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EL ODIO INDUCIDO

F. Javier Blasco*

Para saber qué es lo que significa realmente este vocablo, es necesario consultar el diccionario de la RAE en el que aparece una sola definición “Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Definición que quizá sea demasiado tajante y hasta limitativa u orientada al campo que se encuadra en el mal deseado.

Sin embargo, si acudimos al diccionario de “Oxford languages” vemos que la definición de la misma palabra masculina no es única y tiene o presenta dos acepciones distintas, “Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia” y “Aversión o repugnancia violenta hacia una cosa que provoca su rechazo” y cita como sinónimos “antipatía, aversión, repulsión, inquina, aborrecimiento y malquerencia”.

Por una vez y sin que sirva de precedente, prefiero quedarme con la información del diccionario de Oxford porque, aparentemente es más completa, amplia y convincente y creo que aglutina entre sus definiciones y el listado de sinónimos lo que hace más comprensible el significado del vocablo.

Analizar etimológicamente el origen, las causas, derivaciones y ramificaciones del odio, nos llevaría mucho tiempo y no me creo capacitado para ello y además tampoco es la principal razón que me llevó a escribir este pequeño trabajo.

El odio, sensación y actitud tan antigua como la propia humanidad, es uno de nuestros viejos conocidos y compañeros de viaje o un miembro muy allegado de la familia; siempre está a nuestro lado y dispuesto a aparecer a la menor circunstancia; con la particularidad de que sus resortes de contención son tan frágiles que, funcionan a duras penas y no tantas veces como deberían hacerlo.

El hombre en su proceso evolutivo y creador, dentro de su afán de intentar cambiar las cosas, al menos de cara a la galería y fundamentalmente a hora de la compra de votos o seguidores, ha encontrado en esta fea y despreciable actitud un filón de incalculable valor. Cómo de entrada nadie en su sano juicio se puede negar a rechazarlo, hemos hecho de su “aparente lucha para erradicarlo” algo para ser explotado políticamente con mucho éxito, y como casi siempre ocurre con los movimientos o tendencias para la agitación y la propaganda, la izquierda lo ha convertido en su bandera para llenar de basura a las “terribles derechonas que lo pisotean y desprecian todo”.

Así, en muchas partes del mundo en general y en España en particular, hemos creado los denominados “delitos de odio” que son aquellos que consisten en una infracción o acto penal motivado por prejuicios contra una o varias personas por el hecho de pertenecer a un determinado grupo social y que nuestro Ministerio del Interior define en su página web como:

“(A) Cualquier infracción penal, incluyendo infracciones contra las personas o las propiedades, donde la víctima, el local o el objetivo de la infracción se elija por su, real o percibida, conexión, simpatía, filiación, apoyo o pertenencia a un grupo como los definidos en la parte B”;

“(B) Un grupo debe estar basado en una característica común de sus miembros, como su raza real o perceptiva, el origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, el sexo, la  edad, la discapacidad intelectual o física, la orientación sexual u otro factor similar. (OSCE, 2003)”.

En España, su gobierno y muchos de los partidos que le sustentan y apoyan sobreviven principalmente de y con la carroña, las noticias falsas y la sucia propaganda; por lo que este fenómeno de “oficial lucha para su erradicación” no solo debe quedar reflejado en su Código Penal, sino que es constantemente usado, manoseado y prostituido por el propio gobierno, su presidente, varios ministros del gabinete y diversos partidos o movimientos populistas y progresistas de variopinto pelaje y nada sanas intenciones.

Por si fuera poco, para darle un mayor empaque y oficialidad al tema, el gobierno ha creado una “Comisión contra los delitos de odio” que está presidida por el mismísimo presidente Sánchez; comisión que, a pesar de la norma no escrita pero tantas veces manida de no legislar en caliente, ha sido reunida estos días con carácter de urgencia para adoptar medidas al amparo o motivada por una noticia falsa sobre un inventado delito de odio.

El odio a secas y la amplia panoplia de los delitos de odio constituyen una esplendida arma arrojadiza que la izquierda suele sacar a colación siempre que haya cercano o por en medio un proceso electoral, le van mal las cosas al gobierno —para lo que no duda hasta en inventarse actos o amenazas que tengan toda la apariencia, aunque en breve quede demostrado ser mentira o un invento y las graves declaraciones y acusaciones queden aparcadas tras miles de litros de tinta y horas de publicidad— o cuando la derecha presenta claras indicaciones de que sube en las encuestas y puede poner en peligro la continuidad de un gobierno de izquierdas, basado en la mentira, las falsas promesas y la mezquindad.

Muchas de las múltiples denuncias de delitos de odio, quedan demostradas ser falsas o son exageraciones o desviaciones y constituyen una simple manera de buscar notoriedad o una forma zafia de atacar, sin fundamento, los principios y bases de la derecha sin más.

Para que el fenómeno tenga repercusión y notoriedad, hace falta la impagable colaboración de unos medios y redes vendidos al mejor postor que subsisten de las cuantiosas dádivas o subvenciones de un gobierno que no duda en comprar los deseos y la profesionalidad de cualquier persona o entidad por muy seria y digna que pueda o deba ser en función de su trabajo o por su aportación a la sociedad.

Medios y redes que, sin embargo, enmudecen cuando pasa el tiempo sin que hayan aparecido los execrables autores de cualquier tamaña indignidad por mucho que la policía y la sociedad se empeñen en desenmascararles o cuando a pesar de los esfuerzos para ocultarlo, se descubre el pastel de la ignominia y la falsedad de un hecho inventado, exagerado y publicitado hasta la saciedad.

El odio y sus delitos no son un fenómeno exclusivo de los ambientes o situaciones creadas entorno al género, las desviaciones o personales usos sexuales, la raza, el lugar o país de procedencia o la religión que se profesa. Es aún más grave cuando nace, crece y se desarrolla por culpa o a raíz de movimientos políticos de corte separatista o independentista.

