Archivo de la etiqueta: Historia

17 DE MAYO, DÍA DE LA ARMADA ARGENTINA. EL COMBATE DE MONTEVIDEO.

Marcelo Javier de los Reyes*

 

La primera escuadra naval

En mayo de 1810, el proceso revolucionario que tuvo lugar en el Río de la Plata a partir de la conformación de la Junta de Gobierno en Buenos Aires, requería imperiosamente de una escuadra que le permitiera defenderse ante una potencial agresión extranjera. Los recursos eran escasos y no se contaba con marinos nativos formados. Para subsanar esta carencia, la Junta de Gobierno encomendó la descomunal tarea de crear un cuerpo de marina al salteño Francisco Bruno de Gurruchaga y Fernández Pedroso (1766-1846) y al maltés Juan Bautista Azopardo (1772-1848).

Al momento de formularle esta solicitud a Francisco de Gurruchaga se tuvo en cuenta su experiencia en España, a donde su padre lo había llevado a la edad de ocho años junto a su hermano. Durante su estadía en la península tuvo lugar la guerra con Inglaterra. Este conflicto lo llevó a alistarse como oficial en la Real Marina Española. Fue embarcado en el buque Santísima Trinidad como ayudante de órdenes del futuro virrey rioplatense Baltasar Hidalgo de Cisneros, a bordo del cual prestó servicios en la batalla de Trafalgar, que tuvo lugar el 21 de octubre de 1805.

En 1809, Francisco de Gurruchaga arribó a Buenos Aires y en 1810 integró la Junta Grande de Gobierno por Salta. Se desempeñaba como vocal de Marina cuando se le encomendó esa ardua tarea junto a Azopardo. Dadas las carencias del gobierno, hizo uso de su fortuna personal para formar la primera escuadra naval.

Con ese propósito compraron cinco buques mercantes a particulares, tres de los cuales fueron armados apresuradamente: un bergantín, una goleta y una balandra. Estos primeros buques fueron armados con cañones que habían sido comprados con anterioridad. La goleta fue bautizada “Invencible”, el bergantín “25 de Mayo” y la balandra “América”. La marinería fue integrada por ingleses, franceses e italianos. Juan Bautista Azopardo fue nombrado con el título de teniente coronel y comandante de las fuerzas navales. Quedó a cargo de la nave capitana, la goleta “Invencible”, mientras que el marino francés Hipólito Bouchard recibió el mando del bergantín “25 de Mayo” y su compatriota Ángel Hubac quedó al frente de la balandra “América”. Esa fue la primera fuerza naval patriota.

A comienzos de 1811 el puerto de Buenos Aires estaba bloqueado por las fuerzas navales españolas. Esto dificultaba las comunicaciones con el ejército enviado por la Junta a la Banda Oriental. El 10 de febrero de 1811 la escuadrilla partió al mando de Azopardo, a quien Gurruchaga puso en sus manos el pliego cerrado de instrucciones, que debería abrirse a la altura de la isla Martin García. El 2 de marzo, en San Nicolás, buques españoles bajo el comando del capitán Jacinto de Romarate destruyeron la escuadrilla patriota. Azopardo fue tomado prisionero y llevado a España.

Tras la derrota de San Nicolás, Gurruchaga inició las gestiones para obtener otros buques, comprometiendo nuevamente parte de su fortuna personal.

Un nuevo esfuerzo por dominar el río

Se inició entonces una segunda etapa para conformar una flota patriota, de la que fue protagonista el irlandés Guillermo Brown. Nacido en Foxford el 22 de junio de 1777, arribó a Buenos Aires a mediados de 1809, a la edad de 32 años.

En poco tiempo logró independizarse económicamente y adquirir una pequeña goleta con la cual realizaba la travesía Buenos Aires – Montevideo con carga general y pasaje.

En 1811 un buque español atacó su nave y otro que había arrendado, cargado de cueros y frutos, apoderándose de ellos y perjudicando económicamente a Brown. Este hecho produjo un resentimiento que motivó al irlandés a ofrecer sus servicios al gobierno de Buenos Aires.

Luego de insistir en su ofrecimiento y tras obtener la autorización oficial, partió en dos lanchones tripulados por marineros de diversas nacionalidades. Con gran denuedo abordó una nave y la apresó, tras lo cual la llevó a Buenos Aires y con lo obtenido de su venta pudo resarcirse de las pérdidas que le ocasionaron los españoles. Esta acción le valió la admiración del gobierno, el cual le confió la jefatura de la escuadrilla que se había creado.

