Todas las entradas de: SAEEG

PANDEMIA: CUARENTENA O ECONOMÍA. AISLARSE O NO AISLARSE. ESE ES EL DILEMA.

Elio Prieto González*

 Imagen de Engin Akyurt en Pixabay

La pantalla del televisor es desde hace años una parte importante de la extensión del mundo que habitamos. Otras pantallas, como la del celular o la PC, se han convertido en el espacio donde momentáneamente vivimos. Hay canales de televisión que ofrecen 30 segundos de calma en los que se ven los paisajes del mundo de ayer. Al inicio de una sesión o al comenzar el día de clases, encuentro faros en total soledad, prístinas cascadas, bosque de bambúes cubiertos de un rocío que parece mojar mis dedos.

En la televisión la gente se arremolina en corrientes intensas, que demuestran que el hombre es un animal tozudo, que no se detiene ante un virus, aunque este sea mortífero y en este momento de la historia reciente la gente vuelve por sus fueros a desafiar la muerte y a morir y a matar. La pantalla devuelve una imagen irreal, superpuesta sobre ciudades vacías, multitudes movidas por un reclamo, grupos que revindican su derecho a morir si así lo desean, mientras otros que reivindican el derecho de todos a vivir.

Al cambiar de canal los gases lacrimógenos mutan en indóciles economistas que exponen los signos de un apocalipsis, mientras médicos, virólogos, y epidemiólogos (palabra casi desconocida hace tres meses) explican curvas modélicas que muy poco se entienden. Expresan los hechos en números, las muertes y el sufrimiento en tendencias, las acciones en más o menos bolsas para cadáveres. Se debaten las medidas que deberían adoptar los que toman decisiones. Se dice que la muerte puede ser menos letal que la pérdida de la producción y se amenaza con el hambre, la inflación, la desesperación, lo que cual hace resonar en la memoria, las imágenes de una catástrofe viral, serializada.

Los zombis están muertos y sedientos de sangre, no conocen ni tienen un alma tras los ojos, han sido víctimas del virus. Los hambrientos no conocen, están casi muertos, pueden o no haber sido víctimas del virus, pero sí serían las víctimas de la parálisis de todo un país. Economistas que entienden de curvas, deciden obviar las de los epidemiólogos, y la realidad se divide en dos: vida o economía. Los argumentos y los gritos de los que salen a la calle a vociferar conspiraciones resurgen como una pesadilla que se abre paso durante el sueño, cuando se baja la guardia y el miedo y la incertidumbre se hacen con la realidad.

En su autismo profesional hay economistas que no ignoran que cada dato positivo, real, cada número, significa una persona diagnosticada, un contagio, una vida, una muerte. Los epidemiólogos, los virólogos, los que desarrollan esta o aquella droga o utilizan alguna otra en uso, para ver si de una vez se logra que las personas, los morituri, “los que van a morir” no mueran. Todo, frente a las limitaciones de una ciencia que desde la última epidemia multiplicó por miles su conocimiento, para revelarse impotente en este primer tramo del enfrentamiento a la quimera, un virus que, pudiera decirse, tiene maldad. Sin embargo, sabemos que los virus, no pueden tenerla, porque para ello es necesario pensar y los virus no piensan.

En las pantallas los médicos explican, los economistas y algunos políticos explican. La realidad explica, es elocuente, porque se manifiesta en la cifra de muertes y en la velocidad con que los sistemas se saturan. El número de camas en terapia intensiva es un denominador que atemoriza como la hoja de una guillotina. Si son menos son más los morituri. Hay historias que se refieren a un hospital de campaña o a una emergencia con victimas múltiples. Se habla de elegir a quién tratar de salvar de acuerdo con las probabilidades y estas deben ser explicadas también. Los médicos han sido conducidos, como ocurre en las guerras, a la categoría de una deidad menor, que decide quien muere, es lo inevitable y quien vive,  que a veces muere por igual, sin remedio

Entonces en medio de las discusiones, se abre paso una intuición emocional teñida de ideas, de un conjunto de certezas previas, de una visión del mundo. Las ideas de algunos economistas coinciden con las de ciertos epidemiólogos que opinan que es mejor que mueran los más débiles, para poder retornar cuanto antes a un mundo en el que la cantidad de inmunizados impida el progreso de la enfermedad. Llegar a este punto significaría un 60% o más de contagios, en un tiempo que sería menor, si se permite que la población transmita el virus libremente. No importa que aún no sepamos si la inmunidad será duradera o temporal, como la de la gripe pero es evidente que sin tratamiento efectivo para la afección o sus complicaciones el número de muertes debe ser muy grande. Esa parte de la narración se transmuta en la referencia a una catástrofe natural. Porque se aduce que las muertes son inevitables, porque detener la economía es inevitable. La primera y la segunda inevitabilidad son el resultado de decisiones y las decisiones pueden ser fruto de los grupos de presión. En la vida virtual de las pantallas y en la calle.