Insisto en este punto, porque suele crear graves y despreciables situaciones que fácilmente derivan en sangrientos encontronazos, escisiones territoriales más o menos cruentas o incluso en auténticas guerras civiles; guerras estas, quizá aún más sucias si cabe entre aquellas, porque implican a hermanos contra hermanos o a compatriotas envueltos en unos falsos e inventados ideales que poco o nada tiene que ver con la realidad.

El concepto es un arma de doble filo; ampara o da pie a un gran abanico de posibles delitos bajo el epígrafe general de delitos de odio y, con ello, se abre el grifo para “oficialmente” tratar de combatirlos por todos los medios, incluso aún antes de que estos realmente se produzcan. El uso y abuso de esta posibilidad lleva fácilmente a la imposición de una subjetiva tabla rasa que puede derivar en coartar un derecho inalienable a las personas en todo país democrático como lo es el derecho a la libertad de expresión.

Es muy fácil disfrazar o caer en dicha confusión, incluso de manera no buscada. De ahí el peligro en permitir a los gobiernos usar en demasía o abusar amparándose en este concepto; es un hecho más que probado, que muchos gobiernos lo utilizan a modo de guadaña para impedir la crítica o protesta libre y sana ante situaciones de uso o abuso de actuaciones o decisiones muy dudosas por parte de la autoridad.

Es muy fácil dejarse influir para hacer un uso muy discriminatorio de este concepto; la tendencia a ver la paja en el ojo ajeno, cuando se desprecia o ignora la viga en el propio, hace que muchos piensen que sus cercanos, allegados o de la misma tendencia política están libres de toda carga al respecto. Casualmente, son siempre los del bando contrario los que practican el odio, lo ensalzan y, por el contrario, nunca ven actuaciones execrables e indignas en el propio. Es un hecho característico de las izquierdas, quienes suelen anunciar o incluso creen sinceramente que son los partidos de derechas los que constantemente y viven instalados en el odio a los demás.

Sucias artimañas que aunque parezca mentira, aún en nuestros días funcionan porque, en la sociedad actual el grado de desinterés, la incultura generalizada y la falta de aplicación o desconocimiento del pensamiento crítico para el análisis de lo que nos llega, es muy grande o total. Tanto, que en pocos años será imposible encontrar alguien con la mínima capacidad de discernimiento.

No debo terminar esta breve reflexión sin condenar con todas mis fuerzas a los insensatos que por motivos políticos mangonean los delitos de odio, en cualquiera de sus versiones, sin darse cuenta —o lo hacen a sabiendas— que el aireamiento, falsa presentación y la exageración de ellos aún en su fase de presunción supone, en la mayoría de los casos, una mayor y muy grave agitación de las personas —que fácilmente se contagia a las masas—, lo que rápidamente se traduce en crear mucho más odio individual y colectivo entre los que “oficialmente” pretenden manifestarse o actuar como repulsa para combatirlo.

Como conclusiones  a esta reflexión, se puede afirmar que el odio es algo malo, tenebroso, que consiste en una vehemente aversión de una persona hacia otra, o hacia algo más o menos identificado con esa otra o su grupo por razones diversas de género, región o país de procedencia, diversos usos y costumbres o convicción. Es algo tan ruin que son muchos los afamados autores que le han dedicado mucho tiempo a su estudio y definición.

Ya Aristóteles se esforzó en distinguir entre la ira y el odio. Nietzsche llegó a firmar que “El hombre de conocimiento debe ser capaz no solo de amar a sus enemigos, sino también de odiar a sus amigos”. El mismo Papa Francisco asegura que “El odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida”. “Ensucian el alma, la vida del que odia y de cuantos permanecen en derredor suyo”. En opinión de Nelson Mandela no es una tendencia o defecto innato ni surge de la nada, se adquiere con el tiempo o por el uso o abuso de las costumbres de donde uno se desarrolla “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión”.

Por lo tanto, el odio como algo inculcado es una mala cualidad autogenerada, adquirida o inducida y que generalmente se nos inocula, más o menos disfrazada, en la educación recibida. Contra el odio debemos luchar siempre, pero sin dejarnos arrastrar que por un exceso de celo, la propaganda perversamente dirigida o por falta de precaución, su honrada lucha nos llegue a cegar y confundamos torpemente dónde deberían encontrarse los auténticos principios y la verdad.

Precisamente el 11-S se cumplió el vigésimo aniversario de uno de los ejemplos más claros de odio que ha presenciado y conmovido a la humanidad. Esperemos que este fenómeno no se vuelva a repetir, ni siquiera en su mínima intensidad.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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EL BRIGADIER GENERAL DON JOSÉ FRANCISCO DE SAN MARTÍN Y MATORRAS. El ESTRATEGA DE LA INDEPENDENCIA IBEROAMERICANA.

Heriberto Justo Auel*

A los once años, el niño José Francisco vestía ya el uniforme de Cadete del Ejército Español. A los veinte, era Oficial y se batía en el norte de África y en las aguas del Mar Mediterráneo. A los treinta años, Teniente Coronel, condecorado en Bailén, era Ayudante de Campo del Grl Castaños, el más prestigioso comandante español de ese entonces.

Su fama personal era conocida por todo el Ejército Peninsular, que enfrentaba a los franceses. Su prestigio no solo se debía a su probada capacidad de conducción, demostrada en mandos independientes de la vanguardia española, sino a una regular y ejemplar conducta, a una figura gallarda y a un laconismo y humildad que hacían presumir una personalidad austera, reflexiva y profunda.

El joven Teniente Coronel irradiaba autoridad, es decir, traduciendo la etimología de este término: brillo, creatividad y comprensión de su circunstancia histórica. En 1811 decide retirarse del Ejército Español. La situación europea —y la española en particular— era preocupante y este “americano” sintió la necesidad de regresar a su cuna, al Río de la Plata, desde donde había partido con solo los ocho años.

