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LA GUERRA EN UCRANIA: «PRECUELA», SITUACIÓN Y ESCENARIOS

Alberto Hutschenreuter*

Mediamodifier en Pixabay

Se cumplieron recientemente 18 meses de guerra en Ucrania. Una confrontación entre pueblos hermanos que pudo haberse evitado hasta el mismo día que Rusia movilizó sus fuerzas hacia el interior de Ucrania.

Pocas veces la estrategia y la geopolítica han sido tan desconsideradas en la historia de las relaciones entre los Estados. La estrategia, porque se fue más allá del equilibrio en el que debe sustentarse el principio de seguridad indivisible; la geopolítica, porque en el mundo hay «placas» territoriales que si sufren intento de alteración casi con seguridad sobrevendrá la catástrofe.

A ello habría que sumar la diplomacia preventiva, pues nunca estuvo ella a la altura de lo que se venía gestando y, cuando se activó, fue más insuficiente que tarde.

Entonces, ¿queda Rusia «limpia» en este cuadro? No, en modo alguno, pues fue ella quien finalmente utilizó la fuerza echando por tierra con los grandes principios del derecho internacional. Rusia, un actor al que la geografía nunca le permitió sentirse seguro, siempre reaccionó del mismo modo toda vez que sintió la aproximación de poderes generalmente marítimos hacia sus fronteras.

Ninguna de las dos partes, OTAN y Rusia, está libre, de no haber ejercido aquello que Z. Brzezinski denominó «pluralismo geopolítico», es decir, la práctica de la moderación de los intereses nacionales, y el respeto de la soberanía de los Estados. Por supuesto, el «pecado» político-territorial de la OTAN resulta menor frente al de Rusia que invadió un país, mientras que la Alianza sólo se extendió (algo que no está prohibido) al noreste, centro y sureste de Europa, y, a juzgar por declaraciones oficiales, pretendía proseguir hasta la misma frontera sur-occidental y occidental de Rusia.

En este punto es donde el papel del equilibrio estratégico y geopolítico es clave para evitar el desplome de la seguridad entre Estados. También aquí cabe el interrogante relativo con la inteligencia y la diplomacia preventiva de la Unión Europea. ¿Es que haber llegado a una dimensión de paraíso pos estatal la privó de reflexionar estratégica y geopolíticamente, si alguna vez verdaderamente lo hizo?

Los realistas de las relaciones internacionales advierten que la geopolítica trata de intereses de los Estados, no de buenas intenciones entre ellos. Es una definición sincera y categórica. Pero no significa el seguro desastre, pues entre los poderes preeminentes debe existir siempre una «diagonal de salida» entre intereses nacionales e intenciones internacionales bondadosas. La guerra entre Estados es la consecuencia de su inexistencia.

Esa existencia puede deberse a erróneos cálculos que llevan a una confrontación, como sucedió con los «sonámbulos» de Europa en 1914, para usar el término de Christopher Clark. Pero también puede deberse a que un actor (o actores) ha optado por un propósito extremo en las relaciones: llevar a la guerra a un adversario para debilitarlo al límite.

En este sentido, resulta acaso pertinente recordar algunas reflexiones que realizó el economista estadounidense Jeffrey Sachs en su artículo «The West’s False Narrative About China and Russia», publicado sin demasiadas repercusiones en 2022.

«Yo mismo he visto, en mi extenso trabajo durante los últimos 30 años en Rusia, Europa central, China y otras partes del mundo, cómo el enfoque de Estados Unidos es primeramente y, a menudo, solamente militar. Armamos a quienes queremos. Pedimos la expansión de la OTAN sin que importe lo que digan otros países sobre los posibles perjuicios para sus intereses de seguridad. Desestimamos los intereses de seguridad de cualquier otro país. Y cuando se quejan, enviamos más armamento a nuestros aliados en esa región. Vamos a la guerra cuando queremos y donde queremos, ya sea en Afganistán o Irak o la guerra encubierta contra Assad en Siria, una guerra que incluso a día de hoy el pueblo estadounidense no entiende correctamente, o la guerra en Libia. Y luego decimos: ‘Amamos la paz. ¿Qué pasa con Rusia y China? Son muy belicosos. Están tratando de desestabilizar el mundo’. Y así terminamos en terribles enfrentamientos».

El profesor Sachs lo ha dicho sin ambages. Otros lo han hecho también, aunque desde lugares de experiencia y poder en las relaciones entre Estados. Expertos, por caso, el desaparecido Kenneth Waltz, que desaconsejaron la ampliación sin fin de la OTAN porque exacerbaría el nacionalismo y antioccidentalismo en Rusia.

Mientras, en Ucrania continúa lo que se ha convertido una guerra de imposibles, es decir, Ucrania no podrá expulsar a Rusia del 20 por ciento del territorio ocupado, Rusia no podrá derrotar a Ucrania.

Esa situación podría acabar favoreciendo a Moscú, pues la extensión replantearía proseguir con la asistencia a Kiev. Por ello, el reciente cambio en la cúpula de Defensa en Ucrania tal vez se traduzca en un cambio de estrategia, es decir, menos golpes pero más violentos, y más aporte de capacidades financieras y militares.