Las opciones llevan casi al mismo resultado, sólo cambia algo que para los economicistas es un muss es sein, (debe ser, en el sentido de un destino) que es la cifra de muertos. Es falso, porque los epidemiólogos y economistas que han visto los resultados parciales de la opción económica, han concluido que si las muertes se disparan por encima de ciertos valores, que yo desconozco y asumo que alguien está trabajando en definir el umbral de inhibición económica por mortalidad. Si se sobrepasa este valor, la economía se hunde, el desempleo se dispara, el PBI se contrae, las compañías quiebran, se agotan por falta de personas, puesto que el efecto combinado de las muertes, los despidos y el temor a salir a la calle, la derrumban. Sea cual sea la opción debe caer. Trampa 22 que le dicen a esa situación sin salida.

En medio de esto, es necesario distinguir entre los que plantean un debate falso y los que optan por no oponer la economía y la vida, que intentan mitigar los contagios mediante el aislamiento y al mismo tiempo limitar los efectos económicos que han sido multiplicados por las inequidades previas a la pandemia, mediante el nada sencillo e inusual expediente de aplicar el conocimiento científico a las decisiones políticas. La opción de aplicar el conocimiento para limitar la propagación y las muertes incluye el freno a los despidos y el otorgamiento de subsidios y prestamos, la ayuda alimentaria. Medidas que son insuficientes según los críticos, pero reales y sostenidas. Incluyen también la flexibilización de las cuarentenas, en función de los comportamientos locales de la pandemia, lo que pretende disminuir en lo posible el colapso económico.

La interacción entre científicos y decisores políticos a nivel nacional, provincial y local es la base de la generación de medidas en la epidemia que no siendo infalibles han mostrado en las cifras resultados beneficiosos. Los guarismos no traducen el sufrimiento, pero pueden ser también sentidos además de interpretados y están mostrando mejores resultados, en comparación con países donde se han priorizado algunos protagonistas de la economía y se ha propiciado la muerte preferencial de los más débiles biológica y socialmente. Las cifras de muertos en las comunidades de menos ingresos, son elocuentes.

Es bueno recordar que en las condiciones europeas, las cifras de contagios y de muertos no fueron impulsadas por las villas o barrios que sí están presentes en América Latina. Las villas pueden tener sobre la pandemia el mismo efecto acelerador de las aguas cálidas sobre la fuerza de los huracanes. No es una especulación, es un hecho.

La necesidad de mantener la cuarentena apunta a la preservación del entramado social básico, esto supone al sostenimiento de los servicios, la producción de energía y alimentos, la educación virtual.

La flexibilización en los términos de la cuarentena, responde al hecho de que al haber menos muertes, las tensiones por salir y por la vuelta a la normalidad afloran al disminuir la percepción del riesgo. Es un efecto contradictorio, atendible en la medida en que se considera por los expertos que los riesgos de aumento del número de contagios, son aceptables. No obstante, sus resultados están caracterizados por probabilidades y es por eso que puede haber marchas y contramarchas.

Los que abogan por mantener el aislamiento lo hacen en la confianza de que es imprescindible ganar tiempo, mientras se logra un tratamiento que disminuya la mortalidad o una vacuna que frene los contagios. Esto expresa la esperanza que puede encontrarse una forma de inactivar al virus, en alguna de las etapas de la infección o moderar la inflamación que destruye los pulmones y trabajar para conocer en detalle la razón de las diferencias de severidad y mortalidad en función de la edad y muchas otras cosas que aún no se saben.

El tiempo es necesario para encontrar la cura o la vacuna, para habitualizar los hábitos, para que las personas comprendan e incorporen a su estructura moral que pueden ser los benefactores de quienes los rodean o sus matadores. La enfermedad puede dejar de ser lo que es. Pero, el tiempo es necesario.