Tenía una clara visión estratégica, abarcaba en profundidad al proceso de los grandes cambios sociales, políticos y económicos en curso: España perdía su Imperio y la Revolución Inglesa le disputaba la primacía mundial a la Revolución Francesa, evolucionada a un bonapartismo imperial-revolucionario que nuestro prócer había enfrentado con las armas en las primeras líneas de combate, captando en lo sustantivo la naturaleza del fenómeno socio-político y militar que se proyectaba al mundo y alcanzaba al Río de la Plata.

El futuro Brigadier General de la Provincias Unidas del Sur, Capitán General de Chile y Generalísimo del Perú, ante semejante escenario, traía a nuestras playas en su mente y en su corazón la decisión de independizarlas. Había que alejar la región de tanta y continua violencia por hegemonías sectarias, de tanta sed de poder dinástico y de tiranías extemporáneas. Se asoció a un grupo de camaradas americanos y, con apoyo inglés, embarcaron hacia Buenos Aires.

Era el Jefe de mayor graduación, el de mayor prestigio y, sin duda, el militar más capacitado profesionalmente. Lector de los clásicos, observador profundo de los hombres y de los acontecimientos en desarrollo. Como soldado profesional, sus ideas eran claras y su recta conducta se ajustaría siempre a ellas.

El panorama que encontró al desembarcar no era muy halagüeño. Luchas “de partido”, desconfianzas, mezquindades, inquinas de “pago chico”, eran el común denominador de la comarca, signados desde luego por el enfrentamiento central de criollos y peninsulares, pero además no estaban ausentes, en la aldeana Buenos Aires, los largos tentáculos de los variados intereses luso-británicos y franceses.

La mayoría del gobierno los recibió con frialdad. Sin embargo, las necesidades y urgencias superaron a los reparos. Había que proteger al país de las incursiones realistas a lo largo del Paraná y el hombre capaz de hacerlo era, naturalmente, el Tcnl San Martín. Propone la creación de un Regimiento de Infantería Montado: los “Granaderos a Caballo”.

Este Regimiento llevaría la impronta de la personalidad de su Jefe ya fuere en su gallarda presencia, en su disciplinada decisión en combate o bien en su Código de Honor. El joven Jefe de Regimiento capacita personalmente a sus oficiales y tropas, diseña sus armas, crea sus tácticas y lo “prueba” en San Lorenzo. Sus paisanos correntinos no lo defraudaron. Bermúdez y Cabral a la cabeza.

La Primera Junta había dado lugar a la Junta Grande y los intereses comarcanos cruzados, al Primer Triunvirato, que no se mostraba “independentista”, sino todo lo contrario. Los Granaderos formaron en Plaza de Mayo y llegó el Segundo Triunvirato. Los acontecimientos en el Ejército del Norte requieren que el Coronel San Martín asuma aquél mando.

Conoce en Yatasto al Grl Belgrano, que va rumbo al Plata para presentarse a un Tribunal de Guerra. Reconoce en él a un patriota, a un gran hombre lúcido y honrado. Disciplina al Ejército derrotado, permanece noventa días en el Norte, recorre las líneas de invasión de los “maturrangos” y observa en un Grl “gaucho”, Martín M. de Güemes, al comandante de la “guerra de recursos” que puede cerrar “la cortina” que necesita en la boca de las quebradas salteñas. En el Litoral está Artigas y en los ríos, el Almte Brown, Espora y Bouchard.

Entonces ya está en condiciones de lanzar su “Plan Continental”. Un Plan Estratégico Militar admirable, sin parangón en la Historia Militar Mundial. Se cumplirá tal como fue concebido en Saldan, al lado del Cnl Juan B. Bustos y del Cnl Juan M. de Pueyrredón.

Está en camino a la Gobernación de Cuyo, donde formará a un Ejército que surgirá de una sociedad rústica y fuerte, dispersa y ansiosa de libertad e independencia. Su base para el reclutamiento de voluntarios y de una imponente logística, estará en las Provincias andinas y en la “Proto-Argentina Tucumanesa”.

San Martín no vuelve a Buenos Aires. Coloca a su diputado por San Luis, Pueyrredón, como Director Supremo, a Francisco N. Laprida, cuyano, en la Presidencia del Congreso de Tucumán, al Grl Belgrano, que repone en el mando del Ejército del Norte con su Cuartel General en Tucumán, como garantía sanmartiniana de apoyo al Congreso de la Independencia, a Fray Santa María de Oro y a Godoy Cruz, ambos congresistas cuyanos, como representantes de la inquebrantable voluntad independentista del Comandante del Ejército de los Andes, el ahora Cnl My San Martín, elegido Gobernador Propietario por la voluntad de los Cabildos de las Provincias Cuyanas.

Seis meses después del 9 de Julio de 1816, fecha de la declaración de la Independencia argentina, inicia la campaña libertadora e independentista. En cuarenta y cinco días consigue el rotundo triunfo de Chacabuco, en febrero de 1817 y exactamente un año después, se declara la Independencia de Chile, el 12 de febrero de 1818.

Tres años más tarde ingresa a Lima y declara su independencia el 28 de julio de 1821. El 6 de julio de 1822, Monteagudo por Perú y Mosquera por Colombia, firman un tratado que señala: “El gobierno de la república de Colombia por una parte, y por otra el del estado del Perú, animados del más sincero deseo de poner prontamente un término a las calamidades de la presente guerra, a que se han visto provocados por el gobierno de S. M. C. el rey de España, decididos a emplear todos sus recursos y fuerzas marítimas y terrestres para sostener eficazmente su libertad e independencia; y deseosos de que esta liga sea general entre todos los estados de América antes española, para que unidos fuertes y poderosos sostengan en común la causa de su independencia, que es el objeto primario de la actual contienda”.