En paralelo, las líneas de contactos entre Occidente y Rusia se mantienen abiertas, algo que afortunadamente queda de la vieja «cultura estratégica», pues en tal situación la guerra podría escalar, sobre todo si Rusia tiene que retroceder en el frente.

Tal vez nos encontremos en el momento más crítico de la guerra. Por el escenario y por la prácticamente deserción de la diplomacia, si es que verdaderamente alguna vez estuvo.

* Alberto Hutschenreuter es miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

Artículo publicado el 06/09/2023 en Abordajes.blogspot.com, http://abordajes.blogspot.com/.

 

GEOPOLÍTICA: TODOS LOS INGREDIENTES PARA EL DESASTRE

Isabel Stanganelli*

Yevgeny Primakov, a la derecha, conversando con Henry Kissinger durante el Foro Económico celebrado en San Petersburgo el 21 de junio de 2012. Foto AP.

Mientras Occidente permanece en permanente convulsión, la mayoría de los países asiáticos avanzan progresivamente en sus objetivos de pacificación y aproximación.

Uno de los casos más notables es el de la India que, sin perder su fuerte alianza con Rusia y a pesar de los problemas limítrofes que mantiene con China, está estableciendo lazos constructivos con Beijing. Sin descuidar sus relaciones con los Estados Unidos, no se manifiesta contra sus vecinos continentales. Hasta Pakistán, siempre aliada con China y con cuestiones limítrofes con India, se está acercando a Nueva Delhi.

Hubo quien previó este escenario hace algo menos de tres décadas aunque su teoría tardó en difundirse y mucho menos aceptarse en Rusia y parece evidente que a pesar del tiempo transcurrido Occidente no la contempla.

Algo de historia reciente

Cuando Rusia renació de las cenizas de la Unión Soviética y creía que el concierto de las naciones europeas ―por las que había participado en batallas durante siglos y que hasta costó la vida a la totalidad de la familia imperial (si, incluyendo a Anastasia)― le abriría sus puertas y festejaría su retorno de la mano de su «inofensivo» presidente Boris Yeltsin, el mundo parecía girar en otra dirección. Los festejos por el supuesto fin de la Guerra Fría resultaron tan excesivos en su magnitud y duración que hirieron sensibilidades, al punto que hasta la misma Margaret Thatcher mostró su preocupación: «Por favor, tengan cuidado… Con lo que nos costó hacerla caer…» (se refería a la URSS)[1].

La crisis que puso fin a la URSS en 1991 se mantuvo durante una década, la de los «reformistas ultraliberales», representados por Boris Yeltsin. Negocios millonarios se entregaban por monedas, la corrupción se paseaba en automóviles de última gama y los trabajadores rusos de toda una vida pasaban hambre y morían en la miseria: ya no contaban con envejecer sin privaciones, no había atisbos de sistemas previsionales.

En 1997 fue Yevgueni Primakov (1929-2015), ex director de la KGB, veterano experto en Medio Oriente, asesor y luego Primer Ministro de Boris Yeltsin, quien enunció la que se terminó denominando «Doctrina Primakov» atento a la imagen internacional de declive de Rusia.

Primakov favorecía la formación de un triángulo estratégico China – India -Rusia, iniciativa considerada totalmente descabellada y desestimada. Además de las diferencias culturales, étnicas, religiosas, filosóficas, ideológicas, etc., la relación entre Rusia y China desde la década del ’60 del siglo pasado había sido inexistente.

En consecuencia, los líderes de los círculos de poder, defensores del ultra-liberalismo y de la desregulación, consiguieron apartar a Primakov de la jefatura del gobierno. Cuando en 1999 este sector perdió el poder y las iniciativas occidentales fueron más evidentes (etapa de la guerra en Yugoslavia), su propuesta fue reconsiderada.

Primakov observó a lo largo de esa década que Occidente intentaba marginar a Rusia e infiltrarse en su espacio tradicional de influencia. Sostenía que el mayor alejamiento de Rusia del escenario asiático en la última década del siglo XX, la «década atlantista», había incentivado a otros actores a penetrar la región, complicando considerablemente toda su problemática.

En los libros de su autoría El mundo después del 11 de septiembre y La guerra en Iraq, Primakov invitaba a ser prudente con las decisiones adoptadas por Washington, aunque señalaba que Occidente tenía otra cultura pero sostenía que lograr una cooperación limitada y con ventajas mutuas era posible.

Entre 2003 y 2005 su propuesta incluyó modificar en forma más marcada la orientación de la política exterior rusa de Occidente hacia Oriente, los famosos «180 grados», un escenario cada vez más contemplado como el sitio natural de Rusia.

En julio de 2006, en ocasión de la Cumbre del G8 ─en San Petersburgo y presidida por Rusia─, Putin señaló que: «…Occidente tendrá finalmente que aceptar el hecho de que Moscú ha vuelto al escenario mundial…». Pero para entonces la injerencia de Occidente en cuestiones internas de Rusia ya era muy variada en medios y objetivos.