En diciembre de 1813, el secretario de Hacienda, Juan Larrea, le encomendó al comerciante estadounidense Guillermo Pío White la compra de naves y pertrechos. Fue así como se contó con siete buques tripulados por seiscientos hombres y artillados con noventa y ocho cañones. En enero de 1814 fue nombrado a su frente Guillermo Brown, quien, tras unos días de combate, el 15 de marzo tomó la isla Martín García, cuya posición estratégica domina el ingreso a los afluentes del Plata. Una parte de los buques españoles remontó el Uruguay para buscar refugio en el Arroyo de la China. El 28 de marzo se produjo un nuevo enfrentamiento en ese sitio, que si bien fue un revés para las fuerzas patriotas, no revistió importancia en términos militares.

Por su parte, Brown reorganizó su flota con el objetivo de enfrentar la flota realista en Uruguay. El 15 de abril inició el bloqueo del puerto de Montevideo, en la que los realistas esperaban la llegada de refuerzos desde España y desde Perú. Ante el temor de que los pertrechos militares y el dinero cayeran en manos de las fuerzas de Buenos Aires, los españoles decidieron salir en la noche del 13 de mayo con sus buques con la intención de derrotar a Brown. El 14 de mayo, Brown realizó un ensayo de retirada para llevar a los navíos españoles aguas afuera, a los efectos de alejarlos de la seguridad del puerto de Montevideo. Frente a Buceo se inició una batalla naval que resultó en una victoria decisiva para el gobierno revolucionario. La batalla del Buceo fue un paso decisivo para la rendición de Montevideo: tres navíos españoles fueron apresados, otros incendiados y hundidos. El resto buscó refugio en Montevideo. Brown resultó herido pero no de gravedad, lo que le valió la promoción al grado de coronel de marina.

La importancia del Combate de Montevideo

El 16 y 17 de mayo Brown se lanzó sobre lo que quedaba de la escuadra realista de Montevideo, cuyo puerto había quedado nuevamente bloqueado. Se cuenta que la población de Montevideo pudo ver el combate naval desde las azoteas de la ciudad.

El triunfo de Brown le aseguró el dominio del Río de la Plata. Por su parte, el sitio terrestre se hizo más riguroso; ese mismo día, el 17 de mayo, al frente de mil quinientos hombres de refuerzo, el coronel Carlos María de Alvear tomó el mando del ejército en reemplazo de José Rondeau, despojándolo de la posibilidad de ser quien lograra la rendición de Gaspar De Vigodet, quien desde 1811 era capitán general y gobernador de las provincias del Río de la Plata.

Vigodet procuró negociar pero Alvear sólo pretendía su rendición, la cual se firmó el 20 de junio.

Montevideo dejó de ser una amenaza para los revolucionarios y el triunfo del Combate de Montevideo significó el fin del dominio español en lo que fuera el Virreinato del Río de la Plata.

Dada su importancia en el proceso independentista, el 17 de mayo fue instituido como el Día de la Armada Argentina.

Bibliografía

Figueroa, Mauro. “El armador de la primera escuadrilla patriota”. Departamento de Estudios Históricos Navales (Armada Argentina), <http://www.ara.mil.ar/archivos/Docs/priemra_escudrilla_mauro.pdf>.

Halperin Donghi, Tulio. Historia Argentina. De la revolución de independencia a la confederación rosista. Buenos Aires: Paidós, 1980, 430 p.

Rivanera Carlés, Raúl. Nuestros próceres (Tomo I). Buenos Aires: Liding S.A., 1979, 268 p.

Torres, Juan Lucio. El español como soldado argentino: Participación en las campañas militares. Participación en las campañas militares por la libertad en independencia. Madrid: Ediciones De la Torre, 2014, 272 p.

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz.

 

ANTES Y DESPUÉS DEL COVID-19 AL ESTILO DE ERIC HOBSBAWM

Agustín Saavedra Weise*

El historiador inglés Eric Hobsbawm (1917-2012) fue un notable pensador. En 1995 publiqué un comentario sobre su difundida obra La era de los extremos: el breve siglo XX, 1914-1991 y al poco tiempo de su muerte otro artículo alusivo.