El 13 de julio Bolívar anexaba Guayaquil a Colombia, inesperada y unilateralmente. El 14, nuestro Libertador zarpaba del Callao, rumbo a Guayaquil, desconociendo este hecho.

El 26 de julio de 1822 se produjeron dos reuniones de ambos Libertadores. Por la mañana, durante una hora y media. Por la tarde de solo media hora. Ambas sin testigos. El día 27 volvieron a reunirse a solas, durante cuatro horas. Esa noche hubo un banquete y baile, en honor del “Protector del Perú”.

Pasada la medianoche el Grl San Martín se retira de la sala, en sigilo. Lo acompaña hasta el muelle el Grl Bolívar. No volverían a verse. Las razones por las cuales el Grl San Martín no concluyó personalmente la campaña prevista en Saldan, están explicitadas por el propio Protector en sucesivas cartas dirigidas a sus amigos y camaradas durante y después la guerra.

En primer lugar analizaremos la carta que San Martín dirigiera al general Miller, el 19 de abril de 1827. Éste le había solicitado a San Martín detalles sobre su actuación en Perú y sobre la logia de Buenos Aires, pues escribía sus memorias. Transcribo la parte de la carta que se refiere a la conferencia:

“En cuanto a mi viaje a Guayaquil, él no tuvo otro objeto que el de reclamar del General Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú, auxilios que una justa retribución (prescindiendo de los intereses generales) lo exigía por los que el Perú tan generosamente había prestado para libertar el territorio de Colombia. Mi confianza en el buen resultado estaba tanto más fundada cuanto el ejército de Colombia, después de la batalla de Pichincha, se había aumentado con los prisioneros, y contaba con 9.600 bayonetas; pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primer conferencia con el Libertador me declaró que, haciendo todos los esfuerzos posibles, sólo podía desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1.700 plazas. Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido que el buen éxito de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia. Así es que mi resolución fue tomada en el acto, creyendo de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país. Al día siguiente y a presencia del vicealmirante Blanco dije al Libertador que, habiendo dejado convocado al Congreso para el próximo mes el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú; añadiendo: “ahora le queda a Ud., general, un nuevo campo de gloria en el que va Ud. a poner el último sello a la libertad de la América”.

La segunda carta de San Martín está dirigida a Ramón Castilla, en ese momento Presidente de la República del Perú, remitida desde Boulogne Sur Mer el 11 de septiembre de 1848, es el segundo testimonio personal del Protector sobre su entrevista con Bolívar. Con respecto a Guayaquil, dice lo siguiente: “He aquí, mi querido general, un corto análisis de mi vida pública seguida en América: Yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndola puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia en el Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de que el solo obstáculo para su venida al Perú con el ejército de su mando, no era otro que la permanencia del General San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía. Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no sólo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 23”.

El general Enrique Martínez, general del ejército de los Andes y jefe del Estado Mayor, cuando se desempeñaba como Presidente de Trujillo, recibió información de San Martín acerca del verdadero objeto de la entrevista: “Este no tuvo más que recabar del General Bolívar un auxilio de fuerzas para terminar la campaña del Perú, a lo que se negó Bolívar”.

La noche del 20 de septiembre de 1822 San Martín, luego de haber dimitido ante el Congreso peruano al mando supremo y mientras ultimaba los preparativos para abandonar definitivamente el Perú, hizo valiosas confidencias a su lugarteniente, amigo y confidente, Tomás Guido, sobre los motivos de su retiro: —Guido se oponía enérgicamente a la retirada de San Martín— “Le diré a Ud. sin doblez: Bolívar y yo no cabemos en el Perú: he penetrado sus miras arrojadas; he comprendido su desabrimiento por la gloria que pudiera caberme en la prosecución de la campaña. Él no excusará medios, por audaces que fuesen, para penetrar en la república seguido de sus tropas; y quizás entonces no me sería dado evitar un conflicto a que la fatalidad pudiera llevarnos, dando así al mundo un humillante escándalo. Los despojos del triunfo de cualquier lado a que se inclinase la fortuna, los recogerían los maturrangos, nuestros implacables enemigos, y apareceríamos convertidos en instrumentos de posiciones mezquinas. No seré yo, mi amigo, quien deje tal legado a mi patria, y preferiría perecer, antes que hacer alarde de laureles recogidos a semejante precio”.

En 1825 el peruano Juan Manuel Iturregui visitó, en Bruselas, a José de San Martín. Conversando sobre los sucesos de 1822 el Protector le hizo algunas confidencias, que Iturregui ha dejado consignadas: “Que jamás había temido ni por un instante que hubiese podido fracasar la Independencia del Perú una vez proclamada y estando sostenida por la opinión pública, […] que no obstante, había creído justo y conveniente entrar en un acuerdo de unión y amistad con el general Bolívar, así por la identidad de la misión de ambos en Sur América, como para que aquel general auxiliase al Perú con parte de su ejército y se pusiese un término más corto a la guerra con los españoles, […] que desde luego había encontrado en este general las mejores disposiciones para unir sus fuerzas a las del Perú, contra el enemigo común, pero que al mismo tiempo le había dejado ver muy claramente un plan ya formado y decidido de pasar personalmente al Perú y de intervenir en Jefe, tanto en la dirección de la guerra como en la de su política; que no permitiéndole su honor asentir a la realización de este plan, era visto que de su permanencia en el Perú, debía haber resultado un choque con el general Bolívar […] y conociendo las inmensas ventajas que todo esto debería dar a los españoles, se había decidido a separarse del teatro de los acontecimientos, dejando que el general Bolívar, sin contradicción ninguna, reuniese sus fuerzas a las del Perú y concluyese la guerra”.