La «doctrina Primakov» continuó evolucionando rectificando su orientación geoestratégica y a partir de 2007 contó con los aportes complementarios del Ministro de Defensa Sergei Ivanov. Fue la etapa en que Putin comenzó a denunciar el «doble discurso» o «doble rasero» occidental. En 2008 anunció el retorno de Rusia como protagonista del contexto internacional y el estreno de su doctrina de orientación multipolar, en la que exhortaba a la construcción de un orden internacional justo, equitativo y respetuoso de las diferencias, al tiempo que hacía votos por la defensa de los valores democráticos. La evolución de la doctrina eurasianista ya fue visible en la Estrategia de Seguridad Nacional de Rusia para el período 2009-2020.

El hecho de que el presidente Putin viajara entonces a China e India dio pie a que se especulara sobre la organización de ese «triángulo estratégico» para balancear la influencia de Estados Unidos en Asia. Pero luego del asombro inicial, pronto el gesto quedó en el olvido[2].

Hemos visto que esta idea eurasianista y de prudencia ante los Estados Unidos había sido pergeñada por el Primer Ministro Yevgeny Primakov en 1997 ─y considerada irrelevante─. Su pensamiento probó continuar vigente, a pesar de que tanto Rusia como China e India continuaron manifestándose amigas de Estados Unidos y hasta aceptaron tácitamente el avance de la OTAN hacia el este en Afganistán, donde permaneció mas de 18 años…. Consideraban ─por experiencia─ que la presencia de Washington no alcanzaría para eliminar el flagelo del terrorismo en la región y que se requerirían estrategias de seguridad multilaterales que también incluyeran a Rusia, China, India y Pakistán.

La estrategia de seguridad nacional de Moscú, ya expuesta por el Ministro de Defensa Sergei Ivanov en un artículo en el Wall Street Journal en enero 2006 («Rusia must be strong» – «Rusia debe ser fuerte»), estuvo directamente relacionada con los intereses estratégicos y económicos rusos en el amplio escenario que abarca el Cáucaso Meridional, el mar Caspio y las Repúblicas Centrales Asiáticas.

El artículo de Ivanov evidenciaba las prioridades estratégicas de Rusia marcadas pragmáticamente de acuerdo con las necesidades de seguridad de Moscú. «Rusia debe ser fuerte» era un título y al mismo tiempo un programa: la seguridad nacional siempre fue crucial para Rusia y en consecuencia su estrategia militar se focalizaba, y lo sigue haciendo, en responder a los desafíos externos, internos y fronterizos. En otras palabras: Rusia intentó ser desde entonces un poder global relevante y estable, vital para la seguridad mundial y dejar atrás la década perdida de los 90.

Es de particular interés el foco que ponía ya desde entonces Ivanov (y también el Kremlin) en estar «preparados para la posibilidad de un asalto violento al orden constitucional de algunos Estados post-soviéticos y la inestabilidad fronteriza que podrían ocasionar». En consecuencia Moscú debía considerar las implicaciones del «factor de incertidumbre» y el alto nivel de amenazas existentes. Ivanov aclaraba que la incertidumbre incluía los conflictos o procesos políticos o político-militares que pudieran devenir en una amenaza directa a la seguridad de Rusia o afectar la realidad geopolítica de una región de interés estratégico para Rusia. «Nuestra máxima preocupación es la situación interna de algunos miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y las regiones que la rodean». Este es un clásico ejemplo de cómo los grandes poderes ―todos ellos― perciben las amenazas potenciales a sus «esferas de influencia». La posibilidad de interferir en la situación interna de pequeños Estados se justifica ―como en el caso de cualquier potencia― en nombre de la seguridad. La doctrina Primakov-Ivanov sostenía que la promoción del dominio militar-estratégico regional también tiene fines políticos y hasta puede modificar el medio político interno de poderes menores para atender los intereses de los grandes poderes.

La doctrina Primakov-Ivanov sugería que cualquier cambio social o político pro-Occidental de inspiración liberal en países de la CEI, como las revoluciones de colores experimentadas por Ucrania, Georgia o Kirguistán en 2004 y 2005 respectivamente, podría ser considerado inaceptable para los intereses de seguridad regional de Rusia.

La Comunidad de Estados Independientes (CEI) siempre ha sido crucial para la seguridad militar de Moscú y para el control sobre los recursos fósiles y al mismo tiempo se encuentran cada vez más marcadas por cuatro conductores fundamentales. Los dos primeros son las orientaciones geopolíticas básicas de las ex repúblicas soviéticas que pueden ser fuerzas opuestas. Una de ellas relaciona a las repúblicas con el «heartland», geoestratégicamente liderado por Rusia y el otro, originado por los objetivos estratégicos de Estados Unidos y los temores nacionales a la hegemonía rusa que los conecta con el imperio marítimo euroatlántico, liderado por Estados Unidos. Esta oposición hacía que la influencia política y el poderío militar fueran el premio geopolítico en la renovada competencia entre Rusia y Estados Unidos en la gran región.

Los otros dos conductores fueron novedosos. Uno fue la aspiración de los países de la CEI a determinar sus propias agendas de política exterior y de gestión energética y el otro fue la creciente influencia de Beijing.