Hobsbawm gozó de alta reputación académica y siguió hasta el final de su larga vida publicando ensayos. Él consideró que los siglos debían ser contabilizados en función de acontecimientos singulares que alteraron el rumbo de la humanidad y no necesariamente sobre la base del uno al cien. Un siglo podía tener más o menos de 100 años, en términos políticos, sociológicos y de sentido histórico. Siempre surgen acontecimientos clave que marcan una era.

La caída del Imperio Romano terminó con la Edad Antigua dando paso a la Edad Media. Con la controversia que hasta hoy subsiste, ya sea la toma de Constantinopla por los turcos (1453) o el descubrimiento de América por Colón en 1492, concluyen el medioevo e inician el Renacimiento. En 1789 la Revolución Francesa inaugura otra etapa, anticipándose en once años al inicio cronológico del siglo XIX, del que la toma de la Bastilla para Hobsbawm fue parte fundamental.

Según la interpretación del escritor británico, el siglo XIX terminó recién en 1914 al comenzar la Primera Guerra Mundial. Aquí observamos un siglo socio-político bastante largo: desde 1789 hasta 1914. 25 años extras se suman a los 100 formales del siglo XIX, en lo que se considera fue una etapa signada por doctrinas e ideologías, conflictos, colonialismos, revolución industrial, etc.

Al marcar Hobsbawm el inicio del “verdadero” siglo XX en 1914, consideró que éste concluyó con el colapso en 1991 de la Unión Soviética (1991), un hecho geopolítico impresionante precedido por los no menos espectaculares derrumbe del Muro de Berlín (1989) y la reunificación de Alemania en 1990.

Quedó así un siglo XX políticamente breve: apenas 77 años. Siguiendo la lógica de Hobsbawm este siglo XXI sui generis que lleva desde 1991 hasta 2020 apenas 29 años, tiene ahora otro punto de quiebra dado por el fenómeno de la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en torno al Coronavirus o Covid-19, que tiene a la población planetaria prácticamente recluida desde hace más de un mes. ¿Cómo mediremos las épocas? ¿Será un Antes Coronavirus y un Después Coronavirus como expresó recientemente el columnista Thomas Friedman en el New York Times? ¿O tendremos que concluir —siguiendo la lógica de separar siglos por hechos relevantes— que el siglo XXI fue aún más corto que el pasado siglo XX y ya se agotó?

El siglo más breve de la historia, el pasado siglo XX, nos dejó ese legado y ahora transitamos un siglo XXI que no sabemos si ha terminado abruptamente o sigue aún su curso a la espera de otros inéditos acontecimientos que lo terminen de definir. Lamentablemente Hobsbawn ya no está entre nosotros para dar su propio veredicto en función de su teoría de los siglos sobre la base de grandes hechos y no de años. Sin su genialidad es aventurado definir lo que comienza y lo que termina, pero al menos podemos aseverar que una era sí ha concluido. No sería extraño que Hobsbawm —si viviera hoy— considere que ya ingresamos abruptamente al siglo XXII con el Covid-19 y que el siglo XXI superó en brevedad al siglo XX. El tema queda en suspenso, con un interrogante a futuro…

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/178505_antes-y-despues-del-covid-19-al-estilo-de-eric-hobsbawm

 

A DOSCIENTOS AÑOS DE LA TOMA DE POSESION DE LAS MALVINAS POR LAS PROVINCIAS UNIDAS. AYER Y HOY.

Marcelo Javier de los Reyes*

Fragata Heroína

 

La Revolución y los corsarios

Este año se conmemoran doscientos años del izamiento, por primera vez, del pabellón nacional en las islas Malvinas.

El 6 de noviembre de 1820, el marino y corsario estadounidense David Jewett, al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tomó posesión de las islas Malvinas al mando de la fragata Heroína.

Cuando llegó a Puerto Soledad estableció una pequeña colonia dedicada a la pesca y a la ganadería ovina y fue quien izó por vez primera el pabellón argentino en las islas, reafirmando de esa manera su indiscutible derecho sobre las anteriores posesiones españolas.

