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VARIANTES DEL PODER EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL

Agustín Saavedra Weise*

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Desde hace décadas vengo escribiendo y repitiéndole a mis alumnos que la política exterior —parte esencial de la dinámica de la política internacional en el ámbito global más amplio de las relaciones internacionales—, es la estrategia o programa de acción planeado que cada actor del sistema mundial desarrolla para mejor precautelar sus intereses y procurar cooperación, crear alianzas o evitar conflictos. Obviamente, el brazo ejecutor de dicha política exterior es la vieja diplomacia, el cuerpo organizado de profesionales que cada Estado tiene para hacer valer sus derechos y que normalmente se aglutina en torno al despacho encargado de las relaciones exteriores.

Más allá de estos conceptos básicos, subyace siempre en la conducción del ámbito externo un elemento de poder, aspecto inherente a la política como tal. Esa capacidad de imponer la voluntad, de hacer que otros hagan lo que queremos que hagan, se refleja en la política exterior —particularmente en la de las grandes potencias— mediante los llamados “poder duro” y “poder blando” que cada actor esgrime —según sea el caso— en la consecución de sus intereses o para presionar cuando así corresponda.

El poder blando se ejerce por las vías pacíficas de acciones diplomáticas y otros mecanismos de persuasión (tales como cooperación, ayuda externa, créditos, etc.), lo suficientemente claros como para hacer saber qué es lo que un actor internacional pretende de otro y/o para orientar “blandamente” acciones con respecto a determinadas líneas de conducta y posicionamiento. El poder blando es sutil, pero muy efectivo cuando se lo usa inteligentemente.

El poder duro, como el adjetivo que lo acompaña así lo indica, implica mayor rigidez. En definitiva, se trata de amenazas directas mediante el uso de la fuerza o de otros drásticos métodos (bloqueos, corte de la asistencia y de los mecanismos de ayuda, represalias) que obligan al contrario a reaccionar de la misma forma —si tiene los medios adecuados para disponer de su propio poder duro— o a replegarse ante la contundencia de un factor superior y amenazante. El uso del poder duro es el último “ratio” en términos de acciones de política exterior antes de ingresar a la guerra propiamente dicha, sobre todo si el adversario se decide por el enfrentamiento directo.

Las potencias tradicionales configuran una especie de “dieta balanceada” entre poder duro y poder blando. De ahí el viejo “consejo” de Teddy Roosevelt con respecto al proceder de los Estados Unidos hacia los países latinoamericanos: “hablar siempre suave, pero tener simultáneamente y a la mano un gran garrote”. En otras palabras: la combinación de palo y zanahoria refleja el uso alternativo de los poderes duro y blando.

Algunos prefieren hablar de poder y debilidad en la política exterior. La debilidad es inherente al peso específico —cuantitativo y cualitativo— de un actor internacional, aunque puede darse el caso de potencias económicas significativas, pero que, por diversas razones, ya no disponen ni desean hacer uso del poder duro. Un ejemplo claro de esto último en la actualidad es la Unión Europea.

En la defensa del interés nacional, la prudente dosificación de la dureza en el marco de una política global de poder blando, muchas veces acelera el alcance del objetivo deseado. En todo caso, el realismo se impone. Lamentablemente, muchas naciones viven y actúan sobre la base de percepciones ilusorias, lo que provoca el fracaso global de sus políticas ya sea con poder blando o con el poder duro.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/variantes-del-poder-en-el-ambito-internacional_239491

 

HACIA UNA GEOPOLÍTICA GLOBAL DEL PODER BLANDO

Agustín Saavedra Weise*

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En círculos académicos de alto nivel se comenta que la actual búsqueda de un reequilibrio global entre las principales potencias mundiales debe interpretarse como un llamado urgente a la acción para líderes, diplomáticos y responsables de la política exterior. En particular, quienes deben darle forma y contenido a la política exterior de su nación deben estar preparados para los tiempos inciertos que se avecinan. En este campo, los recursos de “poder blando” a disposición de los gobiernos serán esenciales en la formulación de un plan de proyección externa. Los países más habilidosos en el uso y en la transferencia de su poder blando tendrán ventaja sobre los que carecen de él.

El poder en el ámbito externo de las relaciones internacionales se ha definido tradicionalmente en términos “duros” de poderío militar y económico. El poder duro implica coerción mediante el uso directo de la fuerza (o amenazas de hacerlo) y sanciones de diverso tipo. Por lo contrario, el poder blando tiene que ver con el uso de positivos mecanismos de atracción y persuasión que puedan coadyuvar con el crecimiento —o la mantención— de una imagen favorable, siendo a la vez capaces de proyectar objetivos externos. El buen uso del poder blando hace que un país sea más atractivo y que hasta sea visto como paradigma en el contexto internacional con respecto a un conjunto de acciones, de bienes consumibles o de meras costumbres. Estados Unidos ha sabido usar muy bien ambos poderes desde la época en que Theodore Roosevelt comenzó a proyectar internacionalmente al gran país del norte. Hoy en día, los “blue jeans”, el rock and roll, películas de Hollywood, celulares, avances tecnológicos y tantos otros atractivos, han hecho que el país del norte sea el número uno en materia de óptimo uso del poder blando, sin descartar que también ha sabido usar el poder duro, cuando así le ha convenido o cuando se ha visto obligado a ello.