Primakov no estaba errado.

Más de un observador denominó entonces a este contexto como un «Nuevo gran juego». Desde el punto de vista ruso, la inestabilidad política en la región podía constituir tanto una amenaza ―si podía ser instrumentada por los adversarios de Rusia― como una fuente de oportunidades, como en el caso del separatismo abjasio en Georgia, para debilitar a un Estado pro-occidental.

Las relaciones con China en la región también eran complejas. Moscú y Beijing parecían cooperar para asegurarse de que la presencia militar de Washington no fuera permanente (como ocurrió en Uzbekistán en 2005 con la base Karshi-Khanabad, K-2). Ambos poderes incrementaron su colaboración en el contexto de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), ―desde 1996 como Grupo de los Cinco de Shanghai―, con más de 25 años de colaboración. La creación de un marco más integrado de seguridad y económico podía asegurar el ascenso de un partenariato estratégico chino-ruso en Eurasia. Y lo está logrando.

La doctrina de Moscú, ilustrada por Ivanov, nos indicaba que la confrontación entre Rusia y Estados Unidos en Eurasia sería áspera ―a menos que se alcanzara una gran negociación―. A pesar de etapas de gran colaboración, jamás se logró la aproximación a la que estaba dispuesta Moscú.

Mucho se ha escrito en las décadas postsoviéticas sobre ductos de exportación de hidrocarburos y la misma exportación de hidrocarburos, sobre construcción de infraestructura de defensa rusa en Europa, intercambio de programas de investigación y hasta colaboración en la aventura espacial. En todos los casos subyacía mucha suspicacia en términos políticos, que los medios de comunicación se ocupaban de hacer pública a una Rusia «peligrosa». Hubo apoyo occidental a golpes de Estado contra gobiernos democráticos (Ucrania, 2014), presiones, sanciones… Muchas recayeron sobre países asiáticos. Finalmente en 2022 el tercio europeo de Rusia fue rechazado por Europa con la amenazante OTAN en sus fronteras y en cambio bien recibido por gran parte de Asia. ¡Primakov!

A la percepción de la gran mayoría de los países asiáticos que se han visto invadidos, sancionados, ocupados, condicionados, «Ejes del mal», poseedores de armas de destrucción masiva dispuestos a utilizarlas… en el mejor de los casos países utilizados, se suma un elemento geopolítico largamente descuidado por los especialistas: la cantidad de población. En realidad se la tiene en cuenta en relación con la demanda de bienes y servicios, pero no se considera a la población per se.

En abril de 2023 India superó en cantidad de habitantes a China. Tanto una como la otra tienen el mismo porcentaje de población que todo el continente africano: 18%.

La población mundial asciende a unos 8.050 millones de habitantes de los cuales Asia cuenta con el 59% y si le sumamos el 1,4% de rusos europeos resulta que de cada 10 habitantes del planeta más de 6 son asiáticos-rusos. Europa con 747 millones tiene 9,3% de la población. América 1.046 millones, 13% del total de los cuales ―el 4,2% del total― son estadounidenses.

Una guerra que repentinamente costara la vida al 10% de la población de los Estados Unidos o Europa, sin importar que tan rotunda pueda ser la represalia, crearía tal caos social que se verían obligadas a abandonar la batalla. Si ese mismo porcentaje afectara a la población de China, el impacto relativo sería menor y seguiría combatiendo… Sin contar con que ambos tienen aliados, el resultado final no requiere muchos cálculos matemáticos.

Teniendo en cuenta estos cálculos muy básicos, resulta difícil comprender el motivo por el cual la soga se sigue tensando…

* Profesora y Doctora en Geografía/Geopolítica, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales, UNLP. Secretaria Académica de la SAEEG.

Referencias

[1] Ni tanto ni tan poco. Hace un siglo, para la flamante Sociedad de las Naciones, Turquía estaba en el grupo de las naciones «salvajes» en tanto la URSS era considerada una nación «bárbara».

[2] Véase Stanganelli, Isabel. “China y Rusia: dos colosos en busca de nuevos equilibrios”. En Diplomacia. Año 1999, No. 81, ISSN: 0716-193X. Escuela de Derecho, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. https://academiadiplomatica.cl/centro-de-publicaciones/ V Congreso Nacional de Ciencia Política. Academia Diplomática Andrés Bello. Santiago de Chile, noviembre 1999. Expositora con los temas: «Las nuevas relaciones Rusia-China» y «Sistemas de poder Internacional en la posguerra Fría y la política exterior de la Federación de Rusia».