Inmediatamente después de la Revolución de Mayo, en 1810, las Provincias Unidas del Río de la Plata llevaron la guerra revolucionaria utilizando buques corsarios, cuya intención era defensiva en función de enfrentar la amenaza de expediciones españolas, pero ofensiva y exitosa al perturbar el normal desarrollo del comercio español. La guerra del corso se desarrolló entre 1815 y 1821 y en ese período se destaca la acción del capitán Hipólito Bouchard, quien al comando de la fragata La Argentina puso rumbo a las islas Filipinas, para continuar la persecución de las naves españolas y perjudicar el comercio marítimo del Reino de España[1]. Bouchard recaló en Tamatave, Madagascar, luego navegó hacia las Filipinas. En Hawaii, Bouchard celebró tratados comerciales con el rey Kamehameha I en nombre de la Argentina y obtuvo del Reino de Hawaii el reconocimiento formal de la independencia de la República Argentina, siendo la primera nación en hacerlo. Luego se dirigió a California, donde enfrentó a las fuerzas españolas e hizo ondear la Bandera Nacional en el fuerte de Monterrey durante cinco días. En su travesía pasó por América Central, motivo por el cual varias de esas naciones tomaron como modelo la bandera argentina[2]. Del mismo modo, se le atribuye a Bouchard la intención de rescatar a Napoleón Bonaparte, quien había sido confinado por los británicos a la isla de Santa Elena, cuando La Argentina se encaminaba a África.

Santa Bárbara, California. En uno de los muelles de su puerto flamean las banderas de todos los países que en algún momento ocuparon California. Allí flamea la Bandera Argentina.

Con anterioridad, el almirante Guillermo Brown encabezó una expedición de corso a las costas del Pacífico de América del Sur entre 1815 y 1816, pero encontró su límite en Guayaquil.

La expedición de David Jewett

En este contexto fue que Jewett obtuvo la patente de corso cuando Marcos Balcarce, secretario de Guerra y Marina del director Ignacio Álvarez Thomas, aceptó el ofrecimiento del marino estadounidense y le expidió “Despacho de Comandante del Bergantín de su propiedad ‘el Invencible’”.

En 1819 Jewett obtuvo una nueva patente de corso por parte del Director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, José Rondeau. Este acto fue a instancias del armador Patricio Lynch, a cargo de la construcción de la fragata Heroína, quien le propuso al titular de Guerra y Marina, Matías de Irigoyen, que el comandante de la nave fuera David Jewett[3]. Antes de partir, el 5 de enero de 1820, la fragata Heroína fue habilitada como “buque de guerra del Estado”[4] y le confió a su comandante la misión de tomar posesión de las islas Malvinas. En enero de 1820 Jewett fue nombrado coronel del ejército al servicio de la Marina Nacional[5].

David Jewett (1772-1842) nació en North Parish, Connecticut, ingresó a la marina de guerra de Estados Unidos y participó en la guerra de independencia de su país contra el Reino Unido. Antes de arribar a Buenos Aires, prestó servicios como comandante en jefe de la escuadra naval chilena en 1814. Jewett arribó a Buenos Aires el 22 de junio de 1815 y ofreció sus servicios, no desinteresados, al gobierno nacional que en ese momento estaba a cargo interinamente de Ignacio Álvarez Thomas, ya que el director supremo, José Rondeau, se encontraba en campaña en el Alto Perú[6]. Durante dos años estuvo al frente de su propia nave, el bergantín Invencible —que en algunos documentos es nombrada como goleta— en el océano Atlántico con el cual capturó cuatro naves brasileras. Esos antecedentes fueron considerados al momento de otorgarle la patente de corso y el comando de la Heroína, el buque más grande y poderoso de la época.

El reclutamiento de la tripulación no fue fácil, para lo cual se incluyeron presidiarios y voluntarios. La navegación fue compleja debido a que la fragata debió sortear fuertes tormentas, lo que ocasionó malestar en la marinería[7]. La Heroína recorrió las costas de Brasil y llegó a hasta Cabo Verde. La tripulación de la fragata capturó una nave portuguesa, la fragata Carlota. Luego prosiguió viaje pero la travesía hasta las islas Malvinas no fue fácil, ya que Jewett debió enfrentar amotinamientos —para lo cual no contaba con los oficiales adecuados ya que hasta ellos eran motivo de conflictos a bordo—, a lo que se sumó el escorbuto que se diseminaba en la tripulación. La Heroína echó anclas en proximidades de Puerto Soledad el 27 de octubre de 1820[8].

