (disponible).

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