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SLOBODAN MILOSEVIC Y EL DISCURSO DE GAZIMESTAN EN LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SERBIA

Cristián H. Beltrán*

Este artículo se propone analizar el discurso de Gazimestán, pronunciado por Slobodan Milosevic el 28 de junio de 1989, y sus implicancias en la reconstrucción de la identidad serbia en un momento clave de la historia de los Balcanes como paso previo a la actuación política en torno a la cuestión de Kosovo. El contenido y el contexto en que fue pronunciado el discurso, son variables que nos ayudarán a entender el proceso de esa reconstrucción identitaria a partir del análisis del contenido y su uso de la historia como factor aglutinante en un contexto de creciente tensión en lo que por entonces fue Yugoeslavia. Los sucesos posteriores que desembocaron en una brutal guerra que terminó por desmembrar el Estado yugoeslavo fue el epílogo de lo que sucedió aquél día de 1989. El objetivo de este trabajo es abordar la cuestión de las identidades y la conformación de un sentimiento de pueblo a partir de una articulación entre el discurso y los factores históricos, políticos y sociales. El artículo, enfocado desde la perspectiva constructivista[i] y a través del método analítico-descriptivo, se estructura de la siguiente manera: en la primera parte abordaremos el contexto yugoeslavo hacia 1989 en el marco del desmembramiento del bloque comunista de Europa del Este. El segundo apartado se enfoca en el discurso y el uso de la historia en la reconstrucción de la identidad serbia. Por último, en una tercera parte haremos una reflexión final sobre el tema abordado y la importancia de este en un contexto en donde las tensiones nacionalistas basadas en consideraciones étnicas amenazan con reiniciar las hostilidades en los Balcanes, hostilidades que vienen desestabilizando el este de Europa a partir de la guerra en Ucrania, la posible desintegración de Moldavia y las tensiones en el Cáucaso.

Slobodan Milosevic y el discurso de Gamezistan en la reconstrucción de la identidad serbia

 

“La historia de un grupo humano es su memoria colectiva y cumple respecto de él la misma función que la memoria personal en un individuo: la de darle sentido de identidad”.

Joseph Fontana

“La magia del nacionalismo es la conversión del azar en destino”.

Perry Anderson

«No hay emblema de la cultura moderna del nacionalismo más imponente que los cenotafios y las tumba de los Soldados Desconocidos”.

Benedict Anderson

“Es falso decir que la historia no es previsible”

José Ortega y Gasset

 

Introducción

Kosovo, provincia o nación-estado depende desde que perspectiva[i], atraviesa en estos momentos, transcurrido gran parte del 2023, una situación de tensión solo comparable a la que se vivió en la última década del siglo XX siendo una de las cuestiones aún no resueltas en ese entramado geopolítico que son los Balcanes. En 2008 la antigua provincia de Serbia y corazón de la identidad del pueblo serbio pero de mayoría albanesa, declaró su independencia apoyada por los Estados Unidos y gran parte de Europa Occidental, Rusia nada pudo hacer en ese juego de ajedrez. A partir de ese momento el nuevo estatus de la antigua provincia serbia se fue afirmando a medida que las negociaciones con el gobierno de Belgrado fluctuaban entre momentos de tensión y relajación en las relaciones bilaterales entre aquél y las autoridades de Pristina.

Para 1995 cuando ya finalizaba la primera parte de la guerra que desintegró Yugoeslavia se advertía el problema de Kosovo, “la cuestión de Kosovo”, es decir, “la cuestión de Albania” ha estado preocupando y sacudiendo al Estado serbio desde el Congreso de Berlín y la fundación de la Liga de Prizren (la Kongra albanesa 1877-1878) y en la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY) asumió el carácter y significado de indicación vital para la supervivencia de la República de Serbia en sus límites establecidos en 1945”. (Radovanovic, 1995, p 1)

Pero debemos remontarnos hacia fines de los años ‘80 para comenzar a hacer una genealogía del actual conflicto a partir de la reconstrucción de la identidad serbia y su identificación con Kosovo. Por entonces la situación en Yugoeslavia era cada vez más tensa en lo económico y en lo político; con la crisis del comunismo, muchos antiguos dirigentes del partido comenzaron a replegarse hacia posturas más nacionalistas; la muerte del Mariscal Tito en 1980 había acelerado ese proceso. Yugoeslavia era un complejo Estado nacido en 1929[ii], como Estado monárquico y reconstruido luego del fin de la II Guerra Mundial como república comunista.

Un complejo mosaico de nacionalidades convivieron bajo el férreo régimen de Tito[iii] no obstante ciertos atisbos de libertades como la de los viajes al exterior, la recepción de turistas o cierta libertad de opinión, contrario a lo que se respiraba en el resto de los Balcanes en especial en la Albania de Enver Hoxa y la Rumania de Ceaușescu.

En ese contexto se desarrolló la creciente tensión entre los dirigentes nacionalistas al interior de Yugoeslavia, en especial entre la elite serbia y las del resto de las repúblicas, en especial croatas y albaneses. Ya en 1986 la Academia de Ciencias de Serbia había redactado un memorándum[iv] en donde se explicitaba en sus páginas la noción de la Gran Serbia y el destino histórico de los serbios. Belgrado, capital de Serbia, era también la capital de Yugoeslavia además de ser los serbios mayoría en la distribución demográfica del país.