Ya en el lugar constató la presencia de 50 buques dedicados a la pesca y la caza de la fauna marina.

David Jewett

El 2 de noviembre Jewett envió una circular que fue transcripta por el capitán James Wedell, al mando del buque Jane. En ella informa que toma posesión de las islas en nombre del Superior Gobierno de las Provincias de América del Sud, al que pertenecen “por ley natural”[9].

En la transcripción hecha por el capitán Wedell puede leerse:

Al desempeñar esta misión deseo proceder con la mayor corrección y cortesía para con todas las naciones amigas.

Uno de los objetos principales de mi cometido es evitar la destrucción de las fuentes de recursos necesarios para los buques que de paso o recalada forzada arriban a las islas, y hacer de modo que puedan aprovisionarse con el mínimo de gastos y molestias. Dado que los propósitos de Ud. no están ni en competencia con estas instrucciones, y en la creencia de que una entrevista personal resultará de provecho para entrambos, invito a Ud. a visitarme a bordo de mi barco, donde me será grato brindarle acomodo mientras le plazca.

He de agradecerle asimismo tenga a bien, en lo que esté a su alcance, hacer extensiva esta invitación a cualesquiera otros súbditos británicos que se hallaran en esas inmediaciones.[10]

Wedell aceptó la invitación de Jewett y describió que fue recibido con gran afabilidad pero destacó el mal estado de la Heroína y como el escorbuto estaba minando a su tripulación. No obstante reconoció que Jewett “asumió un carácter de poder y autoridad que yo estaba por cierto lejos de imaginar”[11].

El 6 de noviembre de 1820, en las ruinas de Puerto Soledad, el capitán Jewett asumió el mando militar del archipiélago reafirmando la soberanía de las Provincias Unidas en el Atlántico Sur. Se izó la Bandera Nacional, leyó la declaración y se dispararon veintiún cañonazos en presencia de su tripulación y con sus oficiales vestidos de gala[12]. Esa fue la posesión formal de las islas del Atlántico Sur por parte del capitán David Jewett en nombre del Superior Gobierno de las Provincias Unidas de Sud América. Al acto asistieron ciudadanos estadounidenses y súbditos británicos y la noticia de este acontecimiento fue publicada en medios de Estados Unidos, el Reino Unido y España.

Ante su penosa situación, en un informe fechado el 1º de febrero de 1821, Jewett pidió al Gobierno Supremo que enviara un comandante de su confianza para substituirlo[13].

En 1821, en el marco de sus funciones como custodio de la Soberanía Nacional en el Atlántico Sur, Jewett detuvo y remitió a Buenos Aires a la goleta estadounidense Rampart, a bordo de la cual iba Cristóbal Carnelia, teniente de presa, portador del pedido de relevo del capitán Jewett[14]. La Rampart, que había sido capturada a la altura de las Malvinas, arribó a Buenos Aires el 17 de febrero. Este hecho ocasionó un incidente diplomático con los Estados Unidos.

El gobierno respondió a Jewett que sentía las desgracias por las que tuvo que pasar así como también esperaba que fuera más afortunado en otra empresa y envío al capitán Guillermo Roberto Mazón para reemplazarlo.

Ayer y hoy

Cabe destacar que el gobierno de una joven Nación, abrumado entonces por grandes deudas y gastos ocasionados por la guerra de independencia, a lo que se sumaban los conflictos internos, consideró necesario llevar la guerra revolucionaria fuera de sus fronteras y decidió —asimismo— afianzar la Soberanía Nacional en los confines de la Patria.

En función de ello, no sólo envió tropas al Alto Perú sino que también invirtió sus escasos recursos para hacer ondear la Bandera Nacional en las islas del Atlántico Sur. La gesta del capitán David Jewett al mando de la fragata Heroína debe ser puesta en valor cuando se cumplen doscientos años de ese acontecimiento. Del mismo modo, debe estimarse la relevancia que tuvo al tener como otro objetivo la protección de los recursos naturales en esos confines.

Frente a ello, lamentablemente, nuestra democracia ha dado por tierra la proeza del capitán Jewett y de nuestros héroes que en 1982 se hicieron presentes para ratificar los derechos soberanos de la República Argentina, muchos de los cuales se quedaron como custodios en las Malvinas. Lamentablemente, el propio gobierno del Proceso de Reorganización Nacional puso en práctica la política de “desmalvinización”, la que fue continuada por los distintos gobiernos democráticos desde 1983.