El politólogo Joseph Nye —creador del concepto— inicialmente estableció tres fuentes primarias de poder blando: valores políticos, cultura y política exterior. En la arena de la política internacional, el poder blando es la capacidad de atraer y de cooptar, en lugar de coaccionar. En otras palabras, el poder blando implica moldear preferencias de los demás vía la atracción. Con el tiempo, más y más naciones han ido maximizando el uso del poder blando. No se acercan aún a la preponderancia estadounidense, pero cada cual a su manera está tratando de imbuir en el concierto internacional determinados valores. Hasta pequeños países utilizan su poder blando, como es el caso de Suiza, con su imagen de seguridad financiera, relojes de alta gama, maquinarias de precisión y turismo de alto nivel. No necesariamente tienen que ser grandes potencias las únicas que irradien poder blando. Lo pueden hacer otros estados de menor escala que tienen algo que ofrecer al mundo, algo que pueda servir de ejemplo y tenga carácter persuasivo. En ese sentido, se está gestando una verdadera geopolítica global del poder blando que cada día se acelera y crece más.

En el contexto de las naciones emergentes, los países asiáticos del Pacífico —encabezados por China— son los que mayoritariamente han estado exportando su poder blando mediante diversas imágenes. El espectacular crecimiento chino ha coadyuvado mucho en la “venta” por Beijing de su poder blando, el que si bien está lejos todavía del de EEUU, ya ha adquirido relevancia mundial.

África no tiene casi nada para vender, Australia, Canadá y Nueva Zelanda tienen activos propios que les permite proyectar algunos elementos de poder blando; América Latina podría también hacerlo, si se lo propone. Tanto en conjunto como a nivel individual —pese a elementos negativos que todos conocemos y deploramos— hay otros elementos positivos en nuestra región que pueden ser vendidos al mundo como poder blando ¿Qué estamos esperando?

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/hacia-una-geopolitica-global-del-poder-blando_233541

 

GEOPOLÍTICA Y DEMOGRAFÍA: LA POBLACIÓN COMO PODER POSIBLE

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

La demografía es instrumento valioso para los estudiosos de la geopolítica. Al margen de usuales pautas geográficas, económicas y militares, pocos factores influyen tanto en la competencia a largo plazo de las grandes potencias (y hasta entre países pequeños) como las características cambiantes de sus poblaciones. Estados Unidos en 1850 albergaba 23 millones de personas. Hoy Estados Unidos ha superado los 334 millones; tiene más habitantes que británicos, holandeses, franceses, alemanes e italianos combinados. Estos datos demográficos favorables —junto con su extenso territorio e ingentes recursos naturales— explican cómo Estados Unidos emergió desde 1945 como la primera potencia planetaria y por qué todavía ocupa esa posición. Lo sigue de cerca la República Popular China (RPC).

Gracias a un manejo interno de su demografía, China se ha convertido en auténtico competidor de Estados Unidos, mientras Rusia (apenas 144 millones de seres y en descenso) ha disminuido notablemente su potencial. Al final, los números mandan. Pero en este campo tampoco hay que engañarse, no siempre mayor población implica mayor poder. La India tiene 1.380 millones de habitantes y se dice que en 2025 superará a la RPC, actualmente el estado más poblado del globo ¿Pero superará el elefante hindú al dragón también en materia geopolítica, económica y militar? Lo dudo, ya que, aunque la RPC arrastra disparidades, las diferencias internas en la India son mucho mayores; así como hay una élite educada para múltiples emprendimientos, existe en paralelo una masa de gente sumida en pobreza e ignorancia casi totales y que representa en conjunto una pesada carga casi imposible de superar, al menos en esta generación.

Una población mayor significa más gente que trabaja, que paga impuestos y mayor cantidad de soldados para la guerra. Es por eso que la demografía es importante si se la conduce y planifica adecuadamente. La mayor parte del crecimiento socioeconómico se puede atribuir a mejoras en el capital humano en campos tales como educación, salud, nutrición, etcétera. Pero pueden surgir problemas si no hubo un adecuado planeamiento previo. Algo así está pasando en varios países desarrollados, donde la fuerza laboral se ve disminuida frente al auge de la tercera edad pasiva que cada vez vive más años. La situación ha creado un grave problema financiero por el incremento de aportes previsionales para jubilación y sistemas de salud.

A pesar de la posibilidad de inesperadas repercusiones al estilo de las mencionadas, la demografía es bastante predecible. Los estudios de población reflejan tendencias razonables acerca del surgimiento de nuevas oportunidades o de nuevos problemas. Esto último está preocupando en el momento al liderazgo chino ante el relativo estancamiento de su población, según el último censo. La RPC registró el crecimiento demográfico más lento en décadas; ahora tiene más jubilados en comparación con trabajadores activos. Como ya se expresó, fenómenos similares —aunque originados en otras causas— han tenido lugar entre varios miembros de la Unión Europea y en Estados Unidos.

En términos de ingreso total, la economía china es ahora la más grande pero la cosa cambia radicalmente si medimos el ingreso por habitante. Allí Estados Unidos gana de lejos por disponer su gente de mejores salarios y estar mejor preparada y educada, aunque su población es casi cinco veces menor.

Los datos sobre población adulta e infantil son fundamentales para determinar diversas políticas en Beijing, que todavía mantiene la prohibición de tener más de dos hijos, aunque eso podría cambiar en el futuro cercano. Una simple mirada a las proyecciones de población para China sugiere que los temores de que Estados Unidos pierda su posición de primacía están fuera de lugar, al menos en el corto y mediano plazo. Recordemos, además, que condiciones demográficas desfavorables han relegado las pretensiones de Moscú. Por ahora, Estados Unidos seguirá siendo el líder mundial.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/geopolitica-y-demografia-la-poblacion-como-poder-posible_232711