Esos factores y el dominio que ejercían los serbios de los altos mandos en el ejército yugoeslavo acrecentó los recelos en el resto del país, especialmente entre los kosovares, musulmanes y de origen albanés, mayoría en Kosovo. El ascenso de Slobodan Milosevic, un antiguo dirigente comunista devenido en nacionalista aceleró el deterioro de las relaciones entre Serbia y el resto de las entidades que formaban Yugoeslavia, en especial con Kosovo al cual le quitó la autonomía de la que gozaba la provincia desde la época de Tito, quien para equilibrar el factor demográfico y las aspiraciones nacionalistas serbias y croatas le otorgó además a los musulmanes de Bosnia el estatus de nación. La política de Milosevic con respecto a la autonomía de Kosovo fue vista por los albano-kosovares como una demostración del autoritarismo serbio. En ese contexto no debemos ver las decisiones políticas como algo objetivo y externo al campo social, las decisiones de Milosevic debían estar fundamentadas y construidas dentro de ese campo. 

El discurso de Gazimestán

Como señala Robert D. Kaplan en “Fantasmas Balcánicos”, el 28 de junio de 1988 comenzó la cuenta atrás, de un año de duración, hasta el martirio de Lazar en Kosovo”. (Kaplan, 1998, p 89).

En la mañana del 28 de junio de 1989, según algunos datos, asistieron 1 millón de personas, Slobodan Milosevic pronunció en lo que a la postre y en relación a los acontecimientos venideros sería un discurso crucial en el ocaso de Yugoeslavia como Estado plurinacional. Milosevic se había convertido en el político más poderoso no solo de Serbia sino también de Yugoeslavia, en su rol de líder. Gazimestán era la gran oportunidad para reafirmar ese liderazgo; en este sentido Jiménez Diaz (2008) sostiene que “el habitus del líder político consiste en las estructuras sociales de su subjetividad, la interiorización de las estructuras sociales y de las instituciones por el líder. El líder representa la historia de un grupo de personas o asociación, sea en sentido territorial (Estado, región o municipio), sea en sentido funcional (partido, sindicato u organización socio-política)”. (Jimenez Diaz, 2008, p. 20)

Ese día en Kosovo Polje, en el campo de Gazimestán, Milosevic recordaba un hecho fundamental de la historia, la derrota de los serbios a manos de los ejércitos del Imperio Otomano que por entonces dominaba gran parte de los Balcanes, la batalla se dio en lo que se conoce como “Campo de los Mirlos”; fue en este lugar donde Milosevic, la figura ascendente de la política serbia pronunciaría su ferviente discurso 600 años después. Kosovo representa para los serbios el corazón de su nación, comparable a lo que representa en el folklore nacional el Álamo para los Estados Unidos o las Malvinas para el pueblo argentino.

La idiosincrasia serbia y los recuerdos como nación tienen su firmamento en los hechos sucedidos en Kosovo en 1389. La construcción y el mantenimiento de la identidad serbia estaría atada por lo tanto a lo que los serbios consideran como su provincia, como señala Kaplan, “la derrota y el martirio atrae a los serbios”. (Kaplan, 1998, p. 81)

El discurso de Milosevic[v] fue un mensaje directo a la audiencia para la reconstrucción de la identidad serbia oscurecida primero por los otomanos y luego, aunque no explicitada por aquél, por los años en que el comunismo gobernó Yugoeslavia; de esa manera se refería a que “cuando se creó la Yugoslavia socialista, en este nuevo Estado los dirigentes serbios seguían divididos, con tendencia a contemporizar, en detrimento de su propio pueblo. Las concesiones que muchos líderes serbios hicieron a expensas de su pueblo no pueden aceptarse, ni histórica ni éticamente por ninguna nación en el mundo”. En este sentido Levy-Strauss sostiene que “el significado básico del mito no está ligado a la secuencia de acontecimientos, sino más bien, si así puede decirse, a grupos de acontecimientos, aunque tales acontecimientos sucedan en distintos momentos de la historia”. (p. 68). La importancia simbólica de Gazimestán fue el resurgimiento del pueblo serbio en tanto actor social o en términos de Alexander Wendt, “agente”. Como sostiene Laclau, “la emergencia del «pueblo» como actor histórico es, entonces, siempre una transgresión respecto de la situación precedente”. (Laclau, 2005, p. 248)

En las primeras décadas del siglo XX, de forma profética, Ortega y Gasset, en medio de una Europa convulsionada escribió que “hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social”. Milosevic en una especie de construcción del tiempo histórico, en términos de Reinhardt Koselleck, como nexo entre la experiencia del pasado y las expectativas futuras, sostuvo que “por una serie de circunstancias sociales, este grandioso 600 aniversario de la Batalla de Kosovo tiene lugar en un año en el que Serbia, después de mucho tiempo, después de muchas décadas, ha recuperado su estado y su integridad nacional y espiritual. Por lo tanto, no es difícil hoy día para nosotros contestar a la vieja pregunta: ¿cómo vamos a enfrentar a Miloš ?[vi]. A través del juego de la historia y de la vida, parece como si Serbia, precisamente en este año, en 1989, ha recuperado su estado y su dignidad, y así celebra un evento distante en el pasado, que tiene un significado histórico y simbólico para su futuro”. (Slobodan Milosevic, Discurso de Gazimestán, 28 de junio de 1989).