No obstante, la situación se agravó principalmente a partir de la década de 1990, cuando durante la presidencia de Carlos Saúl Menem se implementó la política de alineamiento a los Estados Unidos, la cual fue acompañada de una serie de medidas que llevó a la pérdida de poder de fuego de nuestras Fuerzas Armadas y a la destrucción de la industria de la Defensa y de los proyectos que podrían garantizar la protección de nuestra soberanía. Entre tantas lamentables decisiones tomadas por su gobierno se destacan la venta como chatarra del portaaviones ARA 25 de Mayo; desactivación del proyecto misilístico Cóndor; entrega y desarticulación del Área Material Córdoba; paralización de la construcción de las corbetas y fragatas MEKO y de los submarinos. A ello se suma la sospechosa explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero. En esa línea siguió el gobierno de la Alianza liderado por Fernando de la Rúa, la que se potenció nuevamente durante el gobierno de Mauricio Macri, el cual celebró que en marzo de 2016 la ONU aprobara por unanimidad un pedido de extensión sobre el límite exterior de la plataforma continental realizado por nuestro país. Gracias a este fallo de la ONU, Argentina aumentó su plataforma marítima en un 35%, es decir, exactamente 1.700.000 kilómetros cuadrados.

Paradójicamente, esa celebración fue acompañada de una mayor reducción de las Fuerzas Armadas y de nuevas medidas que afectaron seriamente su operatividad: suspensión de los proyectos de investigación; finalización del proceso de remotorización de los aviones Pucará a pesar que tampoco se habían reemplazado los Mirage retirados de servicio durante el gobierno que lo precedió; pérdida de un arma estratégica como el ARA San Juan, hecho en el que perecieron todos sus tripulantes; un virtual abandono de los buques de la Armada y una tardía compra de inútiles patrulleros oceánicos a Francia. De esta manera, la República Argentina ha sido puesta en un virtual estado de indefensión.

La Armada Argentina, que contó con marinos de la talla de Guillermo Brown, Hipólito Bouchard, Tomás Espora, Martín Jacobo Thompson, Samuel Spiro, y el propio David Jewett, entre una larga lista de patriotas, hoy está incapacitada para responder a las mínimas necesidades que requiere nuestro extenso espacio oceánico. La Armada ha sido convertida en una mera “guardia costera”.

Hace doscientos años, el Superior Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con todas sus limitaciones, encomendó al capitán Jewett a custodiar la Soberanía Nacional y proteger los recursos naturales, algo que hoy la República Argentina no puede concretar. Es imperioso que esta situación sea revertida en el corto plazo y que se tome conciencia no sólo de la necesidad de despertar nuevamente nuestra “conciencia marítima” sino también nuestra “conciencia territorial” en un país que avanza hacia su lamentable fragmentación.

 

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz.

Referencias

[1] Marcelo Javier de los Reyes. “Hipólito Bouchard, la fragata La Argentina y las banderas Centroamericanas”. Anuario del CEID (Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo) 2017, <https://saeeg.org.nutria.avnam.net/wp-content/uploads/2018/05/CEID-ANUARIO-2017.pdf >, p. 173 y ss.

[2] Marcelo Javier de los Reyes. Op. cit.

[3] Mario D. Tesler. “Expedición de David Jewett a las islas Malvinas, 1820-1821”. Universidad Nacional del Litoral, p. 121, <https://bibliotecavirtual.unl.edu.ar:8443/bitstream/handle/11185/4662/RU074_08_A006.pdf?sequence=1&isAllowed=y>, [consulta: 12/03/2020].

[4] Ibíd., p. 126.

[5] Ibíd., p. 125.

[6] Ibíd., p. 106.

[7] Sergio Esteban Caviglia. Malvinas: Soberanía, Memoria y Justicia: 10 de Junio de 1829. Rawson: Ministerio de Educación de la Provincia de Chubut, 2012 (1ª ed.), p. 166.

[8] Ídem.

[9] Ibíd., p. 167.

[10] Ídem.

[11] Ibíd., p. 168.

[12] Ídem.

[13] Ibíd., p. 138.

[14] Ibíd., p. 139.

©2020-saeeg®