La moral es la herramienta que pueden usar las sociedades para ayudar en esta búsqueda de tiempo. Aunque sepamos que no todos adoptan conductas nacidas en lo ético y que se sostienen en el conocimiento. Lo íntegro es usar un barbijo además de lavarse las manos, porque se concluyó que era lo mejor para frenar una propagación que ocurre principalmente por micro gotas que saltan de nuestras bocas mientras respiramos o hablamos y entonces utilizarlos se convirtió en un hecho esencialmente moral. Es necesario un nuevo código de conducta, basado en la información que nos permita actuar para hacer el bien y allí es donde además de las ideologías en pugna, se expresa con toda la fuerza la solidaridad dentro de la especie y también, por contraste, la capacidad nociva de las informaciones falsas, la letalidad de las acciones que desarman la única protección indudable, dejar al virus a una distancia en que no puede encontrar células para internalizar su ARN y convertir a una persona en un arma cargada.

Informaciones y acciones falsas, deliberadas, originadas en el desconocimiento. Los virus son una realidad de difícil comprensión. Informarse bien o desinformarse bien, desnuda la falta de compasión por los otros o simplemente las malas intenciones. En la pandemia la ignorancia es también el mal.

La necesidad de una nueva forma de actuar en sociedad, la importancia de explicar la realidad compleja y aceptar que la ciencia no es una conspiración, no serán satisfechas fácilmente. La realidad no admite interpretaciones caprichosas, que cuando se apartan de la evidencia científica, se paga en vidas, no es un momento para creer o no creer. No hay opciones. Días y semanas, quizás meses después, los efectos pueden aparecer como resultantes gravísimos de aquellos errores a primera vista imperceptibles en la respuesta frente al virus. Que no es más que una molécula, envuelta en otras y que lo único que hace es entrar a una célula, multiplicarse y destruirla y en el proceso matar a muchos. Es un mecanismo preciso y letal.

El camino hacia la salida está en actuar conforme a las propuestas de los que tienen la autoridad científica para contribuir a la protección de todos. Es la beneficencia informada. Es el imperativo de saber para hacer el bien. Es la moral frente a la infección la que nos debe proteger, pues es la guía para buscar el mayor bien para el mayor número de personas. Un imperativo que nos impide desechar a seres humanos por pobres, viejos o enfermos.

Luego, la especie prevalecerá, pero a diferencia de épocas anteriores con menos pérdidas. Este resultado es biológicamente factible, pero sólo si son socialmente aceptadas y sostenidas las conductas de protección; esas que surgen no de las necesidades impuestas artificialmente, sino de la condición necesaria para que pueda considerase cualquier otra. Sobrevivir. Uno a uno.

* El autor es médico genetista. Investigador en Genética Toxicológica y profesor universitario. Centro de Altos Estudios en Ciencias Humanas y de la Salud (CAECIHS). Universidad Abierta Interamericana.

©2020-saeeg®

IDEAS SOBRE POLÍTICA EXTERIOR

Reinaldo Cesco*

Esta nota de opinión no busca proponer una nueva visión en las Relaciones Internacionales, pero si explorar otros caminos, otras opciones tal vez no consideradas, pero que sean de fácil implementación y cuyo costo económico sea accesible para nuestro país. Es una propuesta con ideas que podrían ayudar a la Argentina en su camino hacia un desarrollo sustentable.

Para poder avanzar en el tema, Argentina debería intentar dar respuesta a algunas incógnitas. La primera seria si está en condiciones de ordenar su política interna, la otra seria reflexionar acerca de qué lugar desea ocupar en el mundo. Además, todo programa en materia de política exterior debería considerar la cuestión del Atlántico Sur. En este sentido, cabe recordar que la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional de 1994 expresa: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.

Quizás la incógnita más difícil de develar es si Argentina está en condiciones de ordenar su política interna. A primera vista la respuesta natural es NO. Pero de lograrse un acuerdo político de amplio margen, con patriotas a los que les interese la grandeza nacional, donde se incluya a los principales líderes del quehacer nacional y se asuma un compromiso a largo plazo, sería realizable. Para esto deberían comprometerse o acordarse algunas cuestiones básicas sobre las que trabajar, como por ejemplo:

  • Inversión en Educación y Desarrollo.
  • Inversión en Infraestructura.
  • Rebaja Progresiva de Impuestos, simplificación tributaria y Seguridad Jurídica.
  • Seguridad Nacional.
  • Política Exterior coherente.