El relato de Milosevic, acudiendo a la perspectiva de Levy-Strauss en cuanto a la noción de “mito”, lo real y la leyenda se confunden. De esta manera el líder serbio refiere a que “es difícil decir qué es verdad histórica y qué es leyenda sobre la batalla de Kosovo. Hoy esto ya no es importante”. Según las crónicas serbias basadas en las “Enconium to Prince Lazar” escritas de forma anónima luego de la batalla, aquella mañana del 28 de junio de 1389 el príncipe recibió un mensajero de parte del Santo Elías. Lazar debería elegir entre la derrota y un reino celestial o la victoria y un reino terrenal. El Príncipe Lazar eligió la segunda opción, la derrota y el reino celestial, por lo que construyó una iglesia, llamó al patriarca, bautizó su ejército y se enfrentó a las fuerzas otomanas. La derrota y el ascenso al reino celestial le asegurarían al Príncipe Lazar un lugar privilegiado en la historia serbia.

El discurso de Gazimestán, en un contexto político de creciente tensión entre serbios y albaneses fue una conjugación de factores políticos, económicos y sociales, Milosevic, hábilmente, logró captar la atención de un público azotado por la crisis que vivía el país y lo tradujo en un discurso de tinte nacionalista En este sentido, la recurrencia a los mitos de la historia serbia y de un pasado glorioso sirvieron como sutura para cerrar la reconstrucción de la identidad serbia, Slobodan Milosevic apelaba al pueblo serbio y a su conciencia colectiva. Como señala Benedict Anderson “la nacionalidad, o la “calidad de nación» —como podríamos preferir decirlo, en vista de las variadas significaciones de la primera palabra—, al igual que el nacionalismo, son artefactos culturales de una clase particular”. (Anderson, 1983, p 21).

En este contexto, ¿podría denominarse al régimen de Milosevic como un régimen populista? Laclau (2005) sostiene que acerca del «”populismo” no entendemos un tipo de movimiento —identificable con una base social especial o con una determinada orientación ideológica—, sino una lógica política».(Laclau, 2005, p 21). Desde ésta perspectiva y como señala el mismo autor, “sabemos que el populismo requiere la división dicotómica de la sociedad en dos campos —uno que se presenta a sí mismo como parte que reclama ser el todo—, que esta dicotomía implica la división antagónica del campo social, y que el campo popular presupone, como condición de su constitución, la construcción de una identidad global a partir de la equivalencia de una pluralidad de demandas sociales”. (Laclau, 1985, p 93). Hacia 1989, la situación en Yugoeslavia se había deteriorado lo suficiente para crear descontento social que podría desembocar en la conformación de un movimiento populista, la crisis económica del régimen yugoeslavo, las diferencias cada vez más grandes entre Belgrado y el resto de las repúblicas, la agitación social entre los albaneses a medida que Milosevic recortaba derechos y garantías en Kosovo se convirtieron en un caldero lo suficientemente importante para la desviación hacia el nacionalismo, Milosevic advirtiendo ese peligro recurriría a posturas nacionalistas como síntesis definitiva, como señala Wendt «los procesos de formación de la identidad en condiciones de anarquía afectan primero y principalmente a la preservación de la “seguridad” del yo». (Wendt, 1999, p 24)

Milosevic se refirió en estos términos ante la enorme multitud presente aquél 28 de junio de 1989: “si perdimos la batalla, no fue sólo por la superioridad social y la ventaja militar del Imperio otomano, sino también por la trágica desunión en el liderazgo del estado serbio en esa época. En ese lejano 1389, el Imperio otomano era no sólo más fuerte que los serbios, sino que también era más afortunado”. (Slobodan Milosevic, Gzimestán, 28 de junio de 1989)

Para Milosevic, apelar al nacionalismo era la condición necesaria dentro de la cual se podrían encuadrar las demandas sociales; como sostenía el líder serbio, “la crisis que ha golpeado en Yugoslavia y ha traído divisiones nacionales, pero también sociales, culturales y religiosas y otras de menor envergadura. De todas estas divisiones, han sido las nacionales las que han resultado ser más dramáticas. Resolverlas hará más fácil mitigar las consecuencias del resto de divisiones por ellas creadas”. (Slobodan Milosevic, Gazimestán, 28 de junio de 1989). En ese contexto una multiplicidad de factores históricos y sociales sirvió de armazón para el discurso de Milosevic, desde esa perspectiva, la identificación del enemigo, que Milosevic evitó referirse en su alocución, fue condición necesaria para aglutinar al pueblo serbio frente a la nueva coyuntura que se presentaba en el país. Adoptando la perspectiva de la post-política de Slavoj Žižek, el líder serbio sostuvo que “la amenaza que esas divisiones generan en la patria común han generado una ola de sospechas, acusaciones e intolerancia. Una ola que invariablemente crece y es difícil de parar. Esta amenaza nos ha colgado como una espada de Damocles durante demasiado tiempo. Los enemigos externos e internos de comunidades multinacionales son conscientes de ésta y por tanto han organizado su actividad contra nosotros fomentando conflictos nacionales”. Como señala Žižek, la post-política  “se basa en la manipulación de una multitud u ochlos paranoide: es la atemorizada comunión de personas atemorizadas”. (Žižek, 2008, p. 102)

Mapa étnico de Kosovo.