Mariano Balcarce, esposo de Mercedes Tomasa única hija del Grl don José de San Martín, recibió numerosas confidencias de labios de su suegro. En carta fechada en París a 8 de agosto de 1882 y dirigida a Bartolomé Mitre, Balcarce consigna las confidencias que San Martín le hiciera sobre su entrevista con Bolívar: “Los —documentos— que yo poseo y es mi deseo y voluntad pasen a sus manos con el tiempo, no arrojan ninguna nueva luz sobre la entrevista de Guayaquil y retirada del Perú, cuyas causas se hallan explicadas en la carta a Bolívar y me fueron repetidas veces confirmadas en conversaciones íntimas por mi ilustre padre, quien me aseguró que no habiendo logrado la cooperación que esperaba del Libertador para completar rápidamente y sin gran efusión de sangre la independencia del Perú, convencido que su presencia era un obstáculo a las aspiraciones de Bolívar, y podía prolongar por mucho tiempo la guerra y la ruina del país, […] resolvió hacer abnegación de su gloria personal y dejar que Bolívar, con su numeroso ejército, completase y consolidase la emancipación del Perú”. —La mencionada “carta a Bolívar”, es la que publica Lafont—.

No voy a agregar a estas citas la controvertida “carta de Lafont”. Solamente deseo recordar que el Instituto Nacional Sanmartiniano tiene posición tomada sobre su total autenticidad. Por otra parte, ella ratifica el común denominador de todas las notas precedentes. Debo, en cambio, hacer resaltar la enorme diferencia de las personalidades de los dos Libertadores que se entrevistaron en Guayaquil.

Bolívar era abogado y político, devenido en Comandante de Tropas por exigencia de la situación. San Martín nace y muere soldado. Es el mayor profesional militar y estratega de la Independencia Iberoamericana. Bolívar sirvió a su plan político. San Martín al Plan Estratégico Continental, que tenía como meta a la Independencia.

Cuando percibió que las aspiraciones políticas bolivarianas podrían perjudicar al Plan Independentista y detonar una guerra civil frente al enemigo aun fortificado en las montañas peruanas, optó por retirarse a cultivar su chacra de Barriales, en Mendoza.

Sin embargo, un “militar afortunado” no tenía cabida en países en permanentes crisis políticas. Su presencia en aquel rincón cuyano perturbaba a los “pequeños hombres del Plata”, como los llamará más tarde Juan Bautista Alberdi en sus Obras Póstumas. Le interceptaban la correspondencia, los diarios y, por fin, intentaron asesinarlo.

Sigilosamente ingresó a Buenos Aires, enterró a su “esposa y amiga” en La Recoleta y marchó a un voluntario ostracismo, con su pequeña hija. Los unos verán en este acto una “deserción”. Otros encontrarán en él un renunciamiento personal al poder que caía naturalmente en sus manos, pero que le obligaba ingresar a la lucha sectaria y fratricida.

Entonces tomó una decisión típicamente “sanmartiniana”. Nos dio un ejemplo de grandeza, propio de los espíritus fuertes. El Libertador estuvo en nuestra tierra solo doce años, desde 1812 a 1824. Durante diez años permaneció en campaña. Nos dio la libertad y consolidó la Independencia, llevando estas banderas a Chile y Perú.

Consiguió su objetivo estratégico: derrotar el poder español en el baluarte peruano y su objetivo político: la Independencia ante “cualquier poder extranjero”. En esa tremenda epopeya, demostró una grandeza y una lucidez que despertaron tremendas envidias, no pocos rencores y hasta odios impregnados de admiración.

Si queremos medir la hondura de nuestra actual decadencia cultural, solo tenemos que comparar a este paradigma del ser argentino con los íconos que eligen nuestros representantes para que nos “identifiquen” en la Feria de Frankfurt.

El Brigadier General San Martín (1778/1850) y el Mayor General Carl von Clausewitz (1780/1831) son coetáneos y tienen un historial personal con fuertes homologías. Ambos soldados profesionales brillaron desde el comienzo de sus carreras, por sus virtudes naturales. Sus méritos militares los llevaron a la Ayudantía y a los Estados Mayores de los más altos mandos en España y de Prusia, que a la sazón enfrentaban a Francia desde el Oeste y desde el Este, respectivamente.

Ambos tuvieron en Napoleón Bonaparte al maestro y enemigo, a quien supieron comprender y a quien siguieron en las grandes reformas orgánicas y en la creación de las innovadoras estrategias que el pequeño Gran Corso impuso en el arte de la guerra.

Fue el espíritu abierto al tiempo que advenía, que caracterizaba a ambos, la razón por la cual sufrieron un aislamiento injusto en el pequeño ámbito profesional en que se desempeñaron. Es la incomprensión que llevó a San Martín al ostracismo y a von Clausewitz a la Dirección de la Academia de Guerra de Berlín, adonde quedaba marginado en la toma de decisiones.

Sin embargo a ambos se los llamó, cuando el clarín volvió a vibrar en las fronteras. Clausewitz desde 1818 a 1831, mientras dirigía la Academia, estudió epistemología y escribió su monumental obra “De la Guerra”. San Martín desde 1814 a 1824, escribe una página de gloria sobre las montañas más altas de América, sobre las bravas olas del Pacífico y en la variada geografía peruana, cumpliendo con su Plan Continental.

Uno es el más grande estratega teórico de Occidente. El otro el más grande estratega al mando en Jefe de la más importante campaña militar de su tiempo. Ambos fueron atacados por la misma epidemia de cólera-morbus, que se inicia en Polonia en 1830 y se expande a toda Europa. San Martín la resiste y Clausewitz muere, pocas horas después de adquirir la enfermedad.