Una vez acordadas estas cuestiones básicas, el panorama se hace mucho más sencillo y si se trabaja en aras del interés nacional, nuestro país tiene el potencial para estar en una posición de privilegio a nivel internacional.

En cuanto al escaño en el que Argentina busque posicionarse en el mundo, básicamente existen tres opciones. Puede optarse por la irrelevancia, siguiendo la senda actual. Puede optarse por alinearse con alguna potencia o, con un eje ideológico, como la Venezuela chavista y Cuba, o puede optarse por una tercera alternativa, que es la de transitar su propio camino, buscando tener cierta relevancia en el concierto mundial.

El de la irrelevancia, es casi un camino cerrado para nuestro país, principalmente por sus dimensiones geográficas (octavo en el mundo por superficie) y por sus recursos naturales, por lo que por más que se intente, el país siempre va a ser objeto de interés para naciones más poderosas. Situación que la obliga a decantarse por alguna de las otras dos opciones.

El camino del alineamiento, donde siguen los dictámenes marcados desde afuera, seguido varias veces a lo largo de nuestra historia reciente, tanto hacia un lado como hacia el otro, no ha surtido el efecto deseado. Esto tal vez tenga más que ver con el desorden interno que con los lineamientos marcados; pero no es el objetivo de este trabajo ahondar en eso.

En función de lo antes expuesto, la opción natural debería ser buscar tener un papel de relevancia en el concierto de naciones. Argentina debería ocupar el lugar de una potencia intermedia, una potencia regional, el lugar que en algún momento supo tener. Este no es un camino sencillo ni inmediato. Es un proyecto que debe entenderse a mediano y largo plazo, a través de diferentes gobiernos y signos políticos. No es inalcanzable, pero requiere de una planificación estratégica… algo que los gobiernos de las últimas décadas no tienen en cuenta.

El otro punto a abordar (aunque controversial) debería ser la cuestión del Atlántico Sur. La histórica posición argentina es que una potencia extranjera ocupa desde 1833 parte del territorio nacional mediante la fuerza y la coerción. Entonces debería ser una estrategia indiscutible atar este tema a toda la política exterior, so pena de ser incoherentes y no ser tomados seriamente.

Habiendo dado una respuesta a las incógnitas anteriores, nuestro país debería concentrarse en tener una Política Exterior sólida, coherente, confiable y que represente los intereses de la República. Vale recordar que nuestro país no está aislado de la comunidad internacional, razón por la cual la misma debe estar en manos de personal idóneo que represente los intereses de la Nación.

Argentina debe definir sus objetivos estratégicos. Debe trazar un plan a corto, mediano y largo plazo para su desarrollo y, en función de estos objetivos, debe explorar puntos de convergencia y de divergencia tanto en el marco regional, como a nivel mundial y en función de eso debe empezar a tejer alianzas estratégicas que respondan a sus intereses y la ayuden en la consecución de sus objetivos.

Esto se logra buscando socios que tengan intereses similares o complementarios—en este sentido cabe recordar que las naciones tienen intereses, intereses que no necesariamente resultan ligados a lo moral— y compitiendo en áreas donde cuente con una ventaja comparativa. En las otras áreas debería buscar la asociación.

En tal sentido debería evitarse posiciones de confrontación, sobre todo en situaciones donde no puede obtenerse beneficio alguno y más aún si esto genera un daño a las aspiraciones nacionales. Hay otras formas con las que se puede actuar a nivel internacional y pueden ayudar a volcar la balanza a favor del país.

Entre otras propuestas para mejorar la influencia de Argentina en el mundo podrían considerarse Programas de Asistencia a otros países, minimizando la transferencia de tecnología y/o recursos materiales (el razonamiento detrás de esto es no perder ventajas comparativas), pero si enviando especialistas que ayuden a países amigos o aliados en áreas que sean de interés para nuestro país. Otra forma de mejorar la influencia es vendiendo instalaciones llave en mano en áreas donde el país es fuerte, como puede ser parte de la agroindustria o la energía atómica, lo cual no necesariamente implica una transferencia directa de “know-how”, pero permite hacer uso de la tecnología nacional.