Reflexiones finales

Alexander Wendt señala que la identidad «se refiere a una categoría social o etiqueta aplicada a personas que comparten (o se cree que comparten) alguna característica o características, en apariencia, rasgos de comportamiento, actitudes, valores, habilidades (por ejemplo, lenguaje), conocimiento, opiniones, experiencia, puntos en común históricos (como región o lugar de nacimiento), etc.». (Wendt, 1999, p. 225). Desde esa perspectiva analizamos de forma el discurso de Slobodan Milosevic intentamos reflejar como los factores históricos a través de variables políticos, sociales y económicas sirvieron como argamasa en la construcción de un discurso que tuvo como objetivo la reconstrucción de la identidad serbia en un momento clave de la historia balcánica en lo que podría denominarse en término de Mann el «aspecto colectivo del poder». (Mann, 1999, p. 21)

Lo que sucedería luego reafirmarían la importancia de ese discurso. ¿Debemos tomar las palabras de Slobodan Milosevic en Gazimestán como una premonición o como parte de una política tendiente a cambiar el estatus quo impuesto desde 1946 e instaurar el dominio serbio sobre Kosovo y el resto de las repúblicas yugoeslavas ?. En este trabajo intentamos esbozar que las decisiones políticas están construidas socialmente por una argamasa en la que se conjugan la historia, la economía y la identidad, identidad que en nuestro caso se vio reconstruida o reafirmada a través de la retórica nacionalista de Milosevic como paso previo a la política.

Esa mañana de 1989 Milosevic afirmó que «seis siglos más tarde, estamos comprometidos en nuevas batallas, que no son armadas, aunque tal situación no puede excluirse aún. En cualquier caso, las batallas no pueden ganarse sin la resolución, el denuedo y el sacrificio, sin las calidades nobles que estaban presentes en los campos de Kosovo en aquellos días del pasado. Nuestra batalla principal es ahora implementar el bienestar económico y el progreso político cultural y prosperidad social general, para encontrar un más rápido y exitoso para la civilización que vivirá en el siglo XXI».

Desde el discurso de Gazimestán han pasado 34 años; las advertencias de Milosevic sobre la posibilidad «del uso de las armas» se cumplieron rápidamente; dos años después de esa fecha Yugoeslavia se desintegró en una brutal guerra inter-étnica, la primera; finalizada ésta en 1995, le siguió en 1998 el inicio de la guerra de Kosovo; la segunda, tan brutal como la anterior y que sería el golpe definitivo a la existencia de esa experiencia política que fue la república yugoeslava.

Los recientes acontecimientos de Kosovo demuestran que la cuestión planteada en los años ‘80. Aún no está resuelta y lejos de alcanzar una solución. Los crecientes enfrentamientos entre la mayoría albano-kosovar y la minoría serbia en el norte de Kosovo, solo contenida por los esfuerzos de la Unión Europea, los Estados Unidos y la ONU, amenazan con alterar el precario statu quo en la región. En ese contexto, el Discurso de Gazimestán cobra en la historia reciente, un valor fundamental para la comprensión de los hechos actuales no solo en los Balcanes sino también como, desde la construcción de una retórica identitaria, se puede llegar a la comprensión de otros fenómenos similares como lo mencionamos al comienzo de éste artículo, Ucrania, Georgia, Moldavia entre otros.

Notas

[1] La premisa básica del enfoque constructivista es que los seres humanos viven en un mundo que construyen, en el cual son protagonistas principales, que es producto de sus propias decisiones. Este mundo, en construcción permanente, es constituido por lo que los constructivistas llaman “agentes”. (Sánchez, 2012, p. 118 ).

[2] Para Serbia, Kosovo es una provincia rebelde, países como Argentina, España o Rusia consideran a Kosovo parte de Serbia mientras que la mayoría de los Estados de la Unión Europea y los EE.UU. reconocen a Kosovo como país soberano.

[3] La I Yugoeslavia fue una unión de croatas, eslovenos y serbios bajo un régimen monárquico. La II Yugoeslavia amplió el concepto de nación a los bosnios de origen musulmán, mayoría en Bosnia-.Herzegovina.

[4] Josip Broz “Tito”, mitad esloveno mitad croata, gobernó  Yugoeslavia al frente del Partido Comunista yugoeslavo desde 1946 a 1980 año en el que falleció. El gobierno se instauró luego de la derrota de las fuerzas alemanas que habían invadido el país en 1941.

[5] Memorándum completo en: https://worldhistorycommons.org/serbian-academy-arts-and-sciences-sanu-memorandum-1986

[6] Discurso completo en castellano disponible en: https://www.ersilias.com/discurso-de-gazimestan/

[7] Miloš Obilić, fue un noble serbio que terminó con la vida del sultán otomano Murad I en el transcurso de la Batalla del Campo de los Mirlos aunque la historia no está ajena a las controversias.

 

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* Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Licenciado en Historia. Córdoba. Argentina

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