Nuestro Libertador será atacado nuevamente por el cólera, en 1849. Cuatro años antes, permaneció en Nápoles durante unos meses, buscando mejorar su deteriorada salud, en un clima más templado. Es desde allí que, al serle requerida su opinión sobre las probabilidades de éxito de una nueva y eventual campaña militar anglo-francesa en el Río de la Plata, ya en alistamiento, tuvo la oportunidad de realizar un último y alto servicio a las Provincias Unidas. Desarrolló un perfecto análisis estratégico del curso que podrían tener las operaciones militares posteriores al desembarco combinado y las graves consecuencias políticas que podría acarrear una segura y total derrota de las más grandes potencias europeas en manos de un “gaucho” conocedor de la “guerra de recursos”, como la que plantearía a las tropas regulares, cercadas y con sus espaldas cerradas por el inmenso río.

Veamos un corto fragmento de esta carta, fechada en Nápoles el 28 de diciembre de 1845:

“… Bien es sabida la firmeza del carácter del Jefe que preside la República Argentina… con siete u ocho mil hombres de caballería… fuerza que con gran facilidad puede mantener el General Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires, sino también impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres, salga a más de treinta leguas de la capital, sin exponerse a una ruina completa por falta de recursos, tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará a menos (como es de esperar) que el nuevo ministro inglés, no cambie la política seguida por el precedente…”.

Jorge Federico Dickson, comerciante inglés, publicó de inmediato esta larga respuesta en los diarios de París y de Londres y la idea de invasión no prosperó. Aún estaba fresco en la memoria europea el hecho reciente de Vuelta de Obligado.

Esta última “batalla teórica” —casi desconocida— dada a los sesenta y cinco años por el viejo y enfermo Brigadier General, es la quinta esencia de una excelsa estrategia: ganar una batalla sin desenvainar.

Veló por la Independencia y la dignidad de sus paisanos hasta el último momento de su vida. Entregó su sable invicto a quien supo defender la soberanía y el honor de su pueblo, de la misma manera que le observó severamente por sus excesos ante sus adversarios políticos. Con la esperanza de que el caos que nos envuelve, en sus profundos pliegues guarde aún a un retoño sanmartiniano, apoyemos con fe a esta eventualidad con nuestras oraciones y a la vez con nuestras más enérgicas acciones, de todos los días. Será una manera de honrar la memoria, hoy mancillada, del más grande Hijo de nuestra Patria.

 

* Oficial de Estado Mayor del Ejército Argentino y del Ejército Uruguayo. Ha cursado las licenciaturas de Ciencias Políticas, de Administración, la licenciatura y el doctorado en Relaciones Internacionales. Se ha desempeñado como Observador Militar de la ONU en la Línea del Cese de Fuego del Canal de Suez.

Se ha desempeñado como Profesor Titular de Polemología, Estrategia Contemporánea y Geopolítica, en Institutos Militares Superiores y en Universidades Públicas y Privadas. Ha sido conferencista invitado en el país y en el exterior. Ha publicado numerosos artículos sobre su especialidad y cinco libros acerca de la evolución de la situación internacional en la posguerra fría. Actualmente se desempeña como: Presidente del “Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires” (IEEBA), Presidente de la “Academia Argentina de Asuntos Internacionales” (AAAI) y Director del “Instituto de Polemología y Estrategia Contemporánea” (IPEC), de la Universidad Católica de la Plata (UCALP). Es miembro activo de la Asociación Argentina de Derecho Internacional y miembro Honorario del Instituto de Teoría del Estado.

 

Escrito en agosto de 2009.

NO HAY DOS SIN TRES, NI NIGUNA PAZ ES DURADERA

F. Javier Blasco*

Acababa de empezar la segunda decena del mes de septiembre de 2001 cuando 19 terroristas yihadistas debidamente aleccionados, bien pagados y medianamente instruidos en los mismos EEUU como pilotos de vuelo comercial, esquivaron los entonces escasos controles de seguridad en los aeropuertos estadounidenses y, una vez en vuelo, tomaron el control de cuatro aviones de línea y los estrellaron deliberadamente contra objetivos que hicieron mucho daño en vidas (2.995 fallecidos y unos 25.000 heridos) e infraestructuras; pero sobre todo, en la moral y el orgullo personal y patrio de los norteamericanos por haber sido abatidos de tal manera por segunda vez en su corta historia, en su propia casa; y en esta ocasión, por unos cuantos miserables terroristas sin que saltara ninguna de sus alarmas ni se reaccionara a tiempo.

El resto de la historia, caos y heroicas reacciones, todos las conocemos y sabemos lo que pasó; así como también que, debido a la convulsión que trajo a la mente de los indefensos ciudadanos, fue muy sencillo para un timorato presidente norteamericano, George W. Bush, que aún no llevaba un año de mandato, lograr que le aprobaran, sin obstáculos ni fisuras, el levantar en armas a su pueblo e industria para llevarlos, de nuevo a una guerra como su padre (Guerra del Golfo); aunque esta vez el escenario era Afganistán, donde la inteligencia nacional avistaba, sin precisar donde estaba exactamente Osama Bin Laden, el cabecilla de una organización terrorista yihadista, Al Qaeda, famosa organización, que ha sido y sigue siendo objeto de muchos quebraderos de cabeza y miles de atentados además de ser la célula madre del autoproclamado Estado Islámico.

Bush invocó el Artículo 5 del tratado de la OTAN y la Organización respondió a su llamada, creándose, al no acceder los talibanes que gobernaban Afganistán a la entrega de Osama, dos misiones militares para imponer la paz en el país y la otra misión para capturar al cabecilla terrorista y actuar contra el terrorismo en el territorio. La primera de ellas, denominada Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad es conocida por ISAF (por sus siglas en inglés), que ha estado a cargo de la OTAN, y la segunda denominada Operación Libertad Duradera, Operation Enduring Freedom (OEF) a cargo de EEUU, Reino Unido y las fuerzas afganas bajo el control del gobierno, la que finalizó en 2014. En ambas misiones tanto EEUU como el Reino Unido participaban y aunque se ha pretendido unificarlas, nunca lo estuvieron real y completamente.