Otra opción sería financiar programas de desarrollo en naciones amigas, eventualmente con algunas cláusulas que den cierta preferencia a la producción argentina, a cambio del mencionado financiamiento, u otras facilidades que se estimen convenientes.

Otra herramienta útil son las Misiones de Paz en el marco de la ONU, algo en lo que la Argentina se ha destacado. Le brindan al país una positiva presencia exterior. Ayudan a representar los intereses nacionales en diferentes y variados ámbitos. Además esto permite entre otras cosas ayudar al adiestramiento operacional de nuestras Fuerzas Armadas, y mantener aceitada la capacidad logística de las mismas.

En lo que a las islas Malvinas, Georgias y Sandwichs del Sur se refiere, todo programa de política exterior que se implemente debería tener como objetivo irrenunciable la recuperación de éstas. Sin plantearse plazos rígidos, manteniendo cierta flexibilidad conforme a como sea la evolución de la situación internacional, pero siempre trabajando para la consecución del objetivo que no es otro que el de mantener la integridad territorial. En función de esta meta es que las Fuerzas Armadas deben ser urgentemente equipadas y modernizadas, en especial la Fuerza Aérea y la Armada, porque además de darle credibilidad a las pretensiones y declaraciones propias permiten un control efectivo de la soberanía en el espacio aéreo y en los mares del sur.

Toda negociación que se encare, toda política que se implemente, debería pensarse en cómo conseguir este objetivo. Avanzando en todas las áreas que ayuden a los intereses argentinos, pero tratando de no desaprovechar ninguna opción que se presente para buscar la integridad. En el ámbito que fuere, ya sea reconociendo el reclamo argentino o con acciones concretas que ayuden a nuestra posición.

En lo que respecta al invasor, debería considerarse una política dura. No se puede tener relación amigable ni de cooperación con el usurpador. Esto es comparable a invitar a almorzar todos los días al que semanalmente ingresa a nuestro domicilio a robar, siendo nosotros conocedores de esto. En tal sentido debe reverse o dejar sin efecto las ventajas que se le han otorgado, como por ejemplo los vuelos a Brasil.

Deberían desconocerse los tratados de cooperación firmados con el Reino Unido que no nos benefician y cuya denuncia no traiga peores consecuencias. Especialmente debería desconocerse el tratado sobre las 200 millas náuticas en derredor de las islas Malvinas que le otorgan al usurpador beneficio económico inconmensurable; además de poner una base militar para la OTAN en el Atlántico Sur.

Para tomar dimensión de la ofensa, vale la pena detenerse en el siguiente párrafo de un trabajo publicado por el Dr. Cesar Augusto Lerena:

Hoy el Reino Unido ocupa 200 millas alrededor de Malvinas y un total de 1.639.900 millones de km2 de territorio marítimo argentino. ¿Alguien se habrá dado cuenta que la superficie ocupada es equivalente a toda la Patagonia (Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Neuquén y Rio Negro) y a las Provincias de La Pampa, San Luis, Mendoza, Jujuy y Formosa? ¿Por qué además de poner énfasis en los legítimos reclamos de Malvinas no se visibiliza que la Argentina tiene invadido 1,6 millones de km2 de territorio nacional?

Han transcurrido ya 187 años que el Reino Unido ocupase Malvinas y 55 años de reclamos y de entrega sostenida y creciente de la Soberanía Nacional desde la Resolución 2065/65 de la ONU. ¿Los gobiernos aplicaran únicamente estas políticas declarativas e inconducentes?1

Debe tenerse en cuenta que solo con desconocer los tratados no se va a lograr ningún avance. Además del accionar en el campo diplomático y en cuanto foro internacional se tenga oportunidad, esto debe acompañarse de una sólida política económica y de un equipamiento y adiestramiento de nuestras Fuerzas Armadas acordes a lo que la situación requiere.

Se debe negociar y presionar en todos los frentes. Se debe forzar al Reino Unido a sentarse a la mesa de negociación. En toda ocasión en la que éste retornó un territorio ocupado, lo hizo recién cuando se vio obligado a sentarse a negociar presionado por la situación general del territorio en disputa, o por la presión social, o por la presión económica, o por la presión militar o de la comunidad internacional, o por una combinación de estos factores. Nunca lo hizo obrando de buena fe o porque fuera lo correcto. Recordemos que las Naciones tienen intereses, no moral.