El mundo occidental se lanzó a una guerra sin cuartel y casi ningún tipo de restricciones en un territorio geográfica y climáticamente hostil, plagado de señores de la guerra, situado en un lugar estratégico por sus importantes y/o peligrosos vecinos como Pakistán, la India, Irán y hasta China, entre otros y donde previamente ya habían fracasado ejércitos importantes como el británico (por tres veces; entre 1839 y 1842 la primera, la segunda entre 1878-1880 y la tercera 1919) y el de la URSS entre 1978-1992 (también llamada guerra afgano-soviética o guerra ruso-afgana) aunque realmente fue una guerra civil entre las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán, apoyadas entre diciembre de 1979 y febrero de 1989 por el Ejército Soviético, contra los insurgentes muyahidines o grupos de guerrilleros afganos islámicos apoyados por numerosos países extranjeros, destacando EEUU, quien les proporcionó ingentes cantidades de armas y dinero.

Después de más de nueve años de duros combates y auténtica guerra, los soviéticos agotados por el desgaste militar, logístico y la imposibilidad de manejarse bien por tan inhóspito terreno, se retiraron oficialmente del conflicto en 1989 tras los Acuerdos de Ginebra entre Pakistán y la República Democrática de Afganistán.

No obstante, la guerra civil afgana continuó y los enfrentamientos entre insurgentes y las tropas leales al gobierno se alargaron hasta abril de 1992 cuando la disolución de la Unión Soviética provocó la finalización de todo tipo de apoyos oficiales o encubiertos y los fundamentalistas, vencedores finales del conflicto, pudieron establecer un Estado islámico.

Durante el reciente conflicto, los papeles jugados por unos y por otros se han cambiado completamente, así como los amigos y apoyos de unos a otros y viceversa. No creo descubrir nada nuevo si afirmo que esta larga y costosa guerra de desgaste de personal y material, además de costar muchas vidas occidentales (la mayoría norteamericanos, 2.500), ha sido un absoluto fracaso de estrategias, tácticas, técnicas, procedimientos y fundamentalmente de inteligencia e información.

A pesar de las recientes y no tanto experiencias en conflictos ajenos en los que los EEUU se han visto involucrados como Vietnam, Irak y la lucha contra el Estado Islámico, parece que los norteamericanos en particular y la OTAN en general, no se han leído las muchas e importante “Lecciones Aprendidas” que se desprenden de los errores realizados en dichos conflictos, porque han vuelto a caer en los mismos y en algunos casos, aun peor porque han influido en que las coaliciones y los aliados se dejaran arrastrar hacia el mismo pozo ciego y hayan invertido mucho esfuerzo personal, material y económico que podían haber empleado en mejores misiones y objetivos.

La inteligencia militar, a pesar de jugar con abundantes y mejores medios económicos, terrestres y aéreos y la tan cacareada inteligencia artificial, ha sido un auténtico desastre. Todos sus pronósticos han sido sobrepasados y ninguno se ha cumplido salvo que el desastroso resultado final ha sido más o menos el esperado, pero se les ha anticipado en algo más de unos seis meses en el calendario.

Una vez más se ha vuelto a caer en el costoso e inútil error de entender que la solución para abandonar un conflicto pasa por adiestrar y dotar de todo tipo de moderno material bélico a los nativos del lugar para que ellos tomen el relevo en la misión y proporcionen la necesaria seguridad a la población con plenas garantías al haber sido instruido por los mejores instructores que cada país pueda prestar; pero de nuevo, sin controlar de verdad el número de asistentes a las enseñanzas prácticas, la formación de sus oficiales y el resto de cuadro de mandos, el manejo de los medios de inteligencia y sobre todo como forjar la moral individual y colectiva de las tropas, su voluntad de vencer y la creencia en la misión y la acción de conjunto.

Cualquier entrenamiento sin control sobre su eficiencia y productividad, como ha vuelto a ser éste y los que siguen ocurriendo con muchos de los que se realizan en Irak y en determinados países africanos, es baldío y contraproducente. Se nos ha vendido la falaz papeleta de que aproximadamente unos 300.000 afganos han sido instruidos y dotados por países occidentales, cuando la realidad no llega a un tercio de tal cifra; la mayoría se apuntaba a dichas clases para recibir una paga y un arma, pero no asistían o solo lo hacían de tarde en tarde. Las tropas no estaban bien pagadas (actualmente se les adeudan varios meses de paga), sus oficiales de alto grado se repartían los cargos y destinos en función de las castas sociales o familiares y no por su preparación y capacidad[i].

Se calcula que los EEUU habrán invertido más de un billón de dólares americanos en dicha campaña y en sus diferentes grados y cursos de adiestramiento. Poniendo los pies en la tierra, fuentes de bastante solvencia estiman que en conjunto, se habrán invertido un total de no menos de 88.000 millones de dólares en instrucción y adiestramiento.

Los políticos, suelen correr mucho, sobre todo si ven un apetitoso bocado enfrente, a la hora de lanzarse a cualquier guerra, sin tener muy en consideración el análisis de los factores de la decisión que les proporcionan los militares, los verdaderamente preparados para analizar la solvencia y efectividad de las decisiones adoptadas, el grado de probabilidad de éxito y la situación final en la que queda el terreno y el conjunto del país en cuestión, tras la finalización del conflicto armado, propiamente dicho.

En este caso también, en su día y sin atender a lo dicho anteriormente, las ansias de protagonismo nacional y mundial precipitaron una acción sobre un terreno donde no es nada fácil sobrevivir, moverse y combatir y casi todo el mundo es un potencial enemigo. Solo cuando la masiva llegada de féretros y la necesidad de gastar en el conflicto altas sumas de dinero provenientes de los impuestos de los ciudadanos no presentan resultados, suelen recular, aún más deprisa y buscan rápidamente una salida al atolladero aún a costa de consecuencias mucho peores que el continuar en lo anterior.

Así en 2014, los analistas norteamericanos convencieron a sus gobernantes de que insistir en cambiar totalmente la ideología, el pensamiento y el comportamiento de un país, terreno y población que seguía viviendo en un ambiente e ideología “medieval” y con arraigadas creencias salafistas que ponen en peligro la libertad de gran parte de su población, fundamentalmente la de las mujeres, para tratar de convertirlo en un oasis democrático, no solo era una utopía sino algo imposible de lograr.

Por ello, se iniciaron una serie de contactos oficiosos y luego oficiales con los talibanes, con ciertos encumbrados apoyos por en medio, a cambio de una postura no tan hostil como antaño por su parte, y a explorar la posibilidad de una transferencia de responsabilidades, pactada, no cruel, progresiva y sin revanchismos a cambio de promesas que algún día sabremos.

Estos movimientos, sin duda, crearon una gran sensación de desconfianza en sus propias fuerzas militares. Se veían traicionados y abandonados. Cuando un ejército, aunque esté bien dotado y medianamente instruido, se siente en tal situación, su mínima moral se resquebraja o desaparece y entonces, ante la menor presión externa se derrumba como un castillo de naipes cuando se le quitan las cartas que le sostienen en la parte más baja.

Esto explica que unas fuerzas de guerrillas, no unificadas en mando e inteligencia, sin medios logísticos de transporte apropiados, mal armadas y con escasos medios de comunicación, hayan podido recorrer en motocicleta tan rápidamente largas distancias y tomado Kabul sin disparar ni un solo tiro.

Afganistán, además de ser uno de los principales productores mundiales de opio, es un país rico en litio, materia prima muy demandada hoy en día para las comunicaciones y los ordenadores y sobre la que China ejerce un importante control actual y a futuro; amen de ciertos ductos que van a pasar por su territorio y la nueva ruta de la seda China; por lo que su papel a jugar en la zona será muy importante y puede que sea la nueva gran potencia, que finalmente controle el país o también se dé de bruces contra los mencionados señores de la guerra.

Es muy difícil que la Rusia de Putin, aparte de frotarse las manos y brindar con champán por la derrota, fracaso y vergüenza internacional de los EEUU, se quede de brazos caídos y sin hacer nada; en breve veremos cuál ha sido su papel jugado en el conflicto y en poder influir contra los norteamericanos como hicieron estos a la inversa el siglo pasado y qué papel juega con los talibanes.

Afganistán es ahora un estado fallido, su presidente puso su culo a salvo antes de que llegaran los talibanes a la capital; el caos y el miedo atenaza las mentes y el comportamiento de sus ciudadanos; veinte años de “colaboracionismo” con los occidentales a cambio de dinero y favores, las muchas cuitas producidas, informaciones reales y mentiras lanzadas entre ciudadanos, vecinos y hasta familiares, hacen que hoy veamos las escenas de terror en el aeropuerto de Kabul, repleto de hombres —con grave ausencia de las mujeres— tratando de subirse como puedan a uno de los muchos aviones de todo  tipo que acuden allí para recoger a personal militar y el civil que estaba encuadrado en las embajadas o trabajaba en estas y los servicios de inteligencia o intérpretes. Los cielos surcados por helicópteros miliares de aquí para allá, recuerdan y mucho a la evacuación de la Embajada de la EEUU en Saigón.

En cualquier caso, los que llevan las peores papeletas en su bolsillo a partir de la presente, son las mujeres que verán cercenados sus escasos derechos adquiridos en estos años de sucesivos cambios. Volverá a negárseles el acceso a la educación, la conducción, salir libremente de casa y serán reprimidas, abusadas, vendidas y tratadas como ganado o asesinadas a pedradas a nada que se les acuse de cualquier tipo de adulterio.

El futuro de todos los potenciales colaboracionistas y sus familiares es francamente incierto y muy posiblemente, la mayoría desaparecerán de la faz de la tierra voluntaria o forzadamente, porque las represalias, sin ninguna duda, serán muchas. Las cárceles, hasta ayer repletas de afganos muy peligrosos, hoy están vacías con lo que dichos peligros aumentan exponencialmente. El problema más grave actualmente es que algunos países, entre ellos España, han reaccionado demasiado tarde, la confianza en las capacidades afganas era demasiada o falsa y ha constituido el último error de inteligencia; lo que explica que los medios aéreos a recoger al personal nacional hayan sido enviados hoy cuando aquello es un caos total.

La oposición norteamericana, a pesar de que el plan para abandonar Afganistán este año fue elaborado por la administración anterior, considera estos hechos como los más graves y vergonzosos para un país impotente de reaccionar, que llevó al mundo a la guerra y que ahora abandona a los afganos y aliados a su suerte; mientras el presidente Biden sigue de vacaciones sin ir al despacho oval para trabajar por el rescate de sus ciudadanos e informantes en Afganistán; por cierto, como sucede aquí en España con el presidente Sánchez y ya veremos el futuro de la arribada a Kabul y la carga final de los dos A-400M enviados hoy mismo desde Zaragoza.

Lo dicho, las “Lecciones Aprendidas” en las dos principales ocasiones anteriores, Saigón y Mosul, al parecer no han servido de nada, no se escribieron o nadie las leyó y esta es la tercera ocasión en la que vuelve a ocurrir la misma situación y desenlace; la inteligencia artificial ha presentado su primer gran fracaso a nivel mundial y no hay ninguna Paz Duradera, por mucho que pomposamente denominemos así a grandes misiones militares.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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Nota

[1] Aún recuerdo el nivel que me encontré en los concurrentes a una conferencia que tuve que dar en el CESEDEN a un grupo de unos 20 coroneles y generales de dos y tres estrellas afganos, en un programa de ayuda a la enseñanza en el que participamos. Y eso que aquellos, según nos informaron, era la élite de la élite.