Es por esto, que la Argentina debería cambiar completamente la estrategia sobre las islas e implementar una política dura. No quiere decir esto que busque un conflicto armado, pero debe estar preparada para afrontarlo, para defenderse si ese fuera el camino elegido por el Reino Unido. La partida de ésta de la Unión Europea —el Brexit— es un cambio importante en la situación internacional que no debería ser desaprovechada, ya que debilita considerablemente la posición británica.

Resumiendo, Argentina debería ordenar su política interna, una tarea pendiente de la que es responsable toda la dirigencia política, tener una política exterior sólida y coherente, que verdaderamente represente los intereses nacionales y que además, haga de la cuestión del Atlántico Sur una prioridad, persiguiendo la unificación territorial sin renunciamientos ni vacilaciones.

 

* Desde el año 2006 hasta el 2014 se desempeñó como Oficial Subalterno del Ejército Argentino, ocupando funciones varias, entre ellas las de Instructor de Vuelo y profesor de varias materias en el ámbito de la Escuela de Aviación del Ejército.

Licenciado en Relaciones Internacionales (2017), graduado en la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) y egresado del Curso superior de Defensa Nacional (2007), también  dictado por la UNDEF.

Actualmente se desempeña como piloto de una aerolínea comercial en Estados Unidos.

 

Referencias

  1. Publicado el 30-4-2020 por Cesar Augusto Lerena en https://saeeg.org/index.php/2020/04/30/los-extranjeros-invaden-el-atlantico-sur-la-patagonia-maritima/

©2020-saeeg®

MUTÚN, ¿NUEVA FRUSTRACIÓN?

Editorial El Deber*

Es muy poco probable que en algún lugar del planeta exista un proyecto ‘estrella’ tan estrellado como el de la planta siderúrgica de Mutún, donde está localizada una de las mayores reservas mundiales de hierro. Es un ambicioso proyecto que va de frustración en frustración. Hace poco más de cuatro años, durante la gestión gubernamental del MAS, fue suscrito un contrato por $us 422 millones con un crédito chino del Eximbank para la ejecución del diseño, construcción, puesta en marcha y operación de la planta. 

Atrás parecían haber quedado, como malos recuerdos, las experiencias con la brasileña IBX y la india Jindal Steel que, por diversas razones y circunstancias, no llegaron a buen puerto. Esta vez, la Empresa Siderúrgica Mutún (ESM) en representación del Estado boliviano y la constructora Sinosteel de China pusieron la firma, encomendándose la fiscalización a Cisdi, otra empresa china que, por lo visto, no parece haber hecho bien su trabajo. En 30 meses, la planta debía estar terminada para procesar 150 mil toneladas de acero desde 2018 y la primera tonelada de acero laminado a partir de 2019. A julio de 2020, de Mutún no ha salido ni un clavo…

Como para generar mayor inquietud, la ESM ha hecho notar que durante el anterior gobierno se abonó a la Sinosteel $us 104 millones, casi la cuarta parte del costo del proyecto con apenas un avance real del 3%, además de haberse abonado $us 6 millones por intereses y comisiones del crédito obtenido.

También refiere que el contratista chino está suspendido desde enero de este año por no haber presentado el proyecto de diseño final de ingeniería, paso imprescindible para la ejecución de la obra, y que, además, en ciertos aspectos técnicos pretende implementar tecnología “que no está autorizada ni en su propio país”. Tras rechazar las observaciones, la constructora china alega en su descargo que hace seis meses la empresa estatal no cubre una deuda de $us 45 millones por ‘compra de equipos’. Que contrariamente a lo señalado por la ESM, el avance en la planta es del 31% y que en las próximas horas se informará sobre la situación del proyecto.

Que a los bolivianos no nos vengan esta vez con ‘cuentos chinos’. Porque desde hace décadas, lo único que crece como mala hierba en torno a Mutún son compromisos incumplidos, incapacidad, malos manejos y falta de transparencia que nos generan inevitablemente un profundo sentimiento colectivo de engaño y frustración. Un nuevo traspié como el que por pelos y señales se advierte en el tantas veces postergado despegue de la industria siderúrgica en Bolivia, es inaudito.

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/189956_mutun-nueva